miércoles, julio 22, 2009

Hipodermia


Desde la infancia me dan terror. Muchos piensan que es mamonería o ganas de joder, pero no. Toda mi vida me han dado terror las agujas. Y para quien piense que esto no existe, nomás le digo que hasta tiene nombre: Belonefobia. Hasta hace más o menos unos cuatro años había logrado transitar por la vida sin tener que someterme a la tortura que significaba ver agujas cerca de mí. Sólo las vacunas obligatorias que ponen en la lejana infancia habían sido las sustancias que entraron enj mi cuerpo vía aguja.
          Sin embargo, he tenido que racionalizar este miedo y más tarde que temprano he tenido que someterme al terror de las agujas hipodérmicas. A veces por necesidades burocráticas (en una solicitud de empleo había que anotar, a.g. [o sea, "a juerzas"], el tipo de sangre en caso de que un trailer me pasara encima mientras estaba sentado en un escritorio revisando textos); por necesidades amistosas (cuando el Darío Máximo [sobrino putativo] nació, hubo que donar sangrijuela por si la madre se atoraba en el quirófano; así fue como una gigantesca enfermera sacudió de mis brazos sendas bolsas de plasma mientras mil escalofríos recorrían todos los nervios de mi castigado sistemita); por necesidades de salud (tuve que ir a sacarme sangre para una biometría hemática y un análisis de química sanguínea).
          Por lo último es que traigo mi brazo izquierdo adormecido y una sensación enfermiza de que por el minúsculo agujerito que dejó la aguja se me va a escapar toda la sangre que me quedó en el cuerpo. De hecho, no hay razones para sentir malestar en el brazo, y sin embargo...
          De los análisis no salí muy bien librado, pero de eso les cuento más adelante. Con diagnóstico en mano.

2 comentarios:

Alfredo Carrasco Teja dijo...

Si alguna vez tienes que hacerte análisis que involucren tus partes nobles, créeme que te darán más miedo los q-tips...

MADRE DE DARÍO dijo...

... por eso y mucho más te quiero.