jueves, diciembre 21, 2006

Músicos, poetas y locos: el discreto encanto de la redundancia



En una plática sostenida con un amigo en algún lugar de la lejana memoria, llegué a la conclusión de que la locura es el grado cero y el auténtico punto de partida de una creación artística despojada de los límites que las sociedades se imponen a fuerza de crecimiento “civilizatorio”. Civilización e impulso creativo parecen estar enfrentadas siempre a lo largo de la historia, hasta el momento en que la creatividad y el empuje del espíritu artístico terminan por derrumbar los prejuicios, obstáculos y mundos cerrados que cada una de las sociedades pretende crear con el paso del tiempo.

          ¿Qué otra cosa es la locura sino el retorno a un estado de pensamiento e imaginación despojada de límites rígidos y sumamente arbitrarios? ¿Qué se le prohíbe al loco? Nada. ¿Por qué no se le prohíbe nada? Porque en el mundo en el cual se ubica es aquél en el cual las convenciones sociales han dejado de tener sentido. Se le ignora, se le encierra, se le quema, se le electrocuta, se busca por todos los medios que vuelva “a la normalidad”. ¿Quién determina los límites o el sentido de “lo normal”?
          Las artes están llenas de ejemplos, tanto biográficos como ficticios, en los cuales la locura está presente como un catalizador de los pensamientos más lúcidos. La literatura puede mostrar un largo catálogo de personajes en los cuales la locura aparece como una bendición antes que como un estigma social. Volvemos a la cuestión que Aristóteles planteó hace siglos en su Poética en torno a las posibilidades de separación entre un mundo de la ficción y un mundo real, o lo que más atinadamente Paul Ricoeur llama “mundo del texto” y “mundo del lector” en los análisis contemporáneos. ¿Dónde y en qué momento podemos establecer la frontera que divide lo “cierto” de lo “inventado”? ¿Existe una relación entre esa frontera y la que se establece entre el mundo de “los cuerdos” y el mundo de “los locos”?
          La principal característica del loco dentro de la literatura es que crea un mundo propio en el cual se puede mover sin ninguna restricción. Aquél que es reconocido como loco, no cumple con los requisitos de los límites en los que debe de funcionar el mundo. En este caso, el mundo de los más. Una mal entendida democracia establece cuáles son las condiciones en que se puede considerar a una persona como alguien “normal” y cuando escapa de esas clasificaciones.
          El loco está fuera de la realidad. Esta es una sentencia que emiten aquellos que se sienten “dentro” de la realidad. El loco se inventa un mundo. Esta es la sentencia de los que carecen de imaginación para siquiera plantear la posibilidad de reconstruir la imagen del mundo que les fue dado. Pero, en términos concretos, ¿quién da el mundo a quién? ¿quién construye la imagen “correcta” de un mundo en el que se convive y se sueña sin más? El loco deambula incomprendido entre las vitrinas de una jaula de vidrio que le censuran y le impiden cruzar el umbral de “lo permitido”.
          En la literatura tenemos diversos tipos de locos. Variados especimenes que se escapan del mundo que les fue dado y que, de repente y sin aviso, deciden construir su propio mundo. Deciden transformar la realidad dada, por una realidad a la medida. El más célebre, sin duda alguna, y en años de tetracentenario es El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Alonso Quijano, el loco más sublime que la literatura en español haya podido dar en cualquier tiempo. Don Quijote es el hombre que se construye un mundo a su libre elección y que transforma todos los referentes reales adecuándolos a las posibilidades de su fantasía. Miguel de Cervantes Saavedra consigue llevarnos hacia dentro de la mente no de un loco, sino de un verdadero caballero andante. El protagonista consigue que el lector confíe más en el mundo creado por el noble enloquecido “del tanto leer y del poco dormir”. Del cuerpo flaquísimo al que se le secó el cerebro de tanto creerse que podía llevar a cabo las aventuras que leía con especial deleite.
          Otros locos los hay por las más diversas razones. Los más construyen sus mundos en la cabeza, dentro de su propia mente. En ella generan lo necesario para dar sentido a lo que creen, a lo que imaginan, a lo que sospechan, a lo que aman. Otelo se vuelve “loco de celos” y su imaginación vuela al suponer a su esposa en brazos de su mejor amigo; Hamlet ve al espíritu de su padre muerto y conversa con cráneos acerca de la vida y su trascendencia; el Spider de John McGrath se convierte en un tipo que confunde sus recuerdos con la vida que lleva en el tiempo presente; el bufón loco del Rey Lear se convierte en el guía que es castigado sólo por no tener pelos en la lengua; el protagonista de El túnel de Ernesto Sabato enloquece al no poder ser amado por la mujer que idolatra; Gustav Links, el matemático encargado de la fabricación de una bomba atómica para los nazis, enloquece al escarbar profundo en sus recuerdos en En busca de Klingsor; algunos de los personajes de Allan Poe, de Guy de Maupassant y de tantos otros autores encuentran en la locura la justificación para sus actos.
          El loco actual de la literatura es un ser más despiadado y monstruoso que el que planteaban los textos clásicos. La cordura se vuelve cinismo, violentísimo cinismo. El cinismo pedante y omnipotente de Hannibal Lecter en las novelas de Thomas Harris; el cinismo sádico de Sean Bateman en las novelas de Bret Easton Ellis; el cinismo escatológico de Chinaski, el alcohólico lúcido, de las novelas de Charles Bukowski; la locura simulada del protagonista de Alguien voló sobre el nido del cuco de Ken Kesey; el loco miserable, loco idiota de Macario en el estrujante cuento de Juan Rulfo; la familia de locos incuestionables de “Los posatigres” y “Comportamiento en los velorios” de Julio Cortázar; el loco inducido de La naranja mecánica de Anthony Burguess.
          La literatura se construye y da para soñar muchas cosas desde la locura. Desde ese territorio conquistado en el cual el tiempo, el espacio, la vida y sobre todo los límites a la realidad deja de tener sentido. Tal como menciona Cervantes en el maravilloso Quijote: “En efecto, rematado ya su juicio, vino a darle en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante y irse por todo el mundo con sus armas y caballos a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama”. Don Quijote fue feliz donde su locura, ¿acaso nosotros lo somos desde nuestra supuesta cordura?

lunes, diciembre 18, 2006

Mi reino por una musa


Lunes 5:57 am

Aquí nunca amanece. Los días se transcurren unos a otros con la misma monotonía con que las arañas tejen sus nidos sobre mi cabeza. Miro el parpadeo constante de los dos puntitos que en este cuarto son lo único distinguible. Incansable péndulo que mide con sus latidos la inmensidad del abismo que separa a la rutina de la muerte. Falta poco para que ese parpadear continuo me acerque irremediablemente a la orilla de la cama. A la búsqueda a tientas de las sandalias que como barcos involuntarios me conducen solícitas hasta el baño. A la caída rítmica de los restos de mi cuerpo condenados a perderse entre las cañerías profundas de esta ciudad, allá junto al perdido cabello cortazariano. Los puntos siguen parpadeando. Sigo en duermevela al acecho de la sonora e intempestiva aparición de las notas del himno nacional en el desvencijado radio—despertador. Millones de chispas estelares brillan en la oscuridad. Luces existentes sólo en los márgenes de mi atribulado cerebro. A lo lejos se oye una sirena policíaca. Los que nunca duermen. La luz tímida se asoma entre las rendijas de mi persiana carcomida por el tiempo y maculada por el polvo. En algún lugar del edificio alguien arrastra una silla. El monstruo de concreto gime ballenamente causándome un sobresalto. Tengo el cuello adolorido y la boca seca. Días sin poder descansar plenamente. Dicen los especialistas televisivos que es estrés urbano. Yo digo que es la vida: incansable jodedora. El foco de la vecina se enciende e imprudente se cuela por la persiana liberada de oscuridad. Ya casi es el tiempo. Sin existir, retumba en mi cabeza un eterno tic—tac, tic—tac, tic—tac. Repaso mentalmente el itinerario a seguir. Agenda gastada la que hay en la memoria. Borrador ingenuo de las acciones que se llaman LO MISMO. Si no hay golpes de timón, el barco llega al mismo puerto. Allá arriba se azota una puerta. Pasos apresurados por las escaleras. Zumbido que sacude el poco sueño que tengo atorado en los cabellos. “Mexicanos la grito de guerra / el acero aprestad y el bridón...”. Me quiero levantar de un salto pero el impulso sólo da para un empujón. Como siempre, una sandalia se ha ido por debajo de la cama. Tanteo por el suelo frío en busca del plástico ortopédico. La encuentro. Me estiro con la energía suficiente como para dislocarme un brazo. Los huesos crujen con un sonido seco y desagradable. Estornudo. Prendo la luz del baño, lo que por un momento me deja inmóvil en lo inesperado del resplandor. Rutina. Me cepillo los dientes mientras el sonido del agua llenando el vaso amenaza con regresarme al sueño. Cierro la puerta del baño y de un tirón enérgico lanzo la persiana hacia el techo. La luz del amanecer, esa de un sol siempre invisible, inunda mi habitación a medias. No hay ninguna vista. Sólo la de ladrillos descubiertos de pintura, tuberías que aprisionan aquí y allá las aguas y los gases. La ventana de la vecina que da al mismo “cubo de luz”. Nada que ver más que los tendederos improvisados. La mano de mi vecina aparece de repente mientras sus ojos descubren sin esperarlo mi rostro asomado en esa madrugada de camiones ronroneando y regaderas musicales. Toma del mecate unas pantaletas rosas mientras los colores se le suben al rostro divertidos. Yo la veo sonrojada y siento un impulso inconcluso en el bajovientre. Sonrío y, en la distracción, le doy un sorbo al vaso lleno de la porquería que mis dientes reunieron durante toda la noche. Otro día más...

martes, diciembre 12, 2006

Cuando la muerte no es suficiente...

Los torturadores mueren en plácidos hospitales, mientras los gritos de los campos de concentración siguen retumbando en los oídos...

"[...]2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror.

Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.1

Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados.

De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda una ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.

La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones contemporáneas.

Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.[...]"

Fragmento de la Carta abierta a la Junta Militar de Rodolfo Walsh.

lunes, diciembre 11, 2006

La primera vez


Letras: Alvaro Henríquez
Música: Alvaro Henríquez, Roberto Lindl


En las calles que te dieron el poder que ahora te pudre
pediste mil favores y dijiste algo más
la cabeza entre las piernas, ya tratabas de agradarles
estabas preparado, no pediste perdón.

Nunca he deseado mal a Nadie
Esta es mi PRIMERA VEZ...

Nauseabundo de traiciones, vomitaste en sus caras
y no pensaste que TAL VEZ volverían Por Tí,
esas calles se nublaron, se perdieron en la Sombra
del remordimiento que ahora te hace caer.


Nunca he deseado mal a Nadie
Esta es mi PRIMERA VEZ...

Esas calles se nublaron, se perdieron en la sombra
del remordimiento que ahora te hace caer
y yo quiero que te caigas, y que caigas de rodillas,
te escupan en la cara Y QUE SEPAS MORIR...

Nunca he deseado mal a Nadie
Esta es mi PRIMERA VEZ...

¿La muerte es justa...?



Murió Augusto Pinochet. Uno de los más renombrados hijos de puta que la historia de los pueblos de Latinoamérica pueda recordar. El artífice de una cantidad impresionante de muertos, desaparecidos, presos políticos y demás atrocidades que el pueblo chileno tuvo que vivir durante los años más álgidos de las dictaduras militares.
          Su historia no comienza con su nacimiento y su vida azarosa por los territorios de su patria. Un dato curioso es que fue rechazado dos veces cuando solicitó su entrada al ejército, por que no tenía las facultades para ello. Triste desmentido dio la historia posterior. Su historia real comienza con su llegada al poder a través del golpe de Estado en contra de Salvador Allende, el presidente en funciones de Chile (cargo al que había llegado a través de elecciones), el 11 de septiembre de 1973. Pinochet comenzó a escalar de manera cada vez más vocacional la violencia que durante poco más de dos décadas se enseñorearía en las naciones del Cono Sur.
          Integrante del llamado Plan Cóndor junto con las dictaduras militares de Argentina, Bolivia, Paraguay, Brasil, Uruguay; es responsable, de los documentados solamente, según los archivos descubiertos en Lambaré (Asunción, Paraguay) en 1992, de un saldo de 50.000 muertos, 30 000 desaparecidos y 400 000 presos.
          Cómplice de este Terrorismo de Estado durante casi dos décadas, Pinochet abandonó el poder administrativo hasta 1990, dos años después de que fuera derrotado en el Plebiscito en el que se planteaba la continuidad del modelo dictatorial o un retorno a la democracia en la patria de Neruda. Pero su poder se extendió más allá de esos años. El pueblo chileno no tuvo el consuelo o la dulce venganza de verlo enjuiciado o tras las rejas (oportunidad que sí tuvo, por ejemplo, el pueblo argentino con Jorge Rafael Videla). Durante años rehuyó, a través de un sinfín de mecanismos legaloides (lo que en todo momento no deja de llamarse "Estado de derecho", sobre todo por los que han cometido los crímenes más horrendos) como permanecer después del plebiscito como Jefe de las Fuerzas Armadas o hacerse nombrar Senador Vitalicio, la acción de la justicia que lo perseguía con paciencia y recrudecida memoria.
          En una de las últimas intentonas se logró llevar a cabo el juicio del genocida, pero el argumento para evadir las responsabilidades fue, en ese momento, su avanzada edad. La ironía implicaba que se le tenía que respetar por viejo y no por inocente. Las fuerzas de represión que actuaron bajo su mando en la década de los setenta ¿habrán tenido tales prejuicios para torturar, matar, desaparecer y encarcelar a miles de chilenos?
          Hoy la muerte lo alcanzó. No hay mayor democracia que la de esta señora. Sin embargo, la muerte de Pinochet deja un mal sabor de boca. No porque no se lo mereciera (la biología es inclemente). Sino porque muchas deudas quedaron sin saldar con las familias y la memoria de América Latina. Esa memoria que no tiene ningún gesto de compasión al saber la muerte de uno de sus principales deudores. Al fin y al cabo, la Muerte y Pinochet se han hablado de tú desde hace mucho tiempo.

miércoles, diciembre 06, 2006

Los no lugares



Esta es la foto que más me gusta de la serie Los no lugares que Víctor Jurado publicó en su blog. Para quien le quiera echar un ojo a las demás fotos clique acá.

lunes, diciembre 04, 2006

Sacudir el polvo

Por la mañana,
cuando el ronronear de los autos me confunde los tímpanos,
los niños son arrastrados a la escuela,
las sábanas se desperezan y notan las ausencias,
me doy cuenta, que a pesar de todos los pronósticos,
sigo vivo.

Mis gatos miran para todos lados
ella saca la cabeza del cesto de ropa sucia
él intenta mostrar algún interés
    pero enseguida corrige y se acurruca nuevamente.

El café huele bien
los párpados holgazanean,
una imbécil anuncia en las noticias
con una sonrisa que me insulta
la muerte de niños en una guerra que no les pertenece
("Enseguida mostraremos las chichis de Britney").

Me duele el cuello
y el corazón se queja.

Bostezo.
El mundo es el mismo.
Y yo sigo esperando lo de siempre.