martes, enero 06, 2009

Las personas no cambian


He visto varias veces Vicky Cristina Barcelona, no tantas como Laira, pero ahí vamos. Y cada vez que la veo, me sigue sorprendiendo. En el sentido de que confirma conocimientos que la mayoría tenemos, pero que a veces nos cuesta trabajo comprender o aplicar en la experiencia de vida diaria. También es una peli que se llena de estereotipos acerca de los personajes secundarios: el novio de Vicky que sólo piensa en autos, departamentos, amistades necesarias; el padre del personaje de Javier Bardem que tiene la verdad y la neta pero se la guarda para sí mismo (¿realismo mágico alleniano?); la madura señora burguesa que necesita la aventura extramarital para reafirmarse; en fin.
          El cuadrángulo principal, sin embargo, es más que consistente en la configuración de un paréntesis de una vida que, sin embargo, queda, en elipsis excéntrica perfecta, igual que al comienzo de la historia. Qué no diéramos varios por tener la seguridad y el cinismo que tiene Bardem al acercarse a la mesa de Vicky_Cristina y hacer el ofrecimiento de sexo tripartito. Aunque, claro, seguro ayuda el avión del amigo y la cantidad generosa de vino y no tener más preocupación que decidir si se va a tal fiesta o reunión.
          Esa relación entre María Elena, Vicky, Cristina y Juan Antonio (ojo con que los personajes españoles tienen nombres como de telenovela colombiano-mexicana), muestra ante todo una situación característica de lo contemporáneo: la insatisfacción. María Elena insatisfecha se separa de Juan Antonio sólo para regresar hecha mierda e intentar suicidarse; Juan Antonio insatisfecho por la búsqueda constante en otras mujeres de una María Elena que no arroje objetos o dispare armas; Cristina insatisfecha con una vida basada en lo precario, lo inmediato, lo improvisado, lo fingido, lo snob; Vicky insatisfecha con una vida planeada de antemano y donde no caben las sorpresas.
          La salida al conflicto la plantea Woody al proponer un triángulo móvil que va rodando de Vicky a Cristina de manera intermitente. María Elena y Juan Antonio son dos ruedas sin eje. Separados se extravían, se separan, vagan por la inmensidad de la incertidumbre. Con un elemento que los cohesiona (en este caso, Cristina), se convierten en una unidad amorosa, indestructible, armónica. Y sin embargo...
          Parece, en el desenlace, que todos añoran su vida anterior. Incluso después de haber probado el equilibrio y la certeza y la posibilidad. Todos regresan a su condición previa. Al principio. La escalera eléctrica que al inicio de la cinta asciende anunciando la llegada de las turistas gringas a la maravillosa (y turísticamente fotografiada) Barcelona, al final desciende, como llevando a los personajes que buscaron la liberación de vuelta a su infiernito de cotidianidad. Ninguno voltea el rostro buscando a Orfeo. Todos temen convertirse en estatuas de sal. Las personas no cambian.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

No y tú no volteas, es un hecho.

Jo dijo...

y todas las mujeres increibles... o esas personas de quien uno se enamora... siempre clavan cuchillos?

confundida.

Anónimo dijo...

ya me vistes

Unknown dijo...

Ni hablar. Yo me había quedado de a cuatro con la película y mi novia en 5 segundos me dijo "No veo que tanto se te complica. Las personas no cambian".

Luego pienso en Matchpoint y en como contrasta con VCB y me rasco más la cabeza.

joel.flores1984@gmail.com dijo...

pues yo la vi como otra película de woody allen, y ya. luego me fui a Parque Güell para ver si en verdad existe ese cocodrilo donde se encuentra Antonio con Vicky, sólo por morbo, bueno, para qué te engaño, tú sabes lo que siento por los cocodrilos.

Un abrazo.