La travesía comienza en un metro o en un camión de la Red de Transporte Público (RTP), y seguirá, siempre, sin excepción, a bordo de un microbús. Esos vehículos que no pueden existir más que en esta ciudad. Dragones verdes que atraviesan la ciudad de un extremo a otro en rutas trazadas mediante el método del azar y el capricho.
La gente se acostumbra. A esperar bajo el sol inclemente o la lluvia pertinaz. Se acostumbra a subir a las carreras, a apretujarse unos contra otros, a mirar con desconfianza al que pasa por detrás, al que no cede el asiento, al que no se quita de la puerta de salida.
La gente se acostumbra. A sentarse en espacios imposibles, mínimos, faquirescos. A escuchar a todo volumen el nuevo éxito grupero. A ser testigo involuntario de las justas seductoras del chofer en turno. A los gritos de los ayudantes inevitables: Tacubaya, Santa Fe, Jalalpa, El Cuernito, Cuajimalpa, El Corral, El Queso, Puerta Grande, Centenario, Mixcoac, Plateros, Presidentes. Descripciones que se vuelven, de repente y sin aviso, ironías de Guía Roji: Progreso, Solidaridad, Moderna... No hay una colonia Futuro o una colonia Opción. Pero si existiera, es seguro que se llegaría a ella en microbús.
Pásele pa’ atrás, atrás hay lugar, recórrase por favor. La metáfora perfecta de los que, sin opción al reclamo o la rebeldía, saben que no hay más lugar que ese atrás o ese hacerse a un lado. Uno tiene que ceder, pero cede hacia atrás. Donde no se ve el piso que se camina. Cada vez hay más que quieren entrar en el mismo espacio. La ciudad de México es un hervidero de nuevas presencias. Los nuevos condenados a echarse para atrás. A recorrerse. A ceder el lugar.
Las barrancas se llenan de nuevos y clandestinos asentamientos. Las montañas pelonas se llenan de campamentos de tubos y plástico. Esto no es nuevo. Ni se da en este preciso momento. O tal vez sí, pero tiene más años. Los años en que esta ciudad sustituyó al Dorado de los Conquistadores, al Potosí de los Encomenderos, al Cuerno de la Abundancia de los políticos revolucionarios. La sobrepoblación de la zona metropolitana no es algo que ocurrió de repente. El proceso ha sido largo y sostenido. Ahora parece detenerse ante la aparición de una nueva Utopía en el horizonte. Hacia el Norte. Los defeños abandonan su ciudad para buscar el oro del Far North. Pero no todos. Ni se nota a los que se van. Las casas siguen creciendo, las personas se multiplican. Se ha detenido la expansión descontrolada, pero ahora, después de cientos de años, la ciudad comienza a crecer hacia arriba. Como la mágica planta de los frijoles mágicos.
¿Cuáles son los ogros que habitarán en el techo de esa planta gigante? Es posible sospecharlo: la inseguridad, el desempleo, el exceso de mano de obra (calificada, profesional y posgraduada), la corrupción como visión del mundo, las exigencias por las conquistas que la revolución (esa revolución eternamente postergada en los hechos, pero que cristaliza todos los días en leyes, decretos y disposiciones que la realidad a veces evita que sean cumplidas) les ha negado.
“Vine al DF, porque aquí me dijeron que podría encontrar mi Futuro”, dice el paisano de los años cincuenta_sesenta_setenta_ochenta con un acento que oscila entre novela de Juan Rulfo, película del Indio Fernández y dramón de Ismael Rodríguez. Para atrás, pase para atrás, recórrase, haga lugar.
martes, agosto 26, 2008
Barcos, cohetes espaciales, carruajes con caballos… microbuses entre barrancas…
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3 comentarios:
La vida en micro camión es una de las primeras cualidades del homo viaje, en tomar las primeras clases de la vida acomodada todos de modo alguno se arreculan en el interior de la calvaza mágica, el contorcionísmo es una disciplina casi olímpica el movimiento en masa en vueltas a la derecha, izquierda, o creando un balance perfecto; un deslizamiento cuando frena la unidad motora es un acto de coordinación espontánea.
y eso es evolucion?...
Estupenda entrada! es brillante en verdad: "No hay una colonia Futuro o una colonia Opción. Pero si existiera, es seguro que se llegaría a ella en microbús."
Y el cierre es lapidario. Te felicito en verdad y me felicito por encontrarla.
Pero...
si estuvieras lejos, como yo, en un lugar donde es imposible ir a ningun lado sin un auto, donde ser peton es sinonimo de fracaso, en un sitio donde el transporte publico es antiseptico, moderno y sorprendentemente puntual, pero caro, marginario y tan limitado en alcances que te orilla a mejor a permanecer en casa; extrañarias los "pasele pasele, recorrase pa atras" los vendedores de "productos de calidad" el atiborre, la frenetica lucha para alcanzar la puerta (ya sea para subir o bajar) los zapatitos de bebe colgando del retrovisor...
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