jueves, enero 14, 2010

Tierra de nadie (¿de todos?)

Haití representa una serie continua (y continuada) de contradicciones históricas, políticas y sociales. Es el país que inició de manera más temprana su lucha por la independencia (en agosto de 1769) buscando la independencia con respecto de Francia, la cual apenas unos años después comenzaría su construcción de la idea de república moderna con su propia revolución. El protagonista de la lucha haitiana sería François Dominique Toussaint-Louverture, un caudillo que batallaría lo mismo contra franceses que contra ingleses y españoles en la búsqueda de la independencia de los haitianos. Como buen caudillo latinoamericano sería preso y ejecutado en Francia, como ejemplo de lo que le pasaba a los que se resistían a la ocupación colonialista. Finalmente, la independencia se promulgaría en 1804 por Jean Jacques Dessalines. O sea que su bicentenario ya fue hace seis años y casi nadie se dio por enterado. Pues bien, Dessalines, más allá de declarar la república y establecer un gobierno representativo, decide declararse emperador.
          La inestabilidad política ha sido uno de los elementos incuestionables de la historia haitiana. Durante todo el siglo XIX las luchas internas (mismas que se encontraron alimentadas por las pugnas raciales entre las masas de negros y una oligarquía política de mulatos) convirtieron al país en una tierra de nadie. Es con ese argumento que los autonombrados policías del mundo deciden intervenir militarmente en el país en 1915 y establecer su ejército, con el pretexto de mantener el orden y proteger a la población (¿dónde se ha oído eso?). La ocupación militar norteamericana se extendería hasta 1934. Poco antes de iniciar la Segunda Guerra Mundial y todavía con los efectos que la Gran Depresión en marcha, los norteamericanos se retiran de Puerto Príncipe y las pugnas político-raciales se inician nuevamente de manera sangrienta. Haití vivió un estado de guerra civil durante gran parte de su historia.
          Pero la cúspide de todo ese terror vendría en 1957 cuando el médico François Duvalier (llamado Papa Doc, de manera coloquial) se hizo del poder con el apoyo de los Estados Unidos. Apoyo que se mantuvo durante algún tiempo, sobre todo después del triunfo de la Revolución Cubana en 1959, ante el temor de que el socialismo se extendiera a las demás islas del Caribe. El terror que representaría la dinastía Duvalier (Papa Doc heredaría el poder a su hijo Jean Claude en 1971, cuando éste sólo contaba con 19 años de edad) ha sido más que documentada y se extendería a lo largo de 29 años, hasta 1986 que una insurrección popular echó del poder y del país a Baby Doc.
          Nuevamente inestabilidad, golpes de Estado, militares en el poder y guerra civil como estado normal de las cosas. Será hasta 1991 cuando el sacerdote católico (entusiasta de la Teología de la liberación) Jean Bertrand Aristide asuma la presidencia e inicie una nueva crisis política. Será depuesto en dos ocasiones, solicitando la ayuda militar norteamericana como garantía de conservación de su presidencia (misma que llegaría con los “Cascos azules” de la ONU en 2004, y que continuaría hasta nuestros días como salvaguarda del orden en el país caribeño). La “normalidad democrática” llegará hasta que René Préval obtenga el poder en 2006 y comience una serie de reformas destinadas a combatir los altos índices de pobreza (los más altos de América Latina). Préval no tuvo muchas simpatías del gobierno norteamericano de Bush a partir de la tendencia de izquierda del presidente y de su acercamiento a Raúl Castro y Hugo Chávez. La relación del pequeño país a partir de la llegada de Obama a la presidencia no estaba muy clara; la trágica coyuntura actual puede traer luces a este respecto.
          Haití es un país que contiene mucha de la tragedia histórica y política de América Latina. Contiene también mucha de la “magia” reconocida por la “civilización” en la barbarie. Su relación con los elementos religiosos es más que evidente a lo largo de su historia: la ceremonia de inicio de su lucha de independencia fue encabezada por un sacerdote de vudú (Boukman); la “zombificación social” que los Duvalier llevaron a cabo durante su nefasta dictadura a partir del terror y la superstición del pueblo, los Tonton Macoutes (literalmente “Los hombres del costal”, “El coco”) y los Leopardos se encargaron de mantener dominados, incluso mentalmente, a los que se revelaban al régimen; la llegada de Aristide significó, en su primer gobierno, la persecución de las ceremonias de vudú, lo que trajo nuevo descontento social. Mucho de esa tradición e historia la recogió el cubano Alejo Carpentier en El reino de este mundo. Gran parte del testimonio histórico lo deja Gerard Pierrre Charles en "Haití: la crisis ininterrumpida", el texto incluido en América Latina: historia de medio siglo, compilada en Siglo XXI por Pablo González Casanova.
          Hoy Haití vive una tragedia que no es atribuible a sus políticos ni a sus habitantes. Tal vez no se pueda decir lo mismo de las secuelas que este hecho lamentable deje en el futuro. No lo digo como deseo, sino concibiendo la lógica de la historia como difícil de cuestionar. Ojalá me equivoque.

1 comentario:

Victor Jurado Acevedo dijo...

Haití

Después de sus desgracias como cuentas, y de vida de locura bajo los dictadores come plátanos, la vida de el bastión más pobre de la América. Esta hecha polvo. Pregunto los haitianos en su territorio además de la caña de azúcar, los plátanos y los mangos, qué interés tiene el mundo por la mitad de la dominicana. ¿Será el vudú?

Propongo que se considere a Haití patrimonio espiritual del mundo que se encargue de luchar contra las sombras del mal, que atacan el planeta, cobrando un impuesto espiritual a los países con mayor maldad como el Tibe, Israel, USA, Congo, Bélgica, Holanda, Suiza, etc. En apoyo toda las variantes de Buda, Cristo, Ra, Huitzilopostli, etc…