Antes de salir procura mirar a los ojos del gato que, contra su costumbre, te ve desde el suelo con los ojos más tristes que se pueden concebir en un momento así. Antes de salir acomoda las espinas del órgano en forma de corazón que en una maceta desvencijada ruega por un poco de agua. Antes de salir, limpia la ventana en la que escribiste mi nombre en estas tardes de frío. Llévate la luz del refrigerador y el fuego de la vela que yo nunca he prendido. Haz correr el agua del wáter y baja la tapa del escusado. Antes de salir procura acomodar el libro que nunca terminaste de leer en el estante que le corresponde. Por supuesto que te regalo el separador, su nombre mucho te tendrá que decir. Llévate la noche, dóblala lentamente y procura hacerte a un lado cuando la despliegues sobre la mesa a la que te diriges. La música es mía, mientras suene no tienes por qué callarla. Cómete la rabia y los malos juegos. Te regalo mi ausencia, cabrá entera en ese frasco, ciérralo con cuidado para prevenir derrames. De las letras puedes llevarte las mayúsculas y los signos de admiración. Yo siempre he preferido las letras chicas, no lucen pero dicen mucho. Los signos de interrogación son míos, estaban ahí desde antes que llegaras. Ese cuadro no pertenece a nadie; se llama cielo y acompaña donde sea. Te regalo mis pasos, ya encontraré otro camino. ¿Podrías regresarme las miradas de los últimos días? No las he disfrutado lo suficiente y a ti de nada te sirven. Me quedo con los ceniceros y las copas, sin duda. De la sala te tocan los brazos de los sillones, fueron tuyos desde el primer día en que te acurrucaste en uno de ellos. La memoria me la quedo, servirá para reciclar alguna idea que se consideraba perdida. El control de la televisión no estará mejor en otro lado que aquí, nadie lo consiente tanto como yo. Llévate mis plegarias, desde que mi madre las puso en esa caja y me las dio, no las he vuelto a utilizar. Dame un momento para despegar la líneas que escribiste en mi agenda, los recordatorios que de todas formas no se olvidarían. Puedes conservar mi voz en lo que te acomodas en tu nuevo sitio, no le subas tanto al volumen porque se puede distorsionar. Las películas que vimos juntos las podemos repartir dependiendo de los parpadeos de cada uno. La oscuridad, no sé, ¿se la regalamos a tu amiga la optimista, la que se acaba de mudar? Mis lágrimas, si las quieres, te las vendo. A pesar de que las necesito, podré vivir sin ellas. Me quedo con tu respiración en mis oídos. Las fotografías, ¿cómo las repartimos? En casi todas estás tú, ¿a quién le interesa más tenerlas? ¿al que busca el recuerdo o al que ama el reflejo? El fueguito es mío, ya sabes cómo se me enfrían los pies. Las cortinas se las he regresado a tú madre, las lavé antes para borrar cualquier huella de sombras grabadas en los pliegues. La noche en la montaña se ha extraviado en algún cajón, pasé toda la tarde buscándola. Llévate lo que consideras tuyo, aunque se aferre a los muros con sus mil garras. Sal antes que la maleta explote por el movimiento de los inconformes.
Antes de salir, mírate al espejo y verás que tu reflejo sigue tendido en mi cama.
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