El espíritu es un vampiro. ¿Qua ataca a una civilización? La deja postrada, deshecha, sin aliento, sin el equivalente espiritual de la sangre, la despoja de su sustancia, así como de ese impulso que la arrastraba a actos y escándalos de envergadura. Comprometida en un proceso de deterioro en el que nada la distrae, nos ofrece la imagen de nuestros peligros y la mueca de nuestro futuro: es nuestro vacío, es nosotros; y encontramos en ella nuestras insuficiencias y nuestros vicios, nuestra voluntad insegura y nuestros instintos pulverizados. ¡El miedo que nos inspira es miedo de nosotros mismos! Y si, al igual que ella, yacemos postrados, deshechos, sin aliento, es porque hemos conocido y sufrido, nosotros también, el vampirismo del espíritu.
Cioran dixit.
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