martes, agosto 01, 2023

(Des)amores clandestinos

 

Clandestina de Elena Méndez

En Clandestina (Instituto Sinaloense de Cultura, 2023), Elena Méndez (Culiacán, Sinaloa, 1981) entrega cincuenta poemas que tratan sobre el amor, el desamor, la pasión, el deseo, el sexo y, sobre todo, el amor clandestino que se teje entre sábanas que deben hacerse anónimas a pesar de las expectativas y la construcción de un futuro que no será. 

Hay una voz potente que emana una tristeza y una desazón con la cual, quienes hayamos padecido la experiencia de no ser correspondidos en toda la extensión de lo que nuestros deseos y planes construyeron en el vacío, es imposible no empatizar. 

Así, acudimos a los encuentros furtivos a sabiendas de su falta de continuidad (“Uno en el fondo sabe/ que el deseo es algo misterioso y a la vez tan simple/ como ceder a un encanto tantas veces negado/ y luego huir porque era demasiado bello para ser verdad,/ porque estoy ocupado,/ porque no tengo tiempo,/ porque no,/ porque nunca podré verte de nuevo”); al sufrimiento infligido por el molusco inclemente de los celos y el deseo de posesión (“Me sé de memoria tu número,/ pero no te marco/ porque siempre me mandas a buzón/ y entonces pienso que estás con otra/ y me siento triste/ pues aunque nunca hemos hablado de amor/ me da coraje pensar/ que alguien más disfruta de todo eso/ que a mí me haces”); la furia sorda por saberse segunda, tercera, última opción («Y te vas y te vas y te vas y te vas y no te has ido»./ Brindemos por la filosofía de la velita prendida./ No te extrañe cuando la aplique contigo”); el desengaño contrastado con los arquetipos célebres del amor mal correspondido e imposible (“Marilyn lloraba./ A pesar de tener el mundo a sus pies,/ nunca nadie la amó de verdad./ Yo, que no soy guapa ni rica ni famosa,/ con más razón lloraré./ Porque cuando creí ser amada todo se vino abajo./ Desde entonces no salgo del abismo”); la decisión de abandonar(se) y dejar todo aquello que reconocemos como causa de nuestro dolor e infortunio (“No quiero tenerte cerca./ No quiero ver tus ojos./ No quiero tocar tu mano./ No quiero escuchar tu voz./ No quiero aspirar tu perfume./ No quiero pisar tus huellas./ No quiero ni acordarme que alguna vez te amé”); los recuerdos lacerantes de la humillación (“Me pagó para dársela de buen samaritano,/ para que olvidara su mal desempeño,/ para expiar su culpa,/ para hacerme ver que no era más que su puta,/ alguien que nunca podría pasear de su brazo/ ni esperarlo en algo que pudiera llamarse hogar”).

Una gran cantidad de referencias se aglutinan a lo largo de las piezas y como pretexto para que las imágenes delineen el universo de la autora (Oscar Wilde, Kurt Cobain, Rimbaud, Madonna, Dante, García Márquez), universo en lo que lo canónico se une a lo pop sin ningún problema (José Alfredo canta de fondo en el poema XXII). Pero también se escuchan los ecos de poetas como mi adorada Idea Vilariño, donde “Ya no” parece el origen genético del poema XLVII, donde el futuro de la uruguaya troca en el pasado imposible de la sinaloense: “Nunca pisamos el césped húmedo,/ ni enredaste una flor en mis cabellos./ Nunca dijiste: «Báñate conmigo»,/ a pesar de usar mi regadera./ Nunca hubo un beso furtivo/ en una oscura sala de cine,/ ni abrazos de cartoncito al doblar la esquina,/ ni un poema en una servilleta/ (vamos, ni conocí tu letra)./ Nunca bailamos un vals inaudible./ Nunca tu mirada fue mi espejo./ Nunca, nunca, nunca”. 

Un poemario transparente en sus intenciones y con un lenguaje que no se regodea en las piruetas del lenguaje o en la pretensión de falsa profundidad, sino en la expresión de los sentimientos y emociones de quien se hace cargo de la voz poética. Que, en un principio, para eso nació la poesía. Creo. 


* El libro lo pueden adquirir en el sistema de librerías del ISIC y con la autora, a través de sus redes sociales.


1 comentario:

Elena Méndez dijo...

Infinitamente agradecida con vos por tu generosa reseña.