miércoles, diciembre 09, 2009

¡A vivir se ha dicho!


Cuando uno decide ponerse a vivir, las cosas se vuelven más ligeras. Porque uno, por más que lo crea, no vive todos los momentos de toda la vida. A ratos se vive, a ratos se sobrevive y a veces nomás se malvive. Tiene que ver con la manera en que nos relacionamos con los demás. Con la forma en que nos concebimos a nosotros mismos. Podemos vivir peleando todo el tiempo, muriendo de a poco. O arrastrando la vida cual mantita edípica; hasta que ésta se encuentra sucia, hecha jirones, mojada, inservible.
          Cuando uno decide ponerse a vivir, creo yo, decide abrir los ojos, los oídos, las narices. No perder el sentido crítico, pero que ese sentido sea, también, una forma de celebrar la vida.
          Estas épocas se prestan para enfatizar el temperamento melancólico de más de uno. A mí no me pasa lo mismo. Me gusta el frío, me gusta la sensación de creer que el final es el principio. Estoy feliz con lo que soy en este momento, con lo que tengo, con lo que no tengo, con lo que quiero tener. A diario me hago una sola propuesta a mí mismo: a vivir. Lo demás es inasible.

1 comentario:

Jo dijo...

Tendemos a definirnos por los grandes acontecimientos que han marcado nuestras vidas, pero quizá sea más relevante o aporte más datos sobre nosotros el hecho de que nos guste hacer rebotar piedras en el agua o introducir la mano en un saco de legumbres.

¿Qué es lo raro ¿lo que se sale de la “norma”? ¿qué es normal? ¿Las normas son normales?

Siempre existe algo que se anhela y algo que te seduce. Puede ser una idea, o un objeto, o un lugar pero te provoca buscarlo,
volver a él o a ella. Hay un deseo importante, avasallador que hace que todo se mueva, que hace que tu te muevas, junto con el viene el crecimiento
y el desarrollo o todo lo que implique el enriquecerte como persona.

Tal vez ese sea el cambio.
a veces me quise morir...