miércoles, junio 30, 2021

Mariposas amarillas, unicornios azules, hombres con colas de puerco y otras bestias fantásticas

 

Michi Strausfeld (Recklinghausen, Alemania, 1945) es una editora y estudiosa de la literatura latinoamericana, reconocida en múltiples países como una de las principales impulsoras de las obras de varios de los escritores de la región y de la traducción de las mismas. Como editora, además, apoyó la publicación en alemán, a través de la casa Suhrkamp/Insel, de las obras más representativas del boom latinoamericano y de algunos autores posteriores a ese seísmo dentro de las letras del subcontinente.

         En Mariposas amarillas y los señores dictadores. América Latina narra su historia (Debate, 2021) se propone una tarea con la que más de uno de quienes estudiamos a América Latina hemos fantaseado: la idea de contar la historia de la región a través de la literatura de la misma. Y Strausfeld consigue una obra entretenida, informada y sintética que logra, sobre todo para el lector europeo, dar un panorama de lo que es el objeto de estudio que denominamos a partir de esa delimitación que la Francia napoléonica estableció para los países americanos que no pertenecían al ámbito anglosajón.

         La autora comienza su periplo histórico-literario con la Conquista europea y los caballeros (anacrónicamente) medievales que consiguieron tal hazaña. Es sobresaliente la nómina de obras y autores que menciona como referentes de ese acto inaugural del Nuevo Mundo, así como los tratamientos que sobre el tema se han hecho. La estructura del libro es coherente y se constituye por un somero recuento histórico, descriptivo y general, que no subvierte los relatos hegemónicos acerca de los procesos vividos en nuestros países; después recupera la nómina de algunas obras literarias que han abordado cada uno de los periodos históricos en particular; y, como entremeses a cada una de esos recuentos, la crónica sobre el encuentro de la autora con los nombres de los autores cuyas obras describe (García Márquez, Cortázar, Isabel Allende, Elena Poniatowska, Paz, entre otros).

         Es un libro muy amable con el lector, con un tono accesible para quien se acerca sin la pretensión del especialista a este tipo de temas, bullente de anécdotas personales y pequeñas historias que dibujan el carácter de aquellos autores incluidos en la memoria y aprecio de la autora. Es interesante, por ejemplo, descubrir la valoración y la interpretación de Isabel Allende, a quien considera mucho más que una imitadora del estilo de García Márquez y que anima, sinceramente, a la revaloración de la obra de la chilena, más allá de su biografía y de lo que la crítica ha afirmado sobre varios de sus libros.

         Se nota en el libro un trabajo que fue fraguado durante toda una vida, que no es producto de una ocurrencia o de un proyecto necesario de presentar a la editorial para salvar el año en términos de producción literaria. Los textos en los cuales se basa Strausfeld reflejan una tarea consciente y consistente a lo largo de su vida. Además de una pasión que se refleja en los párrafos que entrega, quizás, como legado de esa vida de estudio y simpatía por los temas latinoamericanos.

         De manera personal, lo más rescatable del texto es el acercamiento a una bibliografía básica acerca de la literatura brasileña, esa manifestación desconocida por la mayoría de los lectores hispanohablantes, pero que tiene una vitalidad y una importancia fundamental para la construcción de la idea de lo latinoamericano desde fuera. Y, otro de los aciertos, es la inclusión de una bibliografía extensa que debería ser de referencia para cualquier persona que se interesa por América Latina como objeto de estudio; en esa lista de fuentes consultadas y referidas hay un curso completo de literatura latinoamericana que implica una dedicación de varios años para cubrirlo, pero que se adivina fascinante.

         Algo que podríamos anotar como desventaja del volumen es ajeno a los objetivos y posibilidades humanas de la autora: por un lado, la parcialidad con respecto del corpus elegido, en donde los títulos que tienen traducciones al alemán son los que predominan, y en donde la literatura del boom no deja de ser un fantasma omnipresente;  por otro, la falta de referentes contemporáneos con respecto de lo producido en nuestros días en los diversos países latinoamericanos, más allá de la nómina de representados por las diversas agencias literarias y los apadrinados por algún tótem cultural, la muestra de lo que hoy representa lo latinoamericano desde América Latina es incompleta. No hay mención alguna, por ejemplo, de las manifestaciones que la fantasía en sus diversas facetas (medieval, ciencia ficción, imaginación) tienen en la actualidad o de la manera en como los subgéneros (más allá de la literatura negra, de la cual los alemanes son voraces consumidores) están modificando el mapa de referencia del canon de lo que se lee desde el interior del propio continente. Esto último se debe, quizás, a la deriva realista-histórica que pretende el volumen (aunque la presencia tremenda de Borges lo cuestione).

         En conclusión, es un excelente libro que permite asomarnos al canon que la tradición europea (eso que se sigue llamando “literatura universal”) ha construido para entender y asomarse a los países latinoamericanos; es una visión sintética, práctica y útil de los procesos más representativos de la historia de nuestro continente; y, en última instancia, es una obra que no permitirá al lector abandonar su lectura, merced la experiencia que la autora ha vertido como editora de muchos éxitos de ventas en su propio país.

viernes, junio 11, 2021

Lo simultáneo y lo imposible

 



El principio de incertidumbre plantea, según una analogía para legos como yo, la imposibilidad de establecer la posición y dirección de una partícula cuántica en un momento determinado, entre otras cosas porque para poder “verla” se requiere de un fotón, lo cual modificaría los elementos que se intentan establecer con respecto de la partícula, generalmente un electrón. También leí en algún lado que esa incertidumbre abría asimismo la posibilidad de que se pudiera detectar la misma partícula en dos lugares simultáneos, una de las premisas para pensar en la idea de los universos paralelos, por ejemplo.

         Es a partir de imágenes y de conceptos como estos que Cecilia Magaña (Ciudad de México, 1978) construye una compleja trama en donde la incertidumbre muda de forma cuántica a cuestión metafísica. Principio de incertidumbre (Paraíso Perdido, 2020) narra la historia de Marta, una mujer que busca los motivos y las causas por las cuales su hermano Ulises se suicidó ahogándose en una alberca.

         A través de diarios, transcripciones de entrevistas, monólogos internos y un narrador omnisciente pendular, nos enteramos de la vida, en apariencia sin perspectivas positivas, del otrora estudiante de Física. Una serie de personajes bien delineados por la autora desfilan ante nuestros ojos otorgando elementos para desentrañar el misterio que envuelve la muerte de ese hermano que se adivina cercano pero que no lo es del todo.

         El misterio es una de las cuestiones presentes a lo largo del libro. Además de las proposiciones disparatadas que echan a andar la trama. Un experimento científico que implica necrofilia y universos paralelos, sumado a un embarazo posible en el trance es, además de inquietante, la pieza del rompecabezas que pone a girar la mente de Marta con respecto de los motivos que llevaron a su hermano a quitarse la vida.

         Escuchamos voces, leemos las notas del diario del muerto, atestiguamos el encuentro de Marta con aquellos que sospecha saben más de lo que aparentan. Y el lector lo llega a creer también. El título de la novela es exacto. Cada uno de los entrevistados da su versión, pone su mirada sobre los hechos que involucran a ese grupo “raro” de estudiantes entre los cuales está su hermano, una femme fatale y un oportunista que siempre busca sacar provecho de sus acciones y sus omisiones. Esa mirada modifica por completo la historia, la versión que Marta construye sobre el hecho. La misma mirada de Marta sobre los cuadernos, las personas, los cuerpos de los otros involucrados modifica también la historia.

         Y, de manera simultánea, la mirada del lector hace posible esa alegoría con respecto del principio físico: ¿es “real”, “cierta”, “verdadera” la versión que Marta cree estar construyendo? ¿O es sólo una forma de intentar darle sentido al dolor que implica la pérdida del hermano? ¿O acaso un pretexto para acercarse a las tentaciones eróticas, las posibilidades emanadas de su proceso de investigación? Nada hay verdadero, nada hay real. La propuesta del experimento necrofílico es igual de disparatada que buscar una explicación que satisfaga todas las dudas.

         Magaña ha creado una obra rica en mecanismos narrativos, en donde se nota una técnica depurada y una serie de instrumentos que hacen de esta narración algo completamente fuera de lo típico. Hay ecos de Bioy Casares, de Piglia, de Pablo de Santis. Una historia fantástica que genera la incertidumbre sobre su naturaleza: ¿dónde y cuándo ocurre? ¿Es posible saberlo? ¿Queremos saberlo?