martes, diciembre 01, 2009

Nostalgia contradicción


¿Qué realidad se transformó? ¿La de los escuchas de los Cadillacs en los 90's o la realidad en su conjunto? Las vestimentas y la actitud de los que ayer acudieron a escuchar al grupo argentino parecían las mismas de aquellos que hace diez años censuraban a los que escuchaban este tipo de música. Demasiados sentimientos encontrados al presenciar, ¡por fin!, un concierto en donde el que escribe pudiera apreciar el sonido de los metales y las percusiones de esta banda. Porque la vez anterior que los vi fue en un espacio abierto en el que el sonido falló miserablemente y la multitud acabó asesinando las ganas que tenía de escucharlos; y la otra vez fue en un auditorio que no estaba hecho para conciertos y, dicen, es el lugar de conciertos más barato del mundo: por el precio de un concierto, puedes escuchar siete (por el eco que se produce en el Pacio de los Deportes).
          Pues bien, que las contradicciones a flor de piel. Mientras resonaban en el recinto los versos de "Matador" (Soy la voz de los que hicieros callar sin razón/por el solo hecho de pensar distinto, ay, Dios/Santa María de los Buenos Aires, si todo estuviera mejor), unos gorilazos integrantes de la "seguridad" cuyo nombre de la compañía no deja lugar a dudas: Bulldog, [¿se acuerdan de los tristemente célebres "Lobos" que, en otro concierto de los Cadillacs madrearon a un estudiante de la Facultad de Química de la UNAM hasta perforarle un pulmón y después se hicieron pendejos para indemnizarlo por la brutalidad con la que fue "sometido"?] sacaban con lujo de violencia a tres chamacos de la parte frontal del escenario, quién sabe por qué razones, pero que desde arriba (y sobre todo con la música de fondo) resultaba un grotesco y excesivo. Y los que estaban alrededor ni siquiera voltearon a mirar la contradicción viviente que era todo eso.
          Resulta también enfermiza la saña con la que estos "vigilantes" persiguen a las personas que, celular en mano, quieren llevarse un recuerdo del concierto al que pudieron asistir pagando un precio que no es proporcional al de los ingresos promedio de la mayoría de la gente que llenó el Auditorio Nacional. Con sus pinches lamparitas de laser azul, andaban de fila en fila y de butaca en butaca "verificando" que con esos celulares no se fuera a hacer una "superproducción" digna de la piratería (todos sabemos que el origen de los archivos que van a la piratería salen de las propias compañías que dicen combatirla, así que para qué chingar al público). En fin.
          No voy a decir que no disfruté el concierto, porque sí lo hice. Me llevó a un lugar en el que habité hace mucho tiempo y del cual nunca voy a renegar. Escuché muchas de las cosas que quería escuchar. Canté todas (ajá, todas) las rolas. Y salí contento. Contento, pero consciente que el juego de las máscaras en ese diálogo entre lo que es y lo que debería ser, entre retórica y realidad, es un diálogo interminable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que mal!! pensé que ibas a escribir algo padre sobre el concierto. Hasta yo que no fui de las más entusiastas me quedé con lo bueno del concierto y no con lo negativo. Atte. Ya sabes quien.