miércoles, octubre 25, 2006

La innombrable amiga tenebrosa



Las pruebas de la muerte son estadísticas

y nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal.

JL Borges


Muchas veces se ha planteado la cuestión de la muerte como uno de los tópicos que rebasan por completo los intentos de ubicar la pertinencia de su naturaleza a una sola ciencia o campo de conocimiento. La muerte es un fenómeno esencialmente humano. No quiero decir que los animales, o las plantas, o las estrellas no mueran. Quiero decir que los únicos que aparentemente tenemos conciencia de que vamos a morir somos los seres humanos. También podemos estar convencidos de que estamos destinados a enamorarnos y a sentir culpa en algún momento de la vida. Y eso implica, necesariamente, una reflexión acerca de esta certidumbre. La muerte. Más que un esqueleto descarnado que carga una guadaña (La Parca o La Flaquita), más que una tumba en algún lejano cementerio, más que la dama tenebrosa, más que la compañera final del hombre, la muerte remite a la duda eterna sobre su naturaleza posterior. ¿Qué pasa después de la muerte? ¿Qué pasa durante el tránsito que lleva a un cerebro y a un cuerpo físico a dejar de emitir señales de vida? ¿Tiene caso preguntarnos qué es la muerte cuando no podemos definir de manera satisfactoria qué es la vida?

          Resulta bastante soberbio pretender escribir un texto en el que se pueda dar fe, ya no medianamente sino al menos como introducción de un tema tan complejo, extenso y variado como lo es el de la muerte en la literatura. Las tramas dentro de los textos narrativos, por poner un ejemplo, encuentran uno de sus motores más interesantes en la descripción o el papel protagonista que tiene la muerte dentro de una serie de acciones narradas. Existen géneros (o subgéneros, para los puristas) literarios en los cuales la presencia de los muertos es una condición sin la cual no podría concebirse el desarrollo de una trama.

          La muerte es una habitante cotidiana dentro de los trextos literarios. Es una presencia de la cual no se puede prescindir con facilidad. La podemos encontrar como un motivo literario, como un tema, como parte de reflexiones profundídimas, como inspiradora de los más hermosos poemas, incluso como personaje de narraciones fantásticas.

          Tenemos que tomar en cuenta que la presencia de la muerte en la literatura tiene que plantearse desde diversos puntos de vista. Primero como una preocupación reflexiva acerca del papel que tiene el hecho de que un personaje muera. Los personajes literarios llegan a crearse una vida propia en el momento en el que la palabra los hace vivir. Antes de eso no son más que manchas de tinta sobre un pedazo muerto de celulosa. Los libros viven, y se viven,en el más amplio sentido de la palabra cuando alguien lo deja existir. Los personajes de esos libros viven en la mente, en el corazón y en la memoria de aquellos que alguna vez le dieron vida. Aún recuerdo con pesar la tarde en que, tirado de panza sobre mi cama, me enteraba de la manera más cruda y más directa que D'Artagnac, el personaje central de la saga de Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas muere sobre su cama. Hoy mismo puedo rememorar las lágrimas que escurrieron por mi rostro cuando el héroe de mil batallas y de aproximadamente 3600 páginas en las viejas ediciones de Porrúa decía adiós sin posibilidad de regreso. Yo que había seguido al mosquetero a través de los campos de Francia, de las tabernas malolientes, de los salones de la corte, del mar que separaba Francia de Inglaterra. Yo que había visto transcurrir en los tres títulos de la serie (Los tres mosqueteros, Veinte años después y El vizconde de Bragelonne) el nacimiento, crecimiento, madurez y decadencia del personaje en cuestión de semanas, acudía a la cabecera de su cama a atestiguar su partida hacia el reino de la vacuidad y la incertidumbre. Recuerdo también la partida de El principito del desierto africano dejando al aviador con un palmo de narices y una duda postergada hasta la eternidad: ¿a dónde se fue el niño que buscaba que alguien le dibujara un cordero? No me da pena admitir que sentí y lloré más la pérdida de esos dos personajes literarios que la de mi abuela materna. La razón: los primeros me acompañaron durante gran parte de mi infancia y aún hoy lo siguen haciendo. A mi abuela la veía, a veces, en dos ocasiones al año y lo único que sabía hacer era pellizcarme las mejillas hasta enrojecerlas y emitir tesis obscenas acerca del origen de mis eternas ojeras.

          La muerte. ¿Cuántos escritores no se han perdido en la búsqueda de retratarla, de asirla, de entenderla? En la ficción es el lugar en donde la muerte se regodea en formas, envases e intenciones. La literatura policíaca reclama, de entrada, un muerto para que pueda existir. La literatura de terror inventa y construye la posibilidad de cementerios malditos, de zombies deseosos de carne humana, de monstruos a los que se da vida a partir de materia muerta, al asesinato como motor único de psicópatas y alienígenas (en el sentido de ajenos a la naturaleza “correcta” del ser humano), de muertos vivientes por gracia de la sangre fresca. La literatura romántica pone a la muerte como uno de los elementos a perseguir si se quiere ser consecuente con los principios que le darán sentido a ese movimiento. Las biografías y autobiografías son un intento desesperado por asirse a la eternidad y postergar para siempre el momento de la muerte. La literatura erótica es ese juego interminable entre los impulsos vitales y el miedo a la muerte, la celebración de la vida.

          Libros que hablen de la muerte hay muchos y con perspectivas diversas. Aquí van los que a mí, sin más, me ponen. Drácula de Bram Stoker; Entrevista con el vampiro de Anne Rice con énfasis en el monólogo que Louis se avienta pidiendo la muerte por piedad; Frankenstein de Mary Shelley; Pedro Páramo de Juan Rulfo, con su constante vagabundear entre fantasmas y muertos; La inmortalidad de Milan Kundera; La invención de la soledad de Paul Auster, en donde hace uno de los homenajes más sentidos a la muerte de un padre; Algo sobre la muerte del mayor Sabines, Tía Chofi y Doña Luz de Jaime Sabines; por supuesto, Muerte sin fin de Gorostiza; Las vírgenes suicidas de Geoffrey Eugenides, donde se narran las misteriosas muertes de un grupo de preciosas jovencitas; La larga marcha de Stephen King, en la que aparece la muerte como un premio de consolación; Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle con sus muertos a granel; Spawn de Todd McFarlane en la que los zombies y el reino de los muertos se vuelven realidad en un futuro apocalíptico; Farenheit 451 de Ray Bradbury, en los que los condenados a muerte son los mismísimos libros; ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Phillip K. Dick en la que se narra el momento en el que unos androides rebeldes toman conciencia de lo que es la muerte y la vida; Diálogo entre un sacerdote y un moribundo del divino Marqués de Sade; El cuervo de Edgar Allan Poe; La epístola del apóstol Juan desde la isla de Patmos, mejor conocida como el Apocalipsis o Libro de las revelaciones de La Biblia, en la que todos los humanos, muertitos incluidos, tienen que rendir cuentas ante el grandote; el cuento “El inmortal” de Jorge Luis Borges; El desbarrancadero de Fernando Vallejo, en la que se acude a la muerte de un hermano querido que se consume en la enfermedad; Salón de belleza de Mario Bellatín, y un largo, larguísimo etcétera.

          A final de cuentas, lo que nos debe de quedar claro es que la muerte es una presencia cotidiana en todos los actos de la vida que realizamos. La literatura, que espero sea una parte de sus vidas si no lo es aún, seguirá existiendo y configurándose como lo único inmortal en este inmenso valle de las sombras que es el mundo contemporáneo.

martes, octubre 24, 2006

Mojado's Park


Resulta que la vida da muchísimo como para sorprenderse. Mi sorpresa la tuve el día de hoy hojeando-ojeando-medio leyendo una revista que publican estudiantes y maestros de la Universidad Iberoamericana y que se llama Ocho 80. En la sección "Latitud 0°", aparece un artículo-nota-nuncareportaje de María José del Conde en donde nos da noticia de la existencia de un parque temático con motivos de migrante extremo llamado "El Alberto". Se trata de tener una "auténtica experiencia extrema" fingiendo atravesar la frontera estadunidense con unos supuestos guardias fronterizos en una experiencia I-NOL-VI-DA-BLE. Cinco horas, según la ¿crónica? es lo que dura el viajecito éste. De fábula (O sea, ¡súper buena onda!), la "reflexión" final. Aquí la reproducción del artículo:

"Un día como migrante

por Maria José del Conde

En el estado de Hidalgo, en el municipio de Ixmiquilpan, hay una comunidad Ñañú, conocida como “El Alberto”, de dos mil habitantes. Con un estimado de 90% de su población viviendo “al otro lado” esta comunidad ha ideado un proyecto fuera de lo común. Una gran idea que ahora atrae a muchos turistas deseosos de vivir una aventura y también de comprender una de las situaciones más difíciles que se viven en nuestro país. Los pobladores de El Alberto venden la experiencia de ser migrante por un día a 150 pesos. La cita se da todos los sábados en punto de las ocho de la noche, en el parque Eco Alberto, una reserva ecológica, cerca de la carretera México- Pachuca. Asistimos puntuales.

ImageA las 8:00 de la noche nos pasaron lista, a las 8:15 estábamos trepados en las pick-ups de los “polleros”, quienes nos llevarían a la entrada del bosque. Tan solo pusimos los pies sobre el suelo, y las sirenas comenzaron a sonar. Todos salimos por piernas, nos olvidamos de cualquier modal o atención con los nuevos compañeros, “¡sálvese quien pueda!” y “¡a correr!”

Llegamos a un valle despejado, por donde cruzaba un río. Fue ahí cuando escuchamos el primer disparo. La sirena nos sorprendió, lográbamos ver una camioneta rondar por la carretera, no muy lejos de donde estábamos. “Border Patrol, Border Patrol. Salwuan de ahe.”- decían con acentos muy “gringos”.

En esta ocasión nuestro escondite fue perfecto, un túnel completamente oscuro, en el que empecé a experimentar una fuerte sensación de claustrofobia. Mientras esperábamos, Luís, un indígena que ha cruzado la frontera varias veces y ahora representado su papel de guía, nos contó como había sido su experiencia. “Desde que uno empieza a cruzar, uno siente miedo, la incertidumbre, si vas a cruzar o te van a agarrar. Contratas coyotes que no sabes quienes son, si te van a cumplir lo que prometen, si te van a robar, si te van a violar, si te va a abandonar en el cerro.” Esto lo susurraba entre penumbras. Y así fue también aquí, hasta que dejamos de escuchar que estaban a fuera pudimos salir. Descubrimos que ya no éramos los mismos, algunos se habían rendido y otros fueron alcanzados por la migra. Pero los que quedamos habíamos logrado cruzar la frontera. Fue así como concluyó la noche, llegamos al destino final. Después de casi cinco horas se acabó la aventura. Sólo para mí acabó. ¿Cuántas personas estarán cruzando en este momento?".

lunes, octubre 23, 2006

¡La puta que los parió!


Yo entiendo muchas cosas. Entiendo que el sistema y la cultura en la que nos desenvolvemos es imperfecto. Que mucha de esa imperfección tiene que ver con el papel que como ciudadanos hemos adoptado. Que la enorme cantidad de gente pobre que habita en esta ciudad, en este país y en este mundo, tiene que volvernos precavidos a la hora de emitir cualquier juicio. Que en nuestro Mexiquito existe una taza de desempleo que no es la que nos muestran las cifras maquilladas del INEGI y que el presidente del empleo nomás no va a poder exterminar. Que la inseguridad en esta ciudad está cabrona. Entiendo todas esas cosas. Pero a pesar de entenderlas, no puedo más que maldecir a los hijos de su reputísima madre que me abrieron el auto la madrugada del sábado rompiendo los cristales, saqueando mis documentos, robándome libros y discos que traigo ahí para una emergencia de tráfico, pero sobre y ante todo, dejándome sin estéreo. No puedo vivir sin música. Es horrible manejar oyendo el ronroneo intermitente del motor del auto. Yo no puedo hacerlo. Me deprime. Creo que una de las cosas que hace que el tráfico sea llevadero y los autos no se estrellen unos contra otros en las calles es la música. La música que sea. Imagínense a un microbusero sin oír sus cumbias cholombianas o su reguetón, a un taxista sin su dosis de nostalgia vía Universal Stéreo, a una señora gorda con niños sin sus canciones de la D'Alessio (¿así se escribe?), a un oficinista sin sus dosis diarias de Ricardo Arjona, a un junior sin sus acordes de lo que sea. Nomás es impensable. Yo por eso el domingo me compré (y me instalé) un autoestéreo nuevo que pagaré en cómodas mensualidades sin intereses. En el súper me encontré a uno de los alumnos de la prepa "en zona de riesgo" en la que trabajo y me dijo con cara de desconcierto: "¿Y por qué no me dijo, profe? Le hubiera conseguido uno igual que el que tenía con la rata?". Guardé silencio. Sellé la garantía en Servicios al Cliente y me fui con un nudo que de la garganta bajaba al estómago y así alternativamente. Como una náusea nada sartreana. No hay duda de que la economía subterránea, como Dios, tiene sus propios (e infalibles) mecanismos de sobrevivencia.

miércoles, octubre 18, 2006

Víctima de las circunstancias



Estoy cansado de escuchar siempre las mismas estupideces de políticos distintos.Todos parecen un conjunto de androides a los cuales el formateado de su disco duro es exactamente el mismo. Alguien me comentaba que había escuchado que un político dijo que la preservación de los indios de México tenía que ver con la necesidad de proteger "un símbolo". ¿Un símbolo de qué?, me pregunto indignado. De que después de tres siglos las cosas siguen igual, o peor, que en la Colonia. De que nuestros gobernantes desprecian la cultura, el conocimiento y el estudio simplemente porque ellos no están dispuestos a realizarlos.
          Ayer escuchaba a un funcionario que parece ser el próximo secretario de Hacienda, decir que comenzar a trabajar en ese puesto le quita algunas cosas, pero que los beneficios que obtiene son mayores (ya lo creo). El tipo trabajaba en el Fondo Monetario Internacional. ¿Tendremos que creer que este personaje, de un día para otro, se va a reconfigurar el androide-cerebro y, por arte de magia, dejará de pensar en los intereses de sus exempleadores (el FMI) y pensará en el bienestar de sus nuevos patrones (nosotros)? Ajá.
          Después oí una frase en labios de una de mis estudiantes de la Ibero. Habíamos comenzado una charla informal acerca de la piratería y otros males que no se pueden descalificar con tanta facilidad, ni con argumentos contundentes, cuando, sin darnos cuenta, resultó que estábamos hablando del exceso de información que existe hoy en día en el cual absolutamente cualquier gato puede opinar sobre los temas más disparatados. Salió en la plática Paulina Rubio y sus declaraciones erradas y estúpidas sobre el bloqueo poselectoral a Reforma. Se siguió, con una lógica mutante, con la discusión de si Paulina (Pau, o sea, ¿ves?) pudo haber escogido ser inteligente y no la burra que es. Fue entonces que salió una frase de la cual pido derechos para hacer un ensayo: "Paulina Rubio, víctima de Timbiriche". Después de eso mi cansancio fue mayor.

lunes, octubre 16, 2006

Calamareando



Me encontré este juguete en el blog de Teoría del caos, y encontrándome en uno de esos momentos en los que prefiero hacer cualquier cosa más que preocuparme por las que no me va a dar tiempo de hacer, decidí probarme. Aquí el resultado. Ojalá alguien más se aviente a hacerlo.
          Se trata de contestar a una serie de preguntas sólo con las letras de canciones de un grupo o cantante. Voy a responder sólo con rolas de Andrés Calamaro.

1. ¿Eres hombre o mujer?

Voy a salir a caminar solito
sentarme en un parque a fumar un porrito,
y mirar a las palomas comer,
el pan que la gente les tira.
Y reprimir el instinto asesino
delante de un niño de campo
y estoy tan violento, tan radical
que tengo aprendido el papel principal.
Yo soy un loco,
que se dio cuenta,
que el cuento es muy corto.
---Yo soy un loco---

2. Descríbete

Soy todo corazón y eso me hace mal
soy muy sensible a la belleza
por eso pierdo la cabeza
con tanta facilidad,
socio de la soledad.
Otra vez perdido en mis sentimientos
nunca miento siempre digo la verdad
con el primer beso
casi siempre voy preso
socio de la soledad.
--Socio de la soledad--

3. ¿Qué sienten las personas cerca de ti?

Nunca hay un adiós total entre los ñeris
siempre es “nos volveremos a ver”
en algún lugar del tiempo.
No hay olvido cuando existe
la amistad y el respeto,
el recuerdo de momentos entrañables
alegrías y secretos.
Nos volveremos a ver,
porque siempre hay un regreso
por eso contá con eso
pongo la mano en el fuego por vos.
--Nos volveremos a ver--

4.¿Cómo te sientes?

Estoy cansado de buscar
algún lugar encontraré,
estoy malherido, estuve sin saber qué hacer,
en algún lugar, te espero.
Estoy cansado de esperar,
pero igual igual
no tengo a dónde ir.
Ayer la tormenta casi me rompe
el corazón, pero igual espero.
—Algún lugar encontraré--


5. ¿Cómo describiría su anterior relación sentimental?

Si diez años después, te vuelvo a encontrar,
no te olvides que soy distinto que aquél
pero casi igual.
Si la casualidad nos vuelve a juntar diez años después
algo se va a incendiar, no voy a mostrar mi lado cortés.
Aquello fue un gran punto de partida
pero a la vez que fácil se te olvida,
diez años después quién puede
volver atrás.
Estamos en la tierra cuatro días
y el cielo nunca ofrece mentiras.
Diez años después--

6. Describe tu actual relación con tu novio/a o pretendiente

Yo tengo cuatro claveles
uno por cada motivo
el encuentro, tu mirada,
mi secreto, nuestro olvido.
Estoy jugando con fuego
y en la yema de los dedos
tengo el tacto de los días
tengo el tacto de las noches
tengo el tacto de los días.
Si me quedé sin aliento
y no pude dar contigo
va a venir la noche negra
para quedarse conmigo.
Porque jugando con fuego
puede ser que te lastime
puede ser que sufra un poco
y nos quememos los dos.
Estás jugando con fuego por un tango así
y muy juntitos los dos.
(Para vos, reina)
—Jugar con fuego--

7. ¿Dónde quisieras estar ahora?

Búsquenme donde se esconde el sol
donde exista una canción
búsquenme a orillas del mar
besando la espuma y la sal.
Búsquenme y me encontrarán
en el país de la libertad.
Búsquenme donde se detiene el viento
donde haya paz y no exista el tiempo
donde el sol se oculta
tras las nubes en las mañanas.
—En el país de la libertad--

8. ¿Cómo eres respecto al amor?

Esta es mi séptima vida
no me había dado cuenta
es un secreto que me dijiste
porque estabas contenta.
Nunca invito a una chica a dormir
sólo a la que me dice que no
porque prefiero dormir pensando en nosotros dos
que dormir con vos.
Nunca invito una chica a comer
sólo a la que me dice no
porque prefiero comer pensando en nosotros dos
que comer arroz.
—Prefiero dormir--

9. ¿Cómo es tu vida?

Hay un hombre volviendo a casa cruzando el río,
otro volviendo a casa cruzando el mar,
dentro del pecho tiene calor y frío
y las cosas que lo ayudan a olvidar.
Una broma que una vez me hizo reír
que me ayudaba a vivir y perdió su gracia.
Y me quedo sin poder ni hablar
de las cosas que me ayudan a olvidar.
Tiene cuatro caminos, es un buen tío,
tiene un dolor intenso en el paladar,
tiene cinco sentidos hechos un lío
y las cosas que lo ayudan a olvidar.
—Cosas que me ayudan a olvidar--


10. ¿Qué pedirías si tuvieras sólo un deseo?

Voy a tratar con la tinta
y voy a tratar con la imprenta
voy a tratar de decir la verdad
aunque seguido mienta,
voy a perseguir la canción perdida
hasta que por azar
se rinda para mí.
—Mi rock perdido--

11. Escribe una cita o frase famosa

No se puede vivir del amor,
le dijo un soldado romano a Dios.
No se puede comer con amor,
las cuentas no se pueden pagar con amor,
las casas no se pagan con amor,
no se puede ganar una guerra con amor.
—No se puede vivir del amor--

12. Ahora despídete

Son las nueve, yo creí que eran las tres,
todavía no pude comer, ni dejar de temblar,
no era un juego, era fuego,
y habrá que pagar la cuenta del incendio.
Pero aquellos maratones
sin dejar de escupir canciones,
fueron buena pesca y tal vez el dolor desaparezca,
y algún día podamos repetir lo peligroso
del arma cargada de polvo.
--Son las nueve--

miércoles, octubre 11, 2006

Lucidez de un hijo de puta adorable



En junio de 2003 se llevó a cabo el Primer Encuentro de Escritores Latinoamericanos que la editorial Seix Barral promovió en Sevilla y que contó con la participación de lo que podría considerarse la nueva generación de escritores jóvenes latinoamericanos, y en el cual se presentó la postura de estos escritores con respecto a eso que se da en llamar “la literatura latonoamericana”. Ese encuentro trajo, creo yo, una ganancia y una pérdida. La ganancia fue que una serie de escritores se reconocieron como iguales dentro de una generación parricida que triunfaba en España; y la pérdida, que no es para nada proporcional con la ganancia, fue la muerte, apenas teminado el encuentro, del más lúcido de los ahí reunidos: Roberto Bolaño.
          Probablemente por la cercanía de la muerte, pero con más posibilidad por su postura de vida, fue que Bolaño emitió de forma políticamente incorrecta y con una lucidez envidiable muchos de los juicios que aquí pongo a su consideración. Son juicios de una hijoputez evidente, pero que dejan escapar un tufo a verdad que no pueden dejarnos más que pensando. Las ideas vertidas sobre los escritores latinoamericanos de su generación fueron extraídas de los textos “Sevilla me mata” (¡qué humor más negro quieren!) y de “Los mitos de Cthulhu”, que fue finalmente el texto que leyó en el Encuentro.

· ““De dónde viene la literatura latinoamericana”. Si me atengo fielmente al título, la respuesta no sobrepasará los tres minutos. Venimos de la clase media o de un poroletariado más o menos asentado o de familias de narcotraficantes de segunda línea que ya no desean más balazos sino respetabilidad. La palabra clave es respetabilidad. Ya lo escribió Pere Gimferrer: antaño los escritores provenían de la clase alta o de la aristocracia y al optar por la literatura optaban, al menos durante un tiempo que podía durar toda la vida o cuatro o cinco años, por el escándalo social, por la destrucción de los valores aprendidos, por la mofa y la crítica permanentes.”

· “¿De dónde viene la nueva literatura latinoamericana? La respuesta es sencilla. Viene del miedo. Viene del horrible (y en cierta forma bastante comprensible) miedo de trabajar en una oficina o vendiendo baratijas en el paseo Ahumada. Viene del deseo de respetabilidad, que sólo encubre al miedo. Podríamos parecer, para alguien no advertido, figurantes de una película de mafiosos neoyorquinos hablando a cada rato de respeto. Francamente, a primera vista componemos un grupo lamentable de treintañeros y cuarentañeros y uno que otro cincuentañero esperando a Godot, que en este caso es el Nobel, el Rulfo, el Cervantes, el Príncipe de Asturias, el Rómulo Gallegos”.

· “El tesoro que nos dejaron nuestros padres o aquellos que creímos nuestros padres putativos es lamentable. En realidad somos como niños atrapados en la mansión de un pedófilo. Alguno de ustedes dirá que es mejor estar a merced de un pedófilo que a merced de un asesino. Sí, es mejor. Pero nuestros pedófilos son también asesinos”.

· “Latinoamérica fue el manicomio de Europa así como Estados Unidos fue su fábrica. La fábrica está ahora en poder de los capataces y locos huídos son su mano de obra”.

· “Si vas a decir lo que quieres, también vas a oir lo que no quieres”.

· “En realidad la literatura latinoamericana no es Borges, ni Macedonio Fernández ni Onetti, ni Bioy ni Cortázar ni Rulfo ni Revueltas ni siquiera el dueto de machos ancianos formados por García Márquez y Vargas Llosa. La literatura latinoamericana es Isabel Allende, Luis Sepúlveda, Ángeles Mastretta, Sergio Ramírez, Tomás Eloy Martínez, un tal Aguilar Camín o Comín y muchos otros nombres ilustres que en este momento no recuerdo”.

· “La obra de Reinaldo Arenas ya está perdida. La de Puig, la de Copi, la de Roberto Arlt. Ya nadie lee a Ibargüengoitia. Monterroso [...] no tardará en entrar de lleno a la mecánica del olvido. Ahora es la época del escritor funcionario, del escritor matón, del escritor que va al gimnasio, del escritor que cura sus males en Houston o en la Clínica Mayo de Nueva York”.

· “[Los escitores nuevos deben] Firmar libros, sonreír, viajar a lugares desconocidos, sonreír, hacer de payaso en los programas del corazón, sonreír mucho, sobre todo no morder la mano que les da de comer, asistir a ferias de libros y contestar de buen talante las preguntas más cretinas, sonreír en las peores situaciones, poner cara de inteligentes, controlar el crecimiento demográfico, dar siempre las gracias. No es de extrañar que de golpe se sientan cansados. [...] Pero los nuevos escritores tuvieron y algunos aún tienen (y Dios se los conserve por muchos años) padres que se agotaron y gastaron por un simple jornal de obrero y por lo tanto saben, los nuevos escritores, que hay cosas mucho más agotadoras que sonreír incesantemente y decirle sí al poder”.

· “Dios bendiga a los hijos tarados de García Márquez y a los hijos tarados de Octavio Paz, pues yo soy responsable de esos alumbramientos. Dios bendiga los campos de concentración para homosexuales de Fidel Castro y los veinte mil desaparecidos de Argentina y la jeta perpleja de Videla y la sonrisa de macho anciano de Perón que se proyecta en el cielo y a los asesinos de niños de Río de Janeiro y el castellano que utiliza Hugo Chávez, que huele a mierda y es mierda y que he creado yo”.

· “Todo es, a final de cuentas, folclore. Somos buenos para pelear y somos malos para la cama. ¿O tal vez era al revés, Maquieira? Ya no me acuerdo”.

· “Somos malos para la cama, somos malos para la intemperie, pero buenos para el ahorro. Todo lo guardamos. Como si supiéramos que el manicomio se va a quemar. Todo lo escondemos”.

· “Sólo nos interesa el éxito, el dinero, la respetabilidad. Somos la generación de la clase media”.

· “Si pudiéramos crucificar a Borges, lo crucificaríamos. Somos los asesinos tímidos, los asesinos prudentes. Creemos que nuestro cerebro es un mausoleo de mármol, cuando en realidad es una casa hecha con cartones, una chabola perdida entre un descampado y un crepúsculo interminable. (Quién dice, por otra parte, que no hayamos crucificado a Borges. Lo dice Borges, que murió en Ginebra)”.

· “¿Qué pueden hacer Sergio Pitol, Fernando Vallejo y Ricardo Piglia contra la avalancha de glamour? Poca cosa. Literatura.”

martes, octubre 10, 2006

Paseitos


Muchas cosas durante el fin de semana. De entrada les comento que estoy leyendo La ciudad ausente de Piglia y me parece una de las mejores novelas que he leído en mi corta vida. Piglia consigue un montón de cosas que otros solamente llegan a proponérselas en teoría. No se sabe si el libro en cuestión es una obra de ciencia ficción, o realista, o de denuncia de la dictadura, o psicológica. Lo único que sí se sabe es que es muy buena. De él también leyendo para la tesis de la maestría (ora sí estoy decidido a terminar con ese pulpo que me consume los insomnios) la respuesta del mismo autor a las cinco propuestas para un nuevo milenio de Italo Calvino. Asombroso.
          También fui a ver Las obras del ayer de los chingonsísimos Les Luthiers. A pesar de conocer varias de las piezas que presentaron, no dejé de reir en las poco menos de dos horas que duró el recital y que se van como el mísero instante que duraron las tetas de Demi Moore en pantalla en Striptease, de volada. Los argentinos demuestran que son uno de los productos culturales latinoamericanos más inteligentes y disfrutables. A pesar de que la edad ya se deja ver en la mayoría de ellos, siguen conservando la misma elegancia con la que hacen que el público, literalmente, se desternille de risa. Ampliamente recomendable, para los neófitos, y lástima para los fans que no pudieron ir. La pieza "San Ictícola de los peces", alucinante.
          Otra de las cosas que vi este fin de semana fue a la Filarmónica de la Ciudad de México que presentó un programa harto amigable que fue la delicia de un domingo caluroso que se dejó venir con temperatura después del medio día. La Filarmónica es una orquesta viva, con músicos que se les nota a leguas el amor por la música, que sonríen, que se extasian, que vibran. Maravillosas interpretaciones. Me quedo en la memoria con el director y con un vikingo que profesaba su amor por los platillos hasta atrás de la orquesta, pero que es altamente entrañable seguir, mirar su rostro circunspecto, admirar la extensión de sus brazos con cada remate. Un vikingo. De las piezas que ejecutaron, me gustó sobremanera "Calavera" de Eugenio Toussaint. Alucinante.
          También fui a la Feria del libro en el Zócalo de la Ciudad de México en la que como siempre, las editoriales tratan de triplicar el precio de sus publicaciones. Lo rescatable de estos eventos es mirar los productos que ofrecen las editoriales pequeñas y autogestivas, así como la oferta de libros por librerías o distribuidores en saldo. Conseguí maravillas que ya estaré reportando por aquí. De entrada tres ediciones de mi héroe Inodoro Pereira directamente de Ediciones de La Flor. Compré también, a sugerencia y cátedra de un argentino nerd y fumador de puros, El Eternauta. El regreso, una novela gráfica de Solano y Oesterheld que es más que mito en tierras gauchas. Compré también dos antologías de cuentistas cubanos contemporáneos, a ver qué tal se la rifan los caribeños en eso de escribir historias cortas y para ver sobre qué están escribiendo. De lo mejor que hay en la feria se puede mencionar el stand que se dio a la ciudad de La Habana que trae a la venta una cantidad de percusiones criollas bastante interesantes. En fin. La decepción fue encontrarme unas ediciones del Sandman carísimas (novecientos morlacos), aunque la neta, muy bien hechecitas. En fin, estamos acá.

jueves, octubre 05, 2006

Hasta a mí me engañó...


Por fin, después de soportar un montón de desilusiones en pantalla, después de depositar las esperanzas en los nombres de los directores o en la nacionalidad de las cintas, después de comenzar a creer que las mejores historias se están yendo a la televisión y no al cine, por fin, después de todo eso, volví a salir con una sonrisa de las salas cinematográficas.
           La causa de todo esto es la cinta El ilusionista de Neil Burger. Una cuestión básica de la experiencia cinematográfica es que uno se mete a la semioscuridad a ser engañado. En términos de que se pretende vivir lo que acontece en la pantalla. Esa es la primera parte del engaño, la segunda, más interesante y por lo que me gustó la cinta mencionada, es cuando el espectador cree saber qué es lo que está pasando en pantalla y, repentinamente (y en una secuencia que no dura más de treinta segundos) le es echada en cara toda su estupidez, ingenuidad o mamonería de creer haber visto todo.
           Es cierto que el riesgo de estas películas es que sólo se disfrutan de manera intensa en esa primera vez que se nos descubren. Pero creo que esa sensación de la primera vez vale la pena. Para quien le gusta o llama la atención las vueltas de tuerca estilo Seven y The Game de David Fincher, o la sorpresa del final de Usual suspects de Bryan Singer. Muy cerca de Memento de Christopher Nolan. Además, Paul Giamatti, sigue demostrando que es un excelente actor. Buena peli, pues. A verla.