jueves, diciembre 21, 2006

Músicos, poetas y locos: el discreto encanto de la redundancia



En una plática sostenida con un amigo en algún lugar de la lejana memoria, llegué a la conclusión de que la locura es el grado cero y el auténtico punto de partida de una creación artística despojada de los límites que las sociedades se imponen a fuerza de crecimiento “civilizatorio”. Civilización e impulso creativo parecen estar enfrentadas siempre a lo largo de la historia, hasta el momento en que la creatividad y el empuje del espíritu artístico terminan por derrumbar los prejuicios, obstáculos y mundos cerrados que cada una de las sociedades pretende crear con el paso del tiempo.

          ¿Qué otra cosa es la locura sino el retorno a un estado de pensamiento e imaginación despojada de límites rígidos y sumamente arbitrarios? ¿Qué se le prohíbe al loco? Nada. ¿Por qué no se le prohíbe nada? Porque en el mundo en el cual se ubica es aquél en el cual las convenciones sociales han dejado de tener sentido. Se le ignora, se le encierra, se le quema, se le electrocuta, se busca por todos los medios que vuelva “a la normalidad”. ¿Quién determina los límites o el sentido de “lo normal”?
          Las artes están llenas de ejemplos, tanto biográficos como ficticios, en los cuales la locura está presente como un catalizador de los pensamientos más lúcidos. La literatura puede mostrar un largo catálogo de personajes en los cuales la locura aparece como una bendición antes que como un estigma social. Volvemos a la cuestión que Aristóteles planteó hace siglos en su Poética en torno a las posibilidades de separación entre un mundo de la ficción y un mundo real, o lo que más atinadamente Paul Ricoeur llama “mundo del texto” y “mundo del lector” en los análisis contemporáneos. ¿Dónde y en qué momento podemos establecer la frontera que divide lo “cierto” de lo “inventado”? ¿Existe una relación entre esa frontera y la que se establece entre el mundo de “los cuerdos” y el mundo de “los locos”?
          La principal característica del loco dentro de la literatura es que crea un mundo propio en el cual se puede mover sin ninguna restricción. Aquél que es reconocido como loco, no cumple con los requisitos de los límites en los que debe de funcionar el mundo. En este caso, el mundo de los más. Una mal entendida democracia establece cuáles son las condiciones en que se puede considerar a una persona como alguien “normal” y cuando escapa de esas clasificaciones.
          El loco está fuera de la realidad. Esta es una sentencia que emiten aquellos que se sienten “dentro” de la realidad. El loco se inventa un mundo. Esta es la sentencia de los que carecen de imaginación para siquiera plantear la posibilidad de reconstruir la imagen del mundo que les fue dado. Pero, en términos concretos, ¿quién da el mundo a quién? ¿quién construye la imagen “correcta” de un mundo en el que se convive y se sueña sin más? El loco deambula incomprendido entre las vitrinas de una jaula de vidrio que le censuran y le impiden cruzar el umbral de “lo permitido”.
          En la literatura tenemos diversos tipos de locos. Variados especimenes que se escapan del mundo que les fue dado y que, de repente y sin aviso, deciden construir su propio mundo. Deciden transformar la realidad dada, por una realidad a la medida. El más célebre, sin duda alguna, y en años de tetracentenario es El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Alonso Quijano, el loco más sublime que la literatura en español haya podido dar en cualquier tiempo. Don Quijote es el hombre que se construye un mundo a su libre elección y que transforma todos los referentes reales adecuándolos a las posibilidades de su fantasía. Miguel de Cervantes Saavedra consigue llevarnos hacia dentro de la mente no de un loco, sino de un verdadero caballero andante. El protagonista consigue que el lector confíe más en el mundo creado por el noble enloquecido “del tanto leer y del poco dormir”. Del cuerpo flaquísimo al que se le secó el cerebro de tanto creerse que podía llevar a cabo las aventuras que leía con especial deleite.
          Otros locos los hay por las más diversas razones. Los más construyen sus mundos en la cabeza, dentro de su propia mente. En ella generan lo necesario para dar sentido a lo que creen, a lo que imaginan, a lo que sospechan, a lo que aman. Otelo se vuelve “loco de celos” y su imaginación vuela al suponer a su esposa en brazos de su mejor amigo; Hamlet ve al espíritu de su padre muerto y conversa con cráneos acerca de la vida y su trascendencia; el Spider de John McGrath se convierte en un tipo que confunde sus recuerdos con la vida que lleva en el tiempo presente; el bufón loco del Rey Lear se convierte en el guía que es castigado sólo por no tener pelos en la lengua; el protagonista de El túnel de Ernesto Sabato enloquece al no poder ser amado por la mujer que idolatra; Gustav Links, el matemático encargado de la fabricación de una bomba atómica para los nazis, enloquece al escarbar profundo en sus recuerdos en En busca de Klingsor; algunos de los personajes de Allan Poe, de Guy de Maupassant y de tantos otros autores encuentran en la locura la justificación para sus actos.
          El loco actual de la literatura es un ser más despiadado y monstruoso que el que planteaban los textos clásicos. La cordura se vuelve cinismo, violentísimo cinismo. El cinismo pedante y omnipotente de Hannibal Lecter en las novelas de Thomas Harris; el cinismo sádico de Sean Bateman en las novelas de Bret Easton Ellis; el cinismo escatológico de Chinaski, el alcohólico lúcido, de las novelas de Charles Bukowski; la locura simulada del protagonista de Alguien voló sobre el nido del cuco de Ken Kesey; el loco miserable, loco idiota de Macario en el estrujante cuento de Juan Rulfo; la familia de locos incuestionables de “Los posatigres” y “Comportamiento en los velorios” de Julio Cortázar; el loco inducido de La naranja mecánica de Anthony Burguess.
          La literatura se construye y da para soñar muchas cosas desde la locura. Desde ese territorio conquistado en el cual el tiempo, el espacio, la vida y sobre todo los límites a la realidad deja de tener sentido. Tal como menciona Cervantes en el maravilloso Quijote: “En efecto, rematado ya su juicio, vino a darle en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante y irse por todo el mundo con sus armas y caballos a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama”. Don Quijote fue feliz donde su locura, ¿acaso nosotros lo somos desde nuestra supuesta cordura?

lunes, diciembre 18, 2006

Mi reino por una musa


Lunes 5:57 am

Aquí nunca amanece. Los días se transcurren unos a otros con la misma monotonía con que las arañas tejen sus nidos sobre mi cabeza. Miro el parpadeo constante de los dos puntitos que en este cuarto son lo único distinguible. Incansable péndulo que mide con sus latidos la inmensidad del abismo que separa a la rutina de la muerte. Falta poco para que ese parpadear continuo me acerque irremediablemente a la orilla de la cama. A la búsqueda a tientas de las sandalias que como barcos involuntarios me conducen solícitas hasta el baño. A la caída rítmica de los restos de mi cuerpo condenados a perderse entre las cañerías profundas de esta ciudad, allá junto al perdido cabello cortazariano. Los puntos siguen parpadeando. Sigo en duermevela al acecho de la sonora e intempestiva aparición de las notas del himno nacional en el desvencijado radio—despertador. Millones de chispas estelares brillan en la oscuridad. Luces existentes sólo en los márgenes de mi atribulado cerebro. A lo lejos se oye una sirena policíaca. Los que nunca duermen. La luz tímida se asoma entre las rendijas de mi persiana carcomida por el tiempo y maculada por el polvo. En algún lugar del edificio alguien arrastra una silla. El monstruo de concreto gime ballenamente causándome un sobresalto. Tengo el cuello adolorido y la boca seca. Días sin poder descansar plenamente. Dicen los especialistas televisivos que es estrés urbano. Yo digo que es la vida: incansable jodedora. El foco de la vecina se enciende e imprudente se cuela por la persiana liberada de oscuridad. Ya casi es el tiempo. Sin existir, retumba en mi cabeza un eterno tic—tac, tic—tac, tic—tac. Repaso mentalmente el itinerario a seguir. Agenda gastada la que hay en la memoria. Borrador ingenuo de las acciones que se llaman LO MISMO. Si no hay golpes de timón, el barco llega al mismo puerto. Allá arriba se azota una puerta. Pasos apresurados por las escaleras. Zumbido que sacude el poco sueño que tengo atorado en los cabellos. “Mexicanos la grito de guerra / el acero aprestad y el bridón...”. Me quiero levantar de un salto pero el impulso sólo da para un empujón. Como siempre, una sandalia se ha ido por debajo de la cama. Tanteo por el suelo frío en busca del plástico ortopédico. La encuentro. Me estiro con la energía suficiente como para dislocarme un brazo. Los huesos crujen con un sonido seco y desagradable. Estornudo. Prendo la luz del baño, lo que por un momento me deja inmóvil en lo inesperado del resplandor. Rutina. Me cepillo los dientes mientras el sonido del agua llenando el vaso amenaza con regresarme al sueño. Cierro la puerta del baño y de un tirón enérgico lanzo la persiana hacia el techo. La luz del amanecer, esa de un sol siempre invisible, inunda mi habitación a medias. No hay ninguna vista. Sólo la de ladrillos descubiertos de pintura, tuberías que aprisionan aquí y allá las aguas y los gases. La ventana de la vecina que da al mismo “cubo de luz”. Nada que ver más que los tendederos improvisados. La mano de mi vecina aparece de repente mientras sus ojos descubren sin esperarlo mi rostro asomado en esa madrugada de camiones ronroneando y regaderas musicales. Toma del mecate unas pantaletas rosas mientras los colores se le suben al rostro divertidos. Yo la veo sonrojada y siento un impulso inconcluso en el bajovientre. Sonrío y, en la distracción, le doy un sorbo al vaso lleno de la porquería que mis dientes reunieron durante toda la noche. Otro día más...

martes, diciembre 12, 2006

Cuando la muerte no es suficiente...

Los torturadores mueren en plácidos hospitales, mientras los gritos de los campos de concentración siguen retumbando en los oídos...

"[...]2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror.

Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.1

Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados.

De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda una ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.

La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones contemporáneas.

Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.[...]"

Fragmento de la Carta abierta a la Junta Militar de Rodolfo Walsh.

lunes, diciembre 11, 2006

La primera vez


Letras: Alvaro Henríquez
Música: Alvaro Henríquez, Roberto Lindl


En las calles que te dieron el poder que ahora te pudre
pediste mil favores y dijiste algo más
la cabeza entre las piernas, ya tratabas de agradarles
estabas preparado, no pediste perdón.

Nunca he deseado mal a Nadie
Esta es mi PRIMERA VEZ...

Nauseabundo de traiciones, vomitaste en sus caras
y no pensaste que TAL VEZ volverían Por Tí,
esas calles se nublaron, se perdieron en la Sombra
del remordimiento que ahora te hace caer.


Nunca he deseado mal a Nadie
Esta es mi PRIMERA VEZ...

Esas calles se nublaron, se perdieron en la sombra
del remordimiento que ahora te hace caer
y yo quiero que te caigas, y que caigas de rodillas,
te escupan en la cara Y QUE SEPAS MORIR...

Nunca he deseado mal a Nadie
Esta es mi PRIMERA VEZ...

¿La muerte es justa...?



Murió Augusto Pinochet. Uno de los más renombrados hijos de puta que la historia de los pueblos de Latinoamérica pueda recordar. El artífice de una cantidad impresionante de muertos, desaparecidos, presos políticos y demás atrocidades que el pueblo chileno tuvo que vivir durante los años más álgidos de las dictaduras militares.
          Su historia no comienza con su nacimiento y su vida azarosa por los territorios de su patria. Un dato curioso es que fue rechazado dos veces cuando solicitó su entrada al ejército, por que no tenía las facultades para ello. Triste desmentido dio la historia posterior. Su historia real comienza con su llegada al poder a través del golpe de Estado en contra de Salvador Allende, el presidente en funciones de Chile (cargo al que había llegado a través de elecciones), el 11 de septiembre de 1973. Pinochet comenzó a escalar de manera cada vez más vocacional la violencia que durante poco más de dos décadas se enseñorearía en las naciones del Cono Sur.
          Integrante del llamado Plan Cóndor junto con las dictaduras militares de Argentina, Bolivia, Paraguay, Brasil, Uruguay; es responsable, de los documentados solamente, según los archivos descubiertos en Lambaré (Asunción, Paraguay) en 1992, de un saldo de 50.000 muertos, 30 000 desaparecidos y 400 000 presos.
          Cómplice de este Terrorismo de Estado durante casi dos décadas, Pinochet abandonó el poder administrativo hasta 1990, dos años después de que fuera derrotado en el Plebiscito en el que se planteaba la continuidad del modelo dictatorial o un retorno a la democracia en la patria de Neruda. Pero su poder se extendió más allá de esos años. El pueblo chileno no tuvo el consuelo o la dulce venganza de verlo enjuiciado o tras las rejas (oportunidad que sí tuvo, por ejemplo, el pueblo argentino con Jorge Rafael Videla). Durante años rehuyó, a través de un sinfín de mecanismos legaloides (lo que en todo momento no deja de llamarse "Estado de derecho", sobre todo por los que han cometido los crímenes más horrendos) como permanecer después del plebiscito como Jefe de las Fuerzas Armadas o hacerse nombrar Senador Vitalicio, la acción de la justicia que lo perseguía con paciencia y recrudecida memoria.
          En una de las últimas intentonas se logró llevar a cabo el juicio del genocida, pero el argumento para evadir las responsabilidades fue, en ese momento, su avanzada edad. La ironía implicaba que se le tenía que respetar por viejo y no por inocente. Las fuerzas de represión que actuaron bajo su mando en la década de los setenta ¿habrán tenido tales prejuicios para torturar, matar, desaparecer y encarcelar a miles de chilenos?
          Hoy la muerte lo alcanzó. No hay mayor democracia que la de esta señora. Sin embargo, la muerte de Pinochet deja un mal sabor de boca. No porque no se lo mereciera (la biología es inclemente). Sino porque muchas deudas quedaron sin saldar con las familias y la memoria de América Latina. Esa memoria que no tiene ningún gesto de compasión al saber la muerte de uno de sus principales deudores. Al fin y al cabo, la Muerte y Pinochet se han hablado de tú desde hace mucho tiempo.

miércoles, diciembre 06, 2006

Los no lugares



Esta es la foto que más me gusta de la serie Los no lugares que Víctor Jurado publicó en su blog. Para quien le quiera echar un ojo a las demás fotos clique acá.

lunes, diciembre 04, 2006

Sacudir el polvo

Por la mañana,
cuando el ronronear de los autos me confunde los tímpanos,
los niños son arrastrados a la escuela,
las sábanas se desperezan y notan las ausencias,
me doy cuenta, que a pesar de todos los pronósticos,
sigo vivo.

Mis gatos miran para todos lados
ella saca la cabeza del cesto de ropa sucia
él intenta mostrar algún interés
    pero enseguida corrige y se acurruca nuevamente.

El café huele bien
los párpados holgazanean,
una imbécil anuncia en las noticias
con una sonrisa que me insulta
la muerte de niños en una guerra que no les pertenece
("Enseguida mostraremos las chichis de Britney").

Me duele el cuello
y el corazón se queja.

Bostezo.
El mundo es el mismo.
Y yo sigo esperando lo de siempre.

jueves, noviembre 23, 2006

Sueños sin dormir




Me resistía con todas mis fuerzas a ver Babel de González Iñárritu. quería acostarme temprano. La resistencia se vio apoyada con que había una cinta que, a pesar de tener en los créditos a Gael García Bernal (que como su cuate Diego Luna siempre salen interpretándose a sí mismos), tenía un atractivo que a mí siempre me ha llamado la atención: la línea delgada-gruesa (todo depende del que mira-lee-vive) que separa la realidad de la fantasía. Y he aquí que La ciencia del sueño del director Michel Gondry resultó una agradable sorpresa.
          La trama es anodina. Habla sobre la historia de Stéphane y Stéphanie, un par de soñadores que con ayuda de la imaginación y una especie de infantilizado mundo propio consiguen hacer más llevadera la realidad. El caso de Stéphane, sin embargo y a diferencia de su contraparte femenina, es patológico. La ida y vuelta de ese sueño-imaginación-duermevela-forma de vida de Stéphane llega incluso a desesperar al espectador. Una esquizofrenia galopante que muestra a un personaje que es infantil, tierno, excitado por miles de ideas creativas al mismo tiempo, combinados con arrebatos de furia incontenible. Es decir, un adulto que no se convence de que en realidad YA es un adulto.
          La forma de la película es harto disfrutable. Animaciones básicas hechas con muñecos de tela e hilo. Agua corriendo construida con pedazos de celofán. Un caballo de tela que galopa con un mecanismo misteriosísimo que nunca se sabe si esta en la realidad o en el sueño. La máquina del tiempo para ir al pasado o al futuro por un segundo. En fin.
          Resulta increíble ver a Alain Chabat en un personaje puramente realista, que vive en el realismo en el cual la máxima señal de disfrutarlo es el sexo. Stéphane se vuelve una especie de hijo para este cínico personaje que es uno de los más simpáticos del filme. Además de Chabat, me gustó la actuación de Charlotte Gainsbourg como Stéphanie y, sobre todo (enamorado por hora y media), la presencia de Emma de Caunes como Zoé. Buena película que recupera algo de esa posibilidad de refugiarse en el sueño cuando la realidad no nos complace.

viernes, noviembre 17, 2006

Frases célebres





Les envío una lista de frases célebres, todas hechas por los doctores de Les Luthiers.

1.Todo tiempo pasado... fue anterior.
2.Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria.
3.Pez que lucha contra la corriente, muere electrocutado.
4.Los honestos son inadaptados sociales.
5.El que nace pobre y feo, tiene grandes posibilidades de que al crecer... se le desarrollen ambas condiciones.
6.Si la montaña viene hacia ti... ¡¡¡Corre!!! Es un derrumbe.
7.Lo importante no es ganar, sino hacer perder al otro.
8.No soy un completo inútil... por lo menos sirvo de mal ejemplo.
9.Si no eres parte de la solución... eres parte del problema.
10. Una mujer me arrastró a la bebida... Y nunca tuve la cortesía de darle las gracias.
11.Errar es humano..., pero echarle la culpa a otro, es más humano todavía.
12.Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe.
13.Yo no sufro de locura... la disfruto a cada minuto.
14.Es bueno dejar el trago, lo malo es no acordarse dónde.
15.La inteligencia me persigue, pero yo soy más rápido.
16.La verdad absoluta no existe... y esto es absolutamente cierto.
17.Hay un mundo mejor, pero es carísimo.
18.La mujer que no tiene suerte con los hombres... no sabe la suerte que tiene.
19.La pereza es la madre de todos los vicios y como madre... hay que respetarla.
20.Si un pajarito te dice algo... debes estar loco pues los pájaros no hablan.
21.No te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella.
22.Felices los que nada esperan, porque nunca serán defraudados.
23.Lo triste no es ir al cementerio, sino quedarse.
24.Hay dos palabras que te abrirán muchas puertas: “Tire y Empuje".
25.¿Para qué tomar y manejar si puedes fumar y volar?
26.De cada diez personas que miran televisión, cinco... son la mitad.

No uso lentes... ¡chin!



Pedro Ángel Palou (cuya fotografía aparece en este post pixeleada a propósito) es, desde mi consideración, una de las voces más fuertes de la generación de los nacidos en la década de los sesenta. Amén de su pertenencia al grupo del Crack y todo eso, la literatura de este escritor sobresale de entre un grupo de obras que se dedican a cuestiones coyunturales, de interés garantizado o con una artificialidad sospechosa. (No he leído, aún, su última obra, Zapata). La obra de este autor habla por sí misma.
          Entrañable para el que escribe resulta sobre todo Demasiadas vidas, una historia de sensibilidad especialísima que se desarrolla en una especie de Comala a la orilla del mar. Buenísima, pues.
          Pues resulta que ayer me encontré una publicidad que me llamó la atención por varias cosas: la primera fue que en primera instancia parecía una publicidad del nuevo libro de Palou; después me di cuenta que no, que en realidad era una publicidad de las Opticas Lux; y finalmente, me di cuenta que lo que estaba vendiendo el tan mentado anuncio eran gafas.
          Aparecía una leyenda al calce de la fotografía de Palou, una leyenda que rezaba algo como: "Pedro Ángel Palou está usando el modelo de lentes P257 de Givenchy de venta en Ópticas Lux (o algo parecido)". Lo anterior me puso a pensar en varias cosas:
          Primero: los que tenemos visión de 20/20 y no necesitamos lentes, probablemente no podamos ser buenos escritores. La mayoría de estos utilizan gafas y se ven bien con ellas (a excepción de Fernando Savater, creo).
          Segundo: Si quieres publicidad gratis en la que vendas productos de consumo y al mismo tiempo tu libro, tendrás que entrar a la onda metrosexual para verte bien (que es como Palou se ve, parece realmente un modelo).
          Tercero: A los escritores feos nos acaban de arrebatar hasta la oportunidad de tener una buena campaña de medios.
          Cuarto: Depresión. Nos vemos.

miércoles, noviembre 15, 2006

El laberinto de las manías


En lo que respecta al cine mexicano tengo varias convicciones (la mayoría de ellas estúpidas, pero producto de ratos largos de reflexión):
          1. Nunca, pero NUNCA NUNCA, entrar a ver ninguna otra película de Carlos Reygadas. La mamada ésa, sobrevaloradísima de Japón, me ha vacunado para siempre de tal director.
          2. Nunca más pretender encontrar cosas nuevas en películas que hablan de la clase media dizque pudiente (siempre he creído que más bien es pretendiente) tales como la de título impronunciable de Issa López, Y tu mamá también, La hija del caníbal, Ladies Night, y tantas otras. Si no tengo opción, prefiero ver Sexo, pudor y lágrimas de Serrano; y dar por sentado que todas las demás serán igual.
          3. Darle, por última vez, el beneficio de la duda a González Iñárritu. Si vuelvo a salir igual de deprimido que después de 21 gramos, no vuelvo a ver una película de él.
          4. La mejor cinta de la serie Harry Potter la hizo Carlos Cuarón.
          5. Tener la ingenuidad de creer que porque Carlos Bolado había hecho una cinta tan entrañable como Bajo California, podía seguir explorando por esos caminos; y tener la desgracia de observar a Diego Luna siendo lo mal actor que es.
          6. Ver absolutamente todas las películas que haga Guillermo del Toro. Es un chingón. El laberinto del fauno no hace sino confirmar varias de las manías y procesos que el director había echado a andar desde Cronos: su gusto por las excrescencias, la participación en papeles destacados de niños que utilizan su imaginación para evadirse del mundo real, su manía por los artefactos mecánicos y pequeñitos, la exploración del dolor físico como medio de reafirmación, la aparición de mujeres fuertes en papeles determinantes para las historias, su morbosidad gustosa por las pieles transparentes casi de morgue citadina. Pero sobre todo, la temenda capacidad para contar una historia y mantener la tensión en todos los momentos de la cinta. Sergi López es un tipo que sobrepasa el estereotipo y se vuelve un personaje tan odiable que de verdad llegas a desear que se lo lleve la chingada al malparido; Maribel Verdú consigue un papel a medida mostrando que tiene mucho para ofrecer aparte de esos labios de ensueño; Ariadna Gil, que me encantó en Los peores años de nuestra vida, se ve consistente con el rol que desarrolla; Álex Angulo es tan polifacético como su paisano Javier Bardem, aunque en el primero es más admirable dada la edad, la calvicie y el riesgo de repetición (¡un actorazo, chingao!). Salí contento del cine, una sensación que a últimas fechas se ha ido reduciendo dramáticamente. No tengo palabras para seguir describiendo una historia tan hermosa como la que nos cuenta del Toro: sólo ¡¡wow!!

lunes, noviembre 06, 2006

El Otro Lado



Yo no sabía que existía un señor que se llama Lorenzo Milani. Tampoco que fuera un clásico entre los que estudian pedagogía. Mucho menos, que fuera el inspirador de un documento tan revelador como el que tuve a bien leer esta mañana: Carta a una profesora. El texto fue escrito en 1967, de ahí que se reconozcan muchos de los rasgos de la escritura y del contexto que engloban los juicios que en este documento se vierten.
          La historia es simple: un grupo de estudiantes deciden redactar un documento en el que ponen en entredicho la educación tradicional y, de paso, dan una clase magistral sobre cómo la lucha de clases se inmiscuye en aspectos en apariencia neutrales como la educación. La pasión con que se escribe, se cuenta, se exige y se grita en este texto es algo digno de tomar en cuenta. Refleja una rabia que no es común en ambientes marginales, rurales o desprovistos de las armas de expresión y denuncia que deberían ser primer derecho humano.
          La tesis principal del libro plantea que si la igualdad en términos económicos no es algo posibles, se debe de plantear, al menos, la igualdad en el acceso a los medios para obtener una educación decente. Las estadísticas que estos muchachos plantean dan para pensar durante mucho tiempo. Los rechazados por la escuela, una escuela que exige resultados iguales a personas diferentes, privilegia el papel de los descendientes de clase media y clase alta en perjuicio de los más pobres: los hijos de campesinos y obreros. Lo que pareciera una arenga de tipo asamblea sindical pasada de moda (al menos por la forma en que lo describo), termina convirtiéndose en una denuncia que toca más allá de la sociedad italiana de los años sesenta. Una sociedad desprendiéndose del fascismo y que entra en nuevas fases de comprensión de la historia.
          Carta a una profesora no es solamente el reclamo de los rechazados (adjetivo de una significancia más que dolorosa en América Latina) por el sistema educativo; es el reclamo de los abandonados del Estado, de los relegados de las Cámaras, de los dirigidos por los burgueses sindicalistas o parlamentarios, de los manipulados por los medios de comunicación, de los obligados a repetir curso tras curso hasta que el padre se harta de darle dinero al hijo o hasta que éste tiene que ir a trabajar. Por lo regular se recuerda, como maestro, a aquellos estudiantes brillantes que hicieron las cosas como deben de ser, lo que es lo mismo que como YO quería. Casi nunca recordamos a aquellos a los que reprobamos, a los que enviamos (conscientemente, es decir, que asistieron, hicieron y no los apoyamos) directamente al campo laboral no especializado o directamente a la delincuencia o la mendicidad. Después de leer este libro me quedé con una sensación de agrura que no se me ha podido quitar. Como maestro se tienen que pensar bien las cosas, hacer bien las cosas... o cuando menos hacerlas. Tal como se hacían en la escuela de Barbiana, que es de lo que se habla en este texto. Maestros que querían enseñar a chicos que no habían tenido la oportunidad de tener una oportunidad. Maestros apasionados. Maestros con vocación. ¿Nos asombrará saber que esos maestros tenían entre 14 y 16 años?

He aquí unos fragmentos para documentar nuestro pesimismo.

Carta a una profesora (fragmentos)

Querida señora:
          Usted no se acordará de mí, ni de mi nombre. Eliminó a tantos.
          Yo, en cambio, me acuerdo a menudo de usted, de sus colegas, de esa institución que ustedes llaman escuela y de los muchachos que ustedes "rechazan".
          Hace un año, en primero de Normal, yo me volví tímido frente a usted.
          Por cierto la timidez me acompañó toda la vida. Cuando era chico, no levantaba los ojos del suelo. Me pegaba a las paredes para que no me vieran.
          Al principio pensaba que era una enfermedad mía o a lo sumo de mi familia. Mamá es de las que se asustan ante un formulario de telegrama. Papá observa y escucha, pero no habla.
          Más tarde creí que la timidez era el mal de la gente de montaña. Los campesinos de la llanura me parecían seguros de sí mismos. Los obreros, ni qué hablar.
          Ahora veo que los obreros dejan a los hijos de papá todos los puestos de responsabilidad en los partidos y todas las bancas del parlamento.
          Por lo tanto son como nosotros. Y la timidez de los pobres es un misterio más antiguo. Yo no sé explicárselo porque estoy adentro. Tal vez no sea cobardía ni heroísmo. Es sólo falta de prepotencia. [...]
          En primaria el Estado me ofreció una escuela de segunda categoría. Cinco clases en una sola aula. Una quinta parte de la escuela a la que yo tenía derecho.
          Es el sistema que emplean en Estados Unidos para crear las diferencias entre los blancos y los negros. La escuela peor es para los pobres, desde chiquitos. [...]
          La [escuela] de Barbiana, cuando llegué, no me pareció una escuela. No había escritorio, ni pizarrón, ni bancos. Sólo grandes meseas que servían para ponerse a estudiar y para comer.
          De cada libro había solo un ejemplar. Los chicos se amontonaban para leerlo. Ni nos dábamos cuenta cuando uno de nosotros, apenas más grande que los demás, estaba enseñando.
          El mayor de los maestros tenía dieciséis años. El menor, de doce años, me llenaba de admiración. Desde el primer día decidí que yo también iba a enseñar. [...]
          Allí también era dura la vida. Era tanta la disciplina y tales los escándalos que se armaban, que a uno se le iban las ganas de volver.
          Pero quien no tenía las bases, quien era lento o desganado, se sentía el predilecto. Era tratado como ustedes tratan al mejor alumno. Parecía que toda la escuela fuese para él solamente. [...]
          Además, enseñando aprendía muchas cosas.
          Por ejemplo, aprendí que el problema de los demás es igual al mío. Salir de él todos juntos es la política. Salir de él solos es la avaricia.[...]
          No vino ninguna de las niñas de las aldeas. Tal vez por lo dificultoso de los caminos. Tal vez por la mentalidad de los padres. Creen que una mujer puede vivir también con un cerebro de gallina. Los machos no le piden que sea inteligente. Esto también es racismo. [...]
          Manuel tenía 15 años. Un metro setenta de altura, humillado y adulto. Los profesores lo habían decretado imbécil. Querían que repitiese primer año por tecera vez.
          Juan tenía 14 años. Distraído y alérgico a la lectura. Los profesores sentencieron que era un delincuente. Y no estaban tan errados, pero ésa no es una razón para que se lo saquen de encima. [...]

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Alumnos del Barbiana, Carta a una profesora, Ediciones Quinto Sol, México, 2000, 121 pp.

viernes, noviembre 03, 2006

I love rock & roll


Me gusta estar al lado del camino, decir me siento bien y tener un sueño estéreo. Pensar que contra las botas negras todo lo que necesitas es amor. Cuando uno es un pata de perro puede llegar a tener una mala vida, pero si comprendes que sólo eres un pasajero verás el cielo azul casi morado. Cuando el señor de los sueños entra no queda más que una rapsodia bohemia. Bienvenido a la selva dijo un hombre alguna vez; alguien le contestó bienvenido a la casa jaguar. Es un reptil que nos hipnotiza; la vida, la vida, en tratar de entenderla se nos va la propia vida. Sólo soy el hombre del traje gris que un día tomó por el Río Manzanares y se quedó observando la vieja ciudad de hierro, la ciudad de la furia. Gracias por venir, le dijo el mismo que días atrás había bebido entre caníbales un té para tres, el lamento boliviano resonaba a lo largo de la muralla verde. Tocando a las puertas del cielo, no voy en tren ni voy en avión, sentado en un submarino amarillo descubro que todo está bien. Y me consumí fumando la venenosa, con una pequeña ayuda de mis amigos, sólo me repito “tú estás loco”. Algo sopla en el viento, vientos de libertad, pero el soldado de Buffalo, no tiene más que decir que “Guerra”. No necesitamos tu educación, quisiera ser una estrella de rock, pedir más cigarros y alcohol, champaña Supernova; pero me descubro casado con hijos. Más de una florecita rockera me ha dicho “me has atrapado”, pero al llegar la noche se van por el boulevard de los sueños rotos. Cuando ellos nos golpeaban recordaba que los chicos no lloran, pero sólo quedó en la memoria pedazos de cristal sobre el suelo. Aquí no podemos hacerlo, gritar ¡sólo somos rocanroleros sudamericanos! Dios salve a la reina, aunque esté matando a un árabe. Mujeres: la negra Flor, Cecilia, Rarotonga, la negrita, Layla, Lucy, Marta, Soledad, Angie y esa mujer de Los Ángeles... Pierde por ti mismo, aprende a perder. Ella se fue en un Cadillac verde olivo. A un lado Bethoveen, este el rock del perro negro, como la negra noche. Soy el substituto de otro chico, parezco demasiado joven pero no lo soy tanto, ojalá me muera antes de llegar a viejo, como mi generación. Hay lágrimas en el cielo, se pueden ver si andas un poco en esa escalera. Andemos con los coprófagos repitiendo “La culpa de todo, la tiene Yoko Ono”. Cien gaviotas no me alcanzan, sólo quiero pasármela bien. Todo ha sido consejos: Johnny pórtate bien, ten cuidado con la nicotina, no cruces la línea. Viento. Estoy perdiendo mi religión; casi, casi un Anticristo Superestrella. Awopbopaloobop alopbambooom. Este es el fin. Es sólo rocanrol, pero me gusta.

miércoles, octubre 25, 2006

La innombrable amiga tenebrosa



Las pruebas de la muerte son estadísticas

y nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal.

JL Borges


Muchas veces se ha planteado la cuestión de la muerte como uno de los tópicos que rebasan por completo los intentos de ubicar la pertinencia de su naturaleza a una sola ciencia o campo de conocimiento. La muerte es un fenómeno esencialmente humano. No quiero decir que los animales, o las plantas, o las estrellas no mueran. Quiero decir que los únicos que aparentemente tenemos conciencia de que vamos a morir somos los seres humanos. También podemos estar convencidos de que estamos destinados a enamorarnos y a sentir culpa en algún momento de la vida. Y eso implica, necesariamente, una reflexión acerca de esta certidumbre. La muerte. Más que un esqueleto descarnado que carga una guadaña (La Parca o La Flaquita), más que una tumba en algún lejano cementerio, más que la dama tenebrosa, más que la compañera final del hombre, la muerte remite a la duda eterna sobre su naturaleza posterior. ¿Qué pasa después de la muerte? ¿Qué pasa durante el tránsito que lleva a un cerebro y a un cuerpo físico a dejar de emitir señales de vida? ¿Tiene caso preguntarnos qué es la muerte cuando no podemos definir de manera satisfactoria qué es la vida?

          Resulta bastante soberbio pretender escribir un texto en el que se pueda dar fe, ya no medianamente sino al menos como introducción de un tema tan complejo, extenso y variado como lo es el de la muerte en la literatura. Las tramas dentro de los textos narrativos, por poner un ejemplo, encuentran uno de sus motores más interesantes en la descripción o el papel protagonista que tiene la muerte dentro de una serie de acciones narradas. Existen géneros (o subgéneros, para los puristas) literarios en los cuales la presencia de los muertos es una condición sin la cual no podría concebirse el desarrollo de una trama.

          La muerte es una habitante cotidiana dentro de los trextos literarios. Es una presencia de la cual no se puede prescindir con facilidad. La podemos encontrar como un motivo literario, como un tema, como parte de reflexiones profundídimas, como inspiradora de los más hermosos poemas, incluso como personaje de narraciones fantásticas.

          Tenemos que tomar en cuenta que la presencia de la muerte en la literatura tiene que plantearse desde diversos puntos de vista. Primero como una preocupación reflexiva acerca del papel que tiene el hecho de que un personaje muera. Los personajes literarios llegan a crearse una vida propia en el momento en el que la palabra los hace vivir. Antes de eso no son más que manchas de tinta sobre un pedazo muerto de celulosa. Los libros viven, y se viven,en el más amplio sentido de la palabra cuando alguien lo deja existir. Los personajes de esos libros viven en la mente, en el corazón y en la memoria de aquellos que alguna vez le dieron vida. Aún recuerdo con pesar la tarde en que, tirado de panza sobre mi cama, me enteraba de la manera más cruda y más directa que D'Artagnac, el personaje central de la saga de Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas muere sobre su cama. Hoy mismo puedo rememorar las lágrimas que escurrieron por mi rostro cuando el héroe de mil batallas y de aproximadamente 3600 páginas en las viejas ediciones de Porrúa decía adiós sin posibilidad de regreso. Yo que había seguido al mosquetero a través de los campos de Francia, de las tabernas malolientes, de los salones de la corte, del mar que separaba Francia de Inglaterra. Yo que había visto transcurrir en los tres títulos de la serie (Los tres mosqueteros, Veinte años después y El vizconde de Bragelonne) el nacimiento, crecimiento, madurez y decadencia del personaje en cuestión de semanas, acudía a la cabecera de su cama a atestiguar su partida hacia el reino de la vacuidad y la incertidumbre. Recuerdo también la partida de El principito del desierto africano dejando al aviador con un palmo de narices y una duda postergada hasta la eternidad: ¿a dónde se fue el niño que buscaba que alguien le dibujara un cordero? No me da pena admitir que sentí y lloré más la pérdida de esos dos personajes literarios que la de mi abuela materna. La razón: los primeros me acompañaron durante gran parte de mi infancia y aún hoy lo siguen haciendo. A mi abuela la veía, a veces, en dos ocasiones al año y lo único que sabía hacer era pellizcarme las mejillas hasta enrojecerlas y emitir tesis obscenas acerca del origen de mis eternas ojeras.

          La muerte. ¿Cuántos escritores no se han perdido en la búsqueda de retratarla, de asirla, de entenderla? En la ficción es el lugar en donde la muerte se regodea en formas, envases e intenciones. La literatura policíaca reclama, de entrada, un muerto para que pueda existir. La literatura de terror inventa y construye la posibilidad de cementerios malditos, de zombies deseosos de carne humana, de monstruos a los que se da vida a partir de materia muerta, al asesinato como motor único de psicópatas y alienígenas (en el sentido de ajenos a la naturaleza “correcta” del ser humano), de muertos vivientes por gracia de la sangre fresca. La literatura romántica pone a la muerte como uno de los elementos a perseguir si se quiere ser consecuente con los principios que le darán sentido a ese movimiento. Las biografías y autobiografías son un intento desesperado por asirse a la eternidad y postergar para siempre el momento de la muerte. La literatura erótica es ese juego interminable entre los impulsos vitales y el miedo a la muerte, la celebración de la vida.

          Libros que hablen de la muerte hay muchos y con perspectivas diversas. Aquí van los que a mí, sin más, me ponen. Drácula de Bram Stoker; Entrevista con el vampiro de Anne Rice con énfasis en el monólogo que Louis se avienta pidiendo la muerte por piedad; Frankenstein de Mary Shelley; Pedro Páramo de Juan Rulfo, con su constante vagabundear entre fantasmas y muertos; La inmortalidad de Milan Kundera; La invención de la soledad de Paul Auster, en donde hace uno de los homenajes más sentidos a la muerte de un padre; Algo sobre la muerte del mayor Sabines, Tía Chofi y Doña Luz de Jaime Sabines; por supuesto, Muerte sin fin de Gorostiza; Las vírgenes suicidas de Geoffrey Eugenides, donde se narran las misteriosas muertes de un grupo de preciosas jovencitas; La larga marcha de Stephen King, en la que aparece la muerte como un premio de consolación; Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle con sus muertos a granel; Spawn de Todd McFarlane en la que los zombies y el reino de los muertos se vuelven realidad en un futuro apocalíptico; Farenheit 451 de Ray Bradbury, en los que los condenados a muerte son los mismísimos libros; ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Phillip K. Dick en la que se narra el momento en el que unos androides rebeldes toman conciencia de lo que es la muerte y la vida; Diálogo entre un sacerdote y un moribundo del divino Marqués de Sade; El cuervo de Edgar Allan Poe; La epístola del apóstol Juan desde la isla de Patmos, mejor conocida como el Apocalipsis o Libro de las revelaciones de La Biblia, en la que todos los humanos, muertitos incluidos, tienen que rendir cuentas ante el grandote; el cuento “El inmortal” de Jorge Luis Borges; El desbarrancadero de Fernando Vallejo, en la que se acude a la muerte de un hermano querido que se consume en la enfermedad; Salón de belleza de Mario Bellatín, y un largo, larguísimo etcétera.

          A final de cuentas, lo que nos debe de quedar claro es que la muerte es una presencia cotidiana en todos los actos de la vida que realizamos. La literatura, que espero sea una parte de sus vidas si no lo es aún, seguirá existiendo y configurándose como lo único inmortal en este inmenso valle de las sombras que es el mundo contemporáneo.

martes, octubre 24, 2006

Mojado's Park


Resulta que la vida da muchísimo como para sorprenderse. Mi sorpresa la tuve el día de hoy hojeando-ojeando-medio leyendo una revista que publican estudiantes y maestros de la Universidad Iberoamericana y que se llama Ocho 80. En la sección "Latitud 0°", aparece un artículo-nota-nuncareportaje de María José del Conde en donde nos da noticia de la existencia de un parque temático con motivos de migrante extremo llamado "El Alberto". Se trata de tener una "auténtica experiencia extrema" fingiendo atravesar la frontera estadunidense con unos supuestos guardias fronterizos en una experiencia I-NOL-VI-DA-BLE. Cinco horas, según la ¿crónica? es lo que dura el viajecito éste. De fábula (O sea, ¡súper buena onda!), la "reflexión" final. Aquí la reproducción del artículo:

"Un día como migrante

por Maria José del Conde

En el estado de Hidalgo, en el municipio de Ixmiquilpan, hay una comunidad Ñañú, conocida como “El Alberto”, de dos mil habitantes. Con un estimado de 90% de su población viviendo “al otro lado” esta comunidad ha ideado un proyecto fuera de lo común. Una gran idea que ahora atrae a muchos turistas deseosos de vivir una aventura y también de comprender una de las situaciones más difíciles que se viven en nuestro país. Los pobladores de El Alberto venden la experiencia de ser migrante por un día a 150 pesos. La cita se da todos los sábados en punto de las ocho de la noche, en el parque Eco Alberto, una reserva ecológica, cerca de la carretera México- Pachuca. Asistimos puntuales.

ImageA las 8:00 de la noche nos pasaron lista, a las 8:15 estábamos trepados en las pick-ups de los “polleros”, quienes nos llevarían a la entrada del bosque. Tan solo pusimos los pies sobre el suelo, y las sirenas comenzaron a sonar. Todos salimos por piernas, nos olvidamos de cualquier modal o atención con los nuevos compañeros, “¡sálvese quien pueda!” y “¡a correr!”

Llegamos a un valle despejado, por donde cruzaba un río. Fue ahí cuando escuchamos el primer disparo. La sirena nos sorprendió, lográbamos ver una camioneta rondar por la carretera, no muy lejos de donde estábamos. “Border Patrol, Border Patrol. Salwuan de ahe.”- decían con acentos muy “gringos”.

En esta ocasión nuestro escondite fue perfecto, un túnel completamente oscuro, en el que empecé a experimentar una fuerte sensación de claustrofobia. Mientras esperábamos, Luís, un indígena que ha cruzado la frontera varias veces y ahora representado su papel de guía, nos contó como había sido su experiencia. “Desde que uno empieza a cruzar, uno siente miedo, la incertidumbre, si vas a cruzar o te van a agarrar. Contratas coyotes que no sabes quienes son, si te van a cumplir lo que prometen, si te van a robar, si te van a violar, si te va a abandonar en el cerro.” Esto lo susurraba entre penumbras. Y así fue también aquí, hasta que dejamos de escuchar que estaban a fuera pudimos salir. Descubrimos que ya no éramos los mismos, algunos se habían rendido y otros fueron alcanzados por la migra. Pero los que quedamos habíamos logrado cruzar la frontera. Fue así como concluyó la noche, llegamos al destino final. Después de casi cinco horas se acabó la aventura. Sólo para mí acabó. ¿Cuántas personas estarán cruzando en este momento?".

lunes, octubre 23, 2006

¡La puta que los parió!


Yo entiendo muchas cosas. Entiendo que el sistema y la cultura en la que nos desenvolvemos es imperfecto. Que mucha de esa imperfección tiene que ver con el papel que como ciudadanos hemos adoptado. Que la enorme cantidad de gente pobre que habita en esta ciudad, en este país y en este mundo, tiene que volvernos precavidos a la hora de emitir cualquier juicio. Que en nuestro Mexiquito existe una taza de desempleo que no es la que nos muestran las cifras maquilladas del INEGI y que el presidente del empleo nomás no va a poder exterminar. Que la inseguridad en esta ciudad está cabrona. Entiendo todas esas cosas. Pero a pesar de entenderlas, no puedo más que maldecir a los hijos de su reputísima madre que me abrieron el auto la madrugada del sábado rompiendo los cristales, saqueando mis documentos, robándome libros y discos que traigo ahí para una emergencia de tráfico, pero sobre y ante todo, dejándome sin estéreo. No puedo vivir sin música. Es horrible manejar oyendo el ronroneo intermitente del motor del auto. Yo no puedo hacerlo. Me deprime. Creo que una de las cosas que hace que el tráfico sea llevadero y los autos no se estrellen unos contra otros en las calles es la música. La música que sea. Imagínense a un microbusero sin oír sus cumbias cholombianas o su reguetón, a un taxista sin su dosis de nostalgia vía Universal Stéreo, a una señora gorda con niños sin sus canciones de la D'Alessio (¿así se escribe?), a un oficinista sin sus dosis diarias de Ricardo Arjona, a un junior sin sus acordes de lo que sea. Nomás es impensable. Yo por eso el domingo me compré (y me instalé) un autoestéreo nuevo que pagaré en cómodas mensualidades sin intereses. En el súper me encontré a uno de los alumnos de la prepa "en zona de riesgo" en la que trabajo y me dijo con cara de desconcierto: "¿Y por qué no me dijo, profe? Le hubiera conseguido uno igual que el que tenía con la rata?". Guardé silencio. Sellé la garantía en Servicios al Cliente y me fui con un nudo que de la garganta bajaba al estómago y así alternativamente. Como una náusea nada sartreana. No hay duda de que la economía subterránea, como Dios, tiene sus propios (e infalibles) mecanismos de sobrevivencia.

miércoles, octubre 18, 2006

Víctima de las circunstancias



Estoy cansado de escuchar siempre las mismas estupideces de políticos distintos.Todos parecen un conjunto de androides a los cuales el formateado de su disco duro es exactamente el mismo. Alguien me comentaba que había escuchado que un político dijo que la preservación de los indios de México tenía que ver con la necesidad de proteger "un símbolo". ¿Un símbolo de qué?, me pregunto indignado. De que después de tres siglos las cosas siguen igual, o peor, que en la Colonia. De que nuestros gobernantes desprecian la cultura, el conocimiento y el estudio simplemente porque ellos no están dispuestos a realizarlos.
          Ayer escuchaba a un funcionario que parece ser el próximo secretario de Hacienda, decir que comenzar a trabajar en ese puesto le quita algunas cosas, pero que los beneficios que obtiene son mayores (ya lo creo). El tipo trabajaba en el Fondo Monetario Internacional. ¿Tendremos que creer que este personaje, de un día para otro, se va a reconfigurar el androide-cerebro y, por arte de magia, dejará de pensar en los intereses de sus exempleadores (el FMI) y pensará en el bienestar de sus nuevos patrones (nosotros)? Ajá.
          Después oí una frase en labios de una de mis estudiantes de la Ibero. Habíamos comenzado una charla informal acerca de la piratería y otros males que no se pueden descalificar con tanta facilidad, ni con argumentos contundentes, cuando, sin darnos cuenta, resultó que estábamos hablando del exceso de información que existe hoy en día en el cual absolutamente cualquier gato puede opinar sobre los temas más disparatados. Salió en la plática Paulina Rubio y sus declaraciones erradas y estúpidas sobre el bloqueo poselectoral a Reforma. Se siguió, con una lógica mutante, con la discusión de si Paulina (Pau, o sea, ¿ves?) pudo haber escogido ser inteligente y no la burra que es. Fue entonces que salió una frase de la cual pido derechos para hacer un ensayo: "Paulina Rubio, víctima de Timbiriche". Después de eso mi cansancio fue mayor.

lunes, octubre 16, 2006

Calamareando



Me encontré este juguete en el blog de Teoría del caos, y encontrándome en uno de esos momentos en los que prefiero hacer cualquier cosa más que preocuparme por las que no me va a dar tiempo de hacer, decidí probarme. Aquí el resultado. Ojalá alguien más se aviente a hacerlo.
          Se trata de contestar a una serie de preguntas sólo con las letras de canciones de un grupo o cantante. Voy a responder sólo con rolas de Andrés Calamaro.

1. ¿Eres hombre o mujer?

Voy a salir a caminar solito
sentarme en un parque a fumar un porrito,
y mirar a las palomas comer,
el pan que la gente les tira.
Y reprimir el instinto asesino
delante de un niño de campo
y estoy tan violento, tan radical
que tengo aprendido el papel principal.
Yo soy un loco,
que se dio cuenta,
que el cuento es muy corto.
---Yo soy un loco---

2. Descríbete

Soy todo corazón y eso me hace mal
soy muy sensible a la belleza
por eso pierdo la cabeza
con tanta facilidad,
socio de la soledad.
Otra vez perdido en mis sentimientos
nunca miento siempre digo la verdad
con el primer beso
casi siempre voy preso
socio de la soledad.
--Socio de la soledad--

3. ¿Qué sienten las personas cerca de ti?

Nunca hay un adiós total entre los ñeris
siempre es “nos volveremos a ver”
en algún lugar del tiempo.
No hay olvido cuando existe
la amistad y el respeto,
el recuerdo de momentos entrañables
alegrías y secretos.
Nos volveremos a ver,
porque siempre hay un regreso
por eso contá con eso
pongo la mano en el fuego por vos.
--Nos volveremos a ver--

4.¿Cómo te sientes?

Estoy cansado de buscar
algún lugar encontraré,
estoy malherido, estuve sin saber qué hacer,
en algún lugar, te espero.
Estoy cansado de esperar,
pero igual igual
no tengo a dónde ir.
Ayer la tormenta casi me rompe
el corazón, pero igual espero.
—Algún lugar encontraré--


5. ¿Cómo describiría su anterior relación sentimental?

Si diez años después, te vuelvo a encontrar,
no te olvides que soy distinto que aquél
pero casi igual.
Si la casualidad nos vuelve a juntar diez años después
algo se va a incendiar, no voy a mostrar mi lado cortés.
Aquello fue un gran punto de partida
pero a la vez que fácil se te olvida,
diez años después quién puede
volver atrás.
Estamos en la tierra cuatro días
y el cielo nunca ofrece mentiras.
Diez años después--

6. Describe tu actual relación con tu novio/a o pretendiente

Yo tengo cuatro claveles
uno por cada motivo
el encuentro, tu mirada,
mi secreto, nuestro olvido.
Estoy jugando con fuego
y en la yema de los dedos
tengo el tacto de los días
tengo el tacto de las noches
tengo el tacto de los días.
Si me quedé sin aliento
y no pude dar contigo
va a venir la noche negra
para quedarse conmigo.
Porque jugando con fuego
puede ser que te lastime
puede ser que sufra un poco
y nos quememos los dos.
Estás jugando con fuego por un tango así
y muy juntitos los dos.
(Para vos, reina)
—Jugar con fuego--

7. ¿Dónde quisieras estar ahora?

Búsquenme donde se esconde el sol
donde exista una canción
búsquenme a orillas del mar
besando la espuma y la sal.
Búsquenme y me encontrarán
en el país de la libertad.
Búsquenme donde se detiene el viento
donde haya paz y no exista el tiempo
donde el sol se oculta
tras las nubes en las mañanas.
—En el país de la libertad--

8. ¿Cómo eres respecto al amor?

Esta es mi séptima vida
no me había dado cuenta
es un secreto que me dijiste
porque estabas contenta.
Nunca invito a una chica a dormir
sólo a la que me dice que no
porque prefiero dormir pensando en nosotros dos
que dormir con vos.
Nunca invito una chica a comer
sólo a la que me dice no
porque prefiero comer pensando en nosotros dos
que comer arroz.
—Prefiero dormir--

9. ¿Cómo es tu vida?

Hay un hombre volviendo a casa cruzando el río,
otro volviendo a casa cruzando el mar,
dentro del pecho tiene calor y frío
y las cosas que lo ayudan a olvidar.
Una broma que una vez me hizo reír
que me ayudaba a vivir y perdió su gracia.
Y me quedo sin poder ni hablar
de las cosas que me ayudan a olvidar.
Tiene cuatro caminos, es un buen tío,
tiene un dolor intenso en el paladar,
tiene cinco sentidos hechos un lío
y las cosas que lo ayudan a olvidar.
—Cosas que me ayudan a olvidar--


10. ¿Qué pedirías si tuvieras sólo un deseo?

Voy a tratar con la tinta
y voy a tratar con la imprenta
voy a tratar de decir la verdad
aunque seguido mienta,
voy a perseguir la canción perdida
hasta que por azar
se rinda para mí.
—Mi rock perdido--

11. Escribe una cita o frase famosa

No se puede vivir del amor,
le dijo un soldado romano a Dios.
No se puede comer con amor,
las cuentas no se pueden pagar con amor,
las casas no se pagan con amor,
no se puede ganar una guerra con amor.
—No se puede vivir del amor--

12. Ahora despídete

Son las nueve, yo creí que eran las tres,
todavía no pude comer, ni dejar de temblar,
no era un juego, era fuego,
y habrá que pagar la cuenta del incendio.
Pero aquellos maratones
sin dejar de escupir canciones,
fueron buena pesca y tal vez el dolor desaparezca,
y algún día podamos repetir lo peligroso
del arma cargada de polvo.
--Son las nueve--

miércoles, octubre 11, 2006

Lucidez de un hijo de puta adorable



En junio de 2003 se llevó a cabo el Primer Encuentro de Escritores Latinoamericanos que la editorial Seix Barral promovió en Sevilla y que contó con la participación de lo que podría considerarse la nueva generación de escritores jóvenes latinoamericanos, y en el cual se presentó la postura de estos escritores con respecto a eso que se da en llamar “la literatura latonoamericana”. Ese encuentro trajo, creo yo, una ganancia y una pérdida. La ganancia fue que una serie de escritores se reconocieron como iguales dentro de una generación parricida que triunfaba en España; y la pérdida, que no es para nada proporcional con la ganancia, fue la muerte, apenas teminado el encuentro, del más lúcido de los ahí reunidos: Roberto Bolaño.
          Probablemente por la cercanía de la muerte, pero con más posibilidad por su postura de vida, fue que Bolaño emitió de forma políticamente incorrecta y con una lucidez envidiable muchos de los juicios que aquí pongo a su consideración. Son juicios de una hijoputez evidente, pero que dejan escapar un tufo a verdad que no pueden dejarnos más que pensando. Las ideas vertidas sobre los escritores latinoamericanos de su generación fueron extraídas de los textos “Sevilla me mata” (¡qué humor más negro quieren!) y de “Los mitos de Cthulhu”, que fue finalmente el texto que leyó en el Encuentro.

· ““De dónde viene la literatura latinoamericana”. Si me atengo fielmente al título, la respuesta no sobrepasará los tres minutos. Venimos de la clase media o de un poroletariado más o menos asentado o de familias de narcotraficantes de segunda línea que ya no desean más balazos sino respetabilidad. La palabra clave es respetabilidad. Ya lo escribió Pere Gimferrer: antaño los escritores provenían de la clase alta o de la aristocracia y al optar por la literatura optaban, al menos durante un tiempo que podía durar toda la vida o cuatro o cinco años, por el escándalo social, por la destrucción de los valores aprendidos, por la mofa y la crítica permanentes.”

· “¿De dónde viene la nueva literatura latinoamericana? La respuesta es sencilla. Viene del miedo. Viene del horrible (y en cierta forma bastante comprensible) miedo de trabajar en una oficina o vendiendo baratijas en el paseo Ahumada. Viene del deseo de respetabilidad, que sólo encubre al miedo. Podríamos parecer, para alguien no advertido, figurantes de una película de mafiosos neoyorquinos hablando a cada rato de respeto. Francamente, a primera vista componemos un grupo lamentable de treintañeros y cuarentañeros y uno que otro cincuentañero esperando a Godot, que en este caso es el Nobel, el Rulfo, el Cervantes, el Príncipe de Asturias, el Rómulo Gallegos”.

· “El tesoro que nos dejaron nuestros padres o aquellos que creímos nuestros padres putativos es lamentable. En realidad somos como niños atrapados en la mansión de un pedófilo. Alguno de ustedes dirá que es mejor estar a merced de un pedófilo que a merced de un asesino. Sí, es mejor. Pero nuestros pedófilos son también asesinos”.

· “Latinoamérica fue el manicomio de Europa así como Estados Unidos fue su fábrica. La fábrica está ahora en poder de los capataces y locos huídos son su mano de obra”.

· “Si vas a decir lo que quieres, también vas a oir lo que no quieres”.

· “En realidad la literatura latinoamericana no es Borges, ni Macedonio Fernández ni Onetti, ni Bioy ni Cortázar ni Rulfo ni Revueltas ni siquiera el dueto de machos ancianos formados por García Márquez y Vargas Llosa. La literatura latinoamericana es Isabel Allende, Luis Sepúlveda, Ángeles Mastretta, Sergio Ramírez, Tomás Eloy Martínez, un tal Aguilar Camín o Comín y muchos otros nombres ilustres que en este momento no recuerdo”.

· “La obra de Reinaldo Arenas ya está perdida. La de Puig, la de Copi, la de Roberto Arlt. Ya nadie lee a Ibargüengoitia. Monterroso [...] no tardará en entrar de lleno a la mecánica del olvido. Ahora es la época del escritor funcionario, del escritor matón, del escritor que va al gimnasio, del escritor que cura sus males en Houston o en la Clínica Mayo de Nueva York”.

· “[Los escitores nuevos deben] Firmar libros, sonreír, viajar a lugares desconocidos, sonreír, hacer de payaso en los programas del corazón, sonreír mucho, sobre todo no morder la mano que les da de comer, asistir a ferias de libros y contestar de buen talante las preguntas más cretinas, sonreír en las peores situaciones, poner cara de inteligentes, controlar el crecimiento demográfico, dar siempre las gracias. No es de extrañar que de golpe se sientan cansados. [...] Pero los nuevos escritores tuvieron y algunos aún tienen (y Dios se los conserve por muchos años) padres que se agotaron y gastaron por un simple jornal de obrero y por lo tanto saben, los nuevos escritores, que hay cosas mucho más agotadoras que sonreír incesantemente y decirle sí al poder”.

· “Dios bendiga a los hijos tarados de García Márquez y a los hijos tarados de Octavio Paz, pues yo soy responsable de esos alumbramientos. Dios bendiga los campos de concentración para homosexuales de Fidel Castro y los veinte mil desaparecidos de Argentina y la jeta perpleja de Videla y la sonrisa de macho anciano de Perón que se proyecta en el cielo y a los asesinos de niños de Río de Janeiro y el castellano que utiliza Hugo Chávez, que huele a mierda y es mierda y que he creado yo”.

· “Todo es, a final de cuentas, folclore. Somos buenos para pelear y somos malos para la cama. ¿O tal vez era al revés, Maquieira? Ya no me acuerdo”.

· “Somos malos para la cama, somos malos para la intemperie, pero buenos para el ahorro. Todo lo guardamos. Como si supiéramos que el manicomio se va a quemar. Todo lo escondemos”.

· “Sólo nos interesa el éxito, el dinero, la respetabilidad. Somos la generación de la clase media”.

· “Si pudiéramos crucificar a Borges, lo crucificaríamos. Somos los asesinos tímidos, los asesinos prudentes. Creemos que nuestro cerebro es un mausoleo de mármol, cuando en realidad es una casa hecha con cartones, una chabola perdida entre un descampado y un crepúsculo interminable. (Quién dice, por otra parte, que no hayamos crucificado a Borges. Lo dice Borges, que murió en Ginebra)”.

· “¿Qué pueden hacer Sergio Pitol, Fernando Vallejo y Ricardo Piglia contra la avalancha de glamour? Poca cosa. Literatura.”

martes, octubre 10, 2006

Paseitos


Muchas cosas durante el fin de semana. De entrada les comento que estoy leyendo La ciudad ausente de Piglia y me parece una de las mejores novelas que he leído en mi corta vida. Piglia consigue un montón de cosas que otros solamente llegan a proponérselas en teoría. No se sabe si el libro en cuestión es una obra de ciencia ficción, o realista, o de denuncia de la dictadura, o psicológica. Lo único que sí se sabe es que es muy buena. De él también leyendo para la tesis de la maestría (ora sí estoy decidido a terminar con ese pulpo que me consume los insomnios) la respuesta del mismo autor a las cinco propuestas para un nuevo milenio de Italo Calvino. Asombroso.
          También fui a ver Las obras del ayer de los chingonsísimos Les Luthiers. A pesar de conocer varias de las piezas que presentaron, no dejé de reir en las poco menos de dos horas que duró el recital y que se van como el mísero instante que duraron las tetas de Demi Moore en pantalla en Striptease, de volada. Los argentinos demuestran que son uno de los productos culturales latinoamericanos más inteligentes y disfrutables. A pesar de que la edad ya se deja ver en la mayoría de ellos, siguen conservando la misma elegancia con la que hacen que el público, literalmente, se desternille de risa. Ampliamente recomendable, para los neófitos, y lástima para los fans que no pudieron ir. La pieza "San Ictícola de los peces", alucinante.
          Otra de las cosas que vi este fin de semana fue a la Filarmónica de la Ciudad de México que presentó un programa harto amigable que fue la delicia de un domingo caluroso que se dejó venir con temperatura después del medio día. La Filarmónica es una orquesta viva, con músicos que se les nota a leguas el amor por la música, que sonríen, que se extasian, que vibran. Maravillosas interpretaciones. Me quedo en la memoria con el director y con un vikingo que profesaba su amor por los platillos hasta atrás de la orquesta, pero que es altamente entrañable seguir, mirar su rostro circunspecto, admirar la extensión de sus brazos con cada remate. Un vikingo. De las piezas que ejecutaron, me gustó sobremanera "Calavera" de Eugenio Toussaint. Alucinante.
          También fui a la Feria del libro en el Zócalo de la Ciudad de México en la que como siempre, las editoriales tratan de triplicar el precio de sus publicaciones. Lo rescatable de estos eventos es mirar los productos que ofrecen las editoriales pequeñas y autogestivas, así como la oferta de libros por librerías o distribuidores en saldo. Conseguí maravillas que ya estaré reportando por aquí. De entrada tres ediciones de mi héroe Inodoro Pereira directamente de Ediciones de La Flor. Compré también, a sugerencia y cátedra de un argentino nerd y fumador de puros, El Eternauta. El regreso, una novela gráfica de Solano y Oesterheld que es más que mito en tierras gauchas. Compré también dos antologías de cuentistas cubanos contemporáneos, a ver qué tal se la rifan los caribeños en eso de escribir historias cortas y para ver sobre qué están escribiendo. De lo mejor que hay en la feria se puede mencionar el stand que se dio a la ciudad de La Habana que trae a la venta una cantidad de percusiones criollas bastante interesantes. En fin. La decepción fue encontrarme unas ediciones del Sandman carísimas (novecientos morlacos), aunque la neta, muy bien hechecitas. En fin, estamos acá.

jueves, octubre 05, 2006

Hasta a mí me engañó...


Por fin, después de soportar un montón de desilusiones en pantalla, después de depositar las esperanzas en los nombres de los directores o en la nacionalidad de las cintas, después de comenzar a creer que las mejores historias se están yendo a la televisión y no al cine, por fin, después de todo eso, volví a salir con una sonrisa de las salas cinematográficas.
           La causa de todo esto es la cinta El ilusionista de Neil Burger. Una cuestión básica de la experiencia cinematográfica es que uno se mete a la semioscuridad a ser engañado. En términos de que se pretende vivir lo que acontece en la pantalla. Esa es la primera parte del engaño, la segunda, más interesante y por lo que me gustó la cinta mencionada, es cuando el espectador cree saber qué es lo que está pasando en pantalla y, repentinamente (y en una secuencia que no dura más de treinta segundos) le es echada en cara toda su estupidez, ingenuidad o mamonería de creer haber visto todo.
           Es cierto que el riesgo de estas películas es que sólo se disfrutan de manera intensa en esa primera vez que se nos descubren. Pero creo que esa sensación de la primera vez vale la pena. Para quien le gusta o llama la atención las vueltas de tuerca estilo Seven y The Game de David Fincher, o la sorpresa del final de Usual suspects de Bryan Singer. Muy cerca de Memento de Christopher Nolan. Además, Paul Giamatti, sigue demostrando que es un excelente actor. Buena peli, pues. A verla.

miércoles, septiembre 27, 2006

World Trade Center



Recuerdo una plática que tuve un día antes del 11 del septiembre de 2001 con un amigo del Posgrado de Estudios Latinoamericanos próximo a doctorarse. El tema, recurrente generacionalmente hablando, era el fin del mundo. Pero el fin del mundo en términos políticos y platicando específicamente sobre el papel que los Estados Unidos tenían (tienen) en el mundo contemporáneo.
          Pues total que al día siguiente, !zaz!, que se caen las torres. En ese entonces recuerdo que tomé el teléfono y le marqué a mi cuate para avisarle que el fin del mundo había comenzado. No estaba, se había ido a la universidad y parece que no se enteró sino mucho tiempo más tarde. No usa, ni ha usado (y jura que no usará) uno de esos artefactos diabólicos llamados celulares. No le dio importancia. No pasaba nada. Y tenía razón.
          Todo esto para mencionar la sensación que me despertó ver la nueva película de Oliver Stone, después de la malograda y mamoncísima Alexander y de la ideológicamente ambigua Entrevista con Castro, World Trade Center. Pasó exactamente lo mismo que con la caída de las torres. Lo que parecía que daba para más, resultó algo anecdótico. La película se mueve intermitentemente entre lo entretenido, lo patriotero, lo interesante, lo cómico involuntario y lo intrascendente. Por fin, y después de Leaving Las Vegas, Nicholas Cage regresa a actuar, y su actuación tiene que ver con no dejarse ver y con convertirse en el neurótico depresivo casi suicida que ha interpretado con harto éxito en filmes anteriores (remember Adaptation).
          La cinta es buena, a secas, con momentos sobresalientes, pero que difícilmente será recordada como una obra maestra. Lejos quedó la pirotecnia visual y narrativa de Natural Born Killers y de The Doors, a pesar de que en determinados momentos esas alucinaciones de casi al borde de la muerte reflejan algunas de estas manías del director. En fin que no se malgasta el boleto, pero sí se queda con la misma sensación: el de una llamada telefónica sin respuesta.

martes, septiembre 26, 2006

Los treinta

Estaba escribiendo en días pasados un ajuste de cuentas con mi entrada a la década de los treinta, pero me encontré una lista muy buena de Ruy Feben, que me hizo reconfigurar lo que quería decir en mis treinta años. Lo que hice fue otra lista, en abierto plagio y con conocimiento de caus, de las cosas de las que no hablo, pero que considero que son importantes. Utilicé la tercera persona por una cuestión supersticiosa. Van pues.

1.A los nueve años estrechó la mano del presidente de la república. En ese entonces era Miguel de la Madrid. Sin embargo, no hay ningún documento probatorio, ya que los miembros del Estado Mayor Presidencial no dejaron pasar ningún tipo de cámaras, “por seguridad”. Eso sí, prometieron mandar una copia a su casa. Hasta la fecha sigue esperando la dichosa fotografía.
          2.Cursó la primaria en cuatro años. De algo sirvió que su madre le enseñara a leer desde el kínder: sus compañeros siempre fueron más grande que él, por lo que solían madréarselo.
          3.Tuvo una crisis vital a los 19, otra a los 23 y la última a los 25. En ellas quiso: suicidarse, casarse y escribir cartas de disculpas a todas las mujeres que él creía había lastimado; consecutivamente. No hizo ninguna de las tres cosas.
          4.Su libro preferido es El principito, mismo que lee religiosamente al menos una vez por año y al que siempre le encuentra cosas ocultas y maravillosas.
          5.Fue una estrella de rock fracasado, primero por su baja capacidad vocal, y segundo por su falta de disciplina ensayística. Su único acercamiento fue un conjunto de rock-folcklórico-metal-guerrillero llamado Fetiches, que murió antes de nacer. Aparte tenía que dedicarse a algo que sí dejara “harto varo”. Iluso. Menso. Pendejo.
          6.Su amigos-amigos (ver post referente a tal cuestión) son escasos, entre ellos se cuentan: un mesero fisicoculturista exiliado en Miami, un periodista con vocación de administrador público desempleado, un escritor que no sabe que lo es y que trabaja en el Seguro Social, una escritora que vive de escribir y grita re-fuerte (en tono tinta o manchitas cibernéticas), un próximo doctor latinoameri-existencialista, un fotógrafo performancero y medio loco, un baterista que trabaja en un sótano rastreando el pasado inmediato, un prófugo del periodismo que compra unos vinos buenísimos, una mujer perdida entre su pasado personal y su futuro dibujado a pincelazos incompletos.
          7.Estudió un año completo en la Facultad de Ingeniería de la UNAM la carrera de Ingeniería en Telecomunicaciones. Abandonó y se pasó un año completo fingiendo que asistía a la escuela y, en lugar de eso, metiéndose a los diversos cineclubs de la Universidad Nacional.
          8.Durante dos años concursó en el premio de la revista Punto de partida sin resultados; pero al tercer año arrasó en tres géneros: cuento breve, crónica y ensayo.
          9.La canción con la que se le caen los calzones es “Entre caníbales” de Soda Stereo.
          10. Cree que Cantinflas es un mamón y Tin Tán la neta. Tiene programado en un futuro medio-cercano la redacción de un texto para darle forma a esos argumentos.
          11. Se salió de su casa a los 16. Su padre no lo comprendía y su madre lo defendía sin mucha convicción. Logró sobrevivir.
          12. Durante siete años cuidó una puerta por la que no pasaba nadie (y le pagaban por hacerlo); lo que le permitió leerse una cantidad grosera de libracos.
          13. Perdió la virginidad hasta los 19. Pero ha recuperado parte del tiempo perdido.
          14. El whisky lo pone mal. Se le baja la presión e imagina que el techo está más cerca de lo que parece.
          15. Ha llorado en varias películas sin pudor y con mocos sin sonar; a saber, Billy Elliot, Cinema Paradiso, Novecento, El círculo, entre un largo etcétera.
          16. Lloró como todo un nerd el día que leyó en El vizconde de Bragelonne (tercera parte de Los tres mosqueteros), la descripción que Alexander Dumas hace de la muerte de D'Artagnan. Otro libro que lo hace llorar: Días y noches de amor y de guerra de Eduardo Galeano.
          17. Descubrió la masturbación por accidente. Una vez le picaron unas hormigas en “sus partecitas” y de tanto rascarse, voilá! Eureka! Apocalipsis!!!!.
          18. Cuando se pone a hablar y se emociona, no hay poder humano que pueda contenerlo. Habla y habla y habla. Remedio contra eso: pregunténle si algún día piensa tener hijos.
          19. No piensa tener hijos.
          20. Tiene una superstición básica: cuando se le comienzan a calentar las orejas piensa que están hablando de él. Si es la derecha hablan bien, si es la izquierda hablan mal.
          21. Si tuviese que reencarnar en un animal, lo haría bajo la forma de un gato.
          22. Subió veinticuatro kilos en el primer año que estuvo en la Ciudad de México.
          23. Ha realizado una variedad interesante de ocupaciones: tapicero, ayudante de albañil, ayudante de carpintero, asistente de la dirección de una revista, vigilante, bibliotecario, corrector de estilo, “negro” de escritura, biógrafo no autorizado de personajes políticos, guionista de telenovelas, publicista de cigarros y alcohol, campesino sin convicción, maestro, redactor de tesis, jurado de concursos literarios, vendedor de discos, cantante de rondalla, ayudante de panadería, mozo de limpieza, mesero, etcétera.
          24. Intentó hacerse vegetariano (a causa de una fémina): fracasó. De lo que se deduce que lo pueden invitar a cualquier tipo de parrillada.
          25. Estuvo enamorado de una mujer que nunca lo peló, y a la que nunca le dijo nada. Peor, la susodicha se hizo novia de su vecino y paseaba oronda con el malnacido en cuestión. Se llamaba Erika y era hija de un doctor. Fue en la secundaria, pero todavía se acuerda.
          26. Tiene periodos de creatividad literaria intensos, combinados con largos periodos en los que por más que lo intenta no pasa nada. Está en uno de estos últimos, del que espera salir pronto.
          27. Una vez le pidió matrimonio a una mujer. Lo que le generó los siguientes conocimientos: primero, nunca lo hagas si lo que te anima es el despecho y la desesperación; y, dos, nunca, pero NUNCA NUNCA, se lo comentes a tu novia en turno: lo sacará a relucir a la primera provocación.
          28. No le gusta pelear. Cuando se encuentra frente a un conflicto prefiere hacerse a un lado (o atrás o abajo, simplemente desaparecer), antes de confrontar a cualquiera. Cuando lo ha hecho ha perdido amistades o ha confirmado antipatías. Si pelea gana por nocaut o pierde por la misma fórmula. Hasta hoy score a favor. Nota: muchas de las peleas se originan por su negativa a pelear.
          29. Su ídolo de la adolescencia era Jean Claude Van Damme. Tomó clases de karate hasta que le rompieron el tabique nasal izquierdo.
          30. No le gusta que lo alaben en público. En privado, sí. Y si es entre dos, mejor. Y si la otra es una fémina, inmejorable. Y si las alabanzas siguen después de la cena y antes del almuerzo, se rinde. Fácil, el güey, pues.

miércoles, septiembre 20, 2006

Bolado se echó un volado... y perdió


Emoción enorme la de ver en cartelera la película de uno de los que yo considero mejores directores del raquítico, ridículo y adolescente cine nacional, Carlos Bolado. Este realizador ya había dado muestras de tener bien claras las ideas que quería transmitir desde su incursión en la industria con Bajo California, el límite del tiempo, y años después con uno de los, según yo, mejores documentales con visión humana que se han filmado en años recientes, Promesas (Promises, 2002), junto con Justine Shapiro. Aparte queda el trabajo que había realizado como editor de diversos filmes, y el papel que ha tenido como profesor de talleres de guión y apreciación cinematográfica.
          El hecho es que la aparición en los créditos principales de Diego Luna ya es como para pensar si se quiere uno malgastar los cincuenta varitos que cuesta la entrada al cine. Pero en fin, que uno vuelve a ver quién es el director y se mete. Y es que Sólo Dios sabe es muchas cosas. Es una coproducción con Brasil que justifica el tralado de locaciones con fines turísticos. Es una venta descarada de las maravillas “místicas” y “exóticas” que América Latina tiene para el mundo. Uno ve al hígado de Diego Luna interpretar a un periodista supersticioso y “súper religioso” (pero progre e izquierdoso, porque reportea para La Jornada) que compra estampitas religiosas (próximamente en su tienda de chucherías del Eje Coyoacán-Centro Histórico-Condesa-Santa Fe) y se sabe las gracias de todos los santos; y no se la cree. Por el otro lado, una inmigrante brasileña, maestra de una escuela gringa, que tiene que iniciar una odisea (en todos los sentidos de la palabra) hacia una Ítaca representada por las mágicas-místicas-cómicas-musicales playas brasileiras. Resulta que el periodista cree en el destino y la brasileña en su relación con un hombre mayor y casado. Resulta que los dos se montan en un viaje desde Tijuana hasta la Ciudad de México para que a la reina le renueven el pasaporte que ha perdido en la frontera (pero que en realidad no ha perdido, proque lo tiene el periodista que no se lo entrega “porque todo se puso tan bonito que no quería que te fueras”). Resulta que le ponen rico y sabroso en el camino, y en la casa de soltero del periodista. Y aluego, en la embajada brasileña, la chica se entera de que su abuela ha muerto y no la podrá ver porque su pasaporte se lo entregarán una semana después. Y entonces el periodista se arrepiente y le entrega su pasaporte. Y la otra se enoja. Y se va a Brasil (¡lara, lara, lara, lara, lá! ¡Brasil, Brasil!), sólo para llegar y que su madre le diga que no la esperó y que ya enterró a la abuela. ¿Me siguen? Bueno, luego resulta que la abuela era una sacerdotisa del candombé (candomblé le pusieron en los subtítulos) y que la chica es heredera de las gracias de uno de los dioses (Oxum, o algo así). Y entonces la chava se vuelve súper religiosa. Y, a pesar de que no se puede embarazar, ¡resulta que está embarazada! Y el hijo, ¿adivinen de quién es? Pus sí, es del personaje de Diego Luna que se siente repentinamente sorprendido, porque su novia anterior abortó sin avisarle (lo cual indica que el personaje era sùper progre, pero también medio pendejo por no ponerse un condoncito, ¡dos veces!). Ah, porque el personaje de Diego Luna vende todas sus pertenencias y se va a perseguir su destino a Brasil. Suspiro. Luego resulta que deciden tener al chamaco, pero... chan, chan, chan, chán... a la chava le encuentran un cáncer ovárico que tiene que ser extirpado junto con el chamaco a medio hacer. Y bueno, no les cuento el final por si a alguien le quedaron ganas de verla.
          Las cosas rescatables de la cinta tiene que ver con cuestiones que el director domina a profundidad: el tópico del viaje (a semejanza de Bajo California) son de las secuencias mejor logradas, la fotografía onírica en colores saturados, la selección musical (excelente hasta que apareció la voz melcochosa de la Julieta Venegas) y su talento para la edición.
          Los reclamos tienen que ver sobre todo con los diálogos y con las actuaciones. No se le cree nada a Diego Luna. Vamos, hasta a Jesús Ochoa que hace un cameo en la cinta con un personaje exageradísimo (con peluca evidente) se le cree más su personaje. Y los diálogos son joyas como éstas: en la carretera, mientras platican (los personajes llevan hablando, se entiende, varias horas) al chavo se le sale decirle a la chica que es brasileña, la otra le pregunta “¡Futa, cómo te diste cuenta!”, a lo que él responde: “Porque tengo un don especial para eso. No sé. Y además POR EL ACENTO”. ¡No mames! Otra, el personaje llega a Brasil y la chica se altera. Le pregunta: “Pero, cómo es que me encontraste?” A lo que él responde: “No se te olvide que soy periodista”. (Puaggg!!)
          En fin que podría resumir el estilo de la película como una mezcla entre un capítulo de Mujer, casos de la vida real, pero para transmitirse en Canal Once; un plan publicitario de Guess!; un comercial de las Secretarías de Turismo de México y de Brasil; el mejor diálogo de la película cuando la madre brasileña dice ante la pareja llorosa porque decidió tener a su hijito: “¡Estos dos parece que están en una telenovela mexicana!”; y un montón de buenas intenciones (quiero creerlo) por parte del director. Sin embargo, es mejor que ¡Buza Caperuza!