martes, julio 15, 2008

Sobre la Brevísima relación de la destrucción de Las Indias


con esto quiero acabar hasta que vengan nuevas olas de más egregias en maldad (si más que éstas pueden ser) cosas, o hasta que volvamos allá a verlas de nuevo, como cuarenta y dos años ha que las veemos por los ojos sin cesar, protestando en Dios y en mi consciencia que, según creo y tengo por cierto, que tantas son las perdiciones, daños, destruiciones, despoblaciones, estragos, muertes y muy grandes crueldades horribles y especies feísimas dellas, violencias, injusticias, y robos y matanzas que en aquellas gentes y tierras se han hecho (y aún se hacen hoy en todas aquellas partes de las Indias), que en todas cuantas cosas he dicho y cuanto lo he encarescido, en calidad ni en cantidad, de diez mil partes (de lo que se ha hecho y se hace hoy) una.
Este es el auto de fe que Bartolomé de Las Casas (Sevilla, 1474) dará en uno de los textos que, a lo largo del tiempo, se ha convertido en uno de los clásicos dentro del estudio de los orígenes y construcción de la identidad latinoamericana: Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Esta obra estaba dirigida al príncipe Felipe II —hijo de Carlos V, emperador de España—, y la causa principal estribaba en conmover el corazón del joven príncipe a fin de poner fin a los tormentos que los habitantes americanos sufrían en estas tierras. Las Casas será nombrado “Protector universal de los indios” por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros y mucho tuvo que ver el trabajo de recuperación histórica y de recreación narrativa que el dominico hizo de la conquista militar y espiritual de las tierras americanas.
          Bartolomé de Las Casas llegará a territorios americanos como uno más de los conquistadores que pusieron su planta sobre las recientes tierras descubiertas en el Caribe. Después de ser encomendero en la isla de Cuba es convencido por otro fraile a reconsiderar su posición y a emprender su cruzada en defensa de los indios. El mundo que el padre Las Casas intenta transformar es el de la América del siglo XVI, el de la génesis de un mundo que se fundamentaba en la conquista sangrienta, el dolor, la muerte y el martirio de millones de seres humanos que fueron masacrados en las luchas militares o esclavizados y disminuidos por el brutal sistema de encomiendas.
          La Brevísima... tiene una historia accidentada. Será escrita como una síntesis de las ideas que el autor generará después de asistir a las controversias de Valladolid en las que el defensor de los indios tenía la titánica misión de convencer a la corte real de que los seres encontrados en el Nuevo Mundo eran humanos, esto es, tenían alma, por lo que no tenían que ser esclavizados y masacrados. Por el otro lado se encontrará con los intereses colonialistas y los argumentos inmisericordes de un tipo como Juan Ginés de Sepúlveda, que concluirá que los habitantes del Nuevo Mundo no son más que homúnculos, esto es, animales atrapados en un cuerpo que parece humano. Las controversias de Valladolid tendrán un final relativamente feliz: llevarán al triunfo parcial de la postura de Las Casas al obligar a la promulgación real de las leyes de protección a los indios (las Leyes Nuevas de 1542); y a la justificación de importar negros esclavos de África para que lleven a cabo el trabajo que los naturales no podían llevar a cabo. Esta última cuestión atormentó a Bartolomé prácticamente hasta el fin de sus días.
          Pero la Brevísima... fue redactada después de promulgadas las leyes arriba mencionadas. La relación lleva por fecha de conclusión el 8 de diciembre de 1542, mientras que las Leyes fueron decretadas el 20 de noviembre de ese mismo año. Los contenidos que de ella emanan lo constituyen en uno de los trabajos de descripción de la trágica conquista española en América más polémica y, al mismo tiempo, más humana. Humana en el sentido de que España, a través de Las Casas, se convertía en el único imperio que se sometía a autocrítica con respecto a su intervención en el nuevo continente.
          La obra se dedica a relatar las barbaries que Las Casas presenció y aquellas que le fueron confiadas por testigos fiables. Es así como el sevillano se dedica a recorrer el mausoleo de horrores que iban de Cuba, Santo Domingo y México, hasta Nicaragua, Panamá y Perú. Un recorrido por el continente que se desangraba paulatinamente en la misma medida en la que los españoles arribaban a sus territorios.
          Las Casas se convertirá así, en un hombre que fundará la concepción moderna de los derechos humanos desde la perspectiva de un lugar en el que éstos fueron por completo desconocidos y atropellados. Será también el anunciador de la hecatombe cultural que tendrá como consecuencia el exterminio casi total de las culturas que la violencia europea tocaba. Dice en alguna parte del texto: “Han muerto y despedazado totalmente grandes y diversas naciones, muchas lenguas que no han dejado persona que las hable, si no son algunos que se habrán metido en las cavernas y entrañas de la tierra huyendo de tan extraño e pestilencial cuchillo”.
          El libro, al ser una denuncia descarnada de la situación americana, debe leerse como un documento que señala una parte de esa historia sangrienta y de la hecatombe cultural que significó (la muerte, cifra sumamente variable según los autores, de entre 5 y 50 millones de indios americanos); pero, al mismo tiempo, debe verse como el producto interesado de un abogado (Las Casas se licenció en Derecho en 1501) que pugna porque sus argumentos sean contundentes y, por lo tanto, se permite la posibilidad de la exageración de los hechos. Al final podemos ver que lo narrado por Las Casas no es, in strictu sensu, una descripción totalmente verídica. Pero lo que sí debe quedar claro es que, sin esa versión del dominico, no podría entenderse la historia de la conquista de América en toda la dimensión que tal hecho representó.
          Si bien los grandes carniceros, hablando en números, fueron los organismos más pequeños (los virus de viruela, gripe, tifo, etc.), Las Casas hará énfasis en la perspectiva ética de lo que las otras muertes significaron: las bajas militares, las muertes por sobreexplotación, los decesos por abandono espiritual ante la falta de libertad. Ese es el meollo del asunto. No podemos decir que las ideas del sevillano se hayan cumplido tal y como las había planteado; pero sí podemos decir que, gracias al papel histórico que le tocó desarrollar, después de él, el mundo no volvió a ser el mismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente entrada.

Efectivamente Bartolomé de las Casa es un ejemplo para los mexicanos, un ejemplo a seguir, un orgullo de nuestra patria.