miércoles, septiembre 27, 2006

World Trade Center



Recuerdo una plática que tuve un día antes del 11 del septiembre de 2001 con un amigo del Posgrado de Estudios Latinoamericanos próximo a doctorarse. El tema, recurrente generacionalmente hablando, era el fin del mundo. Pero el fin del mundo en términos políticos y platicando específicamente sobre el papel que los Estados Unidos tenían (tienen) en el mundo contemporáneo.
          Pues total que al día siguiente, !zaz!, que se caen las torres. En ese entonces recuerdo que tomé el teléfono y le marqué a mi cuate para avisarle que el fin del mundo había comenzado. No estaba, se había ido a la universidad y parece que no se enteró sino mucho tiempo más tarde. No usa, ni ha usado (y jura que no usará) uno de esos artefactos diabólicos llamados celulares. No le dio importancia. No pasaba nada. Y tenía razón.
          Todo esto para mencionar la sensación que me despertó ver la nueva película de Oliver Stone, después de la malograda y mamoncísima Alexander y de la ideológicamente ambigua Entrevista con Castro, World Trade Center. Pasó exactamente lo mismo que con la caída de las torres. Lo que parecía que daba para más, resultó algo anecdótico. La película se mueve intermitentemente entre lo entretenido, lo patriotero, lo interesante, lo cómico involuntario y lo intrascendente. Por fin, y después de Leaving Las Vegas, Nicholas Cage regresa a actuar, y su actuación tiene que ver con no dejarse ver y con convertirse en el neurótico depresivo casi suicida que ha interpretado con harto éxito en filmes anteriores (remember Adaptation).
          La cinta es buena, a secas, con momentos sobresalientes, pero que difícilmente será recordada como una obra maestra. Lejos quedó la pirotecnia visual y narrativa de Natural Born Killers y de The Doors, a pesar de que en determinados momentos esas alucinaciones de casi al borde de la muerte reflejan algunas de estas manías del director. En fin que no se malgasta el boleto, pero sí se queda con la misma sensación: el de una llamada telefónica sin respuesta.

martes, septiembre 26, 2006

Los treinta

Estaba escribiendo en días pasados un ajuste de cuentas con mi entrada a la década de los treinta, pero me encontré una lista muy buena de Ruy Feben, que me hizo reconfigurar lo que quería decir en mis treinta años. Lo que hice fue otra lista, en abierto plagio y con conocimiento de caus, de las cosas de las que no hablo, pero que considero que son importantes. Utilicé la tercera persona por una cuestión supersticiosa. Van pues.

1.A los nueve años estrechó la mano del presidente de la república. En ese entonces era Miguel de la Madrid. Sin embargo, no hay ningún documento probatorio, ya que los miembros del Estado Mayor Presidencial no dejaron pasar ningún tipo de cámaras, “por seguridad”. Eso sí, prometieron mandar una copia a su casa. Hasta la fecha sigue esperando la dichosa fotografía.
          2.Cursó la primaria en cuatro años. De algo sirvió que su madre le enseñara a leer desde el kínder: sus compañeros siempre fueron más grande que él, por lo que solían madréarselo.
          3.Tuvo una crisis vital a los 19, otra a los 23 y la última a los 25. En ellas quiso: suicidarse, casarse y escribir cartas de disculpas a todas las mujeres que él creía había lastimado; consecutivamente. No hizo ninguna de las tres cosas.
          4.Su libro preferido es El principito, mismo que lee religiosamente al menos una vez por año y al que siempre le encuentra cosas ocultas y maravillosas.
          5.Fue una estrella de rock fracasado, primero por su baja capacidad vocal, y segundo por su falta de disciplina ensayística. Su único acercamiento fue un conjunto de rock-folcklórico-metal-guerrillero llamado Fetiches, que murió antes de nacer. Aparte tenía que dedicarse a algo que sí dejara “harto varo”. Iluso. Menso. Pendejo.
          6.Su amigos-amigos (ver post referente a tal cuestión) son escasos, entre ellos se cuentan: un mesero fisicoculturista exiliado en Miami, un periodista con vocación de administrador público desempleado, un escritor que no sabe que lo es y que trabaja en el Seguro Social, una escritora que vive de escribir y grita re-fuerte (en tono tinta o manchitas cibernéticas), un próximo doctor latinoameri-existencialista, un fotógrafo performancero y medio loco, un baterista que trabaja en un sótano rastreando el pasado inmediato, un prófugo del periodismo que compra unos vinos buenísimos, una mujer perdida entre su pasado personal y su futuro dibujado a pincelazos incompletos.
          7.Estudió un año completo en la Facultad de Ingeniería de la UNAM la carrera de Ingeniería en Telecomunicaciones. Abandonó y se pasó un año completo fingiendo que asistía a la escuela y, en lugar de eso, metiéndose a los diversos cineclubs de la Universidad Nacional.
          8.Durante dos años concursó en el premio de la revista Punto de partida sin resultados; pero al tercer año arrasó en tres géneros: cuento breve, crónica y ensayo.
          9.La canción con la que se le caen los calzones es “Entre caníbales” de Soda Stereo.
          10. Cree que Cantinflas es un mamón y Tin Tán la neta. Tiene programado en un futuro medio-cercano la redacción de un texto para darle forma a esos argumentos.
          11. Se salió de su casa a los 16. Su padre no lo comprendía y su madre lo defendía sin mucha convicción. Logró sobrevivir.
          12. Durante siete años cuidó una puerta por la que no pasaba nadie (y le pagaban por hacerlo); lo que le permitió leerse una cantidad grosera de libracos.
          13. Perdió la virginidad hasta los 19. Pero ha recuperado parte del tiempo perdido.
          14. El whisky lo pone mal. Se le baja la presión e imagina que el techo está más cerca de lo que parece.
          15. Ha llorado en varias películas sin pudor y con mocos sin sonar; a saber, Billy Elliot, Cinema Paradiso, Novecento, El círculo, entre un largo etcétera.
          16. Lloró como todo un nerd el día que leyó en El vizconde de Bragelonne (tercera parte de Los tres mosqueteros), la descripción que Alexander Dumas hace de la muerte de D'Artagnan. Otro libro que lo hace llorar: Días y noches de amor y de guerra de Eduardo Galeano.
          17. Descubrió la masturbación por accidente. Una vez le picaron unas hormigas en “sus partecitas” y de tanto rascarse, voilá! Eureka! Apocalipsis!!!!.
          18. Cuando se pone a hablar y se emociona, no hay poder humano que pueda contenerlo. Habla y habla y habla. Remedio contra eso: pregunténle si algún día piensa tener hijos.
          19. No piensa tener hijos.
          20. Tiene una superstición básica: cuando se le comienzan a calentar las orejas piensa que están hablando de él. Si es la derecha hablan bien, si es la izquierda hablan mal.
          21. Si tuviese que reencarnar en un animal, lo haría bajo la forma de un gato.
          22. Subió veinticuatro kilos en el primer año que estuvo en la Ciudad de México.
          23. Ha realizado una variedad interesante de ocupaciones: tapicero, ayudante de albañil, ayudante de carpintero, asistente de la dirección de una revista, vigilante, bibliotecario, corrector de estilo, “negro” de escritura, biógrafo no autorizado de personajes políticos, guionista de telenovelas, publicista de cigarros y alcohol, campesino sin convicción, maestro, redactor de tesis, jurado de concursos literarios, vendedor de discos, cantante de rondalla, ayudante de panadería, mozo de limpieza, mesero, etcétera.
          24. Intentó hacerse vegetariano (a causa de una fémina): fracasó. De lo que se deduce que lo pueden invitar a cualquier tipo de parrillada.
          25. Estuvo enamorado de una mujer que nunca lo peló, y a la que nunca le dijo nada. Peor, la susodicha se hizo novia de su vecino y paseaba oronda con el malnacido en cuestión. Se llamaba Erika y era hija de un doctor. Fue en la secundaria, pero todavía se acuerda.
          26. Tiene periodos de creatividad literaria intensos, combinados con largos periodos en los que por más que lo intenta no pasa nada. Está en uno de estos últimos, del que espera salir pronto.
          27. Una vez le pidió matrimonio a una mujer. Lo que le generó los siguientes conocimientos: primero, nunca lo hagas si lo que te anima es el despecho y la desesperación; y, dos, nunca, pero NUNCA NUNCA, se lo comentes a tu novia en turno: lo sacará a relucir a la primera provocación.
          28. No le gusta pelear. Cuando se encuentra frente a un conflicto prefiere hacerse a un lado (o atrás o abajo, simplemente desaparecer), antes de confrontar a cualquiera. Cuando lo ha hecho ha perdido amistades o ha confirmado antipatías. Si pelea gana por nocaut o pierde por la misma fórmula. Hasta hoy score a favor. Nota: muchas de las peleas se originan por su negativa a pelear.
          29. Su ídolo de la adolescencia era Jean Claude Van Damme. Tomó clases de karate hasta que le rompieron el tabique nasal izquierdo.
          30. No le gusta que lo alaben en público. En privado, sí. Y si es entre dos, mejor. Y si la otra es una fémina, inmejorable. Y si las alabanzas siguen después de la cena y antes del almuerzo, se rinde. Fácil, el güey, pues.

miércoles, septiembre 20, 2006

Bolado se echó un volado... y perdió


Emoción enorme la de ver en cartelera la película de uno de los que yo considero mejores directores del raquítico, ridículo y adolescente cine nacional, Carlos Bolado. Este realizador ya había dado muestras de tener bien claras las ideas que quería transmitir desde su incursión en la industria con Bajo California, el límite del tiempo, y años después con uno de los, según yo, mejores documentales con visión humana que se han filmado en años recientes, Promesas (Promises, 2002), junto con Justine Shapiro. Aparte queda el trabajo que había realizado como editor de diversos filmes, y el papel que ha tenido como profesor de talleres de guión y apreciación cinematográfica.
          El hecho es que la aparición en los créditos principales de Diego Luna ya es como para pensar si se quiere uno malgastar los cincuenta varitos que cuesta la entrada al cine. Pero en fin, que uno vuelve a ver quién es el director y se mete. Y es que Sólo Dios sabe es muchas cosas. Es una coproducción con Brasil que justifica el tralado de locaciones con fines turísticos. Es una venta descarada de las maravillas “místicas” y “exóticas” que América Latina tiene para el mundo. Uno ve al hígado de Diego Luna interpretar a un periodista supersticioso y “súper religioso” (pero progre e izquierdoso, porque reportea para La Jornada) que compra estampitas religiosas (próximamente en su tienda de chucherías del Eje Coyoacán-Centro Histórico-Condesa-Santa Fe) y se sabe las gracias de todos los santos; y no se la cree. Por el otro lado, una inmigrante brasileña, maestra de una escuela gringa, que tiene que iniciar una odisea (en todos los sentidos de la palabra) hacia una Ítaca representada por las mágicas-místicas-cómicas-musicales playas brasileiras. Resulta que el periodista cree en el destino y la brasileña en su relación con un hombre mayor y casado. Resulta que los dos se montan en un viaje desde Tijuana hasta la Ciudad de México para que a la reina le renueven el pasaporte que ha perdido en la frontera (pero que en realidad no ha perdido, proque lo tiene el periodista que no se lo entrega “porque todo se puso tan bonito que no quería que te fueras”). Resulta que le ponen rico y sabroso en el camino, y en la casa de soltero del periodista. Y aluego, en la embajada brasileña, la chica se entera de que su abuela ha muerto y no la podrá ver porque su pasaporte se lo entregarán una semana después. Y entonces el periodista se arrepiente y le entrega su pasaporte. Y la otra se enoja. Y se va a Brasil (¡lara, lara, lara, lara, lá! ¡Brasil, Brasil!), sólo para llegar y que su madre le diga que no la esperó y que ya enterró a la abuela. ¿Me siguen? Bueno, luego resulta que la abuela era una sacerdotisa del candombé (candomblé le pusieron en los subtítulos) y que la chica es heredera de las gracias de uno de los dioses (Oxum, o algo así). Y entonces la chava se vuelve súper religiosa. Y, a pesar de que no se puede embarazar, ¡resulta que está embarazada! Y el hijo, ¿adivinen de quién es? Pus sí, es del personaje de Diego Luna que se siente repentinamente sorprendido, porque su novia anterior abortó sin avisarle (lo cual indica que el personaje era sùper progre, pero también medio pendejo por no ponerse un condoncito, ¡dos veces!). Ah, porque el personaje de Diego Luna vende todas sus pertenencias y se va a perseguir su destino a Brasil. Suspiro. Luego resulta que deciden tener al chamaco, pero... chan, chan, chan, chán... a la chava le encuentran un cáncer ovárico que tiene que ser extirpado junto con el chamaco a medio hacer. Y bueno, no les cuento el final por si a alguien le quedaron ganas de verla.
          Las cosas rescatables de la cinta tiene que ver con cuestiones que el director domina a profundidad: el tópico del viaje (a semejanza de Bajo California) son de las secuencias mejor logradas, la fotografía onírica en colores saturados, la selección musical (excelente hasta que apareció la voz melcochosa de la Julieta Venegas) y su talento para la edición.
          Los reclamos tienen que ver sobre todo con los diálogos y con las actuaciones. No se le cree nada a Diego Luna. Vamos, hasta a Jesús Ochoa que hace un cameo en la cinta con un personaje exageradísimo (con peluca evidente) se le cree más su personaje. Y los diálogos son joyas como éstas: en la carretera, mientras platican (los personajes llevan hablando, se entiende, varias horas) al chavo se le sale decirle a la chica que es brasileña, la otra le pregunta “¡Futa, cómo te diste cuenta!”, a lo que él responde: “Porque tengo un don especial para eso. No sé. Y además POR EL ACENTO”. ¡No mames! Otra, el personaje llega a Brasil y la chica se altera. Le pregunta: “Pero, cómo es que me encontraste?” A lo que él responde: “No se te olvide que soy periodista”. (Puaggg!!)
          En fin que podría resumir el estilo de la película como una mezcla entre un capítulo de Mujer, casos de la vida real, pero para transmitirse en Canal Once; un plan publicitario de Guess!; un comercial de las Secretarías de Turismo de México y de Brasil; el mejor diálogo de la película cuando la madre brasileña dice ante la pareja llorosa porque decidió tener a su hijito: “¡Estos dos parece que están en una telenovela mexicana!”; y un montón de buenas intenciones (quiero creerlo) por parte del director. Sin embargo, es mejor que ¡Buza Caperuza!

martes, septiembre 19, 2006

Crisis de identidad

La identidad ha sido, durante mucho tiempo, el eje de mis cursos sobre América Latina que doy en la Ibero. Creo que es una cuestión que debería de debatirse muchísimo antes de ponerse a hacer propuestas con respecto a la forma y función del gobierno que queremos para nuestros países. Cuestiones como el hecho de que la sociedad mexicana, en términos numéricos y culturales, es una sociedad mestiza por necesidad; pero que los proyectos de nación que se han planteado son esencialmente criollos, son cuestiones que salen a relucir a la primera provocación. Repensar el papel de los procesos históricos en la conformación de ese ente cada vez más fantasmal que es América Latina resulta todavía más farragoso.
          Estas cuestiones se han visto agravadas por los eventos que en recientes fechas se han suscitado (¡palabrota, sí señor!) a últimas fechas en nuestro país. Tengo una crisis de identidad. No sé en dónde vivo, ni quien es el depositario de la administración de este país. Por un lado está el Presidente-Que-Nunca-Lo-Fue, en primeras porque la esposa gobernaba por él, luego los sectores duros de la ultraderecha y ahora quién sabe quién. Un tipo de buenas intenciones (algunos me llaman "ingenuote") pero que nunca tuvo la capacidad de llevar a buen término esas intenciones. Rebasado por lo que exigía su cargo, quedó en las estampitas de la República de los Hombres Grises. Ausente total de la agenda noticiosa de la mayoría de los medios de comunicación, se mimetizó de manera total. El día de hoy, cuando ya está "bajando las cortinas", nadie sabe dónde está, ni que está haciendo.
          La segunda república es la del rey de chocolate con nariz de cacahuate, la República Alternativa de Resistencia Popular-Pero-Pacífica-A-Pesar-De-La-Represión- y-los-Complós-que-en-su-contra-se-llevan-a-cabo. Rey chiquito con exceso de confianza que se vio arrasado por la lógica inmisericorde del sistema. Dictó la agenda del gobierno y del "debate" político durante seis años y se ensorbeció lo suficiente como para dar por sentado que su palabra, su fe y sus rayitos de esperanza, le alcanzaban para llegar a la presidencia de la república. Ahora tiene que llevar a cuestas la inefable culpa del "si hubiera hecho esto o aquello", "si no le hubiera dado al patán de Federico Arreola la dirección de medios", etc. La República Nómada tampoco cubre mis expectativas identitarias. Aunque pudo ser lo menos peor que podría haberle pasado a este país en los próximos seis años.
          Por último, el Chico Travieso de las Ofrendas Florales, presidente de la República Cobardona y Pica-y-Huye. El presidente que no se la cree y que se está dejando avasallar por el núcleo duro de su partido. El hombre gris que está destinado a llevar la sospecha siempre sobre la espalda (no te preocupes, lo mismo le pasó a George Bush y hasta lo reeligieron). El que fundamentó su triunfo en la grosería, en la calumnia, en el griterío y en la desinformación. Ese chaparrito pelón con lentes (uno nada más piensa en los chaparritos pelones [sin albur] que este país ha tenido y dan escalofríos) será el encargado de llevar a México de la mano (porque nunca hemos aprendido a soltarnos de esa imagen paternal y soltar un buen madrazo como simbólico parricido) durante los próximos seis años. Tampoco me satisface.
          En mi crisis de identidad acerca de a cuál es la república a la que me quiero adherir, prefiero seguir leyendo Los pasos perdidos de Alejo Carpentier y creer firmemente que para que esta situación mejore, será necesario parir nuevamente a este país. Un parto doloroso, de esos de quince horas en el quirófano. Renacer, esa es la cuestión. Quiera la Computadora Celestial que no sea por cesárea.

lunes, septiembre 18, 2006

Fiestas patrias

Me dirigí con muchas ganas de revivir recuerdos de años lejanos en la feria de mi pueblo este fin de semana y me encontré con una gran sorpresa. La tal independencia y autodeterminación se convirtió en un discurso aún en los puestecitos "tradicionales" de la tan mentada feria. Yo esperaba comprarme un ajedrecito de madera de esos que nuestros ancestrales y vascoquiroguianos artesanos realizan en sus pueblecitos olvidados y resulta que nomás nanay. Todos los puestos de la tan mentada feria estaban llenas de chucherías chinas de a tres varos y de alcohol que podías consumir sin represalías de ningún tipo en plena calle y ante la mirada displiscente de polis y autoridades.
         En mi pueblo nos preciamos de ser alternativos políticamente hablando (hemos tenido alcaldes priístas, panistas, el de hoy es de Convergencia, creo que hasta uno del extinto PPS), y resulta que la bestia que actualmente tiene a su cargo la presidencia municipal no cuidó, pero ni tantito, los contenidos de los puestos de la feria. Parece que lo único que importó fueron los ingresos masivos de derechos de piso que entraron a las arcas de la presidencia municipal. Había, por ejemplo, una "exposición" de fotografías del siglo pasado (desde los años veinte hasta nuestros días) en los que se mostraba el oficio futbolero que los tlatlauquenses siempre hemos tenido. Nos estaban organizadas ni cronológicamente, no tenían como una fechita o una explicacioncita de qué diablos era lo que estábamos observando. Y el colmo: estaban protegidas por un plasticote cristal que ya ni en mi mesa de la cocina. Parecerá sacrílego, pero el mejor alcalde que hemos tenido fue un panista que lo "único" que hacía era recoger la basura, pintar los señalamientos de tránsito, poner placas en todas las esquinas con los nombres de las calles, cambiar los desagües y las instalaciones de agua potable (hasta que llegó nos dimos cuenta que nos estábamos envenenando con las tuberías de plomo), tapar los baches, terminar un puente que tenía como quince años de comenzado, construir un libramiento para el centro de la ciudad, organizar el mercado, regularizar los intestados, ah, y traer cosas tan interesantes a la feria como sinfónicas, cantantes de trova y grupos de rock de adolescentes con poca técnica pero muchas ganas. No era gran cosa, pero no le hacía todo el juego a la estupidización acrítica patrocinada por la televisión. El alcalde de Convergencia trajo como aperitivo cultural el famosísimo show de Tony Flores (?) que dice mi hermana que le dijeron que es un cómico alburero. En fin.
         Total que me quedé sin mi ajedrez, porque no habia ni un puestecito de artesanías. Las únicas artesanías a la mano eran teléfonos celulares de juguete, aparatitos electrónicos de espías y sombreros de paja con la efigie de los Chicago Bulls. Me enojé mucho, como no hacía mucho tiempo. Y me pregunté, como lugar común inevitable, ¿que chingados estamos celebrando?

miércoles, septiembre 13, 2006

Lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar...



Decía una frase muy famosa una cuestión que es cien por ciento cierta, era algo más o menos así: “Hay hombres que luchan un día y son muy buenos, hay otros que luchan una semana y son muy buenos, pero hay los que luchan todos los domingos... ¡ésos son los chidos!”. Cuando de repente nos preguntamos qué es lo que nos hace ser mexicanos más allá de la Virgencita de Guadalupe, la Selección Mexicana de Futbol y gozar de las películas de Pedro Infante.
          A todo esto hay que añadirle, sin lugar a duda, la pasión con la que el mexicano promedio incluye la lucha libre dentro de su dieta cultural. No importa la edad, lo mismo da añorar a El Santo en sus películas de antología, que emocionarse frente al televisor con las machincuepas con alto grado de dificultad del Místico (por cierto, nieto de aquél mito). La lucha libre encarna, en sus orígenes, la representación más transparente del mal contra el bien. Era como los Autos Sacramentales (aquellas obras que dramatizaban pedazos de la vida de Jesucristo y que eran representados en los atrios de las iglesias), sólo que en lugar de que lucharan los apóstoles contra la mísmisima encarnación de Satanás, lo que teníamos era al Santo, a Black Shadow o a Canek, haciendo frente a las artes diabólicas del Cavernario Galindo, del Killer o, en algún momento, del mismo Blue Demon.
          En aquellas tempranas épocas, siempre ganaban los técnicos. Es decir, el imaginario social se sentía a gusto y completamente feliz cuando los técnicos (léase los buenazos) le daban su tunda a los rudos (el mal encarnado). Pensemos que es lo que pasa hoy en esta representación. Ha cambiado por completo la posibilidad de predecir el triunfo de los bandos en ese enfrentamiento que sigue siendo coreográfico, teatral y altamente mediatizado. Se ha roto el romanticismo de que los buenos siempre ganan. Ahora los rudos también acarrean simpatías tras de sí, y pueden llevarse en triunfo con la misma facilidad con que se lo puede llevar un técnico.
          Qué nos está queriendo decir esta mudanza de los mecanismos de percepción de un deporte-espectáculo como lo es la lucha libre: ¿que por fin nos hemos dado cuenta que los buenos no siempre ganan? ¿que los malos han comenzado a ser admirados por ser la opción en contra de un mundo cuyos valores (el honor, la esperanza, la honradez, el sacrificio) han dejado de tener sentido? ¿que nos divierte más ser rudos cretinos y con autoestimas elevadísimas y sin argumentos, que un pobre técnico que no vive más que del aplauso de su público?
          Porque la lucha libre sigue teniendo el arraigo popular que siempre ha tenido. Más aún, el gusto por tan exótico pasatiempo se ha colado incluso en los discursos y haberes de buena parte de la clase media y media alta. Lo que antes parecía impensable, probablemente próximamante no lo sea: ver una zona VIP (es decir, para personajes de alto pedorraje) en una arena popular como la México o la Coliseo. O peor aún, que en vez de los shows seudofolclóricos que ofrecen los hoteles de nivel internacional (propiedad por otra parte de extranjeros) ofrezcan en sus menús ejecutivos funciones de lucha libre. Imagínense al cubetero gritando: “Champagne, caviar, bocadillos de salmón”.

viernes, septiembre 08, 2006

Volver a la adolescencia

La palabra adolescente proviene del vocablo adolescere, que significa que una cosa está incompleta o en construcción. Ser adolescente impica vivir en un mundo en el que la capacidad de asombro está intacta. El tránsito por la secundaria es una de las cuestiones que más recordamos a lo largo de los años. Representa en el momento en el que la infancia se ha convertido en un pretexto poco válido para evadir las responsabilidades del mundo real: ayudar en los quehaceres domésticos, cuidar a los hermanos pequeños, acudir solo a la escuela o a la tienda. En fin.
          Sin embargo, de las cosas que aprendí en la secundaria de las que quiero hablar son cosas más mundanas. Para mí la llegada a la secundaria sí fue un verdero tránsito iniciático. Imagínenme de diez años, ah, porque antes sí se valía que si un profesor de la primaria consideraba que tenías los conocimientos para cursar el siguiente grado y no perder tu tiempo, ni el de la maestra, ni gastar la autoestima de tus compañeritos, podían avanzarte sin ninguna bronca. Pues en la primaria me briqué dos grados: el primero y el cuarto. Por lo que llegué de diez años a la secundaria. No hay un territorio más peligroso para ser el pequeño que la secundaria. Que Irak, ni qué Líbano, ni qué Acapulco, ni qué Cámara de Diputados. La secundaria para un escuincle nerd es la verdadera selva a la que hay que enfrentarse si quieres pasar a la juventud.
          Pues resulta que como era yo un teto hecho y derecho, tenía severos vacíos en mi educación vital. A eso añádanle que era el consentido de mami (por ser el mayor y el único que iba a la escuela), cuestión que se modificó de manera positiva en el momento en el que mi hermano ingresó a la escuela. Caí de la gracia de mi jefa porque ahora toda la atención se centraba en mi hermano (que era más rebelde, más contestón y menos preocupado por la escuela). Seguí cayendo en el momento en el que adquirí las siguientes mañas:

*Alburear: una de las habilidades básicas de cualquier estudiante de secu que se respete o que no quiera pasar por menso. Dicen los psicoanalistas que el albur es una forma de afirmar, reafirmar o negar la homosexualidad; dicen los sociólogos, que es la arena en la que dos machos dominantes se enfrentan para ver cuál le rendirá pleitesía a quién. Yo no sabía esto entonces, lo único que sabía era que si no sabías alburear todos se iban a pitorrear de ti. Así que tuve que tomar lecciones intensivas por correspondencia y con audiolibros tan interesantes como los siete shows de Polo Polo en vivo; los discos de Chaf y Queli; y las películas de Alberto Rojas “el Caballo”, Rafael Inclán, Luis de Alba, Lalo El Mimo; y un sinfín más de hombres avezados en el arte del albur, verdaderos doctorantes de la respuesta ràpida y fulminante. Yo hasta la fecha en albures no compito.

*Ver mujeres encueradas: Una de las cosas que tenían las películas arriba mencionadas era que en ellas salían hartas mujeres en paños menores o sin ropa. Yo nunca había visto a una chava (o a una señora, vamos ni a mi abuelita) sin nada de ropa. Y fue una revelación. Lo malo de eso es que uno se acostumbra y quiere pasar rápidamente del papel o la pantalla de tele, a la experiencia en vivo y en directo, cosa que, al menos en mi caso, no ocurrió sino hasta la prepa y con resultados decepcionantes (a escondidas y cuidando que la jefa de la circunspecta no fuera a entrar al cuarto o que el papá no apareciera de repente con una escopeta recortada). Las películas no las veíamos en el cine (mis papás no me dejaban ir al cine, porque decían que un cuarto a oscuras y con tanta gente no podía ser una buena combinación, quién sabe qué les habrá pasado o qué hacían ellos cuando iban al cine), las pelis las veíamos en la casa de uno de los amigos que, extrañamente para esos tiempos, tenía a sus dos papás trabajando. Por lo que podíamos pasar fácilmente una o dos horas viendo esas clases de anatomía y lingüística pura en unos aparatos que en ese entonces eran harto novedosos y que ustedes seguramente ni conocen: las videocasseteras. Pues resulta que un día en que estábamos en lo más interesante de la cinta en cuestión: Alfonso Zayas se acercaba a una Angélica Chaín en calzones y con miradas lascivas y arrojando fuego por todos lados. Así también entró la mamá de mi cuate que en cuanto se dio color de qué era lo que estábamos viendo, a mí me me corrió de su casa y a mi cuate se lo llevó arrastrando de las orejas hacia el patio de atrás de su casa. Al día siguiente mi amigo no se podía sentar en la butaca y entre gestos doloridos me dijo que las funciones de cine educativo se habían terminado. Yo lo sentí en el alma, pero me solidaricé con mi amigo y dije que era algo que no importaba. Hasta hoy es mi cuate. Y eso da lugar a la tercera y última de las cosas que recuerdo.

*Tener amigos guarros: Ya adaptado a la vida de secundaria resulta que lo primero que hay que hacer para sobrevivir en esos territorios es armar una banda de cuates o unirte a una ya constituida. Estas banditas funcionan como lo hacen, como decirlo, ¿han visto ustedes esa película que se llama El padrino? Pues hagan de cuenta. Fidelidad hasta la muerte. Nunca delatar a nadie y, si se arman los zopapos, entrarle a defender al compañero en cuestión. En la secu tuve la fortuna de ser aceptado por un par de cuates que eran súper respetados porque reunían todas las características de la guarrez que uno se pudiera imaginar. A mí me garantizó pasar la secu sin tantos moretones ni burlas. Pero eso sí, haciendo hartos mandados. Resulta que estos amigos fueron los que me enseñaron cosas en las cuales yo era un total ignaro: irme de pinta, nunca supuse que podía no entrar a clases, cuando lo descubrí simplemente no me gustó, primero porque mis maestros eran bien chismosos y enseguida que mi madre se enteraba que no había entrado a clases, lo que me recibía en casa no era la comida ni una madre cariñosa, sino la suela de un zapato que se estrellaba en mi humanidad, al mismo tiempo que tenía que argumentar algo para que la tunda no fuera de consecuencias fatales; y segundo, porque a mí sí me gustaba la escuela, a pesar de tener maestros bastante ordinarios, recuerdo la secundaria como una etapa de descubrimientos académicos que me han servido hasta el día de hoy. También aprendí a piropear a las niñas. Los tres guarros nos sentábamos en las escaleras de la entrada a ver pasar a las niñitas que entraban a la secu y de nuestros apestosos hocicos salían joyas tan finas como las siguientes: “Tons qué mami, a qué horas vas por la leche”, “En esa cola sí me formo”, “Si así está la cola, cómo estará la función”, “Reina, vamos a ponerle mayonesa al camarón”, “Mamacita, matemos al oso a puñaladas”, y mi preferido: “¡Ay, cómo me gustaría ser mesero! Nomás pa' acomodar mesas”. No lo voy a explicar.

En fin, que mi niñez terminó y mi adolescencia comenzó en pleno cuando un maestro de Química, el profesor Jorge, me dijo con un tono de muy pocos amigos: “¡Quién lo hubiera dicho! Tan buen niño que eras, y mírate ahora, convertido en todo un gañán”. Yo seguro que me puse colorado y bajé la mirada. El regaño fue porque el profe me había caído viendo, sin disimular, las nalgas de la profesora de Español. Seguro que por eso me gusta tanto la literatura. Pero eso es otra historia.

miércoles, septiembre 06, 2006

Aventuras con la cursilería

Siempre he tenido problemas con la cursilería. Se me hace una cosa que no debería de existir en este planeta. La cursilería me ha puesto en tantas situaciones penosas que no guardo más que malos recuerdos. Mi madre fue la primera cursi con la que me topé en la vida. Le encantaban los bordaditos de corazones sobre las servilletas de la mesa, y las carpetitas de hilasa sobre casi cualquier mueble de la casa. Nada se salvaba de sus tejiditos rosas, blancos y azul cielo: la tele, la consola, la alacena, las cabeceras de las camas. Absolutamente todo debía de tener ese toque cursi que yo alucinaba.
          Por fortuna, no me tocó convivir con mi hermana porque cuando me salí de la casa ella era demasiado pequeña. Las evidencias de las visitas esporádicas, sin embargo, auguran que la mayor parte de la cursilería materna encontró eficaz depositaria.
          Siempre he sido un cínico y eso se contrapone con la cuestión cursi. Es imposible pasar por alto los olanes de los vestidos de quince años; o los encajes exagerados en la ropa interior; o el maquillaje excesivo en un rostro agraciado; o los surcos de pintura que deja todo ese maquillaje corrido a causa de lagrimones de múltiples orígenes; o los besos de piquito de los recién ennoviados; o los arrumacos en lugares públicos y poco aptos para estas manifestaciones como la cola de un banco o los separos de una delegación de policía; o los pañuelos con las iniciales del dueño bordadas; o las películas románticas que terminan en matrimonio; o los besos enviados con la manita; o los besos tronados por teléfono; o, en ese mismo teléfono, las declaraciones apabullantes como “sólo llamé para decirte que te amo” o “no puedo dormir si no escucho antes tu voz”; o las cartitas perfumadas; o ver Titanic con una caja de Kleenex a un lado; o escuchar con devoción discos de Kenny G, Air Suply, Luis Miguel o Pablo Milanés; o cantarle al oído a alguien cosas como “Te amaré” de Miguel Bosé o “La historia entre tus dedos” de Lucio Dalla; o enviar rosas rojas (el cliché) con una tarjetita que diga “Para el amor de mi vida”; o creer que existe “el amor de tu vida”; o tratar de convencer a otros de que existe “el amor de tu vida”; o tener un perro french poodle; y, peor aún, llamarlo Tesoooro; o leer Arráncame la vida de Ángeles Mastretta o Cómo agua para chocolate de Laura Esquivel y creer que son “novelas feministas”; o creer que el feminismo consiste en castrar a todos los hombres; o pensar, como la Susanita de Quino, que los hijitos son lo más importante, aún por encima del valor intrínseco que las mujeres tienen de por sí; o casarse de blanco y por la iglesia; o casarse, simplemente.
          Los anteriores son una buena muestra de cosas que no tienen que ver, según yo, con el amor, y sí mucho con la cursilería. La cursilería me ha traumado. La experiencia más recordada es la de las novias que nunca entendieron que me llamaba Edgar o Adrián, y que insistían en llamarme “Pollito”, o “edgarcito” (que entre otras cosas suena a “pendejito”); o la que insistía, en el día de mi cumpleaños, en que todos los miembros de la cocina del Vips Miramontes me entonaran Las Mañanitas mientras yo traía una cruda espantosa y lo único que quería era echarme mis chilaquilitos en paz. En fin.

martes, septiembre 05, 2006

Tenemos presidente



(Agencia pANSA) El Tribunal Federal Electoral de los Estados Unidos Mexicanos, anunció esta mañana que, después de hacer una revisión exhaustiva, ha determinado que el candidato que obtuvo más votos en las pasadas elecciones presidenciales del país, fue la abanderada de Alternativa, Patricia Mercado. En segundo lugar quedó el candidato no registrado Víctor González Torres, mejor conocido como El Doctor Simi, que ha aceptado el resultado y ha ofrecido ponerse a las órdenes de la nueva presidenta electa. Fuentes no confirmadas asegurán que será el nuevo vocero de la presidencia.
          Con esta resolución, los partidos tradicionales han sufrido un rudo revés. El actual partido gobernante Acción Nacional aseguró que se llevó a cabo un fraude, ya que los registros del programa Opiortunidades no coincidió con el padrón electoral en tanto que, según su abanderado, "hubo un montón de jodidos a los que les estamos dando sus centavos, que no tuvieron ni la decencia de presentarse a las urnas. Por eso están como están", dicen que dijo. Además afirmó que de hoy en adelante tratará de desenvolverse en la iniciativa privada, específicamente en el área de espectáculos. Ve con buenos ojos las propuestas de ser comentarista de lucha libre (del lado de los rudos), asesor de Simon Fuller (el ojete de American Idol), el especialista en fenómenos paraelectorales de la mesa de Alfredo Adame, o el encargado de la sección "Polichismes" del connotado programa de periodismo de investigación La oreja, bajo las órdenes de Pepillo Origel.
           Por su parte, el representante de la Alianza Por el Bien de Todos, aseguró que siempre tuvo confianza en que las instituciones harían su trabajo y se congratula de que el resultado haya sido lo más transparente posible. Aseguró que está dispuesto a trabajar bajo las órdenes de la nueva presidenta y en compartir puntos de vista que lleven a paliar la pobreza en la que el país está inmerso. De la misma forma, criticó el plantón que se lleva a cabo a lo largo de Reforma por parte de empresarios y desempleados del sector turístico ya que, aseguró, tergiversan y descontextualizan las herramientas que la resistencia civil ha enarbolado desde tiempo atrás. Dice que de no ser requerido por la presidenta Mercado, se dedicará a lo que siempre ha sido su sueño: escribir sus memorias al mismo tiempo que una biografía no autorizada de Benito Juárez, otra de Simón Bolívar y otra del Ché... pillín.
           El representante de la Alianza por México alcanzó a balbucear que siempre había dicho que cualquier ciudadano, por muy pendejo o corrupto que fuera, podría ser presidente, y que eso había sido lo determinante a la hora de decidirse a participar en la contienda. Aseguró que se convertirá en asesor particular de hackers y árbitros de futbol. Con eso de que tiene todas la experiencia para desestabilizar sistemas caducos y para echar a perder partidos.
           El representante del otro partido (que no acuerdo cómo se llama) no pudo ser entrevistado (porque nadie se acuerda quién era).
           El presidente Fox, por su parte, y después de mandar un mensaje a la nación desde un jet privado que lo lleva a Haití, donde dice que el ambiente político es más sano que aquí y donde establecerá su residencia, aseguró que lo único que quiso durante este sexenio fue vernos las caras de pendejos a todos, destruir las instituciones, ensalzar la ignorancia y la incultura, darle en la madre a los libreros, ignorar a la guerrilla y demostrar que cualquier güey puede ser presidente. Afirma que está más que satisfecho con los resultados.
           Personalidades como Norberto Rivera Carrera, Carlos Abascal y Jorge Serrano Limón, se dijeron sumamente confortados de que sea una mujer la encargada de llevar las riendas del país. Asimismo ofrecieron crear un fideicomiso para atender problemas que hasta hoy han sido ignorados por los gobiernos anteriores como la discriminación hacia homosexuales, la despenalización del aborto, el apoyo a madres solteras, la igualdad en acceso de oportunidades para las mujeres, entre otros.
           La nueva presidenta electa tomará posesión el próximo 1 de diciembre ante el pleno del Congreso de la Unión.



(Y a poco lo que de verdad está ocurriendo es más cierto que esto. Bienvenidos a México-Ficción)

lunes, septiembre 04, 2006

Becado

Por fin es oficial. El día de hoy a las 12.46 firmé el convenio que vincula por un año a este su humilde escribidor con el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, en el programa de Jóvenes Creadores. Paradoja: recibir una distinción para jóvenes justo en el momento en el que comienzo a cuestionar qué chingaos quiere decir eso. O si yo todavía lo soy. Según Sid Vicious este año dejo de ser confiable. Los treinta son un territorio inexplorado en el cual ya no puedes argumentar ingenuidad o buena fe. Si no has estado en un claustro o en una universidad del Opus Dei, aquí comienza la verdadera cuestión humana del encontrar respuestas para los por qués, pero sobre todo para los para qués. A ver qué pasa.
          Estar becado es una sensación rara. Sobre todo cuando la última beca que recibiste no ha rendido los frutos para lo que estaba pensada. Aún no termino mi tesis de maestría (para lo que me dieron una beca en la UNAM) y ya voy a disfrutar de otra (que seguramente llegará a buen puerto en tanto es para algo que realmente disfruto: escribir).
          Tengo que entregar informes, convivir con los otros jovenzuelos creadores, lidiar con los tiempos propuestos en el cronograma y rogar para que la musa me ceda sus favores durante los próximos doce meses. Hasta ahora creo que no me había dado cuenta de lo que he ofrecido hacer. Voy a escribir un libro en el próximo año. Un libro comprometido con la supuesta holgura que dan los seis mil morlacos de que la beca está constituida. De menos este año estreno compu, porque la Sabihonda se queja desde lo más profundo de su procesador y aúlla por ya recibir los beneficios de su afore en estos seis años que ha pasado conmigo sin ninguna modificación más que el formateado (dos veces) de su disco duro, por invasiones virulentas.
          Les mantendré informado de cómo avance, se estanque, o retroceda este proyecto. Felicidades a mí. Creo...