lunes, junio 13, 2022

Inmovilidad, de Alejandro Paniagua





En Inmovilidad (Ediciones Periféricas, 2022), Alejandro Paniagua presenta un conjunto de 17 cuentos en donde la fantasía, la violencia, lo místico y lo poético aparecen por igual. El volumen incluye el relato “Equipaje” con el cual obtuvo el premio del Concurso Latinoamericano de Cuento “Edmundo Valadés”, ya de añeja tradición. En éste, los juguetes cobran un significado especial para un niño de la calle que tiene que utilizar su imaginación para sobrevivir en el contexto que le ha tocado y para asirse a un mundo en el que se acomoda mejor que a ese que denomina “realidad”. En esa deriva se encuentra también “Damián / David”, donde la muerte de un hijo desata una serie de alucinaciones dolorosas y que materializan el dolor por el hecho. Ese sufrimiento por la muerte de alguien cercano es también el motivo de “Voladora de Papantla”, en donde la figura del ritual místico hoy convertido en atractivo para turistas, se convierte en la alegoría para hacer presente el dolor por la hermana muerta. “Caleidoscopio” es un texto fantástico en donde la idea de religión exótica y de guía encarnado en la figura de un maestro, alcanza registros a la vez líricos y delirantes; una religión en donde las personas aprenden a convertirse en objetos y donde se requiere un sacrificio necesario. En “Arrebato infantil”, un niño escenifica con sus objetos de juego una tragedia familiar que ha marcado a todos los integrantes de la misma. “Pornografía I” contrapone la ansiedad al deseo, la inutilidad de las imágenes eróticas ante el dolor del alma. “Ram”, por mucho mi cuento preferido, es la historia de un trailero que comete un error que le cuesta perder a su familia, pero que, a partir de un encuentro con un vagabundo que le regala unas figuras religiosas, abre las posibilidades de recuperarla o de perderse para siempre. La voz femenina de “Árboles” confronta al padre que yace enfermo y a quien desea por igual su recuperación y su muerte. En “Dos jirafas” se mezcla lo repulsivo y lo esplendoroso, al igual que en los personajes que lo habitan. “Sentencia” narra la toma de justicia de dos familiares lastimados por la ausencia de la madre, un acto que, no obstante, no puede resarcir lo que reclama. “Kelvinator” aborda otra tragedia familiar, la muerte del hijo por un incendio que, quizás, pudo haberse evitado. “Pornografía II” es un cuadro cómico y absurdo acerca de la manera en cómo la tecnología ha modificado las costumbres del autoerotismo. En “Piedad” retorna la imaginación y la construcción de figuras alegóricas a través de los ojos de una niña para resistir la realidad que la circunda. “Dos sorpresas (Sr. Juárez)” es un cuento que comienza como una fábula de erotismo pedófilo, pero que concluye con una vuelta de tuerca interesante. “El sueño de una desahuciada” escenifica el momento de agonía y muerte de quien lo protagoniza. En “Ricardo III” (mención honorífica en el Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción) vemos desfilar ante nuestros ojos la abyección personificada en el célebre personaje de la tragedia de Shakespeare, pero cuya sobrevivencia transcurre a lo largo del tiempo y del espacio, más allá de la obra del Bardo y sus referencias históricas. Finalmente, “Globos (Sra. Juárez)” es otro cuadro de erotismo extraño que desnuda la convicción de infelicidad de quien protagoniza el, en apariencia, ilógico encuentro.
Es un conjunto bien equilibrado de historias cuya virtud radica en la capacidad que tiene el autor para generar cadenas de metáforas e imágenes literarias en contextos en apariencia no aptos para esas elucubraciones; hay quizás un poco de engolosinamiento en este recurso, pero visto en conjunto, no desentona con la propuesta que Paniagua nos ofrece.

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