lunes, noviembre 14, 2011

Una de guampiros

Nunca he sido fanático de las novelas de vampiros. A pesar de que dos de ellas, una que me regaló mi adorada Hortensia Moreno a mediados de los noventas (Entrevista con el vampiro de Anne Rice) y otra que conseguí en alguna de mis visitas al tianguis de libros de La Lagunilla (El imperio del miedo de Brian Stableford), capturaron mi atención, no consiguieron que me volviera un seguidor de tal temática. Y es que no alcanzo a comprender la fascinación que estos personajes lanzados a la conciencia colectiva, sobre todo a partir del periodo romanticista, llegan a tener sobre el imaginario de muchos lectores. Y eso que Drácula de Abraham Stoker y  Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu están catalogadas como obras imprescindibles para entender el origen de tales aficiones y de la literatura en general. Luego me entero que incluso Carlos Fuentes tiene ficción sobre vampiros. Y, bueno, viene después el repunte de ventas del género con esa joya de la ideología gringa de derechas y donde la palabra saga desentona de manera terrible ante lo básico y maniqueo que resulta el tratamiento de la historia de vampiros en la época contemporánea: Crepúsculo de Stephenie Meyer. Y todo esto para decir que acabo de leer una novela en donde aparecen unos vampiros que salen de la concepción común: son chinos, viven en el noroeste de México y se enfrentan a balazos y navajazos entre sí. Me refiero a Asesinato en una lavandería china de Juan José Rodríguez. Una trama efectiva, en clave policíaca que, sin embargo, deja algunos cabos sueltos (la suerte de la madre del protagonista, por ejemplo). La obra resulta interesante por la transformación de la figura estereotípica del vampiro: aristócrata, bien parecido y, a partir del estereotipo más común, exclusivo del mundo occidental. Échenle un ojo, igual y les interesa. Según una entrevista reciente, hay planes para volverla film.

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miércoles, octubre 12, 2011

Crónicas de madrazos varios

Julio César Chávez (Matías Danna, técnica mixta)
El fin de semana vi, finalmente y después de una postergación casi imperdonable, el documental de Diego Luna sobre Julio César Chávez. Al mismo tiempo, termino de leer el excelente libro Cuando llegaron los bárbaros… de Magali Tercero. Parecen cosas que no tienen gran relación. Y, sin embargo, no dejé de pensar en uno mientras miraba el otro, y al revés. El libro de Tercero se inserta en la mejor tradición de la crónica periodística, ésa que se escapa de los juicios exclusivos del cronista y deja fluir el sentir y las voces de los que viven aquello que se quiere relatar. En el caso de este libro, la crónica aborda la manera en cómo se ha trastocado la vida cotidiana de los habitantes de Sinaloa a partir del proceso que el narcotráfico ha tenido en la región. Voces que hablan acerca de las fiestas a media calle, de la justicia comprada a punta de ametralladora, de las ambiciones inmediatas de los buchones metidos al comercio de la droga, de la economía que se mueve con los vaivenes de los ingresos que tienen los narcotraficantes, de las nuevas maneras de relacionarse que han tenido que apre(he)nder los ciudadanos de a pie, de los saldos de la guerra gubernamental, de los deseos/rechazos de las madres acerca del destino de sus hijas en un ambiente como éste, de los mitos alrededor de las figuras emblemáticas de los capos, de la memoria de policías honestos y generales sacrificados en el cumplimiento de su deber. Voces que arrasan al lector desde de la reproducción fidedigna que la periodista consigue plasmar en las páginas de su libro. El documental de Luna, por su parte, aborda el proceso que el mejor boxeador de la historia de México tuvo que recorrer hasta reconocer su propia decadencia. Las dos historias se cruzan en Culiacán como el escenario donde se desarrollan ambos relatos, se cruzan en la presencia de los capos de la droga como parte de las comitivas de JC rumbo al cuadrilátero, se vuelven una en la manera en cómo el poder y el dinero disfrazan la impunidad.

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lunes, octubre 03, 2011

El mundo se va a acabar


La muerte chavita/ Víctor Jurado

El Apocalipsis siempre ha estado de moda. La idea de una Revelación Final que nos permita acceder a un estado de gracia a partir del cual podamos comprenderlo todo (y en término de exégesis bíblica, arrepentirnos de todo). En estos días revisé la conmoción causada por la transmisión de la adaptación radiofónica de La guerra de los mundos hecha por Orson Wells al clásico de la ciencia ficción de otro Wells, Herbert George. Las crónicas del día siguiente en The NewYork Times hablan de una predisposición a concebir la posibilidad de que el mundo, tal como lo conocemos, es susceptible de terminar hecho cenizas. Y tal parece que los norteamericanos están más dispuestos a creer tal situación. Baste analizar de manera crítica lo planteado por M. Night Shyamalan en The Happening, para entender un poco esa tendencia a la predestinación de terminar extintos que se da por hecho. Acá no está presente la acción de un dios-que-pasa-factura, pero sí la de una madre-naturaleza-que-quiere-preservar-a-sus-hijos. Es claro que muchos de esos temores se basan en los cambios de paradigmas que ya D. H. Lawrence desnudaba en el análisis que hizo del último libro del Nuevo Testamento. La idea de la novedad, prerrogativa casi exclusiva de la modernidad, anuncia siempre el advenimiento de esos apocalipsis.

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martes, septiembre 20, 2011

Elogio de la glotonería, en elnocturnodiurno

(Desayuno para uno/ Víctor Jurado)
“Comer como pelón de hospicio” era una frase común todavía hace unos años. Hacía referencia a los chicos que habían sido abrigados por la caridad, pública o privada (una por obligación, otra por remordimiento), para evitar que terminaran en la calle y “se fueran por el mal camino”. La frase parece dibujar a esos personajes que Luis Buñuel presentó de manera inmejorable en su joya mexicana Los olvidados (1950), donde la sobrevivencia pasa por el hambre y, muchas veces, por el agandalle. Los niños abandonados, ésos que fueron una afrenta nacional entonces y que originaron peticiones de expulsión para el fundador del surrealismo cinematográfico, hoy son cosa común. Se pasean frente a nuestros ojos que han aprendido a mimetizarlos con el paisaje. Como si fueran un árbol, o un semáforo, o una coladera. Ellos también deben comer como pelones de hospicio. De esos orfanatos sólo queda el recuerdo. Las alcantarillas son su manifestación contemporánea, los portales del Metro, las casas abandonadas y en litigio, los autos abandonados en la vía pública, los parques, las fuentes. Se reproducen como hormiguitas. Uno puede estar atento a un agujerito, que por ahí, seguro, se deslizan uno detrás de otro. Como se muestra en De la calle (Gerardo Tort, 2001), una visión descarnada, pero realista, de lo que es vivir como niño de la calle en la Ciudad de México. Y, después de todo esto, me da pena decir el motivo de mi post. Pero lo haré: en estas fiestas patrias, comí como pelón de hospicio.

lunes, septiembre 12, 2011

Lo nuevo el elnocturnodiurno, columna de la semana

(Foto: La patria imperial/ Víctor Jurado) 

López
Considero que el más grande escritor que ha tenido mi país, México, es Jorge Ibargüengoitia. Es un juicio que los más fundamentalistas me reclamarán. Rulfistas, Arreolistas, Reyistas y, probablemente, hasta Crackistas me dirán que los méritos del cuevanense son escasos debido a que sus obras no eran “serias”. Y es probable que yo les dé razón en ese momento, pero también es cierto que para mis adentros seguiré pensando que están bien pendejos.

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Lo nuevo en Soundtracks impresos de artist mx

Lo malo de las jiras es que crean adicción
Federico Arana es, sin lugar a dudas, uno de los nombres clave entre los autores a quienes se puede relacionar tanto con los movimientos contraculturales en México como con la historia del rock en nuestro país. De su autoría es esa joya híbrida, en términos de género literario (o periodístico), denominada Huaraches de ante azul, una revisión de la historia temprana del rock en México; tanto de sus intérpretes como del impacto de discos y artistas provenientes de otras latitudes rocanroleras.
Incansable difusor científico (valgan como evidencia sus aportaciones como ilustrador para diversos materiales didácticos del sistema educativo mexicano y su Manual de ecología para principiantes) y escritor prolífico, el Incansable Hombre Arana, como se le ha nombrado en algunas ocasiones, tiene también una banda de rock que se dedica a coverear clásicos del rock con humor corrosivo y crítica social a granel. Aunque su aspecto parece más el de un dirigente sindical trasnochado que el de un rocanrolero duro, es claro que Arana tiene mucho que decir en lo que a cuestiones rocanroleras y musicales se refiere.
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jueves, septiembre 08, 2011

Nueva aventura

En una nueva aventura, en un nuevo año. Mi primera colaboración para el proyecto el nocturnodiurno que ha visto la luz en la ciudad de Managua. Andaré por allá seguido. Si andan por acá les avisaré. Mi primera colaboración sobre el chupe y sus relaciones.

Abrimos a las 6

agosto 11th, 2011  |  Publicado por Edgar Adrián Mora
Hay bares de 24 horas, pero las barras libres sólo son en horarios establecidos. Aquellos en los cuales puede asistir más gente o cuando es más fácil enganchar a los bebedores empedernidos a fin de obligarlos a seguir consumiendo a precio de lista. Se puede tomar todo lo que se pueda, hasta que el cuerpo aguante. Pantagruélico festín alcohólico con dos destinos probables: el suelo o la inconsciencia. O ambos, si decadentes andamos. Porque la libertad de explorar la realidad alternativa del sueño también está incluida. No cualquier antrillo ofrece barra libre. Sólo aquellos en los que conviven el grito, el descalabro, la música a todo volumen y los barman apresurados y muertos de sed. Al cantinero también le conviene que la embriaguez los invada. Joderán menos entre más borrachos estén. A chupar, que el mundo se va a acabar…

miércoles, agosto 17, 2011

Agua, el eBook


La editorial Tártaro, coordinada por Mario Carrasco Teja, acaba de lanzar como su número 8 en su colección Los cuentos del cíclope (A Book for a Buck), mi cuento "Agua" en una edición especial para Kindle, Bookeen, Sony Reader y demás aparatitos para leer libros electrónicos. Lo pueden conseguir pinchándole a la portada que está aquí arribita.

Mi colaboración para artistmx


HUELE A CÓMIC ADOLESCENTE
Con guión de Barnaby Legg y Jim McCarthy, así como ilustraciones de Flameboy, Goodspeed. The Kurt Cobain Graphic (Kurt Cobain. El ángel errático, desafortunado título de su versión en español) es un comic que hurga de manera un tanto estereotipada pero efectiva en la biografía del vocalista de Nirvana y en las circunstancias que fueron tejiendo su vida, desde la infancia fragmentada por la relación fallida de sus padres hasta el momento en que, según la versión más aceptada, terminó con su vida desparramando fragmentos de cerebro en el cuarto mugriento donde fue hallado.
          Con pericia y oficio, los autores guían al lector en una narración con dos vertientes: por un lado la descripción en primera persona de los sentimientos y percepciones internas del protagonista; y, por el otro, el intento de reconstruir de manera fidedigna la biografía de uno de los iconos más importante de la música popular de la década de los noventas. Ambas historias se cruzan y desvelan una narrativa efectista que decae de manera evidente en las secuencias “amorosas” que describen la relación accidentada de Cobain con la mayoría de las mujeres que habitaron su vida en determinado momento.

miércoles, agosto 03, 2011

Mi colaboración para el número 4 de Vozed

La crisis o los molestos chirridos de la tiza sobre el pizarrón


La palabra crisis es molesta. Dos vocales débiles que generan una sensación de chirrido, similar al ruido de un gis sobre una pizarra seca. Y esa molestia que genera el chirriar del gis sobre la pizarra se vuelve más molesto conforme su sonido se sigue repitiendo. La palabra crisis tiene efectos similares.
         Es una palabra multifuncional. Cuando se habla de un punto de decadencia que linda con la extinción o con el cambio de estado, aparece. De tal forma tenemos crisis políticas, crisis económicas, crisis conceptuales, crisis generacionales, crisis de los 30’s (y de los 40, 50, 60’s…), crisis de la moral, crisis de la familia, crisis nerviosa. ¿Ya les duelen los oídos?
         El origen de la palabra remite al griego krisis que alude al verbo que le da origen krinein: separar, juzgar, decidir. En esa raíz etimológica encontramos explicación a varias de las aplicaciones cotidianas con las que se relaciona el término, crisis de identidad por mencionar una.

Columna "Soundtracks impresos" en artist MX


Una historia (casi autobiográfica) de rock and roll
Kevin Sampson nació en Liverpool, una ciudad del Reino Unido que ha visto nacer a bandas de trascendencia innegable en la historia del rock. Ha escrito críticas para medios tan importantes como la New Musical Express o Sounds. En 1989 se convirtió en el mánager de la banda The Farm, un grupo que alcanzó cierta celebridad en los primeros años de la década de los noventas. Con ellos, inició una gira de 60 conciertos por los Estados Unidos.

Cuento en Cuadrivio 4


VOLADORES

Hubo un gran combate en los cielos. Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya lugar en el Cielo para ellos. Y fue arrojado el Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él.

Apocalipsis 12:7-9

Desperté muy temprano y no lo encontré. Habíamos estado en el cuarto del hotel tomando cerveza y viendo la repetición de un partido de futbol. Lo vimos en el canal de la competencia. En nuestra empresa comentan sólo ignorantes y arribistas (eso no lo ponga, que si se enteran allá arriba me corren). Pues total que vimos el partido y después comenzó un programa sobre hombres fuertes que jalan vagones de tren y levantan troncos a peso vivo. El caso es que de repente me dormí. Así nada más. No recuerdo ni en qué momento fue. Cuando desperté, Nibardo había desaparecido. Bueno, no desaparecido. Nomás no estaba en la cama. Dije su nombre en voz alta para ver si me contestaba, pero nada. Pensé que había salido a comprar cigarros o algo, ¿no? Me volví a dormir. Y hasta ahorita no ha aparecido. Hoy en la mañana no llegó a desayunar, ni tomó en cuenta el plan de grabación. Estamos haciendo un reportaje para el programa de los viajes, ése donde sale la güerita que habla con la gente y explica la historia de los lugares que grabamos, ¿no? Pues bueno, ella llegaba hasta mañana porque primero teníamos que grabar el stock del programa, y ya luego ella viene y lee los guiones que el Nibardo le prepara. Es bueno para escribir y para leer. No la chamaca sino mi compa. Produce todo. Y ahora no aparece. Yo sólo cargo la cámara, armo el tripié y voy por los mandados. Hablé a la empresa y allá me dijeron que viniera con ustedes. Que levantara un acta y que mañana mandan a alguien a investigar qué pasó. Que no me mueva de aquí. Yo les hago caso, ¿pero y si nunca vienen por mí?, ¿qué voy a hacer?

martes, agosto 02, 2011

El poder de un libro en apariencia instrascendente


(En 2004 entré a dar clases a una prepa que intentaba ofrecer oportunidades a jóvenes que no habían encontrado cabida en el saturado sistema educativo de educación media superior de la Ciudad de México. Me encontré con muchas historias, todas interesantes, muchas trágicas. También me encontré con Beatriz Benito, una estudiante que lo volvía a ser en una segunda oportunidad y con una vida complicadísima, en comparación con la de la mayoría de los estudiantes de prepa. Cuando ella estaba a punto de claudicar, recordé que yo había leído una novela entretenida pero no una obra maestra (desde mi perspectiva) en donde se hablaba de una mujer que había conseguido superar su condición a partir de la lucha constante y el enfrentamiento a los obstáculos. Se la regalé. Nunca me imaginé que ese libro le cambiaría la vida. Tanto así que su ensayo de postulación para certificarse (en el lugar en el que trabajo los estudiantes están obligados a presentar una especie de tesis) giraba alrededor del personaje central de la novela y la relación con el proceso del camino del héroe descrito por Joseph Campbell. Pero lo más importante, desde mi punto de vista, no fue el análisis literario de la obra, sino el testimonio de la forma en que la novela había influido en su vida. Les dejo acá la parte final de su trabajo).

Las Teresas de Beatriz
Beatriz Benito
Fragmento de
Teresa Mendoza: épica de una guerrera (Análisis del personaje de Teresa Mendoza y su perseverancia heroica en la novela La reina del Sur de Arturo Pérez-Reverte)

Hay gente que sueña y que se resigna sólo a soñar y gente que sueña y que además, pone un pie delante del otro y camina para hacer realidad sus sueños.
Arturo Pérez-Reverte

Cuando voy por la calle no hago más que mirar y consolidar una idea que surgió a partir de conocer la vida y transformación de Teresa Mendoza; toda mujer que veo es digna guerrera, cada una vive su propia épica, fragmentándose, aniquilando los restos de vidas pasadas. Pienso que uno nunca es la misma persona del pasado, del presente, ni siquiera del futuro. Cada vida, cada rostro, aunque ajeno, es una pieza de un inmenso rompecabezas que se une al pasar el tiempo; como al tener viejas fotografías con el objeto de recordar. Como decía Teresa Mendoza, “[completar las fotografías] con el resto de nuestras vidas”.[1] Siempre hay transformaciones o mutaciones extrañas en la vida que hacen desaparecer cualquier vestigio de lo que se fue, de lo que se deseaba ser. Es cierto, hoy debo reconocerlo, al igual que Teresa Mendoza y como muchas mujeres, me fui fragmentando, pedazos de mí cubrieron las calles; huí con miedo, con el terror de no saber qué me esperaba al atravesar el primer umbral, la primera puerta de un lugar desconocido, y por ello aterrador. A pesar del dolor y el sufrimiento, poco a poco aprendí a cerrar capítulos, a tener agallas para emprender nuevos caminos y a tener valor al enfrentarme a los monstruos más espantosos, aunque he de ser sincera, el peor miedo fue a mí misma, a la soledad.
Resulta muy difícil despertar un día con la seguridad de que el fin ha llegado, y que se está del otro lado. De ése en el que jamás se desea estar. Que la vida te confina al limbo de oscuridad, con recuerdos, dolor y angustia. Por ello, quise tener alas y volar, llegar muy lejos, hasta donde nadie me pudiera alcanzar, olvidar, dejar de recordar.
El dolor era grande, aprisionaba, no el cuerpo, sino el alma, la mente, el ser. Empecé a extrañar y con ello llegó la soledad, fiel compañera de lo eterno, estaba sola, completamente sola. Entonces grité y nadie volteó a verme. Así llegó mi mentor, en diciembre del 2004; su ayuda, una novela, La reina del Sur de Arturo Pérez-Reverte. Desde ese día, este libro ha formado parte de mi vida y ha sido imprescindible durante estos años de formación académica. Recordé que el dolor es algo inherente a la madurez. Así aprendemos.
Los errores son dolorosos, aunque reflejan en gran medida lo que uno es; a la misma vez marcan el derrotero a seguir, el lugar a donde se debe correr. No para hallar un refugio, un escondite; sino para transformar la vida entera. Mi transformación no fue sencilla, como no lo fue para Teresa. Primero había que romper con las ideas que desde el pasado fueron reglas a seguir, como el de asumir roles que otros imponen en el camino. La travesía no fue de doce años, como en el caso de Teresa Mendoza, bastaron tres para darme cuenta de que:
nadie va aliviarle pasitos al camino. Nadie es para siempre, nadie está a salvo, y toda seguridad es peligrosa. De pronto despiertas con la evidencia de que resulta imposible sustraerse a la mera vida; de que la existencia es camino y que caminar implica elección continua. O esto o lo otro, con quién vives, a quién amas, queriendo o sin querer. A fin de cuentas, elegir.[2]
El camino lo debía de recorrer sola, por primera vez y el miedo no es alentador, lo malo no es siquiera esperar al destino, sino todo aquello que era capaz de imaginar mientras esperaba. Tratando de elegir de algún modo. Muchas veces confronté a la Beatriz de antes con la de hoy, era como verme en muchos espejos, y cada uno de ellos estaba dispuesto a gritar mis errores, a marcar mis virtudes. Siempre con la única esperanza de que al amanecer aquella Beatriz indiferente, cobarde y miedosa quedara enterrada o prisionera de cualquier otro lugar. Busqué nuevas perspectivas de vida, de mi vida. Y las encontré.
Leer la vida de Teresa (su perseverancia, su anhelo por sobrevivir, por mantenerse viva, aún rodeada de cadáveres ambulantes y putrefactos de horror y muerte) era un aliciente más. Ella seguía, empuñando su única arma: la fortaleza de su corazón; y yo, siguiendo sus huellas, tan firmes, tan reales. Me miraba en ella como si viera un reflejo en agua turbia, aunque al mismo tiempo parecía aclararse con mi propio reflejo. Veía a Teresa tan entera, tan mujer, que me era extraño que fuera producto de la imaginación de un hombre; sólo era una morra, una joven como tantas, y no requería de belleza, de atributos comerciales y plastificados de televisión para ser quien era, con o sin su imperio de narcotráfico, con o sin “El Güero Dávila,” sin Santiago Fisterra, a veces creo que sin ella misma.
            El poder engendra poder, éste puede utilizarse para cambios, pequeños y grandes, uno es quién decide la capacidad del poder que se engendra día con día; todo está en la decisión que se tome: ser guerrera o una mujer igual a las demás. Teresa Mendoza decidió un día cualquiera salir del frío, del miedo y la oscuridad que tanto la atemorizaba, dejó atrás todo aquello que había sido su vida. El resultado fue una transformación única, una mutación extraña para ser una mujer. En el recorrido de tres años me refugié en la vida de una mujer que cambió mi vida. Teresa Mendoza fue el ejemplo fehaciente de consagración y perpetuidad que me llevó a creer en que las cosas que valen la pena son las que más trabajo te cuesta hacer. Cuando los objetivos de esas cosas complicadas se alcanzan, la recompensa es única e inimaginable.
Así he podido comprobar que la mujer, y yo misma, en todo tiempo y lugar, es capaz de ponerse metas y cumplirlas, sin descuidar su feminidad ni los roles que la sociedad impone. Esto al combinar su inteligencia con sus habilidades. Teresa Mendoza lo hizo, a pesar de ser un personaje de ficción. Teresa es prueba de lucha y de un guerrear incansable para encontrar un lugar donde la dominación masculina tiene todo el poder; ahora bien, en el mundo real las cosas no varían mucho, se trata de saber a ciencia cierta qué es lo que se desea y anhela. Simon de Beauvoir, Rosario Castellanos y Virginia Woolf tenían razón al decir innumerables veces que el cambio de actitud y de forma de pensar no está en la sociedad masculina, sino en la femenina. Una mujer debe dar rienda suelta a las virtudes que tiene y aceptar el reto de recorrer el camino del héroe para resurgir como ave fénix: elevándose de las cenizas de esta vida para convertirse en quien ella misma quiera ser.
No sé si es posible seguir fragmentándose, hallando sin querer encontrar, tratando de olvidar y recordar al mismo tiempo. De lo que sí estoy convencida es que la vida es una serie de pequeñas decisiones, lo único posible de esta cuestión es tomar la que va a ser para toda la vida. Pablo Picasso dice: “Lo que cuenta es lo que se hace y no lo que se tenía la intención de hacer”.[3] Creo fehacientemente que he cumplido con la finalidad al emprender mi camino. En estos tres años he luchado con monstruos propios y ajenos; he enterrado cadáveres; he andado entre muertos. He muerto miles de veces. Sin embargo, he podido resurgir; aunque el frío sea inmenso, la soledad  cruel y la noche larga.
Los pasos de mi memoria al mirarme al espejo muestran una mujer diferente, de aquella otra Beatriz, poco queda; la solemnidad y voluntad incansable me acompañan. Me he refugiado entre libros maravillosos, los cuales han reafirmado el deseo de continuar en la lucha, transformando mi vida en función de hallar en mi mente lo que a mi corazón le hace falta. Arturo Pérez-Reverte dice: “la vida es muy traicionera, y cada uno se las ingenia como puede para mantener a raya el horror, la tristeza y la soledad”.[4] Descubrí que sus palabras son ciertas, he vivido con Teresa Mendoza en mi sangre, duerme en mí como un ente, un fantasma que siente y piensa igual que yo. Esto es un poder que va más allá de la mente, el poder de la subjetividad, de hallar en la ficción algo verdadero, algo que incite a seguir con el derrotero, encontrar lo que bien marca Federico Gacía Lorca, un duende, un ángel, sí, aquello que “consiste en estar siempre enduendado, […] porque con duende es más fácil amar, comprender, y es seguro ser amado, ser comprendidos”.[5] Así es la literatura en mí, el  modo de darle aliento a la ficción, darle a la realidad un poco de mentiras, porque sólo “la literatura extiende la vida humana, [...] aquella impalpable y fugaz pero preciosa que sólo vivimos de a mentiras, y que rescata una parte importante de nuestra memoria”.[6]
                Convencida estoy de que he cumplido no sólo con el deseo o la intención de formar un camino mágico, sino con el aprendizaje que me llevo, el cual día a día me hará recordar lo maravilloso y útil que es tener las herramientas necesarias para combatir en esta guerra cruel y feroz. Tengo conmigo el elixir mágico para demostrar lo guerrera que soy. Estoy de pie, en una lucha constante, como sobreviviente de este mundo que insiste en poner barreras para saltar. Ahora, el miedo se ha convertido en el elixir de mi propia superación, igual que lo fue para Teresa Mendoza,  “La reina del Sur”.


[1] Arturo  Pérez-Reverte,  La reina del Sur, México, Alfaguara, 2002, p. 108.
[2] Ibidem, p. 62.
[3]Pablo Picasso, Antología de estética y teoría del arte, México, UNAM, 1997, p. 453.
[4] Teresa Domínguez, “Conferencia en Murcia”, www.iteresa.com, consultado el día 20 de febrero del 2007.
[5] Federico García Lorca, “Teoría y juego del duende”, Obras completas, México, Aguilar, 1950, p. 117.
[6] Mario Vargas Llosa, “El poder de la mentira”, Vuelta, número 130, septiembre de 1987, pp. 54-56.

jueves, junio 23, 2011

No hay colectividad en ningún sitio

Terminé de leer hace algunas semanas Apocalipsis de D. H. Lawrence, un libro publicado de manera póstuma que indaga sobre una interpretación ilustrada y de metafórica "revelación" de lo que las escrituras del San Juan desde la Isla de Patmos anuncia. El libro está lleno de ideas acerca de ese libro del Nuevo Testamento en La Biblia, del cual afirma que es el único que desentona dentro del cuadro general de las demás escrituras.
         Hay un halo ahí, afirma, del Viejo Testamento y la mitología e imagen del Dios de los hebreos, pero también hay una recuperación consciente de infinidad de símbolos asociados al paganismo y las manifestaciones religiosas anteriores al cristianismo. Reflejo de esto es la sobrevivencia de un orden numerológico en lo que respecta de las bestias que emergen del mar, los cuernos en la bestia apocalítica, las trompetas, el número de arcángeles, etc. La visión de un cosmos como rector del destino de los hombres está ahí también (una cuestión que se extiende hasta el día de hoy, con la preeminencia que tienen los horóscopos para muchas personas). En fin, una serie de reflexiones que llevan a pensar en un proceso de sincretismo de las tradiciones paganas europeas y del norte de África (baste leer esa descripción del dragón interior de las personas, el mítico espíritu de voluntad que se ubica enrollado a la altura del vientre y que emerge en momentos claves, vid. los cuernos de Moisés o la serpiente que emerge en el medio de los ojos de los faraones egipcios).
          Pero hay un aspecto más contemporáneo lo que llamó mi atención. La reflexión que hace el autor acerca de la epseranza que insufla la aparición de este escrito en un momento de crisis en que el cristianismo es perseguido por el imperio romano y condenado al martirio. Y aparece ahí entonces la revelación de Juan como una promesa en la cual Babilonia (Roma) será destruida y la paz llegará a los hombres de buena voluntad (los cristianos). Es en este punto donde Lawrence introduce un punto de debate trascendente por el momento en que es vislumbrado (anterior a 1930): el debate entre la democracia y los regímenes fascistas que comienzan a emerger en Europa (dice en una parte del texto: "La oligarquía de los mártires comenzó con Lenin, y todo hace suponer que Mussolini es también otro mártir").
          El autor presagia cuestiones que para la época eran apuestas polémicas, pero que hoy son realidades tangibles. La tensión entre colectividad e individualidad es uno de los puntos altos del texto:
Cuando alguien comienza a hablar de las grandes masas populares acerca de su realización como individuos, una vez que todo está dicho y mostrado, aquellos que no son más que seres fragmentarios, incapaces de alcanzar su individualidad, acaban por convertirse en seres envidiosos, resentidos y rencorosos. Todo aquel que está próximo a los seres humanos sabe de su fragmentaria naturaleza, y trata de instaurar una estructura de poder en la que los hombres caigan por su propio peso en la colectividad, ya que no pueden alcanzar su individualidad. Es en esa colectividad donde alcanzarán su realización. Pero si se empeñan en buscar su realización como individuos, tienen que fracasar, porque son fragmentarios por naturaleza. 
Con esto, no asombra que Lawrence se muestre desconfiado de la democracia y de los mecanismos y supuestos que engendra. La carga publicitaria de la democracia como la libertad plena del individuo es cuestionada por el autor, al mencionar que ni siquiera el voto (personal, libre, secreto) está desprovisto de lo que el individuo es dentro de lo colectivo.
Ningún ser humano es, o puede ser, un puro individuo. La masa de los seres humanos sólo dispone de un mínimo atisbo de individualidad, si es que cuenta con algo así. Las masas viven, se mueven, piensan y sienten de forma colectiva, y no experimentan, en la práctica, ninguna emoción, pensamiento o sentimiento de dimensión individual: no son más que fragmentos de una conciencia social o colectiva. Siempre ha sido así y así seguirá.
         El Estado, o aquello a lo que llamamos sociedad como totalidad colectiva, no goza en modo alguno de la dimensión psicológica del individuo. Por eso es un error afirmar que un Estado se compone de individuos. No es así. Está constituido por una serie de seres fragmentarios. Y ninguna acción de índole colectiva, ni siquiera algo tan íntimo como el voto, la realiza un individuo. Siempre se trata de una manifestación de la colectividad, y reviste unas características psicológicas diferentes de las del individuo. 
Esta visión aristocrática (con toda la carga que el término tiene para un heredero de la tradición romántica del siglo XIX) que hurga en una crítica profunda del individualismo como hedonismo separado de las necesidades de una colectividad, es por demás crítica del futuro que ve en las democracias modernas, ésas que a principios del siglo XX hacían patente su intención de hegemonía sobre las demás naciones. Es una cuestión de poder que atañe a los Estados, pero también a los individuos, poniendo un alto contraste en las contradicciones que tal relación representa.
Como ciudadano, como ser perteneciente a un colectivo, el hombre se realiza en la satisfacción de esa sensación de poder. Si pertenece a una de las así llamadas naciones dominantes, su alma se sentirá colmada en la medida del poder o de la fuerza de que goce su pueblo. Si además su país asciende de forma aristocrática hasta la culminación del poder y de la jerarquía, según una determinada escala, se sentirá más complacido por cuanto ocupa un lugar en ese orden jerárquico. pero si su país es fuerte y democrático, le obsesionará la idea de afirmar su poder, y se entrometerá y evitará que otras personas hagan lo que deseen, porque ningún  hombre ha de ser más que otro. Tal es la condición de las modernas democracias, una perpetua intimidación.
          En una democracia, son los matones los que, de forma inevitable, se hacen con el poder. La intimidación es una forma negativa del poder. El Estado cristiano moderno es una fuerza aniquiladora de almas, porque está formado por fragmentos que no constituyen una colectividad organizada, sino sólo una colectividad. En una escala jerárquica, cada una de las partes es orgánica y vital, igual que un dedo es una parte orgánica y vital de mí mismo. Pero, a la larga, toda democracia está llamada a convertirse en algo obseno, porque se compone de miríadas de fragmentos desunidos, cada uno de los cuales trata nde representar una falsa totalidad, una falsa individualidad. Las democracias modernas están hechas de millones de partes en conflicto que afirman que son una sola cosa. 

Lawrence remonta esa crítica más allá de la reflexión política, lo lleva al terreno de la psicología al hacer una reflexión atormentada sobre la naturaleza del hombre moderno (de sus contemporáneos) e incide en el terreno de la filosofía y de lo religioso al renegar de lo que hay de maniqueo en el cristianismo. Sin embargo, no es un apocalíptico en términos de pretender sentarse a que el universo se desplome o vuelva a involucionar. Propone acción, propone pensamiento, propone abandonar la noción democrática por poco práctica. Propone búsqueda.
Ése es el lado oscuro del cristianismo, del individualismo y de la democracia, el aspecto del mundo que se ofrece a nuestros ojos. Y es lo mismo que el suicidio, sencillamente. Suicidio individual y masivo y, si el ser humano así lo quisiera, llegaría a ser un suicidio cósmico. Pero, por fortuna, el cosmos no está al alcance de la mano del hombre, y el sol no se extinguirá sólo para darnos satisfacción.
         Sin embargo, tampoco queremos morir. Hemos de renunciar, pues, a nuestra falsa posición, como cristianos, como individuos y como demócratas. Y hemos de dar con un sistema que nos permita vivir pacífica y felizmente, en lugar de atormentados y rodeados de desdichas. 
Con este texto, Lawrence se convierte en precursor y parte de esa secta que, partiendo de obras literarias, logran extrapolar las interpretaciones a cuestiones vivas que atañen a la cultura, a la política, al hombre mismo. Estirpe en la que Lawrence se acompaña de Edward Said o Ricardo Piglia, por ejemplo. La diferencia radica en que el inglés no reniega de su tradición, esa tradición del romanticismo sobreviviente (como sus hijos predilectos, los vampiros) a épocas y visiones del mundo transformadas por el tiempo y su efecto sobre los hombres. El final del libro es una mezcla gozosa entre el más fiel espíritu hippie, el humanismo renovado y una religiosidad de nuevas cepas, la de los tiempos que, hoy todavía, corren.
Mi individualismo es, pues, pura ilusión. Formo parte de un gran todo, del que nunca podré escapar. Pero puedo negar esas relaciones, romperlas y convertirme en una esquirla. Y seré un miserable.
          Tratemos de acabar con nuestros falsos e inorgánicos vínculos, sobre todo aquellos que tienen que ver con el dinero, y restauremos las relaciones orgánicas vivas con el cosmos, el sol y la tierra, con la humanidad, con nuestro pueblo y nuestra familia. Comencemos por el sol, y todo lo demás, lentamente, vendrá por añadidura. 

D. H. Lawrence, Apocalipsis, Madrid, Losada, 2006.