Con Obregón inicia la tradición del caudillo en el gobierno y de la administración de ese gobierno a partir de un proyecto personal. En este sentido, el gobierno de Obregón inauguraba un Estado que estaba lejos de ser democrático, era, eso sí, nacionalista, autoritario y con la estabilidad que le brindaban los acuerdos a los que había llegado con las distintas facciones. Sin embargo, se tendrá que enfrentar con diversos obstáculos que irán acotando su posibilidad de acción. Una de esas cuestiones lo representa la resistencia del gobierno norteamericano de reconocerlo como presidente, condicionándole el reconocimiento a la modificación de diversos artículos de la Constitución que lesionaban los intereses de empresas estadunidenses. Lo anterior fue salvado con los Tratados de Bucareli, un documento en donde se dejaba en claro que las reformas constitucionales no eran retroactivas, por lo que los intereses afectados antes de la promulgación quedaban sin efecto. Obregón tuvo que aceptar la intromisión norteamericana en política interna y, con el tiempo, otorgar mayores concesiones en previsión de que los Estados Unidos ofrecieran ayuda militar en el proceso de sucesión presidencial.
Todas las reclamaciones en contra de México hechas por ciudadanos de los Estados Unidos, ya sean corporaciones, compañías, asociaciones, sociedades o individuos particulares, por pérdidas o daños sufridos en sus personas o en sus propiedades durante las revoluciones y disturbios que existieron en México durante el periodo comprendido del 20 de noviembre de 1910 al 31 de mayo de 1920, inclusive, incluyendo pérdidas o daños sufridos por ciudadanos de los Estados Unidos en virtud de pérdidas o daños sufridos por cualquier corporación, compañía, asociación o sociedad en las que los ciudadanos de los Estados Unidos tengan o hayan tenido un interés sustancial y bonifique[...]El periodo obregonista, no obstante, fue rico en el desarrollo de diversas manifestaciones intelectuales que sustituían la visión de los positivistas y la influencia que éstos habían tenido durante el porfiriato. Surge el Ateneo de la Juventud, una agrupación que incluía a personajes como Antonio Caso, Pedro Henríquez Ureña, José Vasconcelos, Alfonso Reyes y Julio Torri. Será precisamente Vasconcelos uno de los encargados de llevar a cabo la transformación del sistema educativo del país. Una de sus convicciones era que resultaba necesario llevar a cabo una revolución moral antes que agrarista, obrerista o nacionalista, y que la manera de conseguir esto era, entre otras cosas, a través de la educación. Fue así como se convirtió en un impulsor decidido de la edición de libros, la organización de bibliotecas, la realización de murales pictóricos donde se reflejara la historia de México y el aprendizaje extracurricular. Durante esta época comienza a constituirse, también, la narrativa testimonial y ficticia que se denominó “Novela de la Revolución”, que muchas veces, sin embargo, se convirtió en un vehículo para justificar o mitificar a determinados personajes que habían participado en el proceso armado, pero que en otras, afortunadamente, se convirtieron en las primeras versiones críticas de un proceso que no acababa de cuajar.
La cantidad total adjudicada a las reclamaciones será pagada en moneda de oro o su equivalente por el gobierno Mexicano al Gobierno de los Estados Unidos en Washington.Tratados de Bucareli, 10 de septiembre de 1923.
La sucesión presidencial que llevó a Plutarco Elías Calles a la presidencia contó con el apoyo de Obregón, quien tuvo que acabar con una rebelión de Adolfo de la Huerta a fin de garantizar la llegada de Calles a la presidencia. Esta amenaza en la sucesión puso de relieve que era necesario reglamentar de manera eficiente las reglas para el reparto de los puestos de elección popular, así como despolitizar al ejército mantener buenas relaciones con los EU. Calles es el primer presidente que se puede concebir como un político antes que un militar. Sin embargo, su presidencia estará plagada de protestas por la forma en que ejercía el poder. Tres son los campos en los cuales su convicción era evidente: impulsar la mediana propiedad de la tierra y hacerla eficiente mediante el riego y la aplicación de nuevas tecnologías, antes que un reparto indiscriminado de tierras; desmilitarización del gobierno y reducción de la influencia del ejército en los asuntos de Estado; y la reducción de intervención en tareas propias del Estado de instituciones con influencia amplia, como la Iglesia católica.
Será el conflicto con ésta última el más grave, ya que orillará a enfrentamientos armados en diversos estados del país en un movimiento denominado “guerra cristera”. El enfrentamiento entre la iglesia católica y el estado callista será resuelto justo antes de las elecciones de 1929 y tendrá como principal acuerdo el compromiso de la jerarquía católica de acatar la autoridad del Estado, mientras éste no pusiera en práctica los elementos más radicales de la constitución de 1917. El asesinato de Álvaro Obregón, ya como presidente electo para el periodo de 1928-1932, llevado a cabo por un militante de la Acción Católica de la Juventud Mexicana, fue el amargo colofón a la etapa más violenta posterior al constitucionalismo.
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