martes, marzo 31, 2009

Vivir a la altura de los sueños

Ya en la parte final de la redacción de mi tesis, me encuentro con la interpretación que Juan Sasturain hace en el documental Imaginadores (Argentina, Daniela Fiore, 2007) sobre lo que significa para Oesterheld la Aventura (así, con mayúscula). Y me queda una gran lección. Una lección de vida y no sólo académica o de dato superfluo. Sasturain dice que para Oesterheld la Aventura significaba vivir a la altura de los sueños. ¿Cuántos estaremos haciéndolo y cuántos queremos seguir viviendo en la "Realidad"?
¿Qué era para Oesterheld la Aventura? La Aventura era el lugar de la situación límite. ¿Cómo obra un hombre cuando se encuentra ante una situación límite? La Aventura es la circunstancia en la cual un hombre común, es decir, todos nosotros, se encuentra ante un desafío ante el cual pone en cuestionamiento el sentido de su vida: “¿para qué carajo estoy acá?”. A cualquiera le pasa continuamente la Aventura al lado. Subirse a la Aventura es ser capaz de preguntarse por el sentido de tu vida, si tu vida vale la pena de ser vivida o te vas a quedar toda la vida en el molde. Vivir una aventura es estar a la altura de los sueños. Eso hizo Oesterheld. Las elecciones de Oesterheld no lo llevaron en un safari a Nairobi, no, lo llevaron a la militancia revolucionaria. ¿Por qué Oesterheld hizo lo que hizo con su vida? ¿Por qué terminó Oesterheld como terminó? Porque vivió a la altura de sus sueños.

viernes, marzo 27, 2009

Rutina


Mucho qué hacer.
Poco que decir.
Levantarse temprano y unas dos horas después intentar abrir los ojos.
Caminar un poco, a contracorriente y sin respirar.
Sentarse a la orilla de alguna vereda descuidada.
Recordar a alguien con cariño y odiar a los mismos de casi siempre.
Comer algo.
Masticar.
Tragar.
Bostezar.
Café caliente y un pan.
Invocar a la muerte espiritual (se apiada a veces).
Tomar las llaves y hacerlas sonar fuerte.
Acariciar al gato.
Lanzar un gran suspiro.
Abrir la puerta.
Y que entre la luz.

miércoles, marzo 25, 2009

Estúpidos profesionales

Mucho ruido ha causado el artículo (?) firmado por un tal Edgar Döring, que en el perfil de su blog dice vivir en Beverly Hills, pidiendo el apoyo de los votantes que llevaron a Calderón a la presidencia para terminar con la UNAM. El tipo es un Don Nadie, no aparece por ningún lado referencia alguna sobre él, más allá de la autoría del texto señalado.
          Lo que sí llama la atención son los supuestos firmantes de la carta-artículo-panfleto, entre los cuales se encuentran estúpidos profesionales como éste, éste otro, y éste, que seguro sabrá una mierda lo que firmó.
          En fin, a pesar de carecer de seriedad, preocupa que los planes de privatizar las universidades públicas comiencen a hacerse cada vez más evidentes en este gobierno panista mexicano que pide apoyo para mantenerse "hasta el 2030", para llevar a cabo su plan de gobierno.
          Estoy encabronado.

jueves, marzo 19, 2009

De cierto lo sé...


"Algo sobre la muerte del Mayor Sabines (parte final)" del
CD Voz Viva de México editado por la UNAM


Hace diez años lloré. Uno de los llantos más sentidos que recuerde en mi vida. Un llanto que vino del alma y de la sorpresa. Es raro que uno recuerde sus lágrimas con tanta fidelidad, es necesario que el hecho sea lo suficientemente traumático para que esto ocurra. Y ese 19 de marzo en verdad que lo fue.
          Yo estaba en casa, echado en el incómodo sillón verde que durante mucho tiempo decoró mi departamentito de la calle de Murillo en Mixcoac. La huelga en la Universidad Nacional cumplía varias semanas y a mí no me quedaban más fuerzas que para ver televisión. Canal 22 a las seis de la tarde. La noticia me cimbró: Jaime Sabines había muerto. De cáncer. Seis días después habría cumplido 73 años.
          Mi memoria de Sabines se remite al pastito que rodea el Centro Cultural Universitario en Insurgentes 3000. Un día el poeta dio una lectura de sus poemas en la Sala Nezahualcóyotl. Llegué con media hora de anticipación, la entrada era libre y supuse que con eso podía asegurar un buen lugar dentro del recinto. Hubo unos más previsores que llegaron a las siete de la mañana (la lectura era a las 7 de la noche) y se apoderaron de las escaleras de la sala. Cuando llegué, los trabajadores de la Universidad (cuando me refiera a la UNAM, discúlpenme puristas pero siempre usaré mayúsculas) habían sacado sendos altavoces y se disponían a transmitir el audio a los ingenuos que quedamos afuera del recinto. Nos tendimos en el pastito del lado derecho de la Sala. Y escuchamos.
          La piel se me puso chinita más de una vez. Hormigas milimétricas recorrieron mi espina dorsal. Sabines es una de las causas por las que leo poesía. Definitivamente. Antes de ese día siempre quedaba callado cuando escuchaba las opiniones que algunos amigos hacían sobre su obra (que era un poeta mediocre, que no era tan bueno, que podían menciona cincuenta autores que valían la pena antes de hablar de él). Snobs. Después me convencí que la poesía de Sabines era poderosa. Podía conjurar a cientos de personas alrededor de unas bocinas de audio que solamente estaban ahí para recitar, al mismo tiempo que el autor, los poemas que se sabían de memoria. Era un rockstar de algo que en este país parece tan surrealista: la poesía. Si pocos leen el periódico, ¿quién se va a detener a leer "versitos"?
          Pues bien, hoy se cumplen 10 años (ventura para los amantes de las cifras redondas) de la muerte de Jaime Sabines. El que pedía una marca en la frente para diferenciar a los poetas de los mortales. El que fue ridiculizado por otro de mis máximos referentes vitales-literarios-artísticos, Jorge Ibargüengoitia, cuando en "La vela perpetua" menciona que "Salines" desde muy joven se sentía "Cristo Crucificado". Y no puedo evitar sentir un vacío que empieza en el estómago, sube al pecho y amenaza con terminar arribita de mis ojeras.
          La huelga en la Universidad terminó, la multitud se dispersó después de la lectura, el pastito se convirtió en nuevo concreto, yo pude, finalmente, titularme de la carrera de periodismo. Todo cambió, menos el hecho de que el poeta estaba muerto.
          Aquí, alguien, religiosamente, hojeará o recitara entre dientes alguno de sus poemas. Y, es seguro, no estará solo.

miércoles, marzo 18, 2009

100 metros de existencia

Cuando uno llega a preguntarse cómo le pueden ocurrir tantas cosas al mismo tiempo, tendría que detenerse un poco y reflexionar acerca de la red complejísima que debe ser tan sólo intentar imaginarse la vida de toda la gente que se nos atraviesa en la vida, en el camino, en el restaurant, en la escuela o, simple y sencillamente, la gente que atraviesa a pie, diariamente, un puente.
          Simon Hoegsberg intentó ilustrar ese ejercicio y realizó una foto de 100 metros con las imágenes de las personas que atravesaron el Warschauer Strasse en Berlín durante el verano del 2007. La obra se llama "We're All Gonna Die. 100 meters of existence". Para imaginar un rato la vida de todas estas personas, pueden ver la foto completa dándole clic abajo.

martes, marzo 10, 2009

Barbas-man









Vía eternautas, me llega una curiosidad por demás interesante. Si bien es cierto que Oesterheld guionó la biografía del Ché (reseñada en este mismo blog), resulta que Stan Lee (el fundador de Marvel, junto con Jack Kirby) realizó un comic con una figura histórica que en 1959 conmocionó al mundo: Fidel Castro. Con dibujos de Joe Sinnot, la historieta de escasas cuatro páginas fue publicada en el número 66 de la revista Battle. Si quieren verla completa le pueden picar al blog ausente.

lunes, marzo 09, 2009

Quis custodiet ipsos custodes?


Watchmen es una obra política. Cabría entonces preguntarse dónde quedó la posibilidad de que Zack Snyder pudiera cuestionar el estado actual de las cosas. O, ya de perdis, hacer una reflexión sobre lo infiinitamente estúpido que fue el proceso denominado Guerra Fría que mantuvo al mundo en vilo durante cerca de cincuenta años (si tomamos como punto de partida el fin de la Segunda Guerra Mundial y como final la caída del muro de Berlín). Su Nixon no llega ni a caricatura. La política es caricatura frívola y superficial, la descripción de la peli no llega a transmitir, ni siquiera, rabia sobre el accionar de los encargados de la dirección del mundo. Plana en ese sentido, toda la referencialidad a la tremenda crisis de los ochentas, con Reagan y Thatcher en el poder de esa contemporaneidad, acá se pierde por completo.
          Watchmen es una obra teológica. No se me malentienda. Quiero decir que la novela plantea, un poco a la manera de Diderot y de Kundera con respecto al personaje de Jacques, la posibilidad de preguntarse acerca del origen y del papel del hombre en el mundo. De los hilos que lo mueven. El Dr. Manhattan como un demiurgo demediado no llega a transmitir esa sensación de orfandad y abandono casi inconsciente que en la novela es más que patente. Se vuelve un personajes casi cómico, el dilema por el que su humanidad parece irse perdiendo (y que en la novela genera una especie de tensión empática) acá desaparece. Me extrañaron las risitas entre la audiencia con algunas de las apariciones de este personaje en pantalla. Otra caricatura.
           Watchmen es una obra que pone en polémica la idea del hombre malvado por naturaleza. La eterna disputa entre el buen salvaje y el hombre lobo del hombre. La violencia de The Comedian resulta, otra vez, en la parodia de un personaje que se sume en sus propias contradicciones y que encuentra un fin previsible. Y sin embargo, dentro del filme, resulta uno de los actores que salen mejor librados. Se parece de manera inquietante a Robert Downey Jr. con más músculo y sonrisa magnética por cínica. Y sin embargo...
           Watchmen es el mejor cómic de la historia. La película no pasará de ser una mala ilustración con buenas intenciones que se quedó sólo en eso. Nada de imaginación, nada de transgresión, nada de pensamiento propio, una copia fotostática en uno de ésos equipos Xerox de los ochenta: borrosa, poco clara, descolorida y con todas las evidencias de ser, a todas luces, sólo una mala copia.

domingo, marzo 08, 2009

"Entonces lucharemos a la sombra..."

"La batalla de las Termópilas" de Mort Cinder de Oesterheld y Breccia

(H)ojeando la versión de la Batalla de las Termópilas de Frank Miller, no puedo dejar de pensar en que el conocimiento y la cultura pasa también por el filtro del prejuicio cuando de prestigio se trata. 300 es un buen cómic, duro, que se clava en la psicología de algunos personajes. Y sin embargo, cuando uno revisa "La Batalla de las Termópilas" escrita por Héctor Germán Oesterheld para su serie Mort Cinder, es inevitable no pasar por alto la capacidad que el argentino tenía para contar historias.
300 de Frank Miller y Lynn Varley

El estilo de dibujo de Breccia (padre) se presta a la perfección para la narrativa aventurera de HGO. El dibujo de Lynn Varley, sin embargo, se muestra disparejo a lo largo de la historia contada por Miller. Y no obstante, pocos conocemos la versión oesterheldiana de este acontecimiento narrado por Heródoto y llevado al cine como The 300 Spartans (Rudolph Maté, 1962); así es como la versión de Miller es ampliamente (re) conocida por la versión cinematográfica que hizo Zach Snyder en el 2006.
          El avasallamiento cultural norteamericano algo tendrá que ver. Así como todos damos por sentado que LA versión del cómic de Miller sobre los 300 espartanos es la mejor (o, peor, la única); así aceptamos que Truman Capote inauguró el género de la non fiction novel con In Cold Blood de 1966 (a pesar de que Rodolfo Walsh publicó Operación Masacre en 1957); también aceptamos que Will Eisner inauguró la historia de la novela gráfica con A Contract With God de 1978 (a pesar de que el propio Oesterheld publicó la primera parte de El eternauta en 1961 con un formato que tenía todas las características de la novela gráfica).
          Así, no es de extrañar que la mayoría de la gente (mexicanos incluidos) pongan cara de extrañamiento cuando alguien les informa que el invento cultural más influyente del siglo XX (la TV a color) es obra de un mexicano: Guillermo González Camarena.
          El colonialismo no funciona solamente en lo económico. Teje sus redes lenta pero consistentemente en las cabecitas de sus apresados.

jueves, marzo 05, 2009

Editorial Textofilia, una realidad


Alfredo Núñez Hernández, Ricardo Sánchez Riancho y Mariana Camacho fueron mis estudiantes en algún lugar del tiempo y en el espacio de la Universidad Iberoamericana. Emprendedores lograron levantar un proyecto que cumple ya varios años: la revista Textofilia. Son estos mismos emprendedores quienes presentan los primeros títulos de la editorial que llevará el mismo nombre que la revista que han mantenido a lo largo de estos años. Una felicitación enorme a todo el equipo y, para la nostalgia, dejo acá el texto (pleno de lírica adolescente) que me publicaron en el ya lejano número 1 de esta revista (2004) que sigue nadando contra la corriente.

De la escritura o respuestas caprichosas para una pregunta insidiosa


Porque aunque se persevere, nunca se encuentra. Por ejemplo: felicidad alcanza el bondadoso, alegría el feliz; y ninguno sabe lo que ha buscado. Sabiduría el sabio, sólo cuando cree serlo. Bondad el malo, cuando actúa en contra de su corazón. Diversión, los vecinos del payaso, porque el payaso nunca se divierte consigo mismo. Y tontería cualquiera, que no hay que buscar las cosas que llegan solas. Como se ve, todos encuentran lo que buscan, porque no lo han buscado. Grandilocuencia encontramos quienes nos creemos artistas. Y pérdida de tiempo cualquiera que está buscando algo en una obra de arte, porque, como dije, nunca se encuentra lo buscado, y menos, en las obras de arte. De cualquier forma, el tiempo se pierde de cualquier forma, unas más felices que otras, pero se pierde igual... al final, sólo importa el tiempo que se pierde, y no cómo se ha perdido...
ARMANDO LUIGI CASTAÑEDA

En una película que adquirí recientemente y con dieciséis años de retraso, hay un personaje que me parece de los más entrañables que he visto. Se trata de Alberto, el aspirante a escritor de Los peores años de nuestra vida (España, Emilio Martínez—Lázaro, 1992) que se enfrenta con un dejo de conmiseración y humor negro al hecho de que las mujeres lo rechacen por no ser guapo, su hermano Roberto le robe las novias, su padre lo joda todo el tiempo porque no tiene un trabajo “de verdad”, su madre lo sobreproteja y él mismo no tenga una pizca de seguridad acerca de su persona. Alberto esta “cabreado” con el mundo. En su concepción está seguro de que el mundo funciona mal. “En el fondo —dice en alguna parte de la cinta— todas las mujeres quieren un tipo como yo”. ¿Qué tiene que ver esta remembranza cinematográfica con el tema que, según el título puesto allá arriba, debería tratar este texto? Pues nada. O casi nada. Poquito. De hecho sólo hay relación por el detalle insignificante de que la forma en que se rebela Alberto en contra de ese mundo que no funciona correctamente es a través del arte. Y del arte unido al humor, que es una forma de belleza más sublime. Alberto manda una novela a las editoriales que no se cansan de rechazar su manuscrito. Pero él tampoco se cansa de intentar. Cuando su madre le notifica que otro original suyo ha sido rechazado comenta: “No importa. Aparte esa novela ya no me gusta tanto. Ahora estoy escribiendo otra que es una obra maestra”.
          ¿Por qué escribimos? ¿Cuál es esa oscura, o luminosa, pulsión que nos obliga a tomar el lápiz, la pluma, la grabadora, la máquina de escribir, la computadora o cualquier otra herramienta para traducir las imágenes mentales en manchas sobre el papel que adquieren significado con la magia casi sobrenatural del ojo sobre las letras? ¿Qué misteriosa fuerza nos hace exorcizar al demonio del silencio para que de la página incendiada surjan luminosas las palabras? ¿A qué dios ciego ofrendamos los fragmentos de alma que, encapsulados, hacen placenteras las noches de insomnio y más agradables las tertulias con los infectados del mismo mal? ¿Por qué a algunos nos complace más gastar el presupuesto del día en un libro—cobija que en unos chilaquiles con pollito? ¿Qué deidad nos ha arrancado la cordura para encerrarnos en el sinsentido de las páginas impresas? ¿Por qué en las noches no dejamos de escuchar voces que nos animan y empujan a empuñar la pluma—espada o a golpear la máquina o a acariciar el teclado en busca del retorno del silencio? ¿Cuál es la causa de que esa línea de baba verdosa que escurre por las comisuras de la boca después de un acceso creativo sirva para fermentar las pociones anti—estupidez de los alquimistas exiliados? ¿Por qué a mi perro, que sufre de alucinaciones, no lo calma la Novena de Beethoven, pero se calla reverente ante los versos de “Tabaquería” de Pessoa? ¿Por qué al escribir, cuando estornudamos lo hacemos por la pluma y no por la nariz como la gente normal? ¿Será tan descabellada la idea de Sabines de que los poetas (y por extensión los narradores) necesitan llevar una estrella en la frente para ser reconocidos? Finalmente y para no comenzar a divagar: ¿Por qué escribimos?
          Se me ocurre una voluminosa lista de razones a esgrimir para intentar explicar esa pregunta que, al mismo tiempo que angustia existencial es confirmación de vocación de vida. Sólo expondré aquí algunas que son, más que contradictorias, complementarias.
          Escribimos porque estamos solos. La soledad ha sido uno de los pretextos más socorridos a lo largo de la historia de la literatura para ejercer, a través de la pluma deslizándose sobre el papel, uno de los exorcismos más eficaces que han existido. Cuando escribimos termina la soledad. Ya no es sólo el individuo lamentándose de su condición, el ser humano se transforma en el escritor que es, al mismo tiempo, creador, crítico, lector y tejedor de sueños destinados a combatir eficazmente al olvido. De hecho, algunos escritores no pueden ejercer su oficio más que desde la soledad. Acuña, Solshenicyn, Bukowski. Cuando se escribe en aislamiento lo escrito se dirige al solitario bajo la lámpara de noche tanto como al solitario con el frío caño de la pistola metido entre los dientes. Se escribe porque se está solo o porque se desea estar solo. A lo lejos los murmullos de los muertos claman por las palabras despeñándose en el abismo del silencio. La escritura rompe el silencio, quema lentamente la insidiosa tentación de la estupidez. La escritura en soledad se convierte en el proceso crítico mediante el cual el escritor ahuyenta a los buitres ansiosos del cuerpo de Prometeo. La soledad es comadre de la Muerte hasta que la palabra las separa.
          Escribimos porque no estamos solos. Porque la compañía es una cosa que es necesario prolongar. García Márquez alguna vez dijo que escribía para que la gente lo quisiera. Todos escribimos para que alguien nos lea. El que afirma que escribe solamente para sí mismo no es más que un onanista hipócrita. El escritor existe cuando alguien más lo lee. Existe porque el lector lo deja existir. Todos buscamos que la voz de nuestra escritura resuene con ecos continuos, extendidos y ambiciosos en el terreno de la eternidad. Escribimos porque amamos a alguien. Porque nuestra voz es más profunda y verdadera cuando resuena en los acantilados de la página. Porque no es lo mismo un verso que un beso. Porque a nuestra alegría la alimenta el rostro de sorpresa del otro. Porque una lágrima arrancada a golpe de tecla es más dulce que miel de laboriosa abeja. Porque platicamos para nosotros y nosotros somos muchos. Todos los que quieran leer, que lean. Escribimos para hacer felices a los demás, para que el Otro y Uno sean lo mismo. Nos—otros. Ser híbrido atrapado, consumido y sintetizado por el sagrado manto de la página. En el principio era el Verbo y el Verbo fue hecho carne. Blasfemia mortal asegurar que de la Palabra surge el deseo y el deseo se consuma en la carne. Escribimos para poder tocar el cuerpo ajeno. Metafórica y realmente. En la metáfora entramos por los ojos, acariciamos el cerebro y, a veces, humedecemos lo demás. En la realidad nos volvemos el cuerpo del deseo, la piel se nos cubre de palabras y la palabra belleza es reconceptualizada. Nos convertimos en pergaminos andantes. Dice una amiga que escribimos para poder ser más amables, no en tanto cordiales sino en sumo queribles. Cyrano triunfa sobre Adonis porque la belleza sólo es contemplable mientras la elocuencia es embriagante. El lector ingresa en nuestro sueños y entonces, ¡créanlo!, podemos hacer lo que queramos con él. El reino de los sueños es conquistado por aquél que camina sobre las rocas sin lastimarlas. Por el que construye laberintos con sólo nombrarlos, nos atrapa en ellos y nos permite, si quiere, salir indemnes. Porque es más lindo caminar la vereda acompañado; así los pasos van en contrapunto con el canto interminable de los grillos. Porque los grillos existen en tanto tú los has imaginado.
          Escribimos porque es una de las cosas que sabemos hacer. No hay razón para confiar en el narciso que afirma que escribe porque es lo único que sabe hacer. Un escritor es una persona útil, creativa, de múltiples posibilidades. El escritor que afirma que sólo sabe escribir no es un escritor, es, El principito dixit, un hongo. Aquél que escribe tiene que ser, por necesidad y vocación, un ente polifacético. Debe tener algo de monje y algo de vagabundo. Decía Buk que el escritor que tiene que salir a la calle para escribir sobre ella es un escritor que no la conoce. Así pues, el escritor que se plantea escribir sobre la vida es alguien que no ha vivido. No se escribe sobre algo, se escribe en algo. No existen los grandes temas, existen las grandes pasiones y los grandes odios. El amor inmarcesible y la desilusión incurable. El escritor es un predicante del reino de las posibilidades. Encuentra, busca, cuenta, miente, ama, juzga: vive. Yo no quiero leer a una máquina que produzca páginas o letras. Quiero leer a uno que genere lágrimas, risas, malestares, bendiciones, “la vida que se brinda generosa” y “la puta madre que lo parió”. El verdadero escritor no solamente sabe escribir. Antes de eso, estoy seguro, debe de saber leer. Leer en el más amplio sentido. Recuerdo a un profesor universitario con ínfulas de escritor que caminaba por la vida (¡y por las aulas de una facultad!) asegurando que cuando él comenzaba a escribir un libro dejaba de leer porque “no quería influenciarse”. Cuando lo escuché, el corazón se me encogió. No tanto por el destino literario del susodicho sino por la mirada perdida y el gesto afirmativo de varios de mis compañeros. Yo no dudé ni un ápice lo que el preceptor se había dignado exponer. El tipo era de lo más ordinario e inculto que recuerdo. Nunca vi un libro suyo. Un escritor debe ser ambicioso en cuanto a los horizontes de conocimiento que ante él se abren. Tendrá que ser hábil con las manos. Saber qué es lo que se puede hacer con ellas. Tocar el mundo. Sentirse existente los minutos en que lo tangible le recuerda su condición perecedera y pasajera por esta dimensión. Por eso un buen escritor generalmente es un buen amante. No en el sentido romántico, de devoción incondicional y sumisión implícita, sino en el sentido sensual y sexual. El escritor que no ha sentido el cuerpo del otro nunca podrá describirlo, más aún, perderá la posibilidad de descubrir los extremos sensoriales en la gama de comparaciones. Quien diga que una buena línea es mejor que un buen orgasmo, tendrá que mejorar en su vida íntima. Escribimos porque no sólo sabemos escribir. Sabemos leer, sentir, amar, construir, imaginar, conocer el mundo, arreglar un juguete, beber con los amigos, indignarnos por cosas que no podemos cambiar, hacer un buen graffiti, gritar en los conciertos, llorar en las películas, tocar un instrumento, bailar bajo la lluvia, besar en la cama, bromear en la mesa: desear en la vida.
          Escribimos porque somos demiurgos demediados. Titiriteros amateurs de un escenario sobrepuesto que nos esforzamos a diario por cambiar, llenar de escollos, cubrir de grietas. Como dioses omnipotentes creamos seres a los que inyectamos vida en una sangría y se las arrebatamos en el siguiente plumazo. Pequeños dioses sádicos que se complacen con los sufrimientos de sus creaciones. Dirigimos la vida de los seres creados, o al menos creemos dirigirla. Tarde nos damos cuenta que esos seres tienen vida por sí mismos. Hablan, discuten, se rebelan ante las arbitrariedades de un dios soberbio y estúpido al que no alcanzan a comprender. Nos solazamos escribiendo las vidas que nos gustaría tener, o peor aún, en afán exhibicionista mostramos nuestras propias miserias. Somos creadores y víctimas de la creación al mismo tiempo. ¿Qué nos impulsa a pretender controlar la vida de los que habitan en la página? ¿Acaso darnos cuenta de que no podemos controlar la nuestra? Al final descubrimos que la estrategia ha fallado. Nuestros personajes nos dominan, rigen nuestros horarios, anuncian nuestro estado de ánimo. De dioses pasamos a ser esclavos de seres que no existen más que en la imaginación y el papel. Nos dicen qué hacer, cómo actuar, cómo hablar, algunos desvergonzados nos llegan a gritar en el rostro, como sargentos malencarados, hasta cómo vivir. Sin embargo, insistimos en el proyecto. Tomamos nuevamente la hoja de papel y damos vida a otros habitantes de esa extraña república de las palabras. El resultado será, hasta el final de los tiempos, previsiblemente, el mismo.
          Estas son algunas respuestas a la pregunta del por qué de la escritura. Se me ocurren más pero creo que habrá que mencionarlas en otra ocasión. Hoy dejo una muestra de lo que pienso acerca de tan importante, olvidado y menospreciado oficio. Recuerdo ahora la profecía de Cortázar en “Fin del mundo del fin”: “Como los escribas continuarán, los pocos lectores que en el mundo había van a cambiar de oficio y se pondrán también de escribas”. Que así sea. Que sigan surgiendo por aquí y por allá los que le dan sentido a la mirada extraviada en un mundo conquistado por y para las imágenes. Un mundo que sería incompleto, imperfecto y aburrido sin el buen número de escribas a los que todavía les interesa creer en la necesidad de un mundo consciente de su propia estupidez. Conciencia que tal vez le permita detener a tiempo la masacre del alma a la que irremediablemente se dirige la humanidad. Un mundo de presidentes horrorosos que mandan a la muerte a miles de jóvenes que caerán en la emboscada del odio y la incomprensión. Que morirán eternamente sin conocer los versos de Auden, las líneas que podrían cambiar su vida, evitar su muerte, rebelarse ante lo inevitable: “Creí que el amor duraría para siempre./ Estaba equivocado./ Ya no quiero a las estrellas./ Apáguenlas todas./ Empaquen la luna y desmantelen el sol./ Vacíen el océano y arrasen con la leña./ Ya nada puede traer nada bueno.” Desilusión que presagia, sin contradicciones, la esperanza y la poderosa razón de seguir escribiendo tan sólo porque alguien tiene que hacerlo. Por demostrar que seguimos despiertos. Alertas. Al acecho.
          Hasta aquí llego. No va más. Aunque espero que en estos momentos, al menos, te hayas quemado la lengua y derramado el café. Salud.

miércoles, marzo 04, 2009

La shakirización de la música colombiana


Fanny Lú, "No te pido flores" de Lágrimas cálidas

Me encanta la música que hacen los colombianos. Diversos grupos y solistas están en lugares privilegiados de mi historia de vida y mi historia musical. Desde los Aterciopelados que en los 90 llegaron a México con su disco El dorado (un trabajo menor si consideramos que La pipa de la paz es su disco más sobresaliente en letras y música). Soy fan total de Carlos Vives y lo que ha hecho con la recuperación del vallenato como expresión de la música campirana de su país; creo firmemente que El rock de mi pueblo es uno de los mejores discos en español que se han grabado en los últimos 20 años. Por los 90's algo me sonó de Ekhymosis, la primera banda del hoy Juanes. De éste, creo que Mi sangre es un trabajo que logra sintetizar muchas de las obsesiones del rockero al recuperar sonidos de la tradición musical colombiana y el rock. Los que vinieron después, como una continuación de éstos, hablo de Fonseca (p. e.) y de Cabas, les encontré menos originalidad, pero la sinceridad de sus primeras propuestas me parecieron dignas de ser tomadas en cuenta.
          Uno de mis descubrimientos recientes fue Fanny Lú, una cantante cuya más precisa descripción me la ha dado mi amigo M. Aranguren cuando afirmó: "pero hermano, es que ésa es toda una hembra que, además, canta". Pues que un amigo me pasó su primer disco, Lágrimas cálidas, y quedé prendado. Música colombiana sin pretensiones, sonando a sonido popular, a rumba con aguardiente, a autobús cargado de gente. A café de Juan Valdés, para terminar pronto.
          Fue por eso que cuando me enteré que tenía un nuevo disco, titulado Dos, lo conseguí. Y me llevé una tremenda desilusión. En este disco se había perdido todo lo que el trabajo anterior recogía. Era una copia malhadad de Shakira. Que por cierto no me gusta para nada. Porque representa la transformación radical de una tradición musical riquísima en paquetitos de imagen, ritmos de discoteca y glamour tercermundista. Pero, parece que la necesidad de triunfar en los ámbitos en que la chaparrita transnacional lo ha hecho permitió que la propuesta primera de Fanny Lú: fresca, original, bailable a morir; se convirtiera en una serie de beats ultra pop que, con mucha seguridad, pasarán al olvido (o, en paradójico resultado globalizado, será todo un trancazo).
          La shakirización de la música popular masiva colombiana es un fenómeno que está tocando a diversos cantantes de ese país. Ya el último disco de Juanes mostró un vuelco hacia un sonido masivo, empaquetable, digerible en extremo. Vendible, pues. Carlos Vives saca disco nuevo este año y, por la insistencia en el dueto con Shakira, es probable que el trabajo tenga algunas variables en ese sentido. Qué nos queda.
          Yo, mientras, me pongo ansioso por poder encontrar este documental sobre Totó La Momposina.


Trailer de La colombiana, documental sobre Totó La Momposina

Cuando el Aleph conoció al Cronotopo Cero [fragmento]


Comencé a viajar con la esperanza de no encontrarme en todas partes. Pero, inmediatamente o dos días después, siempre terminaba apareciendo yo, sin importar a dónde había ido ni con quién estaba.

Luis Pescetti, El ciudadano de mis zapatos

La historia empieza en una actividad de intercambio de experiencias y de exposición de trabajos literarios para análisis y discusión de jóvenes escritores mexicanos en San Luis Potosí durante 2007. Llevaba un proyecto para escribir cuentos que versaran, de manera variada, acerca de la violencia y de las reacciones humanas asociadas a ésta. La referencia que tenían esos cuentos era el contexto que, ya desde esos días, pintaba como caótico, tanto dentro del ámbito urbano como en el ámbito rural de una realidad que conozco bien: México. Los cuentos versaban sobre la violencia que se ejerce en un embotellamiento de tránsito, de la asociada al tráfico de drogas en colonias populares, de la necesidad de la migración como opción casi única a la desolación económica en zonas rurales, de la violencia de las relaciones sentimentales en un contexto de invasión mediática donde la educación sentimental queda acotada por el consumo de imágenes y proyecciones de vida de una realidad “global” que impone sus condiciones sin miramientos, de una violencia alentada por el crecimiento de crímenes asociados con la marginación o la perversidad inexplicable. Al principio sentía que el hecho de pensar esas tramas referidas específicamente a la realidad inmediata era una operación casi automática, que no debía cuestionarme; finalmente, era algo que quería hacer.

          Sin embargo, el tratamiento y temática de los demás proyectos me dejó un tanto descolocado. Repentinamente, y sin preparación alguna, sentí que representaba dentro de ese grupo una especie de anacronismo viviente. Los proyectos de mis compañeros (todos, menos uno) intentaban desasirse del referente inmediato, “real”, para intentar explorar otras vertientes: uno intentaba simular las voces de escritores de diversos lugares del mundo, inventarles una biografía a los escritores y una poética a sus obras que pudieran reflejar su origen: rusos, africanos, ingleses, de Europa del Este; otro proyecto versaba sobre las posibilidades del lenguaje para comprender la relación entre el uno y los otros, planteaba el desdoblamiento en ejercicios pulcramente ejecutados donde las voces y las personalidades de los personajes se revelaban de maneras cuya comprensión exigía a veces atención excesiva; uno más pugnaba por la reinterpretación de textos variados, por la reinvención de los otros para generar un discurso actual en el que insertar esas tramas, ecos de Allan Poe, de Paul Auster, de Easton Ellis; uno más planteaba tramas donde la excesiva individualidad (narcisismo en los términos en que Gilles Lipovetski lo entiende) de los personajes y voces de los narradores, impedían ubicar las historias más allá de las preocupaciones temáticas, homosexualidad, desempleo, discriminación, vacío existencial.

          No pude evitar sentirme un poco raro. Yo hablaba de una realidad inmediata que me parecía sumamente dolorosa y susceptible de ser narrada. Ellos lo veían como un estado superado en sus poéticas e intentaban “ir más allá”: desaparecer los referentes que pudiesen vincularlos con una realidad que los hiciera ubicables, no dejar más que el nombre del autor como huella irrenunciable para determinar el origen nacional, o cultural, o lingüístico, del que escribiera las líneas. Necesitaban fugarse a la tierra de la inexistencia de referencialidad, al paraíso de “la literatura plena”, al Otro Lado del Espejo. A mí el espejo no me deja pasar, me ha condenado a pertenecer, de manera irrenunciable a este lugar. Al Aquí y Ahora.[...]

[El texto completo se publicará en el segundo número de Nostromo. Revista crítica latinoamericana, próximamente].

martes, marzo 03, 2009

Gelman sobre el conflicto en Medio Oriente


Escribe Gelman:
Einstein, Israel, Gaza

El pasado sábado 27 a las 11:30 hora local, 50 cazas de combate israelíes demolieron unos 50 puntos de Gaza en tres minutos. Fue una violación de los Diez Mandamientos y de la santidad del sabbath, pero tal vez no valgan cuando de matar palestinos se trata: centenares en esta ocasión y más de mil heridos. Hay diferentes puntos de vista sobre las razones de esta matanza brutal. Tel Aviv asegura que es una represalia por la ominosa práctica de Hamas de lanzar cohetes al territorio israelí. Analistas varios opinan que más bien tiene que ver con las próximas elecciones en Israel, donde todavía es primer ministro —interino y renunciante por corrupción— Ehud Olmert. Los hechos históricos indicarían otra cosa: se trata del nunca olvidado intento de reconstruir el “Gran Israel” echando a los palestinos de su tierra.

Ben Gurion, que inauguró el cargo de primer ministro del flamante Estado de Israel, aceptó la partición de Palestina en territorios israelíes y territorios palestinos que la ONU estableció en 1947. Pero tenía un viejo pensamiento de fondo: en carta a su mujer confió que un Estado judío “parcial” —un proyecto de 1937 del ocupante británico que nunca se llevó a cabo— era sólo el comienzo y que planeaba organizar un ejército de primera y utilizar la coerción o la fuerza para absorber toda la extensión del país (Letters to Paula and the Children, David Ben Gurion, University of Pittsburg Press, 1971, carta de fecha 5-12-37, págs. 153-57). Esto se cumplió con la ocupación militar israelí de los territorios palestinos desde 1967 a la fecha. En el 2006 Tel Aviv se “retiró” de Gaza, a la que impuso un cerco implacable. El triunfo de Hamas en las inobjetables elecciones de ese año disgustó a Israel: un Estado que se dice democrático no tenía por qué respetar la democracia cuando de palestinos se trata.

Olmert es del partido Kadima, una escisión del derechista Likud del que no se diferencia mucho, como prueban las guerras que sigue desatando. El Likud, a su vez, desciende del Herut, expresión política del grupo paramilitar de Menahem Begin, también primer ministro de Israel (1977-1983). Los nombres cambian, pero la contumacia no. En diciembre de 1948, a siete meses de la declaración de independencia de Israel, Begin visitó EU y causó reacciones dispares. Por ejemplo, la de Albert Einstein, Hannah Arendt y otros 27 destacados intelectuales judíos estadunidenses. Consta en una carta abierta que el New York Times publicó el 4-12-48.

El texto comienza así: “Entre los fenómenos políticos más inquietantes de nuestra época figura la aparición, en el recién creado Estado de Israel, del ‘Partido de la Libertad’ (Tnuat Herut), un partido político estrechamente emparentado con los partidos nazifascistas por su organización, sus métodos, su filosofía política y su demanda social. Fue creado por los miembros y partidarios de la ex Irgun Zvai Lemi, una organización terrorista de extrema derecha y chauvinista de Palestina. La visita actual a EU de Menahem Begin, jefe de ese partido, ha sido evidentemente calculada para dar la impresión de un sostén estadounidense a su partido y para cimentar los lazos políticos con los elementos sionistas conservadores de EU”. Continúa así: “Muchos norteamericanos de reputación nacional han prestado su nombre para acoger esa visita. Es inconcebible que quienes se oponen al fascismo en el mundo entero, más que correctamente informados sobre el pasado y las perspectivas políticas de M. Begin, puedan sumar sus nombres y apoyar al movimiento que él representa.” Señala que Begin es “uno de los que han predicado abiertamente la doctrina del Estado fascista”. A continuación menciona la matanza que las fuerzas israelíes provocaron en la aldea árabe de Der Yassin “que no había participado en la guerra y que incluso había combatido a las bandas árabes que querían convertirla en su base de operaciones”. Precisa: “El 9 de abril (de 1948), bandas de terroristas (israelíes) atacaron esa pacífica aldea, que no era un objetivo militar, asesinaron a la mayoría de sus habitantes —240 hombres, mujeres y niños— y dejaron a algunos con vida para hacerlos desfilar por las calles de Jerusalén”. Acusa a Herut de preconizar en el seno de la comunidad judía una “mezcla de ultranacionalismo, misticismo religioso y superioridad racial… signo indudable de un partido fascista para el cual el terrorismo… es un medio para alcanzar su meta de un ‘Estado líder’”. Agrega: “Es más trágico aún que la alta dirección del sionismo estadunidense se haya negado a hacer campaña contra los designios de Begin”. Han pasado 60 años desde que se publicó esta carta que Einstein firmó. ¿Habrá perdido actualidad? Muchas cosas cambiaron en Israel desde entonces. Su objetivo central, no.

lunes, marzo 02, 2009

El principito rules!!


En este debate que da inicio al nuevo libro del entrañable personaje de Natacha de Luis Pescetti, yo me tengo que poner del lado de las niñas. Tom Sawyer con todo y su carga de paria con suerte, nunca podría enfrentar a puño limpio a El principito (literariamente hablando).

Te amo, lectura (Natacha)

(primer capítulo del nuevo libro,
lanzamiento: julio 2009)

La maestra propuso algunos libros para leer y sugirió que
podían armar equipos para realizar los trabajos o,
simplemente, compartir las lecturas.
Sin embargo, por alguna razón, los equipos se dividieron
de manera que los varones escogieron Tom Sawyer y
las niñas: El Principito.


- ¡Tom Sawyer, si quiere, le re-rompe la cara al Principito! (Jorge).
- ¡Sí, nene! ¡Y el principito le tira con un planeta que lo revienta! (Sabrina)
- ¡Bien, Sabrina! (Natacha).
- ¡Ja, chicos, miren lo que dijo! ¡Los planetas no se pueden tirar, nenita! (Rubén).
- ¡Callate, Rubén, que siempre pedís ayuda en ciencias naturales! (Pati).
- ¡¿Y qué tiene?! (Rubén).
- ¡Que te hacés el que sabés cómo se tiran los planetas! (Pati).
- Además, Tom Sawyer tiene de amigo a Huckelberry, que se sabe de todo y lo deja como una papa frita! (Federico).
- ¡Y el Principito tiene un lobo que para eso lo entrenó y lo deja peor que la abuela de Caperucita! (Leonor).
- ¡Si esa se salvó! (Nicolás).
- ¡Pero por culpa del leñador, nenito! (Natacha).- ¿¡Y qué?! ¡Mi papá trabaja en la ferretería! (Federico).
- ¿¡Y eso qué tiene que ver, Federico!? ¡Ay! ¡Nada que ver! ¡Chicas, éste se zarpó! (las chicas juntas).
- ¡Que no será leñador pero ahí venden maderas, hachas, de todo! (Federico).
- ¡Sí, nena! ¿¡Y dónde te creés que compran las cosas los leñadores?! ¡Conoce a un montón! (Jorge).
- ¡Además el Principito no lo entrenó para atacar al lobo, sino que lo domesticó por amor! (Rubén).
- ¿¡Y vos cómo sabés eso, Rubén!? (Valeria, alerta contenta).
- No, nada que ver… bueno… (Rubén).
- ¡Chicas! ¡Rubén leyó el Principito! ¡Ganamos! (Leonor).
- ¡Qué salame que sos, Rubén! (Jorge, agarrándose la cabeza).
- ¡Ga-nááááá-mos! ¡Ga-nááááá-mos! ¡Ga-nááááá-mos! (las chicas, abrazándose).
- ¡Paren, nenas! ¿¡De qué ganaron?! (Federico).
- ¡Lero lero, lero lero! ¡Ga-nááááá-mos! (Natacha).
- ¡Si la maestra nos dio los dos para escoger, nenas! (Nicolás).
- Pero las chicas habíamos elegido al Principito y ustedes a Tom Sawyer (Pati).
- ¿¿¿Y qué tiene??? ¡Paren de hacerse las cancheritas! (los varones).
- Que si Rubén lo leyó es porque está más bue-no-nues-tro-li-bro, ja ja já (Sabrina).
- ¡Vivan las chicas! (abrazándose).
- ¡No lo leí entero! ¡Paren, paren! ¡Lo leí un poco porque mi hermana lo tenía! (Rubén).
- ¡Aguante el Principito! ¡Aguante el Principito! ¡Aguante el Principito! (las chicas, saltando en ronda, abrazadas).
- Chicos, vámonos que son unas plomas (Federico).
- ¡Aguante el Principito! ¡Aguante el Principito! (las chicas).

Los varones se retiran murmurando.

- Chicos, pero les juro que a Tom Sawyer sí me lo estoy leyendo entero (Rubén, alcanzando al resto de los varones).
- … (Nicolás le da una suave palmada en la cabeza).
- ¡Y me gusta más! ¡En serio! ¡O igual, pero me gusta más! (Rubén).
- Está todo bien, Rubén; pero tenés que fijarte lo que decís delante las chicas (Jorge, le cruza el brazo sobre los hombros, mientras siguen caminando).

La fábrica en eSpiral


El número 21 de la revista eSpiral, incluye un texto de su servilleta. Click a la imagen.