lunes, marzo 31, 2008

Enfermo... de a deveras


Parece que lo que comentaba en el post anterior, así, sin previo aviso, somatizó; y ahora estoy enfermo ya no de matáforas mamonas, sino enfermo-enfermo. La nariz me gotea, la garganta me arde, la cabeza me estalla, los ojillos me lloran, las ojeras se pronuncian, las tripas me chirrian.
          El fin de semana, en términos de salud (y de otras cosas) ha sido uno de los peores de los últimos años. Desde el viernes sentía que me estaba poniendo enfermo de la garganta, la sensación se acrecentó cuando, en la junta en que se anunció la salida (¡por fin, después de dos años y medio!) de Nostromo (los esperamos el próximo 9 de abril en el salón de actos de la Facultad de Filosofía y Letras, a las 17 horas, post más extenso próximamente), en la casa del buen Andrés había una ventana abierta, acorde con el calor y la humedad, pero que me pegó como patada de mula en mi ya derruido ánimo y estado de salud. Así que el sábado, amén de que me di una empapada con el aguacero que se dejó sentir por la tarde, fue el preámbulo de un domingo infernal.
          Añadamos que la señora (una oaxaqueña de sazón milenario) que comúnmente cocina en su humilde casa (o sea, la mía para ustedes [broma de mexicanos, Ibargüengoitia dixit]) no fue el sábado y el Flaco (mi hermano) y su servilleta tuvimos que comprar comida rápida de supermercado. Fue el Armaggedon para mi estómago. No dormí el sábado y el domingo por la mañana, a pesar del desayuno harto saludable que me invitaron los Ortega-Jurado, terminé con cara de depresión posparto. Las cosas mejoraron un poco hacia la tarde del domingo, pero hoy me levanté con la novedad de que mi ojo derecho se negaba a abrirse, así como diciendo, “si el otro payaso del ojo izquierdo se pliega a los derechos del pinche cerebro, muy su pedo. Yo no me abro”. Y casi logra su objetivo. A esta hora, el estómago ha cedido, pero la garganta parece cicatriz de volcán activo.
          Me voy a leer para mi tesis de la maestría, que tendré que ver a mi nuevo tutor en el transcurso de la semana. Ojalá pueda hablar fluidamente… ojalá pueda pensar fluidamente…

viernes, marzo 28, 2008

Saber del futuro



En los últimos días me he hallado en una situación de contemplación retrospectiva que comienza a desnudarme cuestiones acerca de lo que soy y de lo que pretendo ser. Atrás quedaron las ilusiones utópicas que se establecían sin ningún tipo de pudor en el futuro. Ese futuro cuya mayor gracia era precisamente que representaba el momento que se alejaba eternamente minuto a minuto, día a día. Si era inalcanzable, no existía ningún problema en practicar la vida-ficción de lo que no ha sido: los viajes que queremos hacer, la casa que queremos comprar, el perro que queremos bañar, las grandes historias que tenemos que escribir, la película que sin duda dirigiremos, el conocer a ese gran personaje que nos cambió la vida.
          Un día despiertas y resulta que todas esas cosas acomodadas de manera descuidada en esos estantes del futuro inalcanzable e inagotable, y por tanto siempre posible, se han esfumado. No hay nada. Sólo la posibilidad de pensar que es tiempo de creer que la vida no dura para siempre y que es tiempo de ponerse a jalar la cuerda que nos acerque ese futuro.
           Tengo un trabajo de tiempo completo y tres o cuatro actividades que me consumen la totalidad de mis días. Estoy cansado. Sé que haciendo lo que hago no me haré rico, ni siquiera remotamente solvente. Me encanta enseñar a escribir a adolescentes a los que seguramente, en términos de escritura y de sus posibilidades nunca recibieron ni la centésima parte de lo que les pretendo ofrecer en mis clases. Chicos agradecidos que muestran su agradecimiento de formas diversas y, a veces inentendibles e inescrutables. Pero ya no me basta. No al menos cuando ocupo 40 horas a la semana haciéndolo.
           Refuerzo convicciones: los hijos no son una opción en los estantes de mi futuro. No me veo como padre responsable, o cariñoso, o mínimamente proveedor. Las consecuencias de estas convicciones me atañen de manera indirecta; habrá que entender que la gente no cambia y que las ideas fijas son de las cosas mejor arremachadas en el mundo.
           Quiero recuperar a mis amigos. Hay algunos a los que no he visto en años. Otros a los que miro de prisa, por la calle, en una fiesta, o en la lista de masivos del correo electrónico. Hace mucho que no recuerdo el placer de una cerveza helada, tomada con calma mientras al otro lado de la mesa una cara conocida me cuenta las cosas que ha bajado del estante de su futuro.
           Estoy triste y con la sapiencia de que este año habrá que tomar decisiones definitivas y, algunas, seguramente dolorosas. Pero el futuro, cuando uno lo ha podido tocar, se convierte en esa materia viscosa que pide ser tocada con cuidado. Hay cosas que no pueden estar en dos estantes al mismo tiempo. O cosas tan grandes que no caben ni en el cuarto de los triques.
           Soy realista (por fin) y me sé enfermo de tristeza, soledad y melancolía. El futuro me alcanzó y me está poniendo una severa chinga.

viernes, marzo 14, 2008

No lo puedo evitar


La reciente ola de ataques que la Universidad Nacional Autónoma de México (la UNAM, mi alma máter) ha recibido en los últimos días por parte de diversos segmentos de la sociedad mexicana requiere un minuto de reflexión en esta humilde bitácora indisciplinada.
          Estudié en la Universidad Nacional desde el año 1994 hasta el 2001 (la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación y los cursos de la Maestría en Estudios Latinoamericanos). A la UNAM le debo todo lo que soy como profesionista, como escritor, como pensador y como crítico de una sociedad que, no hay que ser muy inteligente para deducirlo, está siendo arrasado por las fuerzas del mercado y por la desinformación y fragmentación que los medios masivos se afanan en mostrar. También he trabajado en la UNAM, tanto atendiendo grupos en la carrera de Comunicación, como "cuidando una puerta por donde nadie pasaba", que es la definición, medio en serio, medio en broma, que Andrés Kozel hace de mi trabajo como vigilante de la Biblioteca Nacional que tiene su sede en esa institución. Amo a la universidad con la pasión de alguien que se sabe deudor de sus aulas, sus profesores, sus bibliotecas, sus estudiantes, sus centros culturales, sus librerías, sus teatros, su orquesta filarmónica, su feria del libro, entre muchos "sus".
          En los últimos días me ha tocado ser testigo de una satanización de la Universidad (ajá, con mayúscula) por el hecho de que varios de los acompañantes de "Raúl Reyes", el segundo al mando de las FARC colombianas, resultaron egresados o estudiantes de la máxima casa de estudios. También resultaron muertos o seriamente heridos. De este hecho se han desprendido las más encendidas diatribas interesadas (y estúpidas) por desprestigiar a la Universidad. Que si "la Universidad" es un nido de terroristas. Que si "la Universidad" mantiene oficinas de las FARC en las instalaciones de la Facultad de Filosofía y Letras. Que si el Estado tendría que mantener una institución en donde se realizan actividades al margen de la ley. Que si sus estudiantes no sirven para el estudio y se dedican a actividades guerrilleras. Que si cuando se les habla de empresa o mercado o negocio, no entienden nada de lo que se les dice. Que si...
          Cabría mirar con un poco de detenimiento la generalización tan bestia que se está haciendo y la manera tan ruin como se mancha el nombre de la Universidad. Alguien ha dicho que no se habla de la Universidad, sino de sus estudiantes. Y la generalización sigue siendo la misma.
          El hecho de que cinco estudiantes de la Universidad estuvieran por su propia decisión y siguiendo a su conciencia, ideas e intereses en la selva ecuatoriana, no califica a NADIE para hablar de la Universidad en generalización irreflexiva. Se condena la existencia de grupos de filiación de extrema izquierda (cualquier cosa que eso signifique; tal vez cabría el calificativo setentero de izquierda revolucionaria por el de izquierda reformista, pero es arena de otro costal), pero no se habla de la existencia, también, de grupos que apoyan causas relacionadas con la extrema derecha (con el Yunque, el Opus Dei, el grupo Provida). Los ataques se refieren sólo a los grupos que atentan contra el supuesto orden que debe prevalecer. O sea, el orden de las bocas calladas y las conciencias dormidas. El orden de la indiferencia ante el fraude de Calderón, de la lejanía del problema migratorio, de la inoperancia ante el crecimiento inhumano de la pobreza.
          Y es que la Universidad ha sido uno de los pocos lugares realmente democráticos en lo referido a la exposición de ideas. Cuando todos los canales de expresión parecen cerrarse, la Universidad siempre se ha mostrado como el espacio en el que TODAS las ideas pueden ser expresadas. Los epítetos que se han colgado de "revoltosos", "huevones", "burros", "porros", "antisociales", podrían calificar a algunos miembros de esa comunidad (y según la perspectiva de los calificadores), pero no se puede aplicar a todos los que de alguna manera formaron o seguimos formando parte de esta institución.
          Convendría que los acusadores de dedos flamígeros, al llamar "improductivos" a los egresados de la Universidad Nacional se pregunte quién está educando a sus hijos, quién les enseña filosofía o literatura o matemáticas, quién escribe en su periódico favorito, quién atiende sus casos en las oficinas gubernamentales, quién diseña las campañas publicitarias de sus amadas empresas, quiénes mantienen a flote la industria editorial, quién diseña, incluso, las campañas políticas de ése, su mero gallo. Seguro que se encontrará a un egresado de la Universidad, para bien o para mal.
          Yo me siento tremendamente ofendido cuando leo o escucho la manera tan fácil con que a muchos les da por rebuznar (pollinos perdonen, más aún los del Poli) tanta porquería de uno de los pocos orgullos de este país. A todos ellos, que la memoria (porque ni conciencia histórica se les puede pedir) les alcance para reflexionar en todo lo que han dicho.
          Goya.

En el clavo

Foto: Víctor Jurado

En este poema, "Hombre que mira más allá de sus narices", Mario Benedetti describe a la perfección mi día. Aún no acaba, pero espero que el final del poema se asemeje al final de la jornada.

Hoy me despierto tosco y solitario
no tengo a nadie para dar mis quejas
nadie a quien echar mis culpas de quietud

sé que hoy me van a cerrar todas las puertas
que no llegará cierta carta que espero
que habrá malas noticias en los diarios
que la que quiero no pensará enmí
y lo que es muchísimo peor
que pensarán en mí los coroneles
que el mundo será un oscuro
paquete de angustias
que muchos otros aquí o en cualquier parte
se sentirán también toscos y solos
que el cielo se derrumbará
como un techo podrido
y hasta mi sombra
se burlará de mis confianzas

menos mal
que me conozco

menos mal que mañana
o a más tardar pasado
sé que despertaré alegre y solidario
con mi culpita bien lavada y planchada
y no sólo se me abrirán las puertas
sino también las ventanas y las vidas
y la carta que espero llegará
y la leeré seis o siete veces
y las malas noticias de los diarios
no alcanzarán a cubrir las buenas nuevas
y la que quiero
pensará en mí hasta conmoverse
y lo que es muchísimo mejor
los coroneles me echarán al olvido
y no sólo yo muchos otros también
se sentirán solidarios y alegres
y a nadie le importará
que el cielo se derrumbe
y más de uno dirá que ya era hora
y mi sombra empezará a mirarme con respeto

será buena
tan buena la jornada
que desde ya
mi soledad se espanta.

martes, marzo 11, 2008

El fin del arte


Hay una frase que a mí me suena, hasta cierto punto, irrefutable: el arte es una de las cualidades que permiten al ser humano ser considerado como tal. Esto es, el hombre tiene la capacidad de transmitir mensajes que van más allá de la interpretación literal de la realidad.
          Sin embargo, y como ya lo he expresado en este mismo sitio, pareciera que este concepto se está volviendo cada vez más complejo, ambiguo y estúpido. Pareciera que el arte contemporáneo se vuelve cada vez más dependiente de las palabras y surge a cada momento la necesidad imperante de explicar lo que uno quiere decir al realizar “su obra”. Que el hecho de que las explicaciones del objeto artístico sea más interesante e importante que el mismo objeto, implica ya la necesidad de una reflexión profunda.
           No soy entusiasta de los perros. De hecho son de los animales con los que no tengo grandes simpatías. Sin embargo, cuando me enteré de lo que le había pasado a Natividad, un perro callejero, mi indignación fue auténtica.
           Resulta que un artista costarricense (en estos tiempos tendría que modificarse la ortografía de la palabra, “hartista” [hay hartos] por “artista” [el que crea arte]) llamado Guillermo Habacuc Vargas que en una instalación llamada “Eres lo que lees” cazó a un perro callejero (el ya aludido Natividad) y lo ató con una cuerda cortísima a una esquina de una galería de la ciudad de Managua. Con croquetas para perro dibujó el título de la instalación y lo dejó al lado del animalito. Natividad murió de inanición y sed, puesto que la instalación consistía en que nadie se iba preocupar por él.
           Después trató de argumentar que el perro “moriría de cualquier manera” estando en la calle. Lo inverosímil del asunto es que este “artista” fue invitado a participar en la prestigiosa Bienal Centroamericana de Arte que se llevará a cabo en Honduras para presentar la misma “obra”. Es claro que, con toda la información que circula en internet, este tipo ha alcanzado más de los quince minutos de fama que nos prometió a todos Andy Warhol.
           Una de las causas por las que la televisión se ha llenado este año de realitys y de basura indescriptible, tiene que ver, en muchos sentidos, con la huelga que impulsaron los escritores de este medio en los Estados Unidos. Al no haber inteligencia hay que improvisar. Parece que en el “mundo del arte” (cualquier cosa que signifique esto) ocurre algo similar: ante la muerte de la creatividad y del talento auténtico, queda cuestionar los límites del raciocinio a partir de la tortura y la crueldad. ¿Esta es la auténtica libertad en el arte? ¿La cultura de la muerte y de la indiferencia?
           Propongo llevar a cabo una instalación con este “artista”: colgarlo de los huevitos con la misma soga con la que ató a Natividad y sostenerlo en lo alto de un foso lleno de perros hambrientos. Con esto seguro su credibilidad y espíritu revolucionario dentro del arte quedaría fuera de toda duda. “La obra que se vuelve sobre sí misma y devora a su creador” y mamadas por el estilo.


Acá la aclaración (risible) de la galería que presentó el trabajo.

lunes, marzo 10, 2008

Uno que promete... y cumple


Eastern Promises, el más reciente trabajo de David Cronenberg, refleja una de las principales características de la cinematografía de su autor: la del respeto por la inteligencia del espectador. Con una historia cuya crudeza no tiene que ser exagerada ni sangrienta para poder impresionar, Cronenberg dibuja la crónica de una familia de la mafia rusa asentada en el Londres contemporáneo. Con un tono que nos lleva lenta pero consistentemente hasta la reflexión de nuestra propia situación en el mundo, el director plantea una serie de cuestionamientos que interesan tanto a la ética como a la política. Cuál fue el momento en el que nos volvimos insensibles por completo ante los atropellos de los más fuertes. Cuándo dejamos de confiar en las fuerzas del orden para resolver los problemas que laceran a la sociedad y a los más débiles que la conforman.
          Con una actuación sobresaliente de Viggo Mortensen, quien se ha librado del halo Aragorn, Eastern Promises es una opción más que recomendable en un horizonte de cartelera que se extasia con los animalitos prehistóricos y los guerrilleros gringos de la tercera edad.
          Mucho más que recomendable.