jueves, septiembre 06, 2018

Un cuento de porros

Les dejo acá el cuento ganador del Cuarto Concurso de Cuento Preuniversitario Juan Rulfo que convoca cada año la U. Iberoamericana. A razón de los hechos recientes en la Ciudad Universitaria de nuestra Máxima Casa de Estudios.
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El pito no es vitamina
Víctor Hugo González Leal
Desde el primer día me impresionó cómo se manejaban las cosas en el Bacho 9; todo eso de los porros y los desmadres que hacían. Siempre lo había escuchado mencionar de boca de todo mundo, principalmente de mi mamá que antes de entrar me advirtió que por ningún motivo me fuera a juntar con “esos buenos para nada".
          Pero lo más sensacional era que ya no tenía que cargar un estúpido uniforme con un montón de cuadritos y ya no tenía que ver con mil profesores al día, todos lagañosos y malmodientos, mirándome las nalgas cada vez que me paraba. Por eso desde que me bajó por primera vez en la secu, me prometí a mí misma que iba a hacer todo lo que fuera en contra de la sociedad, de las leyes de la metafísica, de las matemáticas, de todas las demás materias conocidas y por conocerse, y claro que ahora me encontraba en el lugar adecuado para ser la que siempre quise ser y lograr mis objetivos feministas.
          Todas las chicas de mi edad en mi situación pensaban en acabar su carrera para después ser mandadas por algún viejo panzón. Yo no. Yo quería algo realmente ambicioso y jamás realizado por ninguna niña de mi edad. Bueno, pensándolo ahora fríamente, no era tan ambicioso. Quería ser la Dirigente del Movimiento Estudiantil Porro del Bacho 9. Ese era mi sueño y por supuesto que me esforcé. ¿Qué si lo logré? Se los voy a contar cómo estuvo el show hasta el momento actual.
          Todo empezó, como les dije, desde el primer día de clases. Llegué sola, sin la compañía de mi estorbosa móder; busqué mi respectivo salón que era el 533 del tercer piso del edificio de los primeros. Cuando llegué lo primero que hice fue sacar mis dotes parlantes (léase hablantina). Ahí fue donde le hablé a la que sería la mejor de mis amigas en lo que llevo de mi corta vida; una chica súper lindísima, lo digo en el sentido de que era buena gente porque en el otro sentido, en el físico, dejaba mucho qué desear. Se llamaba Sol y era una morra chaparrita, gordita y un poco acomplejadona, porque tenía el ojo izquierdo más cerrado que el otro. Después me enteré que le decían la Coqueta, por su ojo cerrado. ¡Qué ojetes! Pero a pesar de sus complejos me identifiqué mucho con ella.
          Estuvimos conversando un buen rato, haciéndonos esas trilladas preguntas que dices cuando conoces a alguien por primera vez, y mientras platicábamos en el pasillo del edificio se acercaron unos ñeros a talonear a los hombres. Estaban bien pinches feos, con razón todos los del salón sacaron sus respectivo pesito y lo donaron involuntariamente. A nosotras las viejas nos tocaron unas gordas, una de ellas con dientes chuecos (la menciono en especial porque después esos dientes chuecos significarían mucho en mi vida). Mi amiga Sol y yo nos encontrábamos al final de la fila y le dije que no les íbamos a dar ni madres; pero Sol, asustada, me dijo: “No, manita, mejor sí hay que darles, al cabo qué tanto es un peso”. “Nel”, le respondí, “tú nomás sígueme la corriente”. Pinches gordas, se acercaron muy déspotas a pedirnos nuestro varo; pero como yo no me ando con mamadas, que relincho: “¡Sabes qué, no te voy a dar nada, porque no se me hincha la gana, y hazle como quieras!”. Le respondí así porque me dio coraje que agüevo les teníamos que aflojar y también para que se fueran dando cuenta quién era y después me ubicaran como la Dirigente con más ovarios del Bacho 9. Entonces la Lonjuda de dientes chuecos que se calienta y me dice: “¿A poco sí muy entera?”. “¿Pues a poco no?”, que le respondo. Ya se iban a armar los descontones cuando la pendeja de la Sol que la caga diciendo: “No, amiga, si quieres yo te pago lo de ella y lo mío”. “Pues ¿sabes qué? Ya no quiero tu mugre baro, ahora sí es algo personal”, me dijo la Lonjuda para meterme miedo. Nada más no le respondí con una cachetada porque venía subiendo la maestra. Pensándolo bien, creo que fue mejor que Sol la hubiera cajeteado y que la maestra igual y me la mandó diosito porque si no me hubieran roto toda mi jefecita entera. Hasta la puerca de dientes chuecos estuvo de acuerdo y me dijo: “Te salvó la campana, valedora, pero ahorita regreso por mi cambio”. No ladró más, agarró su bandita de feos y gordas y que se larga.
          Sol y yo estábamos algo nerviosas; aunque yo no lo demostraba, sol sí estaba verdaderamente asustadota, más que nada por lo que dijo al último la obesa de que regresaría por su cambio. Luego de ese percance estábamos como que más unidas; hasta nos sentamos juntas en la primera clase de la Pasita (así le decían a la maestra por arrugada, no crean que yo me la paso inventando apodos).
          En realidad a mí los nervios me hacen sentir adrenalina y aunque estuvo mejor que no hubiera pasado nada, en el fondo era lo que yo andaba buscando. Quería que sucedieran cosas. Eso de romperme la mami a cachetadas, jaladas de greña y apretón de chichas me apasionaba muchísimo.
          Una ocasión en la secundaria que le rajo su madre a un chamaco que me andaba castrando que mi mamá era la conserje de la escuela; y al chile sí era, pero al culero qué le importaba. Por eso lo mandé al hospital tres días inconsciente, por los palazos que le di en la tatema. Está bien que sea vieja, pero no pendeja.
          La maestra Pasita nos aventó la misma terapia del porrismo que me advirtió mi mamá antes de pisar la prepa; y por supuesto que no les iba a hacer caso a ninguno de los dos vejestorios.
          Fue ahí terminando la clase de la maestre Pasita cuando me di cuenta de la magnitud de banda que había en la escuela. Todos con el mismo objetivo: bajarle los humos a esta bella flaca que se le puso al pedo a la gorda (o sea, yo meroles). Debo reconocer que ahora sí estaba paniqueada cuando se dejaron venir todos en bola y me metieron a un salón desocupado para que no vieran los maestros. Me jalé a la Sol para no estar solita. Entonces que se acerca un bato, pelón, alto y narizón. Le decían el Masa. Él era el que movía a todos los malandrines adentro y fuera del Bacho. Todo lo que decía ese mono era respetado hasta por los pinchis conserjes (sin ofender a mi jefa, por supuesto).
          Debo aclarar que el tal Masa sería el culpable de una preocupación que me trae por la calle de la amargura en estos momentos, y que más adelante detallaré.
          - Ya me dijeron que te pasaste de la raya- dijo-. ¿Pero sabes qué? No hay pedo, no te guardamos rencor. Ya vimos que tienes huevitos y te vengo a hacer una propuesta.
          -¿Cuál?- le pregunté.
          Todo me esperaba en esos momentos: una zapatiza, algún puñetazo o mínimo un correjendo (un trancazo con el codo), pero menos que me invitara a ser parte de ellos. ¿Que si acepté? Claro, pues de eso pedía mi limosna. Acepté de boleto y de boleto ya era una porra más. Lo que seguía era ir escalando y las cosas se me estaban dando muy rápido, hasta poder ser la dirigente y sustituir a ese incoherente del Masa. Ah, se me olvidaba que mi amiga Sol también era ya de la flota pesada, porque le hice aceptar a pellizcos. Le dijeron: “¿Y tú, Coqueta, aceptas sí o no?”. Y todos empezaron a reír y la pobre más agüevo que de ganas dijo que sí. Por eso les digo que los ojetes sacaron provecho de su ojo medio cerrado. Y fue así como nos presentaron a toda la raza, incluyendo a la Lonjuda que se me hizo como de mi familia. Después de todo la pinchi gordita no era tan mamona como cuando me taloneó. Luego me pidió perdón en la fiesta y con unos tequilas encima hasta lloramos juntas.
          Así como lo oyen, no invitaron a un reven que organizó el Masa para los de nuevo ingreso. De ahí en adelante ese fue el principio de mi nueva era de porra demadorsa. Sentí bien chido bajar las escaleras y salir del plantel con las miradas del mundo encima. Realmente me sentía importante, casi casi una Britney Spears cualquiera. Ya afuera del Bacho secuestraron unos camiones y los llevaron hasta la entrada. Toda la banda grifa con sus jerseis. El Masa era el que comandaba a todos. Él organizaba cómo íbamos a ir y por dónde. Corría de un lado al otro. Se veía imponente y la verdad tenía madera de líder. Sol y yo lo mirábamos desde las ventanillas de uno de los cinco camiones formados. A todas las chicas nos dejaron los asientos y los chavos parados y otros colgados de la puerta y las ventanas. Así fueron desfilando uno detrás del otro hasta llegar al festín. En todo el trayecto se fueron aventando porras, incluyendo la famosa de “Al chofer no se le para”.
          Cuando arribamos a la fiesta ya había algo de gente, pero sin duda nosotros llegamos a poner el relajo. Sol tenía un sentimiento de culpa por no haber entrado a clases, pero yo no. El huateque estaba del uno; todos bailando, chupando y hasta moneando. Yo por primera vez no me sentía la niña reprimida de siempre; al contrario, me sentía como la Gloria Trevi cuando salió de la cárcel: libre, libre, libre.
          Aunque después cambiamos a mezcal, empezamos a chupar cerveza. Yo ya había tomado chela en la secu, cuando nos íbamos de pinta, pero no recuerdo haber sentido el sabor del alcohol tan rico como ese día, y de tan sabroso que me supo, no me pregunten cómo terminé. Pues efectivamente me pusue hasta las manitas. Luego de un rato de merengues, salsas y huarachas, se me estaba trepando, me sentía entonada. Fue ahí cuando la Lonjuda me pidió perdón y chillamos abrazadas. La mayoría de los güeyes con los que bailaba me decían que tenía buena pompi y que era muy guapa. No es por presumir pero lo que se de cada quien sí tengo buena nalga y es que nunca antes nadie me había dicho un elogio, por mínimo que fuera (por eso sentía chido los piropos). Siempre me hacían sentir mal, principalmente mi mamá con sus insultos y frases hirientes como: “eres una pendeja”, “una buena para nada”, “escuincla malcriada”, “babosa”, “nunca haces algo bien”, entre muchísimas otras frases bellas.
          Y también esto de mi colita yo creo que inspiró al Masa para sacarme a bailar. La neta es que sí me llamaba la atención el güey, Lo que más me latía de él era los pelón. Debo confesar que me encantan los pelones, altos como él. Bailamos pegaditos una bandita y me dijo que nos saliéramos de la fiesta, lo cual obedecí de volada. Nos recargamos en un carro y ahí me aventó el típico choro mareador, que me cerró los ojos como por arte de magia (hasta el momento actual). Para ser más concreta ese cerrón de ojos es el raro efecto que sentimos las mujeres cuando estamos enamoradas y nos obliga a perdonar todas las canalladas que nos hacen los hombres. Me dijo que nunca había conocido una chava tan simpática como yo, que mis ojos eran dos estrellas que bajan a iluminar su ser. ¡Puta, qué original! Eso lo ha de haber escuchad en alguna telenovela. También me dijo que me iba a ser fiel. ¡Sí, cómo no! Total que en ese momento se lo creí; claro que también los mezcalazos lo estaban ayudando, pues me hizo creer que era la más especial para él. Esa plática fue el 70% de convencimiento y el otro 30% eran sus labios carnositos que se me antojaban un chingo. ¿Que si lo bese? No nada más lo besé, sino que nos aventamos un fajesote incandescente, con decirles que después de ese faje le decían “El Pulpo”. Yo sentí sus manos por todo mi cuerpo, principalmente en mis senos y en mi voluptuosos trasero. Luego me quiso meter los dedulces ahí donde les platiqué. Pero su intento solo llegó hasta mi vello púbico, no porque yo no quisiera, sino por los pantos súper apretados que llevaba. Estábamos disfrutando de lo más rico cuando de nuevo llegó la Sol a zurrarla, que nos fueramos porque se estaban peleando. El Masa no dijo nada y se echó a correr a la fiesta, a repartir fregadazos a diestra y siniestra.. Sol y yo ya no vimos la riña, ni nos despedimos de nadie. Ahora sí como quien dice, agarramos nuestros tliliches y que nos largamos. Sol estaba en su juicio, mientras que yo andaba hasta atrás y me ayudó a llegar a mi casa. Después me dijo que hicimos mil cosas para que me bajara el cuete y nada. También dijo que me guacareaba por todos lados. Después de un día tan intenso de estudiar, llegué a mi cantón. Todavía me acuerdo que me sentí peda. Mi mamá ya estaba en la casa, pero ella como si yo fuera un fantasma ni me peló, como siempre. Ni siquiera un “qué tal te fue”. Nada. Tampoco se dio línea de que me encontraba en estado de ebriedad. Yo fui la que le dijo “Ya vine” y solo con un leve movimiento de cabeza me respondió, sin dejar de ver su taranovela, pero ya no era raro para mí. Realmente nunca me ponía atención ni platicaba conmigo. Pero eso sí, que no fueran sus amiguitos o sus vecinas chismosotas porque se desvive en hacerles la plática.
          Les voy a confesar algo: en realidad quería ser la dirigente de los porros del Bacho 9 para que mi mamá viera que sí podía hacer algo, que tengo mi ovarios bien puestos y no como ella decía que nunca hago nada bien. Me acuerdo que en la primaria aunque sacaba buenas calificaciones, siempre buscaba un buen pretexto para enojarse conmigo y regañarme de cualquier cosita. Siempre sacó las frustraciones de su vida conmigo. Allá en su trabajo de conserje la mandaban a lavar los baños (con la punta del pie la trataban), y como no les podía decir nada, llegaba a desquitarse conmigo. Luego nada más porque no hacía mi tarea ni lavba bien los trastes me agarraba a cuerazos con el cable de la plancha, o me dejaba castigada en el sol. Me acuerdo de eso y me da mucho coraje. Me dan ganas de chupar, o de pegarle a alguien. Pero ahora sí me le pongo, a madrazos si es posible. Ya no soy la niña inofensiva de uniforme de diez años. Esa noche en que llegué todavía peda a mi casa saqué en conclusión que en lo que respecta a mi progenitora ni maiz que le importaba yo. La única con la que me sentí identificada era con Sol y no perdía las esperanzas que la banda del Bacho fuera como mi familia. Los sentimientos de tristeza, de nostalgia, la soledad y la depresión que sentía ese día, me orillaron a convertirme en un ser que no sabía por dónde dirigirse. Me orillaron a destruirme, a sentirme confundida. Estaba desubicada e insegura y todos los adjetivos que se le pueden agregar a un ser insignificante como yo; aunque ya me sentía así, ese día lo terminé de reforzar. Desde esa vez mi vida se volvió un caos. Literalmente les dejé encargadas las riendas de mi vida a los famosos porros del Bacho 9.
          De ahí en adelante corrió todo tipo de drogas por mis venas: mariguana, heroína, chochos, activo. Del chupe ni se diga. Desmadres a madre. Relaciones exuales con el que se ma antojara, Total, a quién le importaba...
          ¿Que si entraba a clases? Claro que no, decidí dejarlo por la paz. Todos los días me salí de mi chante como si fuera a aprender de la física moderna y del cálculo diferencial; pero me iba de despapayosa y solo lo hacía para chingar a mi mamá. La neta es que no era muy difícil ser porro. Solo llegaba y me sentaba enfrente de la escuela con alguna substancia que apendejara y ya. Por si fuera poco, ya era oficialmente porra, pues me dieron mi bienvenida con unos patines en el trasero y yo tenía que pasar corriendo con esa bola de ñeros formado unos enfrente de otro. Terminé súper revolcada, pero valía la pena. Luego me compré mmi jersey que decía: Bachilleres cien por ciento independiente”. También aprendí a hacer petardos Esto sí era fascinante. Me sentía como Einstein cuando tuvo la fórmula de la bomba atómica.
          Los primeros días de mi turbulenta vida dizque estudiantil Sol me acompañaba a todos lados. Éramos inseparables. Me decía que yo era su mejor amiga. La banda la quería no porque fuera un buen elemento, sino porque luego se mochaba chido con el chupe. Como era hija única, sus papás le daban todo. Sus papás como que ya se daban color de que andaba en malos pasos, pero nunca la habían descubierto hasta que un día sí estuvo criminal. Veníamos de retache de una disco cuando de repente se subieron al micro dos tipos; uno de ellos traía el jerco de la Voca 10. Me cai que todos veníamos bien relax y el estúpido del Masa nos ordenó que le hiciéramos una esquina. No rebuznó más y se dirigió a los del jersey y empezaron a forcejearse, calentándose de volón y que le suelta unos cabezasos. Nosotros cuando vimos eso que nos vamos sobres. Sí nos estábamos manchando con todo. Yo también le di unas cachetadas a uno de ellos. Sol nomás veía y la gente se nos quedaba viendo. Y cuál va siendo nuestra sorpresa que el chofer agarra y se para junto a una patrulla. Le contó todo el show y luego de un rato que llega un operativo bien cabrón; hasta parecía que habían encontrado al mismísimo Chapo Guzmán. Nos bajaron a punta de macaneos. Rápido que tiro los churros de mota que traía. Nos recargaron en la pared con las manos en la nuca y las piernas abiertas, después de unas manoseadas. Total que no nos encontraron nada, son con aliento alcohólico. Eso sí, el tufo estaba con todo. Nos llevaron al ministerio público y nos metieron a los separos, pero nos hicieron quitar los cinturones, agujetas, hebillas, dizque para que no atentáramos en contra de nuestra persona. Ya vas.
          Nos dieron chance de que les echáramos un fonazo a nuestros familiares. Sol estaba que se la llevaba la... Yo al contrario, me sentí feliz de vivir una experiencia semejante. Adentro, en una pared, escribí: AQUÍ ESTUBO BUZY. Y también garabatié en un corazón flechado: BUSY Y EL MASA. Entonces con todo el miedo natural, Sol que le habla a sus papis. Pobre de ella porque sus jefes is la procuraban y de repente recibir una llamada desde el ministerio público pues cualquiera se sacaría de onda. Yo también le hablé a mi mamá, pero para decirle que me iba a quedar en casa de la Sol. Y que mañana regresaba. La ventaja de nosotras es que éramos menores de edad y por eso nos dejaron salir antes de que llegaran los papás de mi amiga. Luego me platicó que sus jefes le pusieron una archi recontra cagada y que la amenazaron que la iban a cambiar de escuela. Qué cómo era posible que se anduviera juntando con esos vagos. Y como yo no me quería quedar solita afuera con ese frío, pedí a los polis que me volvieran a entuzar, para cumplir mis reglamentarias veinticuatro horas.
          Los siguientes días, igual. Más pedas y más drogas. Principalmente las monas con vainilla que nada más de acordarme se me hace agua la boca. Nos la pasábamos taloneando a los de primero, la Lonjuda y yo. Muy a menudo nos íbamos de compras en camiones obviamente secuestrados. Llegábamos a algún establecimiento y arrasábamos con todo. Dos que tres veces sí me fui rayada, con gorras, chamarras, zapatos, etc. A Sol ya la traían bien checadita. Su mamá la llevaba e iba por ella a la escuela. Dejó de juntarse con nosotros, mientras yo cada vez más clavada con el porrismo y con el Masa. En reaidad yo me metía muchas cosas todos los días. Fumábamos mariguana y chochos a madres. Hasta llegué a probar el cemento. Igual llegaba a mi casa súper tomada y mi mamá viendo su telenovela me contestaba con la cabeza. A veces sentía que me iba a quedar tiesa de una sobredosis.
          Después de varios días de tanto relajo, llegó el esperado aniversario de la escuela. Ese día fuimos muchos al festín, incluyendo a Sol. Ella estaba decepcionada de mí porque yo le tupía duro a las drogas alucinantes; trataba de hacerme recapacitar pero nada. Y es que yo jalaba parejo con los hombres. Si ellos se metían tres chochos, yo cuatro. Si se aventaban seis piedras, yo siete. Ese día del aniversario me divertí muy bonito. Bailamos toda la tarde y yo me desnudé. Bueno, tanto así no, pero sí enseñé enfrente de todos mis teclitas. Todos me gritaban: “¡Pelos! ¡Pelos! ¡Pelos!”, pero ni madres, esos solo eran del Masa. Esa tarde, al salir de la fiesta, yo estaba botando la lágrima con Sol y ella me consolaba. Todos estábamos en la pendeja cuando de pronto escuchamos con mucha potencia las porras del Cetis 54. Nos invadían por doquier. Mi valedora y yo corrimos a escondernos debajo de un camión. Solo se alcanzaban a ver pies corriendo desesperadamente. Se escuchaban petardos que explotaban por todo lados. El ruido ensordecedor y el relámpago que prendía y apagaba en décimas de segundo. Hasta lo grifa se me quitó del susto. Luego de unos minutos todo se escuchó de nuevo normal. Salimos y todos estaban reunidos afuera del toquín. Muchos heridos, otros más sofocados de la corrediza que pegaron. La Lonjuda estaba algo herida. Dijo que le pegaron con un palo. Lo bueno fue que se encogió y tapó su cabeza con las manos, que si no, ya no la hubiera contado. El Masa se encontraba sumamente enojado. Ese mismo día armamos un plan de contra ataque. Total que ya había pasado lo peor. Mi amiguis y yo ya nos íbamos a su cantón cuando no sé quién chingados sacó que nos la íbamos a seguir en el depa de alguien; le dije a Sol si le atorábamos y ella me contestó que le tenía que llegar a us vivienda. A mí fácil me convencieron, nada más con decirme que iba a haber chupe de a grapa y no lo pensé dos veces.
          Ya en el depa las cosas se pusieron chidas. Ese día probé por primera vez las tachas y los chocolates. Eran de las pocas drogas que me faltaban consumir. Luego un compa se puso a tocar unos tambores y todo lo seguimos, saltando y cantando alrededor de él. Mientras todos disfrutábamos de sus saltos, el Masa estaba solo en el sillón. Yo veía por el espejo que se le quedaba viendo fijamente a mis glúteos. Me desafané del círculo y me acerqué a preguntarle qué tenía. Me respondió que nada y nos besamos apasionadamente. Después de tanto besito en el oído yo ya me estaba prendiendo y fue ahí cuando oportunamente me propuso que nos fuéramos al cuarto. Apenas estábamos entrando y él ya se estaba desabrochando el cinturón y bajando los pantalones. Luego en un abrir y cerra de ojos ya lo tenía encima. Me quitó desesperadamente la blusa y luego aventó el cinturón y me bajó el pantalón. Después, ahí sí más lento, deslizó mi tanga por todas mi piernas hasta llegar a mis pies. Mis bubis las sacó por debajo del brasier, sin quitármelo. Y comenzamos el acto sexual. La mayoría de las viejas quieren que la primera vez sea con el amor de su vida; en una cama con rosas y música bajita y brindando con champaña. Lo mío era simplemente lo contrario. Yo lo que quería era bajarme la calnetura. Fue en el suelo porque ni cama hubo. La música eran los ebrios cantando la música del Recodo. La champaña era el aguardiente que nos reventamos. Esa relación fue el hecho más feliz de mi existencia. La ternura del Masa, el amor que fluía, la delicade... bueno, para qué les miento, la neta es que no sentí ni maiz palomero. Ningún orgasmo. En primera él sabía a activo mezclado con aguarrás. En segunda no duramos ni cinco minutos. Era precoz el culero. Todo el rato lo hicimos de laredo. ¿Pues a poco así sin imaginación? Y en tercera, pinche pitito que no me hizo sentir ni un calambre. Lo chistoso fue que a pesar de sus limitaciones, lo seguimos haciendo infinidad de veces, sin protección y sin nada, así al chinguesumadre.
          Yo intuía que lo que estaba haciendo no era lo correcto, pero por más que quería dejar todo no podía. Muchas veces intenté dejar las drogas y al Masa y volvía recaer. También a veces llegaba desesperada a buscar a Sol, e íbamos a clínicas de recuperación, pero solo asistía la primera sesión y jamás volvía. De verdad que quería cambiar. Ser una chava diferente, sin vicios. Pero los chochos, los hongos y el Masa, podían más que yo.
          Sin duda el terremoto del relajo ya había arrasado conmigo. Me había destrozado. Yo ya era la reina más jaladora del Bacho 9. En ese momento yo ya movía a las viejas, junto con la Lonjuda, y eso de ser la dirigente del Movimiento Estudiantil Porro del Bacho 9 ya no me interesaba. Se me hacía mala honda quitarle el puesto a mi galán. Aunque me clavaba en una sola pregunta: ¿Y ahora que? Si mi mamá ni me seguía pelando. Solo habían empeorado las cosas con ella. Ya me había advertido que si seguía llegando peda, me iba a enjaular en una clínica. No supe si ya le había demostrado los ovarios que tenía, o si se daba cuanta que ya hacía algo de provecho, como mover a las chicas de la banda. Lo que sí sabía yo, era que sin duda era dependiente del alucín y de estar en otra dimensión. Y que mis sentimientos de inferioridad estaban más remarcados que nunca. No sabía si ir para adelante, para atrás o qué chingados. Mi mamá por su parte nunca se cansaba de ver su eterna telenovela y mover su cabeza en señal de reprobar mi actitud.
          Y cuando me encontraba en ese abismo obscuro sin salida, del puro desmadre, drogas, sexo y alcohol, llegó la luz divina que me hizo recapacitar. Tuvo que ser así, con ese hecho trágico, de otra manera jamás lo hubiera logrado. Todavía de recordarlo hasta las lágrimas se me salen. Si no hubiera recapacitado esa vez no sé qué sería de mi vida en este momento. ¿Qué fue lo que pasó? Así sucedió la tragedia. Había llegado el momento de cobrar venganza a los del Cetis 54. Y todo estábamos listos. Nos armamos de petardos y bombas molotov. Eran como las ocho y media de la noche. Íbamos un puterísimo de banda. Todos callados, tensos, nadie decía nada. Se sentí una vibra súper negativa. Bueno, muy pesada. Para llegar a nuestro destino teníamos que pasar por una calle larga y en la mera esquina estaba el Cetis. Ahí se paró el Masa y dijo que si alguien se caía no regresaríamos por él. Después de eso empezamos a correr hacia la puerta principal y luego luego sonó la sirena que ponen en esos caso de agandalle. Cuando llegamos a la esquina, todos aventaron sus petardos. Le Lonjuda y yo estábamos al frente, ella al lado mía aventó su bomba molotov y se echó a correr. Yo hice lo mismo. Ya íbamos de regreso, cuando nos dimos cuante que alguien del Cetis nos atacaba. Solamente se veían destellos de luces y monedas, clavos y demás, volando por todos lados. Fue ese el momento que cambió mi vida y me hizo reflexionar. Un petardo alcanzó la cara de la Lonjuda. Varias monedas le atravesaron los sesos. El rostro se le hizo carnitas. Al instante cayó bañada en sangre y convulsionada. Si ese petardo se hubiera movido un poco a la derecha, yo hubiera sido la de las carnitas. Qué diferencia había, solo unos centímetros. En realidad yo era la que estaba buscando la muerte. Quería autodestruirme con tanta porquería que me metía. Ahora la Lonjuda había pagado las consecuencias de ser porra del Bacho 9. Y yo para allá iba. Entonces me di color en dónde estaba parada, que me estaban consumiendo mis vicios y que tardo o temprano terminaría así como ella, con los sesos de fuera y sin que a nadie le importara realmente (ni a mi madre, que seguí embobada en su telenovela).
          Desde ese petardazo decidí no volver a consumir drogas ni alcohol. Más que nada porque la única perjudicada era yo misma. Gracias a Dios en estos momentos estoy recibiendo ayuda psicológica. Ahora me doy cuenta de todas las babosadas que hice mal. Efectivamente, hacía todo eso para llamar la atención de mi mamá. Buscaba amor y consejos en seres que estaban igual o más desubicados que yo (léase el Masa y compañía). Ahora sé que Dios me dio otra oportunidad. El sicólogo me aconsejó que me quisiera a mí misma, que yo cambiara porque mi mamá jamás iba a cambiar si no se lo proponía. Ahorita sí me quedaría esa canción de la Leona Dormida: “hoy voy a cambiar, revisar bien mis maletas...” y donde se avienta ese choro súper desgarrador que, por cierto, está patético.
          Después de esta tragedia, le pedí ayuda a la maestra Pasita. Ella bien buena onda me conectó con este psicólogo. La maestra ya sabía todo, porque Sol le había contado mi situación, pero no sabía cómo acercarse a mí. También a veces me apoya económicamente, porque ya no vivo con mi mamá. Me corrió de la casa porque encontró mairguana en mi cuarto. Me dijo que ya no quería seguir manteniendo a una drogadicta buena para nada. Ahora vivo en casa de mi amiguis Sol. Un rato nada más, luego veo a dónde me voy.
          ¿Que si ya estoy mejor? Dentro de lo que cabe, sí. Ahorita me estoy desintoxicando. Hay persona muy lindas que me apoyan como Sol, la Pasita y mi sicólogo. Aunque la vida parece que me tiene muchas sospresas, pues ya encarrerada y aquí entre nos, les voy a confesar algo que si se logra me desgraciaría mi futuro. Creo que estoy en Barcelona. O sea, que estoy embarazada. No me ha bajado desde hace dos meses y esto me tiene muy preocupada. Ya le dije a mi cuatacha la Sol y ella me dica que a lo mejor es un embarazo sicológico, pero yo no creo. También le dije al Masa, pero el muy puto se abrió y también afirma que es sicológico; pero porque cree que me metí con mi sicólogo. Me amenazó que si en realidad estaba embarazada iba a ser mi pedo. Negó tajantemente que fuera suyo, ni que mi primera vez, la de los cinco minutos, había sido con él. Se atrevió a decirme que yo era una golfa, que nada más se fijó en mí por mi pedorro. Y que la primera vez que estuvimos yo ya me la comía hasta doblada. Pues me vale madre, que se vaya a la chingada. Al cabo ni lo necesito. Lo siento por mi hijo -si acaso resultan ciertas mis sospechas de embarazo- que va a crecer sin papá narizón.
          Me voy a hacer unos análisis y si no estoy embarazada me voy a largar a los Estados Unidos con mi hermana y ahora sí le voy a echar ganas al estudio; pero si sí estoy pastel, ni pedo, ya me chingué.

viernes, julio 06, 2018

Soplan digitales vientos de fronda


El primer nombre que recibió lo que hoy conocemos como Enciclopedia fue el de Diccionario razonado de las ciencias,  artes y oficios (L’Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers). Es un producto nato de la Ilustración, el movimiento que trajo al mundo el nacimiento de la modernidad a partir de un cuestionamiento de lo que en esos años del siglo XVIII se concebían como dogmas intocables.
          Inicialmente pensado como una traducción de la Cyclopaedia Británica, el proyecto francés que al final tendría a Diderot y D'Alembert como sus principales impulsores se convirtió en una de las obras más sobresalientes del Siglo de las Luces y, en muchos sentidos, de la historia de la humanidad. Con 4000 suscriptores en el inicio de su producción y 35 volúmenes iniciales, la obra tomó los estudios de Francis Bacon y René Descartes para organizar la información que contenía esta ambición por condensar todo el conocimiento actualizado del mundo en un solo sitio.
          Esa aspiración totalizadora es una de las características fundamentales de la modenidad: la necesidad por comprender el mundo de manera integral. Tales ambiciones mostraron su imposibilidad con el tiempo, pero en el transcurso generaron, probablemente, las bases de interpretación y resignificación del mundo más influyentes del mundo moderno. Sus métodos son utilizados incluso por aquellos que anunciaron la muerte de la historia y el advenimiento de la relatividad del conocimieno vía la posmodernidad.
          La Enciclopedia de Diderot y D'Alembert tenía como destino un público elitista. Sólo la burguesía y la nobleza tenían los medios para acceder a una obra de esas dimensiones y esos costos económicos. Siglos después, probablemente hasta los años 90 del siglo XX, la posesión de una enciclopedia en casa reflejaba un cierto estatus económico y una aspiración por ser considerado culto en tiempos que comenzaban a reflejar la baja de valor de una cualidad que había sido un valor positivo hasta entonces.
          Los sabios ilustrados del siglo XVIII no se habríán imaginado las dimensiones que un proyecto como el que iniciaron tendría en el futuro. De entrada, la variedad de soportes más allá del papel impreso. Hoy es arqueología lo que para muchos fue una herramienta de consulta obligada en los años 90's del siglo XX y hasta la primera década del XXI: la enciclopedia Encarta que Microsoft lanzó al mercado como una versión multimedia e interactiva de la idea que comenzó más de 200 años atrás.
          Después vino lo que se puede considerar una revolución en el acceso al conocimiento y a la posibilidad de construcción de un retrato del mundo de manera sincrónica y con colaboración colectiva nunca antes soñada: Wikipedia. Este sitio, albergado, mantenido y administrado por la Fundación Wikimedia, es la referencia informativa más utilizada en el mundo. Al menos en el mundo occidental.
          Wikipedia es parte de la vida de los internautas contemporáneos. La diversidad de entradas conviven con la polémica generada a partir de la administración de la información que alberga. Sin embargo, resulta imposible no encontrar utilidad en ésta en algún momento de la vida, por mayor reticencia que haya a la tecnología y por muy desconfiado de las conspiraciones mundiales.
          En días recientes, Wikipedia en español y otros idiomas se ha apagado temporalmente. El periodo está determinado por los debates que se dan en el Parlamento Europeo en vistas de aprobar una ley que modificaría la interacción que los usuarios tienen con la red internet y con el acceso a determinados sitios y contenidos. La ley sería en extremo restricitva y sin mucha claridad acerca de cómo pretende este órgano supranacional normar las relaciones de los internautas con la red. Se supone que intereses económicos, políticos y comerciales se encuentran involucrados en el impulso de tal normativa.
          Wikipedia ha puesto el foco de atención en el caso y, en ese sentido, creo que el apoyo a resistir este tipo de medidas no se ha hecho esperar. En un mundo en donde internet es todavía un territorio relativamente libre y de acceso irrestrico, resultan preocupantes estas iniciativas que buscarían insertar incluso el mundo digital en los terrenos de la vigilancia y la manipulación estatal.
          Hacia 1752 la Iglesia Católica incluyó a la Enciclopedia de los ilustrados dentro del temido Índex, el listado de libros prohibidos por su potencial subversivo; la causa esgrimida fue que en la obra se ponía a la religión como una rama de la filosofía, lo que reducía su importancia en términos políticos. Hoy, Wikipedia alerta y se enfrenta a este intento de censura y de limitación de acceso al conocimiento abierto. La Ilustración tuvo, como proceso paralelo, el advenimiento de la Revolución Francesa que fundó las bases del Estado moderno. Habrá que esperar qué revueltas se alientan a partir de la intención de los gobiernos por asaltar los territorios libres de la internet. Soplan vientos de fronda.

jueves, julio 05, 2018

La vida es un riesgo, carnal

Foto: "San Juan Cholo" de Federico Gama.

En los años noventa leí un libro que me causó una profunda impresión. Se trata de Noticias de los chavos banda, una crónica más que entretenida  publicada por Emiliano Pérez Cruz en editorial Planeta, cuando esta casa tenía cierta claridad sobre lo que implicaba publicar para un público juvenil (en esa misma colección leí Camino a casa de Naief Yehya, novela a la que le guardo un cariño especial). El libro de Pérez Cruz hace un relato muy cercano acerca de la forma de vida, el origen, los sueños y los códigos de la colectividad que rodean a la vida en el barrio marginal de la zona metropolitana de la Ciudad de México. Es una mirada desprovista de asombro o de la mirada aleccionadora que algunos otros textos esgrimieron durante aquella época. Sólo he encontrado esa sensibilidad para describir lo cotidiano de la marginalidad, desde otro lenguaje, el del ensayo, en Carlos Monsiváis. Hay, en resumen, una mirada empática.
          La mirada policíaca de las regencias priistas de los años ochenta y los medios masivos convirtieron al chavo banda en la encarnación de la inseguridad y el delito que beneficiaba al statu quo para explicar el destino de estos jóvenes. De esta manera aparecieron películas y videohomes que construyeron un estereotipo del chavo banda que se resumía a lo que era más visible y espectacular: sexo, drogas y rocanrol. El sexo sólo podía concebirse a través de la violación, el chavo banda era un despojado de código moral y la única manera de ejercer su sexualidad era a través del abuso. Las drogas se reducían a las que tenían acceso, la eterna cannabis y los solventes; el consumo de tales sustancias los convertían en hulks del asfalto y las alcantarillas, en perros salvajes que buscaban saciar su necesidad de violencia de cualquier manera. El rocanrol lo producían ellos mismos y, por tanto, estaba por completo alejado de lo que los medios hegemónicos transmitían; esa autogestión de lo que musicalmente se consumía generó incluso sus propias manifestaciones: el rock urbano y el punk de los hoyos fonquis.
          De lo que no se hablaba en ese entonces era de las causas por las cuales estos jóvenes acudían a la tribu, a la banda, para poder sobrevivir. La mayoría migrantes o hijos de migrantes habían abandonado el campo porque éste ya no ofrecía los medios para sobrevivir de manera digna; la mecanización de grandes extensiones de tierra, el renacimiento del latifundio a partir de la derogación de leyes que protegían la propiedad colectiva y el estableciemiento de cacicazgos que se fundaron en el poder político los orilló a tomar camino. En la ciudad se enfrentaron a la resolución de cuestiones básicas: la alimentación, el techo, el vestido. Lo que se desvela de todo ese proceso es, sin lugar a dudas, la importancia que tuvieron los lazos comunitarios. Los primeros migrantes ayudaban a los que seguían y así de manera automática y consecutiva, lo que fue creando lazos de identidad que iban más allá de lo que reflejaban los grandes medios.
          Esa identidad se hizo manifiesta en momentos de emergencia en donde las cuadrillas de chavos banda se convirtieron en héroes de una sociedad que los había mantenido estigmatizados y que añadieron a la marginalidad económica la marginalidad social: el terremoto de 1985, por ejemplo. La explosión de los contenedores de combustible en Sanjuanico. No hay una identidad individual, son un colectivo que se mueven en bola, en montón, en banda. Por eso, cuando se menciona el término acude a la memoria nombres como Los Panchitos, Los Destroyers, Los Chufos. No hay caudillos aunque hay jefes. Eres de la banda y la banda te respalda. Te vas de la banda y te vuelves un re-negado.
          Otro de los elementos que se pasa por alto es la manera en cómo estos grupos han modificado el lenguaje de manera sensible con respecto de las normas. Retruécanos, dobles sentidos, resignificación. Hay una riqueza idiomática que es lenguaje vivo en el día a día de quien lo experimenta; los demás nos enteramos porque aparece en películas (Blood In, Blood Out [Taylor Hackford, 1993] es el epítome de esa asimilación), en parodias humorísticas, en canciones que alcanzan notoriedad a pesar de la censura y la falta de difusión (El Tri de Alex Lora como punta de lanza) y en obras literarias que intentan reproducir esa intervención lingüística (El gran preténder de Luis Humberto Crosthwaite una de las más logradas; Diario de un guacarróquer de Armando Vega-Gil [Armiados Gueva Vil] una de las más divertidas).
           Contra lo que pudiera pensarse, el chavo banda no es un elemento de museo. Es una manifestación viva de los arrabales, de la descendencia de la migración rural, de la multiplicación en las barrancas y en los barrios despojados de servicios públicos básicos. Los que antes eran chavos banda ahora son chacas, tepiteños. Y siguen confiando en la clica , en la banda, en el barrio. Las drogas siguen siendo las mismas, aunque con un deslizamiento hacia la piedra y la cocaína. El sexo es una forma de rebelión iracunda, irracional y hedonista en contra de las imposibilidades; situación agravante en cuanto a la reducción de la edad y al aumento del número de las adolescentes embarazadas. El rocanrol se ha cambiado por el reguetón, el rap, el hip hop, la banda sinaloense. Lo que persiste es el estigma y, de manera general, las condiciones de marginalidad económica y social.
          Siguen invocando el crimen porque éste se gesta en las entrañas de la falta de posibilidades, del no acceso a educación de calidad, de la discriminación por el aspecto en los puestos de trabajo, de la ausencia de voz en las decisiones públicas, de la vulnerabilidad del callejón cerrado que conduce a la distribución de droga, al sicariato, al asalto a mano armada.
          A nadie le gusta la vista de la pobreza que se expresa en sus posibilidades de violencia y capacidad de respuesta. Eso es lo que se ve a simple vista. Y no se va más allá. No nos importan las causas de esa pobreza, sino el "pero cómo es posible qué un analfabeto, jodido, delincuente, feo, pobre" intente ser parte de nuestra hermosa y simulada utopía aséptica.
          Y sí, todo esto lo escribí por El Mijis, un chavo banda elegido como diputado en San Luis Potosí. Me gustaría decirle que eleve su voz y no defraude a la banda. Su banda es mi banda. Cámara. 

miércoles, julio 04, 2018

El futuro no es nuestro

Ella es J.

¿Qué se siente al ser tan joven?
Dime qué se siente cuando no se ve el final.
¿Qué se siente al ser tan libre?
Dime qué se siente cuando vuelas sobre el mar.
Debe ser tan increíble.
No consigo recordar.

Lo olvidé entre proyectos de sublevación,
entre pobres achaques de sinceridad.
Lo perdí programando mi gran evasión,
entre altivos delirios de seguridad.
La casa azul, "¿Qué se siente al ser tan joven?"

J tiene dieciocho años. Los cumplió apenas. Es la edad que la ley mexicana marca como necesaria para alcanzar el estatus de ciudadano. Ha sido mi tutorada por tres años en la prepa. Este semestre egresa con la postulación de un trabajo que me hace muy feliz personalmente: la comparación de representaciones literarias y cinematográficas de las razas en El señor de los anillos, tanto en Tolkien como en Jackson. Algo que hizo también este año fue sacar su credencial de elector.
          En la jornada del pasado domingo fungió como escrutadora en la casilla que corresponde a su domicilio. Me contó cómo fue la jornada. "Regresé a mi casa a las tres de la mañana", me dijo. Y le creo, como bien ha apuntado el consejero presidente del INE, esta ha sido una de las jornadas más pesadas de la historia reciente. La compactación de las casillas para emitir los votos tanto federales como locales implican un esfuerzo titánico. Un trabajo no remunerado en suficiencia a los ciudadanos que se presentan a cumplir con el deber cívico de vigilar, al menos en las casillas, que el proceso se lleve con transparencia y legalidad.
          Lo que me llamó la atención fue atestiguar el entusiasmo con el cual me contó su experiencia. La manera en cómo, de manera voluntaria, decidió hacerse partícipe del proceso. Justo en el primer año de su recién estrenada ciudadanía. A cosas como estas me refiero cuando hablo de "ejercer la ciudadanía". A buscar la manera, dentro de la normatividad y los espacios existentes, de participar y hacerse entes políticos activos de la sociedad en la cual nos ha tocado vivir.
          "Mi mamá también participó como vocal", me cuenta. Y eso revela otra cuestión interesante: responder a las obligaciones ciudadanas tiene que ver, también, con el ejemplo. Quienes tienen descendencia tienen la obligación moral de buscar que sus hijos sean conscientes de lo que representa buscar salidas por medios democráticos. Sobre todo en un país donde la violencia se ha normalizado a tal grado que este proceso contabiliza, según cifras oficiales, más de un centenar de muertos por cuestiones electorales. El jefe del equipo de observadores de la OEA mencionaba ayer que esta es una situación inédita y atípica en la región. Somos, oficialmente, el país más violento del continente y de buena parte del mundo. La ejecución de candidatos, precandidatos y operadores políticos son un síntoma clarísimo de eso.
          El esfuerzo y entusiasmo de J tuvo un extra: en la casilla donde participó como escrutadora ganó el candidato de su preferencia para la presidencial. Eso disminuyó sensiblemente el cansancio que debió representar el hecho de haber tenido una sesión de trabajo de más de 19 horas continuas. Me relata el proceso de conteo, la emoción, el nerviosismo, la sorpresa que representa para los ciudadanos participantes hacer el recuento de las decisiones individuales de sus vecinos.
          Para mí, al menos, resulta imposible no emocionarme con este tipo de crónicas. Mi generación fue una generación activa políticamente en su nacimiento ciudadano. Animaron esa participación el fraude de 1988, el levantamiento del EZLN en 1994, la alternancia partidista del 2000. Después la desilusión y la inercia nos fueron sumergiendo a algunos en una apatía, antipatía o franca indiferencia con respecto de los procesos políticos. Recuerdo cómo, en ese entusiasmo juvenil como el de Jesi, y animado por una amiga de la facultad, acudimos como brigadistas de Alianza Cívica (una pionera de las ONG's en nuestro país) a platicar con la gente de los municipios rurales del Estado de México para orientarla acerca de cómo defender y ejercer su voto. Era 1999. El pulpo priista ejercía un control más férreo que el que hemos vivido en tiempos recientes en ese estado de la república.
          Me siento privilegiado de ver el despertar a la ciudadanía de una generación que se informa por medios múltiples (sobre todo internet), que tienen una opinión con respecto de lo que pasa en su entorno, que confrontan con acciones el prejuicio que ha convertido la etiqueta "millennial" en un insulto, que buscan contagiar a sus coetáneos de su entusiasmo.
          Ellos son el futuro de este país. Suena a lugar común, pero así es. Y yo me siento orgulloso y tranquilo de que así sea. Las generaciones precedentes, creo, no hemos hecho lo suficiente para que el ejercicio de la ciudadanía sea una cuestión cotidiana. Le toca a ellos y comienzan bien. Mantengan la ilusión y la dignidad. Respeto.

martes, julio 03, 2018

Allende y AMLO, ¿caminos paralelos?


Allende nunca fue un gran orador. Y como estadista era un gobernante que consultaba todas sus medidas. Fue el antidictador, el demócrata principista hasta en los detalles. [...] Allende era dirigente colectivo; un hombre que, sin salir de las clases populares, era un producto de la lucha de esas clases contra el estancamiento y la corrupción de sus explotadores. [...]Las obras y los hechos de Allende, de imborrable valor nacional, enfurecieron a los enemigos de nuestra liberación.
Pablo Neruda 
El ejemplo del presidente Allende marcó mi vida. Él fue un dirigente con dimensión social y con vocación democrática. Un hombre bueno. Es un apóstol de la democracia. Como nuestro apóstol Francisco I. Madero, él padeció un golpe militar.
AMLO
 
Para los interesados en la historia de América Latina, resulta hasta cierto punto inevitable pensar en una relación paralela de las formas de acceso al poder de Andrés Manuel López Obrador en México y Salvador Allende en Chile. Si soy sincero, personalmente creía que AMLO no repetiría el camino de Allende en el sentido de llegar a la silla presidencial. A partir sobre todo de los resultados obtenidos en la elección de 2012, el camino pintaba más bien como una reedición del proceso vivido por Cuauhtémoc Cárdenas en las tres elecciones anteriores al final del siglo XX. 2018 sería la confirmación, desde mi perspectiva y la de varios, del destino manifiesto de los líderes de izquierda en países timoratos y conservadores como el nuestro: su fuerza menguaría antes que fortalecerse.
          Sin embargo, no fue así. AMLO se convirtió en presidente con una popularidad tremenda entre sus seguidores, con el beneficio de la duda entre una capa de la sociedad (entre la que me incluyo) y, ojo, con un odio irracional de otra parte del electorado que esgrime argumentos desde muy distintos frentes: el clasismo, la amenaza de pérdida de privilegios, la compra de tesis catastrofistas emitidas por los grandes medios durante los doce años anteriores y, en algunos casos, la ceguera que les impide ver más allá de su nariz: este país está en proceso de demolición y remate desde hace ya algún tiempo. Quizá quienes más hayan beneficiado su triunfo sean, sin lugar a dudas, los gobiernos priistas de la rapiña y las administraciones panistas del cochupo y la asociación para delinquir mediante los negocios negros.
          Allende generó la misma división de opiniones en su país. Ante un movimiento de masas (la Unidad Popular) que lo apoyó de manera incondicional la mayor parte de su mandato, se encontró la otra parte del país que rogaba por el fracaso de la vía chilena al socialismo. En el documental de Patricio Guzmán, Salvador Allende (2004) y en esa obra titánica que es La batalla de Chile (1975-1979), se muestra la manera en cómo la clase media acomodada y las clases altas impulsaron el boicot económico y el sabotaje en contra del gobierno del único presidente latinoamericano que en la etapa más álgida de la Guerra Fría había llegado al poder mediante la democracia.
          Llegar a la presidencia chilena le llevó a Allende doce años, los mismos que necesitó AMLO para conseguirlo. Para que ese anhelo se concretara, ambos tuvieron que hacer, conforma pasaba el tiempo de sus campañas, concesiones y alianzas que en los primeros tiempos de su militancia hubieran resultado impensables. En la Unidad Popular confluían comunistas, socialistas, anarquistas, sindicalistas, librepensadores y demócratas cristianos; en Juntos Haremos Historia (la alianza de Obrador): organizaciones sociales de base, gremios sindicales, movimientos cristianos de ultraderecha, representantes magisteriales, intelectuales y algunos miembros de la clase empresarial. La gran diferencia entre uno y otro, más allá de los contextos obvios, es que las bases de la UP tenía una organización y una solidez en cada uno de los grupos que la integraban que los simpatizantes de AMLO no tienen (más allá, quizá, de los representantes del magisterio disidente al oficialismo).
          El fracaso del proyecto de Allende se fincó en la imposibilidad de acuerdos entre los miembros de la UP aunado al sabotaje económico y político de los grupos nacionales y la intervención de los Estados Unidos. Entre la UP, al final del proceso, se discutía la opción de hacer una defensa armada del proceso mientras otros insistían en el respeto a la normatividad democrática y constitucional, el eterno debate entre la izquierda revolucionaria y la izquierda reformista. Los primeros, al advenimiento de la dictadura, se convirtieron en guerrillas armadas que, en muchos casos, fueron abatidos por las fuerzas de tarea pinochetistas; los segundos salieron al exilio o corrieron la misma suerte que sus compatriotas.
          El riesgo de la falta de acuerdos es algo latente en el gobierno de AMLO. El Frankenstein que es Juntos Haremos Historia tendrá que confrontarse en algún momento más allá de la euforia del triunfo. En este caso, el enfrentamiento se finca en las plataformas ideológicas de una parte del movimiento que es fundamentalemente de izquierda liberal y otro que parte de la derecha religiosa. Temas como la despenalización del aborto, la legalización de la mariguana, el matrimonio igualitario y la adopción de niños por parte de familias homosexuales serán un polvorín que, quizá, detonará en la conformación de un Congreso en donde lo que aparenta un camino aterciopelado se convierta en una pesadilla. La promesa de refrendo de mandato cada tres años serán momentos claves en el sexenio.
          A pesar de las similitudes en cuanto a los caminos de acceso al poder, las diferencias son obvias. El contexto económico impide pensar en el inicio de una república socialista o bolivariana (ni Venezuela lo consiguió, por cierto); el país seguirá dentro del capitalismo con una pretendida mayor rectoría del Estado en términos económicos y de incidencia en la distribución de la riqueza. López Obrador es un nacionalista antes que un latinoamericanista, su mirada está un tanto ensimismada hacia dentro de México (de ahí sus declaraciones de que se reducirán los viajes al extranjero del Presidente) más que en tejer alianzas en el plano internacional.
          La oposición de los Estados Unidos es de distinta naturaleza en ambos casos. Allende enfrentó a la CIA en los mejores momentos de Kissinger y de los operativos "quirúrgicos" de la guerra económica y de baja intensidad; AMLO llega cauteloso al encuentro de Trump cuya máxima preocupación es la protección de sus fronteras, el rechazo beligerante de la migración hacia el Norte y la cancelación de los acuerdos de libre comercio. El enfrentamiento de Allende con los norteamericanos llevaría, a la larga, al golpe de Estado en 1973 (ese otro 11 de septiembre) y a su muerte durante la defensa del palacio presidencial. En México, quizá derive en una guerra comercial no deseada y en un endurecimiento de las políticas migratorias en la frontera.
          En fin. Que por donde se vea, el camino que afronta el nuevo gobierno de la república no está empedrado ni desbrozado por completo. Sólo esperemos que el final no sea otra similitud; que la violencia interna o externa no requiera de aparecer para manifestar su desacuerdo. En aquel entonces la lucha contra el comunismo justificó el asalto al Palacio de La Moneda, que en estos días la guerra contra el narco o el terrorismo no justifiquen el ataque al, según parece, rehabilitado Palacio Nacional. Salud y esperanza.

lunes, julio 02, 2018

Todo parece igual, pero no


En 1988 tenía doce años. Fue el año de la fractura del PRI. Cuauhtémoc Cárdenas encabezaba la oposición al candidato oficial, Carlos Salinas de Gortari. Recuerdo que en aquellos días me interesó la elección por una razón, ingenua quizá, pero que reflejaba el triunfo de la educación de la historia oficial: era hijo del Tata. Dentro del imaginario nacional, Lázaro Cárdenas era reconocido como uno de los mejores presidentes que México había tenido. De hecho era tabla rasa con respecto de lo que implicó posteriormente el régimen revolucionario. En ese entonces no sabía, no podía saber,  que Cárdenas fue el responsable de construir la maquinaria corporativa que después sería la aplanadora electoral del PRI. Pero, con doce años y con los referentes que tenía, Cuauhtémoc Cárdenas era una opción a una sociedad que comenzaba a hacerse consciente de un empobrecimiento que alimentaba de manera continua y creciente la imposibilidad de sobrevivir en el entorno inmediato. Fueron años de migraciones internas intensivas (del campo a las ciudades) y el inicio del exilio masivo hacia los Estados Unidos.
          Recuerdo que en la madrugada siguiente cazaba, en un antiguo radio de transistores que mi padre nos había dado a mi hermano y a mí para tenerlo en nuestro cuarto, alguna estación de radio que diera noticia de quién había ganado las elecciones. Por fin, entre la estática de la amplitud modulada, se escuchó un reporte noticioso: contra todos los pronósticos, Cárdenas había perdido las elecciones; Carlos Salinas de Gortari se convertía así en el presidente que continuaría con las políticas de ajuste que el FMI y el BM habían echado a andar en la mayoría de los países latinoamericanos. Recuerdo la desazón. La tristeza. Aún en la ingenuidad de la adolescencia entendí que algo se había quebrado en la vida de nuestra república.
          Después, ya como ciudadano con derechos de elección, se me hizo costumbre votar a los candidatos con los cuales compartía más elementos de comprensión de la realidad nacional. En 1994, en plena efervescencia zapatista, voté por Cárdenas nuevamente, quien fue derrotado por el discurso del miedo que llevó a Ernesto Zedillo a la silla; en 2000, volví a votar por Cárdenas, en su campaña más desangelada e improbable, fue derrotado por un ocurrente y demagogo Vicente Fox, quien no supo responder a las expectativas que despertó el proceso de alternancia partidista.
          En 2006 vino el fraude electoral que le propinaba su primera derrota a Andrés Manuel López Obrador, un personaje que había demostrado vocación de hacer las cosas distintas desde el gobierno de la Ciudad de México. En 2006 se repitió la sensación que me había embargado dieciocho años antes, frente a aquel radio de transistores. Se había perdido una oportunidad histórica de que la alternancia de izquierda (o lo que se concibe como tal en nuestro país) tuviera la oportunidad de administrar una sociedad que reflejaba síntomas terribles de desigualdad, corrupción e injusticia. A esos males históricos, Felipe Calderón le añadió la muerte masiva de ciudadanos que cayeron en una guerra que buscaba la legitimación de un presidente a quien la mayoría de los mexicanos no queríamos.
          2012 fue una elección parecida a la del 2000. Voté por segunda vez a Andrés Manuel López Obrador con las mismas esperanzas que en aquel año de entresiglos, a sabiendas de que la derrota era más probable que la victoria. Y así ocurrió. El triunfo de Enrique Peña Nieto y su arribo a la presidencia agravó los problemas del país: corrupción galopante y cínica, impunidad rampante, crecimiento exponencial de las muertes asociadas al crimen organizado y normalización de términos como el de "desaparecidos" o "feminicidio".
          Estamos en 2018. Andrés Manuel López Obrador obtiene, según proyecciones oficiales, 53% de los votos emitidos en una de las elecciones más concurridas en la historia reciente del país. Es un índice de votación a favor y de consenso con respecto del fracaso del sistema vigente hasta el momento que no se esperaba casi por nadie. Quizá sólo por sus seguidores más entusiastas, que en muchos casos son también los más desesperados por su propia situación individual o familiar. Es difícil creerlo. La sensación es de júbilo y entusiasmo, pero también de compromiso con respecto de lo que el futuro reclamará a quienes han hecho posible tal hecho.
          A la mañana siguiente sólo puedo pensar en ese adolescente de 1988 que no podía creer que el sistema "se hubiera caído" y que la posibilidad de alternancia se retrasara por décadas. Me gustaría viajar en el tiempo y susurrarle al oído: llegará el tiempo, no todo está perdido. Hoy es el tiempo.

martes, junio 26, 2018

Resistencia, resiliencia, humanidad


Una de las peores costumbres que adopté casi de manera inconsciente fue la siesta vespertina de los lunes. ¿Por qué los lunes? No sé, porque es el día que puedo, porque Laura está en la casa y siento que he sido relevado de la guardia, porque me da envidia la vocación que Momo tiene para hacerlo, en fin. El caso es que los lunes, alrededor de las 18 hrs., me permito una siesta. Es el error/horror del lunes. Les explicaré por qué.
          Durante mucho tiempo de mi vida fui un ser nocturno. Me levantaba relativamente tarde (9-10 de la mañana) y podía tener, aparte de mi jornada laboral obligatoria, sesiones de trabajo que culminaban a las dos o tres de la mañana. Algunas veces, recuerdo por ejemplo la escritura de una novela que después ganaría un premio nacional, pasé la noche en vela casi sin darme cuenta.
          Sin embargo, después vino la lumbalgia y la necesidad tremenda de ejercitar un cuerpo que no se había ejercitado al menos los diez años anteriores. El médico recomendó la natación y he aquí que me enrolé en clases de esa disciplina (no sabía nadar) a las cinco de la mañana. De tal forma, conseguí mantener durante algún tiempo los hábitos nocturnos, con un poco menos de alcohol y desenfreno, pero con mayor conciencia de que al día siguiente levantarme sería una proeza.
          Después vino algo contra lo que no pude luchar: la biología. Conforme pasa el tiempo uno se cansa de manera más fácil. Recuerda con nostalgia los días en los cuales casi nada importaba. En fin, que me convertí en un ser de seis-siete horas de sueño. Y esas horas comenzaban, por lo regular, a las 10-11 de la noche.
          Pero comencé hablando de mi siesta de ayer. Me quedé dormido como a las seis de la tarde y desperté como a las diez. Y lo malo de las siestas es que si despiertas, tu cuerpo cree que has concluido con el ciclo del sueño del día, ¡y ya no se quiere dormir! Comienza entonces una lucha entre intentar dormir y tu cuerpo que desconfía de tu deseo de seguir durmiendo. ¿Qué hice? Prendí la tele. Puse Netflix y, sin siquiera vagabundear por las opciones, le di play a un show cuya descripción me pareció en suma atractiva (cosa rara, porque las descripciones de Netflix apestan, tema para otro post): Nanette de Hanna Gadsby.
          En México, creo y más allá de círculos especializados y hipe, es una desconocida. No tiene el impacto mediático que tiene un Jerry Seinfeld o un Eddie Murphy. Lo cual se explica en parte por lo que dice en algún momento de su stand up. Una de las cosas que se aprenden (qué palabra tan ruda cuando se une a la idea de un espectáculo de risas y desmadre) es que el stand up puede ser, también, otras cosas.
          Pa' pronto: el espectáculo de Gadsby es una cosa impresionante que no me esperaba. Es un manifiesto en una época en donde los manifiestos están extintos (o enarbolados de manera irónica). Es un discurso que ya lo quisieran varios motivadores exitosísimos de las Ted Talks. Es una carretera de mil bifurcaciones. Hay humor, hay ira, hay militancia, hay vulnerabilidad, hay confrontación, hay humanidad.
          Es imposible verla-escucharla y no sentir que un terremoto nos ha sacudido. Disculpas para los chilangos para quienes la referencia a un terremoto siempre es complicada. Pero así es. Hay algo de estremecedor en el discurso de la australiana. Y es algo que no se relaciona con la militancia machacona o repetidora de consignas. Hay un desvelamiento de la manera en cómo, desde la primera persona y despojada de victimización, se asume una crítica a la sociedad que engendra basura como la misoginia, la homofobia, el clasismo, el racismo y el sentimiento de superioridad por pertenecer a algún grupo privilegiado.
          La forma es una de las más atractivas que se pueda uno encontrar entre el universo de contenidos que hoy saturan el espacio extendido de la televisión y los medios masivos en general. Gadsby se da tiempo de hacer teoría de la comedia: los chistes tienen dos partes: tensión y remate. El comediante genera tensión creciente y, cuando siente que es suficiente, la libera con un remate humorístico. La punch line todopoderosa. Pero se hace una pregunta: ¿qué pasa si la tensión no se libera? ¿Qué ocurre si esa tensión anida en el espectador y lo obliga a pensar a partir de su expectativa traicionada?
          Y es lo que hace. Lo que comienza con una autocrítica a cómo ha construido su carrera como comediante se convierte en uno de los discursos más poderosos que me ha tocado atestiguar. Un caballo de Troya casi perfecto.
          Paro de describir, mejor los invito a que busquen el show y lo vean, lo escuchen, lo reflexionen y lo asimilen con la atención que merece. Dejo acá algunas sentencias del mismo, para que se animen.

* “Construí mi carrera con base en chistes de autodesprecio y no quiero seguir haciéndolo, porque ¿entienden qué significa el autodesprecio para alguien que ya está marginada? No es humildad, es humillación. Hablo mal de mí misma para poder hablar, para poder pedir permiso para hablar, y ya no volveré a hacerlo. Ni a mí ni a nadie que se identifique conmigo”. 
          * “No hay nadie más fuerte que una mujer rota que se ha reconstruido”. 
          * “Que nos quiten el poder no destruye nuestra humanidad. Nuestra resiliencia es nuestra humanidad”. 
          * “Toda esta idea romántica de las enfermedades mentales es ridícula. No es un boleto hacia la genialidad, es un boleto a ninguna parte”. 
          * “No permitiré que mi historia sea destruida. Lo que hubiera dado por escuchar una historia como la mía. No por culpa, ni por reputación, dinero ni poder, sino para sentirme menos sola, para sentirme conectada”. 
          * “Creo que podríamos crear un mundo mejor si aprendiéramos a verlo desde todas las perspectivas, desde tantas perspectivas como nos sea posible”. 
          * “Rendirse sin romperse, eso es una fortaleza increíble”. 
          * “Estoy enojada y creo que estoy en todo mi derecho de estarlo, pero de lo que no tengo derecho es de esparcir ese enojo, porque el enojo, como la risa, puede conectar como ninguna otra cosa a un grupo de extraños”. 
          * “La diversidad es fortaleza, las diferencias son maestros. Si tememos a lo diferente no aprendemos nada”. 
          * “Creemos que es más importante tener la razón que apelar a la humanidad de la gente con la que no estamos de acuerdo”. 
          * "La historia del arte occidental es la historia del hombre pintando mujeres como si fueran floreros de carne para sus flores de pene”. 
          * “¿Saben quién solía ser un remate fácil [para los chistes]? Mónica Lewinsky. Tal vez si los comediantes hubieran hecho bien su trabajo y se hubieran burlado del hombre que abusó de su poder, quizá ahora tendríamos en la Casa Blanca a una mujer de mediana edad con la experiencia adecuada, en vez de tener a un hombre que admitió abiertamente haber abusado de mujeres jóvenes solo porque podía”. 
          * “La ira es tensión. Es una tensión tóxica y contagiosa. No sirve más que para diseminar un odio cegador. Que yo pueda posicionarme como una víctima no significa que mi ira sea más constructiva. Nunca es constructiva”. 
          * “Los únicos que pierden la humanidad son aquellos que creen que tienen el derecho de quitarle el poder a otro ser humano. Ellos son los débiles”.

 

 

lunes, junio 25, 2018

La academia memecrática



Una de las cosas que caracterizan la convivencia digital en nuestros días es la dinámica de comunicación propuesta por los memes. Más allá de la definición que alude a una forma de reproducción masiva de un contenido hasta que éste se vuelve viral, me quiero referir a una clase en particular: los memes humorísticos.
          El humor es una de las cosas que definen de manera evidente lo humano y lo relacionado con esto. Los mecanismos del humor han sido estudiados prácticamente desde la Antigüedad clásica y se han modificado, formalmente al menos, de manera radical conforme el tiempo sigue su curso.
          En la reproducción de los memes humorísticos estos aluden a múltiples mecanismos para conseguir su efecto: la hipérbole, el doble sentido, la correspondencia icónico-lingüística, la alusión a la cultura pop, la descontextualización de los referentes, la recontextualización, etc.
          Tal es la influencia y la penetración que tienen este tipo de expresiones comunicativas que se han convertido en una forma de construir discursos por sí mismos. El humor se agradece pero, muchas veces, lo que hay detrás de ese humor se convierte en algo que va más allá de la manifestación catártica del desacuerdo o de la revelación de lo oculto. O quizá, mejor dicho, no va más allá. El meme deviene objeto pedagógico.
          El meme como material didáctico sustituye en la referencia de los temas presentes en la opinión pública en determinado momento (lo que la neolengua de las redes sociales llama "el mame") al análisis crítico de la propuesta de información que se presenta. Y el chiste impresionista muda en "información con valor". Es decir, la reflexión sobre diversos temas se reducen al chiste que podemos hacer de sus efectos y sus causas, no al procesamiento crítico de lo que el chiste representa.
          Un meme sobre un político corrupto, por ejemplo, genera la risa instantánea, la catarsis al visualizar el chiste que se hace como una venganza por la afrenta que como representante público haya realizado. Sin embargo, la reacción es momentánea, quizá estentórea, pero que no genera más reflexión que la de un microsegundo, o el tiempo que dure la risa. Se comparte y asunto concluido.
          Las preguntas "¿Has leído tal cosa?", "¿O viste la noticia tal?" han sido sustituidas por ""¿Ya viste el meme de...?". Lo que nos importa es el humor, no lo que hay detrás del mensaje humorístico. Nos queremos reír, aunque sea de nosotros mismos, pero no queremos cuestionar lo que hay detrás del chiste. Alguien dijo que explicar (sobreinterpretar, definir) el chiste es matarlo. Así lo toman aquellos que son cuestionados acerca de la acción automática de compartir todos esos contenidos "chistosos" sin reflexionar sobre lo compartido. "Intensos" es un adjetivo que se adjudica a quien pretende explorar un poco tras el significado profundo del contenido humorístico. Nos hemos convertido en consumidores de significantes con referentes parciales e inmediatistas y, por desgracia, despojados de significados profundos.
          Una película de Mike Judge, ese genio irreverente de los años noventa, plantea una sociedad en donde el humor ha sido reducido al que se basa sólo en golpes en los genitales masculinos y gases ruidosos (Los Simpsons, un referente del humor crítico del periodo de entresiglos también ensayan esa cuestión). En esa cinta, Idiocracy (2006), los Oscares lo ganan películas cuyo principal mensaje es que un golpe en los huevos es lo más chistoso y "artístico" que se puede concebir. Y es ahí donde reside uno de los riesgos de apre(he)nder la realidad a partir de memes: si el humor se degrada como crítica, el resto de nuestras capacidades para explicar, exponer y expresar lo que pasa en el mundo sufre la misma suerte.
          Ojalá alguien pueda hacer un buen meme de esto que intento expresar aquí. Lo compartiré con mis contactos de Facebook.

jueves, junio 21, 2018

Retorno a lo básico

Resultado de imagen para Cabeza llena de ruido
Ayer un post de mi compa Rafael Villegas dio voz a algo que vengo pensando desde hace un rato: tengo (tenemos) la cabeza llena de ruido. La proliferación de contenidos y la saturación de estos nos ha convertido en seres atentos a miles de estímulos simultáneos que, a veces, no estamos dispuestos a reconocer o a atender siquiera.
          Hay una gran violencia en las redes sociales. La posibilidad de emitir opiniones a diestra y siniestra sobre una cantidad ingente de temas nos ha hecho hablar a lo pendejo de cosas que ignoramos profundamente. Como decía el que dijo: las opiniones son como los culos, todos tenemos uno. Y, a veces, esas opiniones son lo que sale normalmente por el culo.
          Durante mucho tiempo, más de diez años, este espacio fue un refugio y un canal para lanzar botellas al mar. Ese mar se llama internet. Y como los mares reales, hoy está lleno de islas que acumulan basura. De informaciones no pedidas. De opiniones que no se comparten por contravenir cosas fundamentales de lo que me define como ser humano, como latinoamericano, como mexicano, como usuario de internet: xenofobia, machismo, racismo, clasismo, intolerancia.
           Alguien publicó en redes sociales un meme que es un chiste efectivo porque desnuda una realidad de lo virtual contemporánea. Dice algo como: "Finalmente alguien ha diseñado un meme que no ofende a nadie" y enseguida se muestra un cuadro en blanco. La libertad de expresión es hoy una araña de múltiples patas. Y también venenosa. No se confundan: no estoy diciendo que hay que impedir que la gente diga lo que piensa; por el contrario, creo que se han hecho ya suficientes sacrificios como para echarlos en saco roto. Lo que intento decir es que cada vez hay más personas que creen que expresar lo que piensan equivale a emitir una verdad que deba ser asumidos por todos aquellos receptores de tal opinión. Cuando los disensos aparecen se nos revela otra verdad: no sabemos argumentar, no aprendimos a discutir, nos aterra dialogar, no concebimos la posibilidad de estar equivocados, no sabemos construir una sana convivencia que pueda alcanzar consensos.
          Que eso ya ocurría en la vida real, es cierto. Pero en ésta al menos teníamos la posibilidad de darle la vuelta a esas personas que nos repelían lo suficiente como para no vernos obligados a convivir con ellas. Pero en el mundo virtual, a veces, resulta imposible. Están ahí, al acecho. Esperan el momento adecuado para escupir, o al menos eso queda en mi imaginación cuando los leo, sus verdades incuestionables.
           ¿Se han dado cuenta de cómo, cuando escribimos una actualización  en Facebook, las actualizaciones de los demás estados siguen apareciendo sin pausa? ¿Se han percatado de cómo un video al que han dado play y después deciden abandonar para continuar explorando su línea de tiempo se coloca a un margen y se sigue reproduciendo? No hay pausa en ese vertiginoso laberinto de opiniones sin fin. No hay la posibilidad de respirar por un instante, pensar de manera detenida y sin demasiada interferencia lo que se quiere decir. La interferencia (el ruido, la saturación) está todo el tiempo presente y afecta, por supuesto, la calidad y el contenido de lo que se dice al final.
          Eso no ocurría en los blogs. Cuando escribía en la caja de texto de este blog no tenía toda esa marea de voces rodéandome y contándome cosas variadas sin orden ni sistema. Podía enfrentarme a un espacio en blanco en donde, con respiración pausada y repitiendo en mi cabeza dos veces lo que quería decir, lo escribía. Y la botella llegaba al destinatario. O a alguno que leía eso que había pensado sin interferencias simultáneas y opinaba después de leerlo.
         A algunos quizá esto les suene a lamento anacrónico. A una reedición de la pugna desnudada por Eco entre los apocalípticos y los integrados. Quizá algunos, recurriendo a su bagaje de memes, esté ensayando un "100tc señor" (no es raro, ni está mal, yo lo he hecho). Pero hoy he decidido que quizá de vez en cuando puedo permitirme una respiración pausada, una reflexión cuidadosa, un pensar más de una vez las cosas y venirla a escribir.
          Retorno al blog. Es una estancia de puertas abiertas. Aquí, como desde hace más de diez años, los espero. Respiren, tómense ese café sin prisas. Acepta este abrazo, quizá también, anacrón