lunes, junio 08, 2009

Libro-blog

Me encontré un libro-blog. Se trata de las memorias, apuntes, chistes, sueltos e ideas geniales de Macedonio Fernández. El libro se llama Cuadernos de todo y nada y yo me lo encontré semiarrumbado en la biblioteca de la Universidad Iberoamericana en uno de esos días en los que uno se pasea sin saber qué es lo que quiere, pero con la sospecha de que algún volumen extenderá sus bracitos-solapa diciendo "llévame, llévame". Pero, fiel a su dueño, el libro no dijo eso, sino que más bien me miró de reojo, con cierto desdén, después se dedicó a seguirme por entre los estantes de los PQ y a hacerse güey. Hasta que, en determinado momento, dije: "Órale, va". Y me lo llevé a casa. Pensando, ingenuamente, que yo le había hecho un favor al librillo amarillo, cuando en realidad, el que hizo que me pasara un buen rato leyendo en el metro, algo que no hacía hace mucho tiempo, fue este volumen casi inédito de MF.
          El contenido del libro no tiene nada de biográfico y son más pensamientos, apuntes para historias a desarrollar, debates que se mueven entre la reflexión filosófica y la chacotería desmadrosa. Hay unos párrafos que pasan sin pena ni gloria, pero otros que merecen, en la incpacidad de explicarlos, mención textual. Dice, por ejemplo, del amor:
Amar es encontrar en otro más gracia en el vivir que en uno, o por lo menos igual gracia si uno la posee muy fina, delicada. Poco importa que sea un niño, un varón o una mujer. ¿Qué es ese encanto de la gracia de la vida en otra persona? Son momentos de felicidad de la vida en esa otra persona.
Reflexiona sobre la vida tanto como sobre la literatura, y esa reflexión es continua, anárquica, visceral. Es decir, harto estimulante.
Muchos libros son unos mamarrachos, porque es cosa penosísima hacer una buena novela.
          Conseguir un gran interesamiento, horrorizar, conmover... Con poco que le den, el lector se complace, pues él pone todas las pasiones o deseos. Para un hombre que despierto o durmiendo sueña con ser rico, es nada lo que el autor debe poner para darle el mayor gusto.

Fernández es un tipo cuya mayor gracia residía en ser tremendamente práctico. Si bien el humor está asociado a su quehacer literario, es cierto que su visión acerca de la vida también tiene ese dejo de practicidad. Varias ocasiones a lo largo del texto regresa sobre la cuestión de la fealdad y la belleza en el ser humano. Menciona, por ejemplo:
Bella es una persona cuya figura tiene más analogías o referencias a lo doloroso. Porque en realidad fea es una persona que no expresa vitalidad, que no expresa inteligencia, gran voluntad, sexualidad activa si receptiva, afectividad, benevolencia. Ahora, puede faltarle todo esto y ser bonita, pero no ser bella o fea. (Lo bonito es sensorialidad de color, líneas, en tanto que lo bello o feo es una expresión de las propiedades o facultades que conducen a la larga vivencia y a la armonía con los demás, o sea lo emocional-teleológico, mientras lo bonito es lo sensorial, ni teleológico ni antiteleológico.) Cuando vemos una cara muy fea nos parece -y con mucha razón- que expresa dolor o miedo, porque todo lo que es emocional tiene historia, tiene referencia a lo vivencial, a la inteligencia, en tanto que lo sensorial no tiene referencia a nada: una cara negra puede vivir tanto tiempo y ser tan inteligente como una blanca. [?]
La burla y la reflexión acerca de los propios sentimientos es algo que pone en entredicho con un humor más que ácido. Si bien se supone que en la cuestión amorosa lo que uno desea es el amor y el deseo del otro. Para el autor pareciera que esta visión le da, simple y llanamente, hueva. Y que una persona que se involucra en una relación sólo para hacerse partícipe del deseo del otro, es un individuo, a lo más, patético.
Decirle a una mujer “amadme” es la prueba de que se es un fatuo imposible y de que no se ama.
          “Usted es un hombre que me pone inapetente”, debería contestarse.

La política, la academia, la ciencia son temas que no escapan a su pluma, a esa ferocidad con que inicia sus esfuerzos de comprensión y de destrucción de los supuestos. Contra la hipocresía y la inutilidad de diversas instituciones. Cuestiona en algún sitio cuáles son los males que ha solucionado determinada institución, argumentando que, precisamente, la incapacidad para solucionar los problemas que se pretende exterminar es lo que permite la existencia de todos esos males. Contra la espontaneidad, por ejemplo:
--Improvisó un discurso el general F.
          --Si lo lee mal está perdido.

O acerca de la manera en que los líderes políticos han tergiversado las intenciones primeras de determinadas ideologías:
El capitalismo es una vocación muy interesante e inteligente, a la cual nada tenemos que agradecerle en sus afanes por Precios pero mucho en los afanes por mucha, buena y barata Producción. Lástima que el Capitalismo pierde toda su gracia cuando se cree Propietarismo y hasta Moral; lo cómico es que los grandes fundadores de patrimonios no son felizmente individuos de talante insolente, de tufo a Propietario; sus vástagos inútiles y tontos se encargan de la infatuación de propietarios.
Finalmente, sobre la necesidad de expresar abiertamente lo que sentimos, lo que somos, lo que queremos:
La Felicidad y la Soledad si no nos las ven no las tenemos.
Macedonio Fernández es un autor que se ubica en esa línea insólita que va caracoleando entre Jorge Ibargüengoitia, Ambroce Bierce, Emile Michel Cioran, Roberto Fontanarrosa y Miguel de Cervantes (ajá), es decir, un autor que no cree en la sacralización, ni en las momias, ni en la solemnidad. Cree en la inteligencia y el humor, en cómo éstos pueden modificar de manera completa la naturaleza del lenguaje. No sin razón, Borges llegó a decir de él:
En el decurso de una vida ya larga he conversado con personas famosas; ninguna me impresionó como él o siquiera de un modo análogo. [...] La erudición le parecía una cosa vana, un modo aparatoso de no pensar. En un traspatio de la calle Sarandí, nos dijo una tarde que si él pudiera ir al campo y tenderse al mediodía en la tierra y cerrar los ojos y comprender, distrayéndose de las circunstancias que nos distraen, podría resolver inmediatamente el enigma del universo. No sé si esa felicidad le fue deparada, pero sin duda la entrevió.
Lo más lindo del texto y que justifica el título del post, es que el libro parece una bitácora que, de haber vivido Macedonio en estos días, hubiese funcionado a la perfección como diversos posts de blog. Separados por una viñeta en espiral, los textos se presentan anárquicos, variados, de humores dispares, inteligentes, anodinos, con continuidad, sin ella. Como un blog. Eso animará leerlo o, dependiendo de la afición a la bitácora electrónica, pasar de éste.

Macedonio Fernández, Cuadernos de todo y nada, Buenos Aires, Corregidor, 1989.

3 comentarios:

pvot?.. dijo...

wow wow wow
yo quiero ese libro
en clase de lite de la unam
vimos cuentos de Macedonio
y parte de su vida
cuando vimos a Oliverio Girondo
ahhhh
ahhhh
ahhhh
ese libro no debe volver
jajajaj

Anónimo dijo...

No escribas comentarios tan largos porque así no me dan ganas de leerte. Sabes que vivo con sueño eterno y con esos escritos tan pero tan largos prefiero mejor dormir. Hazlos más chiquitos.
Atte. Conejo dormilón

victor Jurado dijo...

Pues yo no quiero el libro, y no me importa que tan corto o largo tengas que escribir un comentario; importante es que cuando un libro te mira de reojo es un lujo ya pocas cosas te llaman la atención en este mundo de visiones las modelos de los espectaculares te miran de tal manera que te dicen aquí estoy pero tu no, un galán de esos trusas ajustadas que miente su virilidad solo es son espejismos. Es desilusiónate ver a novia en carnes o tus calzones un poco flojos… jajajaja