La identidad ha sido, durante mucho tiempo, el eje de mis cursos sobre América Latina que doy en la Ibero. Creo que es una cuestión que debería de debatirse muchísimo antes de ponerse a hacer propuestas con respecto a la forma y función del gobierno que queremos para nuestros países. Cuestiones como el hecho de que la sociedad mexicana, en términos numéricos y culturales, es una sociedad mestiza por necesidad; pero que los proyectos de nación que se han planteado son esencialmente criollos, son cuestiones que salen a relucir a la primera provocación. Repensar el papel de los procesos históricos en la conformación de ese ente cada vez más fantasmal que es América Latina resulta todavía más farragoso.
Estas cuestiones se han visto agravadas por los eventos que en recientes fechas se han suscitado (¡palabrota, sí señor!) a últimas fechas en nuestro país. Tengo una crisis de identidad. No sé en dónde vivo, ni quien es el depositario de la administración de este país. Por un lado está el Presidente-Que-Nunca-Lo-Fue, en primeras porque la esposa gobernaba por él, luego los sectores duros de la ultraderecha y ahora quién sabe quién. Un tipo de buenas intenciones (algunos me llaman "ingenuote") pero que nunca tuvo la capacidad de llevar a buen término esas intenciones. Rebasado por lo que exigía su cargo, quedó en las estampitas de la República de los Hombres Grises. Ausente total de la agenda noticiosa de la mayoría de los medios de comunicación, se mimetizó de manera total. El día de hoy, cuando ya está "bajando las cortinas", nadie sabe dónde está, ni que está haciendo.
La segunda república es la del rey de chocolate con nariz de cacahuate, la República Alternativa de Resistencia Popular-Pero-Pacífica-A-Pesar-De-La-Represión- y-los-Complós-que-en-su-contra-se-llevan-a-cabo. Rey chiquito con exceso de confianza que se vio arrasado por la lógica inmisericorde del sistema. Dictó la agenda del gobierno y del "debate" político durante seis años y se ensorbeció lo suficiente como para dar por sentado que su palabra, su fe y sus rayitos de esperanza, le alcanzaban para llegar a la presidencia de la república. Ahora tiene que llevar a cuestas la inefable culpa del "si hubiera hecho esto o aquello", "si no le hubiera dado al patán de Federico Arreola la dirección de medios", etc. La República Nómada tampoco cubre mis expectativas identitarias. Aunque pudo ser lo menos peor que podría haberle pasado a este país en los próximos seis años.
Por último, el Chico Travieso de las Ofrendas Florales, presidente de la República Cobardona y Pica-y-Huye. El presidente que no se la cree y que se está dejando avasallar por el núcleo duro de su partido. El hombre gris que está destinado a llevar la sospecha siempre sobre la espalda (no te preocupes, lo mismo le pasó a George Bush y hasta lo reeligieron). El que fundamentó su triunfo en la grosería, en la calumnia, en el griterío y en la desinformación. Ese chaparrito pelón con lentes (uno nada más piensa en los chaparritos pelones [sin albur] que este país ha tenido y dan escalofríos) será el encargado de llevar a México de la mano (porque nunca hemos aprendido a soltarnos de esa imagen paternal y soltar un buen madrazo como simbólico parricido) durante los próximos seis años. Tampoco me satisface.
En mi crisis de identidad acerca de a cuál es la república a la que me quiero adherir, prefiero seguir leyendo Los pasos perdidos de Alejo Carpentier y creer firmemente que para que esta situación mejore, será necesario parir nuevamente a este país. Un parto doloroso, de esos de quince horas en el quirófano. Renacer, esa es la cuestión. Quiera la Computadora Celestial que no sea por cesárea.
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