viernes, julio 31, 2009

¿Sexo?


Sexo. Sexo. Sexo.
      --Intentar cosas nuevas.
      --Salir de la rutina.
Sexo. Sexo. Sexo.
       --Nos tenemos confianza.
       --Y también nos queremos.
Sexo. Sexo. Sexo.
       --Me gusta hacerlo contigo.
       --A mí me encanta.
Sexo. Sexo. Sexo.
       --¿Te gusta mi propuesta?
       --No tengo nada en contra.
Sexo. Sexo. Sexo.
       --Hoy traje este vibrador.
       --Los de la sex-shop sí saben.
Sexo. Sexo. Sexo.
       --¿Qué tal cosas comestibles?
       --Me encantan las cerezas.
Sexo. Sexo. Sexo.
       --Lo vi en una película. Parece que estimula bárbaro.
       --Ok. Trae la anguila.
Sexo. Sexo. Sexo.
       --¿Estás segura? ¿No es peligroso jugar con la electricidad?
       --Estuve leyendo sobre el tema y no hay de qué preocuparse.
Sexo. Sexo. Sexo.
       --¿Y esos pollos congelados?
       --Adivina…
Sexo. Sexo. Sexo.
       --Los vecinos de abajo me vieron raro ayer que llegué del supermercado. Como si me reprocharan algo. La madre apartó a un lado a su hijo.
       --¿Qué raro? ¿Segura que no te lastiman demasiado las correas? Podría aflojarlas un poco.
Sexo. Sexo. Sexo.
       --Llamaron del trabajo. Dicen que te van a despedir. No has ido en dos semanas.
       --Era previsible.
Sexo. Sexo. Sexo.
       --No aprietes demasiado… No me hagas caso… ¡aprieta más!
       --La sangre no me deja ver.
Sexo. Sexo. Sexo.
       --¿Y esa pistola? Es decir, ¿y ese revólver?
       --Dicen que es lo máximo. Y creo que estamos listos…
Sexo… Se-xx-o… Sex…

jueves, julio 30, 2009

De Bares vacíos


-Así que argentino...
          -Sí.
          -"Sencishito y carihmático" -dice ella y se larga a reír.
          Yo también me río, para no contrariarla ni romper este instante, pero por dentro pienso por qué esa generalización mexicana del argentino como un ser pedante, engreído. ¿Será simplemente un contraste inevitable de usos y costumbres entre un país formal y cortés como es México, donde por ejemplo en un bar del centro de esta misma ciudad pude ver un cartel que decía El baño no es público: por favor; evíteme el disgusto de tener que negárselo, y otro como Argentina , en cuyo caso el cartel no me consta, pero diría nada más que El baño no se presta o algo así? ¿O será que una conquista más brutal y conflictiva, quizá no tan basada en el exterminio como en el dominio de la población prehispánica, hizo de México un país más servil que Argentina, un país con una especie de complejo de inferioridad, que cuando no escucha lo que le dicen en vez de preguntar "cómo dijo" prefiere pedir "mande"? ¿O tendrá razón el Gringo Battaglia -desde su posición autoproclamada de cordobés entendido en la materia porque ha hecho uno que otro viaje al extranjero- cuando nos decía que la imagen de los argentinos en el exterior es la que se tiene en el interior de Argentina respecto de los capitalinos, es decir los porteños, que con su espíritu creído y fanfarrón -palabras del Gringo Battaglia- "salen a pasear por el mundo creyéndose los námber uán para de paso hacernos quedar como una reverenda mierda a todo el resto del país, cuando los únicos agrandados son ellos, los de Buenos Aires"? Mmm, no sé. No creo, es un enfoque demasiado parcial. ¿Quizá tenga que ver en esta imagen el hecho de que buena parte de los argentinos que viven aquí en México hayan sido exiliados a causa de los gobiernos militares, gobiernos que no querían a ciertos intelectuales, precisamente a los que estudiaban en la Facultad de Filosofía y Letras, en la de Ciencias de la Informacion, en la de Ciencias Políticas y en otras que eran peligrosas porque en ellas se pensaba demasiado; gobiernos que ocasionaron que toda esa gente que pensaba demasiado viniera a pensar acá, pensando en el camino que ellos pensaban mucho y que por eso se habían tenido que ir, pensando al llegar que ellos pensaban tanto que aquí eran los únicos que pensaban, pensando tanto en estas cosas que terminaron creyéndoselo, forjando así ese engreimiento percibido, aunque no necesariamente real, que hace que aquí se piense tan mal de todos nosotros?
          No sé. Yo no soy quién para hacer estas preguntas. Mucho menos para responderlas.
Martín Cristal, Bares vacíos, pp. 108-109.

martes, julio 28, 2009

Sonrisas amargas


Evidentemente no es algo que disfrute. El escritor que hace su lectura, un escritor anónimo, nadie sabe quién es, más allá de la necesaria carga de histrionismo para hacer que funcione su texto, se puede ver el temor, la rabia, la pasión, la manera en que la palabra escrita-leída-transmitida, puede transformar los sonidos en un manifiesto rabioso.
          Quienes hemos estado en La Habana comprendemos los requiebres del lector, compartimos su estupor, su rabia, su impotencia. ¿Qué hacer ante la realidad que sacude de manera violenta cualquier intento de comprensión de la realidad que le ha tocado habitar? Uno escucha las risas de fondo y se da cuenta que son risas nerviosas, temerosas de que en el resto del público esté metido un informante, un policía, un "auténtico revolucionario".
          Y las verdades amargas sólo traen silencios con risas ahogadas. Silencios con pausas que no amedrentan al lector. Ése que no sabe en qué lugar del mundo estará mañana, pero vive en La Habana y es lo que le importa. En sí, no habla de la ciudad como habla del país entero, de la situación política y de la historia que pareció congelarse hace medio siglo en una hermosa utopía proyectada al futuro con un poco, o un mucho, de distorsión.
          Y hay quien dice que el compromiso político es cosa seria y solemne. A este tipo no le cae la definición, habla de lo más serio que se puede hablar en la isla (la propia realidad) y lo hace apelando al humor.
          Sin embargo, también es cierto que para el que dice verdades amargas, las risas y sonrisas sólo pueden ser de la misma naturaleza.

lunes, julio 27, 2009

Misterios resueltos


Ibargüengoitia scout, por Manuel Felguérez
Cuantas veces oí, de boca de algún señor con el que no tenía ningún punto de contacto, la frase:
          -Te entiendo perfectamente. Yo también fui joven.
          Y no me entendía. Ni imperfectamente ni nada.
          Y en este sentido, hay que aceptarlo, nuestra generación tiene una gran ventaja. Cuando menos, sospecha que no entiende.
En estas páginas ha quedado patente, más de una vez, la idolatría que siento por la literatura y el periodismo de opinión de Jorge Ibargüengoitia. Incluso alguna vez me atreví a exponer algunas inmaduras ideas acerca de esa relación indisoluble en la obra de este escritor en un evento académico en la UNAM. En donde la irreverencia del autor contrastó con las obras de otros autores analizados. Y es que Ibargüengoitia puede hablar de cosas sumamente serias, pero con un desparpajo que nos envía de manera casi inmediata al mingitorio.
          Con esta escatológica referencia es que les cuento que terminé de leer (sí, mis vacaciones las estoy usando para leer como no lo había hecho en un buen rato) Misterios de la vida diaria, una recopilación de los artículos que el autor escribió para Excélsior entre 1968 y 1976. En este libro se encarga de pasar lista a una serie de situaciones que se vivían [se viven] en el México heredado por los gobiernos revolucionarios [y los gobiernos del cambio], porque si hemos de decir algo sobre este texto es que, a pesar de mediar más de 30 años que sus textos fueron hechos, los juicios vertidos tienen mayor actualidad que nunca.
          Es notable la capacidad que tiene Ibargüengoitia para analizar fríamente casi cualquier tema con un sentido del humor que lo va haciendo cada vez más referencia obligada en este rubro. Y también es notable la indiferencia con la que el mundo literario lo trató, y lo sigue tratando, aunque no falta un aventurero del otro lado del mar que de repente lo descubre y se maravilla. Y no faltará también el enterado que en un esfuerzo incluso personal lo saque a la luz de los no iluminados, como hizo Javier Marías con la edición de Revolución en el jardín en su Reino de Redonda (la crónica que da título al libro está en Joaquín Mortiz en México en el volumen Viajes por la América ignota).
Ibargüengoitia, por Magú

Pero decía que leí Misterios... y me pareció uno de los libros más lúcidos del ilustre cuevanense. Dividido en cinco partes: "En el orden acostumbrado", "Cómo educar a los hijos", "Homenaje al comercio", "Escaparate nacional" y "Los sucesos y los comentarios", el libro se deja leer de principio a fin como si estuviéramos leyendo la realidad de los sucesos en México, no de hace treinta años, sino los actuales e irresueltos. Y es que con desparpajo, al autor no se le dificulta en ningún sentido ir de los inconvenientes de las obras públicas, a la crítica del papel de la policía en las redadas, a la ridiculez de la burguesía recién llegada, a los regalos de Navidad, al culto irracional del futbol y la estupidez de los comentaristas, al vedettismo de los intelectuales en sus reuniones y mesas redondas, en fin, a casi cualquier cosa que se le atravesaba.
          Quede como testimonio estos tres fragmentos de tres cuestiones completamente distintas.
          De la Universidad Nacional y la necesidad de reformular su financiamiento:
Además de fomentar la dependencia de la universidad en el subsidio oficial, las bajas colegiaturas han formado en el mexicano medio la idea completamente errónea de que la educación es gratuita, que es una de las grandes taras de la sociedad.
Sobre la diferencia entre borracho de tiempo completo y alcohólico:
El que no sabe cree que el hombre que anda tristeando hasta que no le dan su copa es una alcohólico. Falso. La diferencia entre el borracho de tiempo completo (PC) y el alcohólico es clarísima: no está en el consumo -hay borrachos PC que beben más que cualquier alcohólico- sino en el motivo y en los efectos. El alcohólico bebe porque necesita beber -para olvidar, para acordarse, para calmarse, para atreverse, etcétera- el borracho PC bebe porque tiene ganas y porque el alcohol forma parte fundamental de la estructura de su vida. El alcohólico es un señor que un día va a pedir trabajo y siente que no se atreve a salir de su casa, a las nueve de la mañana, sin antes tomarse un trago. El borracho PC no necesita pedir trabajo.
Sobre el quesque descubierto "Voto en blanco" (el autor se refiere a las elecciones de 1970):
Si descartamos la abstención como actitud y no estamos de acuerdo con la situación política, nos enfrentamos ante la disyuntiva de por quién votar o cómo demostrar nuestra inconformidad al hacerlo.
          Una de las posibilidades consiste en votar por la oposición. Ésta es la solución que recomiendan los colombianos, grandes maestros en el arte de la protesta cívica. La última vez que la ejercieron estuvieron a punto de quedarse con Rojas Pinilla de presidente, lo cual hubiera sido probablemente la más fúnebre de todas las perspectivas posibles. En nuestro caso sería lo mismo. Digo yo.
          Para el que quiere protestar votando quedan dos posibilidades: poner un candidato independiente o inexistente, o bien, invalidar la boleta. En el primer caso, si hay suficientes votantes que sigan ese camino, se corre el riesgo de tener a Cantinflas de presidente. En el segundo, no se corre ningún riesgo, sino que pasa uno automáticamente a confundirse con la multitud de imbéciles que no saben cómo llenar boletas.
          Hemos agotado todas las posibilidades del voto como protesta.
Obvio que lo único que tengo que decir es que si no han leído a Ibargüengoitia, ¿qué esperan?

Jorge Ibargüengoitia, Misterios de la vida diaria, México, Joaquín Mortiz, 2005.

domingo, julio 26, 2009

Buenos tragos... y mejor impresión


Pienso en mi bar ideal, lleno de gente pero de gente imaginaria, incorpórea, entonces bar vacío; en el bar de don Luis, aquí presente, concreto, pero sin gente, bar vacío también; en el bar del VIP, rodeado de gente pero de gente vacía, tanto vacío reunido para hacerse más evidente. Bar vacío, el más vacío de todos.
Martín Cristal (Córdoba, Argentina, 1972) consigue hilvanar una historia atrapante, sugerente y, hacia la última parte, por completo trepidante en Bares vacíos (Colibrí, 2001). Y es que al argentino consigue algo que a mí me encanta en una obra literaria: contar una historia. Y la historia que cuenta en este libro es una muy buena.
          En primera persona, Manuel, un viajero que ha recorrido buena parte de América Latina viene a parar a la Ciudad de México para enfrentarse a un evidente vacío existencial que se irá llenando a lo largo de la historia que lo incluye como protagonista. Metido a barman de improviso en una discoteca de la Zona Rosa, el narrador irá desglosando en apretados párrafos (la edición es un tanto incómoda de leer por lo pequeño del tipo de letra) la historia que transcurre a Manuel y que lo llevan a relacionarse con una serie de personajes, la mayoría de ellos entrañables: un barman gringo (yanki) que persigue junto con su novia el sueño de poner un bar en una playa del norte de México; don Luis, el dueño del mejor bar de la ciudad, barman de lujo en Londres, y a quien el terremoto del 86 le arrebata, literalmente, parte de su vida; una correctora-editora que sueña con vivir de traducciones y su huerta de tomates en la provincia mexicana; Tony, un guarura ex-luchador que toma a Manuel como psicoanalista desprevenido; Bárbara, una auténtica Barbie, con padre en Miami y vida social agotadora; una bailarina vampiresa travesti; otra que pasa del table dance al baile de exhibición en el antro de lujo; garroteros, taxistas, traileros, dependientes de café. Ninguno de los personajes sobran, porque todos tienen, en la semipenumbra de ese bar que Cristal crea en sus páginas, que contar una historia.
          Porque es precisamente esta característica una de las que hacen sobresaliente este trabajo: una historia central que navega en un mar de historias igual de interesantes. La historia de un perro que muere ante la indiferencia de su dueña adolescente; la historia de rivalidad entre dos luchadores de medio pelo por el amor de una dama; la historia de una azafata que, como los ángeles, pasa más tiempo en el cielo que en la tierra; la historia de un barman internacional cuya amada muere bajo los escombros del temblor; historias entretejidas en un contrapunto más que interesante. Acerca de estas desviaciones de la historia central dentro de la novela, Liliana Lara escribe un artículo muy interesante en el último número de Hermano Cerdo.
          Las dos primeras partes del texto son de un estilo más bien lineal, que va dibujando la vida rutinaria y hasta cierto punto aburrida del protagonista, será en la tercera parte cuando toda la tensión narrativa dirigida al desenlace tome por completo desprevenido al lector. Esa tercera parte exige que la atención se centre de manera irrenunciable a partir de que, sin prevención alguna, nuestro protagonista aparezca navajeado, sin dinero, huyendo en un auto robado hacia el norte de México.
          El desenlace semi-abierto deja al lector con un buen sabor de boca. Toda la tercera parte es sorpresiva, pero muy bien dosificada. Narra la Odisea del narrador hacia un puerto con naves amigas en el norte, al mismo tiempo que expone las razones que lo orillaron a esto. Yo decidí creer en el amor. Creo en Yenny.
          Es en ese final que el narrador revela su transformación, ese paso de la posibilidad a la certidumbre. Y pareciera que todo el periplo narrado no fuera sino sólo un recuerdo, palabras que yacen, "como yacen (y, a veces, duelen) en el fondo de todos nosotros las cosas que ya no están: jardines, perros, padres, madres". Más que recomendable.

Martín Cristal, Bares vacíos, México, Colibrí, 2001.

Pueden leer más de Martín Cristal aquí, aquí y aquí.

jueves, julio 23, 2009

Larga vida a Dave McKean


"Pero yo no quiero estar entre locos", señaló Alicia. "Oh, no puedes evitarlo", dijo el gato. "Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estas loca." "¿Cómo sabes que estoy loca?", preguntó Alicia. "Debes estarlo", dijo el gato. "De otra forma no habrías venido aquí".
Con esta cita de Alicia en el País de las Maravillas comienza Arkham Asylum escrito por Grant Morrison e ilustrado por el enorme Dave McKean. Es uno de los comics más perturbadores visualmente hablando. La historia de Morrison pasa a segundo término, eclipsada por las imágenes oscuras y sugerentes en extremo de McKean. El trabajo de este ilustrador es de una calidad excepcional. Canonizado desde la realización de las cubiertas de The Sandman de Neil Gaiman, el camino de este pintor y músico inglés está más que delineado.
          Resulta difícil describir la profundidad y complejidad del concepto visual de la obra de McKean. Las técnicas se mezclan sin rubor, del óleo al lápiz, al collage, a la fotografía. Logra evocar sensaciones poderosas con unos cuantos trazos de contrastes negros y rojos. Las imágenes creadas del Joker y de todos los loquitos huéspedes del singular maniquiur son para pararle los pelos al más pintado con un poco de imaginación.
          Una obra sobresaliente de un ilustrador cuya reputación seguirá creciendo conforme su obra se vaya extendiendo entre sus ya numerosos fans. Me cuento.

miércoles, julio 22, 2009

Hipodermia


Desde la infancia me dan terror. Muchos piensan que es mamonería o ganas de joder, pero no. Toda mi vida me han dado terror las agujas. Y para quien piense que esto no existe, nomás le digo que hasta tiene nombre: Belonefobia. Hasta hace más o menos unos cuatro años había logrado transitar por la vida sin tener que someterme a la tortura que significaba ver agujas cerca de mí. Sólo las vacunas obligatorias que ponen en la lejana infancia habían sido las sustancias que entraron enj mi cuerpo vía aguja.
          Sin embargo, he tenido que racionalizar este miedo y más tarde que temprano he tenido que someterme al terror de las agujas hipodérmicas. A veces por necesidades burocráticas (en una solicitud de empleo había que anotar, a.g. [o sea, "a juerzas"], el tipo de sangre en caso de que un trailer me pasara encima mientras estaba sentado en un escritorio revisando textos); por necesidades amistosas (cuando el Darío Máximo [sobrino putativo] nació, hubo que donar sangrijuela por si la madre se atoraba en el quirófano; así fue como una gigantesca enfermera sacudió de mis brazos sendas bolsas de plasma mientras mil escalofríos recorrían todos los nervios de mi castigado sistemita); por necesidades de salud (tuve que ir a sacarme sangre para una biometría hemática y un análisis de química sanguínea).
          Por lo último es que traigo mi brazo izquierdo adormecido y una sensación enfermiza de que por el minúsculo agujerito que dejó la aguja se me va a escapar toda la sangre que me quedó en el cuerpo. De hecho, no hay razones para sentir malestar en el brazo, y sin embargo...
          De los análisis no salí muy bien librado, pero de eso les cuento más adelante. Con diagnóstico en mano.

martes, julio 21, 2009

Horóscopo provisional


Buceando entre cosas revueltas a las que intento poner orden, ayer me encontré unos apuntes del libro de Ricardo Piglia, La ciudad ausente, que bien a bien no sé con qué intención los hice o qué estaba buscando. Los subrayados-anotados son así, como un I Ching en construcción personal y perpetua: todo tiene un nuevo significado cuando lo volvemos a leer, y cuando el azar los vuelve a colocar frente a nosotros. Dejo acá algunas de las frases, igual y a alguien le funciona de horóscopo provisional.

Los gauchos hablan en verso y los obreros son tartamudos.

Sería mejor que el relato saliera directo, el narrador debe estar siempre presente.

Los Aquenó: ¿que son? Son aquellos aparatos a cuyo funcionamiento precede siempre una expectativa incrédula.

Parecía un sueño. Pero los sueños eran [son] relatos falsos.

[...] y que nunca sonreía, quizá porque conocía el futuro.

[...] pensó que la música era un modelo abstracto del orden del mundo.

Narrar era darle vida auna estatua, hacer vivir a quien tiene miedo de vivir.

El poder político es siempre criminal.

Ver televisión es leer el pensamiento de millones de personas.

Era eterna y era desdichada. (No hay una cosa sin la otra).
Ricardo Piglia, La ciudad ausente, Barcelona, Anagrama, 2003.

lunes, julio 20, 2009

Y no eres Kim Bassinger...


La prosa de Víctor Roura me parece una de las más divertidas que se hacen en el solemne y pretencioso medio literario mexicano. Ya he hablado aquí de dos de sus textos anteriores: Las bailarinas y La ira de Dios es mayor. Hoy toca su turno a una joyita perdida en los anales sin préstamo de la Biblioteca Francisco Xavier Clavijero de la U. Iberoamericana: Un látigo en mi alcoba.
          Y es que si tuviésemos que definir la narrativa que genera el también poeta, crítico de rock y periodista, llegaríamos a la conclusión de que es una prosa humorística con un mucho de absurdo. Dígalo si no las piezas de este libro en el cual se presentan situaciones como la de tener a Winnie Pooh de invitado en la casa, a la cual llega Christopher Robin a hacérsela de pedo; o el cuento donde una pareja se enamora de sendos Santa Closes en fiestas navideñas; o aquél, en el cual el Pico de Orizaba (la montaña) llega a nuestra puerta a pedir que, por favor, ya no lo anden escalando; o la inusual cita que concluye un día de San Antonio Abad llevando a bendecir a un burro; o la mujer de labios hambrientos. En fin, que es un volumen que deja buen sabor de boca por lo chispeante de su prosa y la calidez de sus textos.
          Se me queda un fragmento en la memoria de una resonancia ochentera deliciosa:
Le digo:
          -Te amo, Kim...
          Me detiene con su mano. Me mira, enojada.
          -No me llamo Kim -dice.
          Bajo mis ojos.
          -Yo tampoco soy Miki Rourke -aclaro.
          Ella suspira.
          Y nos amamos como si lo fuéramos. Con nombres ajenos.
["Encuentros, desencuentros"]
Víctor Roura, Un látigo en mi alcoba, México, Sentido Contrario, 1992.

jueves, julio 16, 2009

Juego de niños


El código Hayes de cine o el CCA en los cómics no lo hubieran permitido. Por eso en el mundo hay buenos y malos. Policías y ladrones. Soldados y guerrilleros. Espías y terroristas. Y el cine, los cómics o la literatura (visión ingenua) son reflejo de la vida. Entonces, uno de los involcrados en esa trama no puede hablarle al otro, por medio de un tercero, para decirle: "qué onda, hay muere, ¿no? Vamos a negociar. Esto está como que muy injusto". La cuestión es que la vida contemporánea nos ha enseñado varias cosas: una, que ya no se sabe quiénes son los buenos y quiénes son los malos; otra, que la vida real resulta más inverosímil que la ficción.

Según esto, un narco llamado Servando Gómez (a) La Tuta, supuesto capo del grupo de La Familia MIchoacana, llamó a un programa local de televisión michoacana CB TV para ofrecer/pedir una negociación con el gobierno de Felipe Calderón. En el mensaje afirma que no están contra el Estado, sino únicamente contra la PFP, la PGR y Genaro García Luna. Que al ejército lo respetan. Que al presidente lo respetan (y quieren "trabajar" con él). Que es necesario (véase hasta donde ha llegado la retórica politiquera) "generar un pacto nacional". "Estamos abiertos al diálogo", dicen que dijo el personaje en cuestión.
          Horas después salió el Secretario Gómez Mont a afirmar tajantemente que no se va a negociar con las organizaciones delictivas y que se preparen porque no habrá tregua. Y todas las cosas que ellos creen que nosotros les creemos.

Esta coyuntura nos deja con varias opciones de interpretación, de las cuales haré un pequeño ejercicio de ficción:
          1. El que habló realmente era el capo y lo hizo precisamente para pedir lo que pidió. Es decir, les están lloviendo los cocolazos rico y sabroso y lo único que quieren es que el gobierno le baje. Se sintoniza con el discurso político que impera hoy en día en el país y se muestra "dispuesto a negociar". Total, si los partidos políticos pueden, porque nosotros no, dicen que dirían.
          2. El gobierno le pidió al capo que hiciera esa llamada para que diera la impresión de que de verdad le están zumbando por todos lados. Acto seguido, el gobierno se retira de la entidad (en los medios queda la imagen del capo chillón y del gobierno incólume). La Familia recupera su territorio y todos felices.
          3. Los alcaldes de Michoacan y personajes sobresalientes de la vida política (léase el hermano incómodo [elegido para puesto de representación, por cierto]) le pidieron al capo que, por favorcito, les dijera a los medios que ellos no tenían ninguna relación. Que se viera cuate después de que le prestaban sus ranchos para guardar sus "cositas". Y el otro fue y lo hizo.
          4. Es un compló.

La cuestión es que todo el cuadro parece el de un juego de niños en el cual uno de los involucrados ha decidido que el otro no respeta las reglas. Y se queja. Y lo hace como si de verdad los demás no supiéramos lo que se ha construido en este país durante cien años de "gobiernos revolucionarios" y "gobiernos del cambio": una corrupción tan poderosa que traspasa todos los órdenes de la alta jerarquía. Las víctimas siempre serán gente de a pie. Cualquiera que sea la razón de la llamada, es claro que los únicos que salen perdiendo, son los ciudadanos. No creo que de verdad los narcos quieran negociar. Y tampoco creo que las autoridades estén ganando esa guerra atroz e injusta con los más desprotegidos. Al final resulta que todo es como un juego de niños: un enorme simulacro en el que todos fingen hacer lo que tienen que hacer.

miércoles, julio 15, 2009

Aquí estuve yo...


¿Cuál es la forma correcta de colocarlo?

Cuando me di cuenta, habían pasado cerca de diez minutos. Y lo que parecía una tarea fácil resultó casi la solución de un dilema ético o matemático: ¿qué papel higiénico comprar? Resulta abrumadora la cantidad de opciones de marcas, tamaños, precios y calidades que existen en un supermercado regularmente surtido en lo que respecta a este producto que en la actualidad es de consumo irrenunciable. Y resulta que unos eran más baratos, pero se había comprobado en pruebas empíricas que no eran tan resistentes. Otros eran resistentes, pero raspaban. Otros se veían como pedacitos de nube, pero salían en un ojo de la cara. Otros se ajustaban pero tenían un olor extraño, decía en el empaque que a aloe vera, pero a mí me parecía más como a pañal de primera etapa. Otros estaban de súper oferta y ofrecían más rollos "gratis", lo que no decían es que esos rollos tenían menos hojas que los demás. Al final escogí el que tenía el empaque más simpático. Aparte tenía vitamina E, que, como todo mundo sabe, sirve para... [?]

Resulta sumamente interesante revisar la cantidad de materiales que se han utilizado a lo largo de la historia de la humanidad para limpiar su parte más innombrable y oscura (sin metáfora metafísica y con toda literalidad): pasto, hojas vegetales, olotes del maíz, conchas de mar. Los griegos utilizaban piedras y pedazos de arcilla cocidos con ese propósito; los romanos, esponjas que después de usarse se sumergían en agua salada. En la Europa Oriental, se utilizaba la mano izquierda, por lo que ésta es considerada sucia por los árabes aún en nuestros días. El papel higiénico como tal, es decir, como papel dirigido específicamente para el aseo del culo, fue inventado, por quién más que los chinos: la dinastía Ming tiene un registro minucioso de la fabricación de este producto para el uso exclusivo del emperador y su familia, alrededor del siglo XIV. En el Oeste norteamericano, se utilizaban las hojas de los catálogos de Sears y de los diversos productos que se ofrecían a los granjeros; incluso, los catálogos tenían un agujero hecho expresamente para colgarlo e ir arrancando una a una las hojas de la pared.
          El papel higiénico, como lo conocemos actualmente, nació en 1857. Un norteamericano llamado Joseph C. Gayetti comenzó a producir hojas humedecidas con aloe para uso médico. La hoja perforada fue inventada hacia 1880, por la Albany Perforated Wrapping Paper Company, que consideraba que era vergonzoso poner su nombre en el producto, por lo que dejaba que sus clientes personalizaran éste.
          Esto no lo invento ahora, lo dice el Museo Virtual del Papel Higiénico.

A lo que voy con todo esto, más allá de la inevitable escatología, es a la cantidad de necesidades que el mercado ha creado. Al final, nos debatimos (je, je) entre la suavidad, la economía, la comodidad y la pura necesidad. Entre ositos felpudos, bebés con piel tersísima, capullos de algodón y pedacitos de nube. Así nos imaginamos aquello. Fortuna que no sea un lugar que podamos ver fácilmente en el espejo.

martes, julio 14, 2009

Repartiendo errores


A pregunta expresa de en qué le había ayudado a uno de los egresados de la prepa en la que trabajo haberse pasado tres años ahí, respondió con algo que quedó resonando en mi cabecita: "Aquí aprendí que hay que hacerse responsable de lo que es uno. Que no podemos andar repartiendo errores por la vida". Seguro que este muchacho tuvo una mejor educación que la mía. Yo todavía ando repartiendo errores por la vida. Como quien dice: cagándola.
          ¿En qué momento nos damos cuenta de qué tantos errores hemos repartido? Si los repartimos es porque, entre otras cosas, estamos llenos de éstos. El chico cuestionado tiene la mitad del camino andado. Será un artista. Bueno, seguramente: tiene soberbia combinada con autodisciplina, creatividad combianada con disposición, y sabe que no hay que andar repartiendo errores por la vida.
          Su trabajo final de certificación fue un audiovisual de ficción sobre la vejez. Un viejo (su abuelo, un actor nato que el chamaco supo dirigir) se encuentra solo en una casa deprimente, se da cuenta de que está próximo a morir y relata, mientras se pone una buena borrachera, los sentimientos que le transcurren mientras tanto. Y esos sentimientos el chamaco sólo los pudo expresar con poemas de Pessoa, de Bonifaz Nuño, de Benedetti. Un trabajo lindo.
          Hablar de la muerte en un audiovisual, con un abuelo que está muriendo. Reconocer que la lección de la vida consiste en no andar repartiendo errores a diestra y siniestra. Tiene 19 años. Demasiada madurez, me agobia.

lunes, julio 13, 2009

Sobre ser uno mismo


Shirley MacLaine dirige una cinta rara, pero que deja un buen sabor de boca. Se trata de Bruno [The Dress Code] (EU, 2000) que me encontré en el servicio de cable. Y digo que es una película rara, porque los elementos que la constituyen no son de naturaleza tal que podamos encontrárnoslos todos los días: un niño que gusta de vestirse con ropas de niña, una madre que pesa 200 kg., una abuela marimacha cuya viudez le obligó a adoptar el rol masculino de la familia, un padre galán que se traumó porque la abuela marimacha no lo dejó cantar ópera porque eso eran "mariconadas".
          La película, a pesar de ser en apariencia una apología del travestismo o de la identidad homosexual, no es eso y es mucho más que eso. Rasca en las relaciones familiares, en la manera en que la cultura condiciona los comportamientos, en el papel que los padres-abuelos-maestros tienen en el desarrollo de los seres humanos, pero, sobre todo, en la posibilidad de ser uno mismo.
          De eso va esta película, de la búsqueda de la individualidad y del valor para poder mostrar ésta frente a las demás personas. De la idea de poder SER sin más. Es este sentido más allá del pequeño protagonista (Alex D. Linz), la que se roba la cinta es la pequeña Kiami Davael que en su papel de niña convencida de ser una vaquera, anima con su actitud y su solidaridad a un apocado y lentamente asumido único Bruno. El escenario de tal lucha es el Campeonato Nacional de Deletreo en donde el premio mayor es una audiencia con el Papa (el que acaba de morir). Y bueno, en nota cursi, el final está pintado con esa escena en donde los dos personajes lucen sus vestidos largos. Uno de los diálogos en los que Bruno se enfrenta a la madre superiora del colegio católico (Kathy Bates) al que asiste es: "¿De verdad que va a ir con el Papa a decirle que no puede usar vestidos?".
          Disfrutable, aunque algo dispareja.

Pd. Para los usuarios de Cablevisión, se encuentra gratis en Video On Demand.

domingo, julio 12, 2009

Lo que uno quiere


Hay una frase hermosa con la que Neil Gaiman comienza su historia Coraline, es de G. K. Chesterton. Habla acerca de la frontera que se construye entre lo imposible y lo posible, o entre lo fantástico y lo real. Dice así:
Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos.

En ese sentido, lo que plantea Gaiman, a través de Chesterton, es esa idea de que lo que dicen realmente los textos hay que buscarlo en las cuestiones profundas y no sólo en la superficie. Uno tiene que buscar la forma, no de dejarse abrumar porque los dragones (o los mostros debajo de la cama, o las personas horrendas) existen, sino porque el hombre siempre ha tenido la posibilidad de destruirlos. En esto hay mucho de ingenuidad, pero también mucjo de esperanza.
          Coraline sería un ejemplo de eso, ella CREE que le gustaría que sus padres fueran de determinada manera y, en un momento, tal cuestión se convierte en realidad... a medias. La niña tendrá que pasar por un proceso en lo que queda claro es que en la vida real, algunas cosas apestan, pero también hay otras que nos brindan esperanzas a raudales.
          ¿Cuántas cosas no hemos creído que serían mejores si fueran como nosotros las hemos imaginado? ¿Cuántas de ésas realmente serían mejores? ¿Cuáles no son más que espejismos de falsos deseos? ¿Cuántos...?

sábado, julio 11, 2009

La misma piedra


A veces uno termina donde empezó. Por más que se quiera cambiar o que se plantee la posibilidad de que las cosas, ahora sí, salgan bien. Nomás no resulta así. Y no es destino. Porque incluso haciendo lo que uno tiene que hacer. Esforzándote al máximo. Resulta que no. La computadora celestial llega y te dice que no basta nomás con echarle ganas. No. Tienen que combinarse diversos elementos del universo para que todo funcione como a ti te gustaría que funcionara. Y, desgracia humana, no podemos controlar el resto de las cosas que no somos nosotros mismos.
          Entonces uno agarra e intenta resistirse a esa fuerza centrífuga que lo arrastra a uno a lo de siempre. A lo que está fuera de nuestro alcance resolver. A lo que ya te sucedió alguna vez y a lo que, sospechas, terminará de manera bastante similar. La otra es que uno se da cuenta y el desánimo aparece. Se sienta uno en el primer lugar apto para esto y se pone a observar. A mirar cómo se va a la chingada todo lo que uno intentó construir con harta buena voluntad, esfuerzo y convicción. Podemos ser azotados y llevarnos las manos a la cabeza, aullar como plañidera contratada y ahogar sollozos de vez en cuando. También podemos sacar una cerveza del refri, destaparla y escuchar con placer la salida del gas presionado dentro de la botella, amoldar el asiento escogido a la forma que más nos convenga, sentarnos y mirar con una sonrisa de convencimiento amargo ("ya sabía que ocurriría, nomás lo estoy confirmando") cómo la vida siempre termina por ser justa.
          Porque la vida es justa. Uno puede pasársela de sufrido en la convicción de que la vida se ensaña con uno. Pero no es cierto. La vida, muchas veces, se luce con las cosas que nos pone al frente. Y uno va y las disfruta y se las acaba y termina completamente indigesto. Y se lo acaba. De una vez. Uno no se da el placer de observar las cosas buenas, como sí lo hace conscientemente con las cosas malas. Será un morbo específico o una sensación de estar contemplando lo contrario a lo deseado, pero las cosas buenas pasan de noche por nuestra calle y las cosas malas se quedan ahí, a veces por siempre, para recordarnos (falsamente), que la vida NO es justa.
          A callar. Ya fui por mi cerveza. Estoy sentado cómodamente. Miro fijo el vórtice de las cosas que me rodean. Pronto empezarán a girar. Doy el primer trago.

martes, julio 07, 2009

Sopor


Los cambios de clima han operado en mí una especie de sopor. Me siento muuuy cansado. Arrastro, ya no las cobijas, sino las piernas desmadejadas de un lado para otro. No soy yo el que nada a las 5 AM en la alberca Christopher Tronco, es un zombie que se parece a mí. Intento comprender el bajo rendimiento académico de mis estudiantes de preparatoria. Me digo que fue la contingencia de la gripe cochina. Que les rompió el ritmo. Que la sobrecarga de trabajos. De repente me siento tentado a creer que es una tendencia de desilusión generacional. Cada vez es menos cierta la cuestión de que un mayor nivel académico asegure un mejor nivel de vida. La transa y el oportunismo parecen tener mayor efectividad. Y si no véase el nivel de varios de los candidatos triunfadores en los comicios que recién se llevaron a cabo en nuestro país. La política resulta más atractiva que la filosofía o las matemáticas. Una de mis estudiantes dejó a medias sus estudios por incoporarse como "voluntaria" a uno de los equipos de campaña. Promesas y caminos fáciles.
          Mientras, me da sueño dondequiera que estoy. En mi cubículo del instituto, en el cine; me duermo viendo la tele, mientras leo cosas que, paradoja enorme, son interesantísimas. Estoy terminando de releer la obra de Jorge Ibargüengoitia. Es un genio. La sola pretensión de intentar escribir como él resulta casi ofensiva. Ahora estoy con dos libros al mismo tiempo: ¿Olvida usted su equipaje? y Misterios de la vida diaria. El primero trata sobre las experiencias de viaje que el autor reunió a lo largo de su trágicamente interrumpida vida en los lugares más disímiles (Egipto, Londres, París, Barcelona, La Habana); el segundo trata sobre las cuestiones que se viven (se vivían, los textos son de los años 70's, y aún así conservan una actualidad impresionante) día a día: las remodelaciones de las calles, la construcción de multifamiliares, las campañas en favor de las acciones del gobierno, el cochambre de las taquerías, entre otras cosas.
          Para mis vacaciones aún faltan dos semanas. Entonces me haré algunos estudios médicos para saber si lo que tengo es sólo cansancio. Ahí nos vemos, me voy a dormir.

viernes, julio 03, 2009

Un poquito de dignidad y harta vocación


YA NI DE PAYASO…

Pablo Farid, payaso urbano

Señor Andrés Manuel López Obrador
Señores del Partido del Trabajo que firman este comercial:

Con el debido respeto, me permito hacer las siguientes observaciones:

PRIMERA. …. No se necesita ENLOQUECER para ser payaso, generalmente los que hacemos reír es porque tomamos nuestro trabajo muy en serio.

SEGUNDA. … Esos de AUNQUE SEA, disculpen ustedes pero no cualquiera es payaso, ni cualquiera realiza los malabares que efectúa el joven que aparece en el comercial. Para hacerlo se necesita amar la profesión y tener la habilidad, constancia y practica … cosa que a ustedes, como políticos les hace mucha falta.

TERCERA.- Creo que sería de mayor aceptación popular algo que el joven mencione como: “Jefaaa, ya me voy a inscribir aunque sea en un partido político a ver si la hago y salimos de pobres”. De esa manera sería más coherente la frase “Mi hijo enloqueció” y verdaderamente esa familia saldría de pobres, además de que es más indigno, en estos tiempos ser político, que ser payaso; pues hasta la fecha no he sabido de payasos acusados de estar aliados al narcotráfico, que exploten al pueblo, que lo engañen o que sean corruptos, es más, los payasos NO menospreciamos nuestro oficio como Ustedes lo hacen con el gremio que represento… EL DE LOS PAYASOS.

Y por último, Señor López Obrador y gente del PT, termina su comercial diciendo: “estaríamos mejor con López Obrador…". Permítanme que lo dude, porque hasta la fecha el gobierno perredista del DF, ha detenido a varios de los que trabajamos – sí, trabajamos – en el Zócalo del D.F., como artistas urbanos por no tener permiso para pedir monedas como payasos y nos cobran multas que van hasta los $ 560.00. Y eso nadie me lo cuenta, se los digo porque lo he vivido ya que soy artista urbano, así que con López Obrador y los suyos , vayan a engañar a tontos.... YA NI DE PAYASO.