XVI
La gente incapaz de sublimar no de enamorarse: cuando el amor termina, el hombre no le queda -si es congruente con el amor- sino matarse, volverse loco, criminal o más borracho. En cambio, los creadores son capaces de encauzar su furia y su tristeza. Mientras sirvo otra cuba, entiendo: son los creadores quienes pueden ver con nitidez los contornos de la Furia, ser -sin quererlo- su presa más sencilla.
XVII
Dante lo llamó la fuerza que mueve al sol y las demás estrellas. ¿Cómo puede un hombre, esa creatura que traspasa el cosmos, parte de la raza que dio un Mahler, Venecia, las pirámides, dejarse llevar por su corriente?
XVIII
"¿No es peligroso acercarse tanto a una ballena?", pregunta Mariana (mi pequeña hija inexistente) al mirar la fotografía de una balsa junto al lomo inmenso de una Eschrichtius Robustus. También el amor, y en él nos embarcamos como niños sonrientes que se mueren de miedo al subir a la montaña rusa.
XIX
-Es la primera vez que veo un Dobermann que no muerde.
-Es que no sabe que es un Dobermann.
(Tampoco el amor, mientras no se lo digan)
XX
quien ama aleja el rostro de la muerte y también -en algunos instantes- lo conoce. Bajamos la guardia y cometemos las mismas torpezas que cuando medimos al tigre: nos mantenemos alejados de él, adivinamos el sitio donde sus ojos hechizarán esapcios, llegamos a conocer cada siguiente paso de su anatomía mortífera. Pero en el último instante pensamos: "Si es tan sólo un gato grande", cuando sentimos el primer zarpazo.
-Es que
(Vicente Quirarte, Fragmentos del mismo discurso, México, UAM [Correo Menor], 1986).
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