viernes, diciembre 26, 2008

Manifiesto de carretera (parte 2)


"Stay" (Lisa Loeb, Reality Bites Soundtrack)

6. I'm only hearing negative: no, no, no
No quiere decir no. Aún cuando parezca que quiere decir sí. Las negativas son claras siempre. Sería extraño encontrarse alguien que, después de una negativa rotunda, cambie de la misma forma su manera de pensar. O de vivir. O de sufrir. ¿Por qué entonces tenemos que estar al pendiente del cambio de esa negativa? Los no's resuenan en la cabeza más tiempos que los sí's. Porque regularmente esperamos escuchar un sí, y cuando lo escuchamos tendemos a olvidar incluso el motivo de esa afirmación. Pero los no's se nos clavan en lo más profundo del alma. A veces luchamos para cambiarlos, pero la esperanza es algo muy traicionero, volátil, improbable. Si le ofreces a alguien cambiar tu vida y, de paso y afirmativamente, la suya y la primera respuesta es No. Reversa, buscar el retorno más próximo y echar a andar con el volumen ensordeciéndote y el auto dibujando líneas sobre el pavimento.


"Hombre real" (Hombres G, 10)

7. Siempre reacciono más tarde de lo normal
Se vale cagarla. Totalmente. Pero también se vale corregir los errores. Empezar por no generar falsas expectativas, por mostrar las cosas como realmente son. Al final sólo somos seres humanos. Estamos condenados a enamorarnos, a sentir culpa y a equivocarnos. Y bueno, a morir también, pero regularmente eso ocurre después de todo lo mencionado anteriormente. Antes de morir convendría tomar conciencia de las cosas que marchan mal y tratar de remediarlas. Y que el remedio sea mejor que la enfermedad. Si el remedio es la renuncia, venga. Si el remedio es la lucha a capa abierta, también. Pero tener claro algo desde un principio: no podemos hacernos pendejos y pensar que lo que hacemos no tendrá consecuencias.


"Anyone Else But You" (Ellen Page & Michael Cera, Juno Soundtrack)

8. Don Quixote was a steel driving man
Lanzarse a misiones que parezcan una locura. Lo más radical: que nos parezcan una locura incluso a nosotros mismos. Ver, o al menos intentarlo, lo que los demás no pueden, o no quieren, ver. Montar a Rocinante y salir a orear las armas oxidadas. Soportar las risas ajenas con la misma convicción con que sabemos quiénes somos. En el éxito, no esperar la dulce muerte, como el famoso manchego, antes bien disfrutar de eso que hemos ayudado a la vida a otorgarnos. Los molinos de viento no pueden durar para siempre. Al menos no tanto como para soportar una buena y convencida lanzada.


"Tesoro" (Gustavo Cerati y Leo García, Al fin su CD)

9. A los que quieren verme muerto no les puedo enseñar a vivir
Dejar de dar explicaciones cuando las cosas son evidentes. Abandonar la pretensión de que uno puede vivir en paz con todo el mundo. Los enemigos son algo natural, algo que no podemos evitar. Algunos incluso lo son por pura vocación. ¿Qué obligación, entonces, tenemos para llevarnos bien con alguien que de entrada plantea su necesidad de joder a los demás? Lo mejor que nos puede ocurrir es darnos cuenta de la inutilidad de tratar de conciliar siempre. Algunas veces hacen falta unos buenos madrazos para que los demás, o uno mismo, reaccione ante lo imperfecto de la vida. El secreto está en tener bien claro qué queremos, cómo vamos a lograrlo. Y si alguien viene a tratar de arrebatárnoslo, mandarlo alegremente a la mierda. Nunca perder los propios sueños buscando que los demás cumplan los suyos.


"Sitting, Waiting, Wishing" (Jack Johnson, In Between Dreams)

10. Must I always be playing, playing your fool?
Un amigo me dijo, hace tiempo: "Si no quieres que te traten como a basura, no te comportes como basura". ¿Dónde termina el esfuerzo real por conseguir que algo funcione y dónde comienza la pérdida de la propia dignidad? Pareciera un límite fácil de determinar para los que miran desde la barra, pero algo siempre en movimiento para el que está frente al toro. Y el toro suele, a veces, ser un hijo de puta. Y de repente, uno se convierte, al mismo tiempo, en espectador y actor del atropello de una bestia que sin piedad nos destroza la femoral hasta desangrarnos. Los aplausos y la porra de un público extasiado con el espectáculo no nos quitará nunca las cicatrices que el encontronazo nos pueda ocasionar. Pero, según las estadísticas, casi todos los toreros sobreviven a las cornadas. Pocas son mortales. Igual la clave está en saber retirarse a tiempo.

jueves, diciembre 25, 2008

Manifiesto de carretera (parte 1)

Fui a casa de mis padres a pasar la Navidad. Viajé solo (mi hermano huye de la ciudad apenas terminan sus cursos de Diseño en la ENAP, tiene más amigos allá que aquí.) Manejando los 400 km. que separan a la ciudad de México del pueblo donde pasé mi infancia, el Smaug se comportó de manera excelente a pesar que ya se pasó más de 2000 km. de su servicio de mantenimiento. Depués de mucho tiempo, manejé un tanto despacio, viendo como se deslizaba el paisaje por la ventanilla. Con la ventana del conductor abierta, sentí el viento golpear mi rostro, despeinar mis cabellos, enfriar el interior del auto conforme me acercaba más a mi destino. El Pionner se portó también de primera. Con el volumen casi a todo, me di cuenta que a medida que pasaban las canciones que acompañaban el viaje (tanto el de ida como el de regreso), las imágenes de mi vida en los últimos años comenzaban a tomar forma y a dibujarse en una pantalla que se hacía Imax en mi imaginación. Uno escucha las letras y se convence de que a veces la reflexión acerca de las cosas es algo que está más cercano de lo que uno se imagina. A 3 minutos y 20 segundos. Lo que dura una canción. De ahí surgió mi idea de redactar éste, mi manifiesto de carretera. La carretera y la música me aclararon diversas cosas que pasan actualmente por mi cabeza. (Favor de musicalizarse con la selección y tener paciencia: es un post largo y en partes).



"Where is my mind" (Pixies, Surfer Rosa)

1. And you'll ask yourself

¿Por qué no nos preguntamos cosas más a menudo? Creo que es por cobardía. Por no querer un día darnos cuenta de que nuestra vida, a pesar de nuestra aparente convicción y seguridad, nunca está clara o resuelta como creemos. ¿Sabemos qué es lo que queremos ? Creo que yo, al menos, ya sé lo que no quiero. Cuesta mucho trabajo decidir o que queremos. Tal vez porque la vida nos ha dado muchas sorpresas, seguro más desagradables que agradables, y decidimos ser precavidos. Yo me resisto a planear cosas definitivas porque cuando lo he hecho, las circunstancias vividas me arrojan nuevamente a situaciones de incertidumbre, como las que paso actualmente. En ese momento, sin afán de parecer hiperbólico, realmente no sé dónde tengo la cabeza. Dónde podría ponerla. Cuánto éxito habrá si todos mis pensamientos se centran en ese lugar. Preguntarse a uno mismo, responderse a uno mismo. Joderse a uno mismo. Y después poder mirar al espejo sin miedo ni rencor. Decir "quiero esto" y elegir. Y renunciar a lo demás que, a pesar de ser atractivo, no fue considerado en la caracterización de lo que uno quiere. ¿Cantifleo? Seguro. Ni siquiera puedo aclarar mi cabeza.


"Guerras perdidas" (Bacilos, Sin vergüenza)

2. A veces lo lógico es lo más difícil
Vivir. No hay de otra. Si comenzamos a tratar de explicar todas las cosas que ocurren alrededor y en nuestra propia vida, nos terminaremos dando cuenta de que hemos perdido una gran parte de nuestro tiempo en lugar de ponernos a vivir. Lanzarnos sin paracaídas. Intentar la misericordia de la sobrevivencia. Sabemos de antemano que la existencia es una cuestión impredecible. Siempre que la vida toca lo humano, éste tiene el poder para convertir cualquier cosa en algo que no se puede definir. Hemos pasado momentos interminables tratando de encontrar explicación para cosas que no las tienen. Sobre todo si las explicaciones incluyen a otros que no soy yo. Cada quien se hace responsable de lo que decide, de lo que elige, de las renuncias que hace. Si la elección es sumamente reflexionada o, en último término, completamente irracional e intempestiva, eso no libera al sujeto de la responsabilidad que sobre sus decisiones tiene. Aunque no se puedan explicar. Propósito: "Buscar menos explicaciones y vivir a tope".


"Come Pick Me Up" (Ryan Adams, Heartbreaker)

3.
I wish you'd make up my bed
Pasión. Animal. Primaria. Humana. Con sentido. Volver a sentir las cosas que le vuelan la cabeza a cualquiera. Reconciliarse con las cosas que ponen a mil el corazón, que hacen sudar las manos, que borran las palabras de los labios y de la cabeza. Saber los fines y las posibilidades del propio cuerpo. Tener presente que no habrá, para siempre, la posibilidad de sentir, hacer, disfrutar lo mismo. Poder comunicar esa necesidad sin palabras, con la electricidad que se crea entre lo que se presiente y lo que se confirma. Que eso sea parte de lo que se ama. Y que ese amor se transforme en una necesidad renovada, infinitamente esperada, repetida hasta la muerte. Que venga con la muerte y nada más importará.



"Dar es dar" (Fito Páez, No sé si es Baires o Madrid)

4. No marcar las cartas, simplemente dar

Ser generoso. Dar sin esperar recibir nada a cambio. Sentir ese fueguito que se enciende en los ojos del otro cuando se le ofrece algo sin condición alguna. Terminar la lógica del intercambio, de la complicidad, de la obligación. Saber que los amigos están ahí, a seis números de teléfono o a un grito de auxilio. Saber que más allá de las palmadas en la espalda, están también las bofetadas que de vez en cuando lo regresan a uno a la realidad. Dar aunque no se pida, con más fe, precisamente, cuando no se pide nada.



"La excepción" (Gustavo Cerati, Ahí vamos)

5. Y que durar sea mejor que arder

Constancia. Darse la oportunidad de romper las reglas para mejorar la propia vida. Llegar al límite. Tener paciencia para decidir si las cosas valen la pena. Tener decisión firme cuando la respuesta sea negativa. Luchar por lo que se quiere. Eso es lo que nos otorga razones para vivir. No arrepentirse de las decisiones tomadas. Y si ocurre, volver a empezar. Buscar el lado débil de la cuerda, anudar y volver a tirar. Creer que todo puede ser mejor y buscar por conseguirlo. Y si no, morir en el intento.

martes, diciembre 23, 2008

Regalo de Navidad


Una de las cosas que salvan las cuestiones difíciles de la vida tiene que ver con la música. Al menos en mi caso, estoy seguro que puedo renunciar a mil cosas distintas antes de poder renunciar a la música y al poder que ésta ejerce en mí. Con manías, prejuicios y placeres culpables uno construye esa relación personal e histórica de su propia vida con la música. Mi regalo de Navidad, (lectores, amigos, detractores, enemigos, extraviados de la red) es esta versión del clásico de Ben E. King, Stand By Me [vía Playing For Change]. Es una expresión que al decirla y al escucharla nos llena de una paz con el mundo y con lo que a veces tiende a oscurecerlo. Así pues:
"When the night has come, and the land is dark
And the moon is the only light we will see
No, I won't be afraid, oh, I won't be afraid
Just as long as you stand, stand by me
So darlin', darlin' stand by me
Oh stand by me
Oh stand, stand by me, stand by me...


Feliz Navidad.

Afrodisíaco matemático (de Alex Galt)


[En la Navidad, como en muchas cosas de la vida, la inversión en los regalos más valiosos no se mide en centavos, sino en algo más etéreo e incomprensible: pensar en el otro más que en uno mismo].

En la época en que John y yo rompíamos continuamente, decidimos vernos sólo de vez en cuando. Las citas estaban bien, pero sólo una vez a la semana. Íbamos a llevar vidas separadas y nos veríamos ocasionalmente cuando nos apeteciera, pero sin preocuparnos acerca de compromiso alguno.
          Un día, al principio de esa etapa, estábamos sentados en el suelo del apartamento de John. Él hacía punto, tejía un jersey, y yo leía El último teorema de Fermat. De vez en cuando le leía algún trozo de mi libro en voz alta.
          -¿Has oído hablar alguna vez de los números amistosos? Son como los números perfectos, pero, en lugar de ser la suma de sus propios divisores, son la suma de los divisores del otro. En la Edad Media la gente acostumbraba a grabar números amistosos en piezas de fruta. Se comían la primera pieza y la otra se la daban de comer a su amante. Era un afrodisíaco matemático. Me encanta eso: un afrodisíaco matemático.
          John mostró muy poco interés. No le gustan mucho las matemáticas. No como a mí. Lo cual era una razón más para que nuestra relación fuese algo totalmente informal.
          Llegó la Navidad y, dado que odio ir de compras, me alegré de poder tachar a John de mi lista. Nuestra relación era demasiado informal para andar haciéndose regalos. Sin embargo, cuando estaba comprándole un regalo a mi abuela, vi un libro de crucigramas y de criptogramas y lo compré para John. Siempre habíamos hecho juntos los criptogramas de la contraportada de The Nation y supuse que, ya que costaba cinco dólares, podía dáselo como regalo.
          Cuando llegó la Navidad le di el libro a John, sin envolver, todo muy informal. Él no me regaló nada. No me sorprendió, pero me sentí un poco herido, aunque se suponía que no debía importarme.
          Al día siguiente John me invitó a su apartamento.
          -Tengo tu regalo de Navidad -dijo-. Perdona que te lo dé con un poco de retraso.
          Me entregó un paquete mal envuelto. Cuando lo abrí cayó sobre mis rodillas un rectángulo tejido a mano. Lo cogí y lo miré, totalmente confundido. En un lado estaba tejido el número 124 155, y en el otro, el 100 485. Cuando volví a mirar a John, este apenas podía contener su entusiasmo.
          -Son números amistosos -dijo-. Creé un programa de ordenador y lo dejé funcionando durante doce horas. Éstos son los números más altos que encontré y, después, los tejí uno a cada lado. Es una manopla para coger las ollas. No te lo pude dar anoche porque todavía no sabía cómo rematarlo. Ha quedado un poco raro, pero pensé que podía gustarte.
          Después de aquella Navidad, nuestra relación pasó por un montón de viscicitudes; pero nunca más se podría decir que fue algo informal. El antiguo afrodisíaco matemático había vuelto a funcionar.


En Paul Auster (ed.), Creía que mi padre era Dios, Barcelona, Anagrama, 2002.

domingo, diciembre 21, 2008

Por una cabeza



Había llegado a la estación por la noche y no tuvo reparos en quedarse a dormir en una de las bancas de concreto que había en la estación de autobuses. No supo, más bien no tenía conciencia, del tiempo que había pasado entre que tomó ese autobús sin fijarse a dónde lo llevaba y el arribo del dragón domado a los corrales de la central.
          La había visto. Fisgoneando por en medio de las cortinas había atestiguado que la mujer que suponía única y propia (su mente no la concebía en otra situación más que en la de pertenencia) estaba en brazos de otro hombre. Miraban juntos la televisión echados sobre un sofá al que ya se le veían varios lustros encima. Se veía cómoda.
          Él la había abordado en la oficina en la que laboraba redactando versiones estenográficas de entrevistas de gentes a las que ni conocía. La veía pasar a diario con su vaso lleno de café caliente. El vapor que se desprendía del vaso de unicel se quedaba durante algunos instantes flotando por encima de los cubículos, confundido con su perfume. No pasaba desapercibida. Nunca. Siempre había un instante para ver pasar al objeto del deseo.
          Su curiosidad, a la par que la atracción, hizo que se decidiera a hablarle. La esperó a la salida del trabajo. La abordó diciéndole que no se asustara. Obviamente se asustó. No puedes acercarte a alguien y decirle que no se asuste. Después del sobresalto, le explicó que trabajaba en el mismo sitio que ella y le invitó a un café. Ella dudó. Pero, después de un instante de ésos que se miden en eternidades, aceptó la invitación.
          Así fue como comenzó a conocerla. O a creer conocerla. Cada tarde tomaban un café (ella era una fanática de los expressos concentrados), platicaban de las nimiedades que ocurrían en las oficinas, chismorreaban sutilmente sobre algunos de los habitantes de ese laberinto de cubículos, y, sólo algunas veces, deslizaban comentarios sobre su vida privada.
          El día que se atrevió a preguntarle si era casada, las manos le sudaban de manera copiosa. Rogaba al cielo que ella no se diera cuenta de su nerviosismo, por lo que seguramente sobreactúo o se comportó de manera exagerada. Ella le dijo que no, que no estaba casada. Él dijo “yo tampoco”, con una naturalidad que no fue fingida pero sí apresurada. “Y bueno, tenemos algo en común”, dijo ella. Después se despidió con un beso en la mejilla que él sintió mucho más cerca de sus labios que nunca. Cuando se recuperó de la sorpresa, ella se había ido y él se estaba metiendo a uno de los vagones del metro. Repetía inconscientemente el mismo camino de todos los días. Directo a su casa. Entró y cerró la puerta tras de sí.

Se había jurado, en un primer momento, que esperaría hasta el otro día para proponerle que tuvieran una relación más cercana. En realidad nunca encontró las palabras para proponerle algo que no sabía qué era. Pensó que era una cuestión en la que ya no se reflexionaba, un ritual que había perdido adeptos: encontrar las palabras exactas. La ansiedad lo consumió. No tenía que esperar al siguiente día para decirle... lo que se le ocurriera en el momento en que tuviese que decir algo. Sabía donde estaba la casa de ella. Llegó en un taxi que no tardó demasiado debido a la hora y a la tranquilidad de la zona. Fantaseó incluso con la posibilidad de no volver a su casa esa noche. Se bajó y echó a andar hacia donde suponía se daría una de las escenas más recurridas en las comedias románticas del cine. Hasta había una escalera. Y también unas cortinas. Y entonces vio a través de las cortinas. Y el rumor de un autobús llenó la noche...

No era la mentira lo que le jodía la cabeza. Era su propia condición incompleta. Su proyecto de vida fragmentado. Hasta donde llegaba su memoria (y solía llegar muy lejos), todo se reducía a una serie de fracasos que se iban anudando en un rosario que le podía garantizar la paz divina sin ningún problema. Era una vida de “ya merito”, una vida de “casis” repetidos hasta la náusea. Eso era lo que realmente le molestaba. Ver cómo otra vez se había encontrado a las puertas de lo que suponía la felicidad y perderlo todo. Así nomás. [Una mujer se acerca por el pasillo cargando una maleta]. Todo se reducía a pensar en el nudo en el estómago que a partir de ese momento no lo dejaría vivir en paz. [La mujer se deja caer en el otro extremo de la banca frente al hombre, lleva una maleta pequeñita. Lanza un suspiro]. Se había lanzado al vacío sin preguntar, se lo repetía en la cabeza una y otra vez y ya no le pareció más un lugar común: la gente se aventaba al vacío, a algunos alguien los rescataba, y otros simplemente se hacían mierda contra el pavimento. [La mujer saca un cigarrillo de una caja maltrecha. Se lo pone entre los labios e intenta encenderlo. La chispa del mechero no enciende. Lo intenta una vez más y se rinde. Con el cigarrillo en los labios lanza una mirada retadora a lo largo y ancho de la amplia sala de espera. Sólo hay otra alma en el lugar. Otro extraviado]. Seguir buscando por toda la eternidad. Perder el rumbo y la meta a escasos metros. Saberlo de antemano...
                                                            Miradas que se cruzan. Mira los labios más que el cigarrillo. En el bolsillo de él hay un mechero que sí enciende. Se acerca y sin decir palabra ofrece el fuego. Ella deja salir un hilo largo y sinuoso de humo que huye avergonzado hacia el techo de la terminal. Van hacia el mismo lugar. O eso afirman.

De nacimientos y garage


Por la tarde de ayer visité una exposición de nacimientos en el Antiguo Palacio de Iturbide que deja en claro la idea de sincretismo religioso y artístico en la cultura mexicana. M me la había recomendado ampliamente y acudí a ver la colección perteneciente a Fomento Cultural Banamex. Nacimientos de barro, de palma, de papel, de vidrio, de cerámica, de pasta de caña y demás materiales se ordenaban alrededor y al centro del patio de exposiciones. Hay varias cuestiones inquietantes, a partir del origen de los autores de las obras, los nacimientos mezclaban elementos indígenas con elementos pertenecientes a la plástica católica. Arcángeles conviviendo con sacerdotes de Tezcatlipoca. Madonas indígenas con los senos al aire alimentando a niños dioses charros. En fin, un alucine de color y referencias históricas para el que las quiera descifrar.

***

La N cumplió 32 años y festejó en grande en un antro-billar-sala_de_conciertos de la calle de París número 3, en la colonia Tabacalera. La música a cargo del Proyecto Chambelán con el buen Hugox poniendo música entre el alternativo, el punk, el lounge y la electrónica pacheca. Una banda de garage, que igual y más bien es como de estacionamiento público, destrozó rolas clásicas de Pixies y The Ramones. Graciositos, pero malos como la puntería del periodista que se quería chingar a Bush. C, con quien fui, parecía aburrirse a ratos, aunque decía que se la estaba pasando bien. Muchos chavitos. Uno no puede pasar por alto su condición adulta entre tanto corte de cabello a la mohawak y tanto clon de Ian Curtis. Tanto olor a espíritu adolescente. Cerveza barata. Música con altibajos. Aun así, disfruté la velada.

***

En el cumpleaños me encontré a S, a quien yo ya conocía como persona, pero no como lectora. Me dijo: ¡soy tu fans! y CASI se me colgó del cuello y CASI me dio un beso tímido, apresurado e inexistente. El corazón se me henchió de la sorpresa y la plática cortada. Habrá tiempo.

sábado, diciembre 20, 2008

Debrayes


1. Pensar y repensar, de manera profunda y sin autocomplacencias, qué significa la frase "comenzar desde cero". ¿Realmente uno puede borrar todas las cosas que arrastra consigo?
2. La renovación personal transcurre por el camino de la renuncia. Aprender a dejar, implica creatividad para llenar de significado ese nuevo vacío.
3. Uno es lo que ha vivido. Y se debería aprender de esto. El impulso a negar que una historia con trama similar tenga el mismo final es, sin embargo, una tentación enorme. Se desafía a la historia y, ella misma se encarga de mostrarnos, que el desafío no está a nuestra altura.
4. Cuando uno se desliga de una parte de la historia que nos definía, se pierde una parte de uno mismo. O una parte de un otro construido entre más de uno. Repartirse los pedazos de ese otro imaginario arroja siempre la nostalgia, la queja y el rencor. Aprender a olvidar es tarea titánica.
5. La sensación de casi poseer algo es más amarga que la de nunca haberlo poseído. Lo que lastima es el fracaso de la posibilidad. Lo otro es una obviedad.
6. El renacimiento implica la posibilidad, no de volver a construirse, sino de retornar hasta el punto en donde las cosas marchaban bien. El problema radica en ubicar el sitio exacto en lo que eso ocurría.
7. El tiempo no existe. Es una ilusión que nos vende el oasis del futuro. El futuro es el sitio en donde los sueños comienzan a morirse. A pesar de parecer cercano, cuando uno lo toca se esfuma y aparece en un horizonte en continua huída.
8. Para ser otro y no cometer los mismos errores, ¿basta simplemente proponérselo a uno mismo? ¿O la confirmación de ser radica precisamente en la condena de tropezar con las mismas piedras?
9. ¿De verdad quiero ser otro?

viernes, diciembre 19, 2008

Mención a Raza de víctimas

Los ganadores de los concursos literarios de difusión de la ciencia,
poesía, crónica urbana, cuento y novela convocados por la UACM.
Para quien no me conoce, soy el segundo de izquierda a derecha.

El pasado 15 de diciembre se entregaron los premios literarios a los que convocó la UACM. Me habían avisado de asistir para recibir el reconocimiento por El instante, mi novela que obtuvo el galardón en el género. Sin embargo, no me habían avisado de algo que para mí fue una grata sorpresa. Uno de los trabajos que he hecho con mayor cariño y vocación, y en donde considero que se encuentran varias de las páginas de las que me siento más orgulloso, obtuvo una mención en el género de cuento. Se trata de Raza de víctimas, un libro que gira alrededor de la idea de la violencia. Al final, un trabajo que considero cercano a lo que quiero expresar y a los caminos que pretendo transitar para ello resultó con un guiño de apoyo. Buscaré editorial para este trabajo.
          Los jurados de novela, a todo esto, fueron René Avilés Fabila, Ana Clavel y Eve Gil; por su parte, en cuento estuvieron Agustín Monsreal, Juan Antonio Rosado y Guillermo Vega Zaragoza.

Escribe sobre libros


Elena Méndez, joven editora de las revistas electrónicas Homines y eSpiral, tiene un blog en donde habla de libros. Nada emocionante. Lo que sí es emocionante es que se especializa en publicaciones de escritores jóvenes (entiéndase publicados, aún no canonizados, que van tirando poco a poco). El blog es interesante y da noticia de las diversas novedades que el campo de la literatura joven, sobre todo mexicana, está poniendo en circulación. El blog está acá.

martes, diciembre 16, 2008

Poema 22 (Rubén Bonifaz Nuño)

Para Abril Boliver
ALGO se me ha quebrado esta mañana de andar,
de cara en cara,
preguntando por el que vive dentro.

Y habla y se queja y se me tuerce
hasta la lengua del zapato,
por tener que aguantar como los hombres
tanta pobreza, tanto oscuro camino a la vejez;
tantos remiendos, nunca invisibles, en la piel del alma.

Yo no entiendo;
yo quiero solamente,
y trabajo en mi oficio.

Yo pienso: hay que vivir; dificultosa
y todo, nuestra vida es nuestra.

Pero cuánta furia melancólica
hay en algunos días. Qué cansancio.

Cómo, entonces,
pensar en platos venturosos,
en cucharas calmadas, en ratones
de lujosísimos departamentos,
si entonces recordamos que los platos
aúllan de nostalgia, boquiabiertos,
y despiertan secas las cucharas,
y desfallecen de hambre los ratones
en humildes cocinas.

Y conste que no hablo en símbolos;
hablo llanamente de meras cosas del espíritu.

Qué insufribles, a veces, las virtudes
de la buena memoria; yo me acuerdo
hasta dormido, y aunque jure y grite
que no quiero acordarme.

De andar buscando llego.
Nadie, que sepa yo, quedó esperándome.
Hoy no conozco a nadie, y sólo escribo
y pienso en esta vida que no es bella
ni mucho menos, como dicen
los que viven dichosos. Yo no entiendo.

Escribo amargo y fácil,
y en el día resollante y monótono
de no tener cabeza sobre el traje,
ni traje que no apriete,
ni mujer en que caerse muerto.


(De Fuego de pobres)

jueves, diciembre 11, 2008

Invitación


A mis dos lectores:

el próximo lunes 15 de diciembre, a las 18 horas, se hará la entrega de los premios de literatura convocados por la UACM. Estaré ahí para recibir el "María Luisa Puga" para Jóvenes Narradores en el género de novela.
         Para quien desee darse una vuelta, y no tenga mejor cosa que hacer, la dirección es:

Auditorio de la UACM
San Lorenzo 290
Col. Del Valle Sur
(atrás del Hospital 20 de noviembre)

Saludos.

martes, diciembre 09, 2008

Más subrayados que saltan a la cara


De La última noche de Dostoievski de Cristina Peri Rossi.

Hay gente que sólo puede amar si se siente culpable.
He pedido un crédito en el banco. Ahora, soy un hombre endeudado: ya puedo enamorarme. (p. 36)

Si no me sirve para otra cosa, por lo menos el psicoanálisis me permite tener una interlocutora inteligente, culta, informada, en este tiempo de mediocres ambiciones, de ignorantes presumidos. Una época en que la inteligencia está contraída, apagada, como una polla floja, porque la inmensa mayoría (vivimos bajo la dictadura de la MAYORÍA INMENSA) puede nacer, vivir y morir sin emplearla: para nacer, vivir y morir sólo se necesitan algunos aprendizajes automáticos -encender enchufes, oprimir botones, manipular ordenadores, conducir el auto, firmar talones, obtener crédito y mirar el televisor-. (p. 51)

Hacía tiempo que nos ignorábamos. "Quiero romper contigo". dijo, y yo lo entendí literalmente: quería romperme. Quizás yo también quise romperla. Nos rompimos, y desde entonces, el silencio nos separó, como un exilio. Habíamos sobrevivido, es cierto, pero ninguno de los dos sabía cómo. (p. 64)

Sólo me faltará contraer novia, casarme y tener hijos. Pero esta perspectiva me produce tal aburrimiento y desolación que me duermo -luego de ingerir dos Valium- con una súplica silenciosa: "Dios mío, líbrame de la mediocridad". (p. 86)

No hay dos novelas iguales. Y para algunos, ni siquiera hay novela, sólo la televisión. (p. 89)

Los animales -sean de la especie que sean- solo necesitan dos cosas: comida y cariño. Igual que nosotros. (p. 94)

Verdaderamente, soy un tipo adictivo. Tengo adicción al juego, al cigarrillo, a las mujeres, a la lectura del periódico, a la ducha y a la vida: detesto la certeza de ser mortal. (p. 95)

-Se cría lo que se come -dijo Claudia, un día.
Entonces, ella me crió a mí (porque me devoró), y yo la crié a ella, porque la devoré. Y la separación fue violenta como un parto: dolor de las vísceras, sangre, sudor, aullidos, expulsión, el cordón umbilical roto, el miedo, la soledad, el pasmo. A partir de ese momento ("Parto-partidas", le dije a la psicoanalista), y por mucho tiempo, yo fui un hombre demediado, y ella, una mujer rota. (p. 100)

Al final, de las grandes pasiones, sólo queda la repetición de las manías, de los tics, un oscuro rencor por el fracaso, y la certeza de que nada de eso puede cambiar. (p. 101)

"Te quiero". Nunca supe qué quiere decir la palabra. Si hubiese llegado a pronunciar esa frase, posiblemente me habría respondido: "Yo no. Estoy muy bien como estoy." Falso. Pero ciertas personas sólo pueden sostenerse en la falsedad. Todo lo demás, les provoca miedo. (p. 103)

Es verdad: para desear, hay que olvidar la realidad. El deseo no se inscribe en el orden de la realidad, sino de lo imaginario. (p. 129)

De todos modos, me siento contento. A la mayoría de los hombres que conozco, las mujeres sólo les gustan para hacer el amor, aunque para eso, tengan que casarse. A mí, en cambio, no sólo me gusta hacer el amor con ellas; me gusta contemplarlas, verlas moverse, y especialmente, me gusta conversar con ellas. Es mi costado femenino. (p. 130)

domingo, diciembre 07, 2008

Misión cumplida

En este momento acabo de dar por finalizado el trabajo de orden y corrección del libro de cuentos que escribí sobre la Sierra Norte de Puebla. El reto implicaba la posibilidad de cuestionar la idea que algunas propuestas de escritura manifiestan en el sentido de que la tendencia es borrar los referentes nacionales o regionales en busca de una "literatura total" (la ambición del cronotopo cero). Los cuentos incluidos en Retorno al origen, intentan jugar con escenarios no comunes: los bosques, cafetales, ciudades coloniales no turísticas, cañadas y presas hidroeléctricas que caracterizan la zona en que nací. Tlatlauquitepec y sus alrededores. Quedó un libro que a mí me gusta mucho. Lo cual es ganancia.
         En este trabajo hay una experimentación de tratamientos y ambientes: ciencia ficción, fantasía prehispánica, erotismo, roces a la historia, surrealismo, ucronías y demás. Afortunadamente hay una propuesta de publicación que parece marchar bien y que podría poner al público el trabajo en los primeros meses del año próximo. Me siento como un espía al final de la misión que le fue encomendada. Prenderé un cigarrillo y veré que hay en la tele.

Graffiti


Hace varios años compré en una feria del libro de Minería una colección de Gonzalo Arístizabal sobre los graffitis que inundaban las principales ciudades de Colombia en los primeros años de los noventas. Buscando otras cosas me lo volví a encontrar y vi que estaban subrayadas algunas de estas sentencias. Es obvio que los subrayados de un libro corresponden al momento vital que uno pasa y se convierten, en cierto sentido, en una bitácora de vida (claro, si uno recuerda el momento en que se leyó tal o cual libro). Mientras, acá les dejo algunas muestras de lo subrayado en Los mejores graffiti.

Es mejor ser con miedo, que dejar de ser por miedo.
El chisme es como el carbón, si no mancha, tizna.
El dominio de la lengua, se demuestra callando.
Es mejor prender una vela que maldecir las tinieblas.
La búsqueda de la mediocridad, siempre tiene éxito.
La mentira produce flores, pero no frutos.
La belleza atrae, el talento retiene y el corazón sostiene.
No seas prisionero de las amarguras de los demás.
Si el mundo es un pañuelo, nosotros ¿qué seremos?
La ironía es la manera de insultar con miel.
Al poeta siempre lo pescan, con las manos en la musa.
Coma mierda, millones de moscas no pueden equivocarse.
Como no encontraron al pintor, colgaron el cuadro.
Cuando llegué aquí, sólo Dios y yo sabíamos lo que iba a escribir; ahora sólo Dios lo sabe.
Antes yo era creído, ahora soy perfecto.
El más importante de todos es el sexo mandamiento.
El éxito me excita.
A una piña colada... la sacaron de la fila.
En una pescadería: "Haga feliz a una vaca, consuma pescado".
Antes yo era indeciso... ahora no estoy seguro.
Bebo para ahogar las penas, pero esas desgraciadas saben nadar.
El ruin justifica los medios.
A palabras necias, madrazos fijos.
Dadme una palanca, y conseguiré trabajo.
Si el estudio hace grandes a los hombres, que estudien los enanos.
Aquí hablamos castellano, OK?
Cuando las mujeres juran querer hasta la muerte, se refieren a la muerte de él.
Educar a los ricos es inútil; educar a los pobres, peligrosísimo.
Soy un desempleado, con 18 años de preparación.

jueves, diciembre 04, 2008

Oesterheld y la poesía


Me encontré en la biblioteca de la U. Iberoamericana una antología de relatos de ciencia ficción argentina (Historias futuras, Buenos Aires, Emecé, 2000) que incluye varios pequeños textos de Héctor Germán Oesterheld. Uno de ellos me dejó, prácticamente, sin aliento. Dentro de un registro de la ciencia ficción, HGO introduce elementos religiosos para interpretar, de manera muy particular, el mito del origen del hombre y su relación con la divinidad. Pocas palabras, pero de una fuerza que, al menos a mí, me dejó sinceramente conmovido. Transcribo acá:
Génesis
Y el hombre creó a Dios, a su imagen y semejanza.
     Y hubo amor, y placer, y virtud en el mundo. Y los días fueron largos, demasiado largos.
     Entonces el hombre creó al Demonio, a su imagen y semejanza.
     Y hubo así amor y odio en el mundo, placer y dolor, virtud y pecado.
     Y los días fueron cortos, muy cortos.
     Y fue bueno vivir.

miércoles, diciembre 03, 2008

Memoria y recuerdos


Las críticas de la obra de Philippe Delerm apuntan en el sentido de que es un autor que convierte lo anodino en una experiencia literaria. Estoy de acuerdo a medias. Creo que varias de las páginas del francés son verdaderas joyitas para ponerse a pensar, pero la otra parte nomás no da para mucho. Recién terminé Llovió todo el domingo (Barcelona, Tusquets, 2000). La novela trata la historia de Arnold Spitzweg, un anciano empleado de correos que recorre los barrios de París mientras nos descubre la belleza de los actos cotidianos.
          Sin embargo, creo que la fuerza del texto se encuentra encerrada en dos partes principalmente. La primera es el romance que mantiene con Clemence Dufour, una de sus compañeras de trabajo. La relación comienza con una discusión en la que a Arnold se le pasa la mano y tiene que acudir a consolar a Clemence. El final, en cambio, se da de manera amable en una conversación en la que los dos reconocen que la amistad después del amor es algo difícil de lograr. Las costumbres de ambos nadamás no pegan. El protagonista llega a decir: "Al contrario de lo que pueda pensarse, lo cotidiano es lo más difícil de compartir". Sin embargo, Spitzweg no puede evitar añorar la relación.
La historia de Clémence sigue ahí, como una astilla que va hundiéndose. Pero no es más que una historia; ha pasado, principio y fin. El señor Spitzweg está hecho para el presente. Sigue un poco turbado: felicidad, esperanza, futuro, memoria, las palabras grandilocuentes, todas las palabras que lastiman y que creía enterradas para siempre, le dejan una huella, un eco. Es como si Clémence Dufour hubiera arrojado una piedra al agua: las ondas se amplifican para luego espaciarse. El canal recobrará su quietud, ha de ser así.

El segundo momento aparece hacia el final. Cuando alguien elogia la capacidad de memorizar nombres y datos, Spitzweg se muestra orgulloso de tal proeza, pero después de reflexionar un momento se da cuenta que su vanidad es vacía. Ese reconocimiento le lleva a expresar: "Sí, tengo memoria, pero porque no tengo recuerdos". El gran finale viene cuando el protagonista trata de descifrar un poema de Francis Jammes, mismo que sirve para rematar el texto.
Nevará dentro de unos días.
Me acuerdo del año pasado,
me acuerdo de mi tristeza junto al fuego.
Si me hubieran preguntado "¿qué es?",
habría dicho: "Déjame en paz,
no es nada".
[..] El acento alsaciano sube por la Rue Marcadet. Con la frente pegada al cristal, Arnold se pregunta por qué le volverá ese poema ahora, un día apacible de noviembre. El señor Spitweg no espera ya nada. Nevará dentro de unos días.

La nevada, se deja entender, será su propia y anodina muerte.