jueves, enero 21, 2010

Suadero

Lluvias de basura

Y ahora llueven camiones de basura en la ciudad de México. Como una alegoría del tamaño de la crisis (económica, política, laboral, social, ética, emocional) que nos ha lanzado el inicio de este 2010. No es que del cielo caiga, de repente, un papelillo que el viento arrastró desde algún lejano lugar; o, vamos, una vaca despistada "levantada" por algún tornado. No. Ahora llueven camiones de basura. Y caen directo sobre los automóviles de gente común y corriente.
          Podríamos decir que esto es una alegoría de que el Estado (o la caricatura que padecemos) es algo que se encuentra (que se ha encontrado siempre) por encima de las posibilidades y obligaciones de los ciudadanos comunes y corrientes. Ahí iba el camionzote de basura muy campante, en una zona prohibida para su circulación y andando con un exceso de velocidad evidente (quesque "el peso le ganó"). Y ahora sale la autoridad a decir que habrá sanciones para los policías encargados de la vigilancia de los accesos al denominado "segundo piso", sanciones para los encargados de la administración del sistema de recolección de desechos, sanciones para "todos los involucrados". ¿Les cae? ¿Deveritas, deveritas?
          Porque resulta que "todos los involucrados" somos como un poquito más de cien millones de personas. Los que, a pesar de los baños de pureza que nos encanta echarnos de repente, formamos parte de una larga cadena de inercias históricas y culturales de las que nos cuesta desprendernos (o, mínimamente, cuestionar). ¿Ofendidos? Ya.
          ¿Como los “tuiteros” que se avisan donde está el alcoholímetro para evadir la sanción que corresponde por andar conduciendo sin un ápice de conciencia de la vida (la propia y la ajena)? ¿Como el gobernador que la libró campante del asesinato de niños en guarderías responsabilidad de su gobierno y que ahora también la va a librar por todo el dinero que se robó para apoyar al candidato de su partido a la gubernatura? ¿Como los empresarios que se inventan fundaciones de la más diversa naturaleza para evadir impuestos y, de paso, deslindar de responsabilidades al Estado de su responsabilidad de otorgar garantías mínimas a sus ciudadanos? ¿Como los profes que pagan para que los exenten de las evaluaciones de calidad que por ley deben de realizar? ¿Como los estudiantes que se escudan en la ley del mínimo esfuerzo para acceder a un “mejor futuro”? ¿Como los representantes populares que primero se chingan a sus votantes y después se hacen pendejos? Harta piel sensible, pero muy pocos argumentos.
          Si existiera una verdadera relación entre el lenguaje alegórico y la realidad, no estarían cayendo camiones de basura del cielo; estaríamos en un diluvio apocalíptico de mierda. Pero eso, seguro, ya todos lo sabemos.

miércoles, enero 20, 2010

Un muerto escandaloso

El gaucho insufrible es, probablemente, el mejor libro de prosas cortas de Roberto Bolaño. Una serie de textos que no tienen desperdicio y que nos permiten adentrarnos en la diversidad de voces, tratamientos y perspectivas narrativas que el chileno planteaba desde su trabajo creativo.
         El texto que le da título al volumen, por ejemplo, es una suerte de novela corta en la cual discurren variadas claves de interpretación, tanto a partir del texto como de interpretación casi aleatoria: desde la situación de recuperación de referentes de identidad nacional que supuso para los argentinos la crisis económica tremenda en el periodo de De la Rúa; una referencia de variados filos a textos fundacionales de la literatura gauchesca (el Martín Fierro y, en cierta medida, algunos guiños a ese conglomerado de intenciones varias que es el Facundo de Sarmiento); una reflexión sobre la pauperización que trajo consigo el corralito y la falta de perspectivas laborales o de sobrevivencia en ese apocalíptico inicio de siglo XXI; es también, y en alusión abusiva por parte del que interpreta, probablemente, la postura de una visión de la literatura como vida (encarnada en el padre) y la literatura como medio (encarnada en el hijo): dos visiones encontradas pero nunca confrontadas. La solución que Bolaño da a la historia es perfecta, circular, presentida pero, al mismo tiempo, sorprendente.
         Jim, el soldado veterano que deambula por América Latina y protagonista del cuento que abre el conjunto de textos, se vuelve un personaje entrañable por su discreción. Al final desaparece de la vida del narrador. La voz que lo reconoce, simplemente expresa que nunca más se supo de él, aunque esa declaración encierra también otra importante: no era necesario saber más de él.
         “El policía de las ratas” es uno de los cuentos mejor logrados en el conjunto de la obra de Bolaño. Una historia de ratas que viven en sociedad en las alcantarillas de una ciudad que se imagina humana, tan humana como la fábula subterránea que el autor teje en clave de relato inscrito en la tradición de la novela negra de manera por demás efectiva. Pepe, el Tira, el Tirano, es una rata doble que persigue un objetivo noble, descubrir la razón por la que diversos miembros de la comunidad han desaparecido y la razón para que esto esté sucediendo. Más allá de la propia poética alrededor del texto, el cuento puede leerse, también, en clave de alegoría de las herencias que las dictaduras militares dejaron en nuestra región, herencias que fincaban sus posibilidades en el asesinato, la desaparición, el misterio: la ignorancia total sobre el destino de sus habitantes. Escalofriante por la naturaleza de los personajes descritos y por los hechos que se narran en él.
         “El viaje de Álvaro Rousselot” describe las peripecias de un escritor de mediano éxito que establece una misteriosa sincronía con las obras de un cineasta francés que lo llevan a sospechar un plagio consciente y el deseo de conocer al director que ha obtenido su reputación a partir de la filmación de las obras literarias de Rousselot. Relato desparpajado que se regodea en los detalles que parecen carecer de importancia pero que, al final, son los que realmente significan las motivaciones del protagonista. Una reacción inesperada del cineasta en el encuentro que el lector anhela, una reacción coherente pero inexplicable en el escritor. Y un retorno al estado de cosas precedente que, sin embargo, se ha modificado de manera tremenda para el escritor.
         “Dos cuentos católicos”, a pesar de la experimentación y la fragmentación temporal-narrativa de los dos cuadros que conforman el relato, me parece el texto más flojo del conjunto. Una reflexión sobre la naturaleza de la vocación y los elementos que cuestionan en la vida real las inclinaciones de los elegidos, o de los que se sienten elegidos. El cruce de las historias en un punto que nos deja en la perplejidad y en la magia de lo ambiguo que, para mí, se queda corto.
         Aquí ha quedado constancia también que, si bien el Bolaño narrador me parece excelente, es con el Bolaño ensayista con el que mi admiración es incondicional. Los dos textos que cierran el volumen, “Literatura + enfermedad= enfermedad” y “Los mitos de Chtulhu”, son reflexiones profundas sobre dos cuestiones esenciales: la forma en que la visión del mundo se modifica en presencia de la muerte, que es el destino final de la enfermedad, y la manera en que esas nuevas relaciones mundanas inciden en la poética de la escritura y en el mismo ejercicio cotidiano de la vida; la segunda es una conferencia acerca de los vicios, virtudes, manías y caracterizaciones políticamente incorrectas de la literatura latinoamericana de finales del siglo XX y principios del XXI (ésta se incluye también en el libro Palabra de América, junto a las conferencias de tantos otros escritores “jóvenes” a partir de un encuentro de escritores latinoamericanos llevado a cabo en España).
         Un excelente libro, por donde se le vea. Es el último volumen de cuentos que preparó el propio autor y un buen inicio para los neófitos que le quieran llegar a su voluminosa obra.

Suadero*


*El Suadero 4D ya está en casa, con garrita vendada, dieta semiblanda y medicamentos a granel. Agradece a sus fans el apoyo metafísico.

martes, enero 19, 2010

Suadero

La peli sobre los lémures asesinos


Abrigado a más no poder, como buena víctima del frío invernal del fin de semana, volví a ver la última colaboración de buena parte del elenco que conformaban esa maravillosa troupé de Monty Phyton: Fierce Creatures (Fred Schepisi/Robert Young, 1997). La trama de la cinta es simple, un zoológico de Inglaterra es adquirido por un inescrupuloso hombre de negocios norteamericano que busca deshacerse de éste para construir un campo de golf. Para acelerar este proceso envía a un policía "chino" (un magnífico John Cleese) y a una vampiresa en apariencia inclemente (Jamie Lee Curtis).
          Una de las conclusiones a las que llega la nueva administración del zoo es que la gente va a estos lugares solamente a ver "criaturas feroces", por lo que los trabajadores tendrán que deshacerse de aquellos animalitos inofensivos, por más exóticos que parezcan. De esta manera, comienza una lucha entre la corporación y los trabajadores amantes de los animales para intentar salvar las fuentes de trabajo y a los propios animalitos. Sobresale la actuación de Kevin Kline, quien da vida al inescrupuloso hombre de negocios y a su eternamente humillado hijo.
          Con ese humor esperpéntico que finca en la exageración, el equívoco y los juegos de lenguaje gran parte de su efectividad, esta cinta es más que disfrutable. Esta tremenda relación entre los actores involucrados había dado años antes otro éxito divertidísimo (A Fish Called Wanda [Charles Chrichton, 1988]), en donde unos diamantes desataban una serie de equívocos y gags hilarantes.
          En este sentido, uno de los actores menos valorados del grupo, Michael Palin [al lado de monstruos como Terry Gilliam o el propio Cleese], consigue en esta cinta construir un personaje pedante y que no puede mantener la boca cerrada; un nerd ecológico en que el Sheldon Cooper de The Big Bang Theory tiene un antecedente claro.
          Sin más, está en DVD, a veces la pasan por TV, véanla y pasarán un muy buen rato. Garantizado.

lunes, enero 18, 2010

Suadero*

*El Suadero de la realidad, el que inspiró estos cartones, fue hospitalizado el día de hoy para recibir tratamiento contra una infección bacteriana severa. Los que crean en la teoría del vibrón, de la cual he dado sendas pláticas alcohólicas y psicodélicas, les pido que le manden buenas vibras al felino del mundo 4D.

viernes, enero 15, 2010

Dejad atrás cualquier esperanza...


Uno de los grandes descubrimientos de la época vacacional fue, sin lugar a dudas, John Cheever. Leí con singular deleite su novela Falconer, un pase de lista a la vida en la prisión desde una visión desprejuiciada y casi nihilista. El libro narra la vida de Ezekiel Farragut, un hombre culto, perteneciente a la clase media acomodada de los EU, homosexual, marido, heroinómano que en un rapto de furia asesina a su hermano y sella así su suerte a ser encarcelado en Falconer, una prisión cuya entrada el autor describe así:
La entrada principal de Falconer –la única para los presos, los visitantes y el personal- estaba coronada por un escudo que representaba la Libertad, la Justicia y, entre las dos, el poder soberano del gobierno. La Libertad llevaba un gorro frigio y empuñaba una pica. El gobierno era el águila federal, con una rama de olivo y armada con las flechas. La Justicia era convencional: ciega, vagamente erótica con sus prendas ajustadas y empuñando la espada de un caudillo. El bajorrelieve era de bronce, pero ahora se veía negro; negro como la antracita o el ónice sin pulir. ¿Cuántos cientos de hombre habían pasado por debajo, el último emblema que la mayoría vería de los esfuerzos de la humanidad por interpretar el misterio del encarcelamiento en términos simbólicos? Centenares, quizá miles, mejor millones.
La prosa de Cheever es una prosa pausada, directa, que desnuda una suerte de simplicidad que no es tal. En un registro parecido al de Raymond Chandler, el autor describe situaciones extraordinarias con una serenidad, que pareciera que lo que relata carece por completo de importancia. Con singular maestría describe las entrevistas que tiene con su mujer y la rutina que se adivina irrenunciable e insoportable con sólo seguir la mirada del personaje principal tras los pasos (las piernas, los pies) de su mujer. El salto que implica la descripción de estas escenas casi “domésticas”, a la intensa relación sexual que establece con Jody, otro presidiario, lo realiza casi de manera imperceptible, con una maestría que deja estupefacto (estupendejo) al lector. La filosofía de Jody es, además, cuestión irónica-paródica y adictiva. No se puede más que sonreír y pensar cuando el autor pone estas palabras en la boca de su personaje:
-Quizá haya algo –admitió Jody―. Pero verás, ya lo he oído todo antes, en la escuela del éxito, la escuela de la élite, la escuela del encanto. Todo es la misma mierda. Lo he oído una decena de veces antes. Me dicen que el nombre de un tipo es para él el sonido más dulce. Eso ya lo sabía cuando tenía tres, cuatro años. Me sé toda la historia. ¿Quieres escucharla? Pon atención. [...] Uno: deja que el otro tipo crea que todas las buenas ideas son suyas. Dos: rechaza los desafíos. Tres: comienza con alabanzas y un aprecio sincero. Cuatro: si estás equivocado, admítelo de inmediato. Cinco: consigue que la otra persona diga sí. Seis: habla de tus errores. Siete: permite que el otro salve su jeta. Ocho: anímalo. Nueve: haz que quieres hacer parezcan fáciles. Diez: haz que la otra persona se sienta feliz por hacer lo que tú quieres. Mierda, tío, cualquier puta sabe eso. Ésa es mi vida, ésa es la historia de mi vida. Llevo haciendo esto desde que era un crío y mira dónde he acabado. Mira dónde me han llevado mi conocimiento de la esencia del encanto, el éxito y la banca. Mierda, nena, me dan ganas de renunciar.
Algunos reclamos con respecto a la trama del texto apuntan a la verosimilitud de las fugas de Jody y del propio Farragut, pero eso, en el contexto de la propuesta y el contenido que Cheever expone en su obra, resulta irrelevante. La edición de Emecé tiene un pós-logo de Rodrigo Fresán en el que analiza de manera más que interesante varios de los elementos de la obra. Sin duda, un autor imprescindible en el campo de la literatura contemporánea.

Suadero

jueves, enero 14, 2010

Tierra de nadie (¿de todos?)

Haití representa una serie continua (y continuada) de contradicciones históricas, políticas y sociales. Es el país que inició de manera más temprana su lucha por la independencia (en agosto de 1769) buscando la independencia con respecto de Francia, la cual apenas unos años después comenzaría su construcción de la idea de república moderna con su propia revolución. El protagonista de la lucha haitiana sería François Dominique Toussaint-Louverture, un caudillo que batallaría lo mismo contra franceses que contra ingleses y españoles en la búsqueda de la independencia de los haitianos. Como buen caudillo latinoamericano sería preso y ejecutado en Francia, como ejemplo de lo que le pasaba a los que se resistían a la ocupación colonialista. Finalmente, la independencia se promulgaría en 1804 por Jean Jacques Dessalines. O sea que su bicentenario ya fue hace seis años y casi nadie se dio por enterado. Pues bien, Dessalines, más allá de declarar la república y establecer un gobierno representativo, decide declararse emperador.
          La inestabilidad política ha sido uno de los elementos incuestionables de la historia haitiana. Durante todo el siglo XIX las luchas internas (mismas que se encontraron alimentadas por las pugnas raciales entre las masas de negros y una oligarquía política de mulatos) convirtieron al país en una tierra de nadie. Es con ese argumento que los autonombrados policías del mundo deciden intervenir militarmente en el país en 1915 y establecer su ejército, con el pretexto de mantener el orden y proteger a la población (¿dónde se ha oído eso?). La ocupación militar norteamericana se extendería hasta 1934. Poco antes de iniciar la Segunda Guerra Mundial y todavía con los efectos que la Gran Depresión en marcha, los norteamericanos se retiran de Puerto Príncipe y las pugnas político-raciales se inician nuevamente de manera sangrienta. Haití vivió un estado de guerra civil durante gran parte de su historia.
          Pero la cúspide de todo ese terror vendría en 1957 cuando el médico François Duvalier (llamado Papa Doc, de manera coloquial) se hizo del poder con el apoyo de los Estados Unidos. Apoyo que se mantuvo durante algún tiempo, sobre todo después del triunfo de la Revolución Cubana en 1959, ante el temor de que el socialismo se extendiera a las demás islas del Caribe. El terror que representaría la dinastía Duvalier (Papa Doc heredaría el poder a su hijo Jean Claude en 1971, cuando éste sólo contaba con 19 años de edad) ha sido más que documentada y se extendería a lo largo de 29 años, hasta 1986 que una insurrección popular echó del poder y del país a Baby Doc.
          Nuevamente inestabilidad, golpes de Estado, militares en el poder y guerra civil como estado normal de las cosas. Será hasta 1991 cuando el sacerdote católico (entusiasta de la Teología de la liberación) Jean Bertrand Aristide asuma la presidencia e inicie una nueva crisis política. Será depuesto en dos ocasiones, solicitando la ayuda militar norteamericana como garantía de conservación de su presidencia (misma que llegaría con los “Cascos azules” de la ONU en 2004, y que continuaría hasta nuestros días como salvaguarda del orden en el país caribeño). La “normalidad democrática” llegará hasta que René Préval obtenga el poder en 2006 y comience una serie de reformas destinadas a combatir los altos índices de pobreza (los más altos de América Latina). Préval no tuvo muchas simpatías del gobierno norteamericano de Bush a partir de la tendencia de izquierda del presidente y de su acercamiento a Raúl Castro y Hugo Chávez. La relación del pequeño país a partir de la llegada de Obama a la presidencia no estaba muy clara; la trágica coyuntura actual puede traer luces a este respecto.
          Haití es un país que contiene mucha de la tragedia histórica y política de América Latina. Contiene también mucha de la “magia” reconocida por la “civilización” en la barbarie. Su relación con los elementos religiosos es más que evidente a lo largo de su historia: la ceremonia de inicio de su lucha de independencia fue encabezada por un sacerdote de vudú (Boukman); la “zombificación social” que los Duvalier llevaron a cabo durante su nefasta dictadura a partir del terror y la superstición del pueblo, los Tonton Macoutes (literalmente “Los hombres del costal”, “El coco”) y los Leopardos se encargaron de mantener dominados, incluso mentalmente, a los que se revelaban al régimen; la llegada de Aristide significó, en su primer gobierno, la persecución de las ceremonias de vudú, lo que trajo nuevo descontento social. Mucho de esa tradición e historia la recogió el cubano Alejo Carpentier en El reino de este mundo. Gran parte del testimonio histórico lo deja Gerard Pierrre Charles en "Haití: la crisis ininterrumpida", el texto incluido en América Latina: historia de medio siglo, compilada en Siglo XXI por Pablo González Casanova.
          Hoy Haití vive una tragedia que no es atribuible a sus políticos ni a sus habitantes. Tal vez no se pueda decir lo mismo de las secuelas que este hecho lamentable deje en el futuro. No lo digo como deseo, sino concibiendo la lógica de la historia como difícil de cuestionar. Ojalá me equivoque.

Suadero

miércoles, enero 13, 2010

Los largos días y las eternas noches


Uno de los desconocimientos más importantes que las letras latinoamericanas enmendarán con el tiempo, probablemente cuando la muerte aparezca o cuando se vea que sus textos no eran exageración sino optimismo, es el que rodea a la figura de Eduardo Galeano. Exiliado, latinoamericano en toda la extensión de la palabra, militante, revolucionario, periodista, escritor estilista de la violencia y el horror. Autor de uno de los best sellers más importantes de la formación socio-política de varias generaciones: Las venas abiertas de América Latina.
          Acusado de hipérbole, hay un silencio cómplice respecto de su aparente ausencia del campo latinoamericano de la literatura. Historiador interesado en desnudar las otras caras de la historia oficial. La de la supuesta imparcialidad de las fuentes y la metodología rígida. Por Galeano pasa la experiencia, el sueño, el terror, la persecución. Y también muchas de las mejores páginas que sobre la historia de América Latina se han escrito.
          Pero el silencio con respecto de su obra se combina con la fidelidad y adicción de sus lectores. De sus muchos lectores. La editorial Siglo XXI continúa editando sus libros con singular alegría, y las reimpresiones se acumulan de manera generosa en cada uno de sus títulos. Antropólogo platicador, cuentista heredero de las voces y los sonidos, historiador a golpes de realidad y protesta. Su Memoria del fuego es hoy, como el Canto general de Neruda, bibliografía imprescindible para intentar desbrozar un poco de la memoria histórica de los pueblos latinoamericanos.
          Dentro de mis libros preferidos de todos los tiempos está un libro de Galeano: Días y noches de amor y de guerra. Una serie de relatos publicada en la editorial Era que documenta, cuenta, fabula alrededor de la idea de exilio. Del exilio real que vivieron miles de personas las dos décadas anteriores al término de la Guerra Fría, en plenas dictaduras militares. Relatos trágicos, humorísticos, abiertamente políticos, pero, sobre todo, escritos con pericia, con gracia y con una capacidad tremenda para concluir cada una de las viñetas que Galeano construye en las páginas de sus textos con frases exactas. Una narrativa de la ternura; aunque ésta se derive del terror, de la muerte, de la guerra. Pero que también deriva del amor. Pareciera que el título alude a las dos cosas que más han significado la historia de la humanidad: el amor y la guerra. Lo que nos puede significar como humanos y lo que, a partir de su tensión natural, sigue alimentando la producción artística de la literatura.
          Para estos tiempos de crisis, un fragmento del libro:
Lo único libre son los precios. En nuestras tierras, Adam Smith necesita a Mussolini. Libertad de inversiones, libertad de precios, libertad de cambios: cuanto más libres andan los negocios más presa está la gente. La prosperidad de pocos maldice a todos los demás. ¿Quién conoce una riqueza que sea inocente? En tiempos de crisis, ¿no se vuelven conservadores los liberales, y fascistas los conservadores? ¿Al servicio de quiénes cumplen su tarea los asesinos de personas y países?
          Orlando Letelier escribió en The Nation que la economía no es neutral ni los técnicos tampoco. Dos semanas después, Letelier voló en pedazos en una calle de Washington. Las teorías de Milton Friedman implican para él el Premio Nóbel; para los chilenos, implican a Pinochet.
          Un ministro de Economía declaraba en el Uruguay: "La desigualdad en la distribución de la renta es la que genera el ahorro." Al mismo tiempo, confesaba que le horrorizaban las torturas. ¿Cómo salvar esa desigualdad si no es a golpes de picana eléctrica? La derecha ama las ideas generales. Al generalizar, absuelve.

Suadero

martes, enero 12, 2010

La corta memoria


Para L, V, L y D.

Este fin de año le eché una mirada a Roger & Me (EU, 1989), el documental que Michael Moore realizó con respecto de los despidos masivos que General Motors llevó a cabo a finales de la década de los ochentas en ciudades cuya economía giraba en torno de las armadoras de la trasnacional. Una de las ciudades más afectadas fue, precisamente, Flint, Michigan, la ciudad natal de Moore. El documental narra con desparpajo el periplo que el cineasta se impone al intentar conseguir una entrevista con Roger Smith, el encargado de las decisiones importantes de GM.
          Resultó imposible no asociar el drama reflejado en la cinta con la situación que en México vivieron los integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas a partir de la extinción de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. Situaciones en las que se puede ver que los llamados “privilegios” no son sino la posibilidad de acceder a mejores condiciones de trabajo. La desaparición de la ciudad de Flint en el país más rico del mundo no puede compararse con la transformación radical que están sufriendo poblaciones como Necaxa, en Puebla, donde la economía local giraba alrededor de los ingresos y “privilegios” de los electricistas sindicalizados.
          En la cinta de Moore es imposible no sentir afinidad con los trabajadores que ven perdida su fuente de trabajo en unos cuantos días, que son expulsados de sus viviendas al no poder pagar la renta, que son orillados a trabajar en condiciones deplorables con respecto a su situación precedente. Las plantas se mudaron a lugares en los cuales los trabajadores no ponían tanto reparo en ser pisoteados y en donde los gastos para el capital trasnacional eran muy inferiores. Países como México, por ejemplo, en donde la entrada de estas empresas se hizo posible, deseable y limosneable a partir de las reformas que Carlos Salinas hizo a la Ley Federal del Trabajo como requisito indispensable para la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte que entró en vigor en 1994.
           Los trabajadores terminan abandonando sus antiguas viviendas, criando y vendiendo conejos (“Como mascota o como alimento”, según reza alguna publicidad improvisada de una sobreviviente entrevistada), asilándose en la precaria asistencia social, buscándose la vida con perspectivas inciertas. La andanada mediática en el caso GM es muy similar a la que fue dirigida contra las miles de familias que quedaron con perspectivas inciertas en un país en donde su situación “privilegiada” como trabajadores pudo haber sido el común denominador y no la indignación construida por los derechos de que gozaban. O sea, nos indignaba que trabajadores obreros tuvieran derechos que al resto de los ciudadanos nos están negados por incapacidad de organización y porque hemos aceptado sin más la lógica del mercado.
           Ante el aumento de precios y el coste de la vida que se perfila en crecimiento conforme avance el año, sólo dejo dos reflexiones:
• Acaso no, de acuerdo a los spots mediáticos transmitidos a granel y con singular generosidad por el gobierno federal, la extinción de la Compañía de Luz resolvía los problemas de liquidez de los programas sociales. Éstos serán, según declaraciones de los funcionarios, los destinatarios de los ingresos que se obtengan por los aumentos a la gasolina. ¿O sea que cuánto se van a gastar, perdón?
• ¿Por qué gran parte de la ciudadanía, la que aplaudió el despido masivo y el desmantelamiento de la paraestatal, no ha dicho ni pío con respecto al alza indiscriminada, a pesar de que afecta de manera directísima?
Hace falta un Michael Moore en México que pueda documentar tanta contradicción, tan corta memoria. Y lo requerimos con sentido del humor, que es uno de los valores más evidentes en el norteamericano. En fin.

Suadero

lunes, enero 11, 2010

El Barrio es el Barrio


Lo primero que conocí de Luis Humberto Crosthwaite fue su cuento “La fila” publicado en aquella antología de Julio Ortega llamada Las horas y las hordas de Siglo XXI, en cuya selección el peruano no andaba muy errado. El fin de semana releí con singular gusto y sorpresa Estrella de la Calle Sexta, una recopilación de Tusquets en el que se incluye, creo yo, uno de sus productos más logrados: “El gran pretender”.
          Lo que el tijuanense logra en este relato implica una de esas cuestiones tan discutidas dentro del campo de lo literario latinoamericano, el debate entre lo local y lo universal. Y el supuesto que implica que abordar cuestiones que desnuden la realidad inmediata del que escribe (contexto, habla, cultura, tradición, historia) es algo que se opone a las tendencias actuales de la literatura latinoamericana, con “ambiciones de cronotopo cero” y demás supuestos teórico-estéticos.
          Es cierto que en el quehacer literario muchas veces el intento de retratar el habla (sobre todo el habla) de los habitante de cierta realidad socio-histórica redunda en hipérbole o caricatura mal dibujada. Lo valioso en Crosthwaite reside, precisamente, en la posibilidad de transformar esos referentes ubicables en la frontera y construir un entramado de frases simples, cortas, contundentes que, a pesar de su aparente sencillez, cargan con una serie de códigos lingüísticos sólo comprensibles desde la realidad que se (d)escribe.
           Lo que más me llamó la atención de los relatos, pero sobre todo del último, fue la musicalidad. El ritmo. La precisión, el trabajo, la talacha que se adivina para que una palabra pegue con la otra y así, de a una en una, construir un mosaico que mantiene al lector ensimismado en una lectura que va más allá de la anécdota y de la trama. Que se enreda, para bien, en el lenguaje. Una muestra:
La China: su esposa su waifa su jaina su esquina.
          Su ruca, su morra, su nicho, su queso, su allá voy, su de aquí soy, su torta, su estribo, su tierna melcocha, su media naranja, su castigo, su misión en la tierra, su rancho, su ajúa, su acá, su bien terrenal, su gestión, su obra, su casa grande, su cobija eléctrica, su cachora al sol, su requinto tristón, su rolita oldi, su mejilla sudada, su cementerio, su beibi, su primera dama, su necesidad, su desdén, su urgencia médica, su carestía, su ya no, su cómo no, su otra vez, su no me jodas, su pensión, su fin, su cárcel, su no sé qué.
          La China: su esposa su waifa su jaina su esquina.

Suadero

viernes, enero 08, 2010

Una novela que podría empezar así...

Era de madrugada. Tal vez las tres. La botella de ron, terminada. Y yo había decidido abandonar el trabajo. Debo decir que escribo. O, más bien, trato de escribir. Ese día fue terrible. Las palabras, arañas malditas, se ocultaban de manera persistente entre los pliegues de la mala hora y de los peores modos. Las colillas de cigarro se apilaban de manera consistente en el cenicero viejo, dolido, testigo involuntario de mis quejas y sinsabores. Ninguna historia había acudido a mi mente. Sólo bosquejos. Sombras. Fantasmas salobres. Una sirena policial se oyó a lo lejos. O una ambulancia. Nunca he podido distinguir. Me imaginé que venían por mí. En cierto sentido deseaba que así fuera. El cuello me dolía. Lo torcí hasta que el sonido de las vértebras separándose a fuerzas resonó en mi cuarto, como si fuese el rechinido de un mueble viejo. Lancé la cabeza hacia atrás. Me imaginé que la cuchilla de una guillotina imaginaria me destrozaba el cuello hasta separar la cabeza del resto de mi cuerpo. Esperanza vana. Eran las tres y afuera comenzó a nevar.

Suadero

jueves, enero 07, 2010

Las paradojas de la libertad de expresión



Recién pude ver el documental Shut Up & Sing (Barbara Kopple/Cecilia Peck, 2006) acerca de la historia de los años 2003-2006 en la vida artística de las Dixie Chicks, quienes, a partir de un comentario hecho en un concierto en Londres en 2003 sobre la invasión norteamericana a Irak ("Nos avergonzamos de que el presidente sea de Texas"), inició una andanada de protestas y desafiliaciones de sus seguidores más cercanos a la visión patriotera y desinformada del periodo bushista en los EU.
          Más allá de lo irrelevante del documento fílmico (la película es tediosa, redundante, sin una estética definida, malita pues), su contenido da lugar a variadas interpretaciones. Llama la atención, por ejemplo, la manera en que la publicidad y los agentes (el manager del grupo es todo un manipulador y convenenciero) tratan con los artistas; el poder que los medios de comunicación tienen en un país que funda mucha de la construcción de su sueño democrático, precisamente, en la influencia que ejercen en todos los aspectos de la vida cotidiana de los norteamericanos; llama la atención, también, la manera en que, ante la perspectiva de perder dinero (como ocurrió a la larga), la vocalista del grupo se disculpara públicamente para, después, convertirse en una aferrada escuincla berrinchuda en contra de los seguidores que le reclamaron sus comentarios; la censura que ejercieron las cadenas de radio de música country de manera casi generalizada y cómo eso fue llevado ante una comisión del Congreso a fin de revisar si no se había contravenido la primera enmienda constitucional de los EU, misma que garantiza la libertad de expresión; de relevancia resulta la poca capacidad de articulación argumental que tienen las tres integrantes del grupo, toda su resistencia y su "lucha" se basa en gestualidad, bromas casi adolescentes y una incapacidad de poder derrotar a un sistema poderosísimo como lo es el de las audiencias y los patrocinadores. No digo que la situación no haya sido grave en un país que enarbola de manera reiterada la idea de libertado como valor máximo; pero la vista del documento deja un tufillo a sospecha oportunista del que no se puede desprender fácilmente.
          Y ahora en México, este debate occidental en torno a la idea de libertad de expresión recobra importancia en tiempos de acusaciones a animadores de televisión de homófobos, de ídolos de la música grupera (lo más análogo al country gringo) censurados en reuniones de gente chic, y de otro grupero asociado con el narcotráfico. Los caminos entre arte, industria y política siempre han estado, aunque a muchos no les guste, poderosamente relacionados.

Pd. Aparte de todo esto, el disc0 que sacaron las Dixie en 2006, Taking the Long Way, no suena tan mal.

Suadero

miércoles, enero 06, 2010

Razonar a los madrazos...


A Ella no le gustó Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2009). Y es fan del personaje. O más bien, por ser fan del personaje fue que esta reinterpretación del genial (y adicto) detective no le latió. Se quedó dormida como a la media hora. No le pareció verosímil que el buen Sherlock se liara a madrazos con la escoria de Londres en escenarios de pelea callejera al más puro estilo Van Damme.
          Yo soy fan de Conan Doyle, aquí ha quedado constancia. Pero también soy fan del Ritchie de Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1998) y de Snatch (2000). Vamos, hasta Rocknrolla (2008), me latió. Y parece que el buen Guy retorna a esa estética de cámaras lentas, close ups de rostros deformados por los madrazos y personajes que viven en el límite de la verosimilitud.
          No me molestó el tratamiento que el inglés hace del detective más célebre de la literatura. Me agrada que el chapatín de Robert Downey Jr. se haya encontrado con el personaje y haya conseguido convertirlo en algo propio, después de que hace unos años nadie hubiera dado dos centavos por su futuro como actor. El Watson de Law no me agrada completamente, de hecho, creo que es con él con quien Ritchie se toma más libertades a la hora de presentar su versión de Holmes.
          La historia conserva el tono "positivista" de hallar explicaciones lógicas y racionales, sin acudir a justificaciones mágicas o inexplicables. Los guionistas cuidan esas cuestiones de manera obvia, y sin embargo, no dejan de parecer artificiales. La primera pregunta que me planteó la vista de esta cinta es si acaso esta idea de "final sorpresivo" no resulta un tanto anacrónica en tiempos en donde la complejidad narrativa, tanto de la literatura como del propio cine, ha conseguido que los sorpresivo sea más efectivo si se diluye a lo largo de la trama que si se descubre en el último momento. Como si esa capacidad de observación, la posibilidad de hallar respuestas contundentes y únicas, estuviera pasada de moda; en sintonía con las posturas de fragmentación y especialización de la llamada posmodernidad. ¿Cuándo los finales abiertos se convirtieron en opciones más efectivas (en términos de recepción lectora o espectadora) que la solución total, única e incuestionable? En fin.
          Y sin embargo, el modelo aún funciona a la perfección. Y ahí está Dr. House para demostrarlo. Y acá viene otra idea que me surgió al mirar la peli y, en específico, la construcción del comportamiento de Holmes. Pareciera que uno de los modelos que Downey toma para dar vida al personaje es el médico más popular de la TV. Los comentarios sarcásticos, el abandono de la dimensión de la"realidad" en aras de hallar la explicación a los fenómenos, el aburrimiento en la inactividad. Sí, ya sé que eso también está en la creación de Doyle. Pero yo me refiero al tono, a los matices. La escena en la cual Holmes-Downey analiza a la prometida de Law-Watson (una mujer que a mí me pareció lindísima, por cierto), pareciera más una escena de confrontación clásica House-Cuddy, que algo que hubiese podido salir de la mente de Doyle. Holmes (el literario) es "un caballerito", como dice Ella, que nunca podría comportarse como ese patán.
          Final que predice continuidad de una franquicia que, probablemente, tenga para una o dos pelis más. Probable interés de nuevos lectores que se acerquen a los casos de papel y tinta. No puedo más que decir que no es una adaptación que genere la histeria que generaron, en su momento, las versiones de The Lord of the Rings o la saga de Harry Potter. Si no se hiciera una continuación, creo, a nadie le importaría en exceso. Yo la iría a ver, pero no me obsesiona saber si la van a filmar o no.
          Lo que me llamó la atención acerca de la conclusión de Ella es lo que tiene que ver con el estereotipo inteligencia-violencia. O sea, el hecho de que se dé por sentado que una persona inteligente, generalmente no es una persona de acción. O sea, eres o lo uno o lo otro. Trato de pensar en una respuesta que cuestione ese supuesto, pero no se me ocurre nada. Y tampoco soy un hombre de acción. Estoy en problemas.

Suadero

martes, enero 05, 2010

Lo que quiero de Reyes


Si no supiese quiénes son los Reyes Magos, ya sé que les pediría para este año: el libro Poesía completa de Idea Vilariño. Apenas en estos días de vacaciones pude conseguir Poemas de amor y sólo pude confirmar lo que sospechaba desde que a finales de los noventas me encontré algunos de sus poemas en aquella extrañable Jornada Semanal del periódico homónimo. Poemas de amor es un compendio de desesperación y, oxímoron inevitable, de esperanza alrededor de lo que significan las relaciones amorosas y lo lejano e imposible que es el otro. Y uno de esos otros fue ni más ni menos que un melancólico genial: Juan Carlos Onetti. Vilariño fue, sin duda alguna, uno de las muertes más dolorosas para las letras latinoamericanas durante el 2009 (murió en abril). Dejo acá algunos de los poemas que más me gustaron y la petición para que algún Rey Mago cibernético me regale lo que arriba sugerí.

ENTRO EN EL JUEGO
Entro en el juego
juego
hago de cuenta
voy
te sigo me sonrío
me desentiendo me
abandono me olvido
cuando estás
cuando me amas
pero cuando ya no
aún no
qué difícil
quererte.

EL TESTIGO
Yo no te pido nada
yo no te acepto nada.
Alcanza con que estés
en el mundo
con que sepas que estoy
en el mundo
con que seas
me seas
testigo juez y dios.
Si no
para qué todo.

TAMPOCO
Ahora te fuiste. Huelo
tu lugar en la cama
tu calor que aún queda
y al mismo tiempo amarga
ajenamente sé
que sigo sola y que
será sólo mi cuerpo
el dulce poseído
y que tampoco tú
recogerás mi vida.

ESTOY AQUÍ
Estoy aquí
en el mundo
en un lugar del mundo
esperando
esperando
Ven
o no vengas
yo
me estoy aquí
esperando.

YO QUISIERA
Yo quisiera llorando
decírtelo
mostrarte
decirte destrucción
y que tú me entendieras
o decirte se fue
el verano se fue
o decirte
no te amo
y que tú me entendieras.

DESPUÉS
Es otra
acaso es otra
la que va recobrando
su pelo su vestido su manera
la que ahora retoma
su vertical su peso
y después de sesiones lujuriosas y tiernas
se sale por la puerta entera y pura
y no busca saber
no necesita
y no quiere saber
nada de nadie.

VERTE REÍR
Verte reír tocarte con las manos
vivir contigo un día un año tres semanas
compartir la vida seria vida mansa contigo
encontrarte en la cama
vistiéndote en el cuarto
oliendo a alcohol fumando
sudando en el verano
o en el amor cerrando
tus ojos distraídos.

SABÉS
Sabés
dijiste
nunca
fui tan feliz como esta noche.
Nunca. Y me lo dijiste
en el mismo momento
en que yo decidía no decirte
sabés
seguramente me engaño
pero creo
pero ésta me parece
la noche más hermosa de mi vida.

ADIÓS
Aquí
lejos
te borro.
Estás borrado.



Suadero

lunes, enero 04, 2010

No estaba muerto... bueno, no mucho...


Retorno al blog después de un receso obligado por diversas circunstancias. Espero no abandonar tanto este espacio e intentaré, propósito de Año Nuevo, andar un poco más seguido por acá. No es por justificarme, pero ennumeraré algunas cosas que ocurrieron en estas dos semanas de ausencia no voluntaria:

1. Enfermedad respiratoria aguda... y molestísima. La gripe y sus derivados hicieron de las suyas en mi maltrecho cuerpecillo.
2. Reacción alérgica-asmática a algo no identificado... todavía. Escena de crisis de nerd enfermizo de la mediana edad, con revisión médica de emergencia y dosis generosa de Ventolin vía inhalador.
3. La Manchas se puso malita. Cosa seria de esta gatita que cohabita con Suadero en mi casa. El año antepasado le diagnosticaron leucemia viral. Pero la libertad le encantaba. El día anterior a su crisis de infección ocular tuvo una orgía de miedo en el balcón de la casa: cuatro pretendientes peleándose los favores de la disoluta y libertina Manchas. Ahora, después de anabólicos, antibióticos y limpieza, se recupera lenta pero, esperemos, consistentemente.
4. Limpieza profunda de la casa. Ante la posibilidad de que la alergia mencionada líneas arriba estuviera relacionada con polvo y pelos de gato, tuve que realizar una limpieza exhaustiva de la casa, con aspiración de libreros y desinfección de TODO. Cansancio demoledor en los días dedicados a esta tarea.
5. Al final de las vacaciones tragedia digestiva. Infección generada, seguramente, por la alegría singular con que se atacaron los manjares navideños (eufemismo para sustituir la expresión "tragar como cavernícola").
6. Visita a la familia.
7. Y otras cosas menos trágicas que ya iré desgranando en estos días por aquí. Por lo mientras, les deseo a mis dos lectores un año lleno de ventura, aventura y emoción. Que sus propósitos no sean despropósitos. Y que la vida sea. Besos a todos.