Así pues que se apagaron las luces y aparecieron unos súper escandalosos New Found Glory con tres guitarras y un vocalista que parecía que de vez en vez le recetaban descargas eléctricas por el culo. Una banda que prendió al principio a la banda, entre otras cosas porque la banda esperaba “cualquier cosa” para prenderse. Demasiado blof, demasiado ruido, demasiado sonido parecido a algo que se recuerda por saturación, demasiada cursilería. Se armó el slam más por comenzar a calentar las piernas que por la calidad de la banda, integrante, decía un güey el otro día en el MTV del “happy punk”. ¡Dios mío, las retorcidas del pobre Sid Vicious allá donde se encuentre con la apestosa de Nancy! Total que se fueron, a Dios gracias, hacia otros lares sin gran pesar por parte de los escuchas y apareció en escena el “grupo invitado”: Molotov.
Los Molotov han demostrado en este país varias cosas: que se puede sobrevivir siendo una banda de rock, que no es necesaria la presencia en los omnipresentes canales de TV abierta para ser populares, que el estigma de “las malas palabras” comenzó a derrumbarse cuando en 1997 sacaron a la luz el ¿Dónde jugarán las niñas?, obvia referencia al disco de Maná, pero que contrastaba por una misoginia heredada del gangsta y el hip hop gringo y que, hoy en día y para bien, ha desaparecido de su horizonte de composiciones. Molotov se adueñó del escenario con sus cuatro instrumentos y una aceptación por parte de un público que los ha seguido por lo que la música de este grupo transmite y por su coherencia y honestidad en lo que hacen. Tocando solamente cuatro canciones del nuevo disco Con todo respeto (“Perro negro granjero”, “Amateur”, “Marciano” y “Mi agüita amarilla”) y dándole preeminencia a los discos de su anterior Dance and dense denso, la banda demostró que ha crecido enormidades como músicos y como integrantes de una escena en franca decadencia (la del llamado “rock mexicano” que en los noventas se convirtió en un fenómeno cultural que fue devorado sin misericordia por el mercado ávido de novedades y de dinero rápido). Así pues, rolas como “Frijolero”, “Here We kum”, “Dance and dense denso” y “Nostradamus mucho (que se caiga el teatro)”, hicieron que el público mexicano, lleno de chavitos que cuando Molotov se la rifaba en el Rockotitlán de Insurgentes todavía se limpiaban los mocos con la manga del mameluco después del berrinche, les ofreciera el reconocimiento que se merecen por haber sido unos espléndidos “teloneros” de la banda estelar. Al final, la gente pedía a voz en cuello “Puto” (dedicada al equipo de futbol Monterrey que disputará con los Pumas la final del torneo apertura) y la banda complació a la masa de gente que comenzó a brincar ante los primeros acordes de la rolita, ya de culto, entre los seguidores (asiduos y villamelones) de los autodeclarados pumas rocanroleros.
Unos minutos de silencio y de espera que, mientras más avanzaba el reloj, hacían mas ansioso el golpetear de los talones del pie sobre el piso. Comenzaron los clásicos chiflidos de desesperación, que fueron acallados cuando un gran conejo rosa apareció en el escenario para “calentar” al público. La botarga rosa, en evidente estado de ebriedad, comenzó a animar a los presentes bailando los acordes clásicos de “YMCA" y, en el exceso de confianza, retando al público para que lo animaran a echarse una chela que agitaba frente a sus, seguramente, ansiosos ojos. Sin más, empinó el codo y el precioso licuado de cebada desapareció en el interior de su peluchosa humanidad. Después comenzó a animar al público a convocar a la banda gritando rítmicamente “Green-Day, Green-Day, Green-Day”.
Por fin la banda apareció cobijada bajo los acordes de la obertura de “Also sprach Zarathustra” de Richard Strauss. Y comenzó el show, con un Billie Joe Armstrong saltando de un lado a otro y sacándole a la guitarra todo lo que podía dar. Un escenario sobrio, aún cuando había explosiones y llamaradas hasta el cielo del casco cobrizo, con un fondo que reproducía la portada de su último disco.
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