Me encontré un conjunto de hojas mecanografiadas de un cuento que escribí en el lejano año de 1995 (¡Dios mío!, qué viejo me sentí). Esta es la primera versión de mi personaje "Mariana" que, a lo largo del tiempo se ha ido transformando en una habitante habitual de mis páginas. Que la disfruten...
Mariana
Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la muerte
estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia.
Xavier Villaurrutia
Estaba muerto.
Mariana se repetía a cada instante la frase que explotaba en el interior de su cerebro y hacía huir a grupos incontables de neuronas pudorosas.
Está muerto.
El día que a Mariana le tocó práctica en el depósito de cadáveres no pudo reprimir la idea de descontento hacia lo que esa actividad constituía. Observar cuerpos desnudos de gente sin nombre que, cual peces en un trozo de hielo, esperaban pacientes la hora de mostrar lo que más allá de su piel escondían. No podía apartar de su cabeza la idea de profanación de un templo sagrado y con cierto temor introducía el bisturí y los escalpelos esperando que la maldición de los cuerpos profanados no cayera sobre ella.
¡Es que está muerto!
Aquel día, Mariana bajó las escaleras con muy pocas ganas de atender la práctica. Recibió sin mucho entusiasmo el estuche de aluminio que contenía los instrumentos para llevar a cabo el ejercicio. A lo lejos se escuchaba la voz monótona del Dr. García que recitaba diciendo; “La práctica con cadáveres humanos brinda la oportunidad al estudiante de saber, por experiencia propia, la ubicación y consistencia de los diferentes órganos del cuerpo humano. En la práctica médica es necesario tener en cuenta varias cosas...”. Mariana perdió la atención sobre lo que García estaba diciendo y lanzando un suspiro se decidió a abrir la bolsa. De un tirón el cierre corrió desde el lugar donde yacía la cabeza hasta la punta de los dedosde los pies.
Entonces ocurrió. Mariana comenzó a observar el cuerpo que estaba sobre la mesa y lo primero que hizo detener su exploración fueron los ojos del cadáver que lamiraban desde algún remoto lugar. Mariana sostuvo la mirada que parecía ser amable con ella y se sintió mal, como un intruso que abría la puerta del baño y encontraba a alguien duchándose. Salió de su estupor para escuchar la voz de García. “Lo primero que se nos ofrece es la piel, ésta protege al cuerpo frente a las variaciones de temperatura. Es sólida y elástica, capaz de resistir algunos traumatismos. Sirve de obstáculo para la penetración de gérmenes microbianos y produce la secreción sebácea, que flexibiliza la capa córnea y el sudor, que es el regulador de la función térmica. De dentro hacia afuera...”. Mariana vuelve la vista al cuerpo, mira fijamente los ojos, unos ojos azules que permanecen allá al fondo de los agujeros del cráneo, fijos solamente por la lámina cribosa. Mariana detuvo sus pensamientos. Empezaba a razonar como los libros de láminas gruesas en donde no existían bellos ojos azules, sino sólo coroides y escleróticas. Más allá de los ojos había una nariz recta y una boca de la cual seseaba que empezaran a salir las palabras. Era un hermoso rostro que, inanimado como estaba, lanzaba miles de gritos que Mariana sentía rodar por todos los poros de su piel. Más allá de las manchas violáceas que cubrían parte de su rostro debía existir un ser dulce y adorable. Más allá de aquellos miembros rígidos y de esos rasgos inexpresivos debía existir una persona capaz de sentir y amar.
La presencia de un mensajero en la puerta interrumpió a Mariana de su poética lista de posibilidades.
--Dr. García, le solicitan en la coordinación.
García salió y comenzó el bullicio. Mariana regresó a su estado contemplativo hasta que la voz de Roca, uno de sus compañeros más antipáticos se dejó escuchar.
-- De a diez el kilo, de a diez. Pásele, pásele.
Mariana observaba el pedazo de hígado en la mano de Roca, quiso decir algo pero los sonidos se le ahogaron en la garganta.
--Mariana, estás muy atrasada. Debes de retirar parte de la piel y abrir el abdomen para localizar el epiplón menor del estómago...
La voz de García hizo callar las carcajadas de los que observaban a Roca agitar el hígado sobre su cabeza.
--No lo puedo hacer, doctor.
--Claro que puedes, lo has hecho mil veces. Eres una de las alumnas mas brillantes que tengo, llegarás a ser una gran cirujana. Pero antes debes de saber localizar los puntos a operar en los pacientes...
Mariana lo escuchaba hablar, parecía que sólo importaba el futuro profesional de la alumna o la capacidad pedagógica del profesor y que se deberían de ignorar cosas como la masa de tejidos y vísceras que yacía sobre la plancha.
--Vamos, házlo.
Mariana sostuvo fuerte el bisturí, su respiración era agitada y una lluvia de sentimientos encontrados le oprimían el pecho haciéndole sentir que su cabeza estaba a punto de estallar. Levantó lentamente la mano dispuesta a hacer el corte. Aquellos ojos azules, fijos en el vacío parecían suplicantes. Por un momento creyó ver les brotaban lágrimas. Todos la observaban expectantes. No soportó más, dejó caer el bisturí, miró a todos y cayó pesadamente al suelo.
-¡Te pasas, Mariana! ¡Qué susto nos diste en las planchas!, deveras creímos que te habías desmayado. El gordo García se asustó tanto que empezó a gritar “¡un médico!, ¡un médico!”. Al pendejo hasta se le olvidó que era doctor.
-No podía hacerlo, Ruth- Mariana parecía no haber escuchado a su amiga porque ni siquiera sonrió ante sus palabras.
-¿Por qué?
-No lo sé. Esos ojos, ese rostro. No sé. Me impresionó mucho. Anoche soñé con él, me tomaba de la mano. Sentía un placer inexplicable.
-¡Ay, no manches! Pues será mejor que cambies de protagonista de sueños eróticos. Al gordo no le gustó que fingieras el desmayo. Vas a ver que mañana se a a emperrar en que hagas la práctica.
-Estoy enamorada, Ruth. Ese hombre se ve tan dulce, tan... no sé...
-¡Despierta, Mariana! Ese cabrón era un cuero, pero ahora está muerto. ¿Me oyes? ¡Muerto! Es más, ni siquiera sabemos quién era...
-Vaya, vaya. Puedo preguntar ¿por qué habiendo millones de familias extrañas tenía que tocarnos a nosotros tener a una psicópata sexual?- la voz de César, el hermano de Mariana, se deja escuchar. Oculto tras el refrigerador ha escuchado toda la conversación.
-Y tú, ¿qué haces espiando a la gente? Eres un pendejo, ni siquiera sabes lo que tengo...
-Claro que lo sé, hermanita. Lo que tienes es una extraña perversión sexualñ llamada necrofilia, esto es, la preferencia sexual hacia cadáveres. Entre más avnazado el grado de putrfacción, mejor. Además...
El florero se estrella en la estufa, César ha esquivado a tiempo el golpe.
-Como decía, en estos casos es necesaria la atención inmediata de un psiquiatra. Es recomendable...
Mariana lo mira sumamente enojada, lanza un grito que sacude la casa y hace callar a César.
-¡Vete a la mierda, pinche buey!
César la mira y suelta la carcajada mientras se dirige a la puerta.
-Está bien, hermanita, ya me voy...
Cruza el umbral. Mariana mira a Ruth que ha permanecido callada y lanza un largo suspiro. César se asoma nuevamente por la puerta y grita:
-¡Adiós, Aníbal Lecter!
Mariana voltea rápidamente a la puerta pero su hermano ha desaparecido. Después ve a Ruth que no se ha contenido y empieza a reir. Mariana sonríe mientras recoge su mochila.
-Vamos a buscar ese libro antes de que cierren la librería.
-He llegado a la conclusión de que no eres Aníbal Lecter, sino Andrei Chenjov...
Mariana entra a la cocina para desayunar, en su rostro es visible que no durmió durante toda la noche. César la sigue mientras expone su teoría.
-Verás, Andrei Chenjov era un cabrón ruso que durante seis años mató a ciento cuarenta y siete personas para mutilarlas y tener relaciones sexuales con ellas. No respetaba ni edades ni sexo. Toda una fichita. Conseguí una biografía que...
Mariana ha bebido a toda prisa un vaso de leche y toma una manzana del frutero sobre el refrigerador. Empuja a su hermano que está recargado en el marco de la puerta y al salir le muestra en una seña muy clara el dedo medio.
Sabe que tendrá que hacer la práctica. El gordo García no va a permitir que la indisciplina se demuestre en su clase. Lo hará como si fuera cualquier cadáver, lo hará como siempre. Toma el walkman y oprime play, por los audífonos se cuela la música de La Castañeda. “Misteriosa entre sombras/ no tedejas ver/ te disuelves al amanecer”. El gusano anaranjado horada las entrañas de la ciudad mientras esos ojos azules siguen ahí, en lo oscuro del túnel se asoman y le gritan. “Misteriosa como el fuego del atardecer/ no te dejas ver”. Sólo los separa la muerte. Nada más.
-¿Dónde está..?
-Si buscas a tu amor, se lo acaban de llevar- Mariana voltea y ve a Ruth que señala hacia el horno crematorio.
Sale corriendo y no escucha a su amiga que le advierte.
-No te tardes que el gordo ya viene...
Llega al horno. Está cerrado, por la chimenea sólo puede verse una hilera de humo que huye hacia el cielo de una manera desesperada. Mariana observa el humo que se aleja. Ve claramente esos ojos azules que le han hipnotizado. Nadie supo quién era. Nadie sabrá jamás donde yace. Sólo Mariana le ha preparado un lugar ahí, al lado del tálamo, la epífisis y el cerebelo. En su recuerdo siempre estarán esos ojos azules que ahora la verán silencioso y agradecidos.
El humo negro escapa hacia el azul del cielo.
Mientras el cuerpo se diluye en cenizas y humo avnazando haia las nubes, gruesas lágrimas ruedan por las mejillas de Mariana. Lágrimas que serían amargas si ella no estuviera sonriendo. Da la espalda y se dirige a la clase de García. Pasa sin poner atención a un letrero en la puerta, obra seguramente de Roca. “Bienvenidos a la carnicería”. Respira hondo y exhala el aire de una sola vez. Está más tranquila y dispuesta a realizar la práctica. Si ahora la muerte dialoga con las navajas, tal vez mañana platicará con ella. Camina decidida, no sabe porqué pero empieza a pensar que el corazón no es solamente un músculo que bombea sangre. Debe ser algo más, algo que permita a los ojos fabricar lágrimas y a la boca pintar sonrisas. En el estrado se oye la voz solemne de García que repite por decimoctava vez en su vida: “El corazón está constiuído por el tronco braquiocefálicoarterial, el cayado de la aorta, la arteria pulmonar, las aurículas, entre otras partes. Hay que señalar también la válvula tricúspide y la mitral. En el interior podemos observar...”
Ciudad Universitaria, 1995.
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