
Si bien sentía cierta desconfianza para entrar a ver esta película. Entiéndase llevaba las expectativas de ver algo al menos a la altura de 28 Days Later (2002, y en la que Boyle repite al escritor); y el temor de encontrarme frente a un Armageddon (Michael Bay, 1998) cualquiera y sin Liv Tyler. Y bien, que lo que ocurre en la pantalla es algo completamente distinto: se narra la historia de un grupo de astronautas que tienen que dirigirse al sol para encenderlo nuevamente, porque parece que se les está acabando el gas; es decir, se plantea la épica de un grupo de héroes de los cuales depende la humanidad entera.
Hasta aquí todo pinta para ser cualquier superproducción tipo Space Cowboys (Clint Eastwood, 2000). Pero la verdad es que se convierte en otra cosa. La cinta está llena de referencias a películas que ya vimos, pero sin que queden ganas de regañar a Boyle por su atrevimiento. Así pues, está Hal 9000, que aquí recibe el nombre de Icarus y que, como su memorable precedente, también es saboteada para que su misión no se lleve a cabo. La psicología de los tripulantes es una cuestión sobre la que el espectador reflexiona largamente. Cada uno de los integrantes de esta misión tiene claro que la prioridad es la salvación de la raza humana, y cada uno de ellos deja esto patente a partir de los diversos sacrificios que tiene que realizar.
En ese sentido, no sorprende que Boyle recurra a referentes tan grandes como los de 2001, A Space Odissey (Stanley Kubrick, 1968); e inclusive a la amada-odiada Cube (Vicenzo Natali, 1997). Más allá de las atmósferas, los diálogos inrteresantes, los procesos internos de los héroes, los monolitos y toda la ficción que rodea a la realización de una misión científica, sobrevive la sensación de ya haber estado en el lugar al que Boyle nos lleva. Sensaciones cercanas a The Abiss (James Cameron, 1989); a Alien (Ridley Scott, 1979); a Even Horizon (Paul W. S. Anderson, 1997); a Sphere (Barry Levison 1998).
Así, con ese mapa de referencias (las buenas [y las mejores] y las malas [y las peores]) es que Boyle consigue trasladar al espectador en eso, en un espectador, en alguien que observa, que espera, que sigue con atención la trama. Cabe decir que el referente más grande es Kubrick y que, en ese intento de tocar a una estrella ardiente como el neurótico y genial inglés, a Danny Boyle no se le queman las alas. Altamente recomendable.