martes, noviembre 20, 2007

A huevo que hubo Fraude


No soy un lopezobradorista a ultranza; sin embargo, sí acudí a la marcha en la que se protestó por la gandallez que era el juicio del desafuero en tiempos del malhadado y descerebrado foxismo. No apoyo las actitudes mesiánicas de Andrés Manuel López Obrador; pero tengo la seguridad de que era lo menos peor que le pudo haber pasado a nuestro país si hubiese obtenido la presidencia. No creo que el papel centralizador del Estado sea una solución alquímica para todos los males que nos aquejan actualmente; pero sí creo que el Estado debe de organizar y pugnar por una sociedad en donde las normas de equidad en las oportunidades, derechos y obligaciones sean una realidad. Voté por López Obrador en las pasadas elecciones del 2006. No estoy seguro de que haya ganado. Pero tampoco puedo decir lo mismo de Felipillo.
          De lo que sí estoy seguro es de que se cometió un fraude. Y no estoy hablando del conteo de votos o de la consigna del "casilla por casilla". Lo estoy planteando en el sentido en el que aparece en cualquier diccionario o enciclopedia: "El núcleo del tipo penal de fraude consiste en el engaño. El sujeto activo del delito se hace entregar un bien patrimonial, por medio del engaño; es decir, haciendo creer la existencia de algo que en realidad no existe". Se cree que existió un proceso transparente; o al menos se intentó hacer creer tal cosa. Es decir, se entregó la soberanía de la presidencia nacional, sin estar seguros de la pertinencia de tal acción.
          Todo esto viene después de ver la controversial (por naturaleza y por público; y por obstáculos de distribución; y por su productor intolerante) película de Luis Mandoki: Fraude: México 2006, que el fin de semana (en plena Convención Nacional Democrática en el Zócalo dividido entre un Palacio Nacional que debería de rentarse ya que no cumple los objetivos ni las funciones por las que lleva ese nombre; una sede del gobierno local que ha afianzado su aparato de organización partidista; y una catedral que mira siempre para el lado que más le conviene, con uno de los personajes más nefastos de la vida pública nacional de la que se pueda tener memoria) se estrenó en un número bastante generoso de salas de cine.
          Que es una película militante: sin lugar a dudas, a pesar de lo que diga su realizador. La tesis de la cinta está presente en el mismo título. Lo atractivo resultan varios de los argumentos con los que defiende su tesis. Y los argumentos vienen más que de las ideas expuestas a lo largo, con una serie de imágenes que reflejan mucho de lo que los medios tradicionales (seguramente ni el propio documental de Mandoki) han ocultado, o no querido ver, o ni siquiera mostrar. Más allá de la documentación del proceso en donde se afectó a López Obrador, llama la atención la postura de mucha gente que está al borde de la desesperación por su particular situación socioeconómica: "Los jodidos no tenemos nada que perder"; "Si hay que estar aquí, estaremos hasta el final"; "Fox, eres una rata y un cobarde; grábalo bien, para que me escuches claro".
          La película es fuerte en términos de que revuelve nuestras más profundas fobias y filias. Se confirma lo que ya se sabe: los medios de comunicación masivos no reflejan la realidad de la sociedad en la que se desarrollan. Los medios son medrosos, cobardes, manipuladores. Tanto como los que votaron en contra del "peligro para México". Tanto como la clase media que grita consignas y se siente "auténticamente revolucionaria" mientras no les toquen la tarjeta de crédito o el cochecito. Vivimos en una sociedad de cobardía y simulación. A sabiendas y con las consecuencias a la vista.
          Contrario a lo que se ha dicho, Mandoki no es el Moore mexicano, le sobra solemnidad y le falta humor... y arrojo. Eso de "Se buscó insistentemente a Carlos Salinas, Roberto Madrazo, Ugalde...", que se los crea alguien más ingenuo. La cinta es tendenciosa, como debe de ser un documento militante. Como lo es Bowling for Columbine, como lo es An Inconvenient Truth. ¿Para qué rasgarse las vestiduras con la llamada "búsqueda de la objetividad"? No la hay. Y esa es una de las riquezas del filme. Mostrar lo que nunca harían el acartonado de Joaquín López Dóriga, la descerebrada de Adela Micha o el muppet de Javier Alatorre.
          Es una película que hay que ver. Ya sea para convivir confortablemente con el entripado de las elecciones del año pasado; ya para convencerse de que Mandoki es el nuevo Goebbels región 4 y López Obrador un Hitler tropical. Sólo una cosa: si no la ha visto, no descalifique sin conocimiento de causa.

No hay comentarios.: