miércoles, julio 15, 2009

Aquí estuve yo...


¿Cuál es la forma correcta de colocarlo?

Cuando me di cuenta, habían pasado cerca de diez minutos. Y lo que parecía una tarea fácil resultó casi la solución de un dilema ético o matemático: ¿qué papel higiénico comprar? Resulta abrumadora la cantidad de opciones de marcas, tamaños, precios y calidades que existen en un supermercado regularmente surtido en lo que respecta a este producto que en la actualidad es de consumo irrenunciable. Y resulta que unos eran más baratos, pero se había comprobado en pruebas empíricas que no eran tan resistentes. Otros eran resistentes, pero raspaban. Otros se veían como pedacitos de nube, pero salían en un ojo de la cara. Otros se ajustaban pero tenían un olor extraño, decía en el empaque que a aloe vera, pero a mí me parecía más como a pañal de primera etapa. Otros estaban de súper oferta y ofrecían más rollos "gratis", lo que no decían es que esos rollos tenían menos hojas que los demás. Al final escogí el que tenía el empaque más simpático. Aparte tenía vitamina E, que, como todo mundo sabe, sirve para... [?]

Resulta sumamente interesante revisar la cantidad de materiales que se han utilizado a lo largo de la historia de la humanidad para limpiar su parte más innombrable y oscura (sin metáfora metafísica y con toda literalidad): pasto, hojas vegetales, olotes del maíz, conchas de mar. Los griegos utilizaban piedras y pedazos de arcilla cocidos con ese propósito; los romanos, esponjas que después de usarse se sumergían en agua salada. En la Europa Oriental, se utilizaba la mano izquierda, por lo que ésta es considerada sucia por los árabes aún en nuestros días. El papel higiénico como tal, es decir, como papel dirigido específicamente para el aseo del culo, fue inventado, por quién más que los chinos: la dinastía Ming tiene un registro minucioso de la fabricación de este producto para el uso exclusivo del emperador y su familia, alrededor del siglo XIV. En el Oeste norteamericano, se utilizaban las hojas de los catálogos de Sears y de los diversos productos que se ofrecían a los granjeros; incluso, los catálogos tenían un agujero hecho expresamente para colgarlo e ir arrancando una a una las hojas de la pared.
          El papel higiénico, como lo conocemos actualmente, nació en 1857. Un norteamericano llamado Joseph C. Gayetti comenzó a producir hojas humedecidas con aloe para uso médico. La hoja perforada fue inventada hacia 1880, por la Albany Perforated Wrapping Paper Company, que consideraba que era vergonzoso poner su nombre en el producto, por lo que dejaba que sus clientes personalizaran éste.
          Esto no lo invento ahora, lo dice el Museo Virtual del Papel Higiénico.

A lo que voy con todo esto, más allá de la inevitable escatología, es a la cantidad de necesidades que el mercado ha creado. Al final, nos debatimos (je, je) entre la suavidad, la economía, la comodidad y la pura necesidad. Entre ositos felpudos, bebés con piel tersísima, capullos de algodón y pedacitos de nube. Así nos imaginamos aquello. Fortuna que no sea un lugar que podamos ver fácilmente en el espejo.

1 comentario:

Mariana Coronel de Guerra en Tiempos de Paz dijo...

Este artículo sobre el papel higiénico, o confór como dicen los chilenos (hablando mucho sobre la grata sensación que nos produce), me recuerda al piso Lavapiesero en donde nunca podíamos costear las servilletas, a lo que decidimos poner de manera definitiva un rollo de papel de baño en la cocina. Y de ahí la dura realidad evidenciada en palabras de uno de nosotros: "En esta casa nos limpiamos la boca con lo mismo que nos limpiamos el culo".