miércoles, octubre 12, 2011

Crónicas de madrazos varios

Julio César Chávez (Matías Danna, técnica mixta)
El fin de semana vi, finalmente y después de una postergación casi imperdonable, el documental de Diego Luna sobre Julio César Chávez. Al mismo tiempo, termino de leer el excelente libro Cuando llegaron los bárbaros… de Magali Tercero. Parecen cosas que no tienen gran relación. Y, sin embargo, no dejé de pensar en uno mientras miraba el otro, y al revés. El libro de Tercero se inserta en la mejor tradición de la crónica periodística, ésa que se escapa de los juicios exclusivos del cronista y deja fluir el sentir y las voces de los que viven aquello que se quiere relatar. En el caso de este libro, la crónica aborda la manera en cómo se ha trastocado la vida cotidiana de los habitantes de Sinaloa a partir del proceso que el narcotráfico ha tenido en la región. Voces que hablan acerca de las fiestas a media calle, de la justicia comprada a punta de ametralladora, de las ambiciones inmediatas de los buchones metidos al comercio de la droga, de la economía que se mueve con los vaivenes de los ingresos que tienen los narcotraficantes, de las nuevas maneras de relacionarse que han tenido que apre(he)nder los ciudadanos de a pie, de los saldos de la guerra gubernamental, de los deseos/rechazos de las madres acerca del destino de sus hijas en un ambiente como éste, de los mitos alrededor de las figuras emblemáticas de los capos, de la memoria de policías honestos y generales sacrificados en el cumplimiento de su deber. Voces que arrasan al lector desde de la reproducción fidedigna que la periodista consigue plasmar en las páginas de su libro. El documental de Luna, por su parte, aborda el proceso que el mejor boxeador de la historia de México tuvo que recorrer hasta reconocer su propia decadencia. Las dos historias se cruzan en Culiacán como el escenario donde se desarrollan ambos relatos, se cruzan en la presencia de los capos de la droga como parte de las comitivas de JC rumbo al cuadrilátero, se vuelven una en la manera en cómo el poder y el dinero disfrazan la impunidad.

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lunes, octubre 03, 2011

El mundo se va a acabar


La muerte chavita/ Víctor Jurado

El Apocalipsis siempre ha estado de moda. La idea de una Revelación Final que nos permita acceder a un estado de gracia a partir del cual podamos comprenderlo todo (y en término de exégesis bíblica, arrepentirnos de todo). En estos días revisé la conmoción causada por la transmisión de la adaptación radiofónica de La guerra de los mundos hecha por Orson Wells al clásico de la ciencia ficción de otro Wells, Herbert George. Las crónicas del día siguiente en The NewYork Times hablan de una predisposición a concebir la posibilidad de que el mundo, tal como lo conocemos, es susceptible de terminar hecho cenizas. Y tal parece que los norteamericanos están más dispuestos a creer tal situación. Baste analizar de manera crítica lo planteado por M. Night Shyamalan en The Happening, para entender un poco esa tendencia a la predestinación de terminar extintos que se da por hecho. Acá no está presente la acción de un dios-que-pasa-factura, pero sí la de una madre-naturaleza-que-quiere-preservar-a-sus-hijos. Es claro que muchos de esos temores se basan en los cambios de paradigmas que ya D. H. Lawrence desnudaba en el análisis que hizo del último libro del Nuevo Testamento. La idea de la novedad, prerrogativa casi exclusiva de la modernidad, anuncia siempre el advenimiento de esos apocalipsis.

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