jueves, julio 30, 2009

De Bares vacíos


-Así que argentino...
          -Sí.
          -"Sencishito y carihmático" -dice ella y se larga a reír.
          Yo también me río, para no contrariarla ni romper este instante, pero por dentro pienso por qué esa generalización mexicana del argentino como un ser pedante, engreído. ¿Será simplemente un contraste inevitable de usos y costumbres entre un país formal y cortés como es México, donde por ejemplo en un bar del centro de esta misma ciudad pude ver un cartel que decía El baño no es público: por favor; evíteme el disgusto de tener que negárselo, y otro como Argentina , en cuyo caso el cartel no me consta, pero diría nada más que El baño no se presta o algo así? ¿O será que una conquista más brutal y conflictiva, quizá no tan basada en el exterminio como en el dominio de la población prehispánica, hizo de México un país más servil que Argentina, un país con una especie de complejo de inferioridad, que cuando no escucha lo que le dicen en vez de preguntar "cómo dijo" prefiere pedir "mande"? ¿O tendrá razón el Gringo Battaglia -desde su posición autoproclamada de cordobés entendido en la materia porque ha hecho uno que otro viaje al extranjero- cuando nos decía que la imagen de los argentinos en el exterior es la que se tiene en el interior de Argentina respecto de los capitalinos, es decir los porteños, que con su espíritu creído y fanfarrón -palabras del Gringo Battaglia- "salen a pasear por el mundo creyéndose los námber uán para de paso hacernos quedar como una reverenda mierda a todo el resto del país, cuando los únicos agrandados son ellos, los de Buenos Aires"? Mmm, no sé. No creo, es un enfoque demasiado parcial. ¿Quizá tenga que ver en esta imagen el hecho de que buena parte de los argentinos que viven aquí en México hayan sido exiliados a causa de los gobiernos militares, gobiernos que no querían a ciertos intelectuales, precisamente a los que estudiaban en la Facultad de Filosofía y Letras, en la de Ciencias de la Informacion, en la de Ciencias Políticas y en otras que eran peligrosas porque en ellas se pensaba demasiado; gobiernos que ocasionaron que toda esa gente que pensaba demasiado viniera a pensar acá, pensando en el camino que ellos pensaban mucho y que por eso se habían tenido que ir, pensando al llegar que ellos pensaban tanto que aquí eran los únicos que pensaban, pensando tanto en estas cosas que terminaron creyéndoselo, forjando así ese engreimiento percibido, aunque no necesariamente real, que hace que aquí se piense tan mal de todos nosotros?
          No sé. Yo no soy quién para hacer estas preguntas. Mucho menos para responderlas.
Martín Cristal, Bares vacíos, pp. 108-109.

1 comentario:

jcdeleon dijo...

hola Edgar, me da gusto saludarte, pues leí otra vez Memoria del polvo y me gustó mucho más que la primera vez. fue bueno leerlo. un abrazo.