martes, marzo 09, 2010

Estar preparado...


He estado leyendo un poco acerca de los procesos de independencia y de la revolución de México. Las que iniciaron en 1810 y 1910, respectivamente. Lo anterior porque me han encargado un textito que reflexione acerca de estos dos procesos y los ecos que pueden seguir resonando hasta el día de hoy. Sin embargo, me queda una cosa clara: es difícil enfrentarse a la propia historia nacional sin sentir que se está traicionando la memoria de lo que no se dice. Porque se desconoce o porque no cabe. Quiero decir, está muy cabrón ponerse a soltar netas que pueden ser refutadas con relativa facilidad. Y ahí radica mi resistencia para iniciar la escritura. Sigo leyendo, aunque sé que no podré cubrir todas las lecturas que quiero, ni podré plantear todas las perspectivas posibles, pero lo intento.
          Hasta hace relativo poco tiempo pensaba que escribiría cuando estuviera preparado. Cuando tuviera una visión alimentada por múltiples versiones, cuando pudiera decir algo interesante y no solamente refritear lo dicho por otro. Pero ya me di cuenta, también, que ese momento no va a llegar. Que uno nunca está preparado para plantear tópicos incuestionables y que el hecho de que el primero que cuestione los dichos puestos sobre el papel sea uno mismo, probablemente sea indicio de salud mental. Crítica y autocrítica dicen que se llama.
          Pero bueno, que he decidido pegarle a la tecla y vamos viendo qué es lo que sale. Si descubro alguna neta difícilmente cuestionable, les aviso.

viernes, marzo 05, 2010

¡¡Felicidades!!


Y la felicitación es extensiva a todos los habitantes de este país en donde, a veces, se vislumbra la posibilidad de una sociedad más igualitaria. En donde todos tengan los mismos derechos. En donde la posibilidad deje de serlo. Donde los sueños, aunque sea de unos cuantos, puedan volverse realidad.

Los requisitos para contraer matrimonio en la ciudad de México son, entre otros, acta de nacimiento original de ambos contrayentes, análisis y certificado médico prenupciales.

El gobierno capitalino cumplirá la ley al aplicar las reformas a los códigos Civil y de Procedimientos Civiles del Distrito Federal, que permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo y que entraron en vigor este jueves, aseguró su titular, Marcelo Ebrard Casaubón.

El mandatario local comentó que se han tomado muchas medidas para garantizar que los jueces responsables de recibir las solicitudes de casamiento civil se encuentren preparados. [Seguir leyendo aquí]

miércoles, marzo 03, 2010

Un verdadero hombre de Estado


Hoy José Mújica se convirtió en presidente de los uruguayos. Llega con buen apoyo y con la misión de continuar la obra de Tabaré Vázquez y el proyecto del Frente Amplio. Al leer su discurso de toma de posesión no pude evitar sentirme envidioso. De los uruguayos y de su presidente. Con una familiaridad singular, Mújica describe los ejes de su gobierno y reconoce los errores cometidos. Hay partes tremendas que nunca podrían ser leídas por un político mexicano en voz alta sin que sonaran a cinismo. Acá algunos fragmentos del discurso, quienes quieran leerlo completo, pueden hacerlo aquí.
[...] "Electo" me advierte que no me distraiga y recuerde que estoy mandatado para la tarea. No en vano, el otro sobrenombre de los presidentes es "mandatario". Primer mandatario, si se quiere, pero mandado por otros, no por sí mismo. Con mejores palabras y más solemnidad, esto es lo que la constitución establece. La Constitución es un marco, una guía, un contrato, un límite que encuadra a los gobiernos. Ese es su propósito principal. Pero es también un programa, que nos ordena cómo comportarnos, en cuestiones que tienen que ver con la esencia de la vida social. Por ejemplo, nos manda literalmente evitar que las cárceles sean instrumentos de mortificación. O nos dice NO reconocer ninguna diferencia de raza, género o color. ¡Cuánta deuda tenemos aún con la constitución! ¡Con qué naturalidad la desobedecemos! No está de más recordarlo hoy, un día en que nos enorgullecemos de estar aplicando las reglas con todo rigor y detalle. Pondremos todo nuestro empeño en cumplir los mandatos constitucionales. En cumplir los que aluden a las formas de organización política del país, por supuesto Y también en cumplir los enunciados constitucionales que describen la ética social que la nación quiere darse. [...]
[...]En Uruguay, todos los partidos políticos son socialmente heterogéneos. Pero los partidos tienen fracciones, y las fracciones tienen acentos sociales. Pero aún en el caso de las fracciones más específicamente representativas de sectores, el mandato de sus votantes no es el de atropellar ciegamente para conquistar territorio. Hace rato que todos aprendimos que las batallas por el todo o nada, son el mejor camino para que nada cambie y para que todo se estanque. Queremos una vida política orientada a la concertación y a la suma, porque de verdad queremos transformar la realidad. De verdad queremos terminar con la indigencia. De verdad queremos que la gente tenga trabajo. De verdad queremos seguridad para la vida cotidiana. De verdad queremos salud y previsión social bien humanas. Nada de esto se consigue a los gritos. Basta mirar a los países que están adelante en estas materias y se verá que la mayor parte de ellos tienen una vida política serena. Con poca épica, pocos héroes y pocos villanos. Más bien, tienen políticos que son honrados artesanos de la construcción. Nosotros queremos transformaciones y avances de verdad.[...]
[...]Después de 100 años, al fin, ya no hay partidos predestinados a ganar y partidos predestinados a perder. Esa fue la dura lección que los lemas tradicionales recibieron en los últimos años. El país les advirtió que no eran tan diferentes entre sí como pretendían, que sus prácticas y estilos se parecían demasiado y que se necesitaban nuevos jugadores, para que el sistema recuperara una saludable tensión competitiva. Por su parte el Frente Amplio, eterno desafiante y ahora transitorio campeón, tuvo que aceptar duras lecciones, no ya de los votantes sino de la realidad. Descubrimos que gobernar era bastante más difícil de lo que pensábamos, que los recursos fiscales son finitos y las demandas sociales infinitas, que la burocracia tiene vida propia, que la macroeconomía tiene reglas ingratas pero obligatorias. Y hasta tuvimos que aprender, con mucho dolor, y con vergüenza, que no toda nuestra gente era inmune a la corrupción. Estos últimos años han sido entonces de intenso aprendizaje para todos los actores políticos. [...]
[...] Sin pretensiones de verdad absoluta, hemos dicho que deberíamos empezar por 4 asuntos: educación, energía, medio ambiente y seguridad. Permítanme un pequeño subrayado: educación, educación, educación. Y otra vez, educación. Los gobernantes deberíamos ser obligados todas las mañanas a llenar planas, como en la escuela, escribiendo 100 veces, "debo ocuparme de la educación". Por que allí se anticipa el rostro de la sociedad que vendrá. De la educación dependen buena parte de las potencialidades productivas de un país. Pero también depende la futura aptitud de nuestra gente para la convivencia cotidiana. [...]
[...]La seguridad ciudadana, es el último tema que estamos proponiendo abordar, de inmediato, en régimen de políticas de estado. No lo incluiríamos, si sólo se tratara de mejorar la lucha contra una aumentada delincuencia tradicional. Creemos, que no sólo estamos frente a un escenario de números crecientes, sino ante transformaciones cualitativas. Ahora tenemos drogas, como la pasta base, de muy bajo costo, que no sólo destruyen al adicto sino que lo inducen a la violencia. Y tenemos mafias enriquecidas, con amplia capacidad de generar corrupción en la policía. Y tenemos operadores del narcotráfico internacional, que usan el país para el tránsito, la distribución y el lavado de dinero. Aún, somos una sociedad tranquila y relativamente segura. Pero lo peor que podríamos hacer, es subestimar la amenaza. La sociedad ha levantado el asunto a los primeros lugares de la agenda pública y desde el sistema político tenemos que responder sin demora y a fondo.[...]
[...] En primer lugar, vamos a darle al país 5 años más de manejo profesional de la economía, para que la gente pueda trabajar tranquila, e invertir tranquila. Una macroeconomía prolija es un prerrequisito para todo lo demás. Seremos serios en la administración del gasto, serios en el manejo de los déficit, serios en la política monetaria y más que serios, perros, en la vigilancia del sistema financiero. Permítanme decirlo de una manera provocativa: vamos a ser ortodoxos en la macroeconomía. Lo que vamos a compensar largamente, siendo heterodoxos, innovadores y atrevidos, en otros aspectos. En particular, vamos a tener un estado activo, en el estímulo a lo que hemos llamado, el país agro inteligente. [...]
[...] Si el país fuera una ecuación, diría que la fórmula a intentar es agro + inteligencia + turismo + logística regional. Y punto. Esta, es nuestra gran ilusión. A mi juicio, la única gran ilusión disponible para el país. Por eso, no vamos a esperar de brazos cruzados que nos la traiga el destino o el mercado. Vamos a salir a buscarla con decisión. Pero también con seriedad. Apoyando sólo aquellas actividades, que una vez maduras, tengan verdadera chance de subsistir por sí mismas. No queremos repetir errores del pasado. En particular no queremos que nos vuelva a pasar lo que ocurrió entre los años 50 y 70, cuando la sociedad desperdició enormes recursos, en la quimera de industrias imposibles. [...]
[...] Y si vamos a ser proactivos en ciertas dimensiones de la economía productiva, vamos a ser el doble de proactivos en la búsqueda de una mayor equidad social. ¡Eso sí, que no vamos a esperarlo sentados! ¡Ahí sí, que no tenemos paciencia para esperar que la prosperidad resuelva sola las cosas. Tal como hizo el gobierno que termina, vamos a llevar el gasto social a los máximos posibles. Y vamos a sostener y profundizar los múltiples programas solidarios emprendidos en los últimos 5 años. Ya bajamos la indigencia a la mitad, pero aún queda un 2 % de la población en esa situación. El objetivo es terminar con esta vergüenza nacional, y que hasta el último de los habitantes del país, tenga sus necesidades básicas satisfechas, en los términos definidos por las Naciones Unidas. Pero con saciar las necesidades básicas no hacemos nada! Hoy, y después de años de prosperidad y de esfuerzo solidario, 1 de cada 5 uruguayos, sigue en condiciones de pobreza. Aún, si al país como conjunto, le sigue yendo bien, estamos amenazados en convertirnos en una sociedad que avanza a 2 velocidades: unos recogen los frutos de un crecimiento acelerado, otros - por retraso cultural y marginación - apenas los contemplan. No es justo, pero además es peligroso, porque no queremos un país que se luzca en las estadísticas, sino un país que sea bueno para vivir. Y no será bueno, si la prosperidad y el bienestar de una familia, se tiene que disfrutar con muros o alambres de púa. [...]
[...] Ya tenemos una computadora por niño y por maestro. Ahora vamos por una computadora por adolescente y por profesor. Y por conexión a Internet en todos los hogares. Si la educación es la vacuna, contra la pobreza del futuro, la vivienda es el remedio urgente para la pobreza de hoy. En primera instancia desplegaremos un abanico de iniciativas solidarias con la vivienda carenciada, DENTRO Y FUERA de los recursos presupuestales. Apelaremos al esfuerzo social. Vamos a demostrar que la sociedad tiene otras reservas de solidaridad que no están en el Estado. Me niego al escepticismo, sé que todos podemos hacer algo por los demás y que lo vamos a demostrar.[...]
[...]Pero hay un cambio menos visible, imposible de cuantificar, pero a mi juicio de gran importancia: el cambio en la autoestima, el cambio en la manera que nos percibimos a nosotros mismos y a los horizontes posibles. Nuestros modestos éxitos nos han hecho más ambiciosos y más inconformistas. ¡Bienvenido inconformismo! ¡Bienvenido el cuestionamiento de viejas certezas! Y en esta línea: BIENVENIDO EL PROFUNDO CUESTIONAMIENTO DEL ESTADO URUGUAYO. Del estado hacia adentro, como estructura, como organización, como prestador de servicios. El Uruguay se mantuvo al margen de los vientos privatizadores de los años 90. Es más, la sociedad recibió propuestas, las consideró y las rechazó explícitamente. Estuvimos entre los abanderados de ese rechazo y no nos arrepentimos.[...]
[...] Y con todo eso a la vista, tenemos que rediseñar el Estado. Todos sabemos que puede ser más eficiente y más barato. Esta reforma, no va ser en contra de los funcionarios sino con los funcionarios. Pero tampoco vale hacerse el distraído: el 90% de la eficacia del estado se juega en el desempeño de los funcionarios públicos. La sociedad uruguaya ha sido benévola con algunos de sus servidores públicos y casi cruel con otros. Ha permitido que, funciones sencillas, que no requieren esfuerzo ni preparación, se paguen en algunas oficinas 10 veces más de lo que recibe quien realiza un trabajo imprescindible y duro, como un policía o un maestro rural. Cuando estas asimetrías duran un tiempo, pueden considerarse errores o desaciertos. Cuando duran décadas, más bien parecen ser manifestaciones de una sociedad que se va volviendo cínica. Del mismo modo la sociedad uruguaya ha protegido a sus servidores públicos mucho más que a sus trabajadores privados. Recordemos que en la crisis del año 2002 y 2003, casi 200 mil personas perdieron su trabajo y ninguna fue un funcionario público. Se estima que otras 200 mil sufrieron rebajas en sus salarios, y todos fueron trabajadores privados.[...]
[...] Los latinoamericanos, un poco a los tumbos, estamos intentando construir mercados más grandes. ¡Pero como nos cuesta! Somos una familia balcanizada, que quiere juntarse, pero no puede. Hicimos, tal vez, muchos hermosos países, pero seguimos fracasando en hacer la Patria Grande. Por lo menos hasta ahora. No perdemos la esperanza, porque aún están vivos los sentimientos: desde el Río Bravo a las Malvinas vive una sola nación, la nación latino-americana. [...]

lunes, marzo 01, 2010

Guerra en el paraíso o la descripción constante de lo sumamente probable


In memoriam

[Escrito en 1997]

El libro se llama Guerra en el paraíso, el lugar en donde la acción se lleva a cabo es México, la sierra de Guerrero para ser exactos y el que escribe es Carlos Montemayor. A decir verdad, Montemayor es un autor relativamente desconocido para mí y las 378 páginas por las que recorren sus ideas a primera vista parecen francamente insondables. Sin embargo, el juicio de primera impresión pierde significado a medida que la lectura avanza; desde la primera mirada la atención parece centrarse de manera total en las páginas que con la misma frecuencia desaparecen para dar paso a una nueva y en ella a un universo que el autor entreteje de manera irreprochable.
          La acción comienza desde que la portada de la edición de Seix Barral presenta un cuadro por demás evocador, toques de surrealismo que nos señala la etérea ausencia de lo que, sin embargo, siempre está ahí. Zapatistas muertos II se llama el cuadro de Enrique Estrada que ilustra esta portada. Un tema que llama la atención por su vigencia y su presencia, tanto como el libro de Montemayor. ¿Un libro de guerrilla? ¿panfletario? ¿de protesta? ¿historicista? ¿militante? ¿disidente? ¿exagerado? ¿complaciente?; afortunadamente el texto esquiva todas las etiquetas que se le quieran colgar encima.
          Guerra en el paraíso se anuncia como una novela política (“La mejor novela política de estos años, que rescata una parte oscura de nuestra historia”, reza la portada), como entendiendo que política e historia se entrelazan en esa relación indisoluble en la que las decisiones políticas califican de manera determinante el destino de un pueblo entero. El libro explora poco a poco, minuciosamente, un pedazo de historia que la mayoría ignora, una historia que, al no figurar en los libros de texto oficiales se pierde en el mar inmenso de lo susceptible de ser olvidado.
          Aparece la figura bien dibujada por extensamente descrita de Lucio Cabañas, el guerrillero que a principio de los años setenta mantuvo en jaque al gobierno de Luis Echeverría, presidente en turno que con ese puesto ponía todo el empeño en hacer que los hechos sangrientos de octubre de 1968 se olvidaran. Olvido y ocultamiento, olvido del pasado que representaba la represión estudiantil y ocultamiento de la rebeldía que representaba el nuevo brote de resistencia campesina a la explotación lacerante y cada vez más grave sobre los pueblos campesinos del sureste del país.
          El libro abre con un antecedente importante de lo que ha significado en nuestro país la guerrilla; la persecusión y posterior asesinato de Genaro Vásquez Rojas y el levantamiento de Lucio Cabañas en la sierra de Guerrero. Un maestro rural que arenga a la multitud a no dejarse humillar por las autoridades, un personaje identificado con los necesitados y de los cuales recibe protección aún a costa de las vidas de aquellos que lo protegen.
          Escenas que se siguen unas a otras mostrándonos diversos rostros del revolucionario guerrerense. Montemayor nos presenta, a pesar de que en algunas parte su pasión se refleje de manera obsesiva, el retrato de un ser humano agobiado por la incertidumbre del destino. Soliloquios oníricos o internos que nos dan una imagen del guerrillero teniendo como fondo las montañas de Guerrero y la luna en el cielo, torturado por lo que debe hacerse y lo que debe dejar de hacerse. Diálogos inexistentes que cuestionan al propio Lucio a través de su vida personal por un lado, y la persecusión de la justicia por el otro. La sombra del pasado se va apoderando de la imagen del Lucio Cabañas guerrillero para convertirlo en un hombre de recuerdos y obsesiones.
          Montemayor dibuja la obsesión y la sed de justicia de una manera objetiva en tanto no deja de lado la experiencia que dentro de la realidad y en el pasado del guerrillero se ha ido formando como un proceso que, después de explorar varios caminos para lograr lo que busca, ha optado, por ser el único, seguir el camino de la rebelión armada. Momento importante el de la toma de esta decisión, en virtud de que la militancia comunista tiene un punto importante a raíz del triunfo apabullante de la Revolución Cubana, triunfo que se ve manchado por la intervención rusa en Checoslovaquia o por la posterior caída de Allende en Chile.
          Montemayor explora de manera sutil y se podría decir que casi superficial, la función que agrupaciones de filiación socialista tuvieron dentro de la guerrilla. Una relación tortuosa de acuerdo a sus consecuencias, teóricos del marxismo atorados ante la incredulidad de campesinos que dibujan, muy dentro de ellos, la figura de Lucio Cabañas como figura tutelar, patriarcal. La transformación del dirigente que muta de manera importante en un caudillo, el movimiento que toma el nombre del dirigente para hacerse notar; no es La Brigada Campesina de Ajusticiamiento o el Partido de los Pobres los que resisten las incursiones del ejército en la montaña, es la guerrilla de Lucio Cabañas la que se encuentra en medio de todo.
          Montemayor describe los métodos democráticos que anteceden a la toma de decisiones dentro de los poblados y las bases de apoyo de la guerrilla en donde, paradójicamente, Lucio se muestra como principal orador y a la vez preside los consejos en los cuales funge como juez y parte, extraña forma de entender la democracia. La vista de Lucio no como el que impone sus ideas o arrastra a los demás a sus planes, sino el Lucio que consensa todas las decisiones y argumenta las decisiones es la imagen que prevalece a lo largo del relato.
          Mención aparte merece la descripción de los actos que el ejército lleva a cabo para tratar de detener la insurrección en la montaña. Un retrato que, de este sí, no se duda su originalidad y veracidad. Descripción de torturas insufribles, violación de derechos humanos sin ton ni son, métodos utilizados de manera sistemática e indiscriminada contra personas que, de acuerdo al relato, deben de ser consideradas inocentes y totalmente ajenas al conflicto bélico.
          Los enfrentamientos son reseñados con el mismo colorido y realismo que tiene una buena escena cinematográfica, los diálogos ceden ante la descripción. Descripciones reiteradas, repetitivas, de acciones que tienen la misma naturaleza, parámetros de actuación estratégica militar de naturaleza idéntica en cada nuevo enfrentamiento.
          El relato de Montemayor pareciera quebrarse en el tiempo. Aparte de la evidente fragmentación temporal y espacial que la estructura de la novela presenta, a través de líneas o cambio de tipos de letra, existe una fragmentación temporal que pareciera ir dirigida al aspecto psicológico del lector. Mientras las acciones que ocurren en la montaña (ya con el senador Figueroa secuestrado) parecen congelarse y seguir el ritmo propio de la rutina, con paisajes que ya no tienen que ser imaginados por que están asimilados por completo y lluvias que se repiten tan constantemente que parecieran mojar hasta las letras sobre el papel; la actividad es febril por fuera, un movimiento del ejército que va ahogando lentamente a los guerrilleros a la vez que en la periferia y aún más allá (se habla de acciones que se llevan a cabo en otros estados y en la capital de la república) se muestra una actividad que compite en febrilidad con la que las hormigas realizan alrededor del agujero principal del hormiguero. El final es previsible y se espera de un momento a otro, por eso no sorprende sino que alivia, no porque la relación de hechos sea mala, sino porque la tensión aumenta a tal punto que el lector desea que ésta sea liberada.
          La descripción de los actores políticos es inmejorable, una presentación interminable de funcionarios que se ven entre sí como incompetententes pero necesarios unos a otros, decisiones políticas de carácter militar al más puro estilo porfirista ‘mátalos en caliente’, apariciones mesiánicas en busca de ganacias políticas. Un retrato minucioso de Rubén Figueroa que se hace despreciable por su actuación, por la traición a ultranza y por la incomprensión de un fenómeno social con trascendencias más allá de la política. Un dibujo que a veces parece patético y a veces digno de lástima, nunca digno, nunca apreciable.
          Una serie de dibujos, así se podría calificar al libro de Montemayor, dibujos que se mezclan entre sí formando un mural de la historia de México llena de verde, de rojo, de negro y de azul. Vegetación exhuberante, playas, olas encrespadas, aguas tranquilas e inmensas, uniformes militares, sangre corriendo al por mayor, trajes negros de políticos pálidos, ojeroso y excesivamente obesos, cielos llenos de nubes o de sol según la temporada, granos de café rojos asomado entre las hojas, ráfagas de metralleta, cafés pálidos de los manifiestos impresos en talleres clandestinos, dientes blancos de sonrisas, carnes quebradas de pies ensangrentados, brazos rotos, hijos muertos, carreteras que ofenden al bosque de manera grave, el dibujo de Cabañas, el de Cuenca Díaz, el de Gutiérrez Barrios, el de Echeverría, la figura pusilánime de Rubén Figueroa, etc.; todo dibujado sobre los mapas que miles de veces hemos observado en la escuela como una serie de líneas sin significado
          Un mural bien hecho, con un terminado agradable por su forma, pero horroroso por su contenido. Un mural de palabras de actualidad lacerante, en donde la sospecha renace molesta, punzante; en donde los pensamientos, como por instinto se dirigen a Chiapas y a lo que pueda o deba estar ocurriendo en esos lugares. Se piensa con horror en el eterno retorno como algo que no debe suceder más, la sombra de la muerte paseando en nuestro pensamiento como el temor de lo que es sumamente probable y a todas luces posible. La sombra se pasea y molesta, molesta porque sabemos que la guerra en el paraíso continúa sin que sepamos que pasa, suponiendo, siempre suponiendo.

Carlos Montemayor, Guerra en el paraíso, México, Seix Barral, 1997, 378 pp. (Colección Biblioteca Breve).