Me corté un dedo picando una cebolla. Exactamente la corona del dedo medio de la mano izquierda. Parecería algo desdeñable tomando en cuenta que soy diestro. Y sin embargo, esa pequeña cortada, ese tajo casi imperceptible, me ha hecho sentirme más existente que nunca. La razón: ahora que trato de escribir en la computadora con la misma rapidez que antes, simplemente no puedo. Al menor contacto con las letras, la pequeña cortada me duele como si toda la esencia de la vida se encontrara en esa pequeña porción de piel y carne. Trato de encogerlo para no utilizarlo y esos dedos que ya piensan por sí mismos, simplemente se rebelan a que el lesionado deje de trabajar. Y lo que escribo deja de tener sentido. No por las ideas implicadas, sino por la imposibilidad de descifrar lo impreso-visible sobre la pantalla.
Ha dejado de sangrar y eso es una ventaja. Ayer, ante la menor presión, la sangre manaba como una presa desbordada. Ahora ya no sangra, pero el dolor es, de manera continua, insoportable. Me he improvisado una prótesis con curitas y un poco de gasa. Y no hay remedio. El dedo monstruosamente transformado, presiona más de una tecla a la vez. En fin.
No pudo ocurrir en mejor momento: cuando mi tesis de maestría [mi nueva tesis de maestría] se encuentra en un punto que linda en el atraso y en la fluidez natural. Me queda, sin embargo, el consuelo de la lectura. No quiero pensar que se sentirá tener un ojo lesionado. Al dedo se le está haciendo una costra dura que empuja a la piel defectuosa hacia arriba y a los lados. Parece que uno, por dentro, es más interesante y más práctico. Sólo echa afuera lo que ya no es útil y comienza a fabricar el reemplazo. Por fuera, en cambio, nos encantan las costras y las cicatrices. Comencé a sangrar, otra vez. Tengo que parar.
Ha dejado de sangrar y eso es una ventaja. Ayer, ante la menor presión, la sangre manaba como una presa desbordada. Ahora ya no sangra, pero el dolor es, de manera continua, insoportable. Me he improvisado una prótesis con curitas y un poco de gasa. Y no hay remedio. El dedo monstruosamente transformado, presiona más de una tecla a la vez. En fin.
No pudo ocurrir en mejor momento: cuando mi tesis de maestría [mi nueva tesis de maestría] se encuentra en un punto que linda en el atraso y en la fluidez natural. Me queda, sin embargo, el consuelo de la lectura. No quiero pensar que se sentirá tener un ojo lesionado. Al dedo se le está haciendo una costra dura que empuja a la piel defectuosa hacia arriba y a los lados. Parece que uno, por dentro, es más interesante y más práctico. Sólo echa afuera lo que ya no es útil y comienza a fabricar el reemplazo. Por fuera, en cambio, nos encantan las costras y las cicatrices. Comencé a sangrar, otra vez. Tengo que parar.
5 comentarios:
suerte con ese dedo... aquí seguimos leyéndolo.
oye esas cicatrices son sin duda algo de nuestro particular bagage personal... heridas... alegrias... eso sin duda hace que nos percatemos de lo importante de una herida.
y no solo hablo de modo literal
seguramente esa sera una anecdota que podras recordar cuando estabas en plena tesis de maestria, que importante es tener alguno de nuestros sentidos bien...mejor dicho todos!
Loko, bajate un dictador de internet. Son como una secretaria o secreatario. Nomás les pasas las ideas en voz alta y ellos hacen su chambita. A veces son algo complicados porque no te ponen los acentos donde no debería o no respetan la puntuación. O bien, porque hacen que el sentido de la escritura pierda la esencia de escuchar el tecleo conforme vas trasminando tus ideas a la compu, pero, sin duda alguna, hacen un paro cuando uno se encuentra indispuesto o herido.
En fin.
Un abrazo.
shiale, se me fue un no y me faltó una n, jajajaja.
Cámara.
jajaja vas a pasar a la historia como el escribidor mais martir de la historia. me gustó lo de arribita, de quién es?
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