jueves, marzo 03, 2022

La omisión y la identidad




A primera vista, pareciera que el tema que aborda Pedro Almodóvar en Madres paralelas (España, 2021) es el de la maternidad reflejada en el título. Pero esto sólo es cierto en parte. El gran tema detrás de esta película del director manchego es la identidad, más aún, el derecho a ésta. La cinta explora el tema de la identidad y el derecho de las personas a la misma, desde dos dimensiones: como un drama individual en donde los protagonistas tienen nombre y apellido (y el riesgo de perder ese vínculo paterno/filial por cuestiones azarosas); y como una obligación colectiva a fin de explicarse el pasado y comprender las consecuencias de las acciones terribles cometidas en éste.
     Una de esas acciones es el de la ejecución y desaparición sistemática de personas en el contexto de enfrentamientos políticos diversos. En la cinta el evento referido es el de la España de la Guerra Civil; para el resto del mundo, y en particular para América Latina en donde la recepción de buena parte del público no pudo pasar por alto esta perspectiva, son los saldos de las diversas dictaduras y estados represivos.
     La historia individual plantea la relación que dos madres por accidente, una madura y convencida de su vocación materna (encarnada por una excelente Penélope Cruz); y otra, joven y desorientada, protagonista de un hecho desagradable que convierte la experiencia maternal en una situación incómoda y que trastoca por completo no sólo su vida, sino la de su familia cercana (es un decir). En la dimensión colectiva, la película narra el proceso de recuperación de la identidad de los restos mortales de un conjunto de ejecutados sumariamente en un pueblito rural. Ambas dimensiones se encuentran integradas de manera sutil y tejida con elementos que encajan conforme la cinta avanza.
     Almodóvar ha desarrollado una mirada que lo ha llevado a contener ciertos elementos que caracterizan buena parte de la obra: los personajes memorables por excéntricos o hiperbólicos, el humor negrísimo que planea sobre hechos sombríos como la muerte o la sexualidad, la música popular resignificada, etc. En sus dos últimos trabajos, Dolor y gloria (2019) y en la cinta motivo de estas líneas, explora dos aspectos que refieren de manera directa a su identidad: por un lado, en la primera, el tono autobiográfico y la relación con la enfermedad y la madurez, que le permite verse reflejado en el artista encarnado por Antonio Banderas; por el otro, la necesidad de explicar(se) la forma en cómo la memoria y el olvido (dos caras del mismo problema) configuran la historia colectiva, nacional. Lo que se dice es importante, lo que se omite también. Y Almodóvar, me parece, ha decidido regresar sobre las omisiones para permitir(se) una reflexión sobre el ser contemporáneo al mostrar los agujeros de aquello que muchas veces se calla, se da por sobreentendido o, simplemente, se oculta. Me gusta este Almodóvar. Y no se me malentienda: el otro también.

Amor de madre


The Lost Daughter (La hija oscura, Maggie Gyllenhaal, 2021) nos revela a una actriz talentosa que también es una excelente directora. Esta adaptación de una novela de Elena Ferrante (un seudónimo envuelto todavía en misterio) transita por caminos poco frecuentes al plantear de manera frontal una perspectiva contraria a la romantización de la maternidad.
     Leda, la protagonista de la historia, es una académica que pasa sus vacaciones de verano en una paradisíaca isla griega. Hasta ese lugar llega una familia ruidosa y poco amistosa con la cual Leda se siente incómoda y molesta. Sin embargo, al conocer a Nina y a su hija Elena, parte del clan escandaloso, comienza a tener una serie de evocaciones con respecto de su pasado y su propia maternidad.
     Lo que se desprende de los hechos reflejados en pantalla es que la protagonista (encarnada por una siempre solvente Olivia Colman) no fue la madre ejemplar de sus dos hijas. Al haberse convertido en madre en una edad muy temprana, las obligaciones de la maternidad y de llevar la casa que siempre bulle por la actividad de las niñas, la terminan apabullando y sometiendo a un estado de estrés constante, desilusión e intuido arrepentimiento. Tras una visita a un congreso académico tiene una muestra de lo que sería su vida sin hijas y sin ese marido tan anodino e inútil.
     Es claro que el personaje no puede lidiar con la realidad y la culpa. Se ve reflejada en Nina que busca también un remanso de paz y un poco de libertad, la que Leda se permitió a sí misma. La pérdida de una muñeca de la hija de Nina desencadena una serie de acciones que concluyen de manera dramática y sujeta a interpretaciones.
     Es, sin duda, una obra que permite asomarse a una representación poco frecuente en los relatos hegemónicos: la de la madre que hubiese elegido no serlo de saber lo que implicaba. Esa situación, no obstante, no convierte a Leda en un personaje repulsivo, por el contrario, inspira una empatía tremenda y un intento de comprensión con respecto de sus propias decisiones.
    Más allá del tratamiento de este tema, la cinta es un thriller que se alimenta de las sospechas del espectador con respecto de diversas situaciones apenas insinuadas: un estado de agresión y violencia constante por parte de los más jóvenes, la pertenencia del esposo de Nina al crimen y la volatilidad del clan que se mueve siempre de manera grupal. Ya espero con ansiedad el siguiente trabajo de Gyllenhaal.