miércoles, octubre 13, 2010

Despierten ya, mexicanos/ los que no han podido ver...

La última década del siglo XIX terminaba con una declaración que ponía de relieve el papel que la iglesia católica tenía como institución que interpretaba, a la vez que era parte, a un mundo que se hallaba muy lejos de construir la anhelada igualdad que, al menos en el terreno de la doctrina, se anunciaba para todos los fieles. En la encíclica Rerum Novarum (De las cosas nuevas), la institución reflejaba la preocupación derivada de la pérdida de fieles a partir de la politización de los obreros en plena lucha por derechos laborales que la Revolución Industrial en Europa planteó. Este documento se convirtió en una especie de manifiesto de la transformación de las relaciones sociales en formaciones que respondían a una lógica económica y política distinta; y en una descripción inquietante para los gobiernos, ya que implicaba la posibilidad de buscar mecanismos que tendieran a reducir la desigualdad. La mayoría desoyó las advertencias, entre esta mayoría estaba el gobierno de Díaz.
          Otro aviso fue el protagonismo que adquirió en 1900 la convocatoria a refundar el Partido Liberal. Convocado por Camilo Arriaga en San Luis Potosí, marcó el inicio de una fuerte crítica y la radicalización del discurso contra los elementos más representativos del porfirismo: el grupo de “los científicos”; el hombre fuerte del régimen, Bernardo Reyes; el crecimiento de la inversión extranjera en segmentos fundamentales de la economía; y, sobre todo, la situación de explotación que rodeaba la vida cotidiana y las condiciones laborales de las masas campesinas y obreras.
Gracias a la dictadura de Porfirio Díaz, que pone el poder al servicio de todos los explotadores del pueblo, el trabajador mexicano ha sido reducido a la condición más miserable; en dondequiera que preste sus servicios es obligado a desempeñar una dura labor de muchas horas por un jornal de unos cuantos centavos. El capitalista soberano impone sin apelación las condiciones del trabajo, que siempre son desastrosas para el obrero, y éste tiene que aceptarlas por dos razones: porque la miseria le hace trabajar a cualquier precio o porque, si se rebela contra el abuso del rico, las bayonetas de la dictadura se encargan de someterlo. Así es como el trabajador mexicano acepta labores de doce o más horas diarias por salarios menores de setenta y cinco centavos, teniendo que tolerar que los patronos le descuenten todavía de su infeliz jornal diversas cantidades para médico, culto católico, fiestas religiosas o cívicas y otras cosas, aparte de las multas que con cualquier pretexto se le imponen.
Programa del Partido Liberal Mexicano,
1 de julio de 1906.
La relevancia de este congreso del Partido Liberal, aparte de las cuestiones mencionadas, fue la asistencia de dos personajes que serían fundamentales para la argumentación ideológica y el inicio de la rebelión armada: los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón. El gobierno no tardó en ubicarlos y en ejercer la represión a su trabajo periodístico; estas acciones por parte del régimen los empujarán a exiliarse en los Estados Unidos. Ahí se relacionan con grupos de obreros y militantes anarquistas, lo que influye de manera determinante en su pensamiento. El anarquismo de los Flores Magón, no obstante, chocaba de manera frontal con la situación que vivía México, es decir, no podían considerarse seriamente los postulados que los fundamentaban en tanto el proletariado mexicano no respondía a las características del proletariado norteamericano. La clase baja mexicana estaba conformada fundamentalmente por campesinos y se ubicaba en las zonas rurales, a diferencia del movimiento anarquista estadunidense cuyas bases eran primordialmente urbanas. La importancia de los Flores Magón se puede centrar, sobre todo, en la manera en que el periódico que fundaron, Regeneración, sirvió para concientizar y otorgar puentes de reflexión a los mexicanos que se encontraban en contra del régimen porfirista.
La revolución va a estallar de un momento a otro. Los que por tantos años hemos estado atentos a todos los incidentes de la vida social y política del pueblo mexicano, no podemos engañarnos. Los síntomas del formidable cataclismo no dejan lugar a duda de que algo está por surgir y luego por derrumbarse, de que algo va a levantarse y algo está por caer. Por fin, después de treinta y cuatro años de vergüenza, va a levantar la cabeza el pueblo mexicano, y por fin, después de esa larga noche, va a quedar convertido en ruinas el negro edificio cuya pesadumbre no ahogaba.
Ricardo Flores Magón, Regeneración,
19 de noviembre de 1910.
Y es que el mismo sistema había cancelado sus propias posibilidades de transformación. Una transición no violenta, pero que hubiera resultado sólo cosmética, la representaba el general Bernardo Reyes. Muchas de las simpatías estaban con este incondicional de Díaz, sobre todo por representar la oposición al grupo de los “científicos” que habían copado los puestos de dirección y gobierno más importantes. Consciente del peligro que representa el arrastre y consenso que Reyes estaba generando como su virtual sucesor y probable cabeza de una rebelión armada, en tanto su pertenencia al ejército, el presidente Díaz decide enviarlo en misión diplomática a Europa, con lo que la opción de modificación del estado de cosas queda cancelado.
          La partida de Reyes al extranjero obligó al reagrupamiento de los que simpatizaban con el desplazamiento del poder de Díaz. Algunos de estos exreyistas tendrían un papel fundamental en el desarrollo posterior del movimiento revolucionario: Francisco Vázquez, Luis Cabrera, Venustiano Carranza. Pero sería un hacendado del estado de Coahuila quien llevaría sobre sus hombros la tarea de expresar de manera contundente la oposición de la clase media, y algunos miembros de la clase propietaria, a que don Porfirio siguiera en el poder: Francisco Indalecio Madero.
Hemos preservado la forma republicana y democrática de gobierno. Hemos defendido y guardado intacta la teoría. Sin embargo, hemos también adoptado una política patriarcal en la actual administración de los asuntos de la nación, guiando y restringiendo las tendencias populares, con fe ciega en la idea de que una paz forzosa permitiría la educación, que la industria y el comercio se desarrollarían y fueran todos los elementos de estabilización y unidad entre gente de natural inteligente, afectuoso y dócil.
          He esperado pacientemente porque llegue el día en que el pueblo de la República Mexicana esté preparado para escoger y cambiar sus gobernantes en cada elección, sin peligro de revoluciones armadas, sin lesionar el crédito nacional y sin interferir con el progreso del país. Creo que, finalmente, ese día ha llegado.
Porfirio Díaz a James Creelman,
“El presidente Díaz, héroe de las Américas”,
18 de febrero de 1908.

1 comentario:

El Corsario Negro dijo...

Excelente entrada, y me alegra ver alguien que recuerda a los Flores Magón con la misma admiración que yo.

Sigue con el buen trabajo.