jueves, septiembre 16, 2010

La consumación que era (fue [es]) el principio


¿Qué podemos concluir de la revisión de esta etapa de nuestra historia? ¿Cómo podemos explicar el hecho de que una revolución iniciada por criollos pobres e ilustrados y alimentada por las masas de indígenas y mestizos en la etapa revolucionaria, haya sido consumada por los criollos ricos que habían combatido con singular fiereza a los insurgentes? ¿Cómo explicar que la realidad siempre fue más fuerte que las leyes por lo que cuestiones como la abolición de la esclavitud tuvo que declararse de manera consecuente a lo largo de la lucha (Hidalgo, 1810; Morelos, 1813; Guerrero, 1828) sin que se volviera realidad palpable sino hasta la tercera década del siglo XIX?
¿Quién al gachupín humilla?
Costilla.
¿Quién al pobrísimo defiende?
Allende.

¿Quién su libertad aclama?

Aldama.
Tonada escuchada en Guanajuato,
1810
La consumación de la Independencia significó el desgarramiento del poder imperial de España, pero no la abolición de los privilegios de los criollos terratenientes y las clases altas que la propia Colonia había generado. La revolución popular, en su concepción más pura de justicia social e igualdad política, había sido barrida con los primeros caudillos del movimiento. La consumación no significó ni reparto de tierras, ni reconocimiento de derechos políticos, ni administración equitativa de la justicia, ni disminución del poder del clero.
Aunque anden las rondas listas,
he de prender candilejas
con el sebo de realistas
y las mechas de Calleja.
Versos de un escribiente público de San Luis Potosí que le costaron ser ahorcado.
Tres fueron las clases beneficiadas por la consumación de independencia y que vieron en la separación del poder español la posibilidad de beneficiar sus propios intereses: la naciente burguesía capitalista, el clero y los militares. Para los primeros, representaba la posibilidad de romper con el monopolio comercial impuesto por las disposiciones de la corona española y que beneficiaba en mayor medida a los peninsulares en detrimento de las ganancias de los empresarios locales. Para el clero, la adopción de los principios liberales de la Constitución de Cádiz implicaba la pérdida de sus derechos y, sobre todo, la incautación de sus inmensos bienes. Los militares, por su parte, comprendieron que la independencia era una oportunidad de oro para imponerse como la casta dominante dentro del nuevo proyecto de nación.
Por un cabo doy dos reales,
por un sargento, un doblón,
por mi general Morelos
doy todo mi corazón.
Tonada de los soldados de José Osorno
durante el sitio de Cuautla
El problema es que ese proyecto era inexistente e incompleto. No había un plan que, más allá de la retórica constitucionalista, pudiese aplicarse a un país que, desde sus primeros años ve mermado su territorio. En 1823, las Provincias Unidas del Centro de América (el territorio comprendido desde Guatemala hasta Costa Rica) deciden separarse de México y conforman una unidad que, a semejanza de lo que ocurrió posteriormente con México, inician una guerra civil que traería como su consecuencia la formación de Estados pequeños que serían presa fácil de los poderes internacionales que el siglo XIX revelaría.
Si a la lid contra hueste enemiga
nos convoca la trompa guerrera,
de Iturbide la sacra bandera

¡Mexicanos! valientes seguid.

Y a los fieros bridones les sirvan
las vencidas enseñas de alfombra;
los laureles del triunfo den sombra

a la frente del bravo adalid.
Versos originales del Himno Nacional Mexicano
que hacían referencia a Iturbide, suprimidos en 1943.
En México el proceso de fragmentación comenzaría a darse en el plano de lo ideológico, para después convertirse en una pugna por el poder político que minaría de manera constante las posibilidades de construir un Estado fuerte y en paz. El siglo XIX sería el siglo de la improvisación, de la resistencia frente a las potencias extranjeras que intentarían aprovecharse del caos interno, de la pérdida del territorio, del debate sin consenso entre liberales y conservadores, del aumento de los abismos entre los más pobres y los más ricos, de la crisis violenta de sus propias contradicciones. La paz porfiriana, hacia finales del siglo, traería estabilidad social, pero no justicia. Y el agotamiento de sus métodos, daría como resultado otro estallido social que pretendería modificar de base lo que la revolución de independencia no pudo: la estructura social heredada por la Colonia y fortalecida por las alianzas que hicieron posible la consumación de la independencia con respecto de España.

2 comentarios:

El Corsario Negro dijo...

Muchas gracias, tus entradas fueron excelentes.

¿Y ahora para la revolución?

Édgar Adrián Mora dijo...

Así es, para la Revolución vienen posts sobre el proceso y, al final, una proyección crítica sobre el estado de cosas actual.