sábado, julio 29, 2006

Día uno

Lo que hoy siento es la ausencia.
Llueve en la ciudad de México.
Ganas dan de salir a empaparse de los deseos no cumplidos.
El árbol que se asoma por mi ventana anuncia un viento que viene de lejos.
Un murmullo.
Es tu voz susurrando en mi oído.
Es el viento llevándote la mirada perdida en mis adentros.
En mis recuerdos.
En mis imaginaciones.
En el beso húmedo y grosero.
Ruidoso, imprudente.
En el beso que ansío se repita.
Cada noche
cada día
entre las sábanas
deslizándose lento por tu cadera
en tu cuello
en tu nuca
graciosa espalda
no quiero abrir los ojos
porque tu imagen se me pierde
es de noche y sigue lloviendo
pero prefiero esperarte
y tocar con mis dedos las orillas de la lluvia
el talle de la noche
que se parece a tu cuerpo
no es nada complicado
eso de cerrar los ojos e imaginarte completa
el terror asoma su rostro
cuando hay que abrir los párpados y descubrirme
nuevamente
como ayer
solo de ti.


Llueve en la ciudad de México
¡que joder!
el sol resplandece en medio de tus ojos
tus labios anuncian la partida del recuerdo
“Lo siento”, digo con voz convencida, “pero tú no puedes
escaparte de mis sueños”.
Sonríes.
El universo explota.
Tus labios me recuerdan
que algún día habrá que despertar.
Te miro largamente,
como un condenado,
abro los ojos y descubro
que unos ojos miran en mi dirección.
Hoy estás y no es recuerdo ni imaginación.
¡Que se caiga el cielo a pedazos!
Hoy puedo sentir un beso verdadero.
Y rumiar por las calles húmedas de rocío
el recuerdo de un viejo poema:
“Qué delicia delgada, incomprensible,
la de verte de lejos,
y soportar los golpes de la alegría
que de mi corazón ascienden
al acercarse a ti por vez primera:
siempre por primera vez, a cada instante”.

viernes, julio 28, 2006

La tolerancia explicada a los niños

Me llegó a mi correo este texto de uno de los mejores escritores de América Latina, según mi consideración: Luis Pescetti. De harta conveniencia para estos días.

Caprichos y razones

Uno de los mitos sobre la infancia afirma que los chicos son caprichosos.

No es así. Toleran menos las frustraciones, que no es lo mismo.

Si entendemos por capricho una conducta errática, inesperada, a la que cuesta encontrarle justificación o sentido, los chicos son lo menos caprichoso que se pueda encontrar.

Viven sedientos de congruencia. Esperan y necesitan que su mundo, y el mundo que rodea al mundo que los rodea, sea previsible, responda a leyes y reglas que se pueden aprender y que se cumplan.

El caos les asusta. Si los adultos con los que crecen tienen conductas, ahora sí: caprichosas, se angustian, se asustan o enferman, según la gravedad de lo que ocurra.

Sin embargo la vida cotidiana está llena de momentos que presentan contradicciones, zonas ambiguas; y uno mismo, como adulto, no siempre puede ni debe dar respuesta a esas contradicciones. Pero eso no es lo mismo que callar u ocultar. Siempre que sea posible lo mejor que podemos hacer es hablar sobre eso. Nombrarlo. No hacernos los zonzos.

En México, los chicos estuvieron expuestos a montones de noticias en torno a las elecciones y los reclamos de legitimidad.

En Argentina, uno de los temas que los chicos oyeron estas semanas en los noticieros es el de los "superpoderes" (el poder ejecutivo reclama atribuciones que recaían sobre el legislativo).

No son temas menores. Mal podemos pedirle a los chicos que aprendan y respeten reglas cuando ellos ven que "en el mundo real" éstas se saltean o, en el mejor de los casos, se cuestionan o se construyen.

Este boletín llega a gente que vive en muy distintos países, cada uno sabrá qué debe encarar, por razones obvias, mencionaré el argentino. Son sólo algunas ideas para empezar a indagar sobre el tema, o tratar de ponerle palabras. No pretenden abarcarlo, son apenas ideas sueltas. Mejor si no es el silencio.

Estas atribuciones que reclama el ejecutivo (los “superpoderes”) se relacionan con el equilibrio entre la necesidad de actuar sin trabas que tiene un gobierno y la necesidad de contrapesos que tiene la democracia.

Cuando estás en un grupo muy grande muchas veces podés sentir que, si todas las decisiones van a consenso, se tarda demasiado o se termina no haciendo nada. Eso puede acabar desesperándote y haciendo que reclames que algunas decisiones sean más rápidas y sin tantas vueltas.

El problema de eso es quién elige al que decide, y qué controles tendrán sus decisiones.
El riesgo es cómo se controla a quien elige por los demás. La democracia se basa en un juego de contrapesos, en que no haya voces únicas, y en responder ante otros.

Una de las formas de medir el liderazgo de una persona no es su poder para imponer sus decisiones sino cuánto contrapeso tolera, dicho de otra manera: cuánto sabe convivir con otros diferentes, negociando límites.

Por eso me gustó mucho una palabra que dijo uno de los presidentes en esta cumbre del Mercosur.

Fue la palabra que me sonó más real y creíble de tantas que escuché. Más que otros discursos muy largos (tan largos que uno piensa: “Éste habla tanto que no debe quedarle tiempo para oír a otros”).

Y la palabra que me hizo abrir las orejas fue del presidente de Brasil. Lula dijo que para construir esta unión de países hacía falta “paciencia”. Cuando hablás de paciencia, hablás de impaciencia, de impacientes, de que hay que convivir con otros que te tienen paciencia, a los que tenés que tener paciencia. Me pareció tan sensato, cierto, sencillo, sincero.

Así que, adultos al volante/manubrio, en la medida que buenamente puedan, eviten silencios o frases estilo “En este país no se puede vivir”, “Acá está todo mal”, “Son los mismos ladrones de siempre”, “Son todos iguales”, y charlen, charlen, pregunten. Recuerden que siempre está a la mano el mágico recurso de decir “No sé”, “Esto no lo entiendo”, y seguir buscando.

viernes, julio 21, 2006

La generación de los malnacidos




Sobre La consecuencia de los días de Rubén Don

Hay algo que se siente cercano. Que palpita. Que te pone la carne de gallina. Que te afloja los párpados y la sonrisa. Que se mueve debajo de las huellas dactilares. Que muerde. Que lastima. Que alivia en el reconocimiento. “Se llama empatía”, me grita una voz cercana que casi siempre tiene razón. Y hoy la tiene.
          Rubén Don ganó la primera edición del Premio Nacional de Narradores Jóvenes UACM 2005 con una novela titulada La consecuencia de los días. Premio merecidísimo aún sin conocer los demás trabajos. A lo largo de casi 200 páginas de viaje literario, Rubén consigue elaborar una historia simple que se teje sobre referentes y observaciones complejas.
          Hay algo que hermana a los autores que nacimos durante la década de los setenta y que observo cada vez más como signos de identidad de lo que Don llama los malnacidos en los setentas. Lo veo en Rubén, en Gerardo Sifuentes, en Bernardo Fernández (de quien espero escribir algo en próximos días después de haber leído su muy disfrutable El llanto de los niños muertos), en el Ruy Feben, en Heriberto Yépez, en Ira Franco y en otros con los que repentinamente me identifico cómplice, o comparsa con conocimiento de causa.
          Cosas en las que estamos de acuerdo sin discusión y que ya habían prefigurado los que, en edad y en tiempos de publicación, nos antecedieron en una década: el fin del mundo es inminente, lo raro es ser normal, Dios ni siquiera es un vocablo con significado, lo mass media son los que dirigen a una sociedad sin dirigentes, la llamada literatura de subgénero es una etiqueta mamona que está destinada a la desaparición, la observación de la cotidianeidad es atrayente en tanto nos muestra nuestra propia miseria como colectivo humano.
          La novela de Rubén transcurre en una ciudad de México apocalíptica en donde, como dijera Nietzsche, el fin del mundo ocurre en el corazón de cada persona. Es lo que le pasa/traspasa a Julián, el protagonista de la novela, que es un trasunto de muchas cosas: del Bruce Willis de El último Boy Scout, de personaje de Raymond Carver o de Charles Bukowski o de Guillermo Fadanelli o de Paul Auster o de Pablo de Santis o del cómic Hitman o de Nicholas Cage en Leaving Las Vegas.
          Julián recuerda/se recuerda en las mujeres que ha conocido/tenido/cogido/amado/imaginado/pagado/aborrecido/escrito. Todo parece un sueño en el que las imágenes de las féminas referidas recorren caminos que para el personaje principal carecen de sentido porque él se ha asumido/sumido como un no-vivo. Como un muerto en vida.
          Novela apocalíptica que muda de las referencias de la ciencia-ficción para adentrarse en la vida-aflicción, en donde cualquier parecido con la realidad es culpa de esta última. Julián vive su Apocalipsis leyendo, escribiendo y rescatando libros. Observando, con el cinismo propio de nuestra generación, las cosas que han jodido consistentemente la vida en el planeta pero de las que, consistente con el espíritu de contradicción, somos parte.
          La narración de Don transcurre dibujada en un paisaje de fotografía en blanco y negro, que muda a los sepias y de ahí a un verde de televisión Telefunken de la infancia. Aderezado con un humor negro, ése que nos congela la sonrisa en el rostro, la novela transcurre con un ritmo constante que se acelera (no en la acción, pero sí en la lectura) hacia el final de la misma. Final optimista para los que viven fuera del universo del narrador, fuera de las preocupaciones cotidianas, fuera de la vida real.
          La novela, para finalizar, deja un excelente sabor de boca y el presagio de que este autor tendrá mucho mejores cosas que ofrecernos en un futuro no muy lejano. Esperaremos pacientes esos frutos que serán, además de la consecuencia de los días, la consecuencia de la convicción en las buenas lecturas destinadas a habitar la escritura de este joven autor.


Ampliamente recomendable y a la venta en Librerías Educal del CNCA y en el sistema de ventas de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

jueves, julio 20, 2006

La llamada


Hemos oscurecido muy pronto
y ya no distinguimos
el color de los ojos frente a frente...
José Vicente Anaya

Suelo hallar consuelo en las cosas simples. Un cigarrillo sin filtro o un café con dos de azúcar muchas veces bastan para hacerme sentir a mano con la humanidad. Las cosas complicadas no me van. Es como intentar cambiar el mundo sentado cómodamente en un sillón forrado de terciopelo mientras fumo un habano y escupo cuanta estupidez me viene a la mente. O algo más complicado, como tratar de entender el camino de las estrellas y la órbita de los planetas que giran a su alrededor, cuando lo más simple reside tan sólo en el placer que obtengo de mirarlas. Las cosas simples no lastiman a nadie y son tan útiles como cualquier descubrimiento médico. Me gusta ser un cínico aunque la declaración suene a vanidad, me encanta echarme de pedos y llamar a las cosas por su nombre, coger es coger y la palabra obscenidad a chingar a su madre.

Pero mis padres no lo entienden así, me miran desde la plataforma incólume de sus gafas de carey y me preguntan las cosas que menos les importan, como porqué los hoyos en los pantalones o el cabello alborotado. En ese momento solo sonrío y prefiero callar a aumentar los índices de violencia en este país. Como si no supiera que ellos bien que le metieron a la mota y a las pastas, todos andrajosos de huaraches y greñas a la Janis y a la Lennon. El futuro se los comió y la revolución se cagó en los pantalones. Ahora creen que lo verdaderamente revolucionario es viajar por Internet y comprarse un Jeep. Pobres de mis padres, anclados en la miseria mas indeseable, en la risa más renuente, en la vanidad mamona de las corbatas de seda y las mascadas Totalmente Palacio, en sus comentarios dizque ‘irónicos’ de intelectuales estreñidos por el tiempo y el fracaso: “¡hay que mono el guerrillero con su pasamontañas, como que le da una personalidad enigmática! ¡Pero que mal gusto el de sus “ayudantes” con sus paliacates como de asaltantes de caminos en película de Mario Almada!”, y luego su risita apantallapendejos que amerita por supuesto el choque de vasos de vidrio cortado llenos de Chivas Regall. Así se pasan la vida, burlándose de sus sueños, comiéndose las uñas coronadas de sudor de manicurista, lavándose el culo en el agua de la alberca techada, tratando de endurecer los músculos que a fuerza de vacío comienzan a colgar. Y se burlan de sí mismos y se compadecen hasta el hartazgo, recuerdan sus días de activistas y repiten en voz alta: “no entiendo como fui capaz de hacer eso”, y la pinche conciencia adormilada les trata de explicar que son cosas de la edad y entonces parecen santiguarse al echarse encima los trescientos miligramos diarios de loción francesa de importación. Pobres de mis padres, tan dados a la caridad, tan espléndidos en las subastas a beneficio de la causa menos apropiada o más publicitada, “un Tamayo para los futbolistas de la Selección Nacional y su Centro de Capacitación, un Rivera para la campaña contra el uso de las drogas, un Cuevas para los damnificados de la banca, una paraestatal para los millonarios huérfanos de Forbes, ¡el Teletón, el Teletón!”, y se dejan fotografiar mientras piensan en el valor que la obra adquirida tendrá dentro de veinte años, los pendejos no saben que las obras donadas para la beneficencia no son más que la basura estética rescatada de los estudios y talleres que no valen ni la pintura que llevan, literalmente, embarrada.

Los que hasta aquí han llegado (si es que en este momento no están telefoneando a alguna institución defensora de las buenas costumbres) pensarán que yo no amo a mis padres y siento decirles que están en un gran error, precisamente en este momento estoy devanándome los sesos buscando la mejor manera de hacer las cosas. Espero una llamada importante. Un mensaje de vida o muerte sin metáfora incluida. Espero la llamada de los secuestradores de mis padres. Así es, y disculpen el llanto ausente en mi mirada y los sollozos moquientos que se supone debería estar dando, pero prefiero pensar bien las cosas antes de tomar una decisión pues el amor filial (que existe sin duda) se contrapone a las soluciones prácticas de los problemas que mis padres me han venido inculcando a lo largo de mi vida. Recuerdo, en este momento en que peso en la balanza de la conveniencia las soluciones posibles, la original forma en que mis padres me demostraron su amor, al principio (esto que sigue sólo lo supongo en tanto la memoria prenatal no constituye una realidad tajante) no me querían, y esto es absolutamente justificable, llegué en el momento en que mi madre pensaba concursar para Señorita México y mi padre era el favorito a ganar el campeonato nacional de tenis, un momento que hubiera cambiado por completo sus aspiraciones si no me hubiera interpuesto en su camino, de principio mi madre ya no podría concursar para Señorita (por obvias y sobreentendidas razones) y mi padre estaría muy ocupado convenciendo a mi abuelo de que él era útil para un puesto importante en su compañía. Las cosas salieron bien, mi madre se casó de blanco y a mi padre lo hicieron vicepresidente de la Mexican Pulque & Tequila Co., en donde por varios años pudo financiar su alcoholismo crónico. Mi nacimiento fue todo un acontecimiento y de lo que más me acuerdo es de la decoración de mi cuarto, los primeros años el retrato del Ché y la bandera de Cuba fueron el motivo principal de las paredes para dos años después dar paso a los cuadros de Andy Warhol, los carteles de las películas de Kubrick y Francis Ford Coppola, los horribles posters de los Bee Gees, para y terminando los setenta, los gigantescos murales con momentos inolvidables de Bambi y Pinocho. Después todo fue internados y psicoanalistas por lo que mi vida se convirtió en una horrible y odiosa rutina. Es por eso que ahora pongo todo en la balanza, ellos me han dicho repetidas veces que no malgaste el dinero, que lo que vaya a sacar del bolsillo se convierta en una buena inversión, “los medios son prescindibles lo importante es el fin” repite mi padre cada vez que estoy en su presencia y ahora me pregunto ¿realmente tiene importancia que mis padres sigan con vida cuando lo único que han hecho a lo largo de ésta es quejarse por no haber podido realizar lo que siempre anhelaron? ¿Qué derecho tengo yo a despojarlos de lo que en este momento ha de representar para ellos una aventura jamás soñada en sus cabecitas de seres humanos fracasados? ¿Realmente estarán secuestrados o sólo me mortifican para vengarse de mí por haber llegado en un momento inapropiado? ¿Tendré que esperar que los secuestradores (si existen) me manden un dedo? ¿El dedo que me manden será realmente de alguno de mis padres? ¿Qué tan infalibles son las huellas digitales? ¿Debo pagar el rescate o avisar a la policía?. Las dudas, como a Otelo, me abruman. Debo pensar, reconstruir todo lo que pasó a fin de poder tomar la decisión correcta.

¿Cómo ocurrió el secuestro?. Todos los periódicos hablaron de él.

“FAMOSA PAREJA DE MILLONARIOS FUERON SECUESTRADOS AYER POR LA TARDE
(NOTIRES): El día de ayer aproximadamente a las veinte horas fueron secuestrados los cuerpos con vida de la señora Rosalina Ortiz Carcaña y del señor esposo de ésta y vicepresidente en el retiro de la Mexican Pulque & Tequila Co., don Diego Costilla de San Simón Libre. Los actos ocurrieron a las ocho de la noche en una céntrica avenida en el centro de la ciudad. A pesar de que la noticia ha sido confirmada por el hijo único de estos padres, la policía, tanto federal como local no ha implementado ninguna acción dirigida a detener a los delincuentes, argumentan que los servicios de impartición de justicia deben de ser iguales para todos los ciudadanos, sean éstos pobres o millonarios, y que los dos deberán de esperar pacientemente la acción de la justicia.

Según testigos presenciales que estuvieron en el lugar de los hechos en el momento en que la acción descrita se llevó a cabo, los millonarios fueron sacados de su camioneta Suburban a la fuerza por unos individuos desconocidos que llevaban medias sobre el rostro, los amagaron con armas de fuego y los obligaron a subir a un taxi sin placas que tenía las puertas abiertas a punta de pistola y palabras altisonantes (la naturaleza de estas palabras nos impiden su publicación).

Los rumores acerca del origen del atentado varían en su justificación, muchos hablan de una venganza de un enamorado de la señora que en los años sesenta estuvo a punto de casarse cuando el ahora secuestrado se casó con la arriba mencionada; otros aluden el hecho al reciente interés político del millonario cuando se acercan las elecciones federales (parece que su cercanía con el mejor amigo del secretario particular del coordinador titular de asesores de la Secretaría de Minas y Monumentos Novohispanos levantaron esta versión); otros dicen que es un ardid publicitario de la compañía licorera para la nueva temporada y los más afirman que se trata de un verdadero secuestro llevado a cabo por la banda que en los últimos tiempos ha asolado a toda el área metropolitana por la importancia de las personas secuestradas y la crueldad de sus métodos.

La voracidad de estas fieras parece no tener fin, por eso es que le pedimos al señor presidente que nos alivie del peligro que constituyen estas hienas sanguinarias y atrofiadas del cerebro, sanguijuelas nacidas del más impuro estiércol que pueda dar el animal más inmundo, causantes de la inestabilidad social y económica que actualmente vive el país, ahuyentadores del más inocente afán inversionista en nuestro país y culpables directos de los asesinatos políticos y de la aparición de guerrillas en este país en el que la paz social está asegurada por la administración responsable y ética de nuestros gobernantes. Es por eso que señor presidente, Lic.
· Pasa a la 335-A”


Así es como ocurrieron los hechos y aquí estoy tratando de saber que será lo correcto y lo conducente. La cantidad que me piden representa la mitad de nuestros bienes, deshacerme de ellos significaría para mi padre un enorme disgusto y yo creo que la mejor manera de morir para cualquier hombre es la de seguir viviendo gracias a ser consecuente con una filosofía de vida, si mi padre supiera que he traicionado sus principios sólo por salvar su vida sería un hombre decepcionado para siempre. Mi madre por su lado nunca ha demostrado un especial interés por seguir viviendo, se pasa gritando que tal vez las cosas irían mejor si ella estuviera muerta, no tiene caso contrariarla.

Creo que la decisión está tomada, solo falta esperar la llamada y encontrar las palabras adecuadas para explicar mi decisión, debe ser algo simple, no hay razón para complicarse la vida. Una frase consistente que no deje lugar a dudas, algo como “puedes meterte tus amenazas por el culo” o “en realidad me importa una mierda lo que le pase a ese par de pendejos”. No deben de tardar en llamar. Debo estar alerta, como dice mi padre “cuando hay que cerrar un negocio lo mejor es estar atento y cuidarte las espaldas”.Sin embargo, me asaltan los remordimientos. Me pregunto si no estaré llevando a cabo una revancha personal, si acaso el comentario de mi padre de que estaría mejor en una institución psiquiátrica llegó realmente a molestarme. Aunque es verdad que me aterra pensar en esas paredes blancas que sudan por todos lados, a esas superficies sin vida, lisas y selladas herméticamente, creo que no sería capaz de condenar a mi padre sólo por haber pretendido que pasara el resto de mi vida en un hospital para retrasados mentales y locos de remate. Yo estaría fuera de lugar, sería como la aguja del pajar o el hoyo negro de nuestro descontento, raro, realmente raro. No, definitivamente estoy haciendo lo correcto, no debería de culparme por algo que está bien hecho. ¿Quién soy yo para contrariar al destino?. No tardan, ya escucho venir su voz por los alambres, sí ya los veo, buscar mi número entre sus ropas y marcar uno a uno los dígitos en un teléfono antiguo de disco anaranjado. En un rincón están mis padres, ¡los puedo ver! No están asustados, están contentos y me miran diciéndome que lo que hago es lo correcto, ¡gracias! ¡gracias! Sabían que no les fallaría. La llamada ya viene, la escucho, los labios del raptor se mueven lentamente, se parece a ese animador de la tele que dice poemas para impresionar a los idiotas. Ya vienen, escucho las palabras reptar entre los postes, ya casi están aquí. Terminaré pronto con esto, de hecho hicieron perfectamente su trabajo, no en balde los escogí yo mismo. Les diré que el trato se deshace y que no cuenten conmigo, que si los quieren matar no importa, que al fin todos morimos algún día. Estos idiotas tardan en llamar, tendré que ir a mi consulta sin hablar con ellos, ¡Dios, cómo se complican la vida siendo todo tan simple! Esperaré otro rato, tal vez los ha capturado la policía y mis padres estén llorando al saber que su hijo lo planeó todo. Esa maldita llamada que no llega. Voy a tranquilizarme, prepararé un café con dos de azúcar y prenderé un cigarro, tal vez a esta hora esté el gordo de los poemas para idiotas en la televisión, sí, eso haré, las cosas simples siempre me traen consuelo.




lunes, julio 17, 2006

¿Qué pasará?

Estoy solo aquí y no sé que va a pasar. El tiempo es inclemente. Uno a uno, los segundos se van derramando en la clepsidra de la angustia y la desesperación. Un reloj sin marcas, sin referencias. Como una esfera que da vueltas y mas vueltas sobre su propio eje sin que sea posible contar cuantos giros ha dado. Igual que el trompo con el que jugaba de niño. Hay, en el mundo, un montón de cosas soportables: el hambre, el dolor, el llanto, la angustia. La muerte. O la sapiencia de la muerte para expresarlo de mejor manera. Pero lo que no se puede soportar, lo que es imposible de medir, de prever o de calificar es la incertidumbre. ¿Qué va a pasar? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¡Qué va a pasar!

Estas paredes serán testigos del inicio de algo, o del fin de algo. Tres paredes, dos ventanas. Inmensas ventanas. Ventanas a las que nadie se asoma. A las que nadie observa. De las que nadie salta. No son, ni siquiera, ventanas espejo, no te puedes mirar en ellas. Desde el principio lo sabía. Esto no podría tener buen fin. Ellos llegaron de día, con el sol esplendoroso. Vestidos por completo de azul. Sucio azul. Maldito azul. Mugrosos. Asquerosos. Cerdos. Y me sacaron de mi casa. Igual que a un mueble. Como si fuese un viejo sofá al que le rechinan los resortes y los años. Y el camión. Una caja cerrada por todos lados, sin ventanas, sin barrotes, sin aire. Y se atrevieron a subirme en la parte trasera. Malditos. Allí, en total oscuridad, con el rostro pegado al helado metal de las paredes. Con toda mi vida empaquetada en aquella caja de metal. Rebotábamos sobre el pavimento. Extraños caminos. Sólo podía distinguirse el ronroneo del motor.

Al llegar me subieron hasta aquí. Un tercer piso. Sólo uno me acompañó. Tras de mí. Como una sombra maldita que no se atreve a abalanzarse sobre su víctima y engullirlo. “Creo que ya conocía el lugar, ¿no es cierto?” Y yo negando con la cabeza. “Es la primera vez que estoy aquí. Otra persona vino antes. Yo no.” “Bueno, pues parece un buen lugar. Bien ubicado. Excelente para lo que quería hacer. Ahora veamos si lo puede terminar, señor.” El trato me congela la sangre. Demasiado respeto. Ninguna intención de establecer vínculos. Ningún resquicio que permita una negociación. Se abre la puerta de éste, el cuarto en el que estoy. No hay nada. Sólo una silla al centro. Bajo unas lámparas que tintinean y dejan escuchar de vez en cuando un ronroneo molesto. “Espere aquí, enseguida suben los muchachos.” Los muchachos.

Y aquí estoy, sentado en esta silla rígida, incómodo. Viendo el cielo salpicado de nubes que presagian una llovizna para más tarde. O una tormenta, nunca se sabe. Los oigo venir por las escaleras. Como reptiles: arrastrándose, rozando contra las paredes, enredándose en el barandal, susurrando, siseando, sacando la lengua, probando el aire, el gusto del aire. Tocan a la puerta. ¿Tengo que abrir? ¿Yo debo de abrir? Por fin lo hago. Un sillón verde manchado de rojo comienza a deslizarse por la abertura de la puerta. Uno de los hombres de azul lo deja caer pesadamente sobre el suelo. El otro lo reprime: “¡Con cuidado, que no son cualquier cosa!”, después se dirige hacia mí: “¿Dónde vamos a poner sus pinturas, maestro?” Señalo hacia un lado, cualquiera. Después se retiran. Los muchachos de la mudanza bajan hasta el camión estacionado allá abajo. Sigo creyendo que me han cobrado demasiado. Careros. “Volveremos”, dice el que parece jefe de todos. Yo no puedo sonreír. Ellos se alejan.

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jueves, julio 13, 2006

De como desaparecer un insecto

Un escalofrío te sube de los pies hasta el rostro, mientras la respiración se entrecorta por los espasmos que sacuden el vientre y la caja torácica, en una rara mezcla de cosquilleos y escalofríos producto de la alteración de la temperatura corporal. Tal metáfora no se opone a la etimología griega, orgué, que significa “agitación interior que enciende el ánimo”

Fernando Mino, “La breve eternidad”


Como si dibujara líneas en la pared, palabras mudas de saliva y polvo. Lenta exhalación de inmemoriales vientos. Como si los párpados fueran transparentes, diáfanos, inexistentes. Cabalgata de los jinetes espaciales, humo de las estrellas que agonizan. Como el brillo del cuchillo, como la luz reflejada en el espejo. Dentro de mi cabeza siguen retumbando los ecos de mi primera luz. Nuevo nacimiento, otro desde que mi muerte, apenas unos días atrás, me mostró el lado oculto de mis ojos, el revés del globo, la fábrica incansable de mis lágrimas. Todo me interroga con voces que no entiendo, que no alcanzo a comprender, todo resuena en mi cabeza como un gigantesco martillo tratando de golpear las nubes. De hacerlas picadillo. ¿Has tratado de matar un insecto con el pensamiento? Como aquel bicho que se balancea de un lado a otro del rayo de luz que se filtra por el resquicio de la ventana. Primero hacia un lado, después hacia el otro. Como si nada importara más en el mundo que alcanzar la otra orilla. Lo peor del asunto, para tí, es que seguramente la alcanzará. Así, sin más miramientos, como si se tratara de una historia preconcebida. De un guión para película repetido en otras miles de cintas. Ya sabemos en qué terminará todo esto. Pero entonces intervienes en ese destino que se supone inamovible. Te concentras lo suficiente. El ceño fruncido, la mirada fija, la concentración total. El insecto titubea. Como si de repente fuera consciente de que Dios existe o, igual da, como si de súbito comprendiera lo contrario. También tú titubeas. ¿Tienes derecho a matar así, tan incuestionablemente, al pobre animalejo? No tiene más pecado que la mala suerte, y esa no se controla a voluntad. Titubeas de nuevo y piensas que será mejor dejar esa decisión para después. Volteas hacia la pared, hacia el rayo de luz, hacia el cielo desnudo de color y el insecto ha desaparecido. Lo buscas debajo de la cama, entre los pliegues del tapiz, en los rincones mal iluminados y es inútil. Ha desaparecido. ¿De verdad existió? ¿Qué evidencia tenemos de que estuvo ahí, bajo la implacable espada de nuestro pensamiento? Los insectos no tienen huellas digitales, o iris sobre el cual aplicar luces incandescentes, u olores particulares. Les agrada asentarse sobre cosas con olores inconcebibles. Malos olores, buenos olores. ¿Según quién? Pero, a todo esto, ¿a qué huelen los insectos? ¿Qué memoria tenemos de su paso por el mundo? El bicho se ha ido. No hay duda. ¿Y si quedó completamente desintegrado por la acción de mi pensamiento? Pero no puedo comprobarlo. El insecto estaba ahí, eso no se discute. Pero nadie más que yo lo vio. ¿Funcionará en público? Podría convocar a un grupo de personas. De aquí o de fuera. Tal vez extranjeros. Los extranjeros no mienten. Siempre se pide la opinión de especialistas extranjeros. En un auditorio. Sí, eso es. Anunciarlo por medio de los periódicos: “Jura que puede desaparecer insectos con el pensamiento”. Vendrán de todos lados. Hasta las cámaras de televisión harán un programa en vivo para demostrar que el prodigio es real. Desaparecer insectos. Nadie lo ha hecho. Quiero decir en público y profesionalmente. Pero así será. Ante sus ojos desparecerá todo: las alitas, las delgadas patas, las antenas inquietas y despistadas, los ojos multicolores, el olor inexistente. Entonces empezarán las especulaciones, las incredulidades y las dudas. Científicos tratarán de explicar lo sucedido. Psicólogos, sociólogos, biológos, entomólogos (que son los bichólogos hiperespecializados), astrónomos, matemáticos, politólogos y hasta literatos. Algunos argumentarán hipnosis colectiva; otros de efectos ópticos causados por la crisis económica; algunos más hablarán de extinción espontánea producto de la depredación inmisericorde del planeta; otros lo calificarán como elemento fático y típico de enajenación y distracción de las masas para la ejecución de políticas indescriptibles e inenarrables (por tanto inexistentes); algunos determinarán un error en la matrix; y los más llegarán a hablar de su último libro, el que revolucionará el campo de las letras (no lo dicen ellos sino sus cuates, los críticos asépticos). Los más escandalizados serán los físicos, calificarán de charlatán al ejecutor de la desaparición y luego demostrarán que lo aludido es imposible por aquello de que “la materia no se crea, ni se destruye...”, escribirán signos en pizarrones en donde podría caber mi departamento [tipo: § es directamente proporcional a £ si y sólo si ¥ es igual a µ, por tanto Ω está dentro del rango de Ψ en un intervalo que va de ζ a ℮. Si calculamos la ∑ de todos los valores que ∏ tiene dentro de la ecuación ∆, descubriremos que ∂ tiende a ∞ cuando ≈ es igual a cero], mientras yo me preguntaré ¿quién autorizó a los físicos a hablar en otro idioma? Cuando estos hombres de ciencia terminen con su perorata, y crean que todo el mundo ha entendido lo explicado de manera tan puntual e irrefutable, podré hacer la pregunta que me inquieta desde el momento en que se me ocurrió: ¿cuántas eternidades caben en un segundo? Los físicos no se tomarán en serio lo que pregunté y pasarán a las descalificaciones; pasarán del charlatán al embaucador, del embaucador al impostor, del impostor al manipulador, del manipulador al hijo de puta y así hasta que los espumarajos en la boca les impida seguir hablando. Dirán que todo fue un burdo acto de prestidigitador. Entrevistarán entonces a los magos más famosos, a los hombres espectáculo más importantes del momento. Todos darán su opinión y declararán que lo hecho es el truco más viejo del mundo. Entonces recibiré ofertas de lujosos hoteles en Las Vegas, de circos deambulantes, de programas de televisión (todos pedirán que cambie al insecto por un elefante, un monster-truck, o el World Trade Center de Nueva York). Todo porque a nadie se le había ocurrido aquello de desparecer un insecto con el pensamiento. Tan normal. Todos pensamos en desaparecer al vecino molesto. El problema es la concentración. Nuestra posibilidad de poder pensar reiterada y consistentemente en algo debe tener un premio. Por eso comenzar con un insecto. Necesita menor atención. Los resultados son más evidentes...


Ella se detiene. Ha comenzado a respirar de manera cada vez más pausada y regular después de arquear su espalda y apuntar al techo con sus senos magníficos. Me mira sin mirarme, sin saber de mí. Podría ser cualquiera. En este momento soy nadie. Como Ulises, navegando sin destino fijo por las olas de su piel. Sus músculos se vuelven navegables. Calma chicha, la tormenta ha pasado. Entonces cedo ante el placer que he tenido que retardar, al que he distraído con meditaciones inauditas. Entonces yo me muevo inundado de conciencia y de saber, de sentir y de querer. No es muy difícil. Llega pronto. El espasmo comienza en la punta del dedo meñique del pie derecho, recorre poco a poco pero in crescendo todos los centímetros de mi piel, explota en mi cabeza. Totalmente concentrado, sin pensar en otra cosa, sin sentir más cosa alguna. En algún lugar del mundo, una plaga de langostas desapareció misteriosamente. Lo siento por un segundo más y entonces desaparece. No se puede describir, no se puede escribir. Demasiado complejo. Los franceses lo llaman le petit mort. Yo no tengo nombre ni razón que darle. Ella por fin sonríe. Gotas de sudor escurren por su espalda, su rostro, su cuello, sus largas piernas. Archirrequetecontrafabuloso, dice. Yo la miro. No tengo palabras que quepan en tantas eternidades juntas.

¿Dónde, dónde...?

Están en algún lado. Siempre están en algún lado. Parecen inmóviles, pero nunca se sabe. Conozco a personas que aseguran que todo el tiempo han tenido dudas de que no muden de lugar a la menor provocación. Se ven tan indefensas, tan niñas, tan sin chiste. Y sin embargo...

Su poder reside en la confianza de que todos creemos que son así. Tan inexistentes. Como el diablo. La prueba de que existe está en que ya casi nadie cree en él. Como en Usual suspects. Todos buscando al culpable y el güey estuvo sentado todo el tiempo frente a nosotros. Y éstas son igual de perversas, igual de sonrientes, igual de cascabeleras. No hacen caso de ellas hasta que su ausencia es evidente. Entonces ocurre todo. El día se jode irremediablemente.

Enerva pensar en sus dientecillos sin boca, en sus colmillos chuecos e imperfectos. Siempre están mostrándolos. Como hienas. A veces se dan codazos entre ellas, y es cuando sueltan la carcajada. Van emitiendo risas escondidas en algún bolsillo, colgadas de cualquier aro, agazapadas en muchos bolsos de mujer desesperada por no poder atraparlas. Los comensales miran a la mujer retorcerse, maldecir, romperse las uñas, azotar el bolso. Pero saldrán vencedoras. Casi al borde del llanto, pero podrán levantar por sobre las cabezas a las niñas despeinadas, a las lombrices ruidopendencieras. Seguirán sonrientes, qué les importa que las atrapen, si mañana podrán repetir la rutina, y al día siguiente también y así hasta la fatalidad.

Porque la fatalidad llega. Un día, sin más, no aparecerán. Se ocultarán definitivamente. Cansadas de jugar a las escondidillas, decidirán desintegrarse sin mayor explicación. ¡Fuzzz! y nada queda. De la sorpresa se pasa a la angustia. Porque ¿qué podemos hacer sin ellas? ¿quién nos protegerá en el futuro? ¿a quién le echaremos la culpa de nuestros retrasos? Más allá de eso, y pensando en la perfidia con que siempre se han comportado, ¿quién nos garantiza que en ese momento no están jugando en otros bolsillos, meciéndose en otro columpio, o, peor aún, alimentando otra imaginación?

Ellas tienen el poder. A pesar de su naturaleza femenina son ostentosas de una virilidad nunca negada. Firmes penetrantes, consiguen la mayoría de las veces abrir los obstáculos que se les pongan enfrente. Cuando se pierden de manera irremediable, crean la suficiente tristeza y angustia como para pensártela dos veces no dedicar una gran parte de tu atención a cuidarlas. Provocan insomnio. Malestar general. No es buena idea dejar que se pierdan.

Con el tiempo todas esas sensaciones pasan. Llega un buen hombre que te entrega, siempre sonrientes y ruidosas, a las nuevas inquilinas de tu bolsillo. Con el tiempo todo se recupera. Como el proceso de un amor roto. Con el paso de los días se evade por las rendijas de la memoria la sensación de inseguridad, la angustia ante lo previsible, los sobresaltos ante el “y que tal si ahora que no estoy en casa”. Con el tiempo todo se arregla. Pero mientras me pregunto, ya sin tanta paciencia, ¿dónde estarán las pinches llaves?

lunes, julio 10, 2006

Amigos

Al J. Daniel

Un amigo-amigo (la diferencia entre los "amigos" y los "amigos-amigos" es casi la misma que hay entre las famas y los cronopios, los primeros tienen esa mención casi de cortesía, mientras que los segundos son los permanentes, los eternos, los chidos) me escribió recientemente para criticar dos cosas: primero, el supuesto nuevo estilo de locutor de Wradio que le estoy imprimiendo a mis escritos y, segundo, la falta de originalidad a la hora de plantear escenarios suicidas.

El correo me hizo sentir de manera honda aquello que se siente solamente cuando se reconoce a un cómplice vital. Te puede decir que lo que haces, o lo que dices, o lo que escribes, o la forma en la que vives, se parece peligrosamente a la mierda; y tú, en ningún momento te sientes ofendido. No ocurre así con los entrometidos, con los paseantes, con los transitorios. Con ellos te molestas irremediablemente. Con lo bien que me caía, alcanzas a decir.

Tener amigos en estos tiempos es una de las cosas más difíciles en las que se pueda pensar. En el siglo XIX y en gran parte del siglo XX (la primera mitad sobre todo) era una cuestión sobreentendida, una necesidad vital. No podías andar de un lado para otro sin tener conciencia de que alguien iba a sacar la cara por ti si en algún momento la cagabas; o que se iba a aventar un trompo nomás porque era tu amigo y no precisamente porque estuviera de acuerdo contigo.

Hoy es difícil encontrar esas afinidades. Camino por mis ya casi treinta y me doy cuenta que la lista de mis amigos-amigos no ha crecido con la misma proporción en que sí lo han hecho mis kilos, mis entradas capilares y mis prejuicios.

Pero la carta de mi amigo-amigo me devolvió a un tiempo del cual es difícil zafarse, por el simple hecho de que si a tí se te olvida lo equivocado que puedes estar, siempre habrá alguien para echártelo en cara sin tapujos. Lo que hago con mis amigos-amigos no lo hago con nadie más: hablamos mal de los autores de moda (de los que SOLAMENTE están de moda), desacralizamos a los consagrados, nos burlamos de los revolucionarios de aceite de oliva y NutraSweet, caminamos largos trechos sin hablar mirando a todos lados y coincidiendo en la mirada cómplice cuando algo nos llama la atención (por lo regular unas buenas nalgas), sonreímos a escondidas porque descubrimos algo de lo que nadie se da cuenta y no esperamos para contárselo al otro, le mentamos la madre a la autoridad, recordamos la misma anécdota con anatomía simétrica encontrándola siempre graciosa (sólo funciona con los amigos-amigos, con los amigos, por lo regular, conduce únicamente al tedio), vemos los partidos de fútbol revolcándonos en el suelo o hincando pidiendo al mismo Dios un milagro, nos mandamos postales de nuestras excursiones, fotos de las nuevas novias (nunca duele que un amigo-amigo nos diga que nuestro nuevo prospecto parece un espectro, o es una falsa, o se ve bien zorra, o ya te tiene bien agarradito de los huevos), y, finalmente, nos atrevemos a decirnos lo que no nos gusta del otro.

Lo maravilloso es que todo lo anterior ocurre aún y cuando los amigos-amigos estén separados por kilómetros de rutina o de distancia. Los amigos-amigos habitan en un lugar en el que las reglas físicas no pueden aplicarse. A mis amigos-amigos sólo les puedo decir que estoy aquí. Como siempre.

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viernes, julio 07, 2006

Vuelta a la derecha

Al disgregarse la multitud, hay quien regresa a casa con la firme convicción de haber hecho lo correcto. Otros volvemos con la conciencia de que el mundo gira y seguirá girando en el mismo sentido: a la derecha (¡sorry, Che, la revolución fracasó!)
Rubén Don, La consecuencia de los días


Reviso de manera interesadísima dos cosas. Por un lado las evidencias que nos muestran que el país se encuentra en un proceso de división impresionante hacia dos extremos por completo opuestos. Dos proyectos que describen sus simpatías y antipatías en los beneficiados por lo que se propone. Lo más interesante de este proceso, no es que la distancia haya sido mínima, sino que se tendrá que tomar en cuenta que el gobierno que asuma la administración del país lo hará de forma completamente deslegitimada. Ojo, no escribo ilegítima, escribo deslegitimada. Nadie puede pretender que un país esté de acuerdo con el proyecto de un gobernante si éste obtuvo menos de un tercio de las preferencias electorales y de las simpatías de un pueblo formado por más de cien millones de habitantes. Quiero decir que catorce millones de votos no son representativos de un acuerdo de destino, de un proyecto de nación.

Por el otro lado me sorprendo identificando un proceso en el cual nos asemejamos más a nuestro vecino del norte. Tanto en la forma de hacer la política desde los mass media, como en la cuestión que atañe a la conformación de las preferencias de sus votantes. Nos asemejamos también en la sobreproducción de pobres y desempleados tanto como en el apoyo patriotero a medidas que, cualquier ciudadano consciente y crítico, rechazaría por lesivas a los intereses nacionales públicos (en los Estados Unidos es la guerra, en México seguramente serán los debates acerca de la privatización de la infraestructura energética), en fin.
Me queda la sensación, también, de estar viviendo en una sociedad esencialmente derechista (o de centro-derecha, si queremos incluir a la enorme cantidad de gente que apoyó al PRI). La sensación de desconfianza con el vecino porque no piensa como yo. ¿Y cómo pienso yo? Pues como debería pensar cualquiera. La polarización nos lleva a una radicalización de las posturas que supuestamente defendemos.

Los proyectos de nación que se enfrentaron en esta ocasión representa a los dos sectores que se verían, hipotéticamente, más afectados o beneficiados. La izquierda con un proyecto que le daría, de manera directa, participaciones económicas a una franja de pobres que cada días engrosa filas, y que impulsaría proyectos que ayudasen, de manera específica y preferencial, a esos sectores. Por el otro, una derecha que piensa en los compromisos adquiridos y en los afectados por esos compromisos, los grandes capitales, que afectarían de manera tangencial los intereses de supervivencia de un buen número de trabajadores. En todo caso lo que imperó fue el miedo. El miedo a seguir empobreciéndose de manera indetenible y por ello la confianza depositada en un mesías que parecía ser la solución a todos los males. Y por el otro el miedo a un proletariado (acúsenme de marxista, pero no se me ocurre otra cosa para describir a la creciente masa de jodidos de nuestro país) que crecerá consistentemente en cuanto el proyecto no variará ni en intenciones ni en beneficiarios. La huída en masa a una frontera por completo cerrada a intromisiones de extranjeros-mojados-terroristas. Y todo lo anterior puesto de manera hipótetica en la retórica de los discursos y de los proyectos. Una crisis creciente que seguirá polarizando de manera radical a los habitantes de este país. Apocalíptico, dirán. Créanme, trato de ser optimismta.

Los únicos que no se verán afectados en lo inmediato con estos resultados será la clase media pudiente, asalariada y sujeta de crédito bancario, que seguirá viviendo en el sueño del wanabe. Siempre y cuando no lo alcance el desempleo o la injusticia social. O sea, siempre y cuando no lo alcance la realidad. La clase media votó también por el miedo, aunque sus mecanismos fueron distintos a los que impulsaron el voto de los descritos arriba. La clase media votó por falsa solidaridad revolucionaria, por miedo a perder los privilegios obtenidos, por un complejo de culpa social que no pudo paliar la caridad, por creer que la libertad se encuentra en un peligro inminente de perderse o, por el contrario, por creer que la libertad es excesiva e intolerable su crecimiento, etcéteras.

Hemos dado vuelta a la derecha como una forma de continuar con la tendencia de un occidente democrático en las formas e injusto en las realidades. Dicen que la vuelta a la derecha siempre se permite mientras se haga con precaución. Yo insisto que se tiene que esperar el semáforo frontal en verde. Por lo mientras, creo que seguimos estacionados.
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miércoles, julio 05, 2006

Sociedad del rumor

Me despierto, me duermo, me despierto. Y no ha pasado nada. Como en el cuento de Monterroso, cuando desperté la duda seguía ahí. Seguimos sin saber quién es el presidente electo y comenzamos a entrar en una dinámica de rumores que en nada beneficia el proceso que hoy comienza con el conteo, registro y sumatoria de las cifras que reflejan las actas electorales. Mientras, y haciendo caso omiso de las recomendaciones del consejero presidente del IFE (que ha visto reducida su imagen con este problema, nada que ver con el greñudito antecesor de Woldenberg), han empezado a correr los rumores y las "informaciones", enrareciendo aún más el ambiente electoral. De los escuchados, doy fe y apunto:

* Se rasuró el padrón electoral en zonas específicas (mayormente de apoyo al PRD) y en núcleos de población que se supone darían su apoyo a AMLO (jóvenes que votaban por primera vez y ancianos). Algo parecido a lo ocurrido en Estados Unidos con los exconvistos y los negros que votarían en contra de George Bush en las últimas elecciones presidenciales y que sin más fueron borrados del padrón.
* Las cifras de votación de presidente son menores a las de senadores, cuestión sospechosa, en tanto por la existencia de las casillas especiales para ciudadanos en tránsito, la cuestión tendría que ser al revés.
* Especialistas en informática aseguran que se pudo hacer un fraude cibernético con un algoritmo que controlara las tendencias numéricas hasta estabilizarse en cierto número y no permitir fluctuaciones fuera del algoritmo.
* Las cifras, al parecer, afectan solamente al candidato del PRD.
* Se redujeron, en el proceso de captura (errores de dedo) varios votos para AMLO.
* La tendencia de la gráfica es sumamente sospechosa (una curva casi perfecta), tomando en cuenta que la llegada de los resultados al PREP es azarosa, la gráfica tendría que haber presentado un mayor número de fluctuaciones. Tales como las que parece mostraba el conteo rápido de los científicos que desconfiaron de la ciencia en aras de la incertidumbre (¿entonces todo lo que se les pagó valió pa pura madre?, que alguien me explique).
* La encuesta de Televisa mostraba una tendencia de varios puntos a favor de AMLO, luego entonces, si era clara, ¿de dónde salió el repentino "sentido de responsabilidad"?
* Los únicos que no saben nada y se encuentran sumamente encabronados son los ciudadanos comunes y corrientes.
* Demasiado sospechosismo (ya saben quién, dixit) que un pueblo que cumplió con su obligación de asistir a las urnas no se merece.


Luego entonces, tendremos que seguir esperando. Hoy no habrá nada para nadie. Y probablemente mañana tampoco. Tendremos que seguir esperando mientras los rumores y las desconfianzas crecen. Hasta el sábado por la tarde, probablemente.

Mientras les dejo una cuestión para reflexionar, que ojalá les derrame el té (o el café, depende de lo que tomen), que escribió el taza en estos días:

"Fraude

No quiero perder la costumbre de hacerlo todo personal.

Se puede filosofar muy bonito sobre "el ser y sus foquitos" para zafarse de ese humillante recuerdo: todos los días te levantas con chinguiñas, mocos, resfrío, baba, caca, pretensiones políticas y sueños pachecos.

(No tengo nada contra la filosofía y su formalidad, pero le encuentro mucho más sentido si dedicas tu vida a entera a formular máximas (o te llamas Sören o Immanuel o Juan) que cuando te llamas Roberto o William y nomás jodes con tus encíclicas vacías).

Así que el fraude me está pasando a mí y estoy muy encabronada.

No debería estarlo. Debería ser la más fría y decir, "claro, ya sabíamos que esto iba a ocurrir". Pero mis amigos se sorprenden por teléfono y me preguntan "¿y si comprobamos que fue fraude, qué vamos a hacer?". No podemos comprobar que fue fraude. Y con lo agachones que somos como clase media, no vamos a hacer absolutamente nada.

Agachones como escritores, como periodistas, como artistas. En una semana, o en septiembre si se impugnan los resultados, vamos a regresar a pastar de nuestro sueño clasemediero: camionetita en un garage de puertas automáticas (o un Mini que pa'l caso es lo mismo), un hermoso labrador finolis que me quiera mucho, una mujercita limpia, delgadita, que no me haga quedar mal frente a mis cuates por su ignorancia, o un hombrecito no muy naco workaholic que me cumpla mis gustitos.

Lo peor es que yo tampoco creo en las instituciones. No creo en el voto, no creo en el Peje y mucho menos en el otro pelón.

Yo, como Lennon, dejé de creer en los Beatles desde hace más de 15 años.

No creo en intelectuales como Elenita P. que se refiere al pueblo de México como "gente tan buena", no creo en el IFE que se espera hasta las 11 de la noche para avisar que se tomarán tres días para inventar un resultado; no creo en el rey chiquito (AMLO) que dice respetar las instituciones pero que dicta un pacto entre todas las facciones, es decir, se pone a gobernar antes de que nosotros lo llamemos presidente.

No creo en FECAL que cierra el eje 8 a modo de boda de pueblo para pronunciarse ganador con la sonrisa de aquel que "ya chingó".

Sin afán de rasgarnos las vestiduras, les recuerdo, el fraude --hayan votado por quien hayan votado-- está dentro de sus casas."


Pd. pa'l usuario anónimo (y cobarde) del post anterior: Tengo tanto derecho a mi depresión vital como tú a tu neurosis poselectoral. Relájate, hay muchas cosas más aparte del resultado de las elecciones. Vive.

martes, julio 04, 2006

Depresiones

La primera
Fue real. Llevaba el camino del suicidio vía un puente peatonal altísimo que cruzaba el Periférico a la altura de Mixcoac. Ahí pasé la noche más larga/más corta de la que tengo memoria. Como en un loop visual interminable veía pasar los autos bajo mis pies. La razón fue, seguramente, la juventud y sentir los ideales traicionados. La primera razón en esos años fue que no había razón. Como un estadio en el que se quiere emular la bendita posibilidad de decidir si se sigue o si se explora en otro lado. Los dos igual de oscuros. La aurora me sorprendió al igual que una señora que comenzaba a poner su puesto de tamales en la esquina y un cuate que llevaba su diablito lleno de periódicos. Vi a una chica subir a un colectivo y desaparecer en las profundidades de lo que era la avenida San Antonio sin segundo piso. Lancé un largo suspiro y regresé a casa, donde nadie me esperaba.

La segunda

Fue por razones amorosas. No fue suicida, fue de caer y caer y caer en la desesperación. Fue para pedir explicaciones al cuate al otro lado del espejo. Fue para llorar, por primera vez, a solas por el motivo correcto. Fue el de no encontrar a nadie al otro lado del teléfono ni debajo de la cama. Derrumbarse en medio de un vagón del metro atestado de personas que no te harán el menor caso. Caminar sin rumbo, grandes distancias, por la noche, esperando que el cansancio, el sueño, la distancia, te permitan por fin descansar. Es el saber de la ausencia y notarla pegajosa, maloliente, no deseada. El de mirar a los amigos y no decirles nada. Solamente dejar que un hombro te soporte, que un abrazo te sostenga, que unas palabras no se dejen oír. El de quedarte en casa ajena porque no soportas los recuerdos que se respiran en la tuya. Ir a trabajar sin saber dónde estás, qué haces, por qué lo haces. El de pasar sin darte cuenta las horas de la comida, del sueño, de la fiesta. Atiborrarte de alcohol mientras deseas secretamente que la embriaguez no desaparezca nunca. Gritar en medio del desierto mientras el aire hace explosión en tu cabeza. Ahogarte en el silencio. Acariciar las sábanas muertas de inquietudes, de bromas, de proyectos. Desear que quien comparte tu cama sea otro completo, ajeno, extraviado, muerto en lo real. Besar con los ojos cerrados. Fornicar con los ojos cerrados. Sentir el orgasmo como una herida abierta que comienza a sangrar. El alivio es tardado. Las cicatrices no curan tan rápido. Se cierran lentamente y se abren a la menor provocación. El dolor no se deja exterminar, sigue escondiéndose en los lugares, los objetos, los recuerdos más inimaginables. De ese dolor, recuerdo, surgió una novela mía y como doscientas ajenas. Sentí a Cerati y su Bocanada; a Calamaro y su Honestidad brutal; a Spinetta y su Only Love Can Sustain; Fito me abría en canal con su Abre; el The fall of Ziggy Stardust and The Spider from Mars de Bowie alcanzó un nuevo significado; Patti Smith emputecía con el estribillo final de “Birdland” del maravilloso Horses (Pero nadie oyó los gritos de alarma del chico/ nadie excepto los pájaros de la granja de Nueva Inglaterra). Escuchando, bebiendo a mares, perdiendo el juicio y la cordura. Todo terminó el día en que vi las estrellas amenazando con caer sobre mi cabeza en el cielo de Malinalco. Estaba tirado en una cuneta por la que aún corría agua (toda la tarde había llovido). La borrachera desapareció. El dolor se volvió un cálculo sólido en algún lugar de mi memoria. Me levanté y, por primera vez en mucho tiempo, me abrigué para protegerme del frío.

La tercera

Comenzó ayer. Cuando me sorprendí a mí mismo hablar de mí mismo de “mi juventud”. Me siento viejo, inmensamente viejo. Y, como siempre ocurre, no sé por qué.

Elecciones 2006

Elecciones (historial)


Sin palabras, sin por qués

Busco una frase famosa que pudiese sintetizar la incertidumbre que hoy se puede sentir con respecto a las elecciones y no encuentro ninguna. El lugar común del "sólo sé que no sé nada" del malogrado griego no llega a convencerme del todo. A continuación un listado del por qué:

* ¿Por qué si el IFE aseguró que su conteo rápido (elaborado por cinco científicos de lo más chipocludos, según esto) tenía un margen de error de +/- .3 no lo dio a conocer el día de ayer a las once de la noche si, según los resultados del PREP, la distancia entre los dos punteros será de casi un punto?

* ¿Por qué se darán resultados hasta el miércoles si los resultados del PREP casi terminan de computarse (al momento 98.29 %)? ¿No que este era uno de los instrumentos más confiables?

* ¿Por qué parece que el IFE es una institución sólida y, al mismo tiempo, que fallaron los mecanismos que había elaborado para dar certidumbre al proceso? ¿En qué debemos creer: en un IFE cauto (e inútil según sus propias expectativas) o en una negociación (que no deciden los electores, ojo) entre los equipos e intereses de los dos candidatos punteros?

* ¿Por qué en todas las personas con las que converso (sean de cualquier partido) esbozan una sonrisa indescifrable y una mueca de que aquí huele a un sospechosismo (Creel, dixit) que nadie había contemplado en sus escenarios?

* ¿Por qué en lugar de que la alegría y el orgullo por haber salido a votar en cantidades industriales inunde el espíritu de la gente común y corriente, hay una sensación de deja vu que no sabemos de dónde proviene y, más aún, a dónde se dirige?

* ¿Por qué estamos convencidos de que el candidato que no sea declarado ganador no se quedará con los brazos cruzados?

* ¿Por qué la tensión es tal que nos ha dejado completamente anodadados y estupendejos?

* ¿Por qué permitiríamos que un grupo de políticos (que no representan a ninguna mayoría y estos días son la prueba fehaciente de ello) negocien por debajo de la mesa un pacto que ninguno de los votantes hemos autorizado?

* ¿Por qué sabemos que ninguno de los candidatos contará con la credibilidad suficiente, y con la legitimadad menos, como para sentirse, como ciudadano en lo particular y como sociedad en lo colectivo, plenamente identificado con su proyecto?

* ¿Por qué nadie sabe qué es lo que sigue?

* Por lo pronto yo, me comienzo a sentir enormemente deprimido de no encontrar respuestas. De no saber ningún por qué.

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domingo, julio 02, 2006

Nada para nadie... aún

El consejero presidente del IFE planteó que los resultados de la elección del día de hoy tendrá que esperar hasta el próximo miércoles (como límite) para terminar con el conteo distrital (esto es, de todas las actas) para saber quién es el ganador de esta contienda. La vigilancia tendrá que hacerse, a partir de ahora, más estrecha, para que nada nos sorprenda de mala manera.
Ojalá esto no se convierta en la introducción de una nueva película de Michael Moore, ¿alguien recuerda el prólogo de Farenheit 911? A vigilar pues, en el reducido margen en que podamos hacerlo.

Emocionante

Cada vez están más cerca las once de la noche. Será muy interesante ver qué es lo que hace el consejero presidente. Los resultados del Prep se están moviendo de manera interesante. Es muy peligroso, creo yo, establecer un pronóstico en este momento. Sin embargo, se van a cumplir como veinte minutos que los datos no se actualizan. Esto se pone cada vez más emocionante. Ojalá todos demuestren algo que hasta este momento ha brillado por su ausencia: prudencia.
Ah, ya pude entrar al Prep.

El Prep

No puedo entrar al sistema de resultados preliminares del IFE. ¿Alguien que no sea medio de comunicación gigante ha podido entrar?

Escenario de fraude

El IFE no se ha cansado de decir que el escenario de fraude está completamente exorcisado y que no hay posibilidades de fraude. Hay que recordarle a los ciudadanos que los propios ciudadanos son los que cuentan los votos. Hay que revisar y tomar nota de los resultados mostrados en las casillas de nuestra sección electoral. Los resultados preliminares de una de las empresas de concultas de salida, y que ya es legal dar, muestra las siguientes tendencias.

Mitofski

DF
PRD 52%
PAN 25%
PRI 20%

GUANAJUATO
PAN 59%
PRI 25%
PRD 15%

JALISCO
PAN 46%
PRI 40%
PRD 11%

MORELOS
No hay tendencia sobre un ganador posible.

Seguimos aquí.

Nueva estrategia

En la casilla de la sección electoral 4570 ubicada en Tamaulipas 166 de la colonia Condesa, me informan, que hay un letrero enorme que dice: "Tu voto es secreto, no retrates tu voto". En donde se habla de que las personas no pueden sacar fotos con su celular a su boleta electoral. Lo que podría tomarse como una posibilidad de guardar un recuerdo de este proceso, también podría cruzarse con la información de la venta de votos y con la necesidad de tener alguna evidencia de que este delito se llevó a cabo. Es probable que tengamos que empezar a cruzar esas informaciones.

Reporte desde Tlatlauquitepec

Reporte de mi hermano Eduardo desde la Sierra Norte del Estado de Puebla:

"Las elecciones van muy bien y en calma, ha asistido mucha gente y siguen llegando más a las casillas, el proceso se lleva a cabo de manera rápida, pero no falta el viejito que no te encuentra en las listas aunque te haya pasado un montón de veces.
De manera general no se observa abstencionismo.
Nadie realiza propaganda, aunque dicen que en Teziutlán el PAN andaba ofreciendo 200 varos por voto y una copia de tu credencial de elector.
Dentro de la cabecera municipal el clima es tranquilo, aunque no sé cómo está en las comunidades."

Todo marcha, aunque esa redundante estrategia de los 200 varos repitiéndose en dos lugares distintos exigen un poco más de atención.

Seguimos aquí.

México para los esperanzados

En algún lugar escribía que la generación contemporánea se dividía entre los apáticos, los militantes y los esperanzados. Este domingo me convenzo cada vez más de esta división. Nunca como en otro tiempo se había visto tal división de manera tan patente.
Los ápaticos son auellos a los que les vale absolutamente todo aquello que tenga que ver con elecciones, con política y, en general, con lo que le pasa incluso al vecino. Los apáticos son los que hoy se quedaron a ver las repeticiones de los partidos de futbol del mundial. Los que cada vez que se encuentran la cobertura de los medios en la tele o en la radio se apresuran a cambiarle al dial. Los que no esperarán nada para la noche de hoy. Los que mañana irán de manera normal a trabajar, a la escuela o a cualquier lado, y huirán con el consabido "para qué voto si nada va a cambiar", acto seguido se irán a su cubículo, su puesto o su oficina a seguir rumiando la indiferencia, a seguir creyendo que nada cambia si ellos participan y a preparar la salida al antro el viernes siguiente.
Los militantes son aquellos que hace unos momentos, con una "valentía" digna de mejores fines, grafitearon los escudos y las caretas de los policías que custodiaban el Hemiciclo a Juárez. Los que se han dedicado a extender por canales "alternativos" (graffittis, pegotes y carteles en el metro, la Universidad Nacional y otros sitios) el mensaje de: "no votes" o "anula tu voto". Aquellos cuya consigna es "Vamos a destruir todo" sin plantear con qué sustituirlo.
Finalmente, estamos los esperanzados. Aquellos que todavía queremos confiar en la posibilidad del cambio positivo. En las instituciones, en el proceso democrático y en la curiosidad que despiertan las posibilidades.
Vivimos en un país injusto, es cierto, pero los mecanismos para conseguir que esa injusticia se reduzca, está en construcción y, creo, este proceso electoral es uno de esos pasos.
Así que, esperanzados, todavía les quedan dos horas para votar. Vayamos.

Cultura democrática

Fui a votar. Digo, ¿cómo hablar de este derecho si somos los primeros que no lo ejercen? En un recorrido por la zona poniente-sur me doy cuenta con sumo agrado que la asistencia a las urnas es masiva. En todas hay un buen número de personas esperando pacientemente a que los ciudadanos capacitados por el IFE (esperemos que de manera eficiente) reciban sus credenciales para otorgarles las boletas para ejercer su voto.

Atención habitantes de Chilangia, los funcionarios de casilla están en dos mesas: la que corresponde a las boletas de elecciones federales y las que corresponden a las elecciones locales. En total tienen que depositar seis boletas en las urnas separadas convenientemente por color. La casilla se abrió de manera puntual y, en general, el proceso avanza de manera normal. En mi casilla no se pueden notar representantes de partidos políticos, y si los hay, no están debidamente identificados (no tienen ningún gafetito o algo que los distinga de los funcionarios).

Cosas para comentar hasta el momento:

· La mala decisión, creo yo, del presidente Vicente Fox de doblar las boletas electorales frente a los medios, haciendo patente el candidato por el que votó, cuestión por otro lado previsible, pero la pregunta es: ¿por qué hacerlo frente a los medios?, ¿por qué mostrarlo en cadena nacional (hay una copiosa cobertura de medios)?, ¿eso no puede considerarse proselitismo en tanto algunas personas aún tienen al presidente como una figura de autoridad o de opinión fuertísima?

· En algunas comunidades indígenas en los que se rigen por usos y costumbres, han decidido entregar los paquetes electorales y renunciar a su derecho a votar. Esos paquetes fueron entregados a los funcionarios del IFE. Hay que ponerles un ojo a esos blocks de boletas y a esas urnas vacías. No sea que se llenen misteriosamente.

· En la colonia Santo Domingo de la delegación Coyoacán, se hablaba que personas del equipo de campaña de un partido político (no se si puedo decir cuál, con eso de los correos de ayer) que ofrecían 200 pesos por el voto de su candidato. Mención orgullosa merece el hecho de que la mayoría de los interpelados los mandó bastante lejos.

Seguimos aquí, hablando y escuchando.

sábado, julio 01, 2006

Votar no es ningún dilema

Si partimos del la idea de que para los griegos la idea de democracia representaba una derivación viciada de lo que era la discusión en el ágora, nos daremos cuenta que, por mucho, esta forma de gobierno no es para nada perfecta. Sin embargo, para las sociedades modernas (es decir, aquellas que traspasaron el umbral del siglo XIX como sociedades occidentales o derivadas de la colonización de éstas) no existe, hasta el momento, ningún modelo político que pueda adecuarse de mejor manera a los principios que defendía desde el crepúsculo del siglo XVIII el movimiento que generará la revitalización de este invento griego: la Revolución Francesa.
La democracia otorga la posibilidad de participación en igualdad de condiciones a todos los integrantes de la polis (ese lugar comunitario habitado por ciudadanos en donde la naturaleza y lo mítico deja de tener valor para dar paso al ejercicio de la libertad de los hombres) para ejercer sus derechos políticos (esto es, como administradores de su polis). La democracia es el lugar en donde un voto es un voto (paráfrasis del shakespeariano “a rose is a rose”), sin importar la raza, la clase social, las preferencias sexuales, la escolaridad, la ideología, etc. Es decir, la democracia occidental contemporánea se basa en principios puramente numéricos en el cual gana aquel candidato/ciudadano que consiga reunir la mayor cantidad de votos.
La mayoría (representada en el ciudadano electo, recordar que habitamos en una democracia representativa) obtiene entonces la capacidad de mando y de administración sobre la sociedad que, mayoritariamente, lo ha elegido. Es importante señalar también que esa mayoría (en la bienintencionada interpretación de que representa a la mayoría de los intereses de los ciudadanos) tiene la capacidad de remover de su cargo al ciudadano electo, si éste no cumple con lo que las leyes y el interés común (de comunidad, de polis) le exige.
¿Por qué es importante votar? Porque en la actualidad representa la forma efectiva de ejercer un derecho ciudadano que al mismo tiempo es opinión condensada sobre el ejercicio de determinado partido en el poder, sobre la simpatía del ciudadano con determinada propuesta política, del castigo que el ciudadano está en todo su derecho de administrar, con la posibilidad de otorgar voz a nuevas propuestas que reflejen condiciones de convivencia que la mayoría no está tomando en cuenta. Porque le otorga el inmenso poder de unir su opinión (unidireccional, sin matices, altamente simplificada, es cierto, pero es la más efectiva mientras no encontremos otra forma) a la de ciudadanos que comparten esa visión y afirmar mediante el conteo de esos votos que la mayoría opta por determinado proyecto de nación (en el caso de que tal cosa exista de manera clara y sin ambigüedades o retórica desgastada).
Por lo anterior creo que se tiene que ir a votar. Se tiene que ejercer la libertad cuando se posee. Se debe ejercer un derecho que en nuestro país ha costado sangre (y esto no es ningún juicio de inflamación poética de niño de secundaria, es una realidad, la democracia mexicana se ha construido con ladrillos que son rojos por la sangre invertida en su elaboración). Se debe castigar o estar de acuerdo. Tenemos que reflexionar no sobre lo que es bueno para el país (así tan en ambiguos términos, ¿qué es el país?) sino en aquello que otorgue beneficios en la vida cotidiana de la gente que conocemos (empezando por nosotros mismos), de nuestros vecinos, de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestra polis. Se debe ir a votar. Así, sin más.