martes, agosto 01, 2023

Dos de cal y cuatro de arena

 

Andamio de Everardo Martínez Paco, "Perro Rabioso" 

En Andamio (Ediciones Amatlioque/ Letramía, 2023), Everardo Martínez Paco (Tlalnepantla de Baz, Estado de México, 1987) entrega una serie de relatos que bajo el subtítulo “Crónicas albañilezcas” se aleja de la concepción rígida del género periodístico y se acerca de manera más clara hacia los terrenos de la ficción literaria. El tema que da unidad al volumen son las historias acerca de trabajadores de la construcción, quienes relatan en viva voz sus desventuras (las más) o su día a día. Sin embargo, el conjunto no es sólo una serie de cuadros costumbristas, sino que dejan ver por debajo una serie de influencias que otorgan una dimensión interesante al conjunto. 

Se encuentra, por ejemplo, la referencia metatextual a obras de la literatura universal adaptados al contexto de la cuchara y el cemento (El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha en “Sancho”; el mito artúrico en “El Mai Arturo”; “El corazón delator” de Allan Poe, transmutado en “El corazón de latón”; ecos de Factotum de Charles Bukowski en “Diálogo”; entre otros). Hay, además, una sensibilidad para transmitir de manera cruda, reiterativa por necesidad y casi naturalista el lenguaje utilizado en las obras de la construcción: el albur, la carrilla, la mentada de madre (“Hasta parece que me dijeron “voltea”, y que volteo. ¡No mames!, ya venía cayendo, hijo de su puta madre. Me dio un susto de la chingada, se lo cargó su puta madre . ¡No mames!, hubieras visto la pinche cara de miedo que tenía, pero eso sí, güey, ni una puta gota de sangre le salió al cabrón, te lo juro por 

esta, güey” [“Fermín II”]). 

Detrás de las historias, trágicas la mayoría de ellas, asoma una crítica social que permite reflexionar acerca de la necesidad económica que empuja  a los trabajadores de la construcción a dedicarse a una actividad que es de las más pesadas, ingratas y peligrosas; en este sentido, cuestiona el privilegio de aquellos que desprecian y discriminan a los invisibles y desheredados (“¿Alguna vez has sabido lo que se siente no tener nada, pero nada en el mundo? No tener comida, no tener dinero, no tener nada, pero nada; ni siquiera lo que traes puesto es tuyo, o ¿crees que es bonito no saber a qué chingados sabe un pollo? Nunca haber tragado un pinche plato de comida decente, ¿o sabes lo que se siente? / Cómo vas a saber si nunca disfrazaste el hambre con una mona, con un alcohol o con un pinche bolillo duro. Nunca has sabido a qué sabe la pobreza. Cómo carajos quieres venir a decirme que todo puede estar bien, cuando esto está de la chingada. ¿Que puedo trabajar y tener todo eso? ¿Y quién crees que le dará trabajo a alguien como yo? Tú sí pudiste estudiar, ir a la escuela, o ¿sabes lo que se siente ver a todos los escuincles ir a la pinche escuela y que tú nomás cargues pinches tabiques afuera? Trabajar desde morro para que tu jefe se pudiera empedar. ¡Claro que no sabes nada de eso, mi chingón!, la vida te ha tratado bonito” [“Yo no era así”]). 

Problemas como la precariedad y el alcoholismo rondan como leit motif en gran parte del volumen. Pero también se hace presente la esperanza, la solidaridad, la ternura. Esto es evidente, por ejemplo, en “Clausura”, uno de mis relatos preferidos, donde se narra el periplo que debe hacer un padre para llegar a una cita importantísima que se nos desvela al final (anoto el párrafo previo al desenlace): “Artemio caminó y caminó; casi treinta minutos entre estudiantes, edificios, puestos de comida, tiendas de libros, puestos de dulces y cigarros; caminó entre personas que lo veían raro, caminó como si su vida dependiera de eso. Caminó y por fin llegó al Salón de Actos Solemnes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México. El salón estaba lleno de personas, cuando atravesó la puerta, todas las miradas se posaron sobre él, nadie daba crédito de que Artemio se atreviera a venir vestido de aquella manera a una ceremonia tan importante. Artemio no puso el menor cuidado en eso, sus ojos temblaban y se llenaron de lágrimas y orgullo al ver al frente”. 

A pesar de los temas abordados, no faltan los deslices humorísticos, los finales sorpresivos, las historias que trampean al lector y lo hacen caer traicionando lo que había previsto. Otra cosa externa al texto, pero que me parece importante, es la naturaleza autogestiva del libro como objeto, la valentía para lanzar al mundo las historias que estas páginas contienen desde el esfuerzo de la autopublicación y la distribución y edición solidaria. Hay mucha intención en lo que escribe este joven escritor y es seguro que lo mejor de su producción está por venir. 


* El libro lo pueden conseguir a través de las redes sociales de Everardo Martínez Paco (Perro Rabioso), Ediciones Amatlioque y con Leslie Rondero.

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