jueves, noviembre 23, 2006

Sueños sin dormir




Me resistía con todas mis fuerzas a ver Babel de González Iñárritu. quería acostarme temprano. La resistencia se vio apoyada con que había una cinta que, a pesar de tener en los créditos a Gael García Bernal (que como su cuate Diego Luna siempre salen interpretándose a sí mismos), tenía un atractivo que a mí siempre me ha llamado la atención: la línea delgada-gruesa (todo depende del que mira-lee-vive) que separa la realidad de la fantasía. Y he aquí que La ciencia del sueño del director Michel Gondry resultó una agradable sorpresa.
          La trama es anodina. Habla sobre la historia de Stéphane y Stéphanie, un par de soñadores que con ayuda de la imaginación y una especie de infantilizado mundo propio consiguen hacer más llevadera la realidad. El caso de Stéphane, sin embargo y a diferencia de su contraparte femenina, es patológico. La ida y vuelta de ese sueño-imaginación-duermevela-forma de vida de Stéphane llega incluso a desesperar al espectador. Una esquizofrenia galopante que muestra a un personaje que es infantil, tierno, excitado por miles de ideas creativas al mismo tiempo, combinados con arrebatos de furia incontenible. Es decir, un adulto que no se convence de que en realidad YA es un adulto.
          La forma de la película es harto disfrutable. Animaciones básicas hechas con muñecos de tela e hilo. Agua corriendo construida con pedazos de celofán. Un caballo de tela que galopa con un mecanismo misteriosísimo que nunca se sabe si esta en la realidad o en el sueño. La máquina del tiempo para ir al pasado o al futuro por un segundo. En fin.
          Resulta increíble ver a Alain Chabat en un personaje puramente realista, que vive en el realismo en el cual la máxima señal de disfrutarlo es el sexo. Stéphane se vuelve una especie de hijo para este cínico personaje que es uno de los más simpáticos del filme. Además de Chabat, me gustó la actuación de Charlotte Gainsbourg como Stéphanie y, sobre todo (enamorado por hora y media), la presencia de Emma de Caunes como Zoé. Buena película que recupera algo de esa posibilidad de refugiarse en el sueño cuando la realidad no nos complace.

viernes, noviembre 17, 2006

Frases célebres





Les envío una lista de frases célebres, todas hechas por los doctores de Les Luthiers.

1.Todo tiempo pasado... fue anterior.
2.Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria.
3.Pez que lucha contra la corriente, muere electrocutado.
4.Los honestos son inadaptados sociales.
5.El que nace pobre y feo, tiene grandes posibilidades de que al crecer... se le desarrollen ambas condiciones.
6.Si la montaña viene hacia ti... ¡¡¡Corre!!! Es un derrumbe.
7.Lo importante no es ganar, sino hacer perder al otro.
8.No soy un completo inútil... por lo menos sirvo de mal ejemplo.
9.Si no eres parte de la solución... eres parte del problema.
10. Una mujer me arrastró a la bebida... Y nunca tuve la cortesía de darle las gracias.
11.Errar es humano..., pero echarle la culpa a otro, es más humano todavía.
12.Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe.
13.Yo no sufro de locura... la disfruto a cada minuto.
14.Es bueno dejar el trago, lo malo es no acordarse dónde.
15.La inteligencia me persigue, pero yo soy más rápido.
16.La verdad absoluta no existe... y esto es absolutamente cierto.
17.Hay un mundo mejor, pero es carísimo.
18.La mujer que no tiene suerte con los hombres... no sabe la suerte que tiene.
19.La pereza es la madre de todos los vicios y como madre... hay que respetarla.
20.Si un pajarito te dice algo... debes estar loco pues los pájaros no hablan.
21.No te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella.
22.Felices los que nada esperan, porque nunca serán defraudados.
23.Lo triste no es ir al cementerio, sino quedarse.
24.Hay dos palabras que te abrirán muchas puertas: “Tire y Empuje".
25.¿Para qué tomar y manejar si puedes fumar y volar?
26.De cada diez personas que miran televisión, cinco... son la mitad.

No uso lentes... ¡chin!



Pedro Ángel Palou (cuya fotografía aparece en este post pixeleada a propósito) es, desde mi consideración, una de las voces más fuertes de la generación de los nacidos en la década de los sesenta. Amén de su pertenencia al grupo del Crack y todo eso, la literatura de este escritor sobresale de entre un grupo de obras que se dedican a cuestiones coyunturales, de interés garantizado o con una artificialidad sospechosa. (No he leído, aún, su última obra, Zapata). La obra de este autor habla por sí misma.
          Entrañable para el que escribe resulta sobre todo Demasiadas vidas, una historia de sensibilidad especialísima que se desarrolla en una especie de Comala a la orilla del mar. Buenísima, pues.
          Pues resulta que ayer me encontré una publicidad que me llamó la atención por varias cosas: la primera fue que en primera instancia parecía una publicidad del nuevo libro de Palou; después me di cuenta que no, que en realidad era una publicidad de las Opticas Lux; y finalmente, me di cuenta que lo que estaba vendiendo el tan mentado anuncio eran gafas.
          Aparecía una leyenda al calce de la fotografía de Palou, una leyenda que rezaba algo como: "Pedro Ángel Palou está usando el modelo de lentes P257 de Givenchy de venta en Ópticas Lux (o algo parecido)". Lo anterior me puso a pensar en varias cosas:
          Primero: los que tenemos visión de 20/20 y no necesitamos lentes, probablemente no podamos ser buenos escritores. La mayoría de estos utilizan gafas y se ven bien con ellas (a excepción de Fernando Savater, creo).
          Segundo: Si quieres publicidad gratis en la que vendas productos de consumo y al mismo tiempo tu libro, tendrás que entrar a la onda metrosexual para verte bien (que es como Palou se ve, parece realmente un modelo).
          Tercero: A los escritores feos nos acaban de arrebatar hasta la oportunidad de tener una buena campaña de medios.
          Cuarto: Depresión. Nos vemos.

miércoles, noviembre 15, 2006

El laberinto de las manías


En lo que respecta al cine mexicano tengo varias convicciones (la mayoría de ellas estúpidas, pero producto de ratos largos de reflexión):
          1. Nunca, pero NUNCA NUNCA, entrar a ver ninguna otra película de Carlos Reygadas. La mamada ésa, sobrevaloradísima de Japón, me ha vacunado para siempre de tal director.
          2. Nunca más pretender encontrar cosas nuevas en películas que hablan de la clase media dizque pudiente (siempre he creído que más bien es pretendiente) tales como la de título impronunciable de Issa López, Y tu mamá también, La hija del caníbal, Ladies Night, y tantas otras. Si no tengo opción, prefiero ver Sexo, pudor y lágrimas de Serrano; y dar por sentado que todas las demás serán igual.
          3. Darle, por última vez, el beneficio de la duda a González Iñárritu. Si vuelvo a salir igual de deprimido que después de 21 gramos, no vuelvo a ver una película de él.
          4. La mejor cinta de la serie Harry Potter la hizo Carlos Cuarón.
          5. Tener la ingenuidad de creer que porque Carlos Bolado había hecho una cinta tan entrañable como Bajo California, podía seguir explorando por esos caminos; y tener la desgracia de observar a Diego Luna siendo lo mal actor que es.
          6. Ver absolutamente todas las películas que haga Guillermo del Toro. Es un chingón. El laberinto del fauno no hace sino confirmar varias de las manías y procesos que el director había echado a andar desde Cronos: su gusto por las excrescencias, la participación en papeles destacados de niños que utilizan su imaginación para evadirse del mundo real, su manía por los artefactos mecánicos y pequeñitos, la exploración del dolor físico como medio de reafirmación, la aparición de mujeres fuertes en papeles determinantes para las historias, su morbosidad gustosa por las pieles transparentes casi de morgue citadina. Pero sobre todo, la temenda capacidad para contar una historia y mantener la tensión en todos los momentos de la cinta. Sergi López es un tipo que sobrepasa el estereotipo y se vuelve un personaje tan odiable que de verdad llegas a desear que se lo lleve la chingada al malparido; Maribel Verdú consigue un papel a medida mostrando que tiene mucho para ofrecer aparte de esos labios de ensueño; Ariadna Gil, que me encantó en Los peores años de nuestra vida, se ve consistente con el rol que desarrolla; Álex Angulo es tan polifacético como su paisano Javier Bardem, aunque en el primero es más admirable dada la edad, la calvicie y el riesgo de repetición (¡un actorazo, chingao!). Salí contento del cine, una sensación que a últimas fechas se ha ido reduciendo dramáticamente. No tengo palabras para seguir describiendo una historia tan hermosa como la que nos cuenta del Toro: sólo ¡¡wow!!

lunes, noviembre 06, 2006

El Otro Lado



Yo no sabía que existía un señor que se llama Lorenzo Milani. Tampoco que fuera un clásico entre los que estudian pedagogía. Mucho menos, que fuera el inspirador de un documento tan revelador como el que tuve a bien leer esta mañana: Carta a una profesora. El texto fue escrito en 1967, de ahí que se reconozcan muchos de los rasgos de la escritura y del contexto que engloban los juicios que en este documento se vierten.
          La historia es simple: un grupo de estudiantes deciden redactar un documento en el que ponen en entredicho la educación tradicional y, de paso, dan una clase magistral sobre cómo la lucha de clases se inmiscuye en aspectos en apariencia neutrales como la educación. La pasión con que se escribe, se cuenta, se exige y se grita en este texto es algo digno de tomar en cuenta. Refleja una rabia que no es común en ambientes marginales, rurales o desprovistos de las armas de expresión y denuncia que deberían ser primer derecho humano.
          La tesis principal del libro plantea que si la igualdad en términos económicos no es algo posibles, se debe de plantear, al menos, la igualdad en el acceso a los medios para obtener una educación decente. Las estadísticas que estos muchachos plantean dan para pensar durante mucho tiempo. Los rechazados por la escuela, una escuela que exige resultados iguales a personas diferentes, privilegia el papel de los descendientes de clase media y clase alta en perjuicio de los más pobres: los hijos de campesinos y obreros. Lo que pareciera una arenga de tipo asamblea sindical pasada de moda (al menos por la forma en que lo describo), termina convirtiéndose en una denuncia que toca más allá de la sociedad italiana de los años sesenta. Una sociedad desprendiéndose del fascismo y que entra en nuevas fases de comprensión de la historia.
          Carta a una profesora no es solamente el reclamo de los rechazados (adjetivo de una significancia más que dolorosa en América Latina) por el sistema educativo; es el reclamo de los abandonados del Estado, de los relegados de las Cámaras, de los dirigidos por los burgueses sindicalistas o parlamentarios, de los manipulados por los medios de comunicación, de los obligados a repetir curso tras curso hasta que el padre se harta de darle dinero al hijo o hasta que éste tiene que ir a trabajar. Por lo regular se recuerda, como maestro, a aquellos estudiantes brillantes que hicieron las cosas como deben de ser, lo que es lo mismo que como YO quería. Casi nunca recordamos a aquellos a los que reprobamos, a los que enviamos (conscientemente, es decir, que asistieron, hicieron y no los apoyamos) directamente al campo laboral no especializado o directamente a la delincuencia o la mendicidad. Después de leer este libro me quedé con una sensación de agrura que no se me ha podido quitar. Como maestro se tienen que pensar bien las cosas, hacer bien las cosas... o cuando menos hacerlas. Tal como se hacían en la escuela de Barbiana, que es de lo que se habla en este texto. Maestros que querían enseñar a chicos que no habían tenido la oportunidad de tener una oportunidad. Maestros apasionados. Maestros con vocación. ¿Nos asombrará saber que esos maestros tenían entre 14 y 16 años?

He aquí unos fragmentos para documentar nuestro pesimismo.

Carta a una profesora (fragmentos)

Querida señora:
          Usted no se acordará de mí, ni de mi nombre. Eliminó a tantos.
          Yo, en cambio, me acuerdo a menudo de usted, de sus colegas, de esa institución que ustedes llaman escuela y de los muchachos que ustedes "rechazan".
          Hace un año, en primero de Normal, yo me volví tímido frente a usted.
          Por cierto la timidez me acompañó toda la vida. Cuando era chico, no levantaba los ojos del suelo. Me pegaba a las paredes para que no me vieran.
          Al principio pensaba que era una enfermedad mía o a lo sumo de mi familia. Mamá es de las que se asustan ante un formulario de telegrama. Papá observa y escucha, pero no habla.
          Más tarde creí que la timidez era el mal de la gente de montaña. Los campesinos de la llanura me parecían seguros de sí mismos. Los obreros, ni qué hablar.
          Ahora veo que los obreros dejan a los hijos de papá todos los puestos de responsabilidad en los partidos y todas las bancas del parlamento.
          Por lo tanto son como nosotros. Y la timidez de los pobres es un misterio más antiguo. Yo no sé explicárselo porque estoy adentro. Tal vez no sea cobardía ni heroísmo. Es sólo falta de prepotencia. [...]
          En primaria el Estado me ofreció una escuela de segunda categoría. Cinco clases en una sola aula. Una quinta parte de la escuela a la que yo tenía derecho.
          Es el sistema que emplean en Estados Unidos para crear las diferencias entre los blancos y los negros. La escuela peor es para los pobres, desde chiquitos. [...]
          La [escuela] de Barbiana, cuando llegué, no me pareció una escuela. No había escritorio, ni pizarrón, ni bancos. Sólo grandes meseas que servían para ponerse a estudiar y para comer.
          De cada libro había solo un ejemplar. Los chicos se amontonaban para leerlo. Ni nos dábamos cuenta cuando uno de nosotros, apenas más grande que los demás, estaba enseñando.
          El mayor de los maestros tenía dieciséis años. El menor, de doce años, me llenaba de admiración. Desde el primer día decidí que yo también iba a enseñar. [...]
          Allí también era dura la vida. Era tanta la disciplina y tales los escándalos que se armaban, que a uno se le iban las ganas de volver.
          Pero quien no tenía las bases, quien era lento o desganado, se sentía el predilecto. Era tratado como ustedes tratan al mejor alumno. Parecía que toda la escuela fuese para él solamente. [...]
          Además, enseñando aprendía muchas cosas.
          Por ejemplo, aprendí que el problema de los demás es igual al mío. Salir de él todos juntos es la política. Salir de él solos es la avaricia.[...]
          No vino ninguna de las niñas de las aldeas. Tal vez por lo dificultoso de los caminos. Tal vez por la mentalidad de los padres. Creen que una mujer puede vivir también con un cerebro de gallina. Los machos no le piden que sea inteligente. Esto también es racismo. [...]
          Manuel tenía 15 años. Un metro setenta de altura, humillado y adulto. Los profesores lo habían decretado imbécil. Querían que repitiese primer año por tecera vez.
          Juan tenía 14 años. Distraído y alérgico a la lectura. Los profesores sentencieron que era un delincuente. Y no estaban tan errados, pero ésa no es una razón para que se lo saquen de encima. [...]

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Alumnos del Barbiana, Carta a una profesora, Ediciones Quinto Sol, México, 2000, 121 pp.

viernes, noviembre 03, 2006

I love rock & roll


Me gusta estar al lado del camino, decir me siento bien y tener un sueño estéreo. Pensar que contra las botas negras todo lo que necesitas es amor. Cuando uno es un pata de perro puede llegar a tener una mala vida, pero si comprendes que sólo eres un pasajero verás el cielo azul casi morado. Cuando el señor de los sueños entra no queda más que una rapsodia bohemia. Bienvenido a la selva dijo un hombre alguna vez; alguien le contestó bienvenido a la casa jaguar. Es un reptil que nos hipnotiza; la vida, la vida, en tratar de entenderla se nos va la propia vida. Sólo soy el hombre del traje gris que un día tomó por el Río Manzanares y se quedó observando la vieja ciudad de hierro, la ciudad de la furia. Gracias por venir, le dijo el mismo que días atrás había bebido entre caníbales un té para tres, el lamento boliviano resonaba a lo largo de la muralla verde. Tocando a las puertas del cielo, no voy en tren ni voy en avión, sentado en un submarino amarillo descubro que todo está bien. Y me consumí fumando la venenosa, con una pequeña ayuda de mis amigos, sólo me repito “tú estás loco”. Algo sopla en el viento, vientos de libertad, pero el soldado de Buffalo, no tiene más que decir que “Guerra”. No necesitamos tu educación, quisiera ser una estrella de rock, pedir más cigarros y alcohol, champaña Supernova; pero me descubro casado con hijos. Más de una florecita rockera me ha dicho “me has atrapado”, pero al llegar la noche se van por el boulevard de los sueños rotos. Cuando ellos nos golpeaban recordaba que los chicos no lloran, pero sólo quedó en la memoria pedazos de cristal sobre el suelo. Aquí no podemos hacerlo, gritar ¡sólo somos rocanroleros sudamericanos! Dios salve a la reina, aunque esté matando a un árabe. Mujeres: la negra Flor, Cecilia, Rarotonga, la negrita, Layla, Lucy, Marta, Soledad, Angie y esa mujer de Los Ángeles... Pierde por ti mismo, aprende a perder. Ella se fue en un Cadillac verde olivo. A un lado Bethoveen, este el rock del perro negro, como la negra noche. Soy el substituto de otro chico, parezco demasiado joven pero no lo soy tanto, ojalá me muera antes de llegar a viejo, como mi generación. Hay lágrimas en el cielo, se pueden ver si andas un poco en esa escalera. Andemos con los coprófagos repitiendo “La culpa de todo, la tiene Yoko Ono”. Cien gaviotas no me alcanzan, sólo quiero pasármela bien. Todo ha sido consejos: Johnny pórtate bien, ten cuidado con la nicotina, no cruces la línea. Viento. Estoy perdiendo mi religión; casi, casi un Anticristo Superestrella. Awopbopaloobop alopbambooom. Este es el fin. Es sólo rocanrol, pero me gusta.