miércoles, noviembre 28, 2007

A los pequeños saltamontes


Tengo casi diez años de dar clases. He intentado enseñar muchas cosas (al menos aquellas de las que me siento capaz de decir algo). Les he hablado de Ciencias Naturales a personas que tuvieron menos fortuna que otras y que a los 65 años estaban tratando de terminar su secundaria. Di clases en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM ante grupos de más de 100 estudiantes. Estuve en el Instituto Politécnico Nacional tratando de enseñar a leer y escribir a un conjunto de futuros administradores industriales. Pasé por dos o tres universidades en las que valía más "la clientela" que los seres humanos y su posibilidad de formación, por eso, ni mencionarlas.
          Actualmente trabajo en una preparatoria de la ciudad de México en la que los incentivos parecen estar en el sueldo (o eso afirman al menos las autoridades), es decir, importa lo mismo, se valora lo mismo, gana lo mismo, tanto el maestro que se esfuerza porque los muchachos que integran la comunidad de esta preparatoria busquen, encuentren y comprendan su lugar en el mundo; como los que están gozando sin rubor y con hipócrita "coraje revolucionario" de una becototota a todas luces inmerecida (y que no se justifica si tomamos en cuenta la oferta de "excelencia académica" que se proponían [triste conjugar en pasado] ofrecer estas preparatorias pagadas con nuestros impuestos).
          La otra institución en la que trabajo es la Universidad Iberoamericana, Campus Santa Fe. Y me sentí muy, muy, muy honrado (tanto que hasta la modestia se me cayó, repentina y aceleradamente) de que el pasado lunes me hayan otorgado el Reconocimiento al Desempeño Docente 2007 en el área de Historia, tanto por las calificaciones que emitieron los estudiantes de dicha universidad, como los de un jurado conformado por la propia institución para evaluar diversos aspectos, todos académicos.
          Así que se hizo una ceremonia muy bonita. Extremadamente emotiva para el que escribe. Es la primera vez, en casi diez años, que una institución reconoce el trabajo que procuro hacer anteponiendo mis conocimientos, mi interés y, sobre y ante todo, mi ética profesional. Se entregó un reconocimiento firmado por el rector, el vicerrector y el coordinador del área, y un cheque que, por lo mientras, ya solucionó el problema de jubilar, por fin, a la pobre Pancracia (mi lap top) que se queja como abuelita reumática. Además de un desplegado público, costumbre medieval, que se publicó el día de ayer en el diario Milenio y el de hoy en Reforma.
          Me siento muy bien. Disfruto mucho enseñar. Tanto como escribir. Tanto como leer. Es una lástima que a últimas fechas las tareas docentes me estén alejando cada vez más de mi vocación asumida por la escritura. He tenido ofertas para hacer otras cosas que, para quienes me lo ofrecen estoy seguro piensan que me harían más feliz. Y he dicho no. Porque tengo la convicción de que este país sólo puede mejorar en cuanto sus niveles educativos y de transformación cultural se puedan modificar. Por eso trato de enseñar en los dos extremos de nuestra realidad social.
          En la universidad, buscando que no se repita la desgracia que resultó alguien tan nefasto como Vicente Fox. Si los estudiantes de instituciones privadas son los depositarios casi naturales del poder político y económico, habrá que intentar que ese poder se ejerza con responsabilidad y conocimiento de causa. En el caso de los estudiantes de la prepa, tratar de ofrecerles un menú educativo y cultural que pueda competir con cualquier carta gourmet de cualquier institución pública o privada. En las miradas de muchos de ellos, tanto de los primeros como de los segundos, llego a advertir que, aunque sea mínimamente, algo que he dicho o leído, o alguna reflexión que hemos construido juntos, les ha desvelado una luz que permanecía apagada o apenas presentida. Porque yo también soy un pequeño saltamontes.
**aplausos**

jueves, noviembre 22, 2007

Dos de trompa y tres de tripa

Soy fan de Thomas Harris. No lo puedo evitar. Creo sinceramente que este escritor de best sellers tiene un compromiso asumido con la profundidad conceptual de sus tramas aparentemente triviales. La serie de novelas dedicadas a Hannibal Lecter (The Silence of the Lambs, Red Dragon, Hannibal) destilan un interés auténtico porque la verosimilitud sea parte del atractivo de su escritura.
          Es cierto, también, que después de la adaptación al cine de Jonathan Demme, es muy difícil no pensar en el rostro de Lecter sin tener en mente la genial interpretación de Anthony Hopkins en la segunda aparición del caníbal en la pantalla de plata (la primera fue Manhunter de Michael Mann, 1986).
          Es por lo anterior que Hannibal Rising (Peter Webber, 2007) no pasa de ser un divertimento palomero. Divertimento para estómagos fuertes, pero que a final de cuentas no tiene la tensión y profundidad que le dio Hopkins al papel. El debutante (en el papel) Gaspard Ulliel no llega a transmitir lo que de refinado, educado, imperturbable, exacto y maquiavélico hay en el Lecter de Harris y en el Lecter de Hopkins (que son dos interpretaciones de un mismo objeto).La cinta comienza regular, con esta idea de los lobos durante la guerra, pero a medida que avanzan los cuadros, lo esperpéntico e inverosímil comienza a aparecer. Que hay una tía japonesa que convierte a Lecter en un ninja-samurai, órale; que Lecter aúlla como fanático del América en derrota anunciada cuando le dibuja una bonita M (de Mischa, el nombre de su hermana sacrificada y digerida por los siempre-villanazos nazis y causa principal de su filia antropofágica) a uno de los principales ojetes (estereotipados hasta la náusea) culpables de su trauma infantil, esta bien, concedemos; pero que renuncie a tirarse a la tía buenísima (en muchos, muchos sentidos) interpretada por Gong Li, eso sí ya es el colmo de lo inverosímil.
          Está bien para olvidarse un rato de las urgencias del trabajo y las exigencias de la vida. Pero recordable, seguro que no será.

martes, noviembre 20, 2007

A huevo que hubo Fraude


No soy un lopezobradorista a ultranza; sin embargo, sí acudí a la marcha en la que se protestó por la gandallez que era el juicio del desafuero en tiempos del malhadado y descerebrado foxismo. No apoyo las actitudes mesiánicas de Andrés Manuel López Obrador; pero tengo la seguridad de que era lo menos peor que le pudo haber pasado a nuestro país si hubiese obtenido la presidencia. No creo que el papel centralizador del Estado sea una solución alquímica para todos los males que nos aquejan actualmente; pero sí creo que el Estado debe de organizar y pugnar por una sociedad en donde las normas de equidad en las oportunidades, derechos y obligaciones sean una realidad. Voté por López Obrador en las pasadas elecciones del 2006. No estoy seguro de que haya ganado. Pero tampoco puedo decir lo mismo de Felipillo.
          De lo que sí estoy seguro es de que se cometió un fraude. Y no estoy hablando del conteo de votos o de la consigna del "casilla por casilla". Lo estoy planteando en el sentido en el que aparece en cualquier diccionario o enciclopedia: "El núcleo del tipo penal de fraude consiste en el engaño. El sujeto activo del delito se hace entregar un bien patrimonial, por medio del engaño; es decir, haciendo creer la existencia de algo que en realidad no existe". Se cree que existió un proceso transparente; o al menos se intentó hacer creer tal cosa. Es decir, se entregó la soberanía de la presidencia nacional, sin estar seguros de la pertinencia de tal acción.
          Todo esto viene después de ver la controversial (por naturaleza y por público; y por obstáculos de distribución; y por su productor intolerante) película de Luis Mandoki: Fraude: México 2006, que el fin de semana (en plena Convención Nacional Democrática en el Zócalo dividido entre un Palacio Nacional que debería de rentarse ya que no cumple los objetivos ni las funciones por las que lleva ese nombre; una sede del gobierno local que ha afianzado su aparato de organización partidista; y una catedral que mira siempre para el lado que más le conviene, con uno de los personajes más nefastos de la vida pública nacional de la que se pueda tener memoria) se estrenó en un número bastante generoso de salas de cine.
          Que es una película militante: sin lugar a dudas, a pesar de lo que diga su realizador. La tesis de la cinta está presente en el mismo título. Lo atractivo resultan varios de los argumentos con los que defiende su tesis. Y los argumentos vienen más que de las ideas expuestas a lo largo, con una serie de imágenes que reflejan mucho de lo que los medios tradicionales (seguramente ni el propio documental de Mandoki) han ocultado, o no querido ver, o ni siquiera mostrar. Más allá de la documentación del proceso en donde se afectó a López Obrador, llama la atención la postura de mucha gente que está al borde de la desesperación por su particular situación socioeconómica: "Los jodidos no tenemos nada que perder"; "Si hay que estar aquí, estaremos hasta el final"; "Fox, eres una rata y un cobarde; grábalo bien, para que me escuches claro".
          La película es fuerte en términos de que revuelve nuestras más profundas fobias y filias. Se confirma lo que ya se sabe: los medios de comunicación masivos no reflejan la realidad de la sociedad en la que se desarrollan. Los medios son medrosos, cobardes, manipuladores. Tanto como los que votaron en contra del "peligro para México". Tanto como la clase media que grita consignas y se siente "auténticamente revolucionaria" mientras no les toquen la tarjeta de crédito o el cochecito. Vivimos en una sociedad de cobardía y simulación. A sabiendas y con las consecuencias a la vista.
          Contrario a lo que se ha dicho, Mandoki no es el Moore mexicano, le sobra solemnidad y le falta humor... y arrojo. Eso de "Se buscó insistentemente a Carlos Salinas, Roberto Madrazo, Ugalde...", que se los crea alguien más ingenuo. La cinta es tendenciosa, como debe de ser un documento militante. Como lo es Bowling for Columbine, como lo es An Inconvenient Truth. ¿Para qué rasgarse las vestiduras con la llamada "búsqueda de la objetividad"? No la hay. Y esa es una de las riquezas del filme. Mostrar lo que nunca harían el acartonado de Joaquín López Dóriga, la descerebrada de Adela Micha o el muppet de Javier Alatorre.
          Es una película que hay que ver. Ya sea para convivir confortablemente con el entripado de las elecciones del año pasado; ya para convencerse de que Mandoki es el nuevo Goebbels región 4 y López Obrador un Hitler tropical. Sólo una cosa: si no la ha visto, no descalifique sin conocimiento de causa.

miércoles, noviembre 14, 2007

La mejor peli mexicana de todos los tiempos


Llevaba un ratotote buscando una versión en DVD de una de las películas que ubico, sin lugar a dudas, entre las preferidas de este escribidor. La cinta en cuestión es una historia de Arthur Machen, El misterio de Islington, adaptada a la realidad mexicana de los años cincuentas por el alumno aventajado de Luis Buñuel: Luis Alcoriza; y dirigida por Rogelio A. González.

De hecho, es evidente la influencia de estos dos artistas en el resultado final. La cinta destila un inventario de situaciones en donde el anticlericalismo, las tomas de cámara surrealistas y, sobre todo, el humor negro, son elementos que enriquecen de manera magistral esta cinta.

Con diálogos directos y las actuaciones inmejorables de Arturo de Córdova y Amparo Rivelles, El esqueleto..., es uno de esos ejercicios de cinematografía de entretenimiento que termina siendo una obra que esconde más de lo que muestra. La esposa del taxidermista Pablo Morales (Arturo de Córdova), Gloria (Amparo Rivelles), se gana a pulso nuestra repulsión y coraje. Tanto, que el espectador llega a justificar el asesinato del que es víctima.

En fin, que para los interesados, lo pueden encontrar en la colección "Cinemateca" de Facets Video. Una joyita.

viernes, noviembre 09, 2007

Contra la pared


¿De verdad hay tanta gente que sepa escribir bien? Más aún, ¿hay mucha mucha gente que pueda fabular historias y mantener la tensión de esa historia lo suficiente para tener a millones de personas completamente atentas en incontables sitios del mundo? ¿Por fin se va a hacer justicia con el papel que los escritores tienen dentro de la monstruosa industria del entretenimiento audiovisual?
          Me puse a pensar, después de leer esto ayer:
Los Ángeles, 7 de noviembre. El rodaje de la exitosa serie de televisión estadunidense Esposas desesperadas será interrumpido debido a la huelga de los guionistas de Hollywood, que este miércoles cumplió su tercer día, informó el medio especializado en el espectáculo Variety. Según el sitio Internet de la publicación, el equipo de la serie, actualmente en su cuarta temporada, “grabará su último libreto disponible antes de que termine la semana”. El rodaje del martes se vio perturbado por huelguistas, añadió la misma publicación. Una media docena de series en total deberá suspender sus rodajes en los próximos días, precisó Variety. Diversos talk shows nocturnos, que dependen de guiones escritos en el día, ya dejaron de transmitirse. Los guionistas de cine y de televisión estadunidenses comenzaron el pasado lunes un paro indefinido de labores, luego del fracaso de las negociaciones sobre el reparto de las ganancias por las ventas de programas en dvd y nuevas plataformas tecnológicas. La consigna de huelga, por primera vez en cerca de 20 años, se produjo después de más de tres meses de negociaciones infructuosas.
Parece que, ahora sí, los escritores tienen en jaque a los dueños de una de las industrias más lucrativas y poderosas del planeta. Habrá que ver cómo consiguen materializar ese poder. Que no sea sólo en más dinero a sus particulares cuentas. Que puedan incidir sobre el producto final si no están de acuerdo con lo que ellos crearon. Lo que parecía imposible, ocurrió: la letra, después de mucho tiempo de sumisa observación tiene mordiendo el polvo a la poderosa imagen.

martes, noviembre 06, 2007

Lamiditas


No acostumbro hablar de música en esta bitácora, entre otras razones porque no me considero un melómano tan informado como algunos otros internautas y eternautas de estos espacios virtuales. Sin embargo, hoy no pude evitar sorprenderme con un disco que, de hecho parece que tiene ya un rato rolando y del cual yo apenas me entero, el You're Speaking My Language de la reina de los sueños húmedos de más de uno: Juliette Lewis.
           Después de verla retorcerse y jugar con el micro en Strange Days (Bigelow, 1995) al darle vida a Faith Justin, uno podría imaginarse que sobre el escenario sería una bomba visualmente hablando. Y resulta que sí, y que además de una bomba visual (¡es hermosa la condenada!) es una bomba sonora. Juliette realmente rockea a más no poder. Con una voz que se acerca mucho a la desgarrada postura de Janis Joplin (hablo de la voz), pero que tiene más de punk que de hippie, Lewis se metió realmente profundo en mis orejitas.
           Mientras realizaba mi caminata habitual, no pude dejar de sorprenderme por la calidad y la intensidad de Julliette and The Licks. Con riffs de guitarras potentísimos, baterías que obligaban a acelerar la respiración y el paso, y la voz de resaca eterna de la vocalista, me sentí altamente gratificado de haber escuchado a la otrora niña precoz de Cape Fear (Scorsese, 1991).
           La niña mala y violenta de Natural Born Killers (Stone, 1994) destila sexualidad y furia por todos lados. Aunque me resistía al pensar que no era más que otra niñita malcriada de Hollywood que pensaba ser cantante, después de escuchar la pasión que emana en este disco, no puedo más que retractarme.
           Me entero que ya hay otro disco en circulación (Four on the Floor), que me pondré a buscar inmediatamente. No lo pude evitar. Soy fan.

lunes, noviembre 05, 2007

Hueveando


He entrado en un estado de beatífica incapacidad creativa. Tengo múltiples ideas y proyectos, pero cada vez que intento ponerme a darles forma, me ataca la imposibilidad de las maneras más variadas: un montón de trabajos de preparatorianos que revisar, un libro dejado a la mitad, un programa de televisión buenísimo, una plática impostergable, una línea de bajo que hay que ensayar. En fin.
          El próximo año viene cargadito. Tengo que terminar una novela corta que he estado planeando/pensando/documentando antes de febrero; es posible que la Universidad Iberoamericana me financie para terminar, ¡por fin!, mi tesis de maestría que ya tiene cuatro años de retraso; tengo un proyecto de cuentos sobre mi terruño o donde más bien mi terruño es un buen pretexto, que no he podido aterrizar; hay un montón de chamacos desmadrosos a los que habrá de convencer por las buenas de leer a Homero, a Shakespeare y al Amadís de Gaula; hay otro montón de postpubertos universitarios a los que hay que convencer de que hablar de la historia de América Latina no es solamente quejarse de la condición de víctimas, sino tratar de entrever una explicación de lo que se es; Lazo latino siempre aparece con ideas maravillosas a las que es imposible negarse; es muy probable que me cambie de casa este fin de año.
          Total que la incapacidad creativa no es más que una forma elegante de nombrar a la hueva que de manera consciente estoy disfrutando antes de no tener tiempo ni para pensar en por qué no tengo tiempo. Quería participar en el Primer Premio Internacional de ensayo histórico sobre las revoluciones de independencia en Hispanoamérica de 1810, que convocó La Jornada, pero ya preveo la imposibilidad de llevar a buen puerto tal intención. Mientras, me consuelo con un café, un tamalito oaxaqueño que mi madre tuvo a bien cocinar en este pasado Día de Muertos, y Doctor House hasta aprenderse los diálogos. (Bostezo)