lunes, noviembre 14, 2011

Una de guampiros

Nunca he sido fanático de las novelas de vampiros. A pesar de que dos de ellas, una que me regaló mi adorada Hortensia Moreno a mediados de los noventas (Entrevista con el vampiro de Anne Rice) y otra que conseguí en alguna de mis visitas al tianguis de libros de La Lagunilla (El imperio del miedo de Brian Stableford), capturaron mi atención, no consiguieron que me volviera un seguidor de tal temática. Y es que no alcanzo a comprender la fascinación que estos personajes lanzados a la conciencia colectiva, sobre todo a partir del periodo romanticista, llegan a tener sobre el imaginario de muchos lectores. Y eso que Drácula de Abraham Stoker y  Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu están catalogadas como obras imprescindibles para entender el origen de tales aficiones y de la literatura en general. Luego me entero que incluso Carlos Fuentes tiene ficción sobre vampiros. Y, bueno, viene después el repunte de ventas del género con esa joya de la ideología gringa de derechas y donde la palabra saga desentona de manera terrible ante lo básico y maniqueo que resulta el tratamiento de la historia de vampiros en la época contemporánea: Crepúsculo de Stephenie Meyer. Y todo esto para decir que acabo de leer una novela en donde aparecen unos vampiros que salen de la concepción común: son chinos, viven en el noroeste de México y se enfrentan a balazos y navajazos entre sí. Me refiero a Asesinato en una lavandería china de Juan José Rodríguez. Una trama efectiva, en clave policíaca que, sin embargo, deja algunos cabos sueltos (la suerte de la madre del protagonista, por ejemplo). La obra resulta interesante por la transformación de la figura estereotípica del vampiro: aristócrata, bien parecido y, a partir del estereotipo más común, exclusivo del mundo occidental. Échenle un ojo, igual y les interesa. Según una entrevista reciente, hay planes para volverla film.

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