viernes, junio 17, 2022

Blanca Luz Brum

 


Leo e investigo sobre otra cosa y me encuentro con la historia de una poeta que ha merecido una película y varios libros alrededor de su vida. Y en este sentido la noción de que su vida ha sido más importante que su obra se cumple. Su biografía da para crear una novela delirante en la que la verosimilitud sería cuestionada a cada trecho. Pero ya se ha visto innumerables veces que a la vida no le interesa mucho eso de ser verosímil. 

El personaje es Blanca Luz Brum. Poeta uruguaya asociada a las vanguardias de inicio del siglo XX como escritora de poesía y pintora. A los 16 años ingresó a un convento en Uruguay para tomar el hábito religioso, pero lo que vivió en los años siguientes a su fuga de ese sitio, de acuerdo a los parámetros sociales, estaría muy lejos de esa vocación asumida a temprana edad. Se fugó del convento en las ancas de una motocicleta conducida por otro poeta vanguardista, el futurista Juan Parra del Riego, quien se casaría con ella, enfermaría de tuberculosis y moriría justo cuando el hijo que tuvo con la religiosa arrepentida tenía apenas cinco años. 

Marchó a Lima, en donde se encontró con los abuelos del niño y en donde se integró a la vida bohemia de los vanguardistas y revolucionarios agrupados alrededor de la revista Amauta de José Carlos Mariátegui. Aparecería después en México, donde se casaría con el pintor David Alfaro Siqueiros, cuya agitada vida política le llevaría a salir huyendo del país para refugiarse en Buenos Aires en busca de asilo, después de ser acusado de participar en el asesinato de Leon Trostski. 

En Buenos Aires, el cónsul chileno que los ayuda, un joven Ricardo Reyes que después sería conocido como Pablo Neruda, se enamora de ella. Se habla de una disputa por estas razones con otro nombre conocido de las letras en español: Federico García Lorca. Las relaciones amorosas que sus biógrafos rastrean incluyen al futuro presidente Juan Domingo Perón, de quien además de amante fue jefa de prensa cuando era Secretario del Trabajo. 

La voz pública, que en su machismo censura en las mujeres lo que en los hombres celebra, la llamó “el colchón de América”. Aunque, como bien apunta uno de sus biógrafos, Miguel Albero: “Pero no hay que equivocarse, era ella quien elegía y no ellos, y lo hacía porque en el fondo era su manera de influir en las cosas, de estar en la acción; era una mujer de acción, libérrima, tremenda en sus opiniones, un personaje de una pieza que renegó de todos los países donde estuvo, que echaba pestes de las mujeres, porque su condición de mujer y de extranjera constituían los límites con los que se encontraba siempre”.

Incluso su muerte no elude la relación con lo literario. Terminaría sus días en la isla de Juan Fernández, el escenario en el cual Daniel Defoe ubica su novela neoclásica Robinson Crusoe. Al fallecer a los 80 años, fue sepultada en Viña del Mar. Su vida de alianza con los revolucionarios y figuras de la intelectualidad de izquierda, contrasta con sus últimos años en los que admiró la figura de Augusto Pinochet, por quien incluso fue condecorada. 

Escribió ocho libros que hoy casi nadie conoce. El documental de 2018, No viajaré escondida, de Pablo Hernán Zubizarreta, recupera testimonios sobre su vida. Aquí un ejemplo de lo que escribió: 

Poema Rojo

 Panait Istrati, ¡qué bien tu nombre

hecho de dos palabras tristes!

Extraviada a lo largo de los mares te advierto.

Tu hermana Kyralina cantándome al oído

como una balalaika

Caen sus mejillas tristes en mis manos abiertas.

Y un haiduk me acompaña

la mirada desierta.

Yo que estaba perdida en un espejo muerto,

sentí sobre mi carne

tu diente amargo y frío.

Trineos de la muerte recorren las estepas;

y hombres abandonados, sangran por la tierra.

Y te veo venir de la pocilga hedionda

donde niños exprimen pezones de miseria.


jueves, junio 16, 2022

Salgari en mi recuerdo

 

Cuando era niño, mientras bajo el filo del machete caían las hierbas, o se amontonaban las cañas secas de la milpa para su descomposición y posterior reintegración a la tierra, no era un hijo de campesino, no, era un pirata. Mi machete era un sable y la zona de roza el ejército de piratas enemigos. El sol pegaba duro, como en el mar, me imaginaba, y lo salado del sudor causado por el trabajo me parecían salpicaduras de olas.
          El causante de todo eso era Emilio Salgari. Cuando entré a la secundaria, un amigo a quien no le gustaba leer, pero que por algún extraño misterio poseía información de múltiples cosas, me enseñó la biblioteca pública. Y ahí me encontré con la colección “Sepan cuántos” de la editorial Porrúa. Entre varios de los títulos que había, estaban los relatos de Salgari. Y me sumergí en sus páginas, que es decir en sus territorios inhóspitos y en sus personajes completamente románticos y heroicos.
          Sandokan, el Corsario Negro, Yolanda, el Corsario Rojo, Cabeza de Piedra, el Capitán Tormenta y demás protagonistas de sagas salidas de su imaginación habitaron en mi mente durante mucho tiempo. Salgari escribía sobre países lejanos (México, el Caribe, Rusia, Malasia, África) aunque según sus biógrafos su experiencia viajera fue más bien mínima, por no decir inexistente. Pero su imaginación fue prodigiosa y me alcanzó entre esos campos de la sierra poblana. Era un animal de ficciones, escribió casi un centenar de novelas y numerosos relatos cortos.
          Leí en el más reciente libro de Rosa Montero la manera en cómo murió. El suicidio apurado por las deudas económicas y por la enfermedad mental de su esposa lo llevó a cometer el sepukku (harakiri) mientras pedía a sus editores, que lo habían explotado y vendido miles de sus libros, que se hicieran cargo de sus gastos funerarios. Su padre también se había suicidado. Y después de él lo hicieron dos de sus hijos. Una saga familiar marcada por esa muerte tremenda.
          En algún momento de mi vida quise ser Salgari. El Salgari que me había construido en mi mente: viajero por todos los rincones del mundo y narrador de las aventuras que acontecían ahí. Pero igual que él, por ejemplo, conocí el mar hasta mi juventud y años después la alergia me impediría gozar de la humedad y el sol de las playas.
          Es uno de los escritores que recuerdo con mayor cariño. Mi sable, ahora hecho de plumas rojas de corrección de texto, sigue derrotando villanos e inclementes buitres de mar.

lunes, junio 13, 2022

Inmovilidad, de Alejandro Paniagua





En Inmovilidad (Ediciones Periféricas, 2022), Alejandro Paniagua presenta un conjunto de 17 cuentos en donde la fantasía, la violencia, lo místico y lo poético aparecen por igual. El volumen incluye el relato “Equipaje” con el cual obtuvo el premio del Concurso Latinoamericano de Cuento “Edmundo Valadés”, ya de añeja tradición. En éste, los juguetes cobran un significado especial para un niño de la calle que tiene que utilizar su imaginación para sobrevivir en el contexto que le ha tocado y para asirse a un mundo en el que se acomoda mejor que a ese que denomina “realidad”. En esa deriva se encuentra también “Damián / David”, donde la muerte de un hijo desata una serie de alucinaciones dolorosas y que materializan el dolor por el hecho. Ese sufrimiento por la muerte de alguien cercano es también el motivo de “Voladora de Papantla”, en donde la figura del ritual místico hoy convertido en atractivo para turistas, se convierte en la alegoría para hacer presente el dolor por la hermana muerta. “Caleidoscopio” es un texto fantástico en donde la idea de religión exótica y de guía encarnado en la figura de un maestro, alcanza registros a la vez líricos y delirantes; una religión en donde las personas aprenden a convertirse en objetos y donde se requiere un sacrificio necesario. En “Arrebato infantil”, un niño escenifica con sus objetos de juego una tragedia familiar que ha marcado a todos los integrantes de la misma. “Pornografía I” contrapone la ansiedad al deseo, la inutilidad de las imágenes eróticas ante el dolor del alma. “Ram”, por mucho mi cuento preferido, es la historia de un trailero que comete un error que le cuesta perder a su familia, pero que, a partir de un encuentro con un vagabundo que le regala unas figuras religiosas, abre las posibilidades de recuperarla o de perderse para siempre. La voz femenina de “Árboles” confronta al padre que yace enfermo y a quien desea por igual su recuperación y su muerte. En “Dos jirafas” se mezcla lo repulsivo y lo esplendoroso, al igual que en los personajes que lo habitan. “Sentencia” narra la toma de justicia de dos familiares lastimados por la ausencia de la madre, un acto que, no obstante, no puede resarcir lo que reclama. “Kelvinator” aborda otra tragedia familiar, la muerte del hijo por un incendio que, quizás, pudo haberse evitado. “Pornografía II” es un cuadro cómico y absurdo acerca de la manera en cómo la tecnología ha modificado las costumbres del autoerotismo. En “Piedad” retorna la imaginación y la construcción de figuras alegóricas a través de los ojos de una niña para resistir la realidad que la circunda. “Dos sorpresas (Sr. Juárez)” es un cuento que comienza como una fábula de erotismo pedófilo, pero que concluye con una vuelta de tuerca interesante. “El sueño de una desahuciada” escenifica el momento de agonía y muerte de quien lo protagoniza. En “Ricardo III” (mención honorífica en el Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción) vemos desfilar ante nuestros ojos la abyección personificada en el célebre personaje de la tragedia de Shakespeare, pero cuya sobrevivencia transcurre a lo largo del tiempo y del espacio, más allá de la obra del Bardo y sus referencias históricas. Finalmente, “Globos (Sra. Juárez)” es otro cuadro de erotismo extraño que desnuda la convicción de infelicidad de quien protagoniza el, en apariencia, ilógico encuentro.
Es un conjunto bien equilibrado de historias cuya virtud radica en la capacidad que tiene el autor para generar cadenas de metáforas e imágenes literarias en contextos en apariencia no aptos para esas elucubraciones; hay quizás un poco de engolosinamiento en este recurso, pero visto en conjunto, no desentona con la propuesta que Paniagua nos ofrece.

Calla y escucha. Ensayos sobre música: de Bach a los Beatles, de Eduardo Huchín Sosa

 

En Calla y escucha. Ensayos sobre música: de Bach a los Beatles (Turner, 2022), Eduardo Huchín Sosa elabora una serie de reflexiones acerca de cuestiones musicales que abordan diversos aspectos asociados con el tema: la noción del conocimiento musical y lo que esta idea implica (¿qué quiere decir “saber de música”?); la relación que la música tiene con lo visual y cómo esto interviene en la manera en cómo nos acercamos a lo auditivo desde lo mediado por otro de nuestros sentidos que no es el oído (y que incluye por igual la cultura derivada de los videos musicales en MTV, como la experiencia afincada en “ver un concierto” y a quienes lo ejecutan); la revisión de la obra de uno de los máximos ídolos de América Latina, Les Luthiers, al analizar los puentes entre música culta y humor (¿qué es lo que nos hace reír en la narrativa construida alrededor de lo musical: la música en sí o aquello a lo cual alude en diversos niveles?); la manera en cómo la vanguardia, la música de cámara y el pop convergen de maneras misteriosas (y en donde cabe por igual tomar de pretexto el trabajo de The Beatles en el estudio después de renunciar a dar conciertos, la escena final de Back to the Future, John Cage con su propuesta de oír el silencio y Elvis Presley como construcción comercial de la síntesis de lo blanco y lo negro cultural norteamericano); la lista de trabajos y condiciones de los mismos a partir de los cuales muchos creadores consiguen sobrevivir a lo largo del mundo y la historia (¿se puede vivir de la música, es sólo un hobbie, quién paga por las creaciones de otro, el talento puede ser también una condena, se puede tasar el precio del arte?); la revisión de la vida y obra de Francisco Gabilondo Soler, “Cri-Cri”, así como las penurias económicas y el pensamiento casi de cuáquero en donde la meritocracia debía ser la forma de organizar la sociedad y los merecimientos de cada quien; un acercamiento más que interesante a la relación entre música y religión, desde el abordaje del pop teatral de las puestas en escena musicales hasta el camino histórico que hunde sus raíces en los spiritual, el gospel y la música sacra de Occidente.
Respaldado en una investigación abundante, cuidadosa y tratada con rigurosidad, Huchín se permite una profundidad que no existía en sus trabajos previos (los cuales no desmerecen en lo absoluto, sólo los pone en otro registro); esa profundidad, no obstante, no implica la renuncia al ejercicio de la nota humorística, la arqueología de lo risible y la cita desternillante, como la que abre el volumen y le da título: “–¿Has oído el canto de la trucha? / –No. / –Pues calla y escucha. [Se echa un pedo.]”, anécdota atribuida a Mozart, probablemente. He disfrutado mucho de esta lectura y me ha puesto a pensar sobre cuestiones que muchas veces damos por hecho al hablar sobre música o al pensar en los conocimientos que creemos tener con respecto del tema. Ojalá se animen a echarle ojo (y oído).

Ver menos

El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero

 

En El peligro de estar cuerda (Planeta, 2022), Rosa Montero explora algunas cuestiones que relacionan la idea de la creatividad con la locura. A través de las páginas y de una prosa entretenida e íntima, la autora aborda cuestiones como las enfermedades mentales, la depresión, la ansiedad y el suicidio. Todo esto a la par de la descripción de las vidas de escritores famosos, y otros no tanto, que vivieron en carne propia la duda acerca de su propia cordura. Nombres como los de Silvia Plath, Doris Lessing, Ernest Hemingway, Alda Merini, Friedrich Nietszche y muchos más aparecen acompañados de reflexiones en las cuales Montero acerca al lector a facetas parcialmente desconocidas de algunos de los grandes nombres de la literatura y que los desnuda en aspectos dolorosos de su humanidad. Todo ello aderezado con una trama paralela en donde la autora narra una serie de anécdotas sobre una mujer que a lo largo de varias décadas se hizo pasar por ella en diversas ciudades del mundo. Un libro ameno, interesante, lleno de detalles que animan la lectura y la reflexión acerca de la propia fragilidad y finitud. Muy recomendable.

Un lugar seguro, de Olivia Teroba

 

Un libro de textos que bordean las características de varios géneros: el ensayo, el testimonio, la crónica. En este volumen, Olivia Teroba aborda diversos temas como la cotidianidad de lo femenino, la vida en las ciudades del interior de México (con énfasis en Tlaxcala, su ciudad natal), las relaciones familiares, la necesidad/experiencia de la memoria, la construcción de espacios no físicos que sean remansos para espíritus agotados por lo que implica vivir en estos tiempos turbulentos. Con un estilo fragmentario y haciendo honor al nombre de la colección a la cual pertenece este libro, la prosa sencilla y transparente de la autora no tiene mayor pretensión que la de transmitir un mensaje de manera clara y en búsqueda y expresión de la empatía por parte de sus lectores. Una lectura que se disfruta y deja con ganas de seguir el proceso creativo de esta joven escritora.