jueves, enero 29, 2009

Ojeras

Toda la vida he tenido ojeras. Algunos que me conocen por primera vez y ven las manchas violáceas que rodean mis ojos, han confesado con posterioridad que estuvieron convencidos de que esas ojeras eran el resultado de "Livin' la vida loca". Es cierto que se me facilita el estar despierto hasta altas horas de la noche o, mejor aún, el de despertar en las madrugadas y no volver a conciliar el sueño. Pero eso no ha generado mis ojeras. Mi abuela tiene unas igualitas. Y eso que no tiene problemas para descansar a pierna suelta.
          En la foto de arriba, tenía 9 años. Me entregan un reconocimiento por algún logro nerd de esos tempranos años. Esa cara es la que siempre pongo cuando me enfrento al reconocimiento público. Cara de animal atrapado. De mapache en trampa de río.
          Y sin embargo, lo que sobresale son las ojeras. Como si la mirada saliera, de repente de un abismo oscuro y buscara la luz. De un tiempo a esta parte ya tengo resuelto el espacio que siempre dejaba en blanco en los documentos de identidad. Señas particulares: Ojeras, eternas y enormes ojeras.

miércoles, enero 28, 2009

Kafka esquina Sartre antes de Amparo Dávila

El animal sobre la piedra de la jovencísima Daniela Tarazona (Ciudad de México, 1976 [a los autores de mi generación habrá que irlos considerando "jovencísimos" en beneficio propio]) es una novela extraña. No es la literatura que suelo leer, o que me guste leer, o que compraría por motu propio. Y, sin embargo, es una novela que compré, que leí de principio a fin y que resultó gustarme de una forma, también, extraña.
          La trama es simple (o eso parece), una mujer emprende un viaje hacia algún lugar en busca de la paz vital que no ha podido encontrar. En ese viaje comienza una transformación que la convierte en un reptil que oscila entre las iguanas y los monstruos de Gila. Lleno de escamas, mudando piel, venenoso. La trama es, también, la crónica de una paciente psiquiátrica que cree que se está volviendo reptil. Además, la trama es, por otro lado, la búsqueda incesante en el interior de la narradora de eso que llaman la esencia o el espíritu, o la existencia.
          La acompañan en su viaje un hombre que es testigo de la metamorfosis y un oso hormiguero que se comporta como perro. No hay, como en el Samsa de Kafka, una reflexión sobre la discriminación o el desgaste paulatino pero creciente de la tolerancia hacia el otro. Hay una introspección meditada, documentada (a veces por el hombre, a veces por la propia narradora). La disposición del texto es absolutamente fragmentaria, con una gran cantidad de blancos tipográficos. Esa proliferación de espacios-tiempos que se alternan o se rompen, le otorgan un ritmo constante, pero al mismo tiempo pausado, al texto. Se disfruta la lectura, a pesar de que es una tensión que no encuentra grandes picos ni sorpresas. El final es lindo, redondo. Una sola oración que reacomoda las reflexiones que uno mismo se hace acerca de lo que se es y lo que se quiere. El siguiente es uno de los fragmentos que más me gustaron:
Mientras reptaba me fue imposible escribir y mi comportamiento sólo anotó lo que le parecía de valía. Apenas unas páginas antes, él tuvo oportunidad de contar algunos pormenores dictados por mí y escribió mi nombre como lo pronuncié. Fue entonces cuando me enamoré de él; meses antes de que esta emoción fuese contundente, supe que mi compañero también me quería. Yo no necesitaba muchas horas de sueño para recomponerme y fingía que estaba soñando para que él se acercara. Lo hizo una o dos veces, semanas antes de desaparecer. En la última, se sentó en una silla para verme dormir, entonces, dijo que no entendía de dónde había venido yo -se refería a mi origen, a mi primera vida- después, me acarició el vientre y añadió: "Moriré sin conocerte".
Daniela Tarazona, El animal sobre la piedra, México, Almadía, 2008.

martes, enero 27, 2009

El del temperamento melancólico

Yo, Lu y Luis

Hoy estuve con la nostalgia a tope. De repente me dio un apachurramiento que casi me deshace. Un ataque de ansiedad, de ésos tan intensos que uno de repente no sabe dónde termina el corazón y empieza el estómago. Y va uno de regreso a la infancia. Esa foto de arriba es de los pocos recuerdos que guardo de esa época.
         Tenía 5 años y pasaba junto con mi hermano y mi prima Lu la mayor parte del tiempo. No necesitábamos más que una tarde sin lluvia, unos cimientos de la casa grande que nunca se construyó, muchas sonrisas y un poquito de no saber qué había en el futuro. Bastaba con vivir, así, como venían las cosas. Los días de los niños son tan monótonos pero, al mismo tiempo, tan singulares. Uno le puede preguntar a un niño qué fue lo que hizo los días anteriores y, sin falla, el chamaco se soltará con una crónica que ni el mejor comentarista político. Así era de pequeño, hablador hasta el hartazgo. Creo que así sigo siendo.
         Ese caballo que se asoma detrás, era un cabrón. Sólo lo monté un par de veces. En una de ellas, me tiró al suelo y estuvo a dos centímetros de que sus herraduras destrozaran mi cabeza. Algo fuera de mi comprensión lo evitó. Porque, cada vez que veo esos accidentes en los que un jinete cae de un caballo desbocado que comienza a sotar coces, es evidente que es más probable que las patadas impacten en la cabeza del caído a que salga completamente ileso.
         Mi hermano siempre fue un figurín. Se ha casado. Tiene una nena hermosa que crecerá con el tiempo compartido de sus padres y la presencia constante de la abuela (mi madre). Casi como la presencia que mi propia abuela tenía con nosotros. Lu es cosmopolita. Ha vivido en Europa, dejó amores en España y extrañadores en Londres. Hoy da clases de inglés y trabaja para las transnacionales farmaceúticas.
         Yo quisiera ser ese mismo flaco de gorra de mezclilla que sonríe completamente desinhibido , que parlotea sin descanso y desconoce todo del futuro. Lo intento con denuedo. A veces resulta. Hoy no.

lunes, enero 26, 2009

Andrés, he ahí a tu hermano



Al mencionar el nombre de Javier Calamaro viene a la mente de inmediato y casi en automático el nombre de su hermano Andrés y su historia en Abuelos de la Nada o Los Rodríguez. Y sin embargo, después de escuchar Villavicio, su disco editado en 2006, viene a la mente la idea de que, probablemente, el talento no está reñido con la genética.
         En Villavicio, Javier Calamaro hace una selección de tangos clásicos como "Yira Yira" (Aunque te quiebre la vida, /aunque te muerda un dolor, /no esperes nunca una ayuda, /ni una mano, ni un favor...) y "Yuyo Verde" (Ibamos perdidos de la mano,/ bajo un cielo de verano,/ soñando en vano...) y composiciones desgarradoras como "4 rosas y una vela" 0 "Granizo" (Afuera golpea el granizo y vos en este agujero/ te estás hundiendo en el río de la miseria mental/ Con el lama fría y tiesa revolviéndote los miedos /y el carajo en la cabeza... ¿Dónde te vas a escapar?).
         Pareciera que este disco es una respuesta a Tinta roja, el disco que Andrés publicó en el mismo año que este Villavicio. Son discos distintos. Les une esa manía por el tango, les separa el riesgo que Javier toma en la composición y Andrés en la interpretación. No se puede negar la grandeza de algunas de las letras de este género. Pensar por ejemplo en "La última curda": "¿no ves que vengo de un país/ que está de olvido, siempre gris,*/tras el alcohol?". O en esta hermosa canción de Calamaro, Javier, con la que abre su disco:

4 rosas y una vela
Nos tropezamos en la calle de los sueños rotos
donde el sol derrite el hielo de la gente
yirando entre esos tontos que condenan a los locos
te perdías, entregada a la corriente
Tu corazón suicida no encuentra la salida
y estas cansada de buscar
Te quiero aunque creas que no hay nada en qué creer
te quiero aunque estés loca de atar
Aunque ya no tengas nada que perder
no puedo imaginarme la vida si no estás
Si alguna vez volvemos a dormir
tal vez no vuelvas a sufrir
tal vez prefiera enterrar
el tiempo que vivimos sin soñar
Buscabas un consuelo aunque sólo sea un placebo
y en silencio me robaste un quitapenas
No puedo prometerte refugio para siempre
sólo tengo 4 rosas y una vela
Tú corazón suicida no encuentra la salida
y estas cansada de buscar...

domingo, enero 25, 2009

Marley y yo (o sea Y0)


Me cagan los perros. Lo he dicho en ocasiones anteriores. Son dependientes en extremo, limosneros de amor, violentos involuntarios, escandalosos de a madres. Es decir, casi casi humanos.
          Y sin embargo, puedo reconocer cuestiones como la fidelidad y como el tan sobado título de "mejor amigo del hombre" que se le ha endilgado por años y años. Después de ver Marley & Me (David Frankel, 2008) he podido comprender un poco más ese vínculo que une a los perros con sus amos. Es una película conmovedora (al menos en mí movió cosas que habían estado quietecitas durante un buen rato).
          Y es que la peli, a pesar de venderse como una comedia boba más (casi como comedia romántica de fórmula probada), resulta una sorprendente lección de vida. Marley & Me habla sobre dos cuestiones fundamentales y que los humanos tendemos a despreciar: la libertad y los vínculos. La gracia de Marley es la de ser un reverendo hijo de la chingada. Incapaz de subordinarse o hacer caso a sus dueños: se come las paredes, se caga en la playa, tira todas las cosas a su alrededor (un perro índigo, diría un avezado pedago-psicólogo de perros [que los hay]). Es decir, Marley es casi un gato: valemadre, anárquico (el casi viene por la devoción que tiene por su familia y porque en lugar de enroscarse y dormirse por horas le encanta aullarle a la lluvia). Pero en esa libertad ejercida de manera "natural" es que funda el cariño que le tiene su familia y su propia individualidad.
          La peli está basada en las crónicas que el periodista John Grogan escribió para diversos diarios y convirtió en un libro de título homónimo. Hay una carga de humanidad tremenda en la recreación de la construcción de la familia Grogan. El romance con la esposa, los hijos procreados, las mudanzas. Pero también los pleitos, las renuncias, las oportunidades. La historia plantea que las decisiones que tomamos nos llevan por caminos en los cuales gobierna la incertidumbre, pero que, probablemente, el azar de eso que llamamos vida, nos tiene sorpresas derivadas de esas decisiones.
          El destino impar de Sebastian (mujeriego, reportero de éxito, personalidad y físico de modelo de Calvin Klein) contrasta con el de John (columnista por accidente, reportero de trivialidades, descontento ante las oportunidades que rechaza por no separarse o romper a su familia). Al final no sabemos quién envidia a quién.La historia de Marley es una historia paralela. No es el centro de la trama (afortundamente). Y sin embargo, al director no se le escapa utilizar todos los medios a su alcance: buenas actuaciones, música ad hoc, niños llorando, para que la muerte y sepelio del perro sea como un apretón al corazón.
          Probablemente, alguien más cínico que yo (y miren que estoy bien rankeado), dirá que no es más que otra comedia tonta de fórmula probada y humor bobo. Al oírlo no opinaré nada. Me quedaré con los apretones de corazón y las reflexiones que esta cinta despertaron en mí. Recomendable verla sin prejuicios (aunque no es requisito, a mí se me cayeron de volada).

[Nota al margen: Alan Arkin es un actorazo. Tiene un papel secundario, pero es de lo que más se recuerda al final].

lunes, enero 19, 2009

Tentempié


A veces necesitamos un poquito de algo que nos convenza de que, tal vez, vivir pueda ser algo llevadero. La idea del tentempié es eso, en lo cotidiano representa echar un bocadillo antes de llegar a la comida de a deveras. El tentempié es, casi, deporte humano. Uno anda de tentempié en tentempié sin, a veces, nunca llegar a la comida real o llegando sin el hambre. Sirva de metáfora. Vivimos por adelantado y postergando el banquete vital.
          La dificultad estriba en el momento en que el tentempié se vuelve razón de vida. Y la verdadera vida queda hecha a un lado. La pruebita de esto, la pruebita de aquello. Nos vamos llenando de tentempiés vitales sin que al final podamos recordar alguno como cosa significativa o sin que los tentempiés lleguen a satisfacernos.
          Otra dificultad estriba en comprender cuando el tentempié ha dejado de serlo para volverse experiencia superior a lo circunstancial. Seguimos creyendo que lo que se tiene, o a lo que se llega es una prueba de lo viene después, de lo que nos espera (imagen linda: algo que allá a lo lejos, en un futuro radiante [nadie se imagina el futuro de otra manera: seguro] está esperanzado de que llegaremos a disfrutarlo).
          En ese espíritu reflexivo fue que me encontré con esta hermosa canción de Ana Prada, uruguaya emparentada con el sonido de recuperación tradicional letrística-musical de ese país encabezada por gente como Jorge Drexler y los uruguayos del Bajofondo. Acompañada de la gravísima voz de Kevin Johansen (consentido de la fábrica) realmente me pusieron la piel chinita. Un tentempié musical.

sábado, enero 17, 2009

Si se pusieran de acuerdo...


Estaba (h)ojeando-leyendo el volumen de The Sandman, en específico el relato "Un sueño de un millar de gatos", como sin hacer nada. Postergando el momento de ponerme a trabajar de veras, cuando el Suadero (gato loco, guerrillero y, de unas fechas para acá, suicida fallido de saltos triples en el cubo de la escalera), vino, pegó un salto de ésos muy suyos y se trepó a la cabecera de mi sillón de trabajo. Y ahí se quedó.
          Y ya no pude seguir leyendo la historia de Gaiman. En ésta se plantea la existencia de una Historia en donde los gatos dominaban el mundo y los humanos eran sus mascotas. Pero un día, los hombres decidieron soñar simultáneamente lo mismo: terminar con el dominio felino. Y lo consiguieron (conseguimos).
          Me imaginaba al Suadero leyendo sobre mi hombro la historia. Maquinando que, probablemente, él podría ser el profeta que retornara a los gatos al poder. Y me dio un escalofrío. Cerré el volumen. Y me puse a cepillar el abundante pelaje color smoking de la bestia. Éste se retorció, lanzó dos zarpazos al aire y desapareció volando, otra vez, por el cubo de las escaleras. Ahora rasguña su rascador y le da vueltas a las pelotitas de su juguete. No me imagino qué haría conmigo si otros 999 gatos soñaran lo mismo que él.

jueves, enero 15, 2009

Changó, Yemayá, Oshún y Orishas que le acompañan...


Una de las bandas que más me gustan son los Orishas. Esa mezcla tan promiscua entre la música tradicional cubana y el hip hop hace que de inmediato me ponga a mover la patita como buscando el suelo. El gusto comenzó con el primer disco (A lo cubano), en el que se establecen las condiciones y las características de la música que harían hacia el futuro.
          Originarios de Cuba y emigrantes a fuerza hacia territorios europeos, los Orishas encuentran cobijo en España y Francia, donde se gesta su aventura. No reniegan, al menos no totalmente, de la condición política en la isla y sus posturas se muestran un tanto recatadas. En Cuba se les oye. Y se gusta de ellos.
           Y no es para menos. Roldán González tiene, probablemente, una de las voces más poderosas y privilegiadas para interpretar la música tradicional cubana de manera tal que no se puede permanecer indiferente. Incluso en un dueto de estudio, su voz no desmerece nada de la de Benny Moré. Los raperos podrían ser prescindibles, y sin embargo, los Orishas no serían lo que son sino fuera por esa forma tan particular de frasear las líneas de sus rimas "muy cubanas" (con ese sabolcito, chico).
           Despues de A lo cubano (1999), vino otra buena muestra más politizada en el 2002 (Emigrante) y una caída en la calidad de las letras y el ritmo hacia 2005 con la salida de El kilo. En 2008 regresan con fuerza y retornando a sus orígenes con Cosita buena. Suena y suena en el Ipod. No me cansa. Raro tomando en cuenta que no soy entusiasta del hip hop. Pero esto es otra cosa.

martes, enero 13, 2009

La culpa mata, el amor también

(Atención: spoilers poco probables, pero si quieren llegar a ver la peli con su virginidad intacta, igual no conviene seguir leyendo)


Will Smith es divertido. Al menos se concibe más como un negrazo bonachón que sonríe y lanza bromas a granel. Incluso en Alí (Michael Mann, 2001) el cinismo le quedaba que ni mandado a hacer. Es por eso que llama la atención su cara de estreñido en Seven Pounds (Gabriele Muccino, 2008). Su caracterización de un personaje atormentado por la culpa lleva al espectador, al menos durante los primeros 40 minutos, a la exasperación.
          Y es que resulta un tanto cansado el inicio larguísimo antes de que se comiencen a aclarar las cosas. No hay conflicto evidente. Flashbacks vertiginosos que no explican, sino que confunden más. Y sin embargo, al mismo tiempo, es posible dilucidar la trama por ahí del minuto 30. Se sabe que el personaje está en proceso de redención. De la redención por un pecado mortal. Uno de esos que matan no sólo a las víctimas directas, sino también a los ejecutores. Y Ben Thomas (Smith) fue un ejecutor implacable y trágico. Pierde las cosas que más ama en el mundo. Por una estupidez. Y la culpa opera.
          El camino hacia la redención de Thomas pasará por una etapa complicada en la que tendrá que decidir entre renunciar a la redención vía el sacrificio o en proseguir aún a costa de su propia vida. Y la etapa complicada la encarna Rosario Dawson, una impresora-diseñadora enferma del corazón que se enamora (y enamora) al atormentado Thomas. Emily Posa (Dawson) es una de las personas que Thomas ha elegido para redimirse. Pero se enamora. Y la cara de estreñido se intensifica. Más aún cuando la Dawson se pone sexy. Muy enferma terminal pero destila un erotismo que ya lo quisieran varias divas de Hollywwod. La felicidad no es una opción. A pesar de la escena cumbre de la cinta en que Ben se sacrifica por amor. Es decir, la motivación cambia: de sacrificarse por la culpa, termina inmolándose por amor. La música no ayuda a permanecer indiferentes y pensar en la fuerza de esos sentimientos que duermen dentro de nosotros y que más allá de contraponerse, se combinan, se adaptan. La culpa y el amor, en el corazón de Ben (je, je: el corazón), no tienen cabida. Y sin embargo, es un final aséptico, emotivo, lindo.
          Es así que Thomas paga vida por vida. El título refiere, claramente, a la línea inmortal: “A pound of flesh, no more no less”, que suele referirse al castigo que se tiene que pagar por una deuda adquirida. La deuda de Antonio con Shylock en El mercader de Venecia. Una libra de carne por cada vida, siete libras por siete vidas.
          La película no descubre ningún hilo negro, pero se deja disfrutar. Claro, si uno llega con voluntad más allá del minuto 30.

lunes, enero 12, 2009

Difícil, ¿no?

Relacionado con el conflicto palestino-israelí.

Tzvetan Todorov al recibir el Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales.

Ser civilizado no significa haber cursado estudios superiores o haber leído muchos libros, o poseer una gran sabiduría: todos sabemos que ciertos individuos de esas características fueron capaces de cometer actos de absoluta perfecta barbarie. Ser civilizado significa ser capaz de reconocer plenamente la humanidad de los otros, aunque tengan rostros y hábitos distintos a los nuestros; saber ponerse en su lugar y mirarnos a nosotros mismos como desde fuera. Nadie es definitivamente bárbaro o civilizado y cada cual es responsable de sus actos.

domingo, enero 11, 2009

I'm a man


¿Qué poder tendrá Madonna que hace caer carreras y, después de abandonar a sus amores, resulta que éstos experimentan un renacimiento total? Pregúntenle si no a Sean Penn, a Britney y, ahora, a Guy Ritchie. Su RocknRolla recupera la fuerza que tenía en Snatch y en Lock, Stock & Two Smoking Barrels.
          Personajes masculinos casi en su totalidad, abdómenes esculpidos a conciencia para lucir frente a las cámaras, clichés narrativos, algunos plagios evidentísimos (sobre todo a Pulp Fiction), una belleza rara como la de Thandie Newton, edición esquizofrénica muy en la onda videoclipera, madrazos a granel, unos rusos terminator, un personaje entrañable (el RocknRolla Jonnhy Quid), unos resbalones que le restan verosimilitud a la cinta (un mafioso que va a hacer negocios sin guardaespaldas, p. e.), un soundtrack de puta madre (el inicio con "I'm a man" de los Black Strobe anuncia el resto de la nada desperdiciable selección musical). En fin, que soy fan.
          Se plantea que ésta será una trilogía. Y tendrá que plantearse de manera que pueda cerrar una serie de cabos sueltos que quedan en esta primera entrega y que dibujan más de una cara de molestia entre los asistentes al cine. Yo salí satisfecho. Porque RocknRolla es una película disfrutable en código de testosterona sin desperdicio; pero también en términos de que la sensibilidad, respecto de lo artístico, encuentra variados e inexplicables causas y caminos. Recomendable.

sábado, enero 10, 2009

Buen texto, mal actor


Por la madrugada de hoy me topé con La tigre e la neve (Roberto Benigni, 2005), un monumento a la megalomanía del actor_director_guionista que ha sido comparado con Woody Allen y Charles Chaplin (háganme el rechingado favor), Roberto Benigni.
          Me cayó mal el Benigni-actor, un gesticulante desbordado que en la exageración lleva la condena del hartazgo y el bostezo. La lucha del poeta Attilio po0r rescatar a su amada Vittoria de un hospital de Irak, puede pasar por una comedia romántica de regular factura. Pero Benigni llena a su personaje (que resulta un poeta, esto es, de profesión poeta) de tantos manoteos, parloteos e incongruencias, que el personaje que en otras manos hubiera resultado entrañable, acá muda en insoportable.
          La presencia de Jean Reno como un retornado árabe que atraviesa el Meditérraneo para estar en su tierra durante la invasión estadunidenses es de las cosas más rescatables del film.
          Lo extraño, sin embargo, es que el texto (el guión) parece miserablemente desperdiciado por las tendencias a sobreactuar de Benigni. Una de las líneas que se me quedaron grabadas decía así:
-Las personas son un abismo. Cuando nos asomamos en ellas, el vértigo puede empujarnos hasta el fondo.
Tal cual.

viernes, enero 09, 2009

Uno igual a todos


Emputecido y solo, a través de la persiana observo el transcurrir de los minutos.
No soy un caso ejemplar, por lo que la ausencia de los otros la siento hasta en los huesos, huesos enfermos de vivir la vida
(de morir la vida)
Con una goma de migajón comienzo a borrarme el nombre, las huellas digitales, la boca y el silencio.
Con una espátula me limo la boca y el honor, la angustia y el placer.
Poco a poco me quito el idealismo, lo romántico, lo libertario.
Lentamente comienzo a ser un no ser. La normalidad se apodera de mi alma y pretende caminar en paz.
Ayer me arranqué los tatuajes y el destino, los amores extraños y los amaneceres no planeados.
Me boté las costras de la rebeldía, cicatricé la nostalgia, me implanté la indiferencia y en poco tiempo seré uno igual a todos.
He dejado de provocar a la muerte. Ahora me dedico a ahuyentarla con cápsulas y mejorales.
Nada ha quedado de mí, y aún con todo esto, la soledad me mira desde sus párpados transparentes y, con la boca cerrada y en secreto, se ríe de todos mis intentos.

jueves, enero 08, 2009

Acerca del origen en el viaje


Fernando Pessoa es uno de mis poetas favoritos. Creo que "Tabaquería" es uno de los poemas que más han logrado conmoverme. Me acerqué a una faceta distinta del portugués al revisar Mensaje, el único texto que publicó en vida en 1934. Mensaje es una épica de la historia portuguesa. Es, al mismo tiempo, una enunciación de la esperanza. Para Pessoa la grandeza es posible, y el nacionalismo que rezuman los poemas contenidos en el libro son más que inspiradores. Hay una sensación que recorre tooodo el libro: la sensación del mar. Portugal, desde la óptica de Mensaje, es mar. Forjado en el mar, atado al mar, perdido en el mar. En el poema que más me gustó del libro, alude a Ulises. Al Ulises de la Odisea. Y lo relaciona con el origen del mito. Con el nacimiento de la posibilidad. Y la lección es muy clara: la memoria, el mito sobreviven; la realidad sólo es una ilusión.




Ulises


O mito é o nada que é tudo.
O mesmo sol que abre os céus
É um mito brilhante e mudo-
O corpo morto de Deus,
Vivo e desnudo.

Este, que aquí aportou,
Foi por nao ser existindo.
Sem existir nos bastou.
Por nao ter vindo foi vindo
E nos criou.

Assim a lenda se escorre
A entrar na realidade,
E a fecundá-la decorre.
Em baixo, a vida, metade
De nada, morre.

[Ulises

El mito es nada que es todo.
El mismo sol que abre el cielo
es mito brillante y mudo:
el cuerpo muerto de Dios,
vivo y desnudo.

Éste, que aquí arribó,
fue por no ser existiendo.
Sin existir nos bastó.
Por no venir fue viniendo
y nos creó.

Así mana la leyenda
entrando en la realidad.
Y a fecundarla transcurre.
La vida, abajo, mitad
de nada, muere.]
Fernando Pessoa, Mensaje, Buenos Aires, Emecé, 2004.

miércoles, enero 07, 2009

Un autor, de ésos...


Mauricio José Schwarz (Ciudad de México, 1955) es, creo yo, uno de los autores más interesantes del panorama literario mexicano. Orientado hacia la ciencia ficción y la fantasía, la literatura de Schwarz se nutre de las referencias de la vida cotidiana y de la extrapolación de sus historias desde lo que vemos a diario.
          Periodista de formación e integrante del Círculo Escéptico, la literatura de Schwarz se sale de lo que cotidianamente se puede leer en las novedades editoriales del país. Dos libros de cuentos de él: Más allá no hay nada (México, UAM, 1996) y Escenas de la realidad virtual (México, Claves Latinoamericanas, 1991), ofrecen variadas sorpresas al lector.
          La primera vez que oí de este escritor fue a mediados de los 90, en la antigua estación de radio Órbita 105.7, a donde había ido a leer fragmentos de su novela La música de los perros (misma que hasta el día de hoy no he podido conseguir). En clave de neopolicíaco, Scharwz lograba conjugar la idea de lo cotidiano marginal con toques de rock. Es un autor, al que habría que darle más difusión y, sobre todo, leerlo. Acá algunas minificciones de Escenas...:

Un día
-Un día va a ocurrir- sentenció el anciano campesino mirando con furia al escritor costumbrista llegado de la ciudad, quien ocupaba el otro extremo de la mesa en la pequeña cantina del pueblo-. Va a aparecer por ahí un poeta campesino que escriba sobre usted y su ciudad y sus lectores. Y entonces... entonces sí que nos la van a pagar todas.

Zen
Conocí a uno que se decía poeta y se pasaba el día contemplando un repuesto de bolígrafo, abismado ante los miles de poemas que sin duda estaban ahí ocultos.

Perspectiva
-Hermoso análisis sobre la hermandad, maestro.
-Quítese de mi camino, imbécil.

Hay momentos en la vida
Pero lo que muchos suelen olvidar es que hay vida en los momentos.

Inevitable
Amor mío, al inicio del camino de la felicidad, como al final, suele encontrarse una caseta de cobro.

Plagio necesario I
Es importante morirse, porque cuando uno está muerto, es el hombre más feliz de la vida.

De cowboys
Pocos lo saben, es cierto, pero los vaqueros que al final de la película se alejan, cabalgando hacia el horizonte, suelen perderse en el desierto y mueren de sed.

Revolución
La revolución se desató finalmente cuando el más grande pensador revolucionario del siglo afirmó que la revolución era imposible.

martes, enero 06, 2009

Las personas no cambian


He visto varias veces Vicky Cristina Barcelona, no tantas como Laira, pero ahí vamos. Y cada vez que la veo, me sigue sorprendiendo. En el sentido de que confirma conocimientos que la mayoría tenemos, pero que a veces nos cuesta trabajo comprender o aplicar en la experiencia de vida diaria. También es una peli que se llena de estereotipos acerca de los personajes secundarios: el novio de Vicky que sólo piensa en autos, departamentos, amistades necesarias; el padre del personaje de Javier Bardem que tiene la verdad y la neta pero se la guarda para sí mismo (¿realismo mágico alleniano?); la madura señora burguesa que necesita la aventura extramarital para reafirmarse; en fin.
          El cuadrángulo principal, sin embargo, es más que consistente en la configuración de un paréntesis de una vida que, sin embargo, queda, en elipsis excéntrica perfecta, igual que al comienzo de la historia. Qué no diéramos varios por tener la seguridad y el cinismo que tiene Bardem al acercarse a la mesa de Vicky_Cristina y hacer el ofrecimiento de sexo tripartito. Aunque, claro, seguro ayuda el avión del amigo y la cantidad generosa de vino y no tener más preocupación que decidir si se va a tal fiesta o reunión.
          Esa relación entre María Elena, Vicky, Cristina y Juan Antonio (ojo con que los personajes españoles tienen nombres como de telenovela colombiano-mexicana), muestra ante todo una situación característica de lo contemporáneo: la insatisfacción. María Elena insatisfecha se separa de Juan Antonio sólo para regresar hecha mierda e intentar suicidarse; Juan Antonio insatisfecho por la búsqueda constante en otras mujeres de una María Elena que no arroje objetos o dispare armas; Cristina insatisfecha con una vida basada en lo precario, lo inmediato, lo improvisado, lo fingido, lo snob; Vicky insatisfecha con una vida planeada de antemano y donde no caben las sorpresas.
          La salida al conflicto la plantea Woody al proponer un triángulo móvil que va rodando de Vicky a Cristina de manera intermitente. María Elena y Juan Antonio son dos ruedas sin eje. Separados se extravían, se separan, vagan por la inmensidad de la incertidumbre. Con un elemento que los cohesiona (en este caso, Cristina), se convierten en una unidad amorosa, indestructible, armónica. Y sin embargo...
          Parece, en el desenlace, que todos añoran su vida anterior. Incluso después de haber probado el equilibrio y la certeza y la posibilidad. Todos regresan a su condición previa. Al principio. La escalera eléctrica que al inicio de la cinta asciende anunciando la llegada de las turistas gringas a la maravillosa (y turísticamente fotografiada) Barcelona, al final desciende, como llevando a los personajes que buscaron la liberación de vuelta a su infiernito de cotidianidad. Ninguno voltea el rostro buscando a Orfeo. Todos temen convertirse en estatuas de sal. Las personas no cambian.

domingo, enero 04, 2009

La insoportable necedad de no estar de acuerdo


Este año regalé La insoportable levedad del ser, a una persona muy querida. Fue un regalo de Navidad de alguien que no hace regalos de Navidad. La novedad del regalo y el ojalá te guste y tal, duró hasta que el libro quedó olvidado en mi casa, por descuido. Como por descuido también lo volví a leer, quién le manda al regalado haberse quedado en mi casa, y redescubrí a un autor al cual muchos tratan de menospreciar y rebajar a niveles casi de lectura de supermercado. Yo recuerdo haber leído este libro en el último año de la preparatoria y a mí, lector ingenuo y maleducado (en la onda de la lectura), me voló la cabeza. Y me la volvió a volar ahora que, con unos años más encima, uno se puede identificar de manera más abierta con los personajes del libro. Me asustó parecerme tanto a Teresa, en este momento de mi vida. Alguna vez pretendí ser Tomás, pero se me dio nomás a medias. De Sabina, nada. Y de Franz, sólo la incertidumbre que es como marca de fábrica del propio personaje. Podrán decir lo que quieran de Kundera (ora resulta que hasta espía traidor fue), a mí, me sigue pareciendo un gran escritor. Unas perlas de relectura:
Pero ¿era amor? La sensación de que quería morir junto a ella era evidentemente desproporcionada: ¡era la segunda vez que la veía en la vida! ¿No se trataba más bien de la histeria de un hombre que en lo más profundo de su alma ha tomado conciencia de su incapacidad de amar y que por eso mismo empieza a fingir amor ante sí mismo?(p. 13)

Hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos pasiones no sólo distintas sino casi contradictorias. El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer). (p. 21)

Aquel que quiere permanentemente "llegar más alto" tiene que contar con que algún día le invadirá el vértigo. ¿Qué es el vértigo? ¿El miedo a la caída? Pero ¿por qué también tenemos vértigo en un mirador provisto de una valla segura? El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados. (p. 65)

Mientras las personas son jóvenes y la composición musical de su vida está aún en sus primeros compases, pueden escribirla juntas e intercambiarse motivos (tal como Tomás y Sabina se intercambiaron el motivo del sombrero hongo), pero cuando se encuentran y son ya mayores, sus composiciones musicales están ya más o menos cerradas y cada palabra, cada objeto, significa una cosa distinta en la composición de la una y en la de la otra. (p. 95)

Tenía unas ganas terribles de decirle, como la más trivial de las mujeres: "¡No me abandones, no dejes que me vaya, dómame, esclavízame, sé fuerte!". Pero eran palabras que no podía ni sabía pronunciar. Después de abrazarlo lo único que dijo fue: "Estoy tan contenta de estar contigo". Era lo más que podía decir una persona de un carácter tan reservado como el suyo. (p. 105)

La gente, en su mayoría, huye de sus penas hacia el futuro. Se imaginan, en el correr del tiempo, una línea más allá de la cual sus penas actuales dejarán de existir. Pero Teresa no ve ante sí rayas como ésas. Lo único que puede consolarla es mirar hacia atrás. (p. 173)

Entre los hombres que van tras muchas mujeres podemos distinguir fácilmente dos categorías. Unos buscan en todas las mujeres su propio sueño, subjetivo y siempre igual, sobre la mujer. Los segundos son impulsados por el deseo de apoderarse de la infinita variedad del mundo objetivo de la mujer. (p. 210)

La historia de amor empezó después: ella tuvo fiebre y él no pudo mandarla a su casa como a otras mujeres. Se arrodilló junto a su cama y se le ocurrió que alguien se la había enviado río abajo en un cesto. ya dije que las metáforas son peligrosas. El amor empieza por una metáfora. Dicho de otro modo: el amor empieza en el momento en que una mujer inscribe su primera palabra en nuestra memoria poética. (p. 219)

Teresa había vuelto a dormirse pero él [Tomás] no podía conciliar el sueño. Se imaginaba su muerte. Está muerta y tiene pesadillas; pero como está muerta él no puede despertarla. Sí, eso es la muerte: Teresa duerme, tiene pesadillas, pero él no puede despertarla. (p. 240)

Si la excitación es el mecanismo mediante el cual se divierte nuestro Creador, el amor es, por el contrario, lo que nos pertenece sólo a nosotros y con lo que escapamos al Creador. El amor es nuestra libertad. El amor está al otro lado del "es muss sein!". [...] Y después piensa esto también: la única manera de salvar el amor de la estupidez del sexo hubiese sido la de ajustar de otro modo el reloj de nuestra cabeza y excitarnos viendo una golondrina. (p. 249)

El tiempo humano no da vueltas en redondo, sino que sigue una trayectoria recta. Ese es el motivo por el cual el hombre no puede ser feliz, porque la felicidad es el deseo de repetir. (p. 311)

Daban pasos de baile al sonido del piano y el violín, y Teresa apoyaba la cabeza en su hombro. Así tenía la cabeza cuando iban en el avión que los llevaba a través de la niebla. Sentía ahora la misma extraña felicidad y la misma extraña tristeza que en aquella ocasión. Esa tristeza significaba: hemos llegado a la última estación. Esa felicidad significaba: estamos juntos. La tristeza era la forma y la felicidad, el contenido. La felicidad llenaba el espacio de la tristeza. (p. 327)
Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, México, Tusquets, 2005.

Año Nuevo, ¿vicios nuevos?


Nos alcanzó el 2009. O alcanzamos al 2009, que la imagen vale de los dos lados. A diferencia de otros años, en éste me resisto a hacer un corte de caja. Y también a plantear propósitos puntuales. Sé lo que tengo que hacer, como dice Bonifaz Nuño: "trabajo en mi oficio", y lo demás tendrá que venir por añadidura, o no.
          En lo que respecta a este blog, espero seguir escribiendo, probablemente escribir con un poco más de frecuencia. Seguir hablando de libros, de películas, de música, de historia, de las personas que amo, de las que odio, de las que me quieren (alguna habrá), de las que me odian (los estoy viendo, sé quiénes son), de los que se dejan leer y los que se dejan escrutar a veces más allá de la pantalla de la compu.
          Ojalá, como me dijo un cuate, le pongas más humor al asunto, que se tiene. Tomo nota y espero abandonar el tono medio darki que los últimos post tuvieron.
          En fin, 2009 pinta bien en intenciones, viene maquilladito y con vestido de noche. A ver cuánto dura la fiesta.
          "Por entre mientras" (mi abue dixit), les dejo los mejores deseos a mis dos lectores. Que Diosito santo (el que sea) los siga sosteniendo en la palma de su mano.