viernes, noviembre 21, 2014

Imágenes del Día de Acción Global por Ayotzinapa


Los medios de comunicación en México, sobre todo los electrónicos, al parecer han elegido un lado de la contienda: la del poder. Resulta bochornosa la manera en cómo abordaron las manifestaciones que se llevaron a cabo ayer, en todo el mundo no sólo en la Ciudad de México, e intentaron descalificar una auténtica muestra de protesta pacífica de carácter masivo. Los medios se centraron en los hechos violentos hacia el final de la gran concentración en el Zócalo y no en la diversidad de orígenes y naturalezas de aquellos que salieron a las calles. No fueron sólo estudiantes como en ocasiones anteriores. Hubo obreros, amas de casa, oficinistas, madres que llevaban en brazos a sus hijos (o en carreolas), músicos que compartían su arte con los demás, profesores, dibujantes que esgrimían sus pinceles y sus lápices. Todo eso a la mayoría de los medios, sobre todo los que tienen comprobada complicidad en la llegada al poder del actual presidente, les pareció mínimo o que no tenía importancia periodística. Es por eso, porque hay muchas cosas que los medios no van a mostrar, que dediqué un poco de tiempo para hacer este muestrario mínimo de lo que ocurrió en lo que se denominó ‪#‎DíadeAcciónGlobalporAyotzinapa‬. Son imágenes alrededor del mundo que muestran la solidaridad de personas de muchas partes del planeta con los padres de los desaparecidos y con la sociedad mexicana en general. Está dividido en tres partes: primero, diversas manifestaciones que se dieron en países extranjeros; después, las protestas registradas en varias ciudades de los Estados Unidos (donde la presencia de migrantes mexicanos y la dependencia político-económica de nuestro país le otorga relevancia de distinto nivel); y, finalmente, lo ocurrido en diversas ciudades del interior del país, así como algunos aspectos de la marcha que se llevó a cabo en la Ciudad de México. Es mi granito de arena para intentar reducir, en lo que cabe, el inmenso cinismo de los medios que han decidido hacer caravanas al poderoso y no asumir su responsabilidad social.

jueves, noviembre 13, 2014

Del vértigo y sus efectos

Un fragmento del cuento “Experimento 18681” resume en gran parte la propuesta que Ruy Feben (Ciudad de México, 1982) presenta en su libro Vórtices viles: “Tienes problemas más importantes que atender. El primero: este juego lo gana quien escapa antes de su final. O sea: este juego no lo gana nadie. Ulises ya murió, yo eventualmente podré el último punto y tú, bueno, tú estás prácticamente condenado. Por eso te quedarás hasta el final: porque quieres saber cómo es que pierdes”. Este volumen de cuentos se hizo acreedor al Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2012 y con sobradas razones. De sus páginas emergen relatos que se ubican en el espacio de aquello que sólo se puede expresar a través de la literatura, historias que encontrarían dificultades para ser traducidas a un código o medio distinto, léase cómic, cine o cualquier otro.
          Existe en cada uno de los relatos la intención de establecer un pacto con el lector que no le brinda demasiadas concesiones. Los cuentos son inteligentes, rezuman barroquismo elaborado en sus descripciones y vericuetos narrativos. Exigen atención absoluta, concentración; no es un libro para buscar el sueño, sino para despertar la posibilidad del asombro, de la duda, en últimas, de la imaginación.
          Los espacios desde los cuales Ruy Feben plantea sus tramas son múltiples y, la mayoría de éstos, inubicables en términos físicos: el sueño, la memoria, la locura, la especulación científica, el pastiche, la incertidumbre, lo extraño. En ese sentido, se añade su nombre a tradiciones que incluye a autores como Amparo Dávila, Juan José Arreola, Mario Levrero y, de manera más cercana generacionalmente, Alberto Chimal.
          Los temas abordados refieren al amor mal correspondido y peor asimilado (“La tarde de los edificios intactos”); la muerte o la sospecha de ésta (“Manual del ejecutivo de ventas: misión y visión”, “Siete cosas sobre Jerónimo”); la coexistencia de mundos de referencia distintos (“Krow”, “El Aqueronte”); la imaginación llevada al nivel del bestiario y de las ciudades-sociedades imaginarias (“Vida de los guara-bototí: nueva luz sobre un caso de aislamiento voluntario”, “Presagio”); la atención psiquiátrica, la locura, la confusión de los sueños y lo “real” (“Saudade”, “Hipocampo”); la superposición de planos que significan la vida a través de la memoria (“Los mudos”).
          Feben tiene una capacidad evidente para generar imágenes poderosas (“El terror de Jarillo se materializó hasta pesar lo que pesa el fósforo que un cerillo pierde al encenderse junto a un galón de gasolina”) y, más allá, para encadenar una imagen tras otra en un reto al lector que adquiere un carácter lúdico al que no se puede renunciar: “[...] mejor mira tú también el contenido de la caja. Mira la cosa que hace tic-tac. Antes de verla, imagínate un patito de cuerda caminando sobre el cartón y rematado con la frase “Recuerdo de Tuxpan, Michoacán”, o ese metrónomo, o ese teléfono vibrando con una llamada para un número equivocado, o el corazón palpitante de un monstruo mítico, o el de una tal Penélope esperando en una isla, el temporizador con el que podrías ayudarte a hacer unos deliciosos huevos tibios. Imagina lo que prefieras, escondido detrás de un tic-tac que retumba en el mundo. Imagina un aparato tan ridículo como puedas. ¿Ya? Bien: ahora mira la cosa que de verdad está ahí adentro”.
          Los dos fragmentos anteriores provienen del texto que más me gustó del conjunto: “Experimento 18681”. Hay ahí un riesgo formal que se traduce en saltos vertiginosos de voces y tipo de narrador que nos obliga a mudar de perspectivas de manera continua y vertiginosa; del omnisciente al testigo colectivo a la apelación a la segunda persona. El tema es por demás apasionante: la convivencia entre el mundo de la ficción y el lector. En cómo la palabra escrita condiciona la manera en que quienes leemos vayamos transformando el sentido de esa lectura y de cómo, también, el autor de esas palabras tiene la capacidad de “manipularnos” más o menos a su antojo. Un tema que ya Kundera ha abordado en su Jacques y su amo, alusión a su vez de Jacques, el fatalista de Denis Diderot.
          Ruy Feben es alguien cuya pasión radica en la escritura. Una escritura que practicó de manera prolífica y consistente en varios blogs y publicaciones de signos diversos. Esa práctica constante lo han hecho poseedor de herramientas y mecanismos para retar intelectualmente a su lector, para conseguir que éste se involucre con sus textos más allá de lo anécdotico o entretrenido de sus historias. Hay madera buena en este autor, suficiente y de calidad como para construir mundos complejos similares a los incluidos en este libro. Que así sea.

Ruy Feben, Vórtices viles, México, FETA, 2012. 

miércoles, noviembre 12, 2014

Los sesenta: los jóvenes, la Revolución, la Literatura...

El título que está allá arriba es el que tenía un texto que leí embobado por completo al iniciar los años noventa. Recién había entrado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y mi querido amigo Juan Daniel Enríquez me prestó una revista underground que se llamaba La Pus Moderna. Era el número 1, de finales de 1989. En la portada venía Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio y en el interior una serie de textos provocadores de autores que hoy tienen derroteros diversos en la vida cultural del país: Guillermo Fadanelli, Mauricio Bares, Fernando Nachón, Adriana Díaz Enciso, Naief Yehya, entre muchos otros. La revista abría con un texto de Charles Bukowski, ese al que le pusieron el título que está aquí arriba. Había sido editado en la antología Escritos de un viejo indecente. A pesar de la incorrección política que hoy destila, tiempos sensibles para las palabras pero no para el asesinato, en estos días recordé frases sueltas de ese texto que quedaron resonando de manera continua el resto de mi vida. Sobre todo aquellas que se relacionan con la política y la idea (las ideas) de Revolución. Se los dejo aquí, por si quieren leerlo y trazar una línea de relación entre los aciagos días de mediados del siglo XX y estos soles similares que nos ha tocado atestiguar. Esta versión es la publicada por Anagrama en 1996. El texto original fue escrito durante el verano de 1968.
"todos los ríos crecerán, y sin embargo la cosa anda mal. los maestros te atizan con reglas y los gusanos se comen el trigo; están montando ya las ametralladoras en los trípodes y los vientres son blancos y los vientres son negros y los vientres son vientres. sí, pegan a los hombres por el simple placer de pegar; los juzados son sitios donde el final se escribe al principio, y todo lo que precede a eso es simple comedia. llevan a los hombres a habitaciones para interrogarles y salen medio hombres o ya ni hombres siquiera en absoluto. algunos tienen puestas en la revolución sus esperanzas, pero cuando te revelas e instauras tu nuevo gobierno descubres que tu nuevo gobierno es aún el mismo buen Papá de siempre. sólo que con una máscara de cartón. los muchachos de Chicago desde luego cometieron un error metiéndose con los grandes muchachos de la prensa; al atizarles así en la cabeza podrían ponerse a pensar y la gran prensa (aparte del antiguo New York Times y de algunas ediciones de The Christian Science Monitor) dejó de pensar cuando se declaró la primera guerra mundial, puedes machacar tranquilamente a OPEN CITY por publicar una porción normal del cuerpo humano pero si le atizas una patada en el culo al que escribe editoriales en un periódico de circulación millonaria, cuidado. ándate con ojo, podría empezar a escribir la verdad sobre Chicago y sobre todo lo demás, pese a los anunciantes. quizás sólo pudiese escribir una columna, pero esa columna podría (para variar) hacer pensar a millones de lectores y nadie sabe lo que podría pasar entonces. de todos modos, bien echado está el cierre: darte a elegir entre Nixon y Humphrey es como darte a elegir entre mierda caliente y mierda fría.
          y las cosas no cambian gran cosa en ningún sitio. el asunto de Praga ha desanimado a muchos chicos que se habían olvidado de Hungría, andan por los parques con el ídolo Che, con fotos de Castro en sus amuletos, ahí van OOOOOOOOOOOOMMMMM OOOOOOOOOOMMMMMMMM, bajo los auspicios de William Burroughs, Jean Genet y Allen Ginsberg. esos escritores están liquidados, suavizados, atontados, agilipollados, afeminados (no amariconados sino afeminados) y si yo fuese un poli qué ganas me darían de machacar sus cerebros podridos. colgadme por eso si queréis. el escritor de la calle está dejando a los imbéciles chuparle la polla del alma. sólo hay un lugar para escribir, SOLO ante una máquina. el escritor que tiene que irse a la calle es un escritor que no conoce la calle. he visto suficientes fábricas, prostíbulos, cárceles, bares, oradores de parque, para cubrir cien vidas de cien hombres. ir a la calle cuando tienes un NOMBRE es elegir el camino fácil. con su AMOR, su whisky, su idolatría, su coño, mataron a Thomas y a Behan y medio asesinaron medio centenar más. CUANDO DEJAS TU MAQUINA DEJAS TU AMETRALLADORA Y LAS RATAS INVADEN. cuando Camus empezó a hacer discursos en las academias, murió su fuerza de escritor. Camus no empezó como orador, sino como escritor; no fue un accidente de automóvil lo que le mató, no.
          cuando alguno de mis pocos amigos pregunta: «¿por qué no das lecturas de poesía, Bukowski?» no entienden simplemente por qué les digo «no».
          y en fin, tenemos lo de Chicago y lo de Praga, sí, y no es distinto de como siempre ha sido. al pequeño le darán en el culo y cuando (y si) el pequeño se hace grande, dará km en el culo también él. preferiría de presidente a Cleaver que a Nixon pero de todos modos no es gran cosa. lo que esos revolucionarios de mierda que vienen a mi casa a beber mi cerveza y a comer lo que tengo y a exhibir sus mujeres deben aprender es que la cosa debe ir de dentro afuera. no puedes simplemente darle a un hombre un gobierno nuevo como un sombrero nuevo y esperar que sea un hombre distinto dentro de ese sombrero. seguirá teniendo las mismas tendencias pijoteras, la barriga llena y un equipo completo de Dizzy Gillespie no van a cambiar eso. son muchos los que juran que hay una revolución en marcha pero me jodería mucho ver que los matan a todos por nada. atiende, puedes matar a la mayoría de la gente sin matar nada, pero habrán muerto inevitablemente algunos hombres buenos. y luego, tendrás esto: gobierno sobre el pueblo. un nuevo dictador con piel de cordero. la ideología era sólo un medio de mantener la lucha en marcha.la otra noche me dijo un tipo (estaba sentado en el centro de la alfombra, muy espiritual y muy maravilloso):
          —voy a abrir todas las alcantarillas. ¡toda la ciudad flotará en cerotes!
          bueno, el chico me había soltado ya cagadas suficientes como para enterrar en mierda a toda la ciudad de Los Angeles y mitad de camino a Pasadena.
          luego dijo: «¿me das otra cerveza, Bukowski?».
          su puta cruzó las piernas y me enseñó un relampagueo de braga rosa, así que me levanté y le di al chico una cerveza.
          sí, revolución suena como muy romántico. pero no lo es. es sangre y tripas y locura; es niños asesinados por interponerse en el camino, niños que no entienden qué coño pasa. es tu puta, tu mujer con el vientre abierto de un bayonetazo y violada luego ante tus ojos. es hombres torturando a hombres que antes reían con los dibujos del ratón Mickey. antes de meterte en ese asunto, determina dónde está el espíritu y dónde estará cuando todo termine. no estoy de acuerdo con Dos (CRIMEN Y CASTIGO) en lo de que ningún hombre tiene derecho a disponer de la vida de otro. pero no vendría mal pensárselo un poco primero. por supuesto, lo malo es que ellos han estado quitándonos la vida sin disparar un tiro. también yo trabajé por sueldos de miseria mientras un pez gordo violaba vírgenes de catorce años en Beverly Hills. he visto cómo le quitaban a un hombre su trabajo por tardar cinco minutos más de los normal en salir del retrete. he visto cosas de las que ni siquiera quiero hablar. pero antes de matar algo asegúrate de que tienes algo mejor con que sustituirlo; algo mejor que oportunistas políticos que sueltan palabrería de odio en el parque público. si tienes que pagar un dineral, busca algo mejor que una garantía de treinta y seis meses. hasta ahora sólo he visto ese anhelo emocional y romántico de Revolución; no he visto ni un dirigente sólido ni una plataforma realista que aseguren CONTRA la traición que hasta ahora siguió luego siempre. si he de matar a un hombre, no quiero verle sustituido por una copia fiel del mismo hombre y el mismo sistema. hemos malgastado la historia como una pandilla de borrachos jugando a los dados en los retretes del bar del barrio. me da vergüenza ser miembro de la especie humana pero no quiero añadir nada a esa vergüenza, quiero raspar y quitar un poquito de ella.
          está bien hablar de Revolución con la barriga llena de cerveza ajena y viajando con una chica de dieciséis años de Grand Rapids escapada de casa; está muy bien hablar de Revolución mientras tres escritores gilipollas de fama mundial te tienen bailando el juego del OOOOOOOOMMMMMMM; pero hay que hacer otras cosas para conseguir que llegue eso; han de pasar más cosas. París, 1870-71, veinte mil personas asesinadas en las calles, las calles rojas, tanto como si hubiese llovido sangre, y las ratas que salen y devoran cadáveres, y gente hambrienta, sin saber ya qué significa aquello, que sale y arranca las ratas de los cadáveres y se las come. y, ¿dónde está París esta noche? ¿y qué es París esta noche? mi camarada va a añadir una cagada a esto y sonríe. bueno, tiene veinte años y prácticamente sólo lee poesía y la poesía no es más que una bayeta húmeda en el fregadero.
          y la yerba. siempre equiparan la yerba a la revolución. la yerba simplemente no es tan buena. por amor de Dios, si legalizasen la yerba, la mitad de la gente dejaría de fumarla. la Prohibición creó más borrachos que las verrugas de la abuela. la cuestión es que no puedes hacer lo que quieres. ¿quién quiere joder todas las noches con su mujer? o, en fin, aunque sea una vez a la semana... hay muchas cosas que me gustaría hacer. Me gustaría, en primer lugar, impedir que se nombraran candidatos presidenciales tan feísimos. luego, cambiaría los museos. no hay nada tan deprimente y tan absolutamente apestoso como un museo. nunca entenderé por qué no es mayor el porcentaje de chicas de tres años asaltadas en escaleras de museos. en primer lugar, instalaría por lo menos un bar en cada planta. habría para pagar todos los salarios y daría para la regeneración y salvación de algunos de los cuadros y del tambaleante tigre colmilludo cuyo ojo del culo empieza a parecer más que nada un bolsillo lateral de ocho bolas. luego pondría una banda de rock, una banda de swing y una orquesta sinfónica en cada planta, más tres o cuatro mujeres de buen ver para andar por allí y hacer bonito. uno no aprende nada ni ve nada si no vibra. la mayoría contempla el trasero de ese tigre colmilludo detrás de ese cristal caliente y siguen su camino sin más, algo más avergonzados y algo más aburridos.pero os imagináis a un tipo y a su mujer, con una cerveza en la mano cada uno, mirando al tigre colmilludo y diciendo:
          —¡hostias, viste qué colmillos! ¿verdad que casi parece un elefante?
          —ay, querido —diría ella—, ¡vámonos a casa a hacer el amor!
          —¡ni hablar! —diría él—. tenemos que bajar antes al sótano a ver ese avión de 1917. dicen que lo pilotó el propio Eddie Rickenbacker. le pagaron mil setecientos. además, creo que tienen abajo a los Pink Floyd.
          pero los revolucionarios quemarán el museo. creen que quemando se soluciona todo. pueden quemar hasta a su abuela si no corre bastante. y luego se dedicarán a buscar agua o a alguien que sepa operar del apéndice o que pueda impedir a los que de veras están locos que les corten el cuello mientras duermen, y van a ver cuántas ratas viven en la ciudad. no ratas humanas sino ratas ratas. y descubrirán que la rata es el último bicho que se ahoga, que arde, que se muere de hambre; es el primer bicho que encuentra comida y agua porque lleva siglos encontrándolas sin que nadie le ayude. las ratas son los verdaderos revolucionarios; las ratas son el verdadero underground, pero a ellas les da igual tu culito salvo quizás para meterle el diente, y tampoco les interesa el OOOOMMMM.
          no quiero decir que haya que renunciar. estoy a favor del auténtico espíritu humano, esté donde esté, donde se haya escondido, sea lo que sea. pero cuidado con los farsantes que lo pintan todo de color de rosa y te dejan en la estacada con cuatro polis feroces y ocho o nueve muchachos de la guardia nacional y sólo tu ombligo por última oración. esos que gritan exigiendo tu sacrificio en los parques públicos suelen ser los que primero se largan en cuanto empieza el tiroteo. quieren vivir y escribir sus memorias.
          antes era la cosa religiosa. no la farsa de la iglesia grande, que era un latazo. todos se aburrían, hasta el predicador. sino los sitios pequeños, que eran como tiendas, pintados de blanco. Dios, cómo tiraban de uno. yo entraba borracho y me sentaba allí a mirar. sobre todo cuando me echaban de los bares. para qué ir a casa a torturarse. los mejores tinglados religiosos estaban en Los Angeles. seguían Nueva York y Filadelfia. aquellos predicadores eran unos artistas, amigo. casi me hacían rodar por el suelo también. la mayoría de aquellos predicadores andaban de resaca, con los ojos inyectados en sangre, necesitaban más dinero para poder beber, o puede que incluso para una picada, en fin, cualquiera sabe.casi a punto estuvieron de hacerme rodar por el suelo y yo estaba frío y bastante cansado. era mejor que una mujer aunque sólo te cazase a medias. quiero dar las gracias a esos chicos, negros la mayoría, por algunas noches entretenidas; creo que si alguna vez escribí poesía en serio, quizás se la robara a ellos, en parte.
          pero ahora se esfuma ese juego. dios, sencillamente, no pagaba el alquiler ni aportaba la botella de vino, por mucho que gritaran o ensuciaran sus últimos andrajos rodando por el suelo. dios decía ESPERA y es duro esperar con la tripa vacía y ya el alma no se siente tan bien y quizás no pases ya de los cincuenta y cinco. y la última vez que Dios apareció fue hace ya casi dos mil años y no hizo más que unos cuantos trucos baratos de prestidigitador, dejó que unos cuantos judíos le liaran y luego se largó. uno acaba cansado de sufrir. los propios dientes de la propia boca no bastan para matarle a uno ni la misma mismísima mujer en la misma mismísima pequeña habitación.
          los liantes religiosos están uniéndose a los liantes revolucionarios y uno ya no puede diferenciar, hermanos, culo de coño. tened en cuenta esto, y tendréis un principio. escuchad muy atentos y tendréis un principio. si os lo tragáis todo, quedaréis liquidados. dios se bajó del árbol, se llevó la serpiente y la tía buena del Edén y ahora tenemos a Carlos Marx tirando manzanas de oro desde el mismo árbol, sobre todo maquillado de negro.
          si hay una lucha, y creo que la hay, que la ha habido siempre, y que es la de los van Gogh y los Mahler, la de los Dizzy Gillespie y los Charley Parker, entonces, por favor, tened cuidado con vuestros caudillos, pues hay demasiados individuos en vuestras vidas que preferirían ser presidentes de la General Motors a quemar la gasolinera de la esquina. sólo que como no pueden conseguir una cosa, van a por la otra. son las ratas humanas de siempre, que nos han retenido donde estamos. es Dubcek que vuelve de Rusia mediohombre, aterrado por la muerte psíquica. el hombre ha de aprender al fin que es mejor morir mientras le cortan lentamente las bolas que vivir de cualquier otro modo. ¿estupidez? no más estupidez que el mayor de todos los milagros. pero si estás cogido en la trampa, no olvides nunca qué es lo que estás haciendo, exactamente, o el alma se hundirá. Casanova acostumbraba a meter los dedos, las manos, por debajo de los vestidos de las damas mientras en el patio del rey despedazaban hombres; pero él también murió, y sólo era un tipo de gran polla y gran lengua y sin valor alguno. decir que vivió bien es cierto; y lo es también que yo podría escupir sobre su tumba sin el menor reparo. las señoras suelen irse detrás de los más tontos. por eso la raza humana está donde está hoy: hemos engendrado astutos y sempiternos Casanovas, todos huecos por dentro, como los huevos de Pascua de chocolate que damos a nuestros pobres niños.
          el nido de las artes como los nidos de los revolucionarios está lleno de unos insensatos de lo más increíble cubiertos de piojos, que buscando solaz cocacolesco porque ni pueden encontrar trabajo como lavaplatos ni pintar como Cézanne. si el molde no te admite, sólo cabe rezar o trabajar por otro molde nuevo. y si descubres que ese molde no te sirve, ¿por qué no otro entonces? todo el mundo contento, seguro en su camino.sin embargo, pese a que soy tan viejo, me satisface mucho vivir en esta época segura. EL HOMBRE CORRIENTE SE HA CANSADO YA DE TANTO CUENTO. está ocurriendo en todas partes. Praga. Watts. Hungría. Vietnam. no es el gobierno. es el Hombre contra el gobierno. es el Hombre que no permite ya que le engañen con unas Navidades blancas con la voz de Bing Crosby y unos huevos de Pascua teñidos que hay que esconderles a los chicos que deben TRABAJAR PARA ENCONTRARLOS. De futuros presidentes de Norteamérica cuyos rostros en las pantallas de televisión te hacen salir corriendo al baño para vomitar.
          me gusta esta época. me gusta esta sensación. los jóvenes han empezado al fin a pensar. y cada vez son más los jóvenes. pero en cuanto consiguen un ariete de sus sentimientos, perece asesinado. los viejos y los atrincherados están muertos de miedo. saben que la revolución puede llegar a través de las urnas a la manera norteamericana. podemos matarlos sin un tiro. podemos liquidarlos simplemente siendo más reales y humanos y no votando mierdas. pero qué listos son. ¿qué nos ofrecen? Humphrey o Nixon. como dije, mierda fría, mierda caliente, todo es mierda.
          lo único que ha impedido que me asesinasen a mí es que soy mierda pequeñita, no tengo ninguna política. observo. no tengo bando, salvo el bando del espíritu humano, que, en fin, parece en el fondo muy superficial, cuento de charlatán, pero que significa sobre todo mi espíritu, que significa el tuyo también, porque si no estoy de veras vivo ¿cómo podré verte? sí amigo, me gustaría ver un buen par de zapatos en todo hombre que anda por la calle y ver que todos se consiguen una buena tía y que, además, pueden llenarse el buche de comida. dios, eché mi último polvo en 1966 y llevo meneándomela desde entonces. y, ay, no hay paja comparable al agujero de la maravilla.
          son duros estos tiempos, hermano, y no sé exactamente qué decirte. soy blanco, pero he tenido que llegar a admitir (no confiéis demasiado en la capa de pintura) que los blancos son blandos y a mí tampoco me gusta la mierda blanda. pero he visto que muchos de vosotros, negros, sois capaces también de hacerme ir vomitando de Venice Este a Miami Beach. no tiene piel el Alma. el alma tiene sólo entrañas que quieren CANTAR, por fin, ¿es que no oís, hermanos? muy suave, ¿no oís, hermanos? una buena tía y un cadillac nuevo no resolverían nada. Popeye estará al quite, y tu próximo presidente será Nixon. Cristo se escurrió de la Cruz y ahora estamos clavados nosotros en esa cabrona, blancos y negros, negros y blancos, todos bien clavados.
          nuestra elección casi no es elección. si vamos muy deprisa estamos listos. si no vamos deprisa estamos liquidados. éste no es nuestro juego. ¿cómo cagar con dos mil metros de corcho cristiano metidos por el culo?
          para aprender, no leas a Carlos Marx. es mierda ya muy seca. aprende, por favor, el espíritu. Marx es sólo tanques cruzando Praga. no te dejes cazar así, por favor. En primer lugar, lee a Céline. el mejor escritor en dos mil años. incluye, por supuesto, EL EXTRANJERO de Camus. CRIMEN Y CASTIGO. LOS HERMANOS. Kafka entero. todas las obras del escritor desconocido John Fante. los cuentos cortos de Turgueniev. evita a Faulkner, Shakespeare y sobre todo a George Bernard Shaw, la fantasía más pomposa de todos los TIEMPOS, una auténtica mierda con conexiones políticas y literarias de lo más increíble. el único más joven que se me ocurre con carretera pavimentada delante y beso en el culo si hace falta fue Hemingway, pero la diferencia entre Hemingway y Shaw es que Hem escribió algunas cosas buenas al principio y Shaw escribió siempre mierda.
          en fin, aquí estamos mezclando Revolución y Literatura y las dos ajustan. ajusta todo de una manera u otra. pero ya me he cansado, lo dejo hasta mañana.
          ¿estará el Hombre esperando a mi puerta?
          ¿a quién le importa?
          ojalá que con esto se te derrame el té".  

martes, noviembre 11, 2014

Chairos, anarquistas y otras “tribus”


Escuché en días pasados en la radio a un mercadólogo que se presentó como “experto en tribus urbanas” y mencionó a un grupo que, según él, representa a una de estas tribus: los chairos. Palabras más, palabras menos, afirmaba que éstos eran jóvenes herederos de los hippies, que vestían de manera “folclórica” y que eran pachecos. Así de reduccionista su definición. ¿Quién me manda a escuchar esas cosas?, dirán algunos.
          El caso es que la etiqueta que el mercadólogo utilizó ya la había escuchado y leído en otros contextos. Y con significados distintos del aludido por el “experto”. Según entiendo, el chairo es una persona que protesta por todas las causas que en ese momento formen parte de la agenda coyuntural: la ecología, la política energética, la precarización del trabajo, la corrupción, la inseguridad, la voracidad del capitalismo… Alcanzo a vislumbrar también que la etiqueta es peyorativa, refiere a una especie de actitud acrítica de quien protesta. Es decir, alguien que va a una marcha contra la precarización laboral y al final acude sin bronca por su Cajita Feliz. O alguien que se desgañita en una manifestación reclamando los crímenes del narco, pero en el after party de tal manifestación corre la mota y la coca con singular alegría. Las redes sociales amplifican las acciones del chairo: memes chantajistas con imágenes de niños famélicos, videos descontextualizados, estados que llaman a la revolución…
          Entiendo el sentido de la etiqueta y el hartazgo de aquellos quienes atestiguan el accionar de los primeros. La crítica hacia alguien que ha sido calificado como “chairo” parte en dos sentidos: por un lado, la de aquellos que se asumen superiores, informados y que buscan la “objetividad” para emitir juicios acerca del tema que esté en debate; por el otro, quienes se sienten violentados por el exceso de acciones, discursos e imágenes que se contraponen con su situación vital, ideológica o socioeconómica. Ambos grupos utilizan sin ton ni son la etiqueta para señalar a aquellos que no comparten su visión del mundo o su mesura. De una descripción peyorativa para definir a un militante poco informado ha mutado en un insulto y, por tanto, en una palabra con la que no se quiere estar asociado.
          Y he aquí lo que me interesa cuestionar, sobre todo en estos momentos en los cuales la militancia y el activismo toma nuevas formas de expresión en nuestro país: ¿qué tanto el temor a ser ubicado dentro del espectro que abarca la descripción despectiva de esa etiqueta influye para manifestarse o declararse a favor o en contra de determinada situación? A la renuncia a manifestar la opinión con respecto de una, cualquiera, causa se impone la sustitución de actitudes: el cinismo que se disfraza de ironía fina, la provocación que puede convertirse en troleo, la indiferencia al elegir interesarse en otros temas “menos coyunturales”, el desprecio por los manifestantes que se convierte, a veces de manera imperceptible, en el desprecio por la causa que enarbolan.
          He leído, a raíz de las discusiones, diagnósticos y polémicas despertadas por la tragedia de Ayotzinapa, cuestiones que me parecen síntomas de una parte de la sociedad que hace semejante diferencia con sumisión. Es decir, la negación a formar parte de un colectivo con una causa determinada (pongamos la protesta por la desaparición de 43 estudiantes) a riesgo de parecer igual a la masa, manipulado como la masa, irracional como la masa. La colectividad y el sentido de lo solidario no tiene sus mejores tiempos hoy, sobre todo en sectores de la clase media y la clase alta. Unos asumen el cinismo y la indiferencia, mientras la otra, en forma inconsciente quizás, el desprecio y la sensación de amenaza con respecto de sus privilegios.
          Parte de esa clase alta que se asume amenazada por la virulencia de las últimas protestas es parte de la clase política. Bien dice el escritor Gerardo Sifuentes Marín en uno de sus más recientes posts en Facebook, que estos sectores, representados por las actitudes de líderes de juventudes priistas o por los hijos de los beneficiarios del aparato sindical corporativo, ven amenazado su derecho de herencia de un sistema que más que paternalista pinta casi para monárquico y nobiliario.
          Uno de los argumentos que se esgrimen para negarse a ser parte de la masa es que muchas manifestaciones han derivado en actos violentos. Y que tales actos son llevados a cabo por jóvenes anarquistas cuyas acciones de protesta se traducen en bombas molotov y saqueo de comercios. Entonces se establece una polémica irresoluble acerca de la “identidad” de esos grupos: que si pertenecen a colectivos radicales o si son “infiltrados” del gobierno para desprestigiar a los movimientos de protesta. En muchos sectores prevalece la segunda tesis, puesto que ese mecanismo ha sido utilizado en el pasado por el gobierno para infundir el miedo a la calle y a la posibilidad de ser arrestado sin deberla ni temerla. Yo me permitiría al menos la posibilidad de la duda. Como bien menciona César Valdés, compañero del Posgrado de Estudios Latinoamericanos, los anarquistas no sólo escribieron libros bien interesantes, también derrocaron gobiernos y desestabilizaron regímenes autoritarios. La violencia es la respuesta instintiva, primaria, catalizada por una amenaza evidente: ¿qué mayor amenaza para nuestros jóvenes que la criminalización y la ausencia de perspectivas laborales y profesionales de un sistema agotado?
Y ahí hay una contradicción que tardaremos en asimilar: las manifestaciones se han planteado sólo con una naturaleza: ser pacíficas y no violentas (en el espíritu de Gandhi, MLK y Mandela). Se pide un cambio radical, pero no existe un proyecto de consenso social que lleve a esos cambios radicales. Se pide, parece, que el sistema se reforme a sí mismo, pierda sus privilegios y negocios (legales y no) y se suicide alegremente. Yo creo que no lo va a hacer. A pesar de que el sistema de partidos esté agotado y corrupto en gran parte. Este país está cansado de violencia y no está dispuesto a llegar a una revolución violenta generalizada (a pesar de las experiencias focalizadas en Michoacán, con los grupos de autodefensa, por ejemplo). La gran pregunta es: ¿entonces cómo le hacemos? ¿Cómo transformamos radicalmente una realidad que, por azar incluso, podría afectarnos de manera irremediable? Al mismo tiempo que se pide el derrumbe de lo existente deberíamos estar planteando los cimientos de eso que se supone debería sustituirlo para mejorar la situación. ¿Alguien lo está(mos) haciendo? 

lunes, noviembre 10, 2014

Amputado


Tengo amputada la capacidad de dar consuelo. Intento sopesar la manera en cómo afecta el sufrimiento a los demás, pero me declaro inepto. Procuro pensar la forma en cómo enfrentaría yo mismo una pérdida o un dolor que aqueja a alguien más, pero nunca encuentro el mecanismo para hacer que esa pérdida o ese dolor disminuyan en el otro. Me congelo. Nunca sé si alguien que se anima a abrirle su corazón a alguien más está pidiendo un abrazo o sólo un oído atento. Siempre son momentos incómodos aquellos cuando me acerco con los brazos abiertos y el otro me mira con extrañeza, como diciéndome con los ojos. “¡¿De dónde sacas que este es momento para abrazos?!”.
         Otras veces sólo me quedo mirando al otro, en escucha atenta, hasta que el otro también calla, el silencio se manifiesta y, al poco tiempo, se convierte en una masa oscura que amenaza con devorar al primero que abra la boca. Y siempre soy yo el que lo hace y emite las frases más comunes que se enuncian en este tipo de circunstancias: “no, pues qué mal”, “no te preocupes, todo se arreglará”, “échale ganas, mano”, “no estés triste, ya pasará”, o sólo emito un suspiro prolongado seguido de un “híjole”.
         Cuando tengo este tipo de encuentros siempre termino con un dolor en el pecho y los nervios alterados. Me pregunto si lo que hice o lo que dije ayudó eficazmente a mi interlocutor, o si dije o hice cosas que sólo empeoraron su situación. Por un momento siento el impulso de regresar y preguntárselo directamente, pero después me doy cuenta que eso reeditaría la mayoría de las sensaciones del encuentro previo y desisto. He llegado a pensar que esta incapacidad refiere a una especie de falta de empatía, pero mi conclusión siempre es otra: soy capaz de imaginarme la desolación, el martirio o la incertidumbre de aquel que la sufre, pero soy incapaz de transmitirle mi solidaridad y entendimiento.
         La idea en la cual he hallado explicación a este mal consiste en pensar que el malestar que me aqueja tiene que ver con la impotencia. Como regularmente estos encuentros los tengo con personas a quienes quiero profundamente, el malestar es ocasionado por la sapiencia de que no puedo desaparecer su dolor o su angustia. Así que, si alguna vez nos hemos cruzado en el camino y no he sabido darte consuelo, acepta mis disculpas. Es una cuestión en la que estoy trabajando. Espero que algún día todo cambie.

Una historia del Chamuco

“Fue un rebelde hasta el último suspiro”, ese es el epitafio en la tumba de Joseph McCabe. Fue éste un sacerdote franciscano que vivió entre los años de 1867-1955. Ingresó a la orden religiosa a los 15 años pero, debido a una fuerte crisis de fe, decidió colgar los hábitos y dedicarse a cuestionar muchos de los supuestos e irracionalidades que son tomadas sin demasiado espíritu crítico desde el interior, incluso, del propio cristianismo. Es en ese afán que escribe una pequeña obra que da noticia de la manera en cómo el mal, asociado en el mundo judeocristiano con Satán o El Diablo, se desarrolló y manifestó como una idea poderosísima al interior de la fe cristiana.
         A lo largo de seis capítulos, el autor desarrolla una sucinta historia del nacimiento, crecimiento y manifestación de Satán en la cultura occidental. Desde la relación que se encuentra con los mitos de la creación en las civilizaciones antiguas: Mesopotamia, Egipto; hasta la manera en cómo en pleno siglo XX se intentaba asustar con posesiones y manifestaciones corpóreas de Satán en personas o reuniones que mantenían con éstas.
         Llama sobre todo la atención acerca de la capacidad que tenemos de argumentar alrededor de una idea sobre la que deseamos crear expectativa y certidumbre. Datos curiosos se muestran a lo largo de todo el texto, como la determinación del número exacto de demonios que desertaron del reino de los cielos:
“No sabemos a ciencia cierta el número de demonios que se pusieron bajo la bandera de Satán. Algunos hombres santos de la Edad Media llegaron a la conclusión de que había 6666 legiones de ángeles y que cada una de ellas se componía de 6666 soldados y oficiales. Satán se llevó a un tercio, es decir, 133306668. Pero otros estudiosos dijeron que sólo 44435566 ángeles se convirtieron en demonios, de modo que la cuestión no se ha zanjado todavía. Pero después de todo lo que hemos contado, no permitan que nadie les diga que toda esa teoría de los demonios afanándose por las almas de los hombres es ininteligible y que le impide aceptar la fe cristiana”.
Una de las cosas que sobresalen dentro de esta relación es la manera en cómo el mal está íntimamente ligado a los placeres carnales, a la corporeidad de los seres humanos. En ese sentido, la tentación sexual es la puerta de entrada a la influencia de los demonios sobre los hombres. Y pareciera que aquí el genérico “los hombres” no aplica para la humanidad entera, sino solamente para los varones. La mujer es vista, durante mucho tiempo, como el vehículo e instrumento del demonio. Se le considera débil y esa debilidad es la causa de que ceda a las tentaciones y abandone el camino de la búsqueda del bien. A partir de premisas como estas es que se halla explicación a usos y costumbres como el de tener que usar velo dentro de las iglesias:
“Las ciudades estaban repletas de invencibles agentes de Satán. Pablo ordenó que las mujeres debían llevar la cabeza cubierta en la iglesia para que el diablo no pudiera entrar en ellas por los oídos, o bien, como no parecía justo para los hombres el dejarlas abiertas para esta suerte de invasión, se les puso un velo a las mujeres para que, al decir de otro comentarista, su brillante pelo azabache no llamase la atención de algún demonio íncubo lascivo y errante”.
Y he aquí que el origen del mito de los vampiros recurre a creencias asociadas con las inofensivas, para el ser humano, lechuzas. Los pequeños mensajeros del mundo de Harry Potter dieron origen a uno de los mitos más persistentes de la historia de la humanidad y de la literatura en particular:
Strix es la palabra griega para la lechuza blanca, pero era una creencia del pueblo que esta lechuza chupaba la sangre de los niños. De esta imagen, el pueblo pasó a creer en la existencia de strigae o vampiros sobrenaturales, a menudo hombres o mujeres muertos que salían de sus tumbas por la noche en pos de la sangre de los vivos y que combatían la vejez consumiendo la sangre de vírgenes a las que sorprendían mientras dormían”.
Multitud de estos ejemplos y relaciones son puestos de tal manera que nos damos cuenta de cómo la idea del mal se ha construido, muchas veces, sobre una serie de disparates que no resisten el análisis racional. Un personaje de estos que suelen explotar la credulidad de la gente llevó al extremo la pretensión. Creó un personaje ficticio con una historia que hizo que el propio Vaticano creyera en su existencia: el autor de la travesura se llama Léo Taxil y el personaje en cuestión, Diana Vaughan. Taxil logró que la iglesia adoptara una serie de disparates publicados a manera de folletines “reveladores”, lo que le granjeó una buena fortuna al autor del timo, que atacaba la influencia que los masones tenían en la sociedad. Una relatoría de este caso se presenta al final de la edición como un documento digno de ser revisado.
         Sin más, Breve historia del satanismo es un texto que confronta al mal, o a la idea que durante siglos se construyó de éste, a partir de dos armas letales y efectivas: la ironía y el ridículo. Sin que éstas estén despojadas de la seriedad que el tema amerita.


Joseph McCabe, Breve historia del satanismo, Barcelona, Melusina, 2009.