martes, junio 26, 2018

Resistencia, resiliencia, humanidad


Una de las peores costumbres que adopté casi de manera inconsciente fue la siesta vespertina de los lunes. ¿Por qué los lunes? No sé, porque es el día que puedo, porque Laura está en la casa y siento que he sido relevado de la guardia, porque me da envidia la vocación que Momo tiene para hacerlo, en fin. El caso es que los lunes, alrededor de las 18 hrs., me permito una siesta. Es el error/horror del lunes. Les explicaré por qué.
          Durante mucho tiempo de mi vida fui un ser nocturno. Me levantaba relativamente tarde (9-10 de la mañana) y podía tener, aparte de mi jornada laboral obligatoria, sesiones de trabajo que culminaban a las dos o tres de la mañana. Algunas veces, recuerdo por ejemplo la escritura de una novela que después ganaría un premio nacional, pasé la noche en vela casi sin darme cuenta.
          Sin embargo, después vino la lumbalgia y la necesidad tremenda de ejercitar un cuerpo que no se había ejercitado al menos los diez años anteriores. El médico recomendó la natación y he aquí que me enrolé en clases de esa disciplina (no sabía nadar) a las cinco de la mañana. De tal forma, conseguí mantener durante algún tiempo los hábitos nocturnos, con un poco menos de alcohol y desenfreno, pero con mayor conciencia de que al día siguiente levantarme sería una proeza.
          Después vino algo contra lo que no pude luchar: la biología. Conforme pasa el tiempo uno se cansa de manera más fácil. Recuerda con nostalgia los días en los cuales casi nada importaba. En fin, que me convertí en un ser de seis-siete horas de sueño. Y esas horas comenzaban, por lo regular, a las 10-11 de la noche.
          Pero comencé hablando de mi siesta de ayer. Me quedé dormido como a las seis de la tarde y desperté como a las diez. Y lo malo de las siestas es que si despiertas, tu cuerpo cree que has concluido con el ciclo del sueño del día, ¡y ya no se quiere dormir! Comienza entonces una lucha entre intentar dormir y tu cuerpo que desconfía de tu deseo de seguir durmiendo. ¿Qué hice? Prendí la tele. Puse Netflix y, sin siquiera vagabundear por las opciones, le di play a un show cuya descripción me pareció en suma atractiva (cosa rara, porque las descripciones de Netflix apestan, tema para otro post): Nanette de Hanna Gadsby.
          En México, creo y más allá de círculos especializados y hipe, es una desconocida. No tiene el impacto mediático que tiene un Jerry Seinfeld o un Eddie Murphy. Lo cual se explica en parte por lo que dice en algún momento de su stand up. Una de las cosas que se aprenden (qué palabra tan ruda cuando se une a la idea de un espectáculo de risas y desmadre) es que el stand up puede ser, también, otras cosas.
          Pa' pronto: el espectáculo de Gadsby es una cosa impresionante que no me esperaba. Es un manifiesto en una época en donde los manifiestos están extintos (o enarbolados de manera irónica). Es un discurso que ya lo quisieran varios motivadores exitosísimos de las Ted Talks. Es una carretera de mil bifurcaciones. Hay humor, hay ira, hay militancia, hay vulnerabilidad, hay confrontación, hay humanidad.
          Es imposible verla-escucharla y no sentir que un terremoto nos ha sacudido. Disculpas para los chilangos para quienes la referencia a un terremoto siempre es complicada. Pero así es. Hay algo de estremecedor en el discurso de la australiana. Y es algo que no se relaciona con la militancia machacona o repetidora de consignas. Hay un desvelamiento de la manera en cómo, desde la primera persona y despojada de victimización, se asume una crítica a la sociedad que engendra basura como la misoginia, la homofobia, el clasismo, el racismo y el sentimiento de superioridad por pertenecer a algún grupo privilegiado.
          La forma es una de las más atractivas que se pueda uno encontrar entre el universo de contenidos que hoy saturan el espacio extendido de la televisión y los medios masivos en general. Gadsby se da tiempo de hacer teoría de la comedia: los chistes tienen dos partes: tensión y remate. El comediante genera tensión creciente y, cuando siente que es suficiente, la libera con un remate humorístico. La punch line todopoderosa. Pero se hace una pregunta: ¿qué pasa si la tensión no se libera? ¿Qué ocurre si esa tensión anida en el espectador y lo obliga a pensar a partir de su expectativa traicionada?
          Y es lo que hace. Lo que comienza con una autocrítica a cómo ha construido su carrera como comediante se convierte en uno de los discursos más poderosos que me ha tocado atestiguar. Un caballo de Troya casi perfecto.
          Paro de describir, mejor los invito a que busquen el show y lo vean, lo escuchen, lo reflexionen y lo asimilen con la atención que merece. Dejo acá algunas sentencias del mismo, para que se animen.

* “Construí mi carrera con base en chistes de autodesprecio y no quiero seguir haciéndolo, porque ¿entienden qué significa el autodesprecio para alguien que ya está marginada? No es humildad, es humillación. Hablo mal de mí misma para poder hablar, para poder pedir permiso para hablar, y ya no volveré a hacerlo. Ni a mí ni a nadie que se identifique conmigo”. 
          * “No hay nadie más fuerte que una mujer rota que se ha reconstruido”. 
          * “Que nos quiten el poder no destruye nuestra humanidad. Nuestra resiliencia es nuestra humanidad”. 
          * “Toda esta idea romántica de las enfermedades mentales es ridícula. No es un boleto hacia la genialidad, es un boleto a ninguna parte”. 
          * “No permitiré que mi historia sea destruida. Lo que hubiera dado por escuchar una historia como la mía. No por culpa, ni por reputación, dinero ni poder, sino para sentirme menos sola, para sentirme conectada”. 
          * “Creo que podríamos crear un mundo mejor si aprendiéramos a verlo desde todas las perspectivas, desde tantas perspectivas como nos sea posible”. 
          * “Rendirse sin romperse, eso es una fortaleza increíble”. 
          * “Estoy enojada y creo que estoy en todo mi derecho de estarlo, pero de lo que no tengo derecho es de esparcir ese enojo, porque el enojo, como la risa, puede conectar como ninguna otra cosa a un grupo de extraños”. 
          * “La diversidad es fortaleza, las diferencias son maestros. Si tememos a lo diferente no aprendemos nada”. 
          * “Creemos que es más importante tener la razón que apelar a la humanidad de la gente con la que no estamos de acuerdo”. 
          * "La historia del arte occidental es la historia del hombre pintando mujeres como si fueran floreros de carne para sus flores de pene”. 
          * “¿Saben quién solía ser un remate fácil [para los chistes]? Mónica Lewinsky. Tal vez si los comediantes hubieran hecho bien su trabajo y se hubieran burlado del hombre que abusó de su poder, quizá ahora tendríamos en la Casa Blanca a una mujer de mediana edad con la experiencia adecuada, en vez de tener a un hombre que admitió abiertamente haber abusado de mujeres jóvenes solo porque podía”. 
          * “La ira es tensión. Es una tensión tóxica y contagiosa. No sirve más que para diseminar un odio cegador. Que yo pueda posicionarme como una víctima no significa que mi ira sea más constructiva. Nunca es constructiva”. 
          * “Los únicos que pierden la humanidad son aquellos que creen que tienen el derecho de quitarle el poder a otro ser humano. Ellos son los débiles”.

 

 

lunes, junio 25, 2018

La academia memecrática



Una de las cosas que caracterizan la convivencia digital en nuestros días es la dinámica de comunicación propuesta por los memes. Más allá de la definición que alude a una forma de reproducción masiva de un contenido hasta que éste se vuelve viral, me quiero referir a una clase en particular: los memes humorísticos.
          El humor es una de las cosas que definen de manera evidente lo humano y lo relacionado con esto. Los mecanismos del humor han sido estudiados prácticamente desde la Antigüedad clásica y se han modificado, formalmente al menos, de manera radical conforme el tiempo sigue su curso.
          En la reproducción de los memes humorísticos estos aluden a múltiples mecanismos para conseguir su efecto: la hipérbole, el doble sentido, la correspondencia icónico-lingüística, la alusión a la cultura pop, la descontextualización de los referentes, la recontextualización, etc.
          Tal es la influencia y la penetración que tienen este tipo de expresiones comunicativas que se han convertido en una forma de construir discursos por sí mismos. El humor se agradece pero, muchas veces, lo que hay detrás de ese humor se convierte en algo que va más allá de la manifestación catártica del desacuerdo o de la revelación de lo oculto. O quizá, mejor dicho, no va más allá. El meme deviene objeto pedagógico.
          El meme como material didáctico sustituye en la referencia de los temas presentes en la opinión pública en determinado momento (lo que la neolengua de las redes sociales llama "el mame") al análisis crítico de la propuesta de información que se presenta. Y el chiste impresionista muda en "información con valor". Es decir, la reflexión sobre diversos temas se reducen al chiste que podemos hacer de sus efectos y sus causas, no al procesamiento crítico de lo que el chiste representa.
          Un meme sobre un político corrupto, por ejemplo, genera la risa instantánea, la catarsis al visualizar el chiste que se hace como una venganza por la afrenta que como representante público haya realizado. Sin embargo, la reacción es momentánea, quizá estentórea, pero que no genera más reflexión que la de un microsegundo, o el tiempo que dure la risa. Se comparte y asunto concluido.
          Las preguntas "¿Has leído tal cosa?", "¿O viste la noticia tal?" han sido sustituidas por ""¿Ya viste el meme de...?". Lo que nos importa es el humor, no lo que hay detrás del mensaje humorístico. Nos queremos reír, aunque sea de nosotros mismos, pero no queremos cuestionar lo que hay detrás del chiste. Alguien dijo que explicar (sobreinterpretar, definir) el chiste es matarlo. Así lo toman aquellos que son cuestionados acerca de la acción automática de compartir todos esos contenidos "chistosos" sin reflexionar sobre lo compartido. "Intensos" es un adjetivo que se adjudica a quien pretende explorar un poco tras el significado profundo del contenido humorístico. Nos hemos convertido en consumidores de significantes con referentes parciales e inmediatistas y, por desgracia, despojados de significados profundos.
          Una película de Mike Judge, ese genio irreverente de los años noventa, plantea una sociedad en donde el humor ha sido reducido al que se basa sólo en golpes en los genitales masculinos y gases ruidosos (Los Simpsons, un referente del humor crítico del periodo de entresiglos también ensayan esa cuestión). En esa cinta, Idiocracy (2006), los Oscares lo ganan películas cuyo principal mensaje es que un golpe en los huevos es lo más chistoso y "artístico" que se puede concebir. Y es ahí donde reside uno de los riesgos de apre(he)nder la realidad a partir de memes: si el humor se degrada como crítica, el resto de nuestras capacidades para explicar, exponer y expresar lo que pasa en el mundo sufre la misma suerte.
          Ojalá alguien pueda hacer un buen meme de esto que intento expresar aquí. Lo compartiré con mis contactos de Facebook.

jueves, junio 21, 2018

Retorno a lo básico

Resultado de imagen para Cabeza llena de ruido
Ayer un post de mi compa Rafael Villegas dio voz a algo que vengo pensando desde hace un rato: tengo (tenemos) la cabeza llena de ruido. La proliferación de contenidos y la saturación de estos nos ha convertido en seres atentos a miles de estímulos simultáneos que, a veces, no estamos dispuestos a reconocer o a atender siquiera.
          Hay una gran violencia en las redes sociales. La posibilidad de emitir opiniones a diestra y siniestra sobre una cantidad ingente de temas nos ha hecho hablar a lo pendejo de cosas que ignoramos profundamente. Como decía el que dijo: las opiniones son como los culos, todos tenemos uno. Y, a veces, esas opiniones son lo que sale normalmente por el culo.
          Durante mucho tiempo, más de diez años, este espacio fue un refugio y un canal para lanzar botellas al mar. Ese mar se llama internet. Y como los mares reales, hoy está lleno de islas que acumulan basura. De informaciones no pedidas. De opiniones que no se comparten por contravenir cosas fundamentales de lo que me define como ser humano, como latinoamericano, como mexicano, como usuario de internet: xenofobia, machismo, racismo, clasismo, intolerancia.
           Alguien publicó en redes sociales un meme que es un chiste efectivo porque desnuda una realidad de lo virtual contemporánea. Dice algo como: "Finalmente alguien ha diseñado un meme que no ofende a nadie" y enseguida se muestra un cuadro en blanco. La libertad de expresión es hoy una araña de múltiples patas. Y también venenosa. No se confundan: no estoy diciendo que hay que impedir que la gente diga lo que piensa; por el contrario, creo que se han hecho ya suficientes sacrificios como para echarlos en saco roto. Lo que intento decir es que cada vez hay más personas que creen que expresar lo que piensan equivale a emitir una verdad que deba ser asumidos por todos aquellos receptores de tal opinión. Cuando los disensos aparecen se nos revela otra verdad: no sabemos argumentar, no aprendimos a discutir, nos aterra dialogar, no concebimos la posibilidad de estar equivocados, no sabemos construir una sana convivencia que pueda alcanzar consensos.
          Que eso ya ocurría en la vida real, es cierto. Pero en ésta al menos teníamos la posibilidad de darle la vuelta a esas personas que nos repelían lo suficiente como para no vernos obligados a convivir con ellas. Pero en el mundo virtual, a veces, resulta imposible. Están ahí, al acecho. Esperan el momento adecuado para escupir, o al menos eso queda en mi imaginación cuando los leo, sus verdades incuestionables.
           ¿Se han dado cuenta de cómo, cuando escribimos una actualización  en Facebook, las actualizaciones de los demás estados siguen apareciendo sin pausa? ¿Se han percatado de cómo un video al que han dado play y después deciden abandonar para continuar explorando su línea de tiempo se coloca a un margen y se sigue reproduciendo? No hay pausa en ese vertiginoso laberinto de opiniones sin fin. No hay la posibilidad de respirar por un instante, pensar de manera detenida y sin demasiada interferencia lo que se quiere decir. La interferencia (el ruido, la saturación) está todo el tiempo presente y afecta, por supuesto, la calidad y el contenido de lo que se dice al final.
          Eso no ocurría en los blogs. Cuando escribía en la caja de texto de este blog no tenía toda esa marea de voces rodéandome y contándome cosas variadas sin orden ni sistema. Podía enfrentarme a un espacio en blanco en donde, con respiración pausada y repitiendo en mi cabeza dos veces lo que quería decir, lo escribía. Y la botella llegaba al destinatario. O a alguno que leía eso que había pensado sin interferencias simultáneas y opinaba después de leerlo.
         A algunos quizá esto les suene a lamento anacrónico. A una reedición de la pugna desnudada por Eco entre los apocalípticos y los integrados. Quizá algunos, recurriendo a su bagaje de memes, esté ensayando un "100tc señor" (no es raro, ni está mal, yo lo he hecho). Pero hoy he decidido que quizá de vez en cuando puedo permitirme una respiración pausada, una reflexión cuidadosa, un pensar más de una vez las cosas y venirla a escribir.
          Retorno al blog. Es una estancia de puertas abiertas. Aquí, como desde hace más de diez años, los espero. Respiren, tómense ese café sin prisas. Acepta este abrazo, quizá también, anacrón