Tres sorpresas agradables me llevé el pasado fin de semana. Dos tienen que ver con el cine y una más con la literatura. La primera ocurrió el jueves cuando fui a ver la película que me hizo recuperar la fe en el cine mexicano, Conejo en la luna, cinta que recupera la emoción del thriller, la sensación de tener almorranas en el asiento reclinable y un conejo saltando en el pecho. Qué lástima que no la censuraron los de Gobernación o la consideraron pecaminosa los de Pro-vida. Hubiera alcanzado un número de espectadores más elevado. Pero aún así, merece detenerse un rato por la castigada cartelera. La conjunción de actores ingleses y mexicanos es excelente, aunque Jesús Ochoa ya comienza a cansar con su papel de siempre. Buena película mexicana, que ojalá inaugure una buena racha para el cine nacional, ¡ya viene Temporada de patos!
La otra sorpresa fue ver una gran película de Walter Salles. Porque aunque Adal Ramones y Fernanda Tapia pregonen que vayan a ver “la película de Gael”, en realidad el resultado final de Diarios de motocicleta le pertenece nada más y nada menos que a este genial director. No me gustó Gael como el Ché, debo confesarlo a riesgo de ser quemado vivo por sus legiones de fans. Pero me encantó, en cambio, la actuación de un ilustre desconocido como Rodrigo de la Serna en el papel de Alberto Granado, un actor que por momentos llega a opacar la leyenda que caracteriza Gael. La diferencia, probablemente, sea de perspectivas, Gael ya sabe en lo que se convertirá el joven médico aquejado de la imposibilidad de mentir, mientras que Rodrigo se dedica a recuperar el sentido desmadroso del otro viejo entrañable Alberto Granado, que se presenta coqueteándole a Cristina Pacheco (¡hay que tener valor!) con eso de que “Todavía me han de ver algo de simpático para que me sigan invitando a los programas”. Excelente recomendación.
La tercera fue, al mismo tiempo que literaria, sentimental. Varios de mis exalumnos, del curso de “Historia de la cultura” que durante un rato di en la Universidad Iberoamericana, se lanzaron a la aventura de publicar una revista literaria que se desprende de la, parece irrenunciable, necesidad de pertenecer a grupos o instituciones para lanzar una publicación que, de seguro, no va a tener ventas masivas como el Tv y novelas, pero que está hecha con el corazón, la pasión y el talento. El primer número de Textofilia ya se encuentra en los principales recintos culturales y librerías de prestigio del, a veces snob y a veces deslumbrante, eje Lomas-Condesa-Glorieta de los Coyotes-Cultisur. Búsquenla y cómprenla. Trae buenas intenciones y mejores textos. Entre ellos el mío: “De la escritura, o respuestas necias para una pregunta insidiosa”. Suerte, saludos y un abrazo fraterno, o sea de compas textofílicos, para Alfredo Núñez, Karen Olryd, Ada, Selma Rodal, Montserrat Aurioles, Flor Millán y demás fauna. Besos...
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