viernes, julio 06, 2018

Soplan digitales vientos de fronda


El primer nombre que recibió lo que hoy conocemos como Enciclopedia fue el de Diccionario razonado de las ciencias,  artes y oficios (L’Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers). Es un producto nato de la Ilustración, el movimiento que trajo al mundo el nacimiento de la modernidad a partir de un cuestionamiento de lo que en esos años del siglo XVIII se concebían como dogmas intocables.
          Inicialmente pensado como una traducción de la Cyclopaedia Británica, el proyecto francés que al final tendría a Diderot y D'Alembert como sus principales impulsores se convirtió en una de las obras más sobresalientes del Siglo de las Luces y, en muchos sentidos, de la historia de la humanidad. Con 4000 suscriptores en el inicio de su producción y 35 volúmenes iniciales, la obra tomó los estudios de Francis Bacon y René Descartes para organizar la información que contenía esta ambición por condensar todo el conocimiento actualizado del mundo en un solo sitio.
          Esa aspiración totalizadora es una de las características fundamentales de la modenidad: la necesidad por comprender el mundo de manera integral. Tales ambiciones mostraron su imposibilidad con el tiempo, pero en el transcurso generaron, probablemente, las bases de interpretación y resignificación del mundo más influyentes del mundo moderno. Sus métodos son utilizados incluso por aquellos que anunciaron la muerte de la historia y el advenimiento de la relatividad del conocimieno vía la posmodernidad.
          La Enciclopedia de Diderot y D'Alembert tenía como destino un público elitista. Sólo la burguesía y la nobleza tenían los medios para acceder a una obra de esas dimensiones y esos costos económicos. Siglos después, probablemente hasta los años 90 del siglo XX, la posesión de una enciclopedia en casa reflejaba un cierto estatus económico y una aspiración por ser considerado culto en tiempos que comenzaban a reflejar la baja de valor de una cualidad que había sido un valor positivo hasta entonces.
          Los sabios ilustrados del siglo XVIII no se habríán imaginado las dimensiones que un proyecto como el que iniciaron tendría en el futuro. De entrada, la variedad de soportes más allá del papel impreso. Hoy es arqueología lo que para muchos fue una herramienta de consulta obligada en los años 90's del siglo XX y hasta la primera década del XXI: la enciclopedia Encarta que Microsoft lanzó al mercado como una versión multimedia e interactiva de la idea que comenzó más de 200 años atrás.
          Después vino lo que se puede considerar una revolución en el acceso al conocimiento y a la posibilidad de construcción de un retrato del mundo de manera sincrónica y con colaboración colectiva nunca antes soñada: Wikipedia. Este sitio, albergado, mantenido y administrado por la Fundación Wikimedia, es la referencia informativa más utilizada en el mundo. Al menos en el mundo occidental.
          Wikipedia es parte de la vida de los internautas contemporáneos. La diversidad de entradas conviven con la polémica generada a partir de la administración de la información que alberga. Sin embargo, resulta imposible no encontrar utilidad en ésta en algún momento de la vida, por mayor reticencia que haya a la tecnología y por muy desconfiado de las conspiraciones mundiales.
          En días recientes, Wikipedia en español y otros idiomas se ha apagado temporalmente. El periodo está determinado por los debates que se dan en el Parlamento Europeo en vistas de aprobar una ley que modificaría la interacción que los usuarios tienen con la red internet y con el acceso a determinados sitios y contenidos. La ley sería en extremo restricitva y sin mucha claridad acerca de cómo pretende este órgano supranacional normar las relaciones de los internautas con la red. Se supone que intereses económicos, políticos y comerciales se encuentran involucrados en el impulso de tal normativa.
          Wikipedia ha puesto el foco de atención en el caso y, en ese sentido, creo que el apoyo a resistir este tipo de medidas no se ha hecho esperar. En un mundo en donde internet es todavía un territorio relativamente libre y de acceso irrestrico, resultan preocupantes estas iniciativas que buscarían insertar incluso el mundo digital en los terrenos de la vigilancia y la manipulación estatal.
          Hacia 1752 la Iglesia Católica incluyó a la Enciclopedia de los ilustrados dentro del temido Índex, el listado de libros prohibidos por su potencial subversivo; la causa esgrimida fue que en la obra se ponía a la religión como una rama de la filosofía, lo que reducía su importancia en términos políticos. Hoy, Wikipedia alerta y se enfrenta a este intento de censura y de limitación de acceso al conocimiento abierto. La Ilustración tuvo, como proceso paralelo, el advenimiento de la Revolución Francesa que fundó las bases del Estado moderno. Habrá que esperar qué revueltas se alientan a partir de la intención de los gobiernos por asaltar los territorios libres de la internet. Soplan vientos de fronda.

jueves, julio 05, 2018

La vida es un riesgo, carnal

Foto: "San Juan Cholo" de Federico Gama.

En los años noventa leí un libro que me causó una profunda impresión. Se trata de Noticias de los chavos banda, una crónica más que entretenida  publicada por Emiliano Pérez Cruz en editorial Planeta, cuando esta casa tenía cierta claridad sobre lo que implicaba publicar para un público juvenil (en esa misma colección leí Camino a casa de Naief Yehya, novela a la que le guardo un cariño especial). El libro de Pérez Cruz hace un relato muy cercano acerca de la forma de vida, el origen, los sueños y los códigos de la colectividad que rodean a la vida en el barrio marginal de la zona metropolitana de la Ciudad de México. Es una mirada desprovista de asombro o de la mirada aleccionadora que algunos otros textos esgrimieron durante aquella época. Sólo he encontrado esa sensibilidad para describir lo cotidiano de la marginalidad, desde otro lenguaje, el del ensayo, en Carlos Monsiváis. Hay, en resumen, una mirada empática.
          La mirada policíaca de las regencias priistas de los años ochenta y los medios masivos convirtieron al chavo banda en la encarnación de la inseguridad y el delito que beneficiaba al statu quo para explicar el destino de estos jóvenes. De esta manera aparecieron películas y videohomes que construyeron un estereotipo del chavo banda que se resumía a lo que era más visible y espectacular: sexo, drogas y rocanrol. El sexo sólo podía concebirse a través de la violación, el chavo banda era un despojado de código moral y la única manera de ejercer su sexualidad era a través del abuso. Las drogas se reducían a las que tenían acceso, la eterna cannabis y los solventes; el consumo de tales sustancias los convertían en hulks del asfalto y las alcantarillas, en perros salvajes que buscaban saciar su necesidad de violencia de cualquier manera. El rocanrol lo producían ellos mismos y, por tanto, estaba por completo alejado de lo que los medios hegemónicos transmitían; esa autogestión de lo que musicalmente se consumía generó incluso sus propias manifestaciones: el rock urbano y el punk de los hoyos fonquis.
          De lo que no se hablaba en ese entonces era de las causas por las cuales estos jóvenes acudían a la tribu, a la banda, para poder sobrevivir. La mayoría migrantes o hijos de migrantes habían abandonado el campo porque éste ya no ofrecía los medios para sobrevivir de manera digna; la mecanización de grandes extensiones de tierra, el renacimiento del latifundio a partir de la derogación de leyes que protegían la propiedad colectiva y el estableciemiento de cacicazgos que se fundaron en el poder político los orilló a tomar camino. En la ciudad se enfrentaron a la resolución de cuestiones básicas: la alimentación, el techo, el vestido. Lo que se desvela de todo ese proceso es, sin lugar a dudas, la importancia que tuvieron los lazos comunitarios. Los primeros migrantes ayudaban a los que seguían y así de manera automática y consecutiva, lo que fue creando lazos de identidad que iban más allá de lo que reflejaban los grandes medios.
          Esa identidad se hizo manifiesta en momentos de emergencia en donde las cuadrillas de chavos banda se convirtieron en héroes de una sociedad que los había mantenido estigmatizados y que añadieron a la marginalidad económica la marginalidad social: el terremoto de 1985, por ejemplo. La explosión de los contenedores de combustible en Sanjuanico. No hay una identidad individual, son un colectivo que se mueven en bola, en montón, en banda. Por eso, cuando se menciona el término acude a la memoria nombres como Los Panchitos, Los Destroyers, Los Chufos. No hay caudillos aunque hay jefes. Eres de la banda y la banda te respalda. Te vas de la banda y te vuelves un re-negado.
          Otro de los elementos que se pasa por alto es la manera en cómo estos grupos han modificado el lenguaje de manera sensible con respecto de las normas. Retruécanos, dobles sentidos, resignificación. Hay una riqueza idiomática que es lenguaje vivo en el día a día de quien lo experimenta; los demás nos enteramos porque aparece en películas (Blood In, Blood Out [Taylor Hackford, 1993] es el epítome de esa asimilación), en parodias humorísticas, en canciones que alcanzan notoriedad a pesar de la censura y la falta de difusión (El Tri de Alex Lora como punta de lanza) y en obras literarias que intentan reproducir esa intervención lingüística (El gran preténder de Luis Humberto Crosthwaite una de las más logradas; Diario de un guacarróquer de Armando Vega-Gil [Armiados Gueva Vil] una de las más divertidas).
           Contra lo que pudiera pensarse, el chavo banda no es un elemento de museo. Es una manifestación viva de los arrabales, de la descendencia de la migración rural, de la multiplicación en las barrancas y en los barrios despojados de servicios públicos básicos. Los que antes eran chavos banda ahora son chacas, tepiteños. Y siguen confiando en la clica , en la banda, en el barrio. Las drogas siguen siendo las mismas, aunque con un deslizamiento hacia la piedra y la cocaína. El sexo es una forma de rebelión iracunda, irracional y hedonista en contra de las imposibilidades; situación agravante en cuanto a la reducción de la edad y al aumento del número de las adolescentes embarazadas. El rocanrol se ha cambiado por el reguetón, el rap, el hip hop, la banda sinaloense. Lo que persiste es el estigma y, de manera general, las condiciones de marginalidad económica y social.
          Siguen invocando el crimen porque éste se gesta en las entrañas de la falta de posibilidades, del no acceso a educación de calidad, de la discriminación por el aspecto en los puestos de trabajo, de la ausencia de voz en las decisiones públicas, de la vulnerabilidad del callejón cerrado que conduce a la distribución de droga, al sicariato, al asalto a mano armada.
          A nadie le gusta la vista de la pobreza que se expresa en sus posibilidades de violencia y capacidad de respuesta. Eso es lo que se ve a simple vista. Y no se va más allá. No nos importan las causas de esa pobreza, sino el "pero cómo es posible qué un analfabeto, jodido, delincuente, feo, pobre" intente ser parte de nuestra hermosa y simulada utopía aséptica.
          Y sí, todo esto lo escribí por El Mijis, un chavo banda elegido como diputado en San Luis Potosí. Me gustaría decirle que eleve su voz y no defraude a la banda. Su banda es mi banda. Cámara. 

miércoles, julio 04, 2018

El futuro no es nuestro

Ella es J.

¿Qué se siente al ser tan joven?
Dime qué se siente cuando no se ve el final.
¿Qué se siente al ser tan libre?
Dime qué se siente cuando vuelas sobre el mar.
Debe ser tan increíble.
No consigo recordar.

Lo olvidé entre proyectos de sublevación,
entre pobres achaques de sinceridad.
Lo perdí programando mi gran evasión,
entre altivos delirios de seguridad.
La casa azul, "¿Qué se siente al ser tan joven?"

J tiene dieciocho años. Los cumplió apenas. Es la edad que la ley mexicana marca como necesaria para alcanzar el estatus de ciudadano. Ha sido mi tutorada por tres años en la prepa. Este semestre egresa con la postulación de un trabajo que me hace muy feliz personalmente: la comparación de representaciones literarias y cinematográficas de las razas en El señor de los anillos, tanto en Tolkien como en Jackson. Algo que hizo también este año fue sacar su credencial de elector.
          En la jornada del pasado domingo fungió como escrutadora en la casilla que corresponde a su domicilio. Me contó cómo fue la jornada. "Regresé a mi casa a las tres de la mañana", me dijo. Y le creo, como bien ha apuntado el consejero presidente del INE, esta ha sido una de las jornadas más pesadas de la historia reciente. La compactación de las casillas para emitir los votos tanto federales como locales implican un esfuerzo titánico. Un trabajo no remunerado en suficiencia a los ciudadanos que se presentan a cumplir con el deber cívico de vigilar, al menos en las casillas, que el proceso se lleve con transparencia y legalidad.
          Lo que me llamó la atención fue atestiguar el entusiasmo con el cual me contó su experiencia. La manera en cómo, de manera voluntaria, decidió hacerse partícipe del proceso. Justo en el primer año de su recién estrenada ciudadanía. A cosas como estas me refiero cuando hablo de "ejercer la ciudadanía". A buscar la manera, dentro de la normatividad y los espacios existentes, de participar y hacerse entes políticos activos de la sociedad en la cual nos ha tocado vivir.
          "Mi mamá también participó como vocal", me cuenta. Y eso revela otra cuestión interesante: responder a las obligaciones ciudadanas tiene que ver, también, con el ejemplo. Quienes tienen descendencia tienen la obligación moral de buscar que sus hijos sean conscientes de lo que representa buscar salidas por medios democráticos. Sobre todo en un país donde la violencia se ha normalizado a tal grado que este proceso contabiliza, según cifras oficiales, más de un centenar de muertos por cuestiones electorales. El jefe del equipo de observadores de la OEA mencionaba ayer que esta es una situación inédita y atípica en la región. Somos, oficialmente, el país más violento del continente y de buena parte del mundo. La ejecución de candidatos, precandidatos y operadores políticos son un síntoma clarísimo de eso.
          El esfuerzo y entusiasmo de J tuvo un extra: en la casilla donde participó como escrutadora ganó el candidato de su preferencia para la presidencial. Eso disminuyó sensiblemente el cansancio que debió representar el hecho de haber tenido una sesión de trabajo de más de 19 horas continuas. Me relata el proceso de conteo, la emoción, el nerviosismo, la sorpresa que representa para los ciudadanos participantes hacer el recuento de las decisiones individuales de sus vecinos.
          Para mí, al menos, resulta imposible no emocionarme con este tipo de crónicas. Mi generación fue una generación activa políticamente en su nacimiento ciudadano. Animaron esa participación el fraude de 1988, el levantamiento del EZLN en 1994, la alternancia partidista del 2000. Después la desilusión y la inercia nos fueron sumergiendo a algunos en una apatía, antipatía o franca indiferencia con respecto de los procesos políticos. Recuerdo cómo, en ese entusiasmo juvenil como el de Jesi, y animado por una amiga de la facultad, acudimos como brigadistas de Alianza Cívica (una pionera de las ONG's en nuestro país) a platicar con la gente de los municipios rurales del Estado de México para orientarla acerca de cómo defender y ejercer su voto. Era 1999. El pulpo priista ejercía un control más férreo que el que hemos vivido en tiempos recientes en ese estado de la república.
          Me siento privilegiado de ver el despertar a la ciudadanía de una generación que se informa por medios múltiples (sobre todo internet), que tienen una opinión con respecto de lo que pasa en su entorno, que confrontan con acciones el prejuicio que ha convertido la etiqueta "millennial" en un insulto, que buscan contagiar a sus coetáneos de su entusiasmo.
          Ellos son el futuro de este país. Suena a lugar común, pero así es. Y yo me siento orgulloso y tranquilo de que así sea. Las generaciones precedentes, creo, no hemos hecho lo suficiente para que el ejercicio de la ciudadanía sea una cuestión cotidiana. Le toca a ellos y comienzan bien. Mantengan la ilusión y la dignidad. Respeto.

martes, julio 03, 2018

Allende y AMLO, ¿caminos paralelos?


Allende nunca fue un gran orador. Y como estadista era un gobernante que consultaba todas sus medidas. Fue el antidictador, el demócrata principista hasta en los detalles. [...] Allende era dirigente colectivo; un hombre que, sin salir de las clases populares, era un producto de la lucha de esas clases contra el estancamiento y la corrupción de sus explotadores. [...]Las obras y los hechos de Allende, de imborrable valor nacional, enfurecieron a los enemigos de nuestra liberación.
Pablo Neruda 
El ejemplo del presidente Allende marcó mi vida. Él fue un dirigente con dimensión social y con vocación democrática. Un hombre bueno. Es un apóstol de la democracia. Como nuestro apóstol Francisco I. Madero, él padeció un golpe militar.
AMLO
 
Para los interesados en la historia de América Latina, resulta hasta cierto punto inevitable pensar en una relación paralela de las formas de acceso al poder de Andrés Manuel López Obrador en México y Salvador Allende en Chile. Si soy sincero, personalmente creía que AMLO no repetiría el camino de Allende en el sentido de llegar a la silla presidencial. A partir sobre todo de los resultados obtenidos en la elección de 2012, el camino pintaba más bien como una reedición del proceso vivido por Cuauhtémoc Cárdenas en las tres elecciones anteriores al final del siglo XX. 2018 sería la confirmación, desde mi perspectiva y la de varios, del destino manifiesto de los líderes de izquierda en países timoratos y conservadores como el nuestro: su fuerza menguaría antes que fortalecerse.
          Sin embargo, no fue así. AMLO se convirtió en presidente con una popularidad tremenda entre sus seguidores, con el beneficio de la duda entre una capa de la sociedad (entre la que me incluyo) y, ojo, con un odio irracional de otra parte del electorado que esgrime argumentos desde muy distintos frentes: el clasismo, la amenaza de pérdida de privilegios, la compra de tesis catastrofistas emitidas por los grandes medios durante los doce años anteriores y, en algunos casos, la ceguera que les impide ver más allá de su nariz: este país está en proceso de demolición y remate desde hace ya algún tiempo. Quizá quienes más hayan beneficiado su triunfo sean, sin lugar a dudas, los gobiernos priistas de la rapiña y las administraciones panistas del cochupo y la asociación para delinquir mediante los negocios negros.
          Allende generó la misma división de opiniones en su país. Ante un movimiento de masas (la Unidad Popular) que lo apoyó de manera incondicional la mayor parte de su mandato, se encontró la otra parte del país que rogaba por el fracaso de la vía chilena al socialismo. En el documental de Patricio Guzmán, Salvador Allende (2004) y en esa obra titánica que es La batalla de Chile (1975-1979), se muestra la manera en cómo la clase media acomodada y las clases altas impulsaron el boicot económico y el sabotaje en contra del gobierno del único presidente latinoamericano que en la etapa más álgida de la Guerra Fría había llegado al poder mediante la democracia.
          Llegar a la presidencia chilena le llevó a Allende doce años, los mismos que necesitó AMLO para conseguirlo. Para que ese anhelo se concretara, ambos tuvieron que hacer, conforma pasaba el tiempo de sus campañas, concesiones y alianzas que en los primeros tiempos de su militancia hubieran resultado impensables. En la Unidad Popular confluían comunistas, socialistas, anarquistas, sindicalistas, librepensadores y demócratas cristianos; en Juntos Haremos Historia (la alianza de Obrador): organizaciones sociales de base, gremios sindicales, movimientos cristianos de ultraderecha, representantes magisteriales, intelectuales y algunos miembros de la clase empresarial. La gran diferencia entre uno y otro, más allá de los contextos obvios, es que las bases de la UP tenía una organización y una solidez en cada uno de los grupos que la integraban que los simpatizantes de AMLO no tienen (más allá, quizá, de los representantes del magisterio disidente al oficialismo).
          El fracaso del proyecto de Allende se fincó en la imposibilidad de acuerdos entre los miembros de la UP aunado al sabotaje económico y político de los grupos nacionales y la intervención de los Estados Unidos. Entre la UP, al final del proceso, se discutía la opción de hacer una defensa armada del proceso mientras otros insistían en el respeto a la normatividad democrática y constitucional, el eterno debate entre la izquierda revolucionaria y la izquierda reformista. Los primeros, al advenimiento de la dictadura, se convirtieron en guerrillas armadas que, en muchos casos, fueron abatidos por las fuerzas de tarea pinochetistas; los segundos salieron al exilio o corrieron la misma suerte que sus compatriotas.
          El riesgo de la falta de acuerdos es algo latente en el gobierno de AMLO. El Frankenstein que es Juntos Haremos Historia tendrá que confrontarse en algún momento más allá de la euforia del triunfo. En este caso, el enfrentamiento se finca en las plataformas ideológicas de una parte del movimiento que es fundamentalemente de izquierda liberal y otro que parte de la derecha religiosa. Temas como la despenalización del aborto, la legalización de la mariguana, el matrimonio igualitario y la adopción de niños por parte de familias homosexuales serán un polvorín que, quizá, detonará en la conformación de un Congreso en donde lo que aparenta un camino aterciopelado se convierta en una pesadilla. La promesa de refrendo de mandato cada tres años serán momentos claves en el sexenio.
          A pesar de las similitudes en cuanto a los caminos de acceso al poder, las diferencias son obvias. El contexto económico impide pensar en el inicio de una república socialista o bolivariana (ni Venezuela lo consiguió, por cierto); el país seguirá dentro del capitalismo con una pretendida mayor rectoría del Estado en términos económicos y de incidencia en la distribución de la riqueza. López Obrador es un nacionalista antes que un latinoamericanista, su mirada está un tanto ensimismada hacia dentro de México (de ahí sus declaraciones de que se reducirán los viajes al extranjero del Presidente) más que en tejer alianzas en el plano internacional.
          La oposición de los Estados Unidos es de distinta naturaleza en ambos casos. Allende enfrentó a la CIA en los mejores momentos de Kissinger y de los operativos "quirúrgicos" de la guerra económica y de baja intensidad; AMLO llega cauteloso al encuentro de Trump cuya máxima preocupación es la protección de sus fronteras, el rechazo beligerante de la migración hacia el Norte y la cancelación de los acuerdos de libre comercio. El enfrentamiento de Allende con los norteamericanos llevaría, a la larga, al golpe de Estado en 1973 (ese otro 11 de septiembre) y a su muerte durante la defensa del palacio presidencial. En México, quizá derive en una guerra comercial no deseada y en un endurecimiento de las políticas migratorias en la frontera.
          En fin. Que por donde se vea, el camino que afronta el nuevo gobierno de la república no está empedrado ni desbrozado por completo. Sólo esperemos que el final no sea otra similitud; que la violencia interna o externa no requiera de aparecer para manifestar su desacuerdo. En aquel entonces la lucha contra el comunismo justificó el asalto al Palacio de La Moneda, que en estos días la guerra contra el narco o el terrorismo no justifiquen el ataque al, según parece, rehabilitado Palacio Nacional. Salud y esperanza.

lunes, julio 02, 2018

Todo parece igual, pero no


En 1988 tenía doce años. Fue el año de la fractura del PRI. Cuauhtémoc Cárdenas encabezaba la oposición al candidato oficial, Carlos Salinas de Gortari. Recuerdo que en aquellos días me interesó la elección por una razón, ingenua quizá, pero que reflejaba el triunfo de la educación de la historia oficial: era hijo del Tata. Dentro del imaginario nacional, Lázaro Cárdenas era reconocido como uno de los mejores presidentes que México había tenido. De hecho era tabla rasa con respecto de lo que implicó posteriormente el régimen revolucionario. En ese entonces no sabía, no podía saber,  que Cárdenas fue el responsable de construir la maquinaria corporativa que después sería la aplanadora electoral del PRI. Pero, con doce años y con los referentes que tenía, Cuauhtémoc Cárdenas era una opción a una sociedad que comenzaba a hacerse consciente de un empobrecimiento que alimentaba de manera continua y creciente la imposibilidad de sobrevivir en el entorno inmediato. Fueron años de migraciones internas intensivas (del campo a las ciudades) y el inicio del exilio masivo hacia los Estados Unidos.
          Recuerdo que en la madrugada siguiente cazaba, en un antiguo radio de transistores que mi padre nos había dado a mi hermano y a mí para tenerlo en nuestro cuarto, alguna estación de radio que diera noticia de quién había ganado las elecciones. Por fin, entre la estática de la amplitud modulada, se escuchó un reporte noticioso: contra todos los pronósticos, Cárdenas había perdido las elecciones; Carlos Salinas de Gortari se convertía así en el presidente que continuaría con las políticas de ajuste que el FMI y el BM habían echado a andar en la mayoría de los países latinoamericanos. Recuerdo la desazón. La tristeza. Aún en la ingenuidad de la adolescencia entendí que algo se había quebrado en la vida de nuestra república.
          Después, ya como ciudadano con derechos de elección, se me hizo costumbre votar a los candidatos con los cuales compartía más elementos de comprensión de la realidad nacional. En 1994, en plena efervescencia zapatista, voté por Cárdenas nuevamente, quien fue derrotado por el discurso del miedo que llevó a Ernesto Zedillo a la silla; en 2000, volví a votar por Cárdenas, en su campaña más desangelada e improbable, fue derrotado por un ocurrente y demagogo Vicente Fox, quien no supo responder a las expectativas que despertó el proceso de alternancia partidista.
          En 2006 vino el fraude electoral que le propinaba su primera derrota a Andrés Manuel López Obrador, un personaje que había demostrado vocación de hacer las cosas distintas desde el gobierno de la Ciudad de México. En 2006 se repitió la sensación que me había embargado dieciocho años antes, frente a aquel radio de transistores. Se había perdido una oportunidad histórica de que la alternancia de izquierda (o lo que se concibe como tal en nuestro país) tuviera la oportunidad de administrar una sociedad que reflejaba síntomas terribles de desigualdad, corrupción e injusticia. A esos males históricos, Felipe Calderón le añadió la muerte masiva de ciudadanos que cayeron en una guerra que buscaba la legitimación de un presidente a quien la mayoría de los mexicanos no queríamos.
          2012 fue una elección parecida a la del 2000. Voté por segunda vez a Andrés Manuel López Obrador con las mismas esperanzas que en aquel año de entresiglos, a sabiendas de que la derrota era más probable que la victoria. Y así ocurrió. El triunfo de Enrique Peña Nieto y su arribo a la presidencia agravó los problemas del país: corrupción galopante y cínica, impunidad rampante, crecimiento exponencial de las muertes asociadas al crimen organizado y normalización de términos como el de "desaparecidos" o "feminicidio".
          Estamos en 2018. Andrés Manuel López Obrador obtiene, según proyecciones oficiales, 53% de los votos emitidos en una de las elecciones más concurridas en la historia reciente del país. Es un índice de votación a favor y de consenso con respecto del fracaso del sistema vigente hasta el momento que no se esperaba casi por nadie. Quizá sólo por sus seguidores más entusiastas, que en muchos casos son también los más desesperados por su propia situación individual o familiar. Es difícil creerlo. La sensación es de júbilo y entusiasmo, pero también de compromiso con respecto de lo que el futuro reclamará a quienes han hecho posible tal hecho.
          A la mañana siguiente sólo puedo pensar en ese adolescente de 1988 que no podía creer que el sistema "se hubiera caído" y que la posibilidad de alternancia se retrasara por décadas. Me gustaría viajar en el tiempo y susurrarle al oído: llegará el tiempo, no todo está perdido. Hoy es el tiempo.